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lunes, 9 de abril de 2012

Entropía en la nube

lunes, 9 de abril de 2012
Representación de Internet como una «nube» de datos e información

El concepto de «computación en la nube» (cloud computing) está siendo utilizado con relativa asiduidad en el ámbito de los grandes proyectos relacionados con Internet. El todopoderoso Google, basa parte de la eficacia de su buscador en dicho concepto, y muchas de sus aplicaciones incluida la de su futuro sistema operativo, están basadas en esta tecnología o concepto informático. Esta técnica está muy relacionada con la llamada computación compartida, en la que un gran número de computadores convencionales conectados en red actúan de forma coordinada compartiendo tiempo de computación y procesando de forma paralela fragmentos de código, de forma que el rendimiento global podría superar con creces al que cualquier supercomputador.

Podría por tanto definirse «la nube» en términos que nos interesan para este caso, como la maraña formada por la red mundial y todos los equipos, bases de datos y fuentes de información en general conectadas a ella. El termino «nube» es apropiado como veremos, ya que existe un parámetro que relaciona a esta nube de datos e información con los sistemas gaseosos. Seguramente, las personas familiarizadas con la física y los procesos termodinámicos conocen una magnitud muy utilizada en estos ámbitos denominada entropía. La principal característica que la define podría enunciarse de la siguiente manera: cuanta mayor entropía, menor será la cantidad de energía aprovechable en un sistema cualesquiera.

En Teoría de la Información, la entropía es también utilizada para medir el grado de relevancia de la información extraída. Normalmente, cuanta mayor sea la probabilidad de encontrar una palabra, por ejemplo, menor relevante será. Digamos que: a mayor entropía informativa, menor información relevante. Para poder utilizar los conceptos termodinámicos de la física aplicados a la información con la esperanza de comprender mejor lo que ocurre con la información en «la nube», se continua con la analogía mostrando en la siguiente tabla la relación de conceptos de ambos ámbitos:

Fuerza/masa/peso Datos
Energía (capacidad de producir trabajo) Información (capacidad de producir conocimiento)
Trabajo Conocimiento
Tabla 1. — Relación entre los conceptos de la termodinámica
y la teoría de la información (Fuente: elaboración propia)

La tabla anterior podría explicarse de la siguiente manera:
  • Fuerza/datos: cuando mandamos un correo con archivos adjuntos o descargamos una imagen, se suele referirse al tamaño como «el peso», esto es, independientemente de cuales sean los datos y la información que contengan. Igual peso tendrá un archivo de un megabyte, sea un .pdf, un .jpg o un .zip corrupto. El peso en física es la fuerza con la que la masa de nuestro planeta nos atrae, y es directamente proporcional a la masa. Los datos son por tanto el equivalente en la nube informativa de la masa que hay que transmitir con un determinado ancho de banda o velocidad de transmisión.
  • Energía/información: Albert Einstein demostró al mundo que masa y energía son dos caras de la misma moneda. Los datos son por tanto en nuestra nube, materia transformable en energía informativa.
  • Trabajo/conocimiento: en física, no toda la energía es aprovechable. En todas las máquinas hay siempre una parte de energía que se escapa en forma de calor y que por lo tanto, no produce trabajo. Por ejemplo, se puede estar empujando una mesa con toda la fuerza del mundo, que hasta que no empiece a moverse no se producirá trabajo, empleándose una energía proporcional al producido. El resto de energía se escapa en forma de calor que nos produce sudores, los mismos que corren por nuestra frente cuando no encontramos más que información que no nos satisface para conocer lo que deseamos averiguar. En definitiva, no toda la información produce conocimiento, y no siempre (casi nunca) mucha información implica mayor conocimiento.

Para que la energía sea aprovechable ha de existir un desequilibrio termodinámico para que fluya de una parte a otra produciendo trabajo en el proceso. Cuando realizamos una búsqueda, se asume que no toda la información es igualmente relevante, y que existirá una de ella que producirá conocimiento cuando fluya al receptor que la necesite. Igualmente, el receptor ha de ignorar la información que contiene, ya que si ya la conoce no le será de utilidad. Estas situaciones en las que hay grandes desequilibrios implican una baja entropía y por lo tanto, mayor probabilidad de encontrar información que produzca conocimiento. De que exista un flujo de información.

Si por el contrario la mayor parte de la información posee la misma relevancia, es decir, la misma capacidad de producir conocimiento, esto ha de significar que casi todo lo que se encuentre tendrá escaso valor. Esto es lo que ocurre con aquellas palabras de un texto que no aportan información, como por ejemplo los artículos o las conjunciones. Cuanto más ruido exista de este tipo, mayor entropía y menor conocimiento serán capaces de producir. En los sistemas termodinámicos la alta entropía implica que se está en equilibrio. Que está inerte.

La variedad será entonces una indicación de baja entropía. La uniformidad es la muerte del conocimiento.

Enlaces relacionados
  • Marcos Ros Martín. Los flujos de información ni se crean ni se destruyen, solo se trasforman. Blog El periodista enredado. Enlace aquí. [publicado 30/julio/2009]
  • Stefan Nikolaev. Siete buscadores semánticos que quizá te hagan olvidar Google. Periodista digital. Enlace aquí [publicado 03/05/2010]
  • Antonio Ortíz. Qué es el cloud computing. Blog Error 500. Enlace aquí. [publicado 17/12/2008]

viernes, 6 de abril de 2012

Información y conocimiento

viernes, 6 de abril de 2012
Vivimos en la era de la información. Nunca, en ningún otro momento de la Historia se ha disfrutado de semejante capacidad para almacenar, clasificar y transmitir información. Sin embargo, la capacidad del ser humano no ha variado. Esto provoca que, paradójicamente, la sociedad se encuentre más perdida y más mal informada que en otras épocas en las que las limitaciones tecnológicas actuaban como filtro y, de esta forma, sólo aquella información valiosa y contrastada era publicada.

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Fuente: elaboración propia
Hasta ahora, las dificultades consistían en la búsqueda de sistemas de almacenaje, clasificación, transmisión y  recuperación de la información. Con la informática, el almacenaje y transmisión de la información quedaban satisfactoriamente resueltos, pero al aumentar la cantidad de información y los medios de transmisión, los sistemas de clasificación y recuperación quedaban obsoletos. Es decir, el avance tecnológico que implica una mayor capacidad para almacenar y transmitir información, provoca que esta sea menos accesible al quedarse los sistemas que permiten al ser humano recuperarla de forma precisa y exhaustiva, inútiles.

Pero la información es tan sólo lo que los sistemas informáticos manejan bien. Es para lo que están hechos. Lo que no saben manejar ya que de momento no «comprenden», es el conocimiento. El Saber Humano ha sido almacenado (y clasificado y transmitido) a lo largo de la Historia de diversas maneras, pero ha sido siempre el ser humano el que finalmente ha «capitalizado» toda esa información en forma de conocimiento útil para el mismo. Toda la información del universo no sirve para nada sino es capaz de generar un conocimiento útil en un receptor adecuado. Los datos son la materia bruta de la información, y la información lo es a su vez del conocimiento.

Los datos en forma de unos y ceros son indistinguibles para un computador que los almacena y transmite indiscriminadamente. Si le aplicamos un protocolo podremos organizar dichos datos en forma de información coherente. Pero es sólo el ser humano el que es capaz de convertir esa información en conocimiento.

Y para lograr esto es necesario que le llegue de una forma ordenada e inteligible. Que sea precisa, exhaustiva y relevante, arreglo a unos deseos de conocimiento específico, entre todo el creciente ruido en las Redes.

sábado, 4 de febrero de 2012

La misma guerra de siempre

sábado, 4 de febrero de 2012
¿Tienen dueño las ideas? Esta sencilla pregunta, esconde un debate seguramente mucho más profundo de lo que parece a simple vista. Actualmente, en la era de la información, de la comunicación, y del intercambio de ideas en forma de etéreos flujos de bits a través de la nube, auténtica metáfora del reino platónico de las ideas, adquiere una importancia como seguramente en la Historia no ha tenido nunca.

Tener una idea se asocia con una bombillita que surge de repente sobre tu cabeza. Pero poseer una como si se pudiera guardar en un cajón, se me antoja extraño y distinto. Que ahora se hable de la propiedad intelectual, y se realicen acciones judiciales y policiales como si de robos de banco se tratase, me hace sentir como si me hubiera perdido algo. No observo que se hable de propiedades intelectuales, sino de propiedades materiales. O del fruto material del comercio con ellas.

¿Cómo se ha llegado a esto? Imagino que en la antiguedad las ideas no significaban nada si no se ponían en práctica. El comercio con «ideas», apenas se ha realizado o ha supuesto importancia alguna en la Historia. Siempre se ha comerciado con el producto de dichas ideas.

Con la escritura fue posible plasmar esas ideas en un medio físico. Pero dados los medios de producción y comunicación que han existitdo hasta hace muy poco, no tenía sentido el comercio con estos medios. Las ideas se almacenaban en pergaminos, esculturas, pinturas, etc, en grandes bibiliotecas y museos, a las cuales la gente acudía para consultarlas o disfrutar de su contemplación.

¿Qué ganaban los autores? Reconocimiento, prestigio, privilegios, aquello que tenía valor en aquel entonces. El autor era el personaje principal en esta historia. Alguien que tenía «buenas ideas», como para que se las copiaran a mano, tenía «autoridad». Era alguien importante, envidiado, relevante, escuchado. Los grandes filósofos competían entre sí para ver quien describía mejor la realidad. Muchos hubieran deseado ser uno de ellos.

Con la llegada de la imprenta muchos siglos después de la escritura, esta situación cambió ligeramente. Sin embargo, se utilizó para difundir libros clásicos (cultura greco-romana), eclesiasticos o religiosos (La Biblia) o por encargos de las «autoridades» políticas. La estructura social y política, así como la poca o nula alfabetización de la gran mayoría de la población, ocasionaron que no existiera un comercio literario o cultural auténtico hasta mucho después. Todo giraba alrededor de las necesidades de las jerarquía gobernantes, siendo sus necesidades las que definían el panorama de «intercambio cultural» de la época.

Ni las mejoras tecnológicas posteriores pudieron cambiar la situación. No fue hasta después de las revoluciones políticas de la era contemporánea, cuando la difusión de la cultura ya no dependia tanto de las decisiones de unos pocos. Sin embargo, los medios de comunicación continuaban estando controlados por el poder. La información era proporcionada y filtrada desde arriba en la jerarquía política. La alfabetización comenzaba a aumentar significativamente, pero el intercambio cultural contínuaba siendo muy escaso debido a que no existían medios al alcance del pueblo llano para ello. Por primera vez en la Historia, la sociedad tiene actualmente la capacidad tecnológica, las herramientas, la alfabetización y los conocimientos necesarios para tener sus propios canales de comunicación. Y, ¿es ahora cuando surge la necesidad de definir legalmente la «propiedad intelectual» o los «derechos de los autores»?.

El problema es que estamos inmersos en la crisis de un modelo económico basado en el consumismo sistemático, gestado desde pasada la 2ª Guerra Mundial. Guerra que, como muchas otras, sirvio de pretexto para salvar algunas economías. Las editoriales y los canales de distribución que han fomentado dicho modelo (entre otros) y que se han enriquecido con el, contemplan de pronto como una gran parte de la sociedad, así como los autores que pueden distribuir sus obras por otros canales, no les necesita. Sus modelos de negocio ineficientes, orientados a maximizar el beneficio no a través de la satisfacción del usuario, sino de su explotación, se ven amenazados. Nunca supusieron un valor para el consumidor, simplemente, no había otra opción.

Claro que es necesario un debate sobre hasta qué punto un autor ha de tener alguna retribución por las ganacias que otros logran gracias a comerciar con sus obras intelectuales. Pero también hay que tener en cuenta en la discusión, el beneficio que supone para el autor la difusiòn de su obra, que le puede ser útil para lograr reconocimiento en otros ámbitos. Por otro lado, el sostenimiento de servidores para alojar todo tipo de material, tiene un coste, y tiene sentido cobrar algo por ello. Pero la cuestión es buscar cabezas de turco para volver a controlar los canales de distribución. Quitarse de en medio a nuevos agentes que crean competencia indeseada.

En definitiva, es una guerra (la World War Web, como algunos la definen) por la defensa del «status quo». La guerra de unas minorías poderosas que han monopolizado los recursos, contra las mayorías  que buscan alternativas.

Una guerra nueva, pero por lo mismo de siempre