lunes, 26 de enero de 2015

catalán y valenciano: una explicación independiente

lunes, 26 de enero de 2015
Fuente: Wikipedia
¿Qué se esconde tras el conflicto lingüístico que afecta a las comunidades catalana y valenciana? ¿realmente se conoce el origen y causas de este enfrentamiento? ¿existe realmente el conflicto o se trata tan sólo de «política»? Da la impresión como si el resto de España considerase este asunto como «ruido de fondo». Uno más de esos conflictos perennes que de vez en cuando reaparecen en las portadas de los periódicos, cuando no tienen otra cosa que contar. Pero ¿es posible pensar en algún ámbito en España que no se vea afectado por la política? La respuesta es que para bien o para mal no existe rincón que no se haya visto condicionado por las decisiones políticas. Y este es uno de los que más.

En esta España del enfrentamiento y del maniqueísmo —o conmigo o contra mi, Barça o Madrid, PSOE o PP, etc.— se buscan explicaciones absolutas y contundentes. Un «sí» o «no». O un «blanco» o «negro». De esta manera se fragmenta la sociedad en grupos enfrentados, cuyas posturas son dogmáticas, rígidas e inamovibles. No hay cabida para el detalle o la sutileza.

Sin embargo, es necesario algo más de esfuerzo para ir al meollo. Hay varias preguntas que surgen al intentar entender este asunto. Responderlas con un «sí» o un «no» sirve para poco más que satisfacer los dogmas de cada grupo, grabados a fuego durante décadas en el acervo colectivo de la sociedad española. Todo intento de escapar de uno u otro dogma se encuentra con más dudas y rara vez se llega a la causa de todos estos malentendidos.

Este va a ser un largo artículo. Por este motivo se ha dividido en varias partes, con un índice y enlaces a cada una de ellas:
  1. Pregunta: ¿son el catalán y el valenciano una misma lengua?
  2. Pregunta: Si son la misma lengua ¿cómo se llama?
  3. Pregunta: ¿viene el valenciano del catalán?
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía
  6. Notas


1ª pregunta: ¿Son el catalán y el valenciano una misma lengua?


Naturalmente, los lingüistas pueden responder perfectamente a esta cuestión, pero en términos que sólo son útiles para otro lingüista. A la hora de clasificar las lenguas, los especialistas diferencian entre taxonomía popular —susceptible de factores sociológicos— y taxonomía glotológica —la definida por la propia ciencia lingüística—. Sin embargo, los propios especialistas se incluyen como parte de mundo científico, sin asumir que son también parte de la sociedad y por tanto, sujetos a factores políticos de forma similar a como lo pueden estar los jueces, los periodistas o los médicos de empresa.

Para responder a esta pregunta en los términos adecuados para los profanos, habría que comprender mejor qué es una lengua y cuándo estas son «la misma». Por ejemplo, todo el mundo está de acuerdo en que la lengua hablada en Extremadura es la misma que la hablada en Murcia —por poner un ejemplo cualquiera—. Sin embargo, todo el que ha podido viajar por España habrá podido comprobar como existen expresiones, giros y un vocabulario que difiere notablemente entre zonas. Son «lo mismo», pero no «iguales».

¿Qué ocurre?

Pues que las lenguas irremediablemente evolucionan, y lo hacen de forma diferente según el lugar.

Entonces ¿por qué continúan siendo la misma lengua?

Porque hay una serie de instituciones que se encargan de mantener cierta homogeneidad entre las distintas zonas. Estas instituciones difieren en función de la tradición. Por ejemplo, en el ámbito continental es habitual encontrarse con «academias» lingüísticas centrales que tienen poder para decidir en estos asuntos. Este poder emana del Estado, es decir, es en última instancia un poder político.

En España y otros países hispanohablantes existe la Asociación de Academias de la Lengua Española, que se reúnen periódicamente para incluir en el Diccionario Panhispánico todos aquellos términos que han surgido en cada territorio, con el objeto de mantener una homogeneidad aceptable, de forma que glotológica y socialmente puedan continuar considerándose una misma lengua(1).

Por otro lado, en el ámbito anglosajón no existen estas instituciones. Por este motivo las lenguas mantienen sus denominaciones originales y su heterogeneidad es mucho mayor. Las únicas instituciones que hacen algo por mantener la lengua —el inglés en este caso— dentro de la inteligibilidad en el territorio son ciertas «autoridades» culturales o científicas como la cadena pública de difusión británica BBC —en España el concepto de autoridad cultural se encuentra viciado por el ámbito político— .

¿Por qué hay entonces diferentes lenguas en España?

Debido a que el proceso normalizador y homogeneizador no ha sido uniforme, a causa de que los territorios, los poderes políticos correspondientes y las instituciones encargadas de mantener el «orden» lingüístico, han variado a lo largo de los siglos o, no han existido. En el caso de la Corona de Castilla ha habido desde Alfonso X una clara intención de homogeneización lingüística. Sin embargo, en la Corona de Aragón con una configuración política descentralizada, se ha seguido el modelo anglosajón, esto es, sin instituciones centrales que mantuvieran dentro de ciertos parámetros la uniformidad lingüística.

Debido a esta circunstancia, el castellano es el resultado de numerosas transformaciones desde el latín vulgar hasta la actual lengua española —hablada en todo el territorio—, al verse sometido a sucesivos procesos normalizadores, incorporando términos de todo el territorio que ha conformado primero la Corona de Castilla, y posteriormente el Reino de España. Por el contrario, el latín vulgar hablado en la Corona de Aragón ha evolucionado en función del desarrollo literario espontáneo —normalmente proveniente de las clases sociales que podían permitírselo(2)—, preservándose aquellas variantes de mayor prestigio literario.

Además de la intención normalizadora explicada en los párrafos anteriores, siempre existe una tendencia natural del pueblo a continuar con su «lengua original» previa —sobre todo si los cambios venían de decisiones tomadas a muchos kilómetros de distancia—. Por este motivo las regiones periféricas de Castilla han mantenido sus lenguas o dialectos —según el caso—: gallego, asturiano, cántabro, leonés, andaluz, etc. Por el contrario, cuando este proceso se realiza según el modelo anglosajón basado en el prestigio o autoridad cultural literaria, el pueblo tiende a imitar o a emular las variantes de mayor prestigio. Aunque en todo caso, este fenómeno puede darse de cualquier manera, dependiendo mucho del concepto de «autoridad» que la sociedad tenga.


1ª Respuesta

Con el contexto algo mejor definido, la respuesta es que sí: las lenguas habladas en las comunidades catalana y valenciana, así como la balear, son la misma lengua desde un punto de vista glotológico —es decir, científico—. Antes de que alguien me encasille en algún sector ideológico, recordarles que aún no se ha acabado el artículo.

Decir que son la misma lengua o que pertenecen a un mismo «sistema lingüístico» resulta una obviedad. En otro artículo anterior ya se vio que en cierto momento de la historia se partía en toda la península de una misma lengua. Deberíamos preguntarnos primeramente por qué dejaron de serlo, en lugar de si lo son o no ahora.

Por lo comentado anteriormente, la posterior creación de lenguas distintas responde básicamente a la falta de algún tipo de institución o autoridad —sea política o literaria— que mantenga un referente o modelo común a seguir en todo el ámbito geográfico. Al no existir una política lingüística con intención unificadora como sí ocurrió en la Corona de Castilla, la consecuencia ha sido una divergencia político-lingüística que ha creado las diferencias actuales. En unos casos la separación ha sido tal que la compatibilidad era imposible desde un punto de vista puramente idiomático. En otros, se trata de «dialectos» o «variantes» de un mismo «sistema lingüístico» proveniente del latín vulgar, sin llegar a la escisión.

En la península, en el caso del resto de variantes del latín vulgar que no entraron en la influencia reguladora del castellano, los especialistas consideran que no ha existido una divergencia lo suficientemente grande como para que sean lenguas distintas, por tanto, se consideran una. Pero esto no significa que sean «iguales», ni que no hayan recibido nombres diferentes durante siglos en base a identificar dichas diferencias entre las variantes. Ni que unas se subordinen a otras. Las autoridades correspondientes deberían respetar dichas diferencias o dejar que sea la propia sociedad la que las mitigue. Y mucho menos, crear subordinaciones de unas lenguas respecto de otras, que nunca han existido.

Es en este punto donde la comunidad científica dedicada a los asuntos lingüísticos se ha dejado influir por factores socio-políticos, dejando una «versión oficial» muy tendenciosa. La pregunta que hay que hacerse ahora es:


2ª pregunta: si son la misma lengua ¿cómo se llama?

La versión oficial sitúa al valenciano y al balear como dialectos del catalán, junto al catalán noroccidental y el «central», respectivamente. Según esta visión la lengua se llamaría catalán. Ahora bien,

¿quien lo ha decidido?

Si bien los lingüistas pueden demostrar que valenciano, catalán y balear son una misma lengua, la asignación de denominaciones responde a criterio básicamente sociológico o político. La decisión final que rige en la actualidad ha venido, como no podía ser de otra manera, de las autoridades correspondientes, en este caso, el Gobierno de España —Poder Ejecutivo— con la aprobación del parlamento —Poder Legislativo— y con la complicidad del Poder Judicial.

¿Por qué? ¿qué criterio han seguido?

Gracias a los acontecimientos de los años recientes ya es posible hablar de los fallos del actual sistema político con normalidad. Estos fallos son sobre todo la falta de representatividad(3) que provoca tendencia a la demagogia y dependencia de los llamados «partidos bisagra». Otro problema es la falta de independencia de los poderes del Estado, que provoca que el gobierno use al parlamento para aprobar las leyes y normas que les conviene. Y por supuesto el Poder Judicial cuyas resoluciones tienen más que ver con la política que con la Ley.

En esta situación está bastante claro lo que ha ocurrido: los partidos nacionalistas y los centralistas, han pactado dentro de las necesidades parlamentarias de formar gobierno, ciertas condiciones que pasan por dar carácter oficial al catalán como denominación y la creación —desde cero— de una normativa lingüística que incluya todas las variantes idiomáticas de los territorios en cuestión —metidas con calzador en lo que «curiosamente» se corresponde con la paranoia nacionalista denominada Países Catalanes— regulada por una institución controlada políticamente por el catalanismo.

¿Desde cuando?

Algo ha cambiado desde la Transición en cuanto a censura, manipulación de los medios y uso fraudulento de las instituciones públicas, pero no todo lo deseable. Desde la formación del nuevo sistema político, los gobiernos catalanistas han usando todos los resortes a los que han podido acceder para ir construyendo pieza a pieza, lenta pero inexorablemente, su modelo de construcción nacional. Este pasa por la unificación lingüística, política, cultural —y económica— de aquellos territorios que consideran afines y necesarios.

Se puede decir que esto ocurre desde la Guerra de Cuba, cuyo desenlace negativo para España supuso el inicio de una época de desmoralización y perdida de una autoridad que se había inflado demasiado desde hacía tiempo. Precisamente en aquella época, los herederos de aquella aristocrácia catalana que había vivido siempre convenientemente arrimada al poder que más cerca tenían —el Imperio Carolingio primero y el Español después—, se dieron cuenta de que ya no les servían y comenzaron a montarse su propio tinglado.

Un caso sencillo que puede servir de muestra es el de la Real Academia de la Lengua. Es conocido que está formada por una serie de académicos que ocupan unas plazas conocidas como «asientos». Según su página web, establece que entre los años 1926 y 1930 —en plena efervescencia del estatuto de autonomía catalán que vendría cuatro años después— se crearon unas plazas denominadas secciones especiales dedicadas a otras lenguas españolas. Estas son la catalana, la gallega y la vascuence.

Sin embargo, esto no fue así, exactamente. En el documento original enlazado en la Wikipedia, hay unos artículos —en la parte central del documento digitalizado— reproducidos a continuación, señalando en negrita cierta información:
  • Artículo 2º Constará además de cuarenta y dos Académicos correspondientes españoles, de los que habrá dos especializados en el catalán, uno en el valenciano, uno en el mallorquín, dos en el gallego y dos en el vascuence.
  • Artículo 3º Se crean en la Real Academia Española tres secciones denominadas: de la lengua catalana y sus variedades valenciana y mallorquina; de la lengua gallega y de la lengua vascuence; compuesta cada una de los Académicos  de su especialidad respectiva, expresados en el artículo 1º, y de un número igual de otros Académicos numerarios, designados por dicha Corporación, siendo presididas todas las Secciones por el Director de la Academia.
  • Artículo 4º Tendrá como función cada una de dichas secciones, con respecto a su especial idioma, las mismas que para la lengua castellana determina el artículo 1º de los Estatutos de la Academia aprobados por Real decreto de 31 de Agosto de 1859, y además la formación de los Diccionarios respectivos.
Realmente en su origen, por una parte, se evidencia la mención clara y diferenciada del valenciano y del mallorquín —desaparecidas en la actual versión— respecto del catalán, representados por unos académicos que no son intercambiables entre si, situación que choca completamente con la que con el paso de los años, ha ido transformándose hasta llegar a la actual. La concesión que en su día se aceptó pero que ha supuesto la cuña por la que las pretensiones del nacionalismo catalanista han ido acaparando cada vez un ámbito político-cultural mayor, es la de englobar las variantes en una misma sección cuya denominación corresponde con la de una de ellas:
  • Lengua catalana ¿?
    • Variante catalana ¿?
    • Variante valenciana
    • Variante mallorquina
Aunque no se establece una dependencia jerárquica dentro de la sección —todas las variantes están al mismo nivel—, esta ambigüedad y polisemia es uno de los orígenes que han dado lugar posteriormente a tantos enfrentamientos. Paradójicamente, mientras que Valencia y Mallorca han tenido en su historia una definición política clara —Reinos de Mallorca y Valencia—, los Condados Catalanes eran un grupo disperso predominado por el Condado de Barcelona —nobles y militares, con actividad literaria escasa— que no llegó a formarse como reino nunca. Se ve que esta frustración les ha perseguido como una maldición durante centurias, cobrándose ahora la venganza.

¿Quienes regulan la lengua?

Con la nueva estructura política tras la Guerra de Sucesión y la imposición del castellano como lengua española oficial, los asuntos en materia lingüista siguieron el modelo de la Corona de Castilla. La Real Academia Española se fundo en 1713 —el año de finalización del conflicto— y desde entonces se ha encargado de normalizar la lengua —junto con las academias del resto de países hispanos—. 

Un detalle muy importante de esta situación, es que si bien la lengua oficial —la escasa enseñanza pública o privada que hubiera, documentos oficiales, etc.— era el castellano, el resto de lenguas locales no fueron prohibidas, ni mucho menos sustituidas. Es decir, el catalán seguía siendo el catalán, el valenciano seguía siendo el valenciano, y así sucesivamente. Tal vez las formas no nos parezcan correctas siglos después, tal vez los distintos conceptos de autoridad logrados tras una cruenta guerra no fueron aceptados de buen grado. A pesar de todo, la normalización de una lengua oficial para todo el Estado no tenía pretensión de sustitución ni de usurpación cultural. 

El Instituto de Estudios Catalanes es la institución análoga en el ámbito catalán fundada en 1907. La diferencia en la filosofía de esta institución es que en este caso, sí que se pretende la sustitución y apropiación de todos los aspectos culturales de aquellos territorios, autores y obras, que dicho órgano decide que entran dentro de su ámbito. De esta manera, ha creado una lengua artificial basada en los clásicos de origen valenciano, por ser el principal referente literario. Todo con la aprobación oficial de un Real Decreto del año 1976. En plena transición y a buen seguro, fruto de algún trato entre las partes que participaron en aquel acuerdo a puerta cerrada.

Los intentos de «catalanización» han sido evidentes en las comunidades valenciana y balear. Una imposición cultural sin esperar ningún acuerdo de las partes, fundamentada en acaparar el mayor numero de instituciones educativas —colegios, universidades, etc—. Naturalmente, la respuesta de la sociedad fue notoria, siendo más efectivo el rechazo en la Comunidad Valenciana. Como resultado de estas primeras etapas del conflicto tras la Transición, se creó una institución normalizadora en el ámbito valenciano llamada Academia Valenciana de la Lengua. A priori, esta institución ha dado carácter oficial al llamado subestándar valenciano, lo que ha limitado la implantación del catalán en esta comunidad. 

Sin embargo, el llamado valenciano normalizado es un pastiche forzado a encuadrarse dentro de la normativa catalana, que no es de agrado general. Se acepta con encogimiento de hombros, como otra tanta de las decisiones políticas que se toman. Y en otra buena parte, por el carácter afable —tal vez en exceso— de las gentes de esta comunidad.

A nivel internacional —donde una comunidad autónoma no tiene nada que hacer salvo que cuentes con el apoyo del Estado— el valenciano es ignorado sistemáticamente. A nivel de Estado, se asume que el catalán genérico es una norma por encima del valenciano. Mientras tanto, el valenciano tradicional que habla la gente en la calle desde hace más de cinco siglos, continua con el modelo anglosajón, con la desgracia de que ha perdido referentes literarios actuales(4).


2ª Respuesta

Lo cierto es que no hay un nombre que satisfaga a todos, pero, si cada variante tiene su nombre ¿qué más da? Los únicos que tienen verdadero interés en asignar un nombre al conjunto es el nacionalismo catalanista, con el pretexto de que tendría «más entidad», pero pasando necesariamente por aceptar el que ellos elijan. No es molesto desear la unión, sí que lo es el menosprecio y la imposición.

Llamar catalán a todo el conjunto sería aceptable sino fuera por el uso abusivo que se hace de esta circunstancia. Se aprovecha un término genérico para denominar a una parte de la misma manera que el todo, y a todo como el de una parte decidida por ella misma. De una lengua carente de identidad y sin base literaria importante, a pretender ser el centro por la fuerza de los hechos consumados. Lograr que los poderes adecuados den carácter oficial a esta confusión, ha sido el pie para que con el paso de los años se impongan forzosamente como los «padres» de la lengua, así como los reguladores y garantes de la «pureza lingüística».


3ª pregunta: ¿viene el valenciano del catalán?

La historiografía castellanista —la habitual— da a entender que el habla de un pequeño reino del norte de la península se extendió por todo dicho territorio, sustituyendo el habla de los habitantes locales. Esto podría aplicarse a aquellas zonas que fueron fuertemente repobladas —las del centro de la península—, pero no al resto. Por otro lado, el castellano tan sólo mantuvo su denominación por ser esta la del reino que por carambola, se mantuvo igualmente tras un proceso azaroso de uniones y herencias dinásticas —a alguno tenía que tocarle—. Posteriormente —como lengua española— se ha desarrollado gracias a la aportación de toda España y a la normalización de la Real Academia de la Lengua.

Nadie se molesta demasiado en explicar todos estos matices, dejando que se malinterprete. Esta exageración, acentuada aún más por el nacionalismo franquista, es la que paradójicamente usa el nacionalismo catalanista para «convencernos» de su teoría de la expansión del catalán por los territorios de la antigua Corona de Aragón que no se vieron influidos por otras variantes peninsulares —la Casa de Trastámara de origen castellano, llevó tras de si su habla al Reino de Aragón—.

La confusión más extendida es que como Valencia fue conquistada por catalanes, estos llevaron su lengua con ellos. Según esta teoría, el Reino de Valencia fue desprovisto de su lengua  —en el pasado y en el futuro— al ser repoblado por catalanes. Esta es una versión muy simplificada de los hechos, que es sin embargo, la más extendida. 

¿Qué se hablaba antes de la «Reconquista» en Valencia?

En la España Musulmana el idioma oficial era, como puede esperarse, el árabe. Sin embargo, existen pruebas suficientes que demuestran que el latín vulgar de los pobladores locales continuo utilizándose —siguiendo la pauta habitual en estos casos—. De alguna manera el latín vulgar perduró entre el pueblo autóctono de la Taifa de Valencia. A esta variante del latín se le llama mozárabe.

La larga estancia del árabe en la península —nada menos que ocho siglos— hace suponer que este podría haber desaparecido, pero nadie puede decirlo con seguridad. Lo que sí se sabe con certeza es que la población morisca en el Reino de Valencia que permaneció era una de las más numerosas, que se evidencia en la conservación de la toponimia.

La falta de documentos escritos —poca gente escribía, y si lo hacía, era en árabe— dificulta establecer hasta qué punto éste perduró, por lo que normalmente el mozárabe no es considerado. En todo caso, la población local continuó con su lengua conviviendo con la de los repobladores y previsiblemente influyendo en ella. Fuera el árabe, el mozárabe, o alguna combinación de ambos.

¿Qué hablaba Jaime I?

Con la llegada al Reino de Aragón de la dinastía de los Trastámara —de origen castellano— se introdujo otra variante del latín vulgar que se identificaba con el habla de «los castellanos», distinta a la de los pobladores del resto de condados de la Marca Hispánica —unos emplazamientos militares creados por los carolingios para evitar el paso de los musulmanes por los Pirineos—. Al parecer, los monarcas llevaban tras de si la lengua al trono que ocupaban. La cercanía con las autoridades y la necesidad del uso de su lengua para asuntos oficiales, conllevaba que el pueblo lo adoptase. Siempre y cuando aceptase dicha autoridad.

Esto es lo que normalmente ocurre: la autoridad aceptada de forma legitima, sea política, cultural o de cualquier otro tipo, suele ser modelo y ejemplo a imitar. Don Jaime I El Conquistador fue uno de los monarcas más apreciados de la época, por lo que cabe preguntarse qué hablaba dicho monarca. Don Jaime I nació en Montpellier, hijo de la noble María de Montpellier. Se crió allí, por lo que parece muy probable que hablase la lengua del lugar y esta era el occitano. No hablaba catalán, aunque ambas lenguas eran muy similares, debido a su misma procedencia y a la poca divergencia político-lingüista que existía en aquella temprana época. La cuestión es que la lengua de la autoridad legítimamente establecida entre los repobladores venía de más allá de los Pirineos.

¿Quienes fueron los repobladores?

Supongamos que, tal y como está establecido en la teoría catalanista, los catalanes se establecieron en el Reino de Valencia recién formado, transmitiendo así su lengua. Para que esto sea así son necesarias al menos una de estas dos cosas: que exista algo llamado Cataluña y algo llamado catalán(5).

La referencia más antigua de Cataluña es la de Principado de Cataluña en 1350, refiriéndose a una agrupación de condados —inicialmente Barcelona, Gerona y Osona, llamado en la actualidad Cataluña Vieja— que no constituían una unidad política, salvo que estaban bajo el gobierno del mismo noble (Ramón Berenguer I) cuya dinastía recibía el título de «Príncipe» desde el 1058, como algo honorífico o simbólico —seguía siendo oficialmente conde, no príncipe—. Un siglo antes de la primera referencia escrita a Cataluña, el Reino de Valencia fue creado por Jaime I en 1239 para evitar que la nobleza catalano-aragonesa metiera sus zarpas, algo que no les sentó muy bien. De esta forma se creó un reino con fueros independientes, que daba forma a una Corona de Aragón de estructura confederada

El resto de lo que hoy se conoce como Cataluña —la Nueva—, fue conquistado por Berenguer IV en el Siglo XII. Aparte de esto, quedaban algunos condados —Condado de Urgel, entre otros(6)— que fueron dinastías separadas hasta su integración con la Corona de Aragón.

Es decir, Cataluña no existía como tal, aunque haya que usar este término para referirse a los pobladores de los condados que en aquel entonces, ocupaban el terreno llamado así ahora. Además, aunque el Conde de Barcelona era muy influyente, permaneció dividida en dos bloques cultural y socialmente diferentes. Siendo estrictos, Valencia se creó como entidad política diferenciada antes que Cataluña.

El Reino de Valencia se convirtió de esta manera en un territorio libre, bajo la tutela de un rey tan magnífico como magnánimo. Es fácil imaginar lo que supuso este hecho, atrayendo repobladores de toda la Europa cristiana, pero sobre todo —por cercanía— aragoneses, catalanes, occitanos, y castellanos, que huían de sus feudos rígidamente gobernados por nobles avariciosos. De todos estos sitios, los más prósperos y pacíficos eran los territorios denominados como Occitania —que de forma similar a Cataluña, tampoco era una entidad política(7)—. Esta era una franja que quedaba entre el Imperio Carolingio y la Marca Hispánica. Gracias al clima y a la estabilidad política floreció un arte y literatura importante cuya manifestación principal fueron los trovadores.

Entre los trovadores de Occitania y los feudos militares de los Condados Catalanes, se puede concluir que si hubo alguna autoridad cultural esta una vez más, venía de más allá de los Pirineos. El resultado de todo esto fue una explosión de magnificencia cultural y económica marcada en la historia como el Siglo de Oro Valenciano.

¿Como llamaban a su lengua?

Las referencias más antiguas a los nombres de las lenguas se han encontrado recientemente en unos documentos que hablan de catalanesc en 1290 y valencianesch en 1343, apenas medio siglo de diferencia y posteriores a la creación del Reino de Valencia. Por tanto, ni existía Cataluña como entidad política, ni Jaime I era catalán ni hablaba dicha lengua y la mayor influencia cultural de la época tampoco era Cataluña.

A pesar de todo, concedamos por un momento la remota posibilidad de que un número indeterminado de pobladores de lo que hoy en día se llama Cataluña, influyeran sobre todos los demás hasta el punto de convencer a la gente de que hablaban catalán. Vale.

Uno de los más relevantes escritores de aquel periodo histórico fue Ausias March (1397~1459). En una publicación de 1539 de las obras de Ausias March traducidas al castellano, se presenta al autor con esta frase: cavallero valenciano de nacion catalan. Si se tiene en cuenta el concepto de nación de aquel siglo, se estaba refiriendo a la cuna de su ascendencia noble —por supuesto, el nacionalismo catalanista no lo interpreta así—. En cualquier caso, con estas premisas uno podría esperarse un claro ejemplo de valenciano hablando catalán. Sin embargo, en la misma publicación pero en la página siguiente, se identifica al escritor valenciano con la lengua lemosina —una de las variantes del occitano—. Una vez más la influencia lingüística se aleja más allá de los Pirineos.

A pesar de estas evidencias, la entrada en la Wikipediaa merced del nacionalismo catalanista, organizado y vigilante— afirma de forma completamente estrambótica que da igual, que diga lo que diga se refiere a la lengua catalana, dando como únicas pruebas comentarios de autores de finales del siglo XIX. Es decir, que durante cuatro siglos se vinculó al valenciano con la lengua lemosina, hasta la época en la que surgió el nacionalismo catalanista. Este se basa en argumentos de una autoridad lograda en el terreno político posteriormente, para demostrarse a sí mismo —paradoja de la autoreferencia—.

El cuñado de Ausias March fue Joanot Martorell (1413~1468), de ascendencia catalana por parte de madre y autor de la obra Tirant lo Blanch, una de las más importantes de la literatura universal. En ella se hace mención explicita a la lengua original del autor —nacido y criado en Gandía— y de la obra como «lengua valenciana».

De estos dos hechos se desprende que ni siquiera autores de ascendencia catalana —pero criados en Valencia— llamaron a su lengua de esta manera. Es probable que ni tan siquiera los propios catalanes, es decir, los pobladores de los feudos dominados por los nobles catalanes, pensasen que hablaban otra cosa distinta a una variante del occitano. Se puede decir que fue el valenciano y su literatura el que originó el catalán, y no al revés.

¿Quienes son los dueños de una lengua?

Como se vio en otro artículo, se puede decir que realmente la lengua no tiene dueños, aunque todo el mundo desea serlo. Es inevitable no obstante, que las sociedades se organicen políticamente, haciéndolo dentro de un contexto político y cultural determinado. Cada sociedad crea sus tradiciones y normalmente, no se acepta que las sociedades vecinas interfieran decidiendo en ellas. A pesar de ello, mediante la influencia política puede lograrse que determinados valores culturales se «traspasen» a otros territorios. Casos como estos son la influencia que la cultura de los EEUU tiene en el resto del mundo, o como Alemania toma decisiones que afectan toda Europa.

La Comunidad Valenciana es una continuación del antiguo Reino de Valencia(8), dentro del contexto social, político y cultural de la Corona de Aragón, Occitania, la Península Itálica y la vecina Corona de Castilla, sin olvidar el mundo musulmán —en definitiva, el Mediterráneo—. Desde entonces ha creado sus propias costumbres, tradiciones y ha generado una lengua por la que nunca había necesitado pelearse, ya que nadie pretendía imponer denominaciones ni normas. Al contrario, fue un referente y modelo a seguir para sus vecinos, sin necesidad de hacer uso de estratagema política alguna. Todos estos hechos forman parte de la Historia. Y la historia es —debería ser— patrimonio de la Humanidad.

Cartel propagandista del CAOC, apoyado por la Generalitat de Catalunya y por tanto, por todos nosotros


3ª Respuesta

La pregunta de si una lengua viene de otra es tendenciosa. Las lenguas no vienen unas de otras, simplemente surgen. Naturalmente, no surgen de la nada. Lo hacen dentro de un contexto determinado. En este caso, dicho contexto era el del latín vulgar, un conjunto de variantes emparentadas con influencias germano-itálicas, desde el noreste de la Península Ibérica hasta la Península Itálica, pasando por el sur de lo que hoy es Francia y que entonces era Occitania(9).

Pretender enumerar siglos después cuantos repobladores fueron de un lugar a otro, con el pretexto de erigirse como los «dueños» siglos después de que lleven caminos sino separados, sí claramente diferenciados, resulta una pretensión verdaderamente preocupante que nos recuerda a ciertos líderes políticos del Siglo XX, que buscaban en las migraciones raciales rasgos de «pureza».

La lengua no pertenece a nadie, pero si ha de hacerlo, pertenece a las personas con las que viaja, vinieran de donde vinieran. No pertenece a los lugares que dejaron atrás(10). En definitiva, el valenciano no puede «venir de» el catalán porque ni el catalán existía como algo distinto al latín vulgar —o una variante del occitano—, no era un referente cultural, ni Cataluña existía como unidad política.

Aún así, si se desea llevar al extremo esta reinterpretación histórica de la tesis catalanista por la cual los emigrantes le deben algo eternamente a la tierra de la que se fueron, tampoco resulta admisible. La lengua hablada en la Comunidad Valenciana adquiere entidad como tal una vez se desarrolla y adquiere forma en el antiguo Reino de Valencia, sirviendo incluso como modelo y referente literario en los siglos posteriores. Esta circunstancia ayudó seguramente a que la inteligibilidad permaneciera y la divergencia lingüística no excediera. Así mismo, la permanencia dentro de un mismo marco político también fue determinante para que hoy en día puedan considerase la misma lengua. En todo caso, no debería ser excusa para imponer denominaciones ni normas, salvo la que cada sociedad apruebe dentro de su marco político-social de toma de decisiones, suponiendo que estemos en una democracia.


Conclusiones

«ni políticos ni científicos tienen nada que decir al respecto. Pero menos que nadie, los científicos. Es un asunto en el que sólo tiene que decidir la gente»
Noam Chomnsky, sobre el conflicto catalán-valenciano
Si después de cinco siglos de tradición es necesario hoy en día tener que dar todas estas explicaciones para mostrar algo que debería ser obvio, significa que de alguna manera, todo ese largo recorrido no se está haciendo en la dirección adecuada.

El mundo anglosajón ha aprendido a saber usar la imagen para lograr que sus objetivos sean aceptados. Por ejemplo, la explosión del acorazado Maine antes de la Guerra de Cuba se dice que fue obra de los propios EEUU. Fuera cierto o no, supieron aprovechar las circunstancias para lograr sus objetivos, que acabaron siendo los de sustituir un imperio —el español— por otro —el suyo—. Se descubra o no con el tiempo si esta estratagema fue cierta, ya es tarde.

El nacionalismo catalanista imita —en este caso si— el estilo anglosajón: apoya la Leyenda Negra y aprovecha todos y cada uno de los numerosos defectos de la sociedad de la España castellana, que continua satisfecha de haberse conocido, ignorante de la situación y de sus errores históricos. La sociedad valenciana, estridente y folclórica, carente de líderes o los que hay, con una imagen que deja mucho que desear, se encuentra impotente ante la situación.

Lengua y política tienen estrechos vínculos. La mayoría de dictaduras usan su poder para controlar la lengua acorde a sus objetivos nacionalistas(11). Resulta paradójico que desde una tierra en la que se rasgan las vestiduras hablando sobre libertad y exigiendo referéndums de independencia, sin embargo, limiten la capacidad de decisión de sociedades vecinas sobre algo tan aparentemente inocuo como la lengua, haciendo uso de un poder concedido en base a aprovechar los defectos del sistema político, sin pretender darles solución.

En el fondo, el conflicto lingüístico no trata de si se habla o no la misma lengua en unos territorios, sino una lucha por quien logra el control sobre ella, sea cual sea esta. Una vez se tenga autoridad para regular la lengua de un territorio, lo demás viene dado.


Bibliografía

  • Antonio Briz GómezEl castellano en la Comunidad Valenciana. Congreso de Valladolid, 2001 <enlace> [acceso 22-01-2015]
  • Inés Fernández-Ordoñez. Contribuciones de Ramon Menéndez Pidal al estudio del catalán. En las notas se analiza la aplicación por comparación de la teoría castellanista al caso del catalán y su modelo de expansión de la lengua. <enlace> [acceso 22-01-2015]
  • Martín de Viciana. Libro de alabanças d'las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana. [1547] <enlace> [acceso 22-01-2015]
  • Ramón de Andrés Díaz. Gramática comparada de las Lenguas Ibéricas. Taxonomía oficial. [2013] <enlace> [acceso 22-01-2015]
  • Expansión peninsular y baleárica de la Corona de Aragón. Imagen Wikipedia. <enlace> [acceso 22-01-2015]
  • El Manifest. Iniciativa por una lengua aceptada por todas las partes para el catalán-valenciano-balear. <enlace> [acceso 22-01-2015] 


Notas

(1) Contrariamente a lo que muchos piensan, no es la Real Academia Española en Madrid, la que «manda» sobre las demás academias hispanas, sino que cada academia es independiente y se organizan a través de la Asociación de Academias de la Lengua. Es posible no obstante que de facto, haya existido una influencia política desde España. [volver al texto]
(2) La economía de la Corona de Aragón basada en el minifundio agrícola y pequeño comercio independiente, con el Mediterráneo como mercado, era sustancialmente distinta de la de Castilla, basada en el latifundio y en la importación de productos de América. Debido a esto existía una clase media burguesa y un sustrato social distinto al de Castilla. [volver al texto]
(3) La asignación de escaños se hace a «paquetes» formados por las listas de partido cerradas y bloqueadas, en una proporción marcada sin embargo por los votos recibidos a candidatos individuales por circunscripción. [volver al texto]
(4) Existe otra normativa no oficial creada por la Real Academia de Cultura Valenciana llamada «Normas del Puig», más cercano al valenciano tradicional, pero que pecan en su afán por desviarse de la oficial, exagerando localismos —las últimas revisiones han corregido algo este defecto—. [volver al texto]
(5) El significado de catalán en la edad media era con toda probabilidad distinto que el actual. Aún así, el nacionalismo catalanista utiliza a su libre albedrío el adquirido siglos después para sus intereses. Esto es llamado «falacia del historiador». [volver al texto]
(6) En la Wikipedia se basan en un estudio de  un tal Enric Ginot el cual analizando ciertos documentos dedujo que una buena parte de repobladores de los nuevos territorios de Valencia provenían del Condado de Urgel. Da la impresión como si pretendieran «dejar caer» que fueron estos pobladores los que impusieron la lengua, junto con el resto de pobladores de la Cataluña Occidental o Cataluña Nueva. Por otro lado, el Condado de Urgel —una vez se dejó de depender de los Francos para nombrar sucesores— no ha tenido dinásticamente nada que ver con el «Principado» hasta el año 1413 —casi dos siglos después de la conquista de Valencia— que se incorpora a la Corona de Aragón con la Casa de los Trastámara. Es decir, los repobladores que vinieron no tenían demasiados motivos para identificarse con Cataluña. Provenían de un condado con una dinastía independiente —la Marca de Tolosa—. El resto de repobladores de la parte occidental —Tortosa y Lérida— un siglo antes había estado ocupada por los musulmanes y repoblada durante ese periodo. En cualquier caso esta zona de Cataluña conquistada posteriormente ya era receptora de pobladores de otros lugares con un habla que no tenía que identificarse necesariamente con el catalán, es decir, que la lengua era ya importada antes de «llevarla» de nuevo a Valencia. Estas dos zonas de Cataluña —occidental y oriental— forman actualmente bloques social y culturalmente diferenciados del modelo antiguo y tradicionalmente feudal de la Cataluña Vieja. [volver al texto]
(7) Otro caso similar en la misma época es el de Italia, un conjunto de reinos y feudos independientes que de la misma manera, compartían un mismo latín vulgar dividido en diversas variantes que no llegaron a escindirse completamente gracias a la cercanía cultural y económica. Posteriormente, la formación de Italia los unificó al parecer, bajo una autoridad legítimamente aceptada por el pueblo que asimiló el cambio. [volver al texto]
(8) Es también conocido hasta cierto punto el conflicto que surgió en los inicios de la democracia con la denominación que se pretendía tomar de País Valenciá,. Finalmente no llegó a término, no obstante, los sectores de la extrema izquierda valenciana y el catalanismo continúan usando. [volver al texto]
(9) Muchas de estas variantes podrían hoy en día considerase una misma lengua —bloque occitano-romance— sino fuera porque no han permanecido dentro de un mismo contexto político que asegurara la homogeneidad, excepto en el caso de Italia, que sí se logró dicha unificación político-lingüística. [volver al texto]
(10) En función de su origen y con lo qué se identificaban, llevaron su tradición a las zonas donde se asentaron, conformando hoy en día un mapa diverso bilingüe en la Comunidad Valenciana. [volver al texto]
(11) En el gobierno totalitario de la conocida novela distópica 1984 (George Orwel, 1949), un punto clave en la obra es la neolengua. [volver al texto]


martes, 20 de enero de 2015

Los dueños de la lengua

martes, 20 de enero de 2015

En todas partes hablan su propia lengua, se podría decir. Con sus propias expresiones y su propio vocabulario. Incluso con sus propios verbos, como en Argentina. Lo que evita que surjan lenguas por cada rincón es que sólo algunas de ellas van a tener una literatura importante y sólo algunas gozarán del suficiente impulso social o político para que así sea. Las lenguas se crean cuando alcanzan una entidad cultural y política diferenciada lo suficientemente importante para que esto ocurra.

Puede suceder de forma natural como ocurrió en la península ibérica en los siglos X al XV aproximadamente, o de forma artificial reinterpretando la historia como hacen los nacionalismos desde el Siglo XIX. En España existe cierta polémica respecto a los orígenes del valenciano y del catalán. Las referencias más antiguas a estas denominaciones se han encontrado recientemente en unos documentos que hablan de catalanesc en 1290 y valencianesch en 1343, apenas medio siglo de diferencia. Parte del conflicto reside en otorgar a organismos políticos actuales la oficialidad sobre una lengua en un territorio mayor del que política e históricamente están vinculados. El pretexto utilizado es la existencia previa de registros escritos del latín vulgar en el territorio que hoy se conoce como Cataluña. Es decir, que en Cataluña hablaban la lengua «antes» que en el resto, siguiendo una analogía con la teoría oficial de lo ocurrido en Castilla. El resultado es la creación de unas instituciones de carácter oficial —el IEC— en Cataluña, con autoridad para regular sobre la lengua de los territorios de Cataluña, Comunidad Valenciana y las Baleares. Sin entrar en otros aspectos de este conflicto lingüístico ¿hasta que punto es lógica y admisible esta decisión?

El uso de la denominación de catalán parecer ser una referencia genérica a los condados feudales de Barcelona, Gerona y Osuna —el Principado de Cataluña o la llamada Cataluña vieja—. El término catalán podría referirse a la condición de señores feudales —como en el caso del castellano—, por lo que otros territorios feudales de la Corona de Aragón podrían recibir posteriormente el mismo nombre —Cataluña nueva—. Desde esta perspectiva —entendiendo «catalán» con un significado distinto entonces al de ahora— podría admitirse el uso de este término para denominar al conjunto lingüístico como catalán, incluyendo todos los territorios de la Corona de Aragón. El problema es el uso político que se hace dentro de una especie de plan de construcción nacional, como si una aristocracia venida a menos necesitase inventar nuevas maneras de continuar en su status-quo. Supongamos que hacemos un último esfuerzo y se acepta la denominación de catalán para el conjunto y asignar la autoridad lingüística y cultural a los que hoy ocupan dichas tierras, por ser supuestamente antecesores y fuente de los repobladores. Como «prueba», suele compararse —en una falsa analogía— con la colonización europea del continente americano, y la exportación de la lengua y cultura a aquellas tierras.

Sin embargo, la identificación lingüística de hispanoamérica con la lengua española o castellana es desde sus inicios y actualmente no existe ninguna subordinación política —la lengua es aceptada tal cual aun teniendo legitimidad para cambiarla—. No se ha construido artificialmente siglos después, fuera acertado o no lo que hicieran los colonos españoles. Otro punto que suele no mencionarse es que entre América y Europa hay un gran océano que impedía que hubiera contacto cultural previo, cosa que entre Cataluña, Valencia y Mallorca no es cierto, ni mucho menos. Aún así, el nacionalismo catalanista supedita toda la creación cultural de los territorios que le conviene a la «catalanidad», concepto oportunamente escogido para autoelegirse ellos como la «autoridad». Aun admitiendo en última instancia la tesis catalanista del origen de la lengua, hay contra-ejemplos claros que demuestran que no es correcto supeditar la propiedad de una lengua a los gobernantes de un supuesto territorio «originario». El origen de una lengua no es condición suficiente para adueñarse de ella por toda la eternidad:

El inglés

El inglés proviene de la lengua hablada por diversas tribus germánicas que emigraron a las Islas Británicas, entre ellas las sajonas. Sin embargo, a nadie se le ocurre decir que los ingleses hablan alemán. Ni Alemania reclama ninguna propiedad ni autoridad sobre la lengua hablada mayormente en el Reino Unido. Tal vez este caso no se encuentre válido ya que la divergencia política y lingüística ha sido suficiente como para que se separen. Al ser distintas lenguas no pueden constituirse como un bloque susceptible de ser regulado.

El portugués

El portugués, sin embargo, es considerado la misma lengua que el gallego, formando un bloque llamado galaico-portugués. Por motivos similares, el gallego tuvo que existir antes que el portugués, sin embargo, no recuerdo haber oído decir que los portugueses hablen gallego, ni existe ninguna academia lingüística de gallego que incluya e imponga denominación y normativa sobre Portugal. ¿Por qué? simplemente porque son países distintos y nadie tiene jurisdicción sobre otro. Sin embargo Brasil es un país distinto y a pesar de la distancia, afirman hablar portugués. Bueno, esto es un decir ya que el portugués brasileño es considerado una lengua independiente en la práctica, con una evolución separada.

Servo-croata

Otro caso es el servo-croata. Una misma lengua dividida por la escisión política y la falta de acuerdo entre pueblos vecinos, que internacionalmente recibe la denominación combinada. Buscar el acuerdo y la unión es deseable, pero siempre que sea bajo acuerdo de las partes y no mediante la imposición. Más que nada porque las decisiones tomadas por autoridades no consideradas legitimas por un pueblo, no las van a aceptar, aunque deban obedecer por la fuerza.

Austro-bávaro

Este es uno de los casos más escalofriantes. Resulta que el III Reich decidió que Austria era un pueblo hermano porque hablaban una lengua germánica similar a la hablada en Alemania, el austro-bávaro. Es decir, la lengua era el punto de unión de ambos pueblos, a pesar de que se parecían como un huevo a una castaña. Pero lo más curioso es que no fue porque ambas lenguas tuvieran orígenes cercanos, sino que los nazis decidieron en pleno siglo XX que los austriacos no hablaban austriaco, sino alemán ¿le suena a alguien esta cantinela?

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No parece haber una norma fija. Lo que si que parece claro es que el desarrollo de una lengua es paralelo al desarrollo socio-político de una sociedad. Es como si se estableciera un vínculo entre la sociedad y su lenguaje. Una relación en ambos sentidos. El Dr. José Manuel Blecua, director de la RAE, dice que «los hablantes son dueños de su lengua», en el sentido de decidir qué hacer con ella. Todo depende pues de cómo esos hablantes estén organizados.

Sin embargo, en el otro sentido también existe una influencia. El escritor Juan José Millás dice que «solo somos herramientas del lenguaje, no sus dueños». Desde que aprendemos a hablar, la lengua nos condiciona y seguramente, nos cambia. En definitiva, la lengua es un poder cuyo control todos quieren poseer.

miércoles, 14 de enero de 2015

Voto en blanco / Voto nulo

miércoles, 14 de enero de 2015

El voto en blanco se suele interpretar como un apoyo al hecho electoral en sí mismo, pero manifestando disconformidad o apatía con las opciones que se presentan, o con el método de elección. Un deseo de participar en las elecciones políticas, dejando que sea la mayoría la que decida. Pero esta opción de voto, en la práctica tal y como está planteado en el actual sistema español, tiene el efecto «colateral» de modificar los margenes mínimos necesarios para obtener representación parlamentaria, con unas consecuencias que pueden resultar inesperadas, por lo perjudiciales para los partidos minoritarios. De alguna manera, es otra más de las incoherencias del sistema.

Supongamos un electorado que decide hacer uso del voto en blanco pensando que de esta manera fortalece el sistema democrático. Estaría formado por las siguientes intenciones de voto:

Ejemplo 1

  • 80% de votos en blanco
  • 20% de votos a tres opciones políticas repartidas de la siguiente manera:
    • 10% opción A
    •   6% opción B
    •   4% opción C
Suponiendo un mínimo necesario del 5% para obtener al menos un diputado, únicamente las opciones A y B lograrían representación parlamentaria —la farragosa aplicación de la Ley d'Hont es irrelevante en este caso—. Si sólo un 1% de los que han votado en blanco hubiera votado a la opción C, podría haber sido esta situación:

Ejemplo 2

  • 79% de votos en blanco
  • 21% de votos a tres opciones políticas repartidas de la siguiente manera:
    • 10% opción A
    •   6% opción B
    •   5% opción C
De esta manera, se pasa de una situación dominada por el partido A en la que el partido C no tendría ni un sólo escaño, a otra en la que una coalición entre B y C tendría opciones de gobernar —la dichosa Ley d'Hont favorecería no obstante en el reparto a A—. Y esto sólo con un 1% de votos. Si se traslada este mismo ejemplo al parlamento real de España, los 350 escaños actuales se llenarían con la representación obtenida del 20% restante según el ejemplo 1. Si eliminamos el mínimo necesario para obtener un escaño —un 5%— se quedaría en un 15% aproximadamente, que corresponde solo a los partidos que han superado el mínimo necesario según la ley, para obtener representación. Si ese electorado vota siguiendo la pauta hasta ahora, es decir, con dos partidos mayoritarios ocupando el 85% de los escaños, se correspondería con un 12,75% de ese 15%, no quedando margen electoral para los partidos pequeños, al no haber porcentaje suficiente. Los dos partidos mayoritarios ocuparían el 100% de los escaños del parlamento. Con estos ejemplos se intenta mostrar cómo influyen los resultados electorlaes y su reparto en el Congreso una vez aplicado el filtro del mínimo electoral. ¿Y el voto nulo? En el ejemplo siguiente se puede ver cómo influye esta opción:

Ejemplo 3

En este caso se introduce la opción de «voto nulo». Supongamos que la sociedad hace uso de ella como otra similar al voto en blanco, y lo hace con una proporción del 60% en blanco y 20% nulo, quedando el resto de votos a partidos exactamente igual que en el ejemplo 1:
  • 60% de votos en blanco (75% de votos válidos)
  • 20% de votos a tres opciones políticas repartidas de la siguiente manera:
    • 10% opción A (12'5% de votos válidos)
    •   6% opción B (7,5% de votos válidos)
    •   4% opción C (5% de votos válidos)
  • 20% de votos nulos
En este caso, como parte de los votos no cuentan en el total —los votos nulos, que se cuentan únicamente en la urna— los porcentajes de votos válidos se modifican, pasando el partido «C» de no obtener representación parlamentaria a sí tenerla, quedando de nuevo con opciones a formar coalición con el «B», sino fuera porque de nuevo la Ley d'Hont favorecería a la Opción A. En cualquier caso, se observa cómo el uso del voto nulo tiene una repercusión práctica completamente distinta al voto en blanco, más coherente y manteniendo el mensaje de disconformidad con las opciones que el sistema presenta. Por añadidura, se visibiliza la magnitud de dicha postura, cosa que no ocurre con la abstención.

Los partidos minoritarios tienen el problema de estar muy dispersos. El sistema actual basado en partidos permite que existan un número ilimitado de estos, sin embargo, debido en la práctica a la limitación del 5%, la mayoría de ellos no lograrán su objetivo. De esta manera, el uso del voto en blanco favorece la cesión del poder político a las opciones más tradicionales, conservadoras, radicales y sectarias que concentran un mayor número de votos. El voto en blanco y el voto nulo tienen un significado «simbólico» similar, pero con repercusiones prácticas completamente diferentes

Para intentar paliar estas aberraciones, surgió la opción de Ciudadanos en Blanco —ahora Escaños en Blanco— , por la cual en lugar de hacer uso de dicho voto, con esta alternativa política los apoyos obtenidos se convertirían en asientos vacíos, reflejando de forma más veraz —teóricamente—, el sentir ciudadano.

Dejando la exactitud de las cifras por un momento y como conclusión, el voto en blanco es un voto válido, y como tal, se contabiliza, modificando de esta manera los mínimos necesarios para obtener representación aumentándolos, por lo que las opciones minoritarias son perjudicadas.  Cuanto mayor uso se hace de él, mayor es la penalización al resto de opciones alternativas. Hasta no hace mucho poca gente era plenamente consciente de las consecuencias de estas alternativas electorales. En el resto de casos, lo que comúnmente se entiende como una opción de «voto neutro», se contamina y convierte escondido entre porcentajes, en una trampa política.

lunes, 12 de enero de 2015

El fraude electoral

lunes, 12 de enero de 2015
¿Se vota en España a partidos o a personas? ¿es adecuado el sistema político para las costumbres del electorado español? ¿intenta paliar los vicios o por el contrario, se aprovecha de ellos?

En las pasadas Elecciones Generales del 9 de Marzo de 2008, el PSOE/PSPV presentaba en la Comunidad Valenciana a Dña. Mª Teresa Fernández de La Vega como candidata «por Valencia», que posteriormente se convertiría en vicepresidenta. Para llegar hasta ello, tuvo que empadronarse forzosamente en dicha provincia (municipio de Beneixida), ya que no era este su domicilio habitual.

El supuesto gancho de esta política de origen valenciano se utilizaba para atraer al público de dicha provincia, de forma que con sus votos contribuyera a la victoria de su partido. A pesar de que se acudía a un electorado concreto para obtener de ellos su confianza, no prometieron ni garantizaron que el escaño obtenido estaría al servicio de representar a dichos electores. Finalmente de La Vega obtuvo su escaño, como sabemos, a pesar de no ganar en su distrito electoral. 

Lo excepcional y forzado de toda esta estrategia —que tenía como objetivo recuperar el electorado de una comunidad que dejó de elegirles hace décadas— denota que el votante español no tiene en cuenta normalmente a quien vota, sino la ideología o la imagen artificial y mediatizada construida para el candidato a presidente del gobierno, que normalmente es el que se presenta por la circunscripción madrileña —mezclando elecciones legislativas con las del ejecutivo—.

Para que un sistema político funcione hay que tener en cuenta tanto los factores formales —los referentes a sus aspectos teóricos— como los sociales —definidos por la habilidad del electorado en hacer uso de sus herramientas democráticas—. Estas carencias tanto las formales en el sistema democrático español como los vicios de la sociedad, se realimentan entre sí, formando un circulo vicioso que puede resumirse así:
  1. El sistema lo propicia (no existen candidaturas independientes, las listas son cerradas, no hay independencia de poderes, etc.)
  2. Por la idiosincrasia del ciudadano español (falta de cultura democrática, sectarismo, nacionalismos, etc.)
Tal vez pudo parecer adecuado en su momento —en la Transición— la elección del sistema actual, pero más de 30 años después las cosas se ven de otra manera: porque la situación política ya está superada, por que la sociedad no es la misma y además, porque la supuesta necesidad de acoplar el sistema a dichas condiciones político-sociales del momento, han desembocado en una serie de incoherencias.

Independencia de los gobernantes

El mandato imperativo es una figura política por la cuál —a grandes rasgos— los representantes han de rendir cuentas ante los ciudadanos que los eligen. Existen varias formas de aproximarse a esta situación ideal, que van desde la propia elección directa de los representantes hasta mecanismos de revocación de mandato.

En España está expresamente prohibida en la Constitución de 1978 esta herramienta, con el pretexto de garantizar la «independencia» de los diputados. Lejos de lograr este objetivo, esta medida eliminaba la responsabilidad de los políticos con los ciudadanos, abriendo las puertas a que esta responsabilidad lo fuera para con su partido. En efecto, tras todas estas décadas no sólo el diputado no es independiente, sino que ha acabado siendo una marioneta ideológica de su partido.

Reparto de escaños

En el sistema político español el reparto de escaños se realiza en función de la poco proporcional Ley d'Hont como método, se dice que con la intención de favorecer la formación de gobiernos fuertes y a las opciones políticas que tengan mayor apoyo local o regional. Esta técnica tendría cierta lógica si los ciudadanos tuviéramos un control efectivo sobre los que ocupan los asientos en el parlamento y sobre todo, si el tamaño de las circunscripciones fuera equivalente, de forma que la premisa «una persona, un voto», se cumpliese.

En lugar de ello, los partidos ocupan todo el escenario de las campañas electorales. El candidato «cabeza de lista» por Madrid aparece en las vallas publicitarias de toda España y en los colegios aparecen sus listas en las papeletas con las grandes siglas de partido en la cabecera, mientras que los candidatos que las componen son meros números, nombre inocuos, títeres de partido cuya principal función es la de rellenar.

Suponiendo que los electores voten pensando en los partidos, el reparto se decide por el apoyo a una determinada lista de personas en una zona geográfica determinada, cuando en realidad se está votando un programa ideológico con aplicación en todo el Estado.

Si se decide votar en función de los candidatos tal y como el sistema aparenta permitir, para empezar nos tenemos que contentar con la lista puesta por el partido, tanto en orden como en composición. En cualquier caso, los que finalmente acaben en el parlamento dependerán de los votos logrados por las listas en otras circunscripciones. Total, para que luego ni se acuerden de quienes les han puesto ahí.

En definitiva, el problema no consiste solamente en las listas cerradas o la mayor o menor proporcionalidad, sino que se sigue un criterio engañoso. Por un lado se tiene un entramado de listas, candidatos y circunscripciones que nadie tiene en cuenta a la hora de decidir su voto, pero que sin embargo, son decisivas a la hora de definir el mapa representativo. En la práctica se tiene un parlamento dividido en facciones ideológicas monolíticas en forma de partidos, donde quien manda, son sus cúpulas directivas y otros intereses ajenos a los electores.

[Una versión de este artículo se público en el blog Centro de Estudios sobre Democracia el 31 de julio de 2008]