lunes, 1 de agosto de 2016

La burbuja original

lunes, 1 de agosto de 2016

¿Qué diferencia a los países del área mediterránea de otros países europeos? Se diría que la Historia ha dejado impresas en las sociedades ciertas características culturales que el tiempo, no solo no ha diluido, sino que continúan hoy en día definiendo su día a día. La cultura que más ha influido en nuestro bagaje es sin duda la greco-latina, siendo considerada como la base de lo que se conoce como cultura occidental o «civilización». El antiguo Imperio Romano llevó a su máxima expresión dicho ámbito cultural y filosófico, transcendiendo la cultura tribal y asimilando a diversos pueblos bajo una misma estructura política «neutra». O por lo menos es lo que intentó, ya que a lo largo de los siglos surgieron algunos problemas importantes que provocaron que no todos los pueblos y sociedades vieran de igual manera a Roma y lo que significaba, llegando hasta nuestros días dichas diferencias. Para bien o para mal, el área mediterránea es lo que el Antiguo Imperio Romano nos dejó. Sus aciertos y virtudes, pero también sus defectos, han moldeado de alguna manera los pueblos. Algunos bien directamente por imitación o otros por el contrario, como un ejemplo negativo del cual alejarse.

Dos tipos de sociedad

Algo de lo que descubres con la edad es que hay gente que no va a cambiar nunca. Te das cuenta que ciertos colectivos se aferran a determinados dogmas y creencias y no les importa ninguna otra evidencia: no cambian jamás. Es tan triste como cierto. De la misma manera puede ocurrir que sociedades enteras queden dominadas por tendencias históricas mayoritarias muy complicadas de cambiar más que por accidentes históricos, por lo que continúan empecinados en errores que en lugar de corregir, quedan así convertidos en sus «señas de identidad». Debido a esto, se configuran sociedades «orgullosas» de su ignorancia e incapaces de progresar. Una especie de conservadurismo radical, tan dogmático que equivale a religioso. Esta polarización se ve refrendada por un estudio reciente sobre la existencia de dos tipos de mente: una, que no busca más que aquellos ámbitos conocidos que le mantengan o le confieran un cierto estatus de autoridad. Otra, la que toma riesgos y se atreve a equivocarse, que no tiene miedo al error y que gracias a ello le lleva a descubrir nuevos caminos hacia mundos de conocimiento desconocidos. Estos dos tipos de mente surgen como resultado de desarrollarse en determinados entornos educativos, en función de las actitudes que promuevan. Las sociedades resultantes de la aplicación mayoritaria de estas actitudes pueden ser determinantes ya que en unas se promoverá el estancamiento para que las autoridades conserven su estatus, mientras que en otras no será tan importante la posición de autoridad individual sobre el colectivo de algunos de sus miembros, como el avance en el conocimiento y en la mejora general del mismo.

El problema de Roma

Pero ¿qué tiene que ver Roma en esto? ¿qué clase de caminos y accidentes históricos nos han llevado a la situación actual? Por supuesto esta pregunta requeriría un estudio mucho más profundo que el que en estas líneas y el que las escribe, es capaz de proporcionar. Pero nada nos impide plantear algunas posibles respuestas. Lo primero que conviene aclarar es que no se está hablando de superioridad de razas, ni de pueblos, ni de «naciones». No obstante, en la medida se configuran las sociedades alrededor de un marco político, simultáneamente se definen ciertos patrones culturales. Estos hábitos son los que pueden determinar el devenir de un pueblo, como no podía ser de otra manera. Es siglos después cuando puede evaluarse qué caminos se escogieron y su eficacia, evitando caer algún tipo de Falacia del Historiador por la que se re-interpreta el azar histórico como una predestinación fijada previamente por alguna «entidad superior».

Roma y el Imperio que acabó formando tenían un grave problema reconocido normalmente por los historiadores: apenas generó conocimiento o riqueza nueva. No obstante, lo que sí hizo a la perfección fue aprovechar el existente para emprender caminos inexplorados, aunque a la larga sería su perdición debido a su incapacidad para adaptarse a la nuevas condiciones que su expansión provocaría. La República de Roma y su aplicación de la Democracia Ateniense se impuso al resto de monarquías, seguramente por aprovechar mejor el conocimiento y el capital humano. En Roma las asambleas populares llevaban sus propuestas al Senado Romano y tenían carácter vinculante, toda la sociedad participaba del gobierno de la República. Nuevos pueblos eran anexionados y su conocimiento asimilado. Todo iba bien hasta que creció más rápido de lo que su sistema podía evolucionar. De una sociedad de agricultores y ganaderos autónomos, se pasó a un imperio esclavista en el que la supremacía se mantenía a base de una economía basada en la anexión de nuevos territorios, la esclavización de su mano de obra y la incautación de sus bienes, junto a una sociedad en la que la aristocracia y la clase política se dedicaba a especular y a proteger sus privilegios.

Accidentes históricos

La situación comenzó a convertirse en un circulo vicioso en el que no había dinero y la corrupta e incapaz clase política, preocupada fundamentalmente por sus privilegios, sometía a la población con cada vez más impuestos, por lo que estos acababan ahogados bajo las deudas (Lomas, Francisco J., pag. 207). La única o principal fuente de ingresos eran las nuevas conquistas y el tráfico de esclavos. Una burbuja en toda regla sin precedentes que nada más y nada menos abocó a todo el Imperio Romano a su desaparición en cuanto no fue posible aumentar los territorios. Antes de que esto ocurriera, algo cambiaría para siempre el curso de la Historia. El rechazo al poder político y su perdida de legitimidad, antaño indiscutible, era cada vez mayor. Tenía que acercarse a las necesidades de la población pero de una manera que permitiese mantener la jerarquía. Entre los ciudadanos de Roma se iba extendiendo como respuesta a las injusticias, una doctrina que predicaba conceptos como «perdona a nuestros deudores». Efectivamente se trata del Cristianismo. Todo parece indicar que para mantener su estatus, las jerarquías políticas decidieron, no sólo convertirse a la nueva religión, sino que la dotaron de estructura e instituciones para defenderla. Y así de esta manera surgió lo que a la postre sería la Iglesia Católica. Esto provocó que todo siguiera igual en cuanto a que se mantuvieron las principales instituciones de poder de Roma. Las mismas que hicieron que todo un Imperio, con sus magníficas Legiones, se estrellasen contra una economía basada en esclavizar a una población que dejó de otorgarles la legitimidad que un poder político ha de tener. No obstante, aunque no permitieron mantener la unidad política, mitigó la inexistencia de la protección del Estado que hasta ese momento había sido habitual en el continente europeo durante siglos. En los siguientes mil años, Europa continuó recordando la magnificencia de la Antigua Roma, buscando imitar su antiguo poder. Los señores feudales se convertían así en los «césares», «emperadores» o reyes de aquellos territorios en los que podía mantener cierto orden. Y continuar con sus errores en la mayoría de los casos.

La rebeldía como cambio de paradigma

El resultado de todo esto fue una sociedad medieval caracterizada por una Roma cuya autoridad influía en todas las monarquía europeas y un esquema de sociedad en las que si bien se almacenaba todo el conocimiento clásico de la cultura greco-latina, apenas se generaba nuevo —en resumen, una continuación del estancamiento de Roma—. En cada reino que surgía, las condiciones y capacidades económicas eran distintas, pero en todas ellas la autoridad jugaba un papel fundamental en cómo se gestionaban dichos recursos. La sociedad feudal surgida tras la Caída de Roma se basaba en la jerarquía, la mayor de las veces hereditaria, como fuente de toda autoridad y conocimiento. De nuevo, el abuso por parte del poder político-religioso fue haciéndose evidente ya que lo que en un principio era necesario para garantizar el orden, al cabo de las generaciones la desigualdad y la inexistente posibilidad de cambiar de clase social, fueron generando el descontento. Debido a la influencia que entonces existía entre las nuevas instituciones políticas dependientes de la religiosa que era Roma, cualquier disconformidad política equivalía a ser un hereje. A causa de esta circunstancia surgieron los movimientos protestantes como el luteranismo, el calvinismo o el anglicanismo, los cuales no eran necesariamente mejores que Roma. El caso paradigmático es el de Enrique VIII: su disconformidad principal con Roma se trataba de algo tan en principio banal como la necesidad de cambiar de esposa ya que la católica Catalina de Aragón no le satisfacía —tampoco es que lo tuviera muy claro ya que tuvo que probar con otras cinco—. El monarca inglés no obstante, podría haber dejado de obedecer a la Iglesia de Roma sin más, pero no fue así. En su lugar emuló a Roma hasta el punto de crear una nueva religión colocándose él mismo a la cabeza, fusionando todavía más la jerarquía religiosa con la política. Pero lo importante de la cuestión no tiene nada que ver con las escusas que luteranos, calvinistas o anglicanos tuvieran para discrepar de Roma, sino que esta circunstancia constituyó un accidente histórico que sentó un precedente de cambio de actitud frente a la autoridad, en la que esta pasó a ser susceptible de ser cuestionada. Esto fue lo que seguramente hizo cambiar la filosofía de sus instituciones y como consecuencia, de su sociedad.

El legado de Roma

Antes de que estos acontecimientos ocurrieran, en la Europa mediterránea hubo otro accidente histórico que cambió también de forma irrevocable la historia de todo el planeta: el descubrimiento de un nuevo continente. Era inevitable que bien por unos o por otros, el desarrollo de la navegación impulsado por necesidades comerciales —y militares— llevara a alguna «nación» a aventurarse a donde nadie había llegado antes —con capacidad para establecerse y formar colonias—. La colonización del continente Americano está llena de grandes controversias que ocasionan que se den visiones parciales e interesadas, pero brevemente, se puede decir que como Roma, tuvo una parte buena y otra mala. La buena es que llevó el mundo occidental que dejaba atrás el pasado tribal de la especie humana a aquellos territorios. La mala es que inconscientes de sus errores y más preocupados por engrandecer sus reinos, llevarían con ellos el mismo y único modelo imperialista que conocían. Nadie había intentado otra cosa. Para bien o para mal, el catolicismo de Roma ―que en aquel momento de la Historia representaba la civilización― llegó a aquellas tierras, trayendo como resultado que una buena parte de Europa vivió de nuevo bajo la creación de otro imperio que dejaba a los emprendedores sometidos a impuestos para financiar proyectos en esencia, la mayoría de ellos vacíos e inútiles que llevarían la ruina a sus territorios. Este fue otro de los motivos por el que el resto de Europa se rebeló contra la Roma Católica. También de nuevo, no fue lo modélico de sus actos lo que marcaría la diferencia. El Imperio Británico se movió por similares intereses egoístas, pero el cambio de modelo social y su cuestionamiento de la autoridad como fuente de conocimiento, les movió a buscarlo en otras partes. Así es como piratas y contrabandistas fueron reclutados pasando a formar parte de un nuevo paradigma de jerarquía basado en el mérito: la meritocracia. No fueron mejores, simplemente fue un accidente histórico el que marco el punto de inflexión.

Conclusión

Si los que tomaron las decisiones de rebelarse contra la autoridad papal de Roma hubieran tenido que pensar hacía adonde tenían que ir, no hubieran dado un paso. Unos hacían lo único que sabían hacer que les permitía continuar en el poder, y el resto se vieron forzados a tomar otros caminos inciertos que a pesar de no saber a donde llevaban, constituían la única manera de descubrir nuevas e inesperadas soluciones, que marcarían la diferencia. Cristóbal Colón no partió a descubrir un nuevo continente, sino a buscar otras rutas. Si no hubieran intentado hacer algo nuevo, aun sin conocer con certeza a donde llevaban, no se hubiera alcanzado una nueva costa. Sin embargo, la lección no fue aprendida. Paradójicamente, el Imperio Español puede que fuera el creador inconsciente del Británico, señalando una y otra vez qué caminos debía y no debía coger. Fueron una serie de circunstancias fortuitas y azarosas las que decidieron el camino. Pero ahora siglos después es posible evaluar los resultados y compararlos con otros estudios recientes sobre gestión de recursos y dinámica de grupos. Cabe preguntarse ¿es posible en España una economía que vaya más allá de las burbujas? ¿es posible que los dirigentes tomen caminos que faciliten la creación de algún tipo de industria propia distinta del modelo de «sol y playa»? ¿qué accidente histórico nos hace falta? ¿quien o qué, aunque no sea modélico, aunque no sea especialmente ejemplar, posibilite sin embargo dar el paso necesario hacía un mundo nuevo?


lunes, 20 de junio de 2016

Un circo llamado Congreso

lunes, 20 de junio de 2016

Hace unos meses fuimos a las urnas. Salieron elegidos unos representantes que pasado ese tiempo no han sabido encontrar una fórmula de gobierno adecuada. A pesar de ello, el próximo 26 de junio nos encontraremos prácticamente con las mismas propuestas y lo más sorprendente, con los mismos protagonistas. Una repetición de las elecciones por primera vez en esta etapa teóricamente democrática española, en la que los ciudadanos tendremos que vivir nuestro particular «día de la marmota». 

En cualquier caso, lo que se puede extraer de esta experiencia es la manera de actuar de los partidos que por primera vez han llegado a ocupar un escaño de diputado, con especial atención naturalmente a las nuevas y rutilantes estrellas: Ciudadanos y Podemos. El primero ya se conocía de su presencia en Cataluña y que sigue fiel a su apariencia: un partido conservador, formal, educado, bien vestido, cuyas propuestas son ideas de «sentido común». Pero son unas ideas que tendrían que haberse tomado hace 30 años. Es como tendría que haber sido la transición simplemente para que el sistema resultante fuera lo suficientemente coherente como para no permitir regímenes fiscales abusivos, fondos públicos mal gestionados, desigualdad legal, «capitalismo de amiguetes» o que los ciudadanos pudiéramos hacer algo tan básico en una democracia como la de elegir a los candidatos a la listas electorales. Esto no lo hemos tenido, y debido a ello, se han cometido barbaridades y se han creado burbujas que les han favorecido a ellos y perjudicado al resto. En definitiva, una situación que mucha gente está sufriendo.

En un sistema basado en el enfrentamiento, en la exclusión de ideas y en la fragmentación de la sociedad, los partidos buscan al igual que en el marketing económico, ofertar algo que la competencia no haga. Aquí es donde surge Podemos, un partido que se va configurando poco a poco buscando huecos ideológicos en el panorama social y político. El resultado es una apariencia complementaria a la de Ciudadanos: irreverente, rompedor, transgresor, vestido de cualquier manera y con una «puesta en escena» poco ortodoxa que busca llamar la atención. Sus propuestas son también muchas de pura lógica, aunque no es la sensatez la principal virtud que se busca. Para unos será venganza, para otros justicia, en cualquier caso, parece que no ignoran las desigualdades y abusos que el sistema actual ha producido durante todas estas décadas.

En todo este tiempo nuestros representantes nos han mentido, nos han robado, nos han estafado y se han aprovechado de nuestra confianza. Nos han creado falsas expectativas y nos ha dejado tirados en la cuneta cuando por culpa de sus errores, todo se ha estropeado. Muy bien vestidos con traje y corbata, subían a los estrados a recitar sus discursos escritos en papel mojado y palabras recitadas con seriedad y rimbombancia hueca. Ahora, Podemos ha desarrollado una estrategia que solo ellos entienden, en la que las propuestas pintorescas y las performance en el Congreso de los Diputados remueven al sector más rancio del conservadurismo. ¿Son necesarias? ¿son realmente muestra o reflejo de la sociedad? ¿cuál es su utilidad entonces? Seguramente, su influencia es tan inocua como al mismo tiempo, recalcitrante para el sector mencionado. Lo cual puede ser de lo que verdaderamente se trate: su uso electoral. Una versión 2.0 de la «crispación» de Zapatero en la que sitios como Contando Estrellas borra todo aquel comentario que no le guste, sin más motivo que discrepar de su opinión o simplemente, por no gustarle aquello que le cuestione su verdad.

Pero lo más sorprendente es la pregunta que algunos se hacen y que intentan usar como critica: ¿es ético usar el Parlamento para este tipo de «funciones»? Volviendo a un clásico sin usar desde hacía años en este blog, esto es una «falacia predictiva», en la que los acusadores se ven obligados a responderse a si mismos: ¿ha sido ético usar el Parlamento para hacer lo que se ha estado perpetrando en él durante estas últimas décadas? ¿importa el hecho de que lo hagan bien vestidos? De alguna manera, todas estas pataletas y reivindicaciones permiten que nos demos cuenta del poco control que se tiene de lo que ocurre en los más importantes órganos políticos que paradójicamente, son también los de representación de la sociedad. Al mismo tiempo, se pone en evidencia que en efecto, el Cámara de Diputados es un circo en el que todo aquel que no esté en primera línea pasa desapercibido, y eso en una sociedad tan mediática como la española, es pasar a la irrelevancia. Durante años los partidos clásicos que en un régimen de alternancia han ocupado el poder, han usado el Congreso para escenificar una falsa pelea en la que ambos siempre salían ganando.

Podemos ha entendido que hay que llamar la atención, y sabe que el Congreso es el principal destino a donde los medios apuntan sus objetivos inevitablemente. Sabe que si no se tiene un poder mediático como lo son o lo fueron en su momento la COPE, la SER o el Grupo PRISA, no se va a ninguna parte. Por eso empezó con un programa de TV en un canal de TDT, por eso aprovechó el tirón mediático del 15M. Ahora bien, ¿qué significa que un partido que se supone critica fuertemente el actual sistema, haga uso de sus mismos defectos? ¿es coherente? ¿es ético? La política está llena de incoherencias. Hay que distinguir las inevitables, propias que todo sistema tiene a la hora de definirse a sí mismo, y las incoherencias indeseables que son producto de perseguir fines lucrativos excesivamente personales a expensas del sistema. Tras todos los episodios de corrupción que ha habido que aguantar, se ha llegado a un punto en el que los diputados de la formación morada son culpables hasta de cobrar los propios sueldos que como tales, les corresponde por ley. Siempre se ha dicho que el problema no son los protagonistas, sino el sistema. Pero para cambiar el sistema, es necesario cambiar a los protagonistas. Y para cambiar los protagonistas hace falta meterse en él y seguir sus reglas. Las mismas reglas que durante más de 30 años casi todo el mundo aceptaba callando. Por eso mismo, lo que no ha de faltar jamás, es nuestra indiferencia.

jueves, 2 de junio de 2016

La era post-correo

jueves, 2 de junio de 2016

Se habla de la llamada era post-PC en la que se considera a este una especie de dinosaurio a punto de extinguirse. La revolución de los dispositivos móviles y la creación de un mercado de servicios, ha eclipsado el que hasta hace pocos años era la principal fuente de ingresos en el ámbito de la informática. Las cifras empequeñecen la relevancia de un dispositivo que ha sido fundamental en la construcción de la sociedad del conocimiento actual. Pero ¿son los fríos números y las abultadas cifras suficiente evidencia como para mostrar lo que ocurre? ¿Está sufriendo realmente el PC? ¿Está siendo olvidado? Probablemente no.

El pistoletazo de salida de la dinámica del mercado tecnológico actual vino con el iPod de Apple, cuyo verdadero negocio fue —es— la venta de canciones en línea. Se consolidó definitivamente con el iPhone, un terminal móvil que requería necesariamente de una tarifa plana de comunicaciones. Las necesidades de marketing disfrazaron de revolución tecnológica aquel momento, pero como se ha comentado en otra ocasión, de lo que se trató realmente fue de revolución comercial. Así es como se ha de llamar a aprovechar una tecnología existente y convertirla en un producto de consumo distinto. La clave de aquel entonces fue precisamente no competir con con el gigante Microsoft, líder indiscutible del mercado tecnológico, huyendo de los PC de escritorio. Había que inventarse un mercado nuevo, y este llego con «la nube». Todo es historia a partir de aquel momento, y la jugada no cabe duda de que les ha salido a la perfección. Microsoft ha intentado subirse al carro con su Windows Phone, pero lo ha hecho sin ganas. Tan pocas que ha admitido su fracaso, sumándose a otras victimas como Blackberry, marcas que dominaban el mercado corporativo. Pero en el caso del gigante de Redmon, ha sabido reconducir su camino contraatacando con una evolución del PC como son las Surface. Unas tablet con capacidad de computador portátil. Pero volviendo a la pregunta ¿ha quedado desterrado el PC? Para contestar a esta pregunta hay que hacerse otra: ¿en qué dispositivo se programan las aplicaciones que llevan todos nuestros dispositivos móviles? Pongo la mano en el fuego, y no me la quemaría, a que lo que sostiene verdaderamente todo el mercado tecnológico continua siendo el viejo y buen PC de escritorio de toda la vida, sinónimo de trabajo, estudio, desarrollo e innovación. Todo parece indicar que si bien el mercado móvil ha alejado al PC de los focos y de la fama, sin embargo, lo ha convertido en un imprescindible tras las bambalinas. Lejos de matarlo, le ha convertido en inmortal.

Junto a este escenario ha surgido de forma paralela el fenómeno de las redes sociales y la mensajería instantánea, productos que no tendrían sentido sin la necesaria revolución de las telecomunicaciones, que trajo consigo la necesidad de las tarifas planas de datos. De forma similar a lo que ha ocurrido con el PC, ha pasado con el correo-electrónico. La omnipresencia del Whatsapp o del Facebook ha generado la falsa impresión de que el clásico correo-e de siempre ha quedado obsoleto, ahogado entre miles de intrascendentes chismorreos, selfies y otras poco edificantes muestras de exhibicionismo. Pero tal vez lo que ocurre es que el usuario habitual de estos productos no lo era del correo. O al menos, no era un usuario que le diera un uso adecuado, yendo a caer en «La Red Social». Puede decirse por tanto que el correo electrónico continua gozando de una estupenda salud, con todo tipo de aplicaciones clientes y servicios de suscripción. Entre ellos, el ya visto de MailRelay. Así que tal vez sea esta una era post-correo, en el que paradójicamente al igual que ocurre con su compañero el PC de escritorio, están más vivos que nunca.


lunes, 14 de marzo de 2016

La burbuja valenciana

lunes, 14 de marzo de 2016

Una burbuja se puede definir cuando algo crece por encima de lo que puede soportar realmente. Un problema que se ha tenido en España es precisamente que nuestros políticos han «inflado» en exceso casi todo lo que ha caído en sus manos. Esta habilidad para «convencernos» y lograr los suficientes apoyos no la demuestran sin embargo, a la hora de crear soluciones y aportar ideas. Remitiendo al análisis de César Molinas sobre la clase política española, su autor explica a grandes rasgos que en España los políticos cuando no tienen nada que ofrecer, se lo inventan.

La inmobiliaria no es la única burbuja en la que nos han metido en las décadas recientes. Las burbujas de infraestructurasla del fútbol y otras como la universitaria —en la que se han matriculado miles y miles de estudiantes que ahora están en el paro, fuera de España o subempleados— son claros ejemplos. Algunas veces no son consecuencia directa, sino que son residuos provocados por una reiterada manera de proceder. Esta se basa en la excesiva tendencia de los políticos de ignorar las evidencias y faltar a la verdad, hasta tal punto, que llegan a engañarse a si mismos.

Lo que ha ocurrido en la Comunidad Valenciana desde la transición obedece a una coyuntura que en el caso de esta comunidad merece un análisis separado. Esta situación solo se comprende identificando a los distintos agentes y protagonistas del panorama político español, y los papeles que, queriendo o no, ha tocado desempeñar a cada uno de ellos.

El origen

La situación tras la transición se podría definir, muy brevemente, compuesta de dos bandos: uno «heredero» de un tardofranquismo normalmente identificado como «la derecha», que poco a poco había ido distanciándose de la época más negra de la posguerra. Por otro, una serie de grupos que hasta ese momento habían estado en la clandestinidad —o en el extranjero— representados principalmente por el PSOE y el PC, que aglutinaban de forma genérica a «la izquierda» y en general, a todo el antifranquismo. Es decir, poco más que una continuación «ligth» de los bandos de la Guerra Civil en los que se metían en un mismo saco a mucha gente de ideologías diversas. Un tercer «bando» serían los nacionalismos, aunque estos se han aliado en no pocas ocasiones con los grupos que actuaban en la clandestinidad durante el régimen franquista. 

Esta alianza entre nacionalismos separatistas y la izquierda española, no por motivos ideológicos o por afinidades culturales comunes sino por pragmatismo dentro de un maniqueo juego político, resulta fundamental en la historia reciente de la región valenciana. Mientras que en todas las comunidades han tenido clara su situación en el «mapa de pactos», en la valenciana las dudas han ido surgiendo en aumento desde la transición. La región cuya principal población fue capital de la 2ª República Española durante La Guerra, la que durante tres legislaturas votó mayoritariamente a un partido alineado en la izquierda como el PSOE, ha tenido que padecer desde sus inicios y antes que otras comunidades debido a su idiosincrasia particular, los defectos del actual sistema de representación político.

El desengaño

La sociedad valenciana ha sido ejemplo durante una buena parte de su historia de civismo ciudadano, de iniciativa, de libertad, de heterogeneidad, de diversidad, de aprecio por la cultura propia, respeto hacia la ajena y de ausencia de nacionalismos excluyentes. Una parte de esa sociedad fue protagonista de una de las primeras victorias de la sociedad civil contra el abuso de poder, que pretendía una pesadilla urbanística en lo que hoy es un jardín de nueve kilómetros de largo. Otro ejemplo clásico es el singular carácter festivo que comparten las fiestas de las tres principales ciudades: Las Fallas, Las Hogueras y las Fiestas de la Magdalena. En el caso más conocido de las Fallas, en su origen no era un evento organizado desde una institución central —como trajo el franquismo después— sino fruto de la actividad espontánea de toda una sociedad que se lanzaba a la calle para celebrar la llegada de la Primavera y «quemar todo lo malo» acumulado durante el año. Aunque el franquismo perturbó la concepción original, las Fallas continuaban siendo una fiesta singular por cuanto era creada en una gran parte desde la base, por la propia gente de los barrios que salía a la calle. En este contexto, la llegada de la democracia no podía tener otro ganador que un PSOE que representaba —en teoría— la oposición moderada y cívica. Pero las primeras acciones de gobierno autonómico trajeron consigo consecuencias inesperadas.

La izquierda española lleva practicando el absurdo juego de renegar de lo español y aliarse con los nacionalismos periféricos porque alguien pensó que de esta manera obtenían un beneficio político. Puede que así haya sido en algún grado, pero lo que han logrado en definitiva, ha sido alimentar un monstruo que ahora no controlan y que casi les destroza. No es este un artículo para hablar de las causas ni justificación del nacionalismo catalanista, pero es un hecho que existe, tanto como su rechazo en la Comunidad Valenciana. La problemática de este fenómeno originado en Cataluña pero que afecta a otras regiones como la mencionada se puede resumir en dos puntos: (1) el catalanismo necesita a la Comunidad Valenciana para su idea de construcción de un estado catalán viable. Y (2), la sociedad valenciana rechaza mayoritariamente dicho nacionalismo no por motivos ideológicos —en el sentido maniqueo izquierda o derecha— sino simplemente porque no se identifica con él en los términos que los estrategas pan-catalanistas desean —tan irracional pueden ser unas posturas como otras, ahora bien, entre la apropiación política forzada del catalanismo y la autodefensa valenciana, me quedo con esta última—.

Centrándonos en lo ocurrido desde la transición, el gobierno socialista presidido por el melifluo Joan Lerma impuso en las escuelas públicas valencianas para la asignatura de valencià, una normativa ajena y extraña junto a un profesorado importado de Cataluña. Nuevos profesionales que encontraron en la enseñanza de una lengua creada y normalizada desde el poder político, una forma de vida. El rechazó fue generalizado y la polémica nos ha acompañado hasta prácticamente nuestros días. La creación de la Academia Valenciana de la Lengua ha reducido el problema interno en la comunidad, aunque fuera de ella el catalanismo continúa su modelo de absorción cultural y político exactamente igual. No obstante, no fue este el único motivo de disgusto de la sociedad valenciana. Además de apropiarse de los elementos culturales, también parecía que trataba de restarles valor histórico como en el caso del Teatro Romano de Sagunto. Destaca igualmente el largo padecimiento de la antigua carretera N-III. Una vía conflictiva que llevaba a la «ruta del bacalao» y a las playas de Benidorm y Cullera. Con grandes picos de tránsito que ocasionaban problemas de transporte y accidentes, pero que a pesar de todo se mantuvo durante décadas en la mayor parte de sus tramos con una ridícula vía convencional cuyos atascos han sido protagonistas hasta de anuncios de televisión. Todo un clásico de la época. Por no hablar del AVE —otra burbuja— que desde que el PSOE inauguró la primera línea a Sevilla en 1992 —con la «excusa» de la Exposición Universal— ciudades como Toledo o Lleida —que no lo han aprovechado— han tenido antes que Valencia el tren de alta velocidad, que no llegó a la ciudad del Turia hasta el 2010.

En definitiva, el ninguneo político al que se sometía la Comunidad Valenciana y la continua supeditación a los intereses del catalanismo fueron poco a poco alumbrando la llegada de la derecha al poder. Porque si para algo ha de servir la democracia es para cambiar al gobierno cuando no gusta. Dicen que la derecha española, rancia y caduca, es la causa del surgir de muchos nacionalistas en Cataluña. Pero en Valencia lo que ocurre es que el nacionalismo catalanista es la causa del aumento de votantes del Partido Popular. Este creciente descontento de la sociedad valenciana con la izquierda fue entonces aprovechado por alguien que se hizo famoso años después por ser un experto creador de burbujas: José María Aznar.

Inflando la burbuja

El antiguo presidente del gobierno español era y es muchas cosas, la mayoría de ellas poco bonitas. Pero algo que no era es tonto. Debió de darse cuenta de la oportunidad que se le presentaba —electoral y políticamente hablando—: una comunidad con la tercera capital de España, con un 10% de su PIB y su población en menos de un 5% de su territorio, y con un puerto cuya actividad económica es uno de los mayores de España y el primero en el Mediterráneo. Una comunidad ignorada por los gobiernos socialistas anteriores y que estaba en el punto de mira de un nacionalismo antagónico e irreconciliable con la derecha española. Visto fríamente, todo apuntaba a que tenía que ocurrir lo que ocurrió: Aznar comenzó una estrategia consistente en asimilar a la Comunidad Valenciana como un «ejemplo» para España. Un modelo a imitar, para así de esta manera ganarse el favor de una sociedad que estaba harta de ninguneo y desprecios, y que no acababa de asimilarse al nacionalismo catalanista —a pesar de todo el empeño que este ponía—. Dentro de las políticas tomadas en aquel entonces destaca el acabado de la autovía A-3. Aznar zanjó a los pocos meses de estar en el gobierno un problema de décadas de reivindicaciones, ante las patéticas pataletas de la oposición que insistía a pesar de no tener ni un único argumento sólido.

Fue la época de Zaplana como presidente de la Generalitat —Valenciana—, la de Terra Mítica y de programas de televisión como Tómbola, que fue exportado a Madrid. El Partido Popular absorbió a la tradicional Unión Valenciana, haciendo desaparecer de la escena política a la derecha moderada propia valenciana. El PSOE se iba hundiendo y veía como su proyecto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias lo acababa un gobierno de otro partido político. Rita Barberá comenzó su largo periplo como alcaldesa de la ciudad de Valencia. Le dio un vuelco a la imagen de la ciudad, además de recuperar el entorno natural de la playa de El Saler, embrutecido en la época del franquismo con un horrible paseo de hormigón que los socialistas ni tocaron, a pesar de que destrozaba el paisaje y también, el funcionamiento de las corrientes de aire y el proceso de formación dunar. Las ganas de agradar lograron cambios positivos en un principio, algo que se nota en la mejora de la Comunidad Valenciana como destino turístico. Pero los años acumulados en el poder y las excesivas ambiciones de personajes como Francisco Camps, fueron convirtiendo a esta comunidad en algo que nunca fue. El dinero que llama a la corrupción junto a la falta de controles del poder en el sistema político han hipotecado a la sociedad valenciana. Una sociedad que ya no sabe convivir y que bajo la batuta de su anterior alcaldesa, ha convertido Las Fallas —siguiendo con el ejemplo— en una deleznable oportunidad para el abuso, la falta de educación y los problemas de convivencia.

Pinchando las burbujas

Toda colectivo social que disfruta de un gran éxito suele ser objeto de deseo. En los años de mayor éxito y creación de la burbuja valenciana —con la Copa América y la creación del circuito de Fórmula 1— surgió dentro del Partido Popular valenciano un principio de emancipación del poder central que en otro contexto podría haber sido positivo, pero que en este caso se convirtió en un espectáculo lamentable de avaricia y deseo de protagonismo. No obstante, Francisco Camps no era realmente peor que otros políticos. Podría decirse que era el Aznar valenciano: un político trepa con muchos más recursos que sus oponentes. Más incluso que el propio Mariano Rajoy —aunque para lo cuál no hace falta mucho—. Una vez llegado a la máxima autoridad autonómica y sin apenas competidores, sus ambiciones apuntaban claramente a la presidencia del Partido Popular y a la candidatura como presidente del gobierno de España. Desde la calle Génova, habían dejado hacer y deshacer en la Comunidad Valenciana mientras continuaran ganando elecciones, pero Camps comenzó a ser un problema para la oligarquía del partido, que no quería competidores. Camps apartó a los Zaplanistas, favorables con el poder central del partido, pero desamparados tras la marcha de su «mentor» Eduardo Zaplana, al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales con Aznar de presidente. Luego vino lo que vino, y Zapatero alcanzó la presidencia de España y con él, el pinchazo de la burbuja económica. Debido a lo cual, muchas bocas que hasta ese momento habían estado tapadas y muchos pactos realizados entre partidos antagónicos para no denunciarse mutuamente y poder disfrutar de los privilegios del poder, comenzaron a ser insostenibles. Tras la debacle económica se desencadenó el pinchazo de la burbuja que dependía directamente de ella: la burbuja política.

Pocos años antes de que fuera imposible para el interés de la clase política seguir tapando que estábamos en crisis, varios sucesos ocurridos en Cataluña y Comunidad Valenciana eran un aviso de que todo comenzaba a desmoronarse: el hundimiento del barrio del Carmel, el hundimiento del túnel del AVE en Bellvitgeapagones que afectaron a más de 110.000 usuarios y el destape del caso de las comisiones del 3% que afectaban a toda la clase política catalana. En la Comunidad Valenciana el trágico accidente del Metro eclipsa tristemente lo relacionado con el crack del sistema financiero valenciano y el fracaso del circuito de Fórmula 1, una ruina a causa de la irresponsable gestión del entonces presidente Francisco CampsMariano Rajoy que ya tenía a punto su victoria en las elecciones con un Zapatero acabado, le puso la puntilla quitándose «molestias» de encima, una maniobra de la derecha central que, paradójicamente alegraba tanto a unos como a otros, sobre todo a los nuevos partidos de la izquierda valenciana que venían a hacer lo que el PSOE no lograba. Y así, de esta manera, la Comunidad Valenciana ha pasado por ser ninguneada, para luego ser usada como modelo ejemplar, para finalmente ser señalada como un vertedero, usada como cabeza de turco de experimentos en televisiones autonómicas, u objeto de comentarios improcedentes por parte de un fracasado «Gran» Wyoming, que ha encontrado en la más burda y sucia agitación política su verdadero lugar. Tras años de bloqueo debido a un sistema de participación política que penaliza la entrada de nuevas opciones políticas, finalmente, paso a paso, se han ido abriendo camino las alternativas.

En la actualidad

«Este es un pueblo honrado.
La corrupción no está ligada a los valencianos, está ligada al PP»

Monica Oltra
En las palabras de la dirigente de Compromís se pueden encontrar varias claves del «juego político» en España. La izquierda española ha vinculado la corrupción a la Comunidad Valenciana por interés político: por ser gobernada por el Partido Popular y por tratar a los valencianos como un pueblo que no merece ser tenido en cuenta por tolerar la corrupción, legitimando así su posible «catalanización». Por otro lado, la nueva izquierda valenciana no puede basarse en ese mensaje ya que necesita los votos de esa misma sociedad, por lo que enfoca todo el problema desde un punto de vista puramente partidista, atribuyendo la causa de la corrupción exclusivamente al partido en el gobierno. Otro factor importante en su éxito ha sido el alejamiento de posturas extremas y nacionalistas —en el contexto valenciano— que se han materializado en la alianza con Podemos, a pesar de los serios problemas internos que ha supuesto para la coalición valenciana. El sistema político que legitima de igual manera a ambos, tanto a Compromís como al Partido Popular, queda —equivocadamente— excluido de la ecuación.

La Comunidad Valenciana no es ni más ni menos corrupta que otras, ni en términos relativos ni en términos absolutos. Sí que es sin embargo debido a su situación estratégica, la más mediatizada y usada como chivo expiatorio por los medios de comunicación, al hacer uso político de los numerosos escándalos —eso sí— que se han dado, destapados siguiendo un escrupuloso calendario. De esta manera, además de obtener un beneficio político al dinamitar al partido gobernante de una comunidad el cual ni tan siquiera su propia dirección central puede —ni quiere— defender, se enmascaran el resto de casos de corrupción que en estos momentos se dan a lo largo y ancho de la geografía del país, desde los municipios hasta la mismísima Corona de España. La Comunidad Valenciana, vapuleada y ninguneada por la izquierda y por la derecha, se encuentra sin líderes claros, sin representación política y a expensas de un sistema poco democrático que no favorece a las sociedades activas. Una comunidad que en el punto de mira de un país corrupto es, el eslabón más débil.

Foto: Las Provincias

lunes, 29 de febrero de 2016

Multi-difusión del blog

lunes, 29 de febrero de 2016

¿Tiene cada red social como Facebook, Twitter o G+, un publico diferente? ¿Es Twitter de izquierdas? El cualquier caso, es razonable pensar que cada red social fomenta —por los motivos que sean— una manera de comunicarse y puede que también —en función de estos hábitos— unas inquietudes culturales —políticas, científicas, etc.— distintas. Por tanto en cada ámbito predomina una forma de participar diferente, en consonancia con cada uno de ellos: los contenidos, el enfoque, los títulos, etc. Incluso también, sus propias horas para publicar y con una frecuencia específica. En definitiva, lo ideal sería centrar tus esfuerzos en un medio de difusión y poner en él todo tu empeño.

Pero...

¿Qué pasa si el medio donde acostumbras a publicar tu actividad pierde popularidad y dejas de tener público —que es al fin y a cabo la motivación principal de todo aquel que inicia un proyecto de este tipo—? ¿te rindes y lo dejas? ¿cambias de medio? ¿a cuál? Llega un momento en que ves como la actualidad ha superado tus expectativas. La audiencia se mueve de un lado para otro y has de adaptarte. Si la motivación es dedicarte a algo que requiera manejar tu presencia en Internet —porque al fin y al cabo, no hay que olvidar que todo trata de «la red de redes», ese espacio supuestamente libre e igual para todos—, bien profesionalmente con un negocio o a sacar rendimiento al tiempo que dedicas a la escritura de artículos, ilustraciones o el ámbito cultural de tu inquietud, entonces no queda más remedio que hacer algo.

En este blog tenemos poco tiempo —o nos gusta aprovecharlo en otras cosas— y no podemos estar, una por una, atendiendo los detalles de cada comunidad en la que deseamos participar con nuestros artículos —bien de nuestra autoría o compartidos—. Así que para algunos de nosotros, blogeros clásicos, no tenemos más remedio que usar otras herramientas que han ido surgiendo que permiten automatizar todos estos procesos. Así que una vez convencidos de que según los expertos hay que gestionar cada red social de forma completamente diferenciada y una vez convencido el lector de que es lo mejor, a continuación nos olvidaremos de todo ello y se tratará lo que se puede hacer si a pesar de todo, por las circunstancias que sean no puedes llevar con total pulcritud a término la ortodoxia de un community manager o de un experto en marketing digital en redes sociales.

Un poco de historia

A finales del siglo pasado algunos entusiastas de la tecnología tenían una página web, como experimento. Los entornos corporativos no comenzaron de veras a sumarse al nuevo entorno hasta que surgió no se sabe donde, la burbuja de las punto.com. Hace una década aproximadamente los blogs —BloggerWordpres, etc— experimentaron un auge inusitado al contar con entornos pre-diseñados y organizados por fechas. Con sus canales RSS y suscripciones de correo. Surgieron «directorios de blogs» por doquier: temáticos, corporativos, personales, colectivos, etc. Hace algo menos las redes sociales han comenzado a acaparar la atención de una mayoría del público, y es cuando comenzaron a surgir sistemas para compartir los artículos del blog mediante un botón o 'widget'. Hay multitud de redes sociales como TuentiInstagramPinterest, y plataformas de blogs con estructura y funcionalidades —y estética— de red social como TumblrMedium Kinja. Ahora, casi nadie se acuerda de los blogs de siempre.

Las opciones

Facebook y Twitter se pueden interconectar de manera que lo que publicas en un lado se replica en el otro. La red social profesional Linkedin permite conectarse con Twitter —imagino que Facebook la ven «para otras cosas»—. Los canales RSS eran usados por herramientas de terceros para funcionar e interconectar diversos entornos sociales. Hootsuite permite gestionar diversas redes, aunque para obtener pleno rendimiento es necesario pagar por el servicio. Pero no hace mucho surgió la que es «la madre» de todas la herramientas de automatización: IFTTT. Con ella se pueden automatizar diversos tipos de tareas. En esta ocasión se va a mostrar una las muchas posibilidades tanto en el objetivo como en la manera de llevarlo a cabo: servir de multidifusión a un sistema de curación de contenidos

    Curación de contenidos

    La «curación de contenidos» es a grandes rasgos la intención descrita en el punto dos anterior. Una selección de artículos, documentales, comentarios, etc, de temática relacionada con el blog y de relevancia destacada. Esta relativamente nueva especialidad ha surgido precisamente, debido a la creciente cantidad de información y de medios a través de los cuales se difunde, representando un trabajo y dificultada añadida para el usuario, al tener que buscar, comparar y seleccionar de entre gran cantidad de ruido, la información relevante. Esta —la relevancia— siempre va a ser distinta según el usuario —es un parámetro bastante subjetivo—, por este motivo no se pretende sustituir su criterio, simplemente facilitarle la tarea.

    El resultado

    La propuesta siguiente no pretende ser un modelo, ni nada que se le parezca. Simplemente es la opción que se ha tomado para este caso, en función de las circunstancias y necesidades particulares del que escribe estas líneas. No obstante, espero que pueda proporcionar una orientación para que los lectores confeccionen sus propias soluciones:


    ¿Un poco de lío?

    Resumen

    Gráfico dividido en tres partes: fuentes, canales y destinos

    Fuentes

    1. Este blog que están leyendo
    2. Lo compartido en la página de Facebook, que suele consistir en, además de los propios artículos del blog, en otras noticias de relevancia encontradas en la red a través de los canales y fuentes a las que se está suscrito.

    Canales

    1. IFTTT
    2. Sindicación RSS en Feedburner
    3. Conexión con G+ desde Blogger
    4. Conexión con G+ desde Wordpress
    5. Suscripción por correo electrónico
    6. Entradas compartidas de forma manual

    Destinos

    Este blog y lo compartido puede ser visto en:
    1. Facebook
    2. Twitter
    3. Wordpress
    4. Google+ 
    5. RSS (solo el blog)
    6. Suscripción por correo electrónico (solo el blog)
    Y puede accederse a través de la opción  «conectar por» del menú horizontal bajo justo la cabecera

    Herramientas y enlaces

    viernes, 12 de febrero de 2016

    Las cinco características de un equipo ideal según Google

    viernes, 12 de febrero de 2016
    Google ha investigado extensamente sobre cuales han de ser las habilidades y qué personalidad ha de tener un buen gerente en su empresa. Pero por lo visto, llegó un momento en el que se dieron cuenta de para lograr buenos resultados, el resto de la fuerza laboral con la que habían de coordinarse eran tanto o más importantes.

    En 2013, el gigante de Internet decidió averiguar la magnitud de este problema. Concluyó que de los 37000 miembros, sólo 6000 de ellos eran gerentes o directores ¿Eran los otros 31000 miembros del personal tan efectivos como pensaban que eran los líderes que habían puesto a su mando?

    Para salir de dudas pusieron durante dos años a un grupo de investigadores en la compañía analizando más de 180 equipos y entrevistándose con cientos de empleados. Su misión consistió en encontrar la «receta» del «equipo ideal» o dream team: «Estábamos decididos en encontrar la mezcla perfecta entre personalidad y habilidades necesarias para un equipo galáctico —un becado en Rhodes, dos extrovertidos, un ingeniero que lo pete en AngularJS, y un doctorado», como explican en su blog, re:Work.

    Sus resultados no podían haber llegado más lejos de lo que esperaban inicialmente. Resulta que el secreto para lograr un equipo de alto rendimiento reside no tanto en los individuos que lo componen como en la dinámica general del grupo: «Quienes son los miembros del equipo importa menos que cómo interactúan entre ellos, estructuran su trabajo y visualizan sus contribuciones». La investigación realizada por Google encontró que los equipos de alto rendimiento siempre presentan estas cinco características:

    Las cinco características que Google ha encontrado que definen a un equipo ideal
    Fuente: elaboración propia con Piktochart. Datos: ver fuente del artículo

    Según su investigación, la parte más importante —por encima incluso del cumplimiento de plazos y el estricto seguimiento de directrices— de la dinámica de grupo es la seguridad psicológica o la habilidad para tomar riesgos sin temor de lo que piensen los compañeros del equipo en caso de que no todo salga perfecto u ocurra algo inesperado. Algo que puede ocurrir en cualquier momento, pero sobre todo, cuando se están probando nuevos caminos y en general, en todo proceso de innovación.

    En definitiva, lo que marca la diferencia con organizaciones rancias y ancladas en viejos y obsoletos paradigmas condenadas a la ruina humana y a la monótona rutina, es el trato entre sus miembros. En esos viejos paradigmas lo que predomina es lo contrario de lo que Google recomienda: miedo a proponer cosas nuevas y mucho menos a ponerlas en práctica, debido a la cultura de desprestigio y burla de todo aquel que intenta dar un paso más. Todo fomentado desde las direcciones de las organizaciones, que prefieren la sumisión a la creatividad.


    Fuente: World Economic Forum

    domingo, 17 de enero de 2016

    Safe Harbor y el email marketing

    domingo, 17 de enero de 2016

    Este enero se cumple el plazo de la decisión de la Unión Europea por la que se anula el acuerdo de transferencia de datos con EEUU vigente desde 1998. Este acuerdo —«Safe Harbour» (Puerto Seguro)— consistía en que este país era considerado seguro por la vieja Europa, pero tras todo lo revelado por el conocido Edward Snowden, ha dejado de serlo. Todo empezó en Irlanda, donde el ciudadano austriaco Max Schrems denunció que el uso de los datos personales de usuarios de la Unión Europea en los EEUU ponía en riesgo la privacidad de los mismos.

    Debido a esta medida, los datos de los usuarios europeos que manejan estas empresas para ofrecer sus servicios no pueden ser transferidos a servidores en su país de origen. Por parte de estas empresas, implica que han debido adaptar sus sistemas a la nueva situación. Por parte de los usuarios y empresas europeas que hacen uso de sus servicios implica asegurarse que los datos de los clientes cumplen con el Safe Harbor, que como se ha explicado no se cumple para estas empresas salvo que sea acreditado.

    En estos momentos un gran número de empresas del país norteamericano están en manos de los estados europeos. Google, Apple y Microsoft ya han sufrido en alguna ocasión las decisiones de los tribunales de justicia del viejo continente, y ahora les toca el turno —además de las mencionadas— a aproximadamente otras 4500 empresas norteamericanas que operan en Europa debido a la decisión tomada el año pasado por el Tribunal de Justicia de este continente. Entre estas empresas se encuentra el conocido servicio de marketing por correo electrónico MailChimp.

    El gobierno de los EEUU está dando asistencia a las empresas de su país para que puedan continuar ofreciendo sus servicios en nuestro continente. No obstante, tal vez sea un buen momento para considerar otras opciones. Recientemente he recibido por correo información sobre el servicio de marketing por correo Mailrelay —del que ya se habló en otra ocasión—. En su comunicado proporcionan información importante sobre cómo eludir todos estos inconvenientes sin más que usar su servicios, ya que sus servidores cumplen 100% el requerimiento del Safe Harbor al operar todos en la Unión Europea. La oferta anuncia las siguientes ventajas:
    1. 6 meses gratis al pasar de Mailchimp a Mailrelay: aunque el servicio gratuito cumple las expectativas de la mayoría, ofrecen 6 meses gratis para ofrecer cobertura completa al pasar de un servicio a otro.
    2. Evitar problemas legales: para evitar que algún problema legal relacionado con el cumplimiento del Safe Harbour afecte al servicio de email marketing de tu proyecto, Mailrelai ofrece una guía paso por paso para efectuar la migración desde Mailchimp.
    3. Nueva interfaz: simple, moderna, fácil de usar y cumple con lo necesario desde el primer momento.
    4. En general, la empresa se puede calificar como el mejor servicio de email marketing en España por su adaptabilidad y constante evolución, además del resto de características que ofrece como listas, autorespondedores, formularios de inscripción, idioma, soporte técnico, etc.
    Es una buena opción a tener en cuenta. Para más información puedes consultar sus manuales y el siguiente vídeo:



    lunes, 16 de noviembre de 2015

    La burbuja independista

    lunes, 16 de noviembre de 2015

    El sistema político que tenemos en España tiene defectos. Intenta ser democrático pero se queda a medias. El debate sobre su reforma lleva ya algunos años con nosotros, y entre las críticas que se hacen al mismo es que en él, los políticos se preocupan más en inventarse formas para continuar en el poder y lograr captar la atención de sus votantes, que en aportar verdaderas soluciones. No lo digo sólo yo, sino que es también la conclusión que queda tras leer el análisis de César Molinas sobre la clase política española.

    El verdadero 'hecho diferencial' entre unas comunidades y otras, son los diferentes 'inventos' a los que han de hacer uso. Es una cuestión de la propia naturaleza humana. Los políticos de Barcelona no creo que sean muy distintos de los de cualquier otro sitio, de la misma manera que agencias de escorts y negocios similares los hay en todas partes. En cuanto se toca poder, hacen lo que tienen que hacer y dicen lo que tienen que decir para mantener su posición y privilegios. Con la particularidad añadida en el caso de Cataluña de que lo logran gracias a explotar el mismo sistema que critican y manifiestan repudiar.

    Las burbujas

    La burbuja inmobiliaria que ya conocemos fue consecuencia de inventarse una economía basada en unos recursos inexistentes. Una solución de corto plazo en base a inflar una solución para que parezca más de lo que es. Otras burbujas tal vez menos evidentes como la universitaria —en la que se han matriculado miles y miles de estudiantes que ahora están en el paro, fuera de España o subempleados— son claros ejemplos. 

    El caso catalán

    El caso 'singular' de Cataluña consiste en hacer uso de una corriente nacionalista muy extendida entre la población para realizar una propuesta determinada, sin atender a su verdadera viabilidad y consecuencias futuras. No se trata de analizar las causas del fenómeno del nacionalismo, es en cualquier caso, una realidad frente a la cual se puede actuar de muchas maneras. En el caso de los políticos catalanes ha sido hacer uso de ella para mantenerse durante décadas en el poder, siguiendo pautas similares a las del resto de España en las décadas recientes. El independentismo es otra burbuja política con toda probabilidad, por varios motivos:
    1. Tiene un respaldo amplio respecto a otras opciones.
    2. No se han analizado objetivamente sus pros y sus contras.
    3. Los que proponen las medidas logran sus objetivos políticos y obtienen un beneficio personal, a costa de la mayoría.
    4. Hay siempre alguien a quien culpar, a pesar de no ser los responsables. 

    Comparaciones

    Si se compara este caso con el más generalizado de la burbuja inmobiliaria parece que se ve con más claridad. En aquel entonces mucha gente advertía que mantener una economía basada en el ladrillo y las hipotecas basura era un suicidio. A pesar de ello, una gran mayoría cayó en el error ante la promesa de una vida de lujo y les siguió el juego, con las consecuencias conocidas. Era más fácil proponer esto que construir una economía sólida, con todo lo que ello conlleva en cuanto a igualdad de oportunidades, igualdad fiscal, seguridad legal y favorecer las iniciativas de emprendimiento. De forma similar, en lugar de buscar un punto de encuentro para mejorar la convivencia, este sentir numeroso de la población de Cataluña ha sido aprovechado por la clase política catalana para su propio oportunismo político, a costa de ignorar otros problemas ―punto 1―. Los políticos catalanes critican un sistema que califican de injusto, y no les falta razón. Pero en lugar de proponer soluciones como están haciendo otros partidos, proponen el abandono basándose en motivaciones emotivas y viscerales ―punto 2―, acentuado las diferencias.

    Pero, ¿qué se gana con defender una postura inviable o cuya realización tiene numerosas dificultades, además de un resultado como poco, incierto y problemático? Obviamente, lo primero es que se logra el apoyo de una mayoría para alcanzar o mantenerse entre la clase dirigente —punto 3—. Puede parecer una locura, el caso es que tarde o temprano alguien acaba haciéndolo —mucha gente recordará la famosa entonces frase del periodo de José María Aznar, «España va bien»—. Ahora bien ¿qué pasa con las consecuencias, cuando todo se demuestre en su verdadera naturaleza? En el caso de la burbuja inmobiliaria lo estamos viendo: salvo algún cabeza de turco de dirigentes que comenzaban a ser un estorbo, la mayoría de los que protagonizaron aquel desaguisado quedan a cenar sin más preocupaciones. Los culpables y los que sufren ahora aquellas consecuencias son los ciudadanos que les apoyaron, que «vivieron por encima de sus posibilidades». En el caso catalán, y recuerden esto, la culpable de las consecuencias de todo lo que ocurra a partir de ahora tiene un claro protagonista para ellos: la malvada Espanya. En cuanto a quién pague las consecuencias, ¿qué creen ustedes?

    La última similitud

    Queda un último y definitivo punto que completa esta comparativa entre la burbuja inmobiliaria y el caso del independentismo catalán, que todavía no ha ocurrido. Si se trata de una burbuja política de consecuencias poco predecibles y muy probablemente complicadas, queda por ver, en efecto, cuando va a estallar.