jueves, 6 de febrero de 2014

Érase una vez, un computador

jueves, 6 de febrero de 2014
El ordenador nació para resolver problemas que antes no existían
—Bill Gates


Sala de computadores y almacenamiento en cinta magnética de los años 70
Foto: El Cedazo
En sus inicios, los computadores eran enormes armatostes que ocupaban salas enteras. Los ingenieros y matemáticos que diseñaban estos dispositivos lo hacían con la principal finalidad de convertirlos en herramientas universales. Unos dispositivos que dado su coste y tamaño, eran utilizados por las instituciones públicas, científicas o militares, que podían permitírselo.

Lo que para unos era un fin en sí mismo —los desarrolladores—, para otros —gestores públicos, militares, científicos de otras áreas distintas de la informática— era un medio para lograr otros objetivos —desde cálculo de órbitas estratosféricas a trayectorias balísticas, pasando por censos estadísticos—.

La mejora tecnológica y la consiguiente disminución de tamaño y abaratamiento de los componentes, propiciaron la existencia de ordenadores más apropiados para un negocio o domicilio. De esta forma, surgió el concepto de «computador personal». IBM acuñó el concepto de «PC» o Personal Computer, desarrollado en respuesta al Apple II de APPLE —Otros fabricantes importantes fueron WANG o SUN—.

En esta época el mercado informático se destinaba a profesionales o empresas . Aún no existía el concepto de «informática doméstica». Por tanto, las técnicas de marketing empleadas estaban orientadas a ese tipo de usuario, que valoraba la inversión que realizaba —dinero, tiempo o esfuerzo— en función del resultado práctico que alcanzaba. Por tanto, la estética y funcionalidad de los programas —software— que se incluían en los computadores, no cumplían con más funciones preestablecidas que las propias de su gestión informática, ni se limitaba en manera alguna que el usuario pudiera configurar su sistema arreglo a sus prioridades.

Tan sólo en su parte física —el hardware— era donde se les dotaba de elementos diseñados específicamente acorde a la función principal para la que iban destinados. De ahí que los primeros computadores personales tuvieran un diseño y estética de «herramienta de oficina», la cual perduró en el tiempo aún fuera de dicho ámbito.

IMB PC del año catapúm
Foto: UPM
Hasta este momento, la importancia del computador continuaba residiendo en su concepción como «herramienta de propósito general»—. Los ingenieros los creaban con la idea de que el usuario con preparación pudiera darles la utilidad final que se ajustara a sus necesidades. Esto exigía que tuviera claro cuáles eran éstas y qué debía hacer para solucionarlas. No  hacía falta que fuera ingeniero informático o tuviera que saber diseñar un computador, pero como cualquier otra herramienta, era necesario un mínimo aprendizaje para poder usarla y mantenerla —incluso una máquina de escribir tradicional a pesar de su limitada función, requería de cierto adiestramiento y cuidados—.

Las tareas burocráticas y de contabilidad fueron las funciones principales para las que las empresas destinaban su inversión en nuevas tecnologías, con IBM (International Business Machines, o Internacional de Máquinas de Oficina) como el rey indiscutible en la fabricación y venta de computadoras de oficina. 

Mientras, el mercado doméstico era un campo sin explorar. Algunas marcas modestas —Sinclair, Commodore, Atari, Amstrad, entre otras— lanzaron equipos con un hardware sencillo —sin monitor incluido, con el teclado de goma o embebido en un mismo bloque junto a la CPU y sin medios de almacenamiento externo— que se popularizaron rápidamente en los hogares.

Commodore 64
Foto: Wikipedia
Estos equipos —si bien no eran más que juguetes— heredaban el mismo concepto de sus antecesores: su sistema operativo apenas ofrecía más que un entorno de programación en donde el usuario debía esforzarse aprendiendo a programar, llegando a leer incluso ¡libros en papel! para aprender, pasando tardes enteras tecleando un programa en memoria y disfrutar tras horas de trabajo. Eran desde luego, otros tiempos.

Obviamente, el futuro de la informática doméstica no podía pasar por aquí ¿verdad?. Aunque estos equipos mejoraron y surgieron publicaciones y comunidades de usuarios que compartían programas, la multiplicidad de sistemas y su incompatibilidad complicaba las cosas. Hacía falta algo más.

El PC clónico.

Debido a algunos errores de diseño, Apple perdió la carrera por el mercado corporativo en favor de IBM, la cual comercializó un computador de bajo coste a los que se les dotó del sistema operativo —en realidad, poco más de un mero gestor de disco— PC-DOS de Microsoft. Debido a su buen resultado en términos prácticos, otros fabricantes quisieron hacerle la competencia logrando mediante ingeniería inversa «clonar» la BIOS de un equipo de IBM. De esta forma podía comercializarse PC's bajo marcas distintas de IBM.

PC Clónico «del montón»
Foto: revista PC Actual
Gracias a que Microsoft —no se sabe si en un alarde de ingenio estratégico de Bill Gates o por pura chiripa— tenía la concesión de poder comercializar su sistema de disco —MS-DOS— prescindiendo de IBM, miles y miles de clones de su PC, con el alma de Microsoft, cubrieron la superficie del planeta.

martes, 7 de enero de 2014

El éxito del 15M

martes, 7 de enero de 2014
Imagen: El Roto
¿Que ha sido del 15M? ¿qué ha sido de aquellas movilizaciones desde el 2011? ¿qué se ha logrado? Hay quien haciendo gala del clásico derrotismo español —que sólo ve la parte mala— piensa que no se ha conseguido nada. O la estrechez de miras característica, esa falta de capacidad para ver el cuadro general que se nos presenta ante nuestras narices —fijándose sin embargo con detalle y regocijo en los inevitables defectos de los demás—.

Existen algunos vicios que pesan como losas en la sociedad española. Algunos eran parte de aquello contra lo que el Movimiento 15M se oponía. Uno de ellos —puede que el principal— es confundir partidismo con política. Pensar que la política sólo es posible a través de un partido. Esta forma limitada y sectaria de pensar provoca que muchos vean al 15M como la tapadera de un partido. Otros por el contrario, se lamentan de que no se haya convertido en uno.

Antes de las elecciones se veía al movimiento como una manera de alterar las elecciones —unos a favor y otros en contra, lógicamente—. Tras su resultado y la falta de actividad en las calles, los bandos más sectarios y más estrechos de miras, piensan que se ha fracasado.

Esa forma cortoplacista de pensar, de buscar únicamente el beneficio inmediato, es la que nos ha sumido en la crisis político-económica actual. Es inútil explicar a estas personas que la utilidad del 15M es precisamente como forma de superar esas limitadas formas de hacer y de medir las cosas. Explicar que el 15M no tiene objetivos partidistas o electoralistas, que lo que se desea es cambiar el sistema. Y se desea hacerlo convenciendo, no por la fuerza. Para ello se necesita darse a conocer, salir a la calle y realizar protestas que tengan como objetivo llamar la atención, no lograr cambios significativos de la noche a la mañana. Se desea transmitir una idea, para ello es necesario que los medios fijen sus objetivos en los lugares adecuados —acampando en las plazas o rodeando el congreso— de forma que no tengan más remedio que hacerlo para no quedar en evidencia —aún así el silencio en algunos casos resulta clamoroso—.

Que nos resulte tan difícil definir a un movimiento ciudadano, transversal, horizontal y descentralizado, dice mucho de nuestras carencias. Y estas se observan con el uso que se les da a las etiquetas. Con la de «los indignados», hace parecer a todo aquel que desee participar junto al resto de ciudadanos —ser partícipe del mismo malestar deseando aportar su grano de arena para intentar cambiar las cosas— como un único grupo susceptible de ser acusado del mismo interés partidista y electoralista que el resto.

Ocurre que la principal virtud de un movimiento ciudadano es también su principal debilidad. Si se abre necesariamente la participación no se puede tener objetivos demasiado concretos ni se puede controlar a todo el mundo. Puede ocurrir que cualquier otro grupo se atribuya la organización, o que grupos organizados y controlados políticamente por estructuras externas al movimiento, se infiltren bajo las mismas siglas e intenten apropiarse del movimiento para utilizarlo o desvirtuarlo.

Se hace necesario saber distinguir entre el movimiento ciudadano puro, de aquellos que pretenden personalizarlo para aprovecharse de el. De esta forma, organizaciones de izquierda han contaminado la idea en un intento político —electoralista — de influir en las elecciones, abonando el terreno para que grupos conservadores que sólo ven la parte que les interesa, encuentren justificada la critica al conjunto —confundiendo la parte por el todo—. Es necesario también objetividad para evaluar los intentos de realizar propuestas para solucionar los problemas comunes, sean todas de nuestro agrado o no. De esta manera se podrá ver cual es el auténtico éxito del llamado 15M.

Realmente, esta no es más que otra etiqueta que representa la materialización de la cada vez mayor brecha entre la sociedad y la clase política, que comenzó años antes de aquella mítica manifestación del 15 de marzo de 2011.

Una vez esa brecha se evidenció en la calle, una vez los ciudadanos se vieron unos a otros y se dieron cuenta que no estaban solos, todo cambió en España. Antes de aquello, decir que no había democracia ocasionaba que te tratasen como a un marciano. Ahora, los que critican el sistema son héroes, que todos quieren imitar.

De la media docena de agrupaciones que surgieron como consecuencia del malestar generalizado de la sociedad española, ahora, unos años después, hay más de sesenta organizaciones cuya esencia bebe de los mismos principios que movían al 15M. Es la materialización de un descontento de los ciudadanos con la clase política que alcanza sus mayores cotas de los últimos años.

Movimientos independientes, cada uno con sus propias directrices aunque todos basados en la misma idea general. El 15M no los dirige, ni falta que hace. Es el surgir por fin en España del necesario concepto de ciudadanía responsable, principal protagonista de un sistema democrático: la sociedad civil.

sábado, 4 de enero de 2014

Los reyes buenos

sábado, 4 de enero de 2014
Un falso Baltasar lanzando regalos (Cagalgata de Triana)
Reyes Magos lanzando regalos. (Fuente)
¿Es completamente inocua la conocida tradición de los Reyes Magos? Pocos se preguntan sobre su efecto y por qué en otros países hay otras tradiciones. Para empezar, parece ser que originalmente no eran reyes, sino simplemente «magos». Sin entrar en excesivos detalles sobre la historia de esta tradición, parece significativo que en algún momento de ella se convirtieran en reyes.

Las monarquías cumplieron un papel fundamental en la Europa desparramada tras la caída del Imperio Romano. La desaparición del orden existente a consecuencia de la ausencia del estado romano antiguo, requería ser sustituida por otro orden político que emulara al cómo fue de magnífico el anterior ya perdido. Los reyes que surgieron no eran reyes como los que conocemos ahora, ni reyes como los de las tribus primitivas. Eran unos que llegaban a su puesto si lograban imponerse al resto militarmente sobre el campo de batalla, con soldados sufragados muchas veces por ellos mismos. Eran reyes bienvenidos —generalmente— por el pueblo, por cuanto mantenían el orden perdido —aunque los frieran luego a impuestos—. Y no llegaban a sus puestos ni por descendencia ni por enchufe. Al menos, no los primeros de ellos, claro.

Puede que por esta imagen positiva de aquella época, se les llegara a asociar con los apacibles señores ancianos —vestidos anacrónicamente con ropajes medievales— que conocemos, que llevan regalos a un niño recién nacido.

Todo esto está muy bien, sin embargo, a la tradición original se les han añadido otras costumbres que resultan preocupantes. En algunos países —hispanohablantes mayormente— existe la tradición de la «cabalgata», en la que dichos «reyes» desfilan junto a sus pajes por las calles de la ciudad, repartiendo regalos desde sus lujosas carrozas.

Los regalos no son otra cosa que poco más que chucherías y juguetes de «todo a cien», pero no es lo que dan, sino el acto simbólico de hacerlo. El acto es en si mismo un «espectáculo» de subordinación y de fomento de la disputa por lograr el beneficio fácil e inmediato, concedido por unas dudosas autoridades. El fomento de esperar a verlas caer, sin hacer nada más. Me preocupa enormemente como enseñanza por cuanto está dirigido precisamente a los más pequeños.

Si a esto se le añade las actitudes de ciertas personas —no menores de edad precisamente— resulta patético, pero sobre todo terrible por el lamentable ejemplo que se está dando.

Normalmente, los adultos que participan en estas cabalgatas no tienen necesidades, y están allí únicamente por acompañar a sus hijos o nietos. Si actúan así es por la cultura del caciquismo servil en la que deben haber sido educados, encontrando normal que ciertos individuos, imbuidos de una ambigua y «mágica» autoridad, se rodeen de palmeros que se contentan con la miseria de los restos que les echan, empujándose y golpeándose unos a otros, en lugar de actuar en cooperación para poner las cosas claras al «rey».

Cuando uno lleva viendo estas celebraciones durante años acaba por ignorarlo. Piensa que el problema es de esa gente en concreto, y no del propio acto. Sin embargo, hace un par de años todo esto cambió.

Una mujer de raza negra, seguramente extranjera, bien vestida —no aparentaba necesitar ir pidiendo para subsistir— y sin hijos que la acompañaran, se encontraba en medio de la multitud esperando con anhelo coger algo de lo que lanzaran al suelo desde aquella «carroza».

La impresión y la percepción de lo que estaba ocurriendo fue del tal tipo que me «congelé» de inmediato. Tal vez fuera presa de los prejuicios pero, ¿puede que aquella mujer pensara que aquello no era un juego? ¿que pasó por la cabeza de aquella mujer para unirse a una multitud que se tira al suelo y pelea entre ella, por recoger lo que desde un vehículo les tiraban?.

La duda resultó demasiado para mi. No he vuelto a ver, ni mucho menos, asistir, otra cabalgata de los Reyes Magos.

No son estos los Reyes en los que creía de pequeño.

jueves, 2 de enero de 2014

Necesidad de límites

jueves, 2 de enero de 2014
El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente

Foto: midiario.com
Esta archiconocida cita se ha repetido tantas veces que la saturación provoca que nos pase por un oído y salga por el otro. Forma parte del paisaje. Ruido de fondo. Se piensa que es de esos tópicos o refranes curiosos ante los que uno no hace más que encogerse de hombros. Un juego de palabras inocuo. Puede que haya gente que piense que esta frase es inexacta. Que solo se aplica a ciertas personas. Seguro que algunos creen conocer gente que si estuviera en el poder sabrían «poner las cosas en su sitio»: su partido de toda la vida —ese con el que su abuelo lucho de joven— y toda esa conocida y rancia cantinela.

Otros creen que cualquiera con un pasado humilde es incapaz de abusar de una situación de poder. Luego, cuando alguno de ellos logra llegar a él y está el suficiente tiempo como para hacer abuso, surge la sorpresa: ¡con lo bueno que parecía cuando lo conocimos! ¡lo encantadora que era esta mujer, y cómo se ha vuelto ahora! ¡lo humilde que era su familia y lo prepotente y soberbio que se ha vuelto! Es igual, no pasan de ser comentarios de bar y nadie se acuerda de lo advertidos que estaban. Los hay también, por supuesto, que ansían llegar al poder a cualquier precio para dar rienda suelta a sus desmanes.

Sin embargo, creo que hay una respuesta científica a esta cuestión, aplicable a toda la especie humana. Una explicación antropológica que puede dar respuestas a estas eternas cuestiones que desde la Grecia Clásica se les llama hibris: el ser humano tiene cerca de medio millón de años de antigüedad. Sin embargo, la Historia «sólo» recoge unos tres mil años. En la mayor parte de la existencia de nuestra especie —miles y miles de años— el ser humano vivió en la escasez. Para obtener el sustento diario, debía realizar un gran esfuerzo físico y mental. Un fallo, una falta de eficacia, y ese día no se comía o podía morir alguien.

El inevitable y necesario desarrollo tecnológico mejoró las condiciones de vida, y posibilitó la formación de grandes imperios. Pero todos ellos llevaron de forma invariable a la corrupción, desigualdad y abuso de poder. Es decir, cuando sobre un ser humano recaía el poder suficiente de forma que dejaba de tener necesidades, poseyendo todo cuanto podía desear, su naturaleza se pervertía. Esto se puede extender a las monarquías absolutistas, algunas ordenes religiosas y en general, a las sectas y partidos políticos.
El poder es el último afrodisíaco.
Henry Kissinger (1923)

No es necesario ser todopoderoso para ello. En la medida a una persona se le facilitan en exceso las cosas, se vuelve igualmente débil, dependiente, caprichoso y envidioso. Como les ocurre a los niños malcriados que se les ha mimado en exceso. No es una cuestión de ideologías ni de clases, es simplemente nuestra naturaleza. Y ocurre tanto en el sufragio de la Alemania que eligió a Hitler como gobernante sin control, como en la dictadura proletaria de la comunista Unión Soviética de Stalin.

El problema surge en todo tipo de ámbitos y es causa de adicciones —drogas, alcohol, redes sociales, etc— , obesidad, consumismo, etc. Se puede decir que allá donde no hallan unos límites con la suficiente efectividad, el descontrol y el exceso se apodera tarde o temprano de una cantidad significativa de afectados.

Se puede pensar que es una cuestión de educación. Qué duda cabe que a través del autocontrol es posible moderar estos comportamientos, pero aquí es donde se encuentra la verdadera naturaleza del problema. Nuestro ser carece de mecanismos evolutivos naturales que de forma instintiva, eviten automáticamente comportamientos abusivos sobre nuestro entorno —sobre nosotros mismos o los demás—. Únicamente pueden reducirse mediante el autoaprendizaje consciente, pero nunca se va a poder eliminar la tendencia natural a aprovechar cualquier circunstancia favorable que nos proporcione placer —alimentos, dinero, sexo, más poder, etc—. El también conocido dicho de que la sed de poder es insaciable, no es únicamente un recurso metafórico, es estrictamente cierto. El ser humano no está preparado para no tener adversidades.
Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder.
Abraham Lincoln (1808-1865)

Por tanto, es casi tan necesario como el aire que respiramos, que nos pongamos límites que no dependan de nosotros mismos. Debemos crear un entorno político y social con personas que no nos permitan cualquier cosa, que nos frenen cuando sea necesario y debemos corresponderles de la misma manera. Si esto se aplica para cualquiera, la necesidad de establecer límites se hace todavía más perentoria si se trata de representantes políticos que viven de nuestro trabajo.

Al igual que en otras fases de nuestra evolución, es la mente racional la única que nos puede salvar de nuestra falta de adaptación al entorno totalmente controlado y falto de peligros que —paradójicamente— nos estamos construyendo. Seamos racionales pues.


martes, 22 de octubre de 2013

Información y realidad

martes, 22 de octubre de 2013

Porque para conocer la realidad que nos afecta día a día en nuestras vidas y poder tomar decisiones, es necesario tener información sobre ella. 

Porque para tener información es necesario tener tecnología y canales libres de comunicación, sin filtros, sin censura. 

Porque para tener estos canales es necesario que la sociedad tenga los mecanismos para garantizarlos y acceder a ellos con un mínimo de igualdad. 

Porque para que la sociedad tenga estos mecanismos de control es necesario un sistema político que lo permita.

Por ello, no hay más remedio que interesarse por la política.

sábado, 5 de octubre de 2013

Los pasillos de España

sábado, 5 de octubre de 2013
«Desde hace tiempo ha sido para mí un axioma que las cosas pequeñas son con mucho las más importantes» 

Conan Doyle, Sir Arthur
La fnac cerró sus puertas ese día a la ilusión de muchos ciudadanosEl sábado 28 de septiembre unos ciudadanos formaron cola en la puerta de la fnac de la calle San Vicente (Valencia) para encontrarse con un personaje muy admirado por ellos. Varias generaciones de aficionados han disfrutado de su irónica, en ocasiones gamberra y contestataria, y siempre simpática y divertida obra. Juntos, se reunieron ese día con la inocente ilusión de conocerle y obtener a cambio una simple, pero importante para ellos, firma suya.

Esta persona, a pesar de no haber sido reconocida por las instituciones oficiales con uno de esos premios que se otorgan a los que interesan al «régimen», desbordó las previsiones de los organizadores del evento, ya que las dos horas previstas fueron insuficientes para que todas las personas que acudieron, vieran cumplido su deseo.

domingo, 26 de mayo de 2013

El modelo productivo

domingo, 26 de mayo de 2013

Recortes, impuestos, subvenciones, déficit, parece que la principal discusión sobre economía que mantienen la sociedad y los políticos se reduce a una mera cuestión algebraica de quitar aquí o bajar allá. Obviedades como que para reducir el déficit habrá que aumentar los ingresos del Estado. Y propuestas tan simples como la de aumentar impuestos. El problema es que si al mismo tiempo se bajan sueldos a empleados por cuenta ajena y a funcionarios, el consumo se paraliza, por lo que acabará afectando también a autónomos y empresas. Si estos como consecuencia deciden bajar más los sueldos, nos veremos envueltos en una espiral que no nos lleva a ninguna parte. Bueno, puede que nos lleve —a costa de nuestra la economía— únicamente a cumplir con las exigencias europeas y los acuerdos que con sus dirigentes, nuestros políticos hayan tomado.

Si por el contrario se decidiera bajar impuestos —como recientemente ha propuesto otro político igualmente responsable del desaguisado que opina desde una cómoda y oportunista posición— el consumo podría aumentar y se lograría un aumento de los ingresos del Estado (a través de impuestos como el IVA). Pero todo dependería en última instancia de lo que decidan hacer los consumidores, y dejando al Estado sin capacidad para tomar las decisiones adecuadas. No este Estado, claro, sino otro, ya que por parte de éste han venido «soluciones» y «Planes E» ideados por unos políticos que llevan décadas en sus partidos influyendo y tomando las decisiones que nos han llevado a la actual situación. Esperar que de esos mismos políticos venga la solución es de locura.

Todo el mundo habla de él, pero nadie plantea maneras de cambiar el modelo productivo, ese modelo que hasta ahora no ha sido capaz de ir más allá del turismo de país de segunda fila, o del negocio de la especulación inmobiliaria. Este es el verdadero problema al que España se enfrenta como país. Y no lo hacen porque o bien no tienen ni idea, o porque no les interesa. Seguramente por las dos cosas. Uno de los aspectos de ese necesario cambio de modelo sería precisamente, el de evitar que gente tan incompetente acabe al frente del Estado y se perpetúe durante décadas. Y mientras, las abarrotadas Universidades no saben qué hacer con los talentos que, sean pocos o muchos, han de tropezarse con la privilegiada competencia de los familiares de políticos y empresarios influyentes. El resto de empresas han de salir de España para triunfar, una y otra vez.

En la red se pueden encontrar algunas propuestas para cambiar ese modelo productivo basadas en la experiencia en otros países y en estudios algo más razonados. Mejor que continuar dando bandazos otros 30 años, por lo menos. Y si además vemos que estas propuestas de solución tienen puntos coincidentes, indica que ese razonamiento no debe ir muy desencaminado.

«La Revolución Industrial Oculta»

Gerardo Ibáñez, un ingeniero industrial con dilatada experiencia en varios proyectos internacionales, dice lo siguiente en una entrevista (ver fuente):
... un país no sube los salarios porque es rico, sino que si sube los salarios se hace rico.

«El informe que debería avergonzar a España»

Carlos Sánchez —director adjunto de El Confidencial y especializado en periodismo económico— comenta sobre el informe del especialista en economía sumergida Friedrich G. Schneider:
La economía sumergida -al contrario de lo que suele creerse- no es la causa de los problemas de insuficiencia fiscal de España (sólo Irlanda recauda menos en la Eurozona), sino la consecuencia. Es el modelo productivo quien determina el nivel de economía golfa, y no al revés.

Los países que ahora «obligan» a nuestros gobernantes (realmente lo hacen por pura comodidad) a tener una economía que ahoga al ciudadano, en su momento optaron por caminos completamente distintos a los que ahora nos abocan a tomar:

Subir los salarios permitiría aumentar los impuestos y aumentar el consumo, lo que igualmente beneficiará a la empresa privada y a todo el sistema económico, reduciéndose la economía sumergida, aumentando igualmente los ingresos del estado. 

Pero esto no se hará por varias razones: una porque requiere de plazos mayores. Otra porque sería reconocer la importancia de aquellos que ahora tan sólo quieren utilizar para exprimir. Y otra porque seguramente, tendrían que bajarse ellos los sueldos.

Más sobre el asunto

lunes, 6 de mayo de 2013

Las claves de la política

lunes, 6 de mayo de 2013
«La libertad no hace felices a los hombres; los hace sencillamente hombres.»
Manuel Azaña (1880-1940), político español


Rajoy, en actitud improcedente, dada la situación
Según el reciente «barómetro» del CIS, la clase política ha pasado a ser uno de los mayores problemas que preocupan a la sociedad, por delante incluso del terrorismo. La Corona, día sí y otro también, aparece en los medios relacionada con asuntos turbios. En la Unión Europea, países como  Grecia o Chipre están siendo prácticamente expoliados por la llamada «Troika», sin importar las consecuencias sociales de las medidas que se adoptan. Todo, para solucionar una deuda contraída en tiempos en los que los políticos utilizaban la demagogia para prometer un progreso falso, que muy pocos durante aquel tiempo se preocuparon, o no se atrevieron, en desmentir.

¿Es esto normal? ¿cómo es posible que todos los políticos en prácticamente cualquier país sean considerados una lacra social? ¿para que sirven las instituciones públicas políticas? ¿qué hace Europa?

Me niego a dar explicaciones del tipo «no gobiernan los míos». Así es como llevamos haciendo en España durante más de 30 años, para acabar como estamos ahora. Como ciudadano, he intentado deducir a modo de tres puntos concretos, cuales son esas claves de la política que nadie se ha preocupado en contarnos. Vean qué les parece:
  1. Para que uno mande, ha de haber otros que le obedezcan: 

    Puede parecer una perogrullada, pero creo que la gran mayoría de las veces nadie, o muy pocos, se dan cuenta de esta circunstancia. El cacique del pueblo, el político corrupto, el sindicalista aprovechado o el empresario borde y sin escrúpulos, están en sus puestos gracias a que tienen al suficiente número de gente que le ríe las gracias y les hace los favores. Es la consecuencia de no saber hacer nada más, que cambiar el color del cacique de turno.
  2. Cualquier persona defenderá en primer lugar, sus propios intereses.

    Es completamente normal que cualquiera de nosotros defienda sus propios intereses, los de su familia o tal vez, los de su entorno más cercano. Se tiene la peculiar creencia de que una persona, sólo por estar puesta a dedo en un cargo público por el partido que hemos votado, no va a hacer exactamente lo mismo. Luego la gente se sorprende, pero lo cierto es que no tenemos el más mínimo control sobre las personas que están al frente del Estado. Un político cualquiera defenderá con uñas y dientes su modo de vida. Mentirá si es necesario, y utilizará todos los medios que los ciudadanos pagamos con nuestro dinero, para colocar a sus familiares, amigos y personas que le convengan. Como haríamos cualquiera de nosotros si las cosas se pusieran difíciles.
  3. La necesidad y la libertad son opuestas, aunque complementarias

    El altruismo se da principalmente cuando las personas que lo realizan, tienen todo lo que cada uno entienda por necesidad, satisfactoriamente cubierto. Muy difícil será que, por el punto anterior, una persona decida sacrificar algún aspecto de su trabajo o los estudios de sus hijos, para que sean otros los que lo disfruten.

    Las personas decidirán en función de sus necesidades, cuanto mayor sean estas. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. El lado malo es que su decisión estará condicionada a su situación particular, y por tanto, no será válida para otras personas en otras situaciones. Una persona con necesidades no debería según esta premisa, tomar decisiones políticas. El lado bueno de la necesidad es que ésta, es un punto de conexión muy fiable con la realidad. Toda persona con necesidad sufre directamente las consecuencias de sus decisiones, o las decisiones de sus representantes. Por tanto, la relación entre los grados de libertad y los factores que crean necesidades a nuestros políticos, es un pilar básico del que depende todo el sistema.

El «mandato representativo» que la actual Constitución Española otorga a nuestros diputados, cumple la función según dice nuestra Carta Magna, de dotarles de «libertad de elección». Si esto fuera así sería estupendo. El problema es que esto no se cumple, ya que esta supuesta libertad de voto se ha convertido en «esclavitud de partido», al ser estos diputados elegidos por los respectivos jefes, teniendo con ellos una relación de sumisión descrita en los puntos anteriores.

Por tanto, dicha «necesidad» de agradar para permanecer en su puesto, es muy «efectiva» para seguir al pie de la letra las ordenes de su grupo político, pero quedando estas al margen de las necesidades reales de los ciudadanos, que no pintan nada en este asunto. Que los representantes han de tener una capacidad económica holgada para que sus decisiones no estén condicionadas por sus necesidades en este campo, es correcto, pero las necesidades y las consecuencias de sus decisiones políticas deberían estar sometidas a juicio de los ciudadanos a los que representa, no a los de sus jefes de partido.

Merkel, celebrando la supremacía germana
Mientras tanto Europa, no es más que una reunión de líderes políticos que pugnan por el poder que ellos mismos se han inventado. Pueden hacer lo que quieran con los Estados a los que representan, si estos les dejan. Merkel, si tiene que rendir cuentas a alguien no es a Europa, sino al Tribunal Constitucional de su país. No tiene la culpa de que los gobiernos del resto del continente modifiquen su constitución y acepten los acuerdos que les proponen. Lo que sí que tengo muy claro es que estos acuerdos que tomen, serán los que más les convengan a ellos. ¿De verdad esperaban otra cosa?

Enlaces: