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miércoles, 14 de noviembre de 2012

El error informático

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Se equivocan los ordenadores? ¿Por qué la informática tiene esa mala imagen? ¿Por qué se achacan con total naturalidad errores graves a «errores informáticos»? ¿Por qué no se solucionan? ¿Acaso los ordenadores toman decisiones por su cuenta, como en las películas? ¿Qué clase de ciencia es la informática? Algunas personas —paradójicamente no suelen estar especializadas en informática— opinan que esta área de la ingeniería no es una «ciencia exacta», y que por ello la programación de estos dispositivos esta sujeta a ambiguos vaivenes político-sociales. Si bien puede haber algo de cierto en esto, no es debido a la propia tecnología en concreto.

El Mark II (1947) fue un proyecto construido en la universidad de Harvard y financiado por la Marina de los Estados Unidos. En su diseño y construcción participaron algunos de los mejores ingenieros y científicos del momento, tras la Segunda Guerra Mundial. Hasta ese momento estas máquinas eran fiables y totalmente precisas, y sobre todo, hacían lo que se les pedía. Por ello, se utilizaban para tareas que requerían de gran seguridad y precisión, como trayectorias balísticas y órbitas de vuelos estratosféricos. Pero un día, el Mark II dejó de responder como se esperaba. No es difícil imaginar la sorpresa que experimentarían los científicos que lo manejaban, al comprobar como un ordenador matemáticamente preciso hasta ese instante, se «equivocaba».

La causa del error no fue que el programa hizo algo distinto para lo que estaba concebido. El Mark II no realizaba muchas operaciones —comparado con los actuales— pero las que hacía obedecían a un determinismo completamente científico. Cada línea de código debería estar validada según la lógica matemática, y debía ajustarse a la arquitectura física del ordenador, compuesta de circuitos electromecánicos regidos por las leyes de la física. La causa fue ni más ni menos que una polilla. Un «bicho», bug en inglés. Al introducirse una de ellas en la enorme circuitería del voluminoso Mark II, impidió el funcionamiento de uno de sus miles de aparatosos relés electromagnéticos, que en los albores de la ingeniería informática, formaban la mayor parte de su interior. Desde entonces, cada «sorpresa» que dan los programas informáticos se le denomina como bug. Por lo mismo, depurar un programa se traduce en inglés como debugger —quitar los bichos—.

La informática ha evolucionado hacia algo muy distinto de un proyecto científico y tecnológico como empezó siendo, como tampoco la propia Internet se parece a lo que en su día se pensó. Los programadores ya no son exactamente matemáticos o físicos, son en algunos casos, simples aficionados autodidactas. Los equipos se fabrican en serie, en abarrotadas fábricas en China, y las motivaciones que mueven a todos ellos son muy distintas de las de aquellos profesores de universidad, científicos y militares. Y por supuesto, los errores informáticos no son causados por «bichos».

Para entender lo que le ha pasado a la informática propongo explicar otra rama de la ingeniería: la Arquitectura. La Wikipedia la define al mismo tiempo como «Arte o técnica». Qué duda cabe que tiene algo de ambas. Para diseñar un edificio, hay que tener en cuenta la resistencia estructural del mismo, lo que implica el cálculo matemático de resistencias, tensiones, presiones y todo un gran número de parámetros físicos. Para su funcionalidad, hay que tener un gran conocimiento del entorno social y de los usuarios. Para su estética, hay que tener una sensibilidad y gracia especial. En resumen, la Arquitectura se compone de varias capas, desde la basada en la propia realidad física, hasta el más puro arte conceptual.

Con la informática es muy similar, con la diferencia que la gente no se mete dentro de los ordenadores y no existe el riesgo de que al derrumbarse, queden sepultados dentro de ellos. Por ello, nadie en su sano juicio dejaría en manos de una PC clónica con W95, el cálculo de la trayectoria de un satélite orbital, o la gestión de un sistema de monitorización médica a enfermos graves. Sin embargo, la informática se utiliza, y bastante, en estas áreas, lo que pasa es que los criterios de calidad y márgenes de error que se utilizan en estos sistemas, no tienen nada que ver en absoluto con los de «ir por casa». A pesar de la lógica aplastante de este argumento continúa existiendo una gran confusión con este asunto.

Como se ha visto, la informática parte de leyes físicas, ecuaciones matemáticas y proposiciones lógicas, básicamente. Todas ellas ciencias exactas. Sin embargo, su evolución y mejora de procesamiento, la ha llevado a realizar programas más complejos y para funciones muy diversas. Los programadores han de tener cierto «toque» personal, que en algunos casos podría considerarse alguna forma de arte. Y esto es debido a que los ordenadores no tienen que tratar únicamente con fórmulas matemáticas, sino que han de dedicarse a cosas como la llamada «interfaz gráfica de usuario».

Los recientes sistemas operativos dedican una gran parte del tiempo en el procesamiento de gráficos y en organizar la información para que el usuario sin preparación pueda utilizar un computador, algo que en los primeros años no era necesario, ya que antes de la aparición del ordenador doméstico, sus usuarios asumían que debían conocer las herramientas y adaptarse a ellas, y no al revés —cuando aprendemos a conducir un coche nos adaptamos su funcionamiento, y no al contrario—.

Con los nuevos entornos gráficos iniciados por Apple en 1983, los requerimientos de consistencia lógico-matemáticos no eran los mismos que con los computadores dedicados al cálculo matemático y cuya forma de comunicarse era mediante tarjetas perforadas. Ahora lo importante es que el usuario tenga un escritorio con iconos bonitos. A partir de este momento el computador se convirtió en un producto comercial, alejándose de su pasado y comercializándose aún sabiendo que su código estaba sin verificar acorde a criterios científicos —es muy caro hacer esto—, o directamente estaba repleto de errores—los Windows 95~XP—. Sabían que al usuario no le iba a importar, bien por lo cool que era su producto, o bien porque se lo habían pasado en un DVD «pirata».

La excepción a esta situación podría ser el sistema UNIX, un SO (sistema operativo) creado por dos científicos del MIT. Este SO funciona como un reloj, es preciso y siempre hace lo que ha de hacer y lo que se espera de él, salvo ciertas tolerancias presentes en todo proyecto de ingeniería. Basándose en él han surgido otros SO que han heredado parte de su eficacia, pero al que le han añadido la mencionada interfaz de usuario personalizada a criterio de los programadores (Linux, Mac OS X).

Por tanto, el error informático no es debido a un «defecto», o a una «imprecisión» o característica propia e inherente a la informática. Ni tampoco es ineludible. Por el contrario, los problemas típicos de la informática son debidos a la introducción de criterios alejados de su naturaleza, fundamentalmente los comerciales. Allá donde los criterios de programación pasan por filtros distintos que los de la lógica o la propia construcción física, hacen que la informática pierda su carácter de ciencia y no se le pueda exigir la precisión que se pueda esperar de una de ellas. Salvo que se refleje en el contrato comercial, claro.

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sábado, 1 de septiembre de 2012

Guerra Adobe vs Apple, o cómo ignorar al usuario

sábado, 1 de septiembre de 2012
Cuando una empresa rompe con los «estándares» es normal que se susciten ciertas críticas al enfrentarse al status quo logrado por otras compañías que han apostado fuerte por dichos modelos. Por otro lado, muchas empresas intentan aprovecharse de su posición para imponer sus decisiones de diseño sobre otras soluciones más arraigadas. Aunque estas maniobras son apuestas muy arriesgadas, puede reportar grandes beneficios al monopolizar el mercado, en caso de salir bien. Como ejemplo de fracaso, Sony se equivocó cuando decidió no dar soporte al formato MP3 en sus «revolucionarios» MiniDisc, con un formato propietario de compresión llamado Atrac.

Apple por el contrario, constituye todo un paradigma exitoso de esta práctica, demostrándo una confianza excepcional y una fe ciega en el éxito comercial de sus productos a pesar de las grandes limitaciones que en algunos casos adolecen. La empresa de la manzana viene comercializando desde hace varios años en sus dispositivos portátiles (la principal brecha junto con «La Nube» para desbancar a Windows y sus PC's de escritorio) unos sistemas cerrados en los que resulta «imposible» instalar nada que no haya pasado por el consentimiento y caja de los propietarios. La justificación de esta práctica suele ser que esto es por el bien del usuario, al asegurar unos mínimos de fiabilidad y estabilidad del  producto final, no permitiendo que programas de terceros no aprobados estropeen la «imagen de perfección y pulcritud» que el fallecido Steve Jobs parecía desear proporcionar a los productos de la compañía que fundó junto con Stephen Wozniak.

Uno de estos programas que ha sido eliminado del universo Mac fue nada más y nada menos que el plugin para reproducir archivos Flash en los navegadores. La compañía Adobe, propietaria de este formato, había logrado prácticamente convertir a la tecnología Flash en un estándar, salvo en que requería demasiados recursos. No obstante, muchos sitios de Internet utilizan (todavía) este formato para sus presentaciones, vídeos, juegos, y animaciones de bienvenida en sus páginas de inicio.

Como respuesta a esta situación, antes de que el nuevo estándar HTML5 se presentara como una alternativa evidente, Adobe protestó lógicamente a este acto de «discriminación». Digo lógicamente ya que tratándose de dos empresas en un entorno altamente competitivo, estaba obligada al igual que la gran mayoría a defender su producto, fuera bueno o no, fuera mejor o no.

El problema de esta situación es su gran similitud con la política: dos grandes partidos mayoritarios que se tiran constantemente los trastos a la cabeza, con unos objetivos que consisten en sacar el mayor rédito electoral antes que el de satisfacer las necesidades políticas de sus representados. En este caso, dos grandes empresas compiten por defender sus productos, enfocados casi exclusivamente en su éxito comercial, quedando relegado a un plano completamente anecdótico las necesidades, gustos y preferencias de los usuarios.

Hace poco tiempo Adobe admitió que desistía en mejorar su producto para dispositivos móviles, para dedicarse al HTML5, y más recientemente Android anuncia que retira de su "Market" en-línea la aplicación para reproducir Flash. De nuevo, algunos medios vuelven a mirar el dedo cuando se señala a La Luna y afirman que «Jobs tenía razón».

Si bien es cierto que desde un punto de vista puramente técnico Flash adolecía de graves puntos débiles y que la defensa de su producto respondía simplemente a autoprotección, también es cierto que la alternativa a este formato no estaba preparada. Además, parece que el mercado se olvida de otro factor que si bien no pertenece al ámbito tecnológico es igual o más importante: el usuario.

«JailBroken iPhone»

Una cosa es no dar soporte como va a hacer Android, y otra muy distinta es lo de Apple, al imposibilitar o dificultar enormemente que un usuario instale la aplicación, aunque asuma riesgos, y opte por ejecutar animaciones Flash a pesar de los recursos que vaya a suponerle en cuanto a batería, memoria, estabilidad, seguridad o los que sean, siempre y cuando sea conocedor de ello. Al fin y al cabo se trata de más ni menos que la libertad de elección del usuario.

Por algún motivo, Apple tiene algún problema con este tema, y por ello, a pesar de que sus clientes gastan bastantes «recursos monetarios» en comprar sus productos, estos se encuentran con que no pueden hacer con ellos lo que deseean. Sus motivos tendrán y sus cosas desearan. Mientras tanto, la cuota de mercado baja un día tras otro frente a productos con el sistema operativo Android, sin que parezca que entiendan el «mensaje» que los usuarios les envían.

Enlaces relacionados

lunes, 23 de abril de 2012

Organizando la lectura

lunes, 23 de abril de 2012
Uno de los problemas que el exceso de información provoca es perderse en ella. La oferta es de tal magnitud y los criterios para seleccionarla tan complicados en algunas ocasiones, que el deseo de conocer puede convertirse en frustrante logrando lo contrario de lo que se pretende. A este exceso de información y a la falta de criterios para filtrar el ruido de la información relevante, se le ha llamado recientemente infoxicación (una especie de unión de los términos intoxicación+información)

Puede ocurrir también que se encuentre tanta cantidad de cosas interesantes que no se sepa cuando parar, ocupándonos demasiado de nuestro tiempo hasta dejar de hacer otras de mayor o igual importancia. En estos casos llega un momento en el que las personas en esta situaciónson incapaces de realizar planes a largo plazo, ya que siempre estan ocupados en otras pequeñas cosas que no aciertan a posponer. A este mal se le llama (no se asusten) procrastinación.

En este enlace hay una serie de consejos para poder evitar todos estos problemas, y organizar la lectura (digital o analógica, claro) de una manera óptima y consciente. El artículo está en inglés. Un día de estos lo traduciré o lo trataré con mayor profundidad, ya que lo merece. Pero básicamente se trata de aplicar el sentido común (como todas las cosas), definiendo nuestos objetivos personales, nuestro tiempo y recursos disponibles, y aplicando criterios objetivos para seleccionar las lecturas, si es posible.

Yo todavía estoy aplicando algunas cosas. Como ayuda he encontrado una herramienta que me ha parecido bastante buena: Instapaper. Tal vez la conozcan ya. Se trata de un servicio web que te permite almacenar o guardar enlaces, además de su contenido. Es decir, no sólo es posible volver a la fuente original, sino que esta puede ser leída dentro de la propia herramienta. El servicio convierte la página web fuente en un texto formateado, extrayendo la información principal. Para ello tan sólo es necesario tener un enlace (un bookmarlet) en la barra de favoritos. Una vez en la página de interés, se pulsa dicho enlace y se guarda automáticamente en tu cuenta de Instapaper.

bundlrAdicionalmente, es posible convertir uno o todos los enlaces de tu cuenta a un archivo de texto en varios formatos: de impresión, para el Kindle (moby)  o en ePub (otro formato de eBook). También es posible exportar todo a un archivo con extensión .csv. Gracias a esta funcionalidad nos permite salvar el escollo de tener que leerlo en la pantalla o gastar papel, llevando toda la información en un lector electrónico. Si además tiene wifi o 3G, se puede disponer de todos estos servicios directamente en el lector. Gracias al formateado de texto, que lo adapta para su lectura en este tipo de dispositivos, la lectura es mucho más satisfactoria que accediendo a ella directamente en el navegador web. Otra herramienta similar en cuanto a que permite guardar enlaces para su posterior estudio es Bundlr.com. Esta, aunque los organiza de forma más visual, no tiene funcionalidades de formateo de texto ni exportación.

No obstante hay que recordar que no son más que herramientas. No hacen el trabajo. Este, lo ha de hacer la persona. Si bien gracias a estos servicios es posible almacenar información de interés, en cualquier momento y desde cualquier lugar para tenerla disponible de igual forma; por este motivo se corre el riesgo de guardar indiscriminadamente demasiada información.

Con esta herramienta se facilita aprovechar el tiempo, posponiendo la lectura en los momentos que decidamos dedicar, sin ataduras físicas o temporales. Pero la tarea de seleccionar lo principal, esa, todavía la has de hacer tu.