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martes, 19 de septiembre de 2017

Carencia de innovación

martes, 19 de septiembre de 2017
¿En qué aspectos hemos evolucionado socialmente? ¿qué desarrollos significativos científicos, educativos o de cualquier otro ámbito se han sucedido? Burbujas tecnológicas, inmobiliarias, crisis, mediocridad social, política, educativa, etc. El cambio más significativo se ha dado alrededor de las comunicaciones, que es poco más que el uso de tecnología existente hace décadas para crear un enorme mercado que mantiene sumida a la población absorta frente a las pantallas de sus dispositivos, mientras varios monopolios recopilan datos que usaran de nuevo para «fidelizar» todavía más al usuario. No existen grandes proyectos de estado, la época de la construcción de canales o transbordadores espaciales ha pasado al olvido y todo se ha de mover a base de proyectos de crowd-funding.

Aunque se comienza a ser consciente del problema y parece que surgen iniciativas empresariales, económicas y políticas para mejorar la situación, conviene no olvidar cuáles son las amenazas que continúan vigentes. El siguiente es un artículo publicado a finales del año 2011 del escritor de ciencia-ficción Neal Stephenson. En él, trata acerca del progresivo deterioro científico e innovador que la sociedad en la que vivimos viene sufriendo y del relevante papel que desempeña el mundo actual permanentemente conectado, al generar una ilusión de certeza que resulta perjudicial para tomar riesgos y buscar nuevas metas. Sirva con este propósito el siguiente texto del citado autor, traducido por el que escribe las líneas de esta pequeña introducción.

Carencia de innovación (Innovation Starvation)

Por Neal Stephenson (acceso al artículo original )


Representación de un simbólico «árbol de de las ideas» yermo
[Imagen: Marshall Hopkins]

Mi vida abarca la época en la que Estados Unidos de América fue capaz de lanzar seres humanos al espacio. Algunos de mis recuerdos más tempranos son los de estar sobre una alfombra de rizo ante una enorme televisión en blanco y negro, viendo las primeras imágenes de la misión Géminis. Este verano, a la edad de 51 años —apenas puede decirse viejo— observé en una pantalla plana el momento en el que el último transbordador espacial despegaba de la plataforma. He seguido el decrecimiento del programa espacial con tristeza, incluso amargura. ¿Dónde está mi estación espacial en forma de donut? ¿Dónde está mi billete para Marte? Durante todo este tiempo he mantenido ocultas mis impresiones, hasta hace poco. La exploración espacial siempre ha tenido sus detractores. Quejarse de su fallecimiento es exponerse a los ataques de aquellos que no se identifican con un hombre blanco burgués de mediana edad estadounidense, que no ha visto sus fantasías de infancia cumplidas.

Sin embargo, me preocupa que la incapacidad de igualar los logros del programa espacial de los años 60 pudiera ser síntoma de un fracaso general de nuestra sociedad para la realización de grandes logros. Mis padres y abuelos fueron testigos de la creación del avión, el automóvil, la energía nuclear y la computadora, por nombrar sólo algunos ejemplos. Los científicos e ingenieros que llegaron a la mayoría de edad durante la primera mitad del siglo XX, podían esperar del futuro la construcción de soluciones que resolverían viejos problemas como reformar el paisaje, apuntalar la economía y proporcionar puestos de trabajo para la burguesa clase media, que fueron la base de la estable democracia que tenemos.

El derrame de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon de 2010 cristalizó mi sensación de que hemos perdido la capacidad de hacer cosas de gran envergadura. La crisis petrolera de la OPEP fue en 1973, hace casi 40 años. Entonces ya era una obvia locura permitir que Estados Unidos se convirtiera en rehén económico de cierta clase de países como las de aquellos donde se producía petróleo. Esto llevó a la propuesta de Jimmy Carter del desarrollo de una enorme industria de combustibles sintéticos en suelo americano. Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre los méritos de la presidencia Carter o de esta propuesta en particular, fue al menos un esfuerzo serio para abordar el problema.

Poco se ha escuchado sobre el tema desde entonces. Se ha estado hablando de parques eólicos, energía de las mareas y energía solar durante décadas. Se han hecho algunos progresos en esos ámbitos, pero la energía se sigue basando en el petróleo. En mi ciudad, Seattle, un proyecto planeado hace 35 años sobre la ejecución de una línea de tren ligero a través del lago Washington, está siendo bloqueado por una iniciativa ciudadana. Frustrada o interminablemente retrasada en sus esfuerzos por construir, la ciudad avanza a duras penas con un proyecto para pintar carriles para bicicletas en el pavimento de las calles.

A principios de 2011 participé en una conferencia llamada Future Tense, en la cual lamenté el declive del programa espacial tripulado, aunque la conversación acabo pivotando hacia la energía, lo que indica que el verdadero problema no son los cohetes. Es esta —la energía— nuestra gran y amplia incapacidad como sociedad para llevar a cabo grandes proyectos. De una manera totalmente fortuita, había tocado un punto sensible. La audiencia de Future Tense estaba más segura que yo de que la ciencia-ficción [CF] tenía relevancia —incluso utilidad— para abordar el problema. Escuché dos teorías sobre por qué:
  1. La Teoría de la Inspiración. La CF inspira en la gente la elección de carreras relacionadas con ciencia y tecnología. Esto es indudablemente cierto, ademas de obvio.
  2. La Teoría de los Jeroglíficos. La buena CF proporciona una imagen plausible, totalmente elaborada de una realidad alterna en la cual se ha producido algún tipo de innovación significativa. Un buen universo de CF tiene una coherencia y una lógica interna que los científicos e ingenieros pueden valorar. Los ejemplos incluyen los robots de Isaac Asimov, los cohetes de Robert Heinlein y el ciberespacio de William Gibson. Como dice Jim Karkanias de Microsoft Research, tales iconos sirven como jeroglíficos: símbolos simples y reconocibles en cuya significación todos están de acuerdo.
Investigadores e ingenieros se han visto a si mismos concentrándose en temas cada vez más y más específicos a medida que la ciencia y la tecnología se hacía más complicada. Las grandes compañías o laboratorios tecnológicos emplean cientos o miles de personas para que cada una de ellas se dedique a manejar tan sólo una ínfima parte del proyecto general. La comunicación entre ellos puede llegar a convertirse en un maremágnum de correos electrónicos y powerpoints. La afición que muchas de estas personas tienen por la CF es en parte síntoma de la necesidad de encontrar un marco común que les facilite a ellos y a sus colegas, una visión general. Pretender coordinar todos estos esfuerzos a través del clásico sistema basado en la autoridad y control, es casi como intentar dirigir toda una economía moderna desde el Kremlin. Conseguir trabajar sin trabas de manera independiente pero enfocados hacia metas comunes es en gran medida mucho más parecido a un mercado libre y auto-organizado de ideas.

EXPANDIENDO LAS ÉPOCAS

La CF ha cambiado a lo largo de todo este tiempo —desde los 50 (la era del desarrollo de la energía nuclear, aviones a reacción, la carrera espacial y la computadora) hasta ahora—. En líneas generales, el tecno-optimismo de la Edad de Oro de la CF ha dado paso a una ficción escrita en un tono generalmente más oscuro, más escéptico y ambiguo. Yo mismo he tendido a escribir mucho sobre arquetipos de hackers tramposos que explotan las capacidades ocultas de sistemas sofisticados, ideados por otros igualmente sin rostro.

Creyendo haber alcanzado el máximo progreso en cuanto a tecnología, buscamos llamar la atención sobre sus efectos secundarios destructivos. Algo que resulta absurdo si te tiene en cuenta que estamos todavía atados a tecnologías vetustas de 1960 como la de los destartalados reactores de Fukushima, en Japón, teniendo en el horizonte la posibilidad de la energía limpia de la fusión nuclear. El desarrollo de nuevas tecnologías y su implementación a escalas heroicas ya no es una preocupación infantil de unos cuantos empollones con reglas de cálculo, sino un imperativo. Es la única manera de que la raza humana escape de sus aprietos actuales. Lástima que hayamos olvidado cómo hacerlo.

«¡Ustedes son los que han bajado el ritmo!», proclama Michael Crow, presidente de la Universidad Estatal de Arizona (y otro de los oradores de Future Tense). Se refiere, por supuesto, a los escritores de CF. Científicos e ingenieros, parece estar diciendo, están preparados y buscando nuevas cosas para desarrollar. Es hora de que los escritores de CF comiencen a mostrar su valía creando grandes visiones que aporten un sentido. De ahí el Proyecto Jeroglífico, una iniciativa para crear una nueva antología de CF que de alguna manera pueda convertirse en una vuelta consciente al tecno-optimismo práctico de la Edad de Oro.

CIVILIZACIONES DEL ESPACIO

China es frecuentemente citada como un país involucrado en grandes proyectos, y no hay duda de que están construyendo presas, sistemas ferroviarios de alta velocidad y cohetes a un ritmo extraordinario. Pero no son fundamentalmente innovadores. Su programa espacial, al igual que todos los demás países (incluido el nuestro), es sólo una imitación del realizado hace 50 años por los soviéticos y los estadounidenses. Un programa realmente innovador implicaría asumir riesgos (y aceptar fracasos) para ser pionero en algunas de las tecnologías de lanzamiento espacial alternativas que han sido promovidas por investigadores de todo el mundo durante las décadas dominadas por los cohetes.

Imagínense una fábrica de pequeños vehículos de producción en masa, no más grandes y complejos que un refrigerador, surgidos de una cadena de montaje, con toda su apretada carga al máximo y hasta los topes de hidrógeno líquido no contaminante como combustible, para ser posteriormente expuestos a un intenso calor concentrado proveniente de una batería terrestre de láseres o antenas de microondas. Calentados a temperaturas más allá de lo que una reacción química puede lograr, el hidrógeno emerge de una boquilla en la base del dispositivo y los lanza disparados por la atmósfera. Con el vuelo trazado por los láseres o microondas, el vehículo se eleva en órbita, llevando una carga útil más grande en relación a su tamaño de lo que un cohete químico podría manejar, pero manteniendo contenidas la complejidad, los gastos y el esfuerzo necesarios. Durante décadas, esta ha sido la visión de investigadores como los físicos Jordin Kare y Kevin Parkin. Una idea similar, utilizando un pulso de láser desde tierra dirigido a la parte trasera de un vehículo espacial como detonante del combustible, era sugerida por Arthur Kantrowitz, Freeman Dyson y otros eminentes físicos a principios de los años sesenta.

Si suena demasiado complicado, entonces considérese la propuesta de 2003 de Geoff Landis y Vincent Denis sobre construir una torre de 20 kilómetros de altura usando simples vigas de acero. Los cohetes convencionales lanzados desde su cima podrían transportar el doble de carga útil que lanzados desde el suelo. Incluso abundan las investigaciones, que datan desde Konstantin Tsiolkovsky, el padre de la astronáutica a partir de finales del siglo XIX, para demostrar que una simple cuerda —de gran longitud con el extremo puesto en órbita alrededor de la Tierra— podría ser utilizada para extraer cargas útiles hacía la atmósfera superior y ponerlas en órbita sin necesidad de motores de ningún tipo. La energía sería bombeada al sistema usando un proceso electrodinámico sin partes móviles.

Todas son ideas prometedoras, del tipo de las que llevaban a generaciones pasadas de científicos e ingenieros a sentir entusiasmo por sus proyectos de construcción.

Pero para comprender lo alejada que nuestra mentalidad actual está de ser capaz de intentar innovar a gran escala, considérese el destino de los tanques externos del transbordador espacial [TE]. Dejando a un lado el vehículo en sí mismo, el TE era el elemento más grande y prominente del transbordador espacial mientras estaba en la plataforma de lanzamiento. Permanecía unido a la lanzadera —o más bien habría que decir que es la lanzadera la que permanecía unida a él— mucho después de que los dos impulsores suplementarios hubieran caído. El TE y el transbordador permanecían conectados todo el trayecto fuera de la atmósfera y en el espacio. Sólo después de que el sistema hubiera alcanzado la velocidad orbital era desechado el tanque dejándolo caer en la atmósfera, donde era destruido en la reentrada.

A un costo marginal modesto, los TE podrían haberse mantenido en órbita indefinidamente. La masa del TE en la separación, incluyendo los propelentes residuales, era aproximadamente el doble de la mayor carga útil posible del Shuttle. No destruirlos habría triplicado la masa total lanzada en órbita por el transbordador. Los TE podrían haber sido conectados para formar unidades que habrían humillado a la Estación Espacial Internacional actual. El oxígeno e hidrógeno residuales que fluyen a su alrededor podrían haberse combinado para generar electricidad y producir toneladas de agua, una mercancía que es muy cara y deseable en el espacio. Pero a pesar del duro esfuerzo y la apasionada defensa de los expertos espaciales que deseaban ver los tanques puestos en uso, la NASA —por razones tanto técnicas como políticas— envió a cada uno de ellos a una ardiente destrucción en la atmósfera. Visto de manera simbólica, dice mucho sobre las dificultades de innovar que existen en otros ámbitos.

EJECUTANDO GRANDES PROYECTOS

La innovación no puede darse sin aceptar el riesgo que conlleva la posibilidad del fallo. Las vastas y radicales innovaciones de mediados del siglo XX tuvieron lugar en un mundo que, en retrospectiva, resulta increíblemente peligroso e inestable. Las posibles consecuencias que la mente de nuestro tiempo identifica como serias amenazas podrían no ser tan graves —suponiendo que hayan sido tan siquiera tenidas en cuenta— por personas habituadas a grandes crisis económicas, guerras mundiales y a la Guerra Fría, en tiempos en los que los cinturones de seguridad, los antibióticos y muchas vacunas no existían. La competencia entre las democracias occidentales y las potencias comunistas obligó a las primeras a empujar a sus científicos e ingenieros al límite de lo que podían imaginar y suministraron una especie de red de seguridad en caso de que sus esfuerzos iniciales no dieran resultado. Un canoso veterano de la NASA me dijo una vez que los aterrizajes en la luna del Apolo fueron el mayor logro del comunismo.

En su reciente libro Adapt: Why Success Always Starts with Failure (Adáptate: ¿Por qué el éxito siempre comienza con el fracaso?), Tim Harford describe el descubrimiento por parte de Charles Darwin de una amplia variedad de especies distintas en las Islas Galápagos, situación que contrasta con el esquema que se observa en los grandes continentes, donde los experimentos evolutivos tienden a ser minimizados a través de una especie de consenso ecológico por el cruce entre especies. El «aislamiento de las Galápagos» frente a la «jerarquía corporativa impaciente» es el contraste establecido por Harford en la evaluación de la capacidad de una organización para innovar.

La mayoría de las personas que trabajan en corporaciones o instituciones académicas han presenciado algo como lo siguiente: un grupo de ingenieros están sentados juntos en una habitación, intercambiando ideas entre si. De la discusión emerge un nuevo concepto que parece prometedor. Entonces, una persona con un ordenador portátil en una esquina, después de haber realizado una rápida búsqueda en Google, anuncia que esta «nueva» idea es, de hecho, antigua —o al menos vagamente similar— y ya ha sido probada. O falló, o lo logró. Si falló, entonces ningún gerente que quiera mantener su trabajo aprobará gastar dinero tratando de revivirlo. Si se logra, entonces es patentado y se supone que la entrada en el mercado es inalcanzable, ya que las primeras personas que piensan en ella tendrán la «ventaja del primer movimiento» y habrán creado «barreras competitivas». El número de ideas aparentemente prometedoras que se han aplastado de esta manera debe rondar los millones.

¿Que hubiera pasado si esa persona del rincón no hubiera sido capaz de encontrar nada en Google? Se habrían necesitado semanas de investigación en la biblioteca para encontrar alguna evidencia de que la idea no era totalmente nueva, después de un largo y penoso trabajo rastreando muchas referencias en un montón de libros, algunas relevantes, otras no. Una vez hallado, el precedente podría no haber parecido tan precedente directo después de todo. Podrían haber motivos por los que valiese la pena una revisión de la idea, tal vez hibridándola con innovaciones de otros campos. De aquí las virtudes del aislamiento de las Islas Galápagos.

La contrapartida del aislamiento «galapagüeño» es la lucha por la supervivencia en un gran continente, donde los ecosistemas firmemente establecidos tienden a desdibujar y absorber las nuevas adaptaciones. Jaron Lanier, informático, compositor, artista visual y autor del reciente libro You are Not a Gadget: A Manifesto (Contra el rebaño digital: Un manifiesto), tiene algunas claves sobre las consecuencias no deseadas de Internet —el equivalente informativo de un gran continente— sobre nuestra capacidad para correr riesgos. En la era pre-internet, los gerentes de empresas se veían obligados a tomar decisiones basadas en lo que sabían era información limitada. Hoy en día, por el contrario, los gerentes disponen de flujos de datos en tiempo real desde tal cantidad de innumerables fuentes que no podían ni tan siquiera imaginar un par de generaciones atrás, y poderosas computadoras procesan, organizan y muestran los datos en maneras que van tanto más allá de los gráficos confeccionados a mano de mi juventud como los actuales videojuegos modernos se corresponden con el tres-en-raya. En un mundo donde los tomadores de decisiones están tan cerca de ser omniscientes, es fácil ver el riesgo como un pintoresco artefacto de un pasado primitivo y peligroso.

La ilusión de poder eliminar la incertidumbre de la toma de decisiones corporativa no es sólo una cuestión de estilo de gestión o preferencia personal. En el entorno legal que se ha desarrollado alrededor de las corporaciones que cotizan en bolsa, los directivos no tienen motivación ni interés alguno de asumir cualquier riesgo del que tengan conocimiento —o, en la opinión de algún jurado futuro, de cualquiera que debiera haber previsto— ni aunque tengan alguna corazonada de que la apuesta pudiese ser rentable a largo plazo. No existe el «largo plazo» en las industrias impulsadas por el próximo informe trimestral. La posibilidad de alcanzar beneficios gracias a alguna innovación es sólo eso, una mera posibilidad que no tendrá tiempo de materializarse antes de que los accionistas minoritarios comiencen a emitir sus citaciones de demanda judicial.

La creencia de hoy en la ineluctable certeza es el verdadero asesino de la innovación de nuestra época. En este entorno, lo mejor que un gerente audaz puede hacer es desarrollar pequeñas mejoras a los sistemas existentes —dándolo todo en cada paso, por así decirlo, hacia un máximo local, recortado lo sobrante, aprovechando toda pequeña innovación— como hacen los urbanistas al pintar carriles bici en las calles como un intento de solucionar los problemas energéticos. Cualquier estrategia que implique cruzar un valle —es decir, aceptar pérdidas a corto plazo para alcanzar un objetivo más alto pero lejano— pronto será bloqueada por las demandas de un sistema que celebra ganancias a corto plazo y tolera el estancamiento, quedando el resto sentenciado al fracaso. En resumen, un mundo donde las grandes ideas no pueden ser realizadas.


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Neal Stephenson es autor del techno-thriller REAMDE (2011), así como la epopeya histórica de tres volúmenes Ciclo barroco —Azogue (2003), La Confusión (2004) y El Sistema del Mundo (2004) además de las novelas Anatema (2008), Criptonomicón (1999), La era del diamante (1995), Snow Crash (1992) , y Zodíaco (1988). También es el fundador de Jeroglífico, un proyecto de escritores por una ciencia-ficción que represente mundos futuros en los que los grandes proyectos sean posibles


[Artículo adaptado del publicado originalmente en el blog Al final de la Eternidad, posteriormente en el blog de Planetas Prohibidos] y en la plataforma LinkedIn

sábado, 29 de abril de 2017

Las vueltas de la tecnología

sábado, 29 de abril de 2017
Gráfica de adopción de nuevas tecnologías

Mientras el Windows 10 de Microsoft supera al ya anticuado Windows 7, Apple fracasa con su ordenador de escritorio Mac Pro. Los que decían que el PC era cosa del pasado, tal vez lo que les ocurre es que continúan frustrados sin superar a la omnipresente competencia, a pesar de sus intentos. Pero por otro lado, la empresa de Redmon se estrella con su sistema operativo para móviles Windows Phone, debido a una mala estrategia comercial. A pesar de todo, emulando logros de antaño cuando se encumbraron gracias a IBM y a los PCs clónicos, el legado de Bill Gates ha logrado que su fracaso en el mercado móvil no le importe demasiado ya que gracias a Google y al sistema operativo más usado en el mundo, gana más con Android que con el suyo propio. Este mismo sistema operativo también evitó la práctica desaparición de otros antaño grandes como Nokia o Blackberry. Esta última —entorno empresarial donde surgió nada más y nada menos que el Whatsapp— resurge con la estupenda Blackberry Hub, aplicación que aúna las notificaciones principalmente de llamadas, correos y mensajes en una única lista ordenada cronológicamente.

Aunque el PC no ha muerto, es inevitable aceptar que el mercado y sobre todo, la manera en la que los usuarios interaccionan con él, ha cambiado drásticamente. De la WWW casi nadie se acuerda, y se ha convertido en Facebook, Instagram o Twitter. Yahoo, el gigante del directorio de búsqueda más importante, desaparece y pasa a ser Altaba, denominación que a muchos nos recuerda al mítico buscador Altavista. Ya no se lee con tranquilidad y detenimiento, sino que ahora los titulares son devorados uno tras otro, casi siempre desde el móvil. Los mismos contenidos se repite y retuitean una y otra vez. El mundo es un continuo fluir, una corriente de noticias sin contrastar en la que todo aquel que no navega lo suficientemente rápido, se ve arrastrado. Tal vez pueda apetecer pararnos un momento y volver la vista atrás para recordar cómo se llegó hasta aquí.

La música tuvo la culpa

Si algo nos dejó la burbuja de las punto.com de finales del siglo pasado fue la revolución de las descargas de contenidos. Antes de todo el tinglado que hay ahora, eran los programas para compartir música primero, y todo tipo de contenidos unos años más tarde: Napster, Gnutella, eMule, Ares, entre otros, y más recientemente, jDownloader. En aquellos inicios la gente descubrió que podía tener toda su musicoteca en el disco duro, o llevar una parte de ella encima en una Pocket PC o Palm, ordenadores de bolsillo pensados para almacenes y otros ambientes corporativos que a duras penas servía para propósitos de entretenimiento, lo que no impedía que la gente —los que realmente tenían interés— los usasen. En este mercado desconocido hasta el momento, sólo los emprendedores más atrevidos decidían invertir en dispositivos como el primer reproductor de MP3, el MPMan. A inicios de siglo, con el mercado decididamente orientado, Steve Jobs vuelve a Apple y como ya sabemos, uso todo el poderío de una empresa consolidada para lanzar el iPod y una tienda online para descargas legales de música llamada iTunes. La supuesta innovación tecnológica no fue tal, sino más bien comercial. Tras este éxito y viendo que de esta manera —con dispositivos móviles de entretenimiento— sí podían hacer competencia al gigante de Redmon —rey de los escritorios y de la oficina— se preparaban para dar el siguiente paso. Mientras los más modestos han de conformarse con campañas de Email Marketing, la empresa de Jobs preparó una espectacular presentación que ahora ya son habituales en todas las corporaciones. En ella se anunció a bombo y platillo, con la especial habilidad de vendedor de su artifice, un producto que apenas estaba en desarrollo y sin funcionalidad, pero que se presentaba entonces como la gran «revolución tecnológica»: el iPhone.

MPMan, el primer reproductor portátil de MP3
MPMan, el primer reproductor portátil de MP3
La estrategia comercial de la empresa de la manzana constó de las siguientes claves: invertir lo mínimo desarrollando un prototipo apenas funcional basándose en productos existentes y en la tendencia de mercado —es decir, lo mismo que hacen la mayoría de empresas—. A continuación, utilizar el valor publicitario del nombre de una empresa tecnológica de imagen exclusiva y de productos caros como Apple y ejecutar una gran y fastuosa presentación cargada de emotividad y apelando a la vanidad del público, para mostrar un producto del que apenas tienen un esbozo. El objetivo se logra, que no es otro que crear una enorme expectación para una vez medida esta y conocedores del impacto, invertir poderosamente pero con riesgo minimizado en un dispositivo construido con tecnología de otros —Samsung, por ejemplo—, muy caro —hasta el punto de llegar a necesitar un seguro— y que apenas servía para nada —en relación al precio, con poca memoria, sin conectividad— sin una tarifa plana de datos. La «proeza» de Apple fue invertir una barbaridad que sólo ellos podían —apoyado en operadores de telefonía— confiando en la manipulación emocional del público por parte de su CEO, para vender un producto carísimo —para recuperar la inversión— pero que a pesar de todo, ha sido un éxito de ventas. La innovación consistió en conocer la manera de hacer creer al público que un producto que aún no existía era especial, de manera que ellos mismos pagasen un hardware que no había sido utilizado de forma masiva hasta entonces —sobre todo, las pantallas capacitivas, de cristal y frágiles— por su enorme coste.

Las ventanas por fin fueron cuadradas

Paradójicamente, lo que es de agradecer a la empresa que construyó el Macintosh es que nos ha traído a la mejor Microsoft que ha existido hasta ahora. La perdida de protagonismo ha sido interpretada por la empresa que fundó Bill Gates como una necesidad de salir de su entorno cómodo, feo y aburrido de tecno-burgueses, para buscar reinventarse. Sin embargo, el intento de continuar los pasos de los competidores como la propia Apple o Google en el mercado móvil fue tan comprensible como estúpidamente ejecutado: en primer lugar porque si ya has llegado tarde no intentes hacer lo que otros ya han realizado antes y mejor. Y en segundo lugar, por que la tozudez en empezar desde cero les llevó a olvidarse de todos los usuarios fieles que ya usaban sus programas de escritorio y que se encontraban con que debían renovar prácticamente todo, con lo que la curva de introducción en el mercado fue terriblemente lenta, o inexistente. El público se iba antes a otros entornos que se lo daban ya todo hecho y que no requerían de ningún software especial al trabajar en «la nube» —la otra gran protagonista—. Pero en el escritorio, Microsoft había mirado para otro lado mientras millones de usuarios se instalaban su sistema operativo «de juguete» —el W95— en sus computadores clónicos comprados en la esquina del barrio. Sabía que esos mismos usuarios iban a instalar o a utilizar en sus trabajos las suites de ofimática y los sistemas operativos para servidores —basados en tecnología NT, la misma de la que ahora deriva el Windows 10— por la cual en este caso sí, iba a pagar una buena licencia legal. O varias, una por cada equipo y programa instalado. Y otra anual por su mantenimiento. Las carencias de W95 eran ignoradas, ya que cumplía su función de gancho, equilibrándolas con las facilidades para ser copiado.

La nueva interfaz gráfica de Windows
La nueva interfaz gráfica de Windows
Pero a partir de ese momento al gigante de las ventanas comenzaron a importarle dos cosas: las carencias de los sistema operativos domésticos y sus usuarios, a los que sabía que debía continuar atrayéndoles antes que se pasaran a los móviles o tablets y se olvidaran de computadores domésticos de toda la vida —hasta el punto de anunciar que computadores con Windows podrían ejecutar comandos de Linux—. Y en segundo lugar, Internet y la seguridad. El virus Blaster puso en alerta a Microsoft y tuvo que crear un ecosistema de actualizaciones, firewalls y seguridades, culminadas en el Defender, considerado el mejor antivirus por parte incluso de competidores como Mozilla Firefox o los programadores de Chrome. No todo fueron aciertos, pero en la cultura anglosajona no existe problema en los errores, si de ellos se aprende: tras el fiasco del Windows Vista se encarriló la actual marcha con el Windows 7. Con el Windows 8 se repitieron los tropezones, y ahora se disfruta relativamente con el actual Windows 10, un sistema ligero, sin gasto innecesario de recursos gráficos, escalable y adaptable a las distintas arquitecturas. El problema de Microsoft nunca fueron sus programadores, sino su escala de prioridades comerciales fijada antes en los entornos corporativos que en el usuario doméstico.

El futuro

Hablar del pasado es necesario para poder comprender que es lo que nos ha llevado a la situación actual, pero lo que ocurra en el futuro no depende de ello, sino del presente. Y este parece asegurarnos —aún sin ánimo de hacer «predicciones»— que el mundo de las redes sociales y la inter-conectividad —no solo entre personas, sino entre «cosas», desde neveras hasta automóviles autónomos va a continuar con fuerza. Apple intenta continuar con su imagen de «innovación» con «gadgets» caros que además, limitan la libertad del usuario, algo que a sus acólitos no parece importarles. Según, Joichi Ito del MIT MediaLab, el mundo cerrado y exclusivo de la empresa de Cupertino no tiene futuro, pero de momento no parece afectarles. Este es en verdad el gran dilema: ¿Será el futuro un mundo en el que los usuarios estarán vigilados a través de dispositivos cerrados cuyo funcionamiento no comprenden y que se verán obligados a comprar de su mismo bolsillo, ya que de lo contrario se verán excluidos socialmente? ¿O por el contrario los usuarios podremos decidir cómo usamos la tecnología que adquirimos, tanto en el dispositivo a escoger como las restricciones de seguridad que nos auto-imponemos?

Foto: Quartz


lunes, 31 de octubre de 2016

Burbuja tecnológica

lunes, 31 de octubre de 2016

Cuando en la década de la carrera espacial la sociedad se imaginaba el futuro, lo hacía pensando en un mundo utópico rodeado de tecnología. En cuanto a la ubicuidad de esta se acertó, pero pocos pensaron en los problemas que un desarrollo mal entendido podría conllevar, lo que ha devenido el la distopía actual. El postmodernismo que vino a continuación se obcecó en el lado más negativo, olvidando proponer otras visiones cuyo realismo no implicara necesariamente un pesimismo enfermizo. Hoy en día el consumismo es el protagonista, esa técnica de mercadotecnia que consiste en crear necesidades allá donde sus usuarios no las tienen, que lleva a crear burbujas si con ello aumentan las ventas. No importa si estas necesidades son inventadas, no importa qué haga falta para satisfacerlas ni qué efectos secundarios puedan tener. Lo único que importa son los beneficios y el «libre mercado».
Los clientes no saben lo que quieren hasta que alguien se lo muestra
Steve Jobs

La tarifa plana de datos no es gratis

La tecnología mejora nuestras vidas pero en aspectos que no hemos podido elegir conscientemente la mayoría de las veces —lo que choca con el concepto original del marketing—. Funcionalidades como la del Whatsapp que «alguien» puso en el lugar y momento adecuados —Blackberry, iPhone— se transmitieron como un meme a un público que hasta ese momento no sabía que lo necesitaba. Ni sabía que de ser así ya tenía soluciones de mensajería instantánea para hacerlo. Por no hablar del correo electrónico que es una aplicación universal y fiable al contrario que la famosa aplicación mencionada, la cual pocos caen en la cuenta que es una empresa que vende un producto invasivo y hasta hace muy poco completamente desprotegido. El email de siempre —que en lugar de desaparecer puede convertirse en inmortal— puede cumplir una funcionalidad muy similar en la mayoría de los casos —para algo existe la tecnología push— sobre todo si dejamos de lado las habituales conversaciones banales que se suelen ver en el programa de mensajería famoso, aprovechando que es «gratis», como si la tarifa plana de datos y el smartphone lo fueran.

En los sistemas educativos actuales en lugar de mejorar para que el alumnado pueda aprender más y mejor en el mismo tiempo, lo que se hace es bajar el listón de un modelo obsoleto basado en la enseñanza dirigida. Tan sólo algunos países están introduciendo la programación como troncal en sus sistemas educativos de manera que el estudiante tenga criterio en un mundo rodeado de tecnología y no necesite depender de lo que otros decidan. Al hablar de programación y de informática no se refiere a manejar como usuario programas de ofimática, sino comprender realmente cómo funcionan los sistemas informáticos desde edades tempranas de manera que resulte tan natural para ellos como dividir y multiplicar. Hasta ahora, el hecho de que las calculadoras de bolsillo existiesen no evitaba que los alumnos continuasen aprendiendo a realizar operaciones básicas. Pero dentro de poco, operaciones imprescindibles de un mundo tecnificado al máximo serán incomprensibles para la mayoría de los que dependan de su uso.

La tendencia iniciada por algunas marcas de convertir la informática en un producto de consumo ha obligado a simplificar y a bloquear la mayoría de funcionalidades para que el usuario no se vea en tesituras incómodas que le hagan enfrentarse a la pregunta de si se está o no lo suficientemente preparado. Es decir, en lugar de tener un público más formado, se le proporciona un producto de estética atractiva pero cerrado y preconfigurado para que todas las decisiones hayan sido tomadas por la compañía vendedora, previo acuerdo comercial con fabricantes de hardware y proveedores de software a los que se les ofrece un numeroso público que va a usar sus programas y a conectarse a través de sus conexiones de datos. El uso del llamado «big data» es una arma de doble filo que algunos medios comienzan a advertir. Esta tecnología facilita a las empresas y emprendedores crear técnicas de marketing muy precisas, pero es necesario establecer límites. En general, la recolección de datos para ser usado en marketing es admisible y útil como explican en el blog de Neil Patel, pero cuando se trata de entidades gubernamentales sin que haya transparencia, tiene grandes probabilidades de acabar en abuso sabiendo lo que ocurre con el poder y los políticos.

En definitiva, promover un desarrollo tecnológico basado en el consumismo sin que exista un desarrollo paralelo en educación, a la larga va a provocar una diferencia mayor entre productores acomodados y consumidores ignorantes, olvidando que la mayor fuente de ideas y de creatividad está en la sociedad compuesta en su mayor parte por estos últimos. Los recursos son limitados, a pesar de ello, se produce sin cesar en infestadas fábricas en China extrayendo materiales de países del tercer mundo gobernados por dictaduras apoyadas por países «democráticos». Cuando sea necesario encontrar nuevos caminos o soluciones para problemas que hoy no podemos o no deseamos ver, pero que tarde o temprano aparecerán, ¿quién las encontrará?

lunes, 9 de marzo de 2015

Códigos condicionales en Blogger

lunes, 9 de marzo de 2015

Aunque lo expertos en «marca personal» —o como diría alguno personal branding— dicen que los contenidos de tu blog no han de dispersarse demasiado, el objetivo de este es sin embargo el de contar cosas interesantes acerca de cómo entender la realidad que nos rodea: el lenguaje y códigos utilizados para explicarla, comunicarla, almacenarla, así como los medios y tecnología utilizadas. Y por supuesto, el contexto social y político que pone todos estos recursos al alcance de la sociedad.

Así que en esta ocasión, aunque suponga tal vez un pequeño «salto», el tema a tratar es el de cómo utilizar uno de los canales que existen en la actual sociedad de la información que ahora mismo existen: los blogs de Blogger. Estos se caracterizan por sus grandes posibilidades de personalización y una de las funciones que utiliza para ello son unos fragmentos de código que se programan en la plantilla de nuestro blog, llamados condicionales —o condicionantes—. Aunque va a ser una explicación superficial, será necesario emplear un lenguaje informático.

Mostrar lo que se desea en función del tipo de contenido

La utilidad básica de estos condicionales es ejecutar un fragmento de código —html, javascript, ,css, o cualquier otro que lo permita la plataforma— unicamente si se cumple una condición —de aquí el nombre, claro—, con el objetivo de que se muestre o no un elemento o estilo determinado —un widget, un texto, una imagen... lo que sea que pueda aparecer en una página web—.

El lenguaje empleado es propietario de Blogger, es decir, es un código de programación especifico creado por Google para su plataforma de blogs, que sólo ella entiende. Sin embargo, utiliza operadores de relación de la misma sintaxis que el lenguaje C —al menos los explicados en este artículo, el resto no los he probado, pero sería una buena práctica que el lector podría compartir—.

  1. Partes del condicionante

El condicionante no se trata de otra cosa que el clásico «if-then-else» de la programación, aunque en este caso el «then» está implícito. Tras el «if» se programa una condición cuyo resultado será un verdadero o falso —booleano—. Esta condición puede ser una operación de relación normalmente de igualdad —o su negación— o puede ser también una variable del tipo verdadero/falso. Si se trata de una relación de igualdad, como en toda que se precia habrán dos partes. En una de ellas estará el elemento a comprobar, y en la otra el valor a partir del cuál elegiremos mostrar o no el elemento.

En cualquier caso el resultado de la operación, sea una relación de igualdad o comprobación de variable booleana, será un verdadero —true— o falso —false—. Si se cumple, entonces el código a continuación se ejecuta.

  1. Listado y ejemplos

Dejemos la parte teórica y vayamos al grano.

  1. Comprobación de variable booleana

«es el primer post»

Blogger tiene una variable booleana llamada isFirstPost cuyo valor «verdadero» indica que el post actual es el primero —o el más reciente—. Sirve para diferenciar entre la última publicación y el resto para por ejemplo dejarlo sin resumir a modo de portada, mientras que el resto se crean resúmenes. Para esto es necesario tener el código que realiza los resúmenes, por supuesto. Este ejemplo ha sido aplicado en este mismo blog.
<b:if cond='data:post.isFirstPost'>
... aquí va el código del elemento que deseamos mostrar cuando se cumpla la condición...
<b:else/>
... y aquí cuando no se cumpla...
</b:if>
El «else» es opcional, por lo que en los casos posteriores se omite, ya que es exactamente el mismo proceso.

  1. Cumplimiento de igualdad (o su negación)

«es la página de inicio»

Con la siguiente sentencia se puede determinar si la pagina del blog que estamos viendo es la de inicio o se trata de cualquier otra. Esto es útil para por ejemplo si se desea presentar en la barra lateral elementos distintos distinguiendo entre la página de inicio y el resto.
<b:if cond='data:blog.url == data:blog.homepageUrl'>
...elemento a mostrar cuando sea la página de inicio...
</b:if>
El operador «==» es la relación de igualdad. Si lo que se desea es comprobar que NO son iguales, se sustituye por el operador «!=» que es su negación. Por ejemplo:
<b:if cond='data:blog.url != data:blog.homepageUrl'>
...elemento a mostrar cuando NO sea la página de inicio...
</b:if>
En este caso data:blog.url es la dirección que en ese momento está cargada en nuestro navegador. En el otro lado de la igualdad, data:blog.homepageUrl es una variable propia de Blogger en la que se guarda la dirección de inicio de nuestro blog.

«es una página determinada»

Si por algún motivo se desea destacar o mostrar un elemento únicamente en una página concreta de nuestro blog, la técnica anterior sirve sin más que cambiar data:blog.homepageUrl por la dirección o URL específica, indicándola entre comillas dobles.
<b:if cond='data:blog.url == "http://cualeslarealidad.blogspot.com"'>
...elemento a mostrar cuando es la pagina indicada...
</b:if>
En este caso se ha sustituido por la misma dirección de inicio del blog, por lo que tendría exactamente el mismo efecto que la opción anterior.

Nota: desde que Blogger añade el código por país a cada blog en función de nuestra localización, sería necesario sustituir data:blog.url por data:blog.canonicalurl.

«es una etiqueta determinada»

Cada etiqueta que se usa en el blog tiene asociada una URL en la que se muestran todas las entradas del mismo con dicha etiqueta. Esta dirección se forma de la siguiente manera:

nombre_del_blog.blogspot.com/search/label/etiqueta

Que en el caso de este blog y para la etiqueta «democracia» sería sustituyendo lo indicado en color azul claro:

http://cualeslarealidad.blogspot.com/search/label/democracia

Si al caso anterior en la que se mostraba un elemento en una página determinada, se sustituye la dirección de dicha página por la que deseemos de la etiqueta en cuestión, se podrá hacer lo propio para una etiqueta determinada:
<b:if cond='data:blog.url == "URL asociada de la etiqueta"'>
...elemento a mostrar cuando es la etiqueta indicada...
</b:if>

  1. Por tipo de página
Además de estas variables en las que se guarda la dirección de inicio del blog o cuál es la publicación más reciente, hay otra muy importante que guarda el tipo de página que estamos viendo: data:blog.pageType. Gracias a ella se puede distinguir entre el archivo del blog, un índice de entradas o un artículo individual. La sintaxis es la siguiente:
<b:if cond='data:blog.pageType == "tipo de página"'>
  ... esto sólo se verá en las páginas del tipo indicado...
</b:if>
Y «tipo de página» deberá sustituirse por el valor adecuado en función de si:

«es una entrada individual»

Si se desea mostrar un elemento únicamente en los artículos individuales —por ejemplo, enlaces o botones de suscripción— se ha de indicar como tipo de pagina item.
<b:if cond='data:blog.pageType == "item"'>
  ... esto sólo se verá en las páginas de artículos individuales...
</b:if>

«es una página de archivo»

El archivo es un índice especial en el que se agrupan por fechas las entradas del blog. Para mostrar un elemento únicamente en este tipo de páginas, se ha de indicar como tipo de pagina archive.
    <b:if cond='data:blog.pageType == "archive"'>
      ... esto sólo se verá en las páginas de archivo.
    </b:if>

    «es una página estática»

    Las páginas estáticas son aquellas que no están relacionadas con una fecha, al contrario del resto de las entradas del blog que siempre están asociadas a una de publicación —por eso es un blog—. Por sus características, son las páginas que se suelen utilizar para las secciones «sobre el blog», «sobre el autor», o cualquier otra que no dependa de un factor temporal. El valor a indicar es static_page.
    <b:if cond='data:blog.pageType == "static_page"'>
      ... esto sólo se verá en las páginas estáticas...
    </b:if>

    «es cualquier otra página»

    Si se desea excluir a todas las anteriores para mostrar un elemento en el resto de páginas como la de inicio o cualquier otra en la que haya un índice de entradas ordenadas por relevancia o cronológicamente, el valor a indicar es index.
    <b:if cond='data:blog.pageType == "index"'>
      ... esto sólo se verá en el resto de páginas...
    </b:if>

    Algunos que lo explicaron de otra manera:


    [actualización 23/05/2015]: Google ha mejorado las funciones y potencia de estos comandos. Más información aquí.


    viernes, 28 de noviembre de 2014

    El cambio de modelo educativo

    viernes, 28 de noviembre de 2014
    Si Internet está suponiendo un cambio de paradigma a nivel social y económico, una situación similar puede estar ocurriendo en el ámbito de la educación. En concreto, en la auto-educación. Como se vio en un artículo anterior, el conocido escritor y divulgador científico Isaac Asimov —entusiasta defensor de la autoeducación— predijo un tiempo en el que todo el saber humano estaría al alcance de la mayoría de la población.

    Si bien quedan muchas zonas en el planeta subdesarrolladas, hay iniciativas para dotar de acceso a Internet a estas zonas y de está manera, a las fuentes de información —posibilitando su uso educativo, y por supuesto, el comercial—. La cuestión es que por primera vez en la Historia existe la tecnología para que la gente tenga a su disposición todo el saber acumulado de la Humanidad, cuando quiera y donde quiera.

    Un ejemplo del valor de la autoeducación y del acceso a la misma, es Steve Jobs. Si bien puede que su valía como persona no fuera del todo ejemplar en otros aspectos, el relato que forma su caso particular tiene un valor que está por encima de su protagonista. Jobs no acabó sus estudios universitarios, sin embargo, aprovechó el tiempo de una manera distinta a la que el canon oficial marcaba. Se las arregló para poder asistir a las asignaturas que más le interesaban, aunque el conjunto de ellas no le valieran para título alguno. Todas aquellas materias las usó posteriormente en su vida laboral, con el resultado que conocemos. Si bien tuvo que asistir a las clases presenciales, el concepto de diseñar tu mismo tu carrera académica, es hoy en día más viable gracias a las nuevas tecnologías.

    La tendencia a dar cada vez más importancia a la enseñanza «en-línea» es clara. La oferta es de cursos con obtención de titulación oficial —de carácter formal—, como de otros temas de carácter complementario, pero no menos importantes. En ambos casos se pueden encontrar cursos gratuitos como de pago. El objetivo es, antes que el de obtener un título impreso en un papel para colgarlo en tu habitación, sencillamente el de aprender.

    Esta nueva oferta recibe el nombre de MOOCs (Massive Online Open Courses), y lo están ofertando las principales universidades de todo el mundo. El patrón que se sigue continua basándose en el clásico de profesor-alumno, si bien con todas las ventajas de la no-localización. Aunque fue el MIT en el 2001 el pionero en aplicar las nuevas tecnologías a la enseñanza, el acontecimiento que marcó un antes y después fue un curso sobre inteligencia artificial preparado por el profesor de la Stanford University, Sebastian Thrun, que superó los 160.000 alumnos matriculados. Tras el éxito de esta iniciativa, un colectivo de profesores fundo Coursera.

    En España hay una cierta tradición consolidada con los cursos a distancia: Además de CEAC, en el ámbito universitario todo el mundo conoce a la UNED (Universidad a distancia), si bien estos centros utilizaban medios tradicionales —correo— hasta la aparición de Internet. La UOC es una de las primeras universidades en España en la que se podía obtener un título, de forma completamente «en-línea». En general, la mayoría de universidades tiene una oferta de cursos a distancia.

    La necesidad de un título oficial es un requisito ineludible para muchas ofertas de trabajo. Sin embargo, en ninguna parte impiden que completes la formación con lo que encuentres más interesante, bien por inquietud personal, o por que analizas que es lo más adecuado para un sector profesional determinado.

    En cualquier caso, hay un problema a tener en cuenta: que en España tenemos una cultura de méritos deficiente, y un entorno político que influye negativamente en el laboral, de manera que las iniciativas y el desarrollo provienen en su mayoría de fuera de nuestras fronteras.

    Pero sobre todo, siguiendo la tendencia actual, cada vez es más importante en la educación lo que decida cada uno sobre su futuro.

    Enlaces

      martes, 11 de septiembre de 2012

      Guerra Samsung vs Apple, o la innovación engañosa

      martes, 11 de septiembre de 2012
      Comparativa Apple-Samsung
      (Fuente: Cadena SER)
      Es noticia estos días que un jurado de California ha sentenciado que "Samsung copió a Apple". La conclusion que pretenden transmitir algunos medios es la de que "Jobs tenía razón". Pero, ¿la misión de jueces y jurados es la de otorgar victoria moral dando la razón postuma a alguien, o es la de ser objetivo en la resolución de una acusación presentada de una forma concreta y ante la existencia (o ausencia) de una serie de pruebas, dentro de un marco legal preexistente? Desde luego, pienso que está más cerca de lo segundo.

      No obstante, tampoco sería sensato obviar que esta resolución judicial, pone sobre la mesa diversas cuestiones importantes sobre el mundo empresarial actual, y cómo la tecnología está cambiando los modelos competitivos y la sociedad.
       

      Las patentes

      Los registros de patentes se idearon en una época en la que las ideas o conceptos no podían transmitise con la gran rapidez ni facilidad con las que ahora es posible realizar. Sería una cuestión demasiado larga de abordar en este artículo, pero hay que señalar que hasta ahora las patentes consistían principalmente en el registro de productos completos, con la inclusión de planos detallados y descripciones más o menos complejas de la funcionalidad del producto.

      En los últimos tiempos, desde la proliferación de las nuevas tecnologías y la mejora en las comunicaciones, la industria se ha dedicado a proteger su negocio y buscar los tan asiados (a la vez que perdjudiciales) monopolios a base de patentar todo tipo de cuestiones anecdóticas (pellizcar la pantalla, recorrer una lista, rotar un documento, etc). En definitva, las empresas de tecnología, sobre todo las relacionadas con los dispositivos portátiles, están utilizando un anticuado modelo legal de registro de la propiedad intelectual como herramienta estratégica comercial, de dudosa utilidad al usuario.

      Muchas de las patentes que Apple ha presentado en su denuncia frente a Samsung son de este tipo, y se puede decir que son una foma de utilizar los sistema legales para alcanzar las mayores cuotas de mercado posible. No es la primera vez que Apple la utiliza, ni es desde luego, la única empresa que lo esá haciendo. La propia Samsung también ha denunciado a Apple, así como Motorola a Blackberry, y otros casos más.
       

      La innovación

      Otra de las conclusiones que algunos medios deducen de esta resolución judicial, es la de que Apple innova, y Samsung no. Esto sólo se puede entender si reducen (de forma completamente irracional a mi entender) las trayectorias de ambas empresas a este único hecho.

      Samsung es una empresa puntera en su campo tecnológico, es lider mundial en fabricación y venta de pantallas gracias entre otras cosas, a sus innovaciones en este campo. Es más, es proveedora de la propia Apple, la cuál, a pesar de ser vendedora de hardware, muy pocos de los componentes que utliza en sus equipos son ideados por ella. Entre otras empresas que si que son innovadoras en tecnología además de Samsung y que también proveen a Apple, destaca la japonesa Sony.

      Apple ha destacado por aplicar de forma diferente dicha tecnología, y sobre todo, en la de aumentar la imagen de "valor añadido" de sus productos. Es decir, salvo en sus inicios con los computadores personales, la vuelta de Jobs a la empresa no ha implicado el desarrollo de nada que no existiera previamente, simplemente le ha cambiado la apariencia y lo ha acompañado de una campaña de imagen, eso si, revolucionaria. Apple ha innovado en marketing, no en tecnología.

      QTek S100 (año 2005)
      Por ejempo, el iPod muchos consideran el "primer" reproductor de MP3, cuando realmente fue el MPMan el primero de ellos. De forma similar, el iPhone no fue ni con mucho, el primer "smartphone". La primera empresa que unió los mundos de las PDA`s (dominada por Windows Mobile) con el de la telefonía (con Nokia y Motorola al frente), fue la empresa británica QTek (adquirida posteriormente por HTC). De nuevo, el concepto de "tablet" actual es poco más (o menos) que los tablet PC que Microsoft desarrolló orientados al mundo corporativo, pero adaptados al usuario "estandar" y un entorno más doméstico. La diferencia de los tablet PC con los de ahora, es que aquellos eran ordenadores completos de propósito general y los actuales son apenas algo más que ordenadores de mano con pantalla muy grande.

      Con el sistema de patentes descrito, es muy difícil que una empresa no "copie" alguna de las características que otra compañía haya implementado previamente. Esto no significa que haya copiado el desarrollo de dicha idea, tan sólo su apariencia. Por otro lado, Microsoft ha cambiado su anterior interfaz de escritorio  por el nuevo sistema "Metro" que va a utilizar en los terminales móviles. La diferencia estética es clara, aunque funcionalmente es prácticamente lo mismo. Que los iconos sean monocolor y de forma cuadrada no creo que sea impedimento si llegará el caso a que Apple quisiera presentar otra demanda por cualquiera de las multiples y variopintas patentes que ha acumulado.

      ¿Cuál es la diferencia entre Windows Phone 7/8 y el sistema operativo Android que Samsung utiliza en sus dispositivos? Sobre todo, la cuota de mercado que le quitan a Apple. Que Google/Samsung ha copiado la estética de los productos de Apple es tan obvio como seguramente irrelevante. La cuestión importante es si el resultado es mejor o peor para el usuario, algo en lo que es este el que ha de tener la última palabra. No un juez.

      Enlace relacionado:

      sábado, 1 de septiembre de 2012

      Guerra Adobe vs Apple, o cómo ignorar al usuario

      sábado, 1 de septiembre de 2012
      Cuando una empresa rompe con los «estándares» es normal que se susciten ciertas críticas al enfrentarse al status quo logrado por otras compañías que han apostado fuerte por dichos modelos. Por otro lado, muchas empresas intentan aprovecharse de su posición para imponer sus decisiones de diseño sobre otras soluciones más arraigadas. Aunque estas maniobras son apuestas muy arriesgadas, puede reportar grandes beneficios al monopolizar el mercado, en caso de salir bien. Como ejemplo de fracaso, Sony se equivocó cuando decidió no dar soporte al formato MP3 en sus «revolucionarios» MiniDisc, con un formato propietario de compresión llamado Atrac.

      Apple por el contrario, constituye todo un paradigma exitoso de esta práctica, demostrándo una confianza excepcional y una fe ciega en el éxito comercial de sus productos a pesar de las grandes limitaciones que en algunos casos adolecen. La empresa de la manzana viene comercializando desde hace varios años en sus dispositivos portátiles (la principal brecha junto con «La Nube» para desbancar a Windows y sus PC's de escritorio) unos sistemas cerrados en los que resulta «imposible» instalar nada que no haya pasado por el consentimiento y caja de los propietarios. La justificación de esta práctica suele ser que esto es por el bien del usuario, al asegurar unos mínimos de fiabilidad y estabilidad del  producto final, no permitiendo que programas de terceros no aprobados estropeen la «imagen de perfección y pulcritud» que el fallecido Steve Jobs parecía desear proporcionar a los productos de la compañía que fundó junto con Stephen Wozniak.

      Uno de estos programas que ha sido eliminado del universo Mac fue nada más y nada menos que el plugin para reproducir archivos Flash en los navegadores. La compañía Adobe, propietaria de este formato, había logrado prácticamente convertir a la tecnología Flash en un estándar, salvo en que requería demasiados recursos. No obstante, muchos sitios de Internet utilizan (todavía) este formato para sus presentaciones, vídeos, juegos, y animaciones de bienvenida en sus páginas de inicio.

      Como respuesta a esta situación, antes de que el nuevo estándar HTML5 se presentara como una alternativa evidente, Adobe protestó lógicamente a este acto de «discriminación». Digo lógicamente ya que tratándose de dos empresas en un entorno altamente competitivo, estaba obligada al igual que la gran mayoría a defender su producto, fuera bueno o no, fuera mejor o no.

      El problema de esta situación es su gran similitud con la política: dos grandes partidos mayoritarios que se tiran constantemente los trastos a la cabeza, con unos objetivos que consisten en sacar el mayor rédito electoral antes que el de satisfacer las necesidades políticas de sus representados. En este caso, dos grandes empresas compiten por defender sus productos, enfocados casi exclusivamente en su éxito comercial, quedando relegado a un plano completamente anecdótico las necesidades, gustos y preferencias de los usuarios.

      Hace poco tiempo Adobe admitió que desistía en mejorar su producto para dispositivos móviles, para dedicarse al HTML5, y más recientemente Android anuncia que retira de su "Market" en-línea la aplicación para reproducir Flash. De nuevo, algunos medios vuelven a mirar el dedo cuando se señala a La Luna y afirman que «Jobs tenía razón».

      Si bien es cierto que desde un punto de vista puramente técnico Flash adolecía de graves puntos débiles y que la defensa de su producto respondía simplemente a autoprotección, también es cierto que la alternativa a este formato no estaba preparada. Además, parece que el mercado se olvida de otro factor que si bien no pertenece al ámbito tecnológico es igual o más importante: el usuario.

      «JailBroken iPhone»

      Una cosa es no dar soporte como va a hacer Android, y otra muy distinta es lo de Apple, al imposibilitar o dificultar enormemente que un usuario instale la aplicación, aunque asuma riesgos, y opte por ejecutar animaciones Flash a pesar de los recursos que vaya a suponerle en cuanto a batería, memoria, estabilidad, seguridad o los que sean, siempre y cuando sea conocedor de ello. Al fin y al cabo se trata de más ni menos que la libertad de elección del usuario.

      Por algún motivo, Apple tiene algún problema con este tema, y por ello, a pesar de que sus clientes gastan bastantes «recursos monetarios» en comprar sus productos, estos se encuentran con que no pueden hacer con ellos lo que deseean. Sus motivos tendrán y sus cosas desearan. Mientras tanto, la cuota de mercado baja un día tras otro frente a productos con el sistema operativo Android, sin que parezca que entiendan el «mensaje» que los usuarios les envían.

      Enlaces relacionados

      viernes, 20 de abril de 2012

      Alguien tendrá que decirlo

      viernes, 20 de abril de 2012
      Foto: Tecnofans. España, detrás de
      Europa en nuevas tecnologías
      Desde que comencé este proyecto mantengo todo el contacto que puedo con redes sociales, grupos y otros canales de noticias —como las clásicas suscripciones RSS, que todavía aguantan— de temáticas relacionadas con mis inquietudes. Me ha sorprendido gratamente comprobar como hay gran movimiento y sensibilización respecto a las nuevas tecnologías, la innovación, la investigación y el desarrollo:

      Técnicas de «coaching», «autocoaching», «scrum manager», «herramientas canban», innovación, creatividad, productividad, mejora personal, y bla, bla, bla. Todo muy bonito. Son técnicas muy útiles y necesarias, de gran ayuda si el entorno está preparado para recibir esas mejoras. Métodos de gran valía cuando el problema eres tú, o tu entorno inmediato, tu departamento o tu empresa particular.

      Sin embargo, esta efervescencia social contrasta con la actual situación de crisis, provocada por la total incapacidad del país de hacer prevalecer la productividad sobre la especulación. De la incapacidad de reconocer los méritos adecuadamente, y en dónde el nepotismo es el «Rey» de la selección de personal. Un país en donde los cargos importantes, sea del ámbito que sea, son de corte político y elegidos en consecuencia. Un país en donde la informática es relegada todo lo posible, cuyos colegios oficiales apenas son escuchados y todavía se esfuerzan en lograr, junto a una gran presión social, algo tan evidente como que la informática entre en el Consejo Asesor de Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información. ¿Qué nos podemos esperar si una de la ingenierías que debería ser de las primeras a ser tenidas en cuenta en todo lo relacionado con las TIC, ha de sudar tinta para entrar en el organismo oficial correspondiente?

      Con esto quiero decir que el problema en España no somos nosotros. Todas las técnicas y manuales mencionados anteriormente sólo pueden ser verdaderamente aprovechados si el entorno general no pone trabas a su desarrollo e implementación. De poco sirve ser un experto en management y liderazgo, si a la hora de la verdad has de rendir cuentas a alguien que tiene unos objetivos de tinte político, superpuestos a cualquier otro. De poco sirve ser un experto en gestión de información si tu superior apenas hace uso de ello, o no tiene ni idea de para lo que sirve. El problema de España es un problema de sistema. Es un problema endémico, esto es, que está generalizado, enraizado a nivel social, cultural y político.

      Por esto que pienso que además de toda esta corriente necesaria que se preocupa del aprovechamiento de las nuevas tecnologías para la mejora de la creatividad, eficiencia y en definitiva, de la  productividad, apenas mencionen nada del verdadero problema que puede hacer totalmente inútil lo que con tanta efusividad intentan difundir: que la política en España tiene más importancia que el sentido común.


      domingo, 15 de abril de 2012

      Hundiéndose en la nube

      domingo, 15 de abril de 2012

      Microsoft apostó por «la nube» en sus productos de telefonía desde que desarrolló el Windows Phone 7. Como ya se comentaba en el artículo anterior, apostar por este relativamente nuevo paradigma basado totalmente en servicios y recursos «en-línea», tenía sentido para empresas como Apple y Google. Al no disponer de productos de escritorio previos con el suficiente éxito, esta era su mejor, por no decir única, salida estratégica. Sin embargo, a pesar de defender el uso de la nube, estas empresas no perdían de vista sus productos físicos, que no deja de sacar al mercado: sus iPhone o Google con sus innumerables Nexus uno tras otro, e incluso otras empresas nacidas en entornos restringidos como una red social como Facebook, buscan un sitio fuera del mundo virtual con sus propios dispositivos.

      La empresa de Redmon al contrario, disponía de una de las mejores suites de ofimática para PC's de escritorio que se han programado: Office —Microsoft nunca ha destacado por la originalidad de los nombres—. El cliente de correo, agenda y gestor de tareas Outlook es uno de los más utilizados, de los más completos y que se sincronizan completamente con dispositivos portátiles —PDA's con SO Pocket PC—. Pero tenía un «defecto»: no requería necesariamente de una conexión a internet para funcionar, lo que impedía el llegar a acuerdos exclusivos con operadores de telefonía para monopolizar su uso y restringirlo plenamente a los designios de la compañía. Esta fue una de las claves del éxito comercial de Apple y su producto estrella: el iPhone. Esto, junto a cobrar por todo tipo de servicios, necesarios para utilizar el terminal.

      Hay que señalar que esto no representaba apenas ventaja para los usuarios. Se trataba más bien de disimular una carencia de la empresa, y convertirla en una ventaja. Jobs, con su magistral «inteligencia escénica» y su «diseño emocional», abdujo a los consumidores para que ignoraran esta circunstancia y comprendieran que Apple era todo lo que necesitaban (sic).

      La nube es una buena herramienta. Permite tener unos datos determinados disponibles para ser compartidos desde cualquier sitio con conexión a internet. Pero entre esto y, no tener más opción que tener todo en un servidor a kilómetros de distancia, hay un trecho —nunca mejor dicho— muy grande: problemas de seguridad, de privacidad, de confidencialidad, y de accesibilidad en caso de problemas de cobertura, lo que deja prácticamente inservibles los dispositivos. Es un cambio de paradigma, cuya idoneidad no nos han dejado decidirla.

      Microsoft, en lugar de mejorar el paradigma tradicional en el que era líder, se intenta subir al carro y seguir los pasos del éxito comercial de Apple y Google, despreciando a sus usuarios de escritorio, que sólo como opción desean disfrutar de la nube y eligiendo ellos el contenido de lo que desean compartir.

      En Apple ya sabemos que la libertad de los usuarios no es uno de su principales objetivos. Google no tiene más opción ya que son una empresa de software en red sin productos de hardware asociado  —antes de la salida al mercado de su Nexus ONE—, aunque tampoco muestra en ocasiones interés por los usuarios, cancelando productos repentinamente (Wave, Buzz, Code Search). De Facebook no es necesario hablar. Y Microsoft, pues lo mismo, pero con mucha menos gracia —su problema no son sus informáticos, sino su personal de Marketing—. El intento más reciente consiste en ofrecer como opción el almacenaje en la nube de nada más y nada menos que el mismísimo escritorio de nuestros equipos de sobremesa, con el nuevo sistema operativo Windows 8.

      Sí, se presenta como una opción, cierto, pero visto que la nube es utilizada más como estratagema comercial que como valor añadido a los usuarios, no me fío nada. Y lo más gracioso del asunto es que lo presentan como una novedad, cuando esto ya existía.

      Enlaces: