lunes, 25 de mayo de 2015

La nueva política

lunes, 25 de mayo de 2015

Los resultados de las elecciones autonómicas y municipales de 2015 están convirtiendo las cámaras de representación en verdaderos galimatías algebraicos. Todo comenzó con las anticipadas elecciones andaluzas, cuyo gobierno todavía no se ha formado. La razón, la dependencia de unas formaciones políticas a la palabra para con su electorado, cuya condición principal para obtener su apoyo fue la de no seguir los mismos caminos que el resto de formaciones tradicionales: pactos a puerta cerrada postelectorales.

Se está viendo como tras años de bloqueo electoral a causa de un sistema de representación fraudulento, se ha encontrado una vía por la que ciertas iniciativas políticas no tradicionales o no basadas tanto en ideologías de posguerra como en problemas actuales, están apareciendo repentinamente y dando vuelcos totalmente sorprendentes, lo que como decimos, manifiesta la caldera de presión política en la que se estaba convirtiendo la sociedad española cuya primera salida de vapor fueron las movilizaciones del 15M.

Caras y sabía nuevas por fin hacen su aparición en la escena, tras años de golpear las puertas de un sistema opaco, corrupto e infestado de mediocridad. Una oportunidad que partidos como UPyD no han aprovechado a pesar de ser los primeros en abrir las puertas, pero demasiado tímidamente. Toni Cantó, la sorpresa de las anteriores elecciones generales al obtener un escaño por la circunscripción de Valencia, una persona con alguna experiencia en política ciudadana en su anterior residencia en el municipio madrileño de Torrelodones, se ha encontrado con el liderazgo algo caduco de Rosa Diez, antigua militante del PSOE, cuya iniciativa política parecía más motivada por ganas de protagonismo que por verdadera vocación de representación democrática.

Casos como la activista Ada Colau en Barcelona, la juez en casos de corrupción Manuela Carmena en Madrid o en menor medida, el antiguo responsable de la Casa de la Caridad en Valencia, Fernando Giner, demuestran que había toda una constelación de aspirantes a políticos que en cuanto han tenido una oportunidad, ha recibido el favor de un electorado que ya no se limita a votar simplemente a programas o a siglas de partido. Todavía falta mucha madurez, ya que la imagen de las formaciones tiene un peso excesivamente importante y tanto los candidatos no se atreven a dar los pasos hasta que no encuentran una agrupación política con la suficiente entidad, como que los votantes no se atreven a votar a formaciones poco conocidas. Pero por algo se empieza. En estos momentos comienza a difundirse el concepto de «instrumentalización democrática» del sistema por el cuál hay una cierta complicidad entre partidos, candidatos y votantes:
  • Por un lado, los partidos saben que han de presentarse como verdaderas herramientas al servicio de los ciudadanos para mejorar el sistema y acabar con la corrupción.
  • Los ciudadanos saben que su voto se pierde si votan a formaciones pequeñas o de poca entidad, al no obtener representación, cuyas listas cerradas por añadidura, no han elegido.
  • Los candidatos no desean presentarse a formaciones que les limitan la libertad de representar a su electorado y satisfacer sus inquietudes políticas.
  • Todos, comienzan a utilizar el sistema y a competir más en base a criterios de racionalidad y menos en ideologías o sectarismos. Los votos se agrupan de forma más consistente y menos dispersa, logrando apoyos gracias a comprometerse y dar ejemplo —como la situación de Andalucía— o dejando atrás eslóganes tan poco «edificantes» como el de Compromís de Valencia de las elecciones de 2011 —«Para joder a la derecha»—.
En esta situación, la teoría es que si los partidos que acaban de entrar en escena continúan siendo fieles a sus principios —o perderan el apoyo popular tan rápidamente como lo han obtenido—, los únicos pactos que podrán haber es que cumplan con sus objetivos de reforma política, ya que se supone que lo importante no es estar en la poltrona, sino que sean estos puestos en práctica —da igual por unos que por otros—.

No deseo pecar de un excesivo optimismo. Es evidente que el oportunismo político campa a sus anchas ansioso de ocupar nuevos nichos y poltronas políticas. Pero en todo caso, no es peor de lo que hasta ahora hemos tenido. Lo importante no es mirar preocupados al pasado, sino hacerlo de forma critica pero con esperanza, hacia el futuro.

lunes, 4 de mayo de 2015

El sentido común

lunes, 4 de mayo de 2015
Atar perro longaniza
Atar los perros con longanizas
Ese precioso y necesario don del sentido común, que es el menos común de los sentidos.

Ramón Gómez de la Serna (1891-1963)


¿Qué es el sentido común? ¿A qué nos referimos en España al hablar de él? El «sentido común» es un recurso que se usa cuando no se tienen palabras para justificar lo que pensamos que es «correcto». Pero al ser usado de esta manera, le hace perder el valor. Por ello, apelar a dicha figura en ciertos ámbitos es un asunto complicado. Aun así, siempre llega un momento en el que surge la necesidad de recurrir a un modelo de referencia. Pero este modelo no se encuentra, cada uno de nosotros tiene su idea de lo que es el sentido común, que suele ser nuestra opinión personal.

Sin embargo, ¿acaso las cosas pueden hacerse de cualquier manera? ¿Cómo es posible que no se pueda hablar de una manera «genérica» correcta de hacer la mayoría de cosas? Por ejemplo: para escoger el lugar donde irse de vacaciones, cada uno tendrá unos gustos y necesidades de ocio distintas e igualmente válidas. Pero parece de «sentido común» que si nos vamos a la montaña no nos llevamos camisa de flores, bermudas y chanclas de piscina. No sé. O si tenemos una mascota, tal vez sea de «sentido común» saber que los piensos son diferentes en función de su raza ¿Dónde está esa frontera que delimita la preferencia personal con el «sentido común»?

Parece que hay dos aspectos —como en casi todo— que hay que identificar y diferenciar según el contexto. En este caso, la parte objetiva y la subjetiva. Dicho de otra forma, el sentido común tiene una parte apoyada en la pura lógica y en evidencias palpables, y otra sujeta a nuestra propia impresión particular de la realidad. En España tenemos un grave problema, por tanto, ya que ni hay mucha pasión por la ciencia que digamos, y además, cada uno piensa que lo suyo es lo mejor sin tan siquiera meditar ante otras posibilidades, por considerarse un «signo de debilidad».

En España no es que no seamos listos, el problema en España es que nos lo creemos, sin realmente ponerlo a prueba. Nos lo creemos tanto, que nos cuesta dar el brazo a torcer. El problema de convivencia que esta circunstancia ocasiona es tal, que en lugar de señalar el defecto al vecino, argumentando tus motivos, la respuesta es: «si él lo hace, pues no va a ser más listo que yo», para a continuación cometer una tropelía tres veces peor que la de tu querido y simpático vecino. Para que vea que eres aún «más listo». La consecuencia es que independientemente de nuestras capacidades individuales, como colectivo somos uno de los más tontos de Europa.

El sentido común no es una característica individual, sino colectiva. Una característica que en su inevitable parte subjetiva, se compondrá de aquellas normas de convivencia que han de existir en todo colectivo. Normas que no necesariamente han de estar reflejadas en texto legal alguno, aunque para redactar estos, dependerá de la educación y del acervo cultural de una sociedad. Estas normas en efecto, no son ni buenas ni malas, simplemente están condicionadas por la cultura y tradición del lugar. Lo que es válido para un lugar no ha de ser aplicable a otro. Lo importante de la cuestión es tener un acuerdo, conocerlo y ponerlo en práctica. Puede que sea mejorable, puede que no valga para otros lugares, pero ha de ser útil. Y cuando no valga, se llega a otro acuerdo y se cambia.

En España no hay acuerdo, salvo para destruir. Seguramente por este motivo tras 40 años de democracia no hemos encontrado todavía un sistema educativo que no dependa del sesgo ideológico subjetivo de cada partido que gobierna. Un sistema político que promueve el gobierno desde un único punto de vista, que excluye a las opiniones críticas, un sistema que prácticamente imposibilita la formación de proyectos comunes. Un sistema político que no es de sentido común. ¿Será que en España, no lo tenemos?

lunes, 30 de marzo de 2015

Las jerarquías

lunes, 30 de marzo de 2015

Los dos sentidos del poder
¿Son necesarias las jerarquías? ¿Son todas iguales? ¿Son las jerarquías políticas incompatibles con la igualdad de los ciudadanos? Las jerarquías en general, son una forma de organizar elementos, clasificándolos y ordenándolos según un criterio. No han de ser necesariamente políticas, pueden ser de cualquier otro campo en el que sea posible subordinar unos elementos a otros. Como ejemplo, se pueden consideran los estados políticos como elementos y como el criterio de subordinación, las áreas geográficas que ocupan y a las que pertenecen. En este caso, el área determinada por el estado español está subordinada al área geográfica de la Península Ibérica, porque una está incluida dentro de otra:
        • Planeta Tierra
          • Eurasia
            • Europa
              • Península Ibérica
                • España
                • Portugal
Los criterios de subordinación pueden ser diversos y no todas las clasificaciones han de establecerse por una relación de «subordinación» vertical. También hay vínculos horizontales por los cuales es posible agrupar elementos, en caso de que puedan ser igualmente válidos —según un criterio arbitrariamente escogido—. Este tipo de organizaciones son las heterarquías, presentes en las organizaciones holocráticas —en las adhocracias se carece de jerarquía—. En el ejemplo propuesto Portugal y España corresponderían a una heterarquía de países peninsulares. Es necesario incidir en este punto ya que no es posible poner el enlace a la Wikipedia en español porque no existe. A pesar de ser un concepto evidente y cotidiano, resulta enormemente revelador que no le interese a ningún enciclopedista en nuestro idioma, un sistema de organización basado en la igualdad de sus elementos en lugar de en la subordinación. 

Las jerarquías en una democracia

No obstante, si en una democracia se parte de una situación de igualdad podría pensarse que se trata de una heterarquía de ciudadanos. Pero para poder realizar tal agrupación es necesario definir un criterio. En una democracia la situación de igualdad inicial se debe a una inexistencia de criterio definido, no a una igualdad real. A lo sumo, se podría hablar de un sustrato social —cultural y político— mínimo, pero insuficiente para crear estratos. La democracia es el único sistema cuya forma final se auto-define constantemente.

La población

Cada miembro de la sociedad tiene una habilidad, conocimiento y —fundamentalmente— una voluntad distinta. Por lo tanto, la primera necesidad que surge en una democracia con un número de miembros elevado, es la de establecer una jerarquía en función de su utilidad y capacidad, según el criterio de la mayoría. La función de los sistemas políticos consiste precisamente en esto: gestionar el capital humano y material de una sociedad para hacer frente a los retos y problemas a los que haya que enfrentarse. Una de las primeras materializaciones de esta situación es la elaboración de un Proceso Constituyente, por la que la sociedad elige a unos representantes para la labor específica de diseñar el nuevo sistema político.

Esta situación implica varias cosas —algunas suelen brillar por su ausencia en las democracias europeas—. Una es el carácter temporal de estas estructuras sociales creadas —ha de serlo ya que la sociedad es un grupo compuesto de individuos que cambian como consecuencia de su desarrollo en el seno de la misma—. Otra es la de la permanente capacidad de la sociedad para decidir sobre dicha jerarquía creada. En definitiva, existe una cultura de soberanía ciudadana que impregna todos los ámbitos y entornos sociales —político, económico, empresarial, cultural, etc.— de forma que en una democracia las jerarquías son decididas desde la base de la sociedad.

El criterio de la mayoría

Los criterios por los cuales en una democracia se eligen a las jerarquías son definidos por la mayoría en el propio momento de la elección. El único límite en principio, son aquellas decisiones que afecten al propio sistema que las hace posibles, el cual consiste en dar voz a todos en igualdad, incluidas las minorías. Es decir, no es ni mejor ni peor criterio que cualquier otro, ya que el «bien y el mal» son conceptos bastante subjetivos en la mayoría de ocasiones. Un representante elegido puede ser asiduo de locales de alterne y al mismo tiempo, actuar con responsabilidad y buen hacer en su función pública. O puede ser totalmente al contrario, la cuestión es que es la mayoría la que decide.

Para servir a Dios y al Rey

Naturalmente, la democracia «perfecta» descrita anteriormente supone una ruptura respecto a la división cultural y política existente. A muy grandes rasgos, en el viejo continente la tradición de las antiguas aristocracias y las jerarquías eclesiásticas continúa ejerciendo su influencia —salvo algunos como Francia y la antigua Unión Soviética que se los quitaron de encima por la vía rápida, con distinto resultado, eso sí— . Alemania y Reino Unido son dos casos tan particulares como completamente distintos: en el país germánico la estructura política fue establecida por los Aliados tras la Segunda Guerra Mundial, mientras que Inglaterra es uno de los pocos casos en los que los logros democráticos se han alcanzado con reformas políticas, en lugar de con revoluciones, extendiéndose al resto del Reino Unido.

En los países mediterráneos no hemos superado la caída del antiguo Imperio Romano. Desde la época medieval se continúa intentando emular la magnificencia y pomposidad imperial romana, olvidando sus errores y a dónde les llevaron. Este cesaropapismo es la causa por la que se refieren a nosotros como los PIGS —Portugal, Italia, Grecia y Spain—, en los que la cultura dominante se caracteriza por una sociedad pasiva que espera que se lo den hecho y unos dirigentes más preocupados en la pompa y la rimbombancia, que en su servicio al público. En este tipo de culturas las jerarquías son decididas desde su propia cima, es decir, en sentido contrario al de una democracia ideal. Esto ocasiona que el resultado de la acción de mando acabe favoreciendo principalmente a los intereses particulares de cada eslabón jerárquico, más que a la base de la sociedad.

Siendo realistas

Pensar en una sociedad en la que todo se decide de forma inapelable desde la base tiene un preocupante parecido con la dictadura del proletariado, base del sistema comunista. De hecho el propio Vladimir Lenin propuso como forma de organización de la clase obrera el llamado centralismo democrático. En realidad, su idea no era descabellada, el problema es que aunque de boquilla digan una cosa, me temo que al resto de comunistas no les gusta la idea de rendir cuentas ante la mayoría o que su cargo sea permanentemente revocable, tal y como proponía el líder ruso. Ya saben el poder es el poder, y aquí no se salva nadie.

Como opuestas a este intento de organización democrática se suelen encontrar las «democracias capitalistas», en las que es el poderío económico el criterio final que decide los eslabones de la jerarquía, dejando la participación ciudadana como algo simbólico, una especie de «acto de condescendencia» paternalista. El resultado es que las añejas instituciones europeas y el poder económico se alían en mutuo beneficio, conformando una especie de nuevo «despotismo ilustrado».
Creo sinceramente, como tú, que las instituciones bancarias son más peligrosas que los ejércitos preparados; y que el principio de prestar dinero para devolver posteriormente, denominada financiación, no es otra cosa que estafa futura a gran escala

Puede parecer una locura, pero tal vez el único lugar del mundo —que conozco— en el que se haya puesto en práctica la democracia de Lenin fueran los EEUU, en sus inicios. En aquel entonces se partía de cero, sin jerarquías definidas y con el pueblo como único poder que se auto-organizaba. Era así hasta el punto de que se quitaban de encima a quien no les gustaba, colgándoles del árbol más próximo. Luego vino el poder económico que allí tuvo un camino mucho más fácil que en Europa, ya que a pesar de advertirlo Thomas Jefferson, una vez controlaron el dinero no tuvieron quien se les opusiera para decidir sobre todas las cosas. A las oligarquías económicas, los políticos de aquel país que sí están bajo mecanismos de revocación de mandato —que han sido utilizados con efectividad— les importan un pimiento. Mientras no sean de utilidad para el mercado, claro.

El término «correcto»

El dicho dice que «en el término medio está la virtud». Yo no creo que sea así siempre, pero si nos alejamos de posturas radicales e inamovibles —que pueden estar tanto en los extremos como en cualquier punto medio elegido dogmáticamente— se encuentra un campo de posibilidades mucho mayor.

El verdadero punto de enfrentamiento que existe está en nuestra propia naturaleza: por un lado nuestra mente racional nos estimula a crear organizaciones funcionalmente lógicas, pero por otro lado, el instinto tribal nos hace dejarnos llevar por el animal que llevamos dentro. Parece que se acaba buscando un macho alfa como líder de «la manada». La variable «personas» en muchas ocasiones escapa a nuestro control, pero no hay más remedio que lidiar con ella.
Como resultado final de nuestra historia evolutiva conviven en cada uno de nosotros dos identidades, la individual y la colectiva. Negar la existencia de cualquiera de las dos naturalezas es cerrar los ojos a la realidad. Mientras que la identidad individual nos empuja al egoísmo y a la insolidaridad, la colectiva nos puede llevar al abismo, porque nos hace fácilmente manipulables. [...] ¿Será posible que algún día el ser humano pueda superar su permanente contradicción entre el individuo y el grupo? ¿Nos habrá conducido la evolución hacia un callejón sin salida? La respuesta, amigo lector, está en el viento.
Juan Luis Arsuaga (El collar del Neardental)

Hay casos, como los entornos empresariales privados, en los que es complicado pensar en una jerarquía decidida desde la base. Sin embargo, sí que es posible pensar en jerarquías de doble sentido, o en tramos, donde haya participación de los trabajadores. En otros entornos especializados como los profesionales —técnicos, judiciales, etc.—, los científicos o los académicos, es posible —y conveniente— establecer meritocracias en los que el criterio sea lo más objetivo posible. En cualquiera de estos casos es fundamental, al igual que ocurre con la democracia, una cultura de convivencia compatible con el sistema deseado. El poder, sea cuál sea, no es tonto. Tomará las decisiones que más fácil le sea aplicar sin demasiada oposición. Si se cambian las actuales jerarquías pero no se ponen límites a las que vengan, se logrará cambiar los collares. Pero los perros, serán los mismos.

martes, 17 de marzo de 2015

La voluntad de la masa

martes, 17 de marzo de 2015


¿Cuándo hay democracia? ¿es cuando una minoría decide la forma de un sistema político? ¿o es por el contrario cuando la mayoría aplica su criterio como un rodillo sobre los discrepantes y las minorías? ¿puede alcanzarse, si no hay una democracia previa para decidir? aunque ¿no es precisamente cuando no hay democracia, cuando se desea alcanzar?

La democracia es un concepto pintoresco que es usado actualmente para todo. Desde decidir cuál es la octava maravilla del mundo hasta la independencia de territorios. Pasando por las definiciones de la Wikipedia. La democracia es usada al parecer, como una especie de «agua bendita» con la que todo adquiere mágicamente legitimidad inapelable y se convierte en «la verdad absoluta». Esto ocurre seguramente en las sociedades en las que se acostumbra a seguir a líderes mesiánicos como borregos, con la simple diferencia de que ahora la religión a la que adoran la llaman de otra manera.

Ha llovido mucho desde que en la Grecia Clásica se inventaran el concepto. Las sociedades son ahora mucho más grandes y heterogéneas que las Ciudades Estado helenas, y por tanto, más complicadas de gobernar. Afortunadamente, desde hace unas décadas se puede decir que están mucho mejor comunicadas. En cualquier caso, ha sido necesario estrujarse la cabeza bastante ingeniando métodos para que, la aspiración de algunas sociedades en dejar atrás el pasado tribal de la especie humana, se lograse.

El problema es que en efecto, la democracia no puede ser cualquier cosa que se decida por mayoría. El gobierno del pueblo sólo puede ser digno de tal nombre si cumple necesariamente unos mínimos lógicos. Y al hablar de lógica nos referimos a esos conceptos universales que precisamente comenzaron a manejar en aquella lejana época en la Antigua Grecia. Y esa lógica nos dice que para que haya un «gobierno del pueblo», primero hay que definir este. La manera más sencilla de hacerlo sin meterse en extraños recovecos es la de definir al pueblo como el conjunto de todos y cada uno de los individuos libres e iguales que existen en un momento determinado, dentro de un área geográfica —limitada en un primer momento— sin distinción alguna de raza, sexo o ideología. Personas, simple y llanamente personas. Recordemos, hablamos de lógica, no de ideologías.

Pero no iba a ser tan sencillo como coger un papel y ponerse a resolver un problema de matemáticas. El problema al introducir la variable «personas» en nuestra definición tiene el problema de que estas, las personas, no somos conceptos plenamente definidos mediante la ciencia. No es posible garantizar que el funcionamiento «lógico» de un sistema político sea comprendido y llevado a la práctica por todo ese conjunto de individuos que forman «el pueblo».

Por tanto, para hablar de democracia es necesario tener en cuenta de forma inseparable dos cosas: la definición lógica del sistema en cuanto trate a las personas como individuos iguales y libres, y les dote de los mecanismos adecuados para que la sociedad que forman se autogobierne, como el grado de conocimiento, responsabilidad y necesidad social de usar correctamente dichos mecanismos. Cualquier vende-motos que nos hable de un aspecto sin tener en cuenta el otro, pues eso, nos está vendiendo la moto. O se la vendieron a él antes.

Los límites de la democracia 

Todos tendrán en mente el sagrado principio de que si bien ha de prevalecer siempre la voluntad de la mayoría, esa voluntad ha de ser razonable para ser legítima, pues la minoría posee derechos iguales, que leyes iguales deben proteger, y violar esto sería opresión.

De todo esto se deduce que no se debe valorar de la misma manera el método utilizado para lograr un resultado, que las consecuencias del mismo. Una decisión tomada por mayoría puede tener consecuencias que afecten al propio método que la ha hecho posible. ¿Cómo se defiende un sistema de las decisiones tomadas gracias al propio sistema? Se pueden imaginar que esta es una paradoja que tiene difícil solución y peor explicación, pero este es tal vez el principal motivo por el que la separación de poderes es un pilar fundamental en toda democracia. Opine lo que opine la mayoría.

El huevo o la gallina

El Siglo XX estuvo cargado de grandes descubrimientos, logros y también como sabemos, de grandes y desgraciados errores. Un siglo de grandes contrastes, en el que la Humanidad tenía el mundo ya completamente descubierto y a sus pies. Si la relatividad de Einstein destrozó el concepto de realidad absoluta y la mecánica cuántica el determinismo, los sistemas lógicos sufrieron también una gran conmoción cuando el matemático checo Kurt Gödel pronunció una serie de enunciados que volverían a tambalear los cimientos del mundo mecanicista, ordenado y predecible que desde Isaac Newton, la humanidad creía tener a su alrededor: los Teoremas de incompletitud de Gödel.

Gödel demostró que por esfuerzo que pongamos intentando definir cualquier sistema lógico —la lógica no deja de ser un sistema matemático— nunca jamás de los jamases, este podrá ser al mismo tiempo, coherente y completo. Nuestro estupendo y flamante sistema político podrá ser completamente coherente, pero por mucho aprecio que le tengamos, no podrá demostrarse a sí mismo. ¿Donde debemos buscar pues su fundamento? ¿cómo se demuestra que es el «menos malo»?

El aspecto más sorprendente que se deduce de lo comentado es que todas las cosas deben su fundamento a una causa externa. No me pregunten cómo es posible aplicar esto para el universo al conjunto —¿qué clase de «causa externa» puede demostrar o «crear» el Universo?—. Más que nada porque ya he comentado antes —con toda la intención— que hablamos de un área limitada. No obstante si la duda les corroe la existencia pueden preguntarle a científicos y divulgadores como Paul Davies, Stephen Hawkins o Roger Penrose, que llevan varias décadas intentando darle respuesta. Si aún así no les satisface la que puedan darle, saben que existen otro tipo de instituciones que vienen dando respuestas a estas incógnitas desde hace milenios, pero aquí si que ya, si no les importa, les dejo que sean ustedes los que tomen la decisión. No es cosa mía.

Otro de los grandes retos que quedan por descubrir es uno que llevamos dentro de nuestra cabecita: la consciencia. Resulta que esto que nuestra mente realiza sin relativa dificultad, no ha logrado ser reproducido en ningún sistema tecnológico, por complicados y potentes que seanAlan Turing «sabía» que la máquina que construyó para descifrar el Código Enigma lograría tarde o temprano su objetivo. Si embargo, esa consciencia que el gran científico y matemático había alcanzado enlazando proposiciones lógicas y matemáticas en principio, inconexas entre sí, no la podía tener su máquina. Gracias a nuestra consciencia, de alguna manera, en determinadas condiciones tras un largo proceso de experimentación y estudio, logramos ser nuestra propia «causa externa» por la cuál el conocimiento llega hasta nosotros.

En nuestro caso particular, la elección del sistema político no depende tanto del propio sistema como de nosotros mismos. Las antiguas tribus, las monarquías absolutistas y aún hoy en día los regímenes teocráticos, «justifican» su sistema político por la acción de una «causa externa» de origen místico o divino —en los nacionalismos es «la nación» lo que está por encima del individuo—. De esta manera, nuestra democracia llegará no por su infalibilidad, sino por ser el más lógico —por no decir el único— de los sistemas que no implican ninguna causa externa más que a los individuos que lo forman. Sólo hace falta que seamos conscientes de su necesidad.

La masa

Ahora viene la pregunta clave del asunto ¿cómo se logra la democracia en los parámetros mencionados? ¿puede venir la democracia de una decisión no democrática? Una vez más volvemos a la pregunta inicial ¿cuándo hay democracia?

Aunque parezca una perogrullada, si se desea la democracia es porque el sistema que hay, no lo es. Tanto este motivo como la forma del nuevo sistema político, no tienen mayor veracidad y justificación que la que cada uno de nosotros deseemos darle. Se trata en efecto, de que tras muchos años de experiencia y de sufrir decepciones, un buen día, sin poder explicar cómo, «sabemos» que hay que hacer algo. Y que ese algo ha de ser compartido, ya que de otra forma, ni sería lógico ni sería democrático. Imponer soluciones, por buenas que parezcan —incluso si realmente lo son— no va a ser aceptado y no funcionará si el resto no comparten el mismo optimismo. Porque la democracia, además de cumplir con esos mínimos lógicos, ha de ser aceptada para que funcione.

Durante los sucesos del 15M y de los movimientos #ocupalaplaza, una persona que participó activamente en ellos me dijo que al final, todo era una cuestión de voluntad de las masas. La verdad, no suena bien que una «masa» sea la que decida. Pero lo cierto es que ¿acaso somos nosotros mejores para imponer sobre los demás? El pueblo entendido como masa es la manera en cómo los regímenes totalitarios —absolutismos, dictaduras, nacionalismos— tratan a las personas que forman una sociedad. Cuando el pueblo carece de los mecanismos adecuados —cuando no hay democracia— sólo puede expresarse inicialmente como masa. Esta puede ocasionar revoluciones, derrocar dictaduras o lograr independencias, para traer algo igual o peor. La masa puede equivocarse, y seguramente lo hace casi siempre. Pero quizás, pasado un tiempo considerando a todos y a todas las opciones, la masa aprenda. Tal vez la masa pueda acertar. Entonces y sólo entonces, cuando esto ocurre, se le puede llamar democracia.


lunes, 9 de marzo de 2015

Códigos condicionales en Blogger

lunes, 9 de marzo de 2015

Aunque lo expertos en «marca personal» —o como diría alguno personal branding— dicen que los contenidos de tu blog no han de dispersarse demasiado, el objetivo de este es sin embargo el de contar cosas interesantes acerca de cómo entender la realidad que nos rodea: el lenguaje y códigos utilizados para explicarla, comunicarla, almacenarla, así como los medios y tecnología utilizadas. Y por supuesto, el contexto social y político que pone todos estos recursos al alcance de la sociedad.

Así que en esta ocasión, aunque suponga tal vez un pequeño «salto», el tema a tratar es el de cómo utilizar uno de los canales que existen en la actual sociedad de la información que ahora mismo existen: los blogs de Blogger. Estos se caracterizan por sus grandes posibilidades de personalización y una de las funciones que utiliza para ello son unos fragmentos de código que se programan en la plantilla de nuestro blog, llamados condicionales —o condicionantes—. Aunque va a ser una explicación superficial, será necesario emplear un lenguaje informático.

Mostrar lo que se desea en función del tipo de contenido

La utilidad básica de estos condicionales es ejecutar un fragmento de código —html, javascript, ,css, o cualquier otro que lo permita la plataforma— unicamente si se cumple una condición —de aquí el nombre, claro—, con el objetivo de que se muestre o no un elemento o estilo determinado —un widget, un texto, una imagen... lo que sea que pueda aparecer en una página web—.

El lenguaje empleado es propietario de Blogger, es decir, es un código de programación especifico creado por Google para su plataforma de blogs, que sólo ella entiende. Sin embargo, utiliza operadores de relación de la misma sintaxis que el lenguaje C —al menos los explicados en este artículo, el resto no los he probado, pero sería una buena práctica que el lector podría compartir—.

  1. Partes del condicionante

El condicionante no se trata de otra cosa que el clásico «if-then-else» de la programación, aunque en este caso el «then» está implícito. Tras el «if» se programa una condición cuyo resultado será un verdadero o falso —booleano—. Esta condición puede ser una operación de relación normalmente de igualdad —o su negación— o puede ser también una variable del tipo verdadero/falso. Si se trata de una relación de igualdad, como en toda que se precia habrán dos partes. En una de ellas estará el elemento a comprobar, y en la otra el valor a partir del cuál elegiremos mostrar o no el elemento.

En cualquier caso el resultado de la operación, sea una relación de igualdad o comprobación de variable booleana, será un verdadero —true— o falso —false—. Si se cumple, entonces el código a continuación se ejecuta.

  1. Listado y ejemplos

Dejemos la parte teórica y vayamos al grano.

  1. Comprobación de variable booleana

«es el primer post»

Blogger tiene una variable booleana llamada isFirstPost cuyo valor «verdadero» indica que el post actual es el primero —o el más reciente—. Sirve para diferenciar entre la última publicación y el resto para por ejemplo dejarlo sin resumir a modo de portada, mientras que el resto se crean resúmenes. Para esto es necesario tener el código que realiza los resúmenes, por supuesto. Este ejemplo ha sido aplicado en este mismo blog.
<b:if cond='data:post.isFirstPost'>
... aquí va el código del elemento que deseamos mostrar cuando se cumpla la condición...
<b:else/>
... y aquí cuando no se cumpla...
</b:if>
El «else» es opcional, por lo que en los casos posteriores se omite, ya que es exactamente el mismo proceso.

  1. Cumplimiento de igualdad (o su negación)

«es la página de inicio»

Con la siguiente sentencia se puede determinar si la pagina del blog que estamos viendo es la de inicio o se trata de cualquier otra. Esto es útil para por ejemplo si se desea presentar en la barra lateral elementos distintos distinguiendo entre la página de inicio y el resto.
<b:if cond='data:blog.url == data:blog.homepageUrl'>
...elemento a mostrar cuando sea la página de inicio...
</b:if>
El operador «==» es la relación de igualdad. Si lo que se desea es comprobar que NO son iguales, se sustituye por el operador «!=» que es su negación. Por ejemplo:
<b:if cond='data:blog.url != data:blog.homepageUrl'>
...elemento a mostrar cuando NO sea la página de inicio...
</b:if>
En este caso data:blog.url es la dirección que en ese momento está cargada en nuestro navegador. En el otro lado de la igualdad, data:blog.homepageUrl es una variable propia de Blogger en la que se guarda la dirección de inicio de nuestro blog.

«es una página determinada»

Si por algún motivo se desea destacar o mostrar un elemento únicamente en una página concreta de nuestro blog, la técnica anterior sirve sin más que cambiar data:blog.homepageUrl por la dirección o URL específica, indicándola entre comillas dobles.
<b:if cond='data:blog.url == "http://cualeslarealidad.blogspot.com"'>
...elemento a mostrar cuando es la pagina indicada...
</b:if>
En este caso se ha sustituido por la misma dirección de inicio del blog, por lo que tendría exactamente el mismo efecto que la opción anterior.

Nota: desde que Blogger añade el código por país a cada blog en función de nuestra localización, sería necesario sustituir data:blog.url por data:blog.canonicalurl.

«es una etiqueta determinada»

Cada etiqueta que se usa en el blog tiene asociada una URL en la que se muestran todas las entradas del mismo con dicha etiqueta. Esta dirección se forma de la siguiente manera:

nombre_del_blog.blogspot.com/search/label/etiqueta

Que en el caso de este blog y para la etiqueta «democracia» sería sustituyendo lo indicado en color azul claro:

http://cualeslarealidad.blogspot.com/search/label/democracia

Si al caso anterior en la que se mostraba un elemento en una página determinada, se sustituye la dirección de dicha página por la que deseemos de la etiqueta en cuestión, se podrá hacer lo propio para una etiqueta determinada:
<b:if cond='data:blog.url == "URL asociada de la etiqueta"'>
...elemento a mostrar cuando es la etiqueta indicada...
</b:if>

  1. Por tipo de página
Además de estas variables en las que se guarda la dirección de inicio del blog o cuál es la publicación más reciente, hay otra muy importante que guarda el tipo de página que estamos viendo: data:blog.pageType. Gracias a ella se puede distinguir entre el archivo del blog, un índice de entradas o un artículo individual. La sintaxis es la siguiente:
<b:if cond='data:blog.pageType == "tipo de página"'>
  ... esto sólo se verá en las páginas del tipo indicado...
</b:if>
Y «tipo de página» deberá sustituirse por el valor adecuado en función de si:

«es una entrada individual»

Si se desea mostrar un elemento únicamente en los artículos individuales —por ejemplo, enlaces o botones de suscripción— se ha de indicar como tipo de pagina item.
<b:if cond='data:blog.pageType == "item"'>
  ... esto sólo se verá en las páginas de artículos individuales...
</b:if>

«es una página de archivo»

El archivo es un índice especial en el que se agrupan por fechas las entradas del blog. Para mostrar un elemento únicamente en este tipo de páginas, se ha de indicar como tipo de pagina archive.
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    Algunos que lo explicaron de otra manera:


    [actualización 23/05/2015]: Google ha mejorado las funciones y potencia de estos comandos. Más información aquí.


    jueves, 12 de febrero de 2015

    Con Ni de Nicolás

    jueves, 12 de febrero de 2015
    Restos de una noche movida
    ¿Qué se ha logrado en estos años desde la Transición? ¿Hay alguien que se preocupe de la clase de sociedad que se está construyendo? ¿A qué se deben esas expresiones de entusiasmo que se vienen sucediendo desde hace décadas en solares, descampados, parques y sitios similares los fines de semana? Hubo varias teorías sobre los tristemente famosos «botellones», pero la sensación era que se consideraba como algo «marginal», un subproducto juvenil. Algo propio de la edad que se pasaría pronto.
    ...es lamentable que los que nos tienen que dar ejemplo de honradez son los que nos animen a robar
    Tal vez por no estar relacionado de forma directa y evidente, nadie se acordaba entonces de que poco antes El Dioni se hizo «famoso» no por sus grandes contribuciones a la sociedad, sino nada más y nada menos que por un delito que él mismo cometió. Tanto que llegó hasta grabar un disco.
    Las aguas están volviendo a su cauce y ahora se está más en la economía productiva
    No mucho más tarde, a Felipe González, —el expresidente de gobierno del Partido Socialista en la época de los GAL, Roldán y el caso del Banco de España—, le preguntaban sobre la llamada cultura del pelotazo, por la cual la máxima aspiración consistía en mediante enchufe, lograr algún cargo público o montar una empresa al abrigo del poder político, cobrar muchísima pasta, y no dar un palo al agua. La sorpresa fue que no lo negó, sino que admitió que esa cultura existía, pero que no era cosa de él ¡a pesar de ser el Presidente del Gobierno!

    Lo que vino luego no fue mejor, con Aznar, Zapatero y Rajoy. Entre los tres se pasó de hablar de la corrupción a hablar de la «crispación». Y mientras, la burbuja continuó inflándose hasta que estalló cuando más daño podía hacer.

    En cuanto a las consecuencias sociales, ¿qué clase de «mensaje» se está transmitiendo a las generaciones que han crecido en este ambiente?, ¿qué consecuencias pueden tener el continuo ir y venir de noticias sobre sobornos, fraudes, engaños, gastos descontrolados de dinero público desde cenas opíparas hasta clubes de alterne?

    En la televisión vienen siendo habituales día tras día desde hace una década o más, programas en los que sus protagonistas tienen como principal sustento diario la participación en dichos programas. Los «méritos» necesarios para lograr este estatus son al parecer, haberse acostado con alguien famoso o haber participado en algún programa, en el que no se hace nada más que convivir con otros «aspirantes». Como consecuencia, uno de los frutos de estos años es la profesión de «famoso», que tiene la principal particularidad de que surge de ella misma, es decir, de la nada.

    Todas estas burbujas vacías han propiciado una generación que ha crecido en un falso clima de optimismo, cuidados entre algodones, sobreprotegidos en los entornos familiares. Es la llamada generación Ni-Ni, que ni estudia, ni trabaja, pero que ahora se ha de enfrentar a la realidad. Es cierto que otra burbuja, la universitaria, ha producido otro sector social que sí que estudia. El problema es que trabajar, trabaja poco, bien porque no hay donde hacerlo, o el que hay está muy por debajo de las expectativas que les habían prometido —siempre está la opción de pasarse a la política, claro, como han hecho los de Podemos—.

    Alguien puede pensar que esto sólo ocurre en las clases más bajas, con pocos recursos y deficientemente educadas. Bien, pensemos por un momento en la Jefatura del Estado Español: el Rey. Es un cargo hereditario que está vetado a los ciudadanos españoles. Si bien es cierto que su capacidad ejecutiva se articula a través del Presidente del Gobierno, no deja de ser el mayor rango en la jerarquía política con capacidad para aceptar o revocar la elección de dicho presidente propuesto por el parlamento, además de ser el jefe de las Fuerzas Armadas y nuestro máximo representante internacional. Esto a nivel oficial, ya que no se sabe qué clase de conexiones e influencia pueda tener por otras vías. Pero podría decirse sin temor a equivocarnos que muchas.

    Existe la posibilidad —remota, pero existe— de que la ahora reina consorte pudiera acceder a ocupar dicha jefatura, como regente. Se ignora si hay alguna clausula en el acuerdo matrimonial al respecto, pero este es otro problema: la falta de transparencia en algo que nos afecta a todos. La que era una simple ciudadana con su trabajo de presentadora de telediarios, ha demostrado el suficiente «mérito» como para ostentar una posición política que es imposible para el resto de ciudadanos, gracias a sus «habilidades» con el que fuera Príncipe. Estas son las aspiraciones, los ejemplos «didácticos» que la sociedad está asimilando y generando.

    Si, de acuerdo, todo esto no es nuevo, pero tal vez no se haya planteado de esta manera. Presentado así, todo junto, lo que estamos presenciando no es un funcionamiento anómalo, irregular o desviado del sistema. Es este el verdadero funcionamiento. No intentemos buscar en él algún signo de racionalidad, lógica o búsqueda de la rectitud. Todo está orquestado para que una minoría «válida» pueda engañar, prevaricar, mentir e ignorar al resto de ciudadanos.

    Miremos a nuestro alrededor. Si buscamos algo de valor lo encontraremos en la gente sencilla, seguramente. Sin embargo, en cuando se reúna un grupo de personas alrededor de algún interés económico u oportunidad de poder político —como por ejemplo sin ir más lejos, nuestro entorno laboral— nos encontraremos con un número significativo de personas que han formado una manera de actuar adaptada a este funcionamiento. Hay mucha más gente de lo que se puede pensar en un primer momento, que no intenta cambiar nada, ni se preocupa de si está mal o bien lo que ocurre.

    No se trata de ser perfectos, ni angelitos. Se trata de que precisamente porque somos conscientes de los grandes defectos que tenemos las personas, nuestro sistema político y social debería tenerlas en cuenta a la hora de repartir el poder y ponerle límites. Y no ocurre así. Más bien al contrario.

    No son casos aislados de gente problemática. Ni es un problema de determinadas clases sociales. Es al parecer el resultado de una nueva cultura que considera que es este el procedimiento habitual. Que considera que no hay límite alguno para el engaño al prójimo. Que no tiene el más mínimo rubor de mentir ante el público o ante cualquier medio, ya que lo considera algo totalmente normal.

    El caso paradigmático de esta nueva cultura, de esta nueva especie, ha alumbrado su espécimen: el pequeño Nicolás. El caso de este joven que se ha codeado entre las altas jerarquías sin que nadie haya notado extraña su presencia, sin que haya habido una respuesta hasta ahora del sistema para limitar este tipo de actitudes, parece una prueba de ello. A pesar de todo, se pasea por las televisiones haciendo gala de su situación. Es lo normal.

    Nicolás: Ni estudia, Ni trabaja

      sábado, 7 de febrero de 2015

      Volviendo a la «normalidad»

      sábado, 7 de febrero de 2015

      Los cambios en el blog que se anunciaron hace unos días se han anulado, y se ha restablecido la situación de siempre. Excepto por supuesto, en el cambio de plantilla a otra más moderna y limpia.

      Los cambios recientes que se han vuelto atrás, consistieron en modificar la URL del blog para que fuera acorde con la del nombre, el cuál se cambió en el 2012. Aquel cambio de nombre tuvo una repercusión en el posicionamiento en los buscadores —Google, claro— negativa, cosa que he descubierto recientemente gracias a la herramienta Panguin Tool.

      La idea era volver al nombre anterior en este blog, y reenviarlo a la nueva dirección, para continuar allí, recuperando al mismo tiempo el posicionamiento en los buscadores. Teóricamente, si la redirección  301 es correcta, la autoridad —una manera de establecer la importancia de una dirección web— pasa a la dirección redireccionada. La institución principal que se encarga de establecer esta medición de la autoridad de un sitio es MOZ Open Site Explorer.

      Pues resulta que no hay forma de mantener todos esos parámetros de un blog de Blogger o otro. —parece que si se puede hacer de Blogger a Wordpress—. Las redirecciones 301 sólo son posibles dentro del propio blog, —de una entrada a otra— en la página de configuración. O como mucho, de un blog a un dominio propio. Cosa que de momento, no contemplo.

      Así que de retomamos la marcha habitual.

      lunes, 26 de enero de 2015

      catalán y valenciano: una explicación independiente

      lunes, 26 de enero de 2015
      Fuente: Wikipedia
      ¿Qué se esconde tras el conflicto lingüístico que afecta a las comunidades catalana y valenciana? ¿realmente se conoce el origen y causas de este enfrentamiento? ¿existe realmente el conflicto o se trata tan sólo de «política»? Da la impresión como si el resto de España considerase este asunto como «ruido de fondo». Uno más de esos conflictos perennes que de vez en cuando reaparecen en las portadas de los periódicos, cuando no tienen otra cosa que contar. Pero ¿es posible pensar en algún ámbito en España que no se vea afectado por la política? La respuesta es que para bien o para mal no existe rincón que no se haya visto condicionado por las decisiones políticas. Y este es uno de los que más.

      En esta España del enfrentamiento y del maniqueísmo —o conmigo o contra mi, Barça o Madrid, PSOE o PP, etc.— se buscan explicaciones absolutas y contundentes. Un «sí» o «no». O un «blanco» o «negro». De esta manera se fragmenta la sociedad en grupos enfrentados, cuyas posturas son dogmáticas, rígidas e inamovibles. No hay cabida para el detalle o la sutileza.

      Sin embargo, es necesario algo más de esfuerzo para ir al meollo. Hay varias preguntas que surgen al intentar entender este asunto. Responderlas con un «sí» o un «no» sirve para poco más que satisfacer los dogmas de cada grupo, grabados a fuego durante décadas en el acervo colectivo de la sociedad española. Todo intento de escapar de uno u otro dogma se encuentra con más dudas y rara vez se llega a la causa de todos estos malentendidos.

      Este va a ser un largo artículo. Por este motivo se ha dividido en varias partes, con un índice y enlaces a cada una de ellas:
      1. Pregunta: ¿son el catalán y el valenciano una misma lengua?
      2. Pregunta: Si son la misma lengua ¿cómo se llama?
      3. Pregunta: ¿viene el valenciano del catalán?
      4. Conclusiones
      5. Bibliografía
      6. Notas


      1ª pregunta: ¿Son el catalán y el valenciano una misma lengua?


      Naturalmente, los lingüistas pueden responder perfectamente a esta cuestión, pero en términos que sólo son útiles para otro lingüista. A la hora de clasificar las lenguas, los especialistas diferencian entre taxonomía popular —susceptible de factores sociológicos— y taxonomía glotológica —la definida por la propia ciencia lingüística—. Sin embargo, los propios especialistas se incluyen como parte de mundo científico, sin asumir que son también parte de la sociedad y por tanto, sujetos a factores políticos de forma similar a como lo pueden estar los jueces, los periodistas o los médicos de empresa.

      Para responder a esta pregunta en los términos adecuados para los profanos, habría que comprender mejor qué es una lengua y cuándo estas son «la misma». Por ejemplo, todo el mundo está de acuerdo en que la lengua hablada en Extremadura es la misma que la hablada en Murcia —por poner un ejemplo cualquiera—. Sin embargo, todo el que ha podido viajar por España habrá podido comprobar como existen expresiones, giros y un vocabulario que difiere notablemente entre zonas. Son «lo mismo», pero no «iguales».

      ¿Qué ocurre?

      Pues que las lenguas irremediablemente evolucionan, y lo hacen de forma diferente según el lugar.

      Entonces ¿por qué continúan siendo la misma lengua?

      Porque hay una serie de instituciones que se encargan de mantener cierta homogeneidad entre las distintas zonas. Estas instituciones difieren en función de la tradición. Por ejemplo, en el ámbito continental es habitual encontrarse con «academias» lingüísticas centrales que tienen poder para decidir en estos asuntos. Este poder emana del Estado, es decir, es en última instancia un poder político.

      En España y otros países hispanohablantes existe la Asociación de Academias de la Lengua Española, que se reúnen periódicamente para incluir en el Diccionario Panhispánico todos aquellos términos que han surgido en cada territorio, con el objeto de mantener una homogeneidad aceptable, de forma que glotológica y socialmente puedan continuar considerándose una misma lengua(1).

      Por otro lado, en el ámbito anglosajón no existen estas instituciones. Por este motivo las lenguas mantienen sus denominaciones originales y su heterogeneidad es mucho mayor. Las únicas instituciones que hacen algo por mantener la lengua —el inglés en este caso— dentro de la inteligibilidad en el territorio son ciertas «autoridades» culturales o científicas como la cadena pública de difusión británica BBC —en España el concepto de autoridad cultural se encuentra viciado por el ámbito político— .

      ¿Por qué hay entonces diferentes lenguas en España?

      Debido a que el proceso normalizador y homogeneizador no ha sido uniforme, a causa de que los territorios, los poderes políticos correspondientes y las instituciones encargadas de mantener el «orden» lingüístico, han variado a lo largo de los siglos o, no han existido. En el caso de la Corona de Castilla ha habido desde Alfonso X una clara intención de homogeneización lingüística. Sin embargo, en la Corona de Aragón con una configuración política descentralizada, se ha seguido el modelo anglosajón, esto es, sin instituciones centrales que mantuvieran dentro de ciertos parámetros la uniformidad lingüística.

      Debido a esta circunstancia, el castellano es el resultado de numerosas transformaciones desde el latín vulgar hasta la actual lengua española —hablada en todo el territorio—, al verse sometido a sucesivos procesos normalizadores, incorporando términos de todo el territorio que ha conformado primero la Corona de Castilla, y posteriormente el Reino de España. Por el contrario, el latín vulgar hablado en la Corona de Aragón ha evolucionado en función del desarrollo literario espontáneo —normalmente proveniente de las clases sociales que podían permitírselo(2)—, preservándose aquellas variantes de mayor prestigio literario.

      Además de la intención normalizadora explicada en los párrafos anteriores, siempre existe una tendencia natural del pueblo a continuar con su «lengua original» previa —sobre todo si los cambios venían de decisiones tomadas a muchos kilómetros de distancia—. Por este motivo las regiones periféricas de Castilla han mantenido sus lenguas o dialectos —según el caso—: gallego, asturiano, cántabro, leonés, andaluz, etc. Por el contrario, cuando este proceso se realiza según el modelo anglosajón basado en el prestigio o autoridad cultural literaria, el pueblo tiende a imitar o a emular las variantes de mayor prestigio. Aunque en todo caso, este fenómeno puede darse de cualquier manera, dependiendo mucho del concepto de «autoridad» que la sociedad tenga.


      1ª Respuesta

      Con el contexto algo mejor definido, la respuesta es que sí: las lenguas habladas en las comunidades catalana y valenciana, así como la balear, son la misma lengua desde un punto de vista glotológico —es decir, científico—. Antes de que alguien me encasille en algún sector ideológico, recordarles que aún no se ha acabado el artículo.

      Decir que son la misma lengua o que pertenecen a un mismo «sistema lingüístico» resulta una obviedad. En otro artículo anterior ya se vio que en cierto momento de la historia se partía en toda la península de una misma lengua. Deberíamos preguntarnos primeramente por qué dejaron de serlo, en lugar de si lo son o no ahora.

      Por lo comentado anteriormente, la posterior creación de lenguas distintas responde básicamente a la falta de algún tipo de institución o autoridad —sea política o literaria— que mantenga un referente o modelo común a seguir en todo el ámbito geográfico. Al no existir una política lingüística con intención unificadora como sí ocurrió en la Corona de Castilla, la consecuencia ha sido una divergencia político-lingüística que ha creado las diferencias actuales. En unos casos la separación ha sido tal que la compatibilidad era imposible desde un punto de vista puramente idiomático. En otros, se trata de «dialectos» o «variantes» de un mismo «sistema lingüístico» proveniente del latín vulgar, sin llegar a la escisión.

      En la península, en el caso del resto de variantes del latín vulgar que no entraron en la influencia reguladora del castellano, los especialistas consideran que no ha existido una divergencia lo suficientemente grande como para que sean lenguas distintas, por tanto, se consideran una. Pero esto no significa que sean «iguales», ni que no hayan recibido nombres diferentes durante siglos en base a identificar dichas diferencias entre las variantes. Ni que unas se subordinen a otras. Las autoridades correspondientes deberían respetar dichas diferencias o dejar que sea la propia sociedad la que las mitigue. Y mucho menos, crear subordinaciones de unas lenguas respecto de otras, que nunca han existido.

      Es en este punto donde la comunidad científica dedicada a los asuntos lingüísticos se ha dejado influir por factores socio-políticos, dejando una «versión oficial» muy tendenciosa. La pregunta que hay que hacerse ahora es:


      2ª pregunta: si son la misma lengua ¿cómo se llama?

      La versión oficial sitúa al valenciano y al balear como dialectos del catalán, junto al catalán noroccidental y el «central», respectivamente. Según esta visión la lengua se llamaría catalán. Ahora bien,

      ¿quien lo ha decidido?

      Si bien los lingüistas pueden demostrar que valenciano, catalán y balear son una misma lengua, la asignación de denominaciones responde a criterio básicamente sociológico o político. La decisión final que rige en la actualidad ha venido, como no podía ser de otra manera, de las autoridades correspondientes, en este caso, el Gobierno de España —Poder Ejecutivo— con la aprobación del parlamento —Poder Legislativo— y con la complicidad del Poder Judicial.

      ¿Por qué? ¿qué criterio han seguido?

      Gracias a los acontecimientos de los años recientes ya es posible hablar de los fallos del actual sistema político con normalidad. Estos fallos son sobre todo la falta de representatividad(3) que provoca tendencia a la demagogia y dependencia de los llamados «partidos bisagra». Otro problema es la falta de independencia de los poderes del Estado, que provoca que el gobierno use al parlamento para aprobar las leyes y normas que les conviene. Y por supuesto el Poder Judicial cuyas resoluciones tienen más que ver con la política que con la Ley.

      En esta situación está bastante claro lo que ha ocurrido: los partidos nacionalistas y los centralistas, han pactado dentro de las necesidades parlamentarias de formar gobierno, ciertas condiciones que pasan por dar carácter oficial al catalán como denominación y la creación —desde cero— de una normativa lingüística que incluya todas las variantes idiomáticas de los territorios en cuestión —metidas con calzador en lo que «curiosamente» se corresponde con la paranoia nacionalista denominada Países Catalanes— regulada por una institución controlada políticamente por el catalanismo.

      ¿Desde cuando?

      Algo ha cambiado desde la Transición en cuanto a censura, manipulación de los medios y uso fraudulento de las instituciones públicas, pero no todo lo deseable. Desde la formación del nuevo sistema político, los gobiernos catalanistas han usando todos los resortes a los que han podido acceder para ir construyendo pieza a pieza, lenta pero inexorablemente, su modelo de construcción nacional. Este pasa por la unificación lingüística, política, cultural —y económica— de aquellos territorios que consideran afines y necesarios.

      Se puede decir que esto ocurre desde la Guerra de Cuba, cuyo desenlace negativo para España supuso el inicio de una época de desmoralización y perdida de una autoridad que se había inflado demasiado desde hacía tiempo. Precisamente en aquella época, los herederos de aquella aristocrácia catalana que había vivido siempre convenientemente arrimada al poder que más cerca tenían —el Imperio Carolingio primero y el Español después—, se dieron cuenta de que ya no les servían y comenzaron a montarse su propio tinglado.

      Un caso sencillo que puede servir de muestra es el de la Real Academia de la Lengua. Es conocido que está formada por una serie de académicos que ocupan unas plazas conocidas como «asientos». Según su página web, establece que entre los años 1926 y 1930 —en plena efervescencia del estatuto de autonomía catalán que vendría cuatro años después— se crearon unas plazas denominadas secciones especiales dedicadas a otras lenguas españolas. Estas son la catalana, la gallega y la vascuence.

      Sin embargo, esto no fue así, exactamente. En el documento original enlazado en la Wikipedia, hay unos artículos —en la parte central del documento digitalizado— reproducidos a continuación, señalando en negrita cierta información:
      • Artículo 2º Constará además de cuarenta y dos Académicos correspondientes españoles, de los que habrá dos especializados en el catalán, uno en el valenciano, uno en el mallorquín, dos en el gallego y dos en el vascuence.
      • Artículo 3º Se crean en la Real Academia Española tres secciones denominadas: de la lengua catalana y sus variedades valenciana y mallorquina; de la lengua gallega y de la lengua vascuence; compuesta cada una de los Académicos  de su especialidad respectiva, expresados en el artículo 1º, y de un número igual de otros Académicos numerarios, designados por dicha Corporación, siendo presididas todas las Secciones por el Director de la Academia.
      • Artículo 4º Tendrá como función cada una de dichas secciones, con respecto a su especial idioma, las mismas que para la lengua castellana determina el artículo 1º de los Estatutos de la Academia aprobados por Real decreto de 31 de Agosto de 1859, y además la formación de los Diccionarios respectivos.
      Realmente en su origen, por una parte, se evidencia la mención clara y diferenciada del valenciano y del mallorquín —desaparecidas en la actual versión— respecto del catalán, representados por unos académicos que no son intercambiables entre si, situación que choca completamente con la que con el paso de los años, ha ido transformándose hasta llegar a la actual. La concesión que en su día se aceptó pero que ha supuesto la cuña por la que las pretensiones del nacionalismo catalanista han ido acaparando cada vez un ámbito político-cultural mayor, es la de englobar las variantes en una misma sección cuya denominación corresponde con la de una de ellas:
      • Lengua catalana ¿?
        • Variante catalana ¿?
        • Variante valenciana
        • Variante mallorquina
      Aunque no se establece una dependencia jerárquica dentro de la sección —todas las variantes están al mismo nivel—, esta ambigüedad y polisemia es uno de los orígenes que han dado lugar posteriormente a tantos enfrentamientos. Paradójicamente, mientras que Valencia y Mallorca han tenido en su historia una definición política clara —Reinos de Mallorca y Valencia—, los Condados Catalanes eran un grupo disperso predominado por el Condado de Barcelona —nobles y militares, con actividad literaria escasa— que no llegó a formarse como reino nunca. Se ve que esta frustración les ha perseguido como una maldición durante centurias, cobrándose ahora la venganza.

      ¿Quienes regulan la lengua?

      Con la nueva estructura política tras la Guerra de Sucesión y la imposición del castellano como lengua española oficial, los asuntos en materia lingüista siguieron el modelo de la Corona de Castilla. La Real Academia Española se fundo en 1713 —el año de finalización del conflicto— y desde entonces se ha encargado de normalizar la lengua —junto con las academias del resto de países hispanos—. 

      Un detalle muy importante de esta situación, es que si bien la lengua oficial —la escasa enseñanza pública o privada que hubiera, documentos oficiales, etc.— era el castellano, el resto de lenguas locales no fueron prohibidas, ni mucho menos sustituidas. Es decir, el catalán seguía siendo el catalán, el valenciano seguía siendo el valenciano, y así sucesivamente. Tal vez las formas no nos parezcan correctas siglos después, tal vez los distintos conceptos de autoridad logrados tras una cruenta guerra no fueron aceptados de buen grado. A pesar de todo, la normalización de una lengua oficial para todo el Estado no tenía pretensión de sustitución ni de usurpación cultural. 

      El Instituto de Estudios Catalanes es la institución análoga en el ámbito catalán fundada en 1907. La diferencia en la filosofía de esta institución es que en este caso, sí que se pretende la sustitución y apropiación de todos los aspectos culturales de aquellos territorios, autores y obras, que dicho órgano decide que entran dentro de su ámbito. De esta manera, ha creado una lengua artificial basada en los clásicos de origen valenciano, por ser el principal referente literario. Todo con la aprobación oficial de un Real Decreto del año 1976. En plena transición y a buen seguro, fruto de algún trato entre las partes que participaron en aquel acuerdo a puerta cerrada.

      Los intentos de «catalanización» han sido evidentes en las comunidades valenciana y balear. Una imposición cultural sin esperar ningún acuerdo de las partes, fundamentada en acaparar el mayor numero de instituciones educativas —colegios, universidades, etc—. Naturalmente, la respuesta de la sociedad fue notoria, siendo más efectivo el rechazo en la Comunidad Valenciana. Como resultado de estas primeras etapas del conflicto tras la Transición, se creó una institución normalizadora en el ámbito valenciano llamada Academia Valenciana de la Lengua. A priori, esta institución ha dado carácter oficial al llamado subestándar valenciano, lo que ha limitado la implantación del catalán en esta comunidad. 

      Sin embargo, el llamado valenciano normalizado es un pastiche forzado a encuadrarse dentro de la normativa catalana, que no es de agrado general. Se acepta con encogimiento de hombros, como otra tanta de las decisiones políticas que se toman. Y en otra buena parte, por el carácter afable —tal vez en exceso— de las gentes de esta comunidad.

      A nivel internacional —donde una comunidad autónoma no tiene nada que hacer salvo que cuentes con el apoyo del Estado— el valenciano es ignorado sistemáticamente. A nivel de Estado, se asume que el catalán genérico es una norma por encima del valenciano. Mientras tanto, el valenciano tradicional que habla la gente en la calle desde hace más de cinco siglos, continua con el modelo anglosajón, con la desgracia de que ha perdido referentes literarios actuales(4).


      2ª Respuesta

      Lo cierto es que no hay un nombre que satisfaga a todos, pero, si cada variante tiene su nombre ¿qué más da? Los únicos que tienen verdadero interés en asignar un nombre al conjunto es el nacionalismo catalanista, con el pretexto de que tendría «más entidad», pero pasando necesariamente por aceptar el que ellos elijan. No es molesto desear la unión, sí que lo es el menosprecio y la imposición.

      Llamar catalán a todo el conjunto sería aceptable sino fuera por el uso abusivo que se hace de esta circunstancia. Se aprovecha un término genérico para denominar a una parte de la misma manera que el todo, y a todo como el de una parte decidida por ella misma. De una lengua carente de identidad y sin base literaria importante, a pretender ser el centro por la fuerza de los hechos consumados. Lograr que los poderes adecuados den carácter oficial a esta confusión, ha sido el pie para que con el paso de los años se impongan forzosamente como los «padres» de la lengua, así como los reguladores y garantes de la «pureza lingüística».


      3ª pregunta: ¿viene el valenciano del catalán?

      La historiografía castellanista —la habitual— da a entender que el habla de un pequeño reino del norte de la península se extendió por todo dicho territorio, sustituyendo el habla de los habitantes locales. Esto podría aplicarse a aquellas zonas que fueron fuertemente repobladas —las del centro de la península—, pero no al resto. Por otro lado, el castellano tan sólo mantuvo su denominación por ser esta la del reino que por carambola, se mantuvo igualmente tras un proceso azaroso de uniones y herencias dinásticas —a alguno tenía que tocarle—. Posteriormente —como lengua española— se ha desarrollado gracias a la aportación de toda España y a la normalización de la Real Academia de la Lengua.

      Nadie se molesta demasiado en explicar todos estos matices, dejando que se malinterprete. Esta exageración, acentuada aún más por el nacionalismo franquista, es la que paradójicamente usa el nacionalismo catalanista para «convencernos» de su teoría de la expansión del catalán por los territorios de la antigua Corona de Aragón que no se vieron influidos por otras variantes peninsulares —la Casa de Trastámara de origen castellano, llevó tras de si su habla al Reino de Aragón—.

      La confusión más extendida es que como Valencia fue conquistada por catalanes, estos llevaron su lengua con ellos. Según esta teoría, el Reino de Valencia fue desprovisto de su lengua  —en el pasado y en el futuro— al ser repoblado por catalanes. Esta es una versión muy simplificada de los hechos, que es sin embargo, la más extendida. 

      ¿Qué se hablaba antes de la «Reconquista» en Valencia?

      En la España Musulmana el idioma oficial era, como puede esperarse, el árabe. Sin embargo, existen pruebas suficientes que demuestran que el latín vulgar de los pobladores locales continuo utilizándose —siguiendo la pauta habitual en estos casos—. De alguna manera el latín vulgar perduró entre el pueblo autóctono de la Taifa de Valencia. A esta variante del latín se le llama mozárabe.

      La larga estancia del árabe en la península —nada menos que ocho siglos— hace suponer que este podría haber desaparecido, pero nadie puede decirlo con seguridad. Lo que sí se sabe con certeza es que la población morisca en el Reino de Valencia que permaneció era una de las más numerosas, que se evidencia en la conservación de la toponimia.

      La falta de documentos escritos —poca gente escribía, y si lo hacía, era en árabe— dificulta establecer hasta qué punto éste perduró, por lo que normalmente el mozárabe no es considerado. En todo caso, la población local continuó con su lengua conviviendo con la de los repobladores y previsiblemente influyendo en ella. Fuera el árabe, el mozárabe, o alguna combinación de ambos.

      ¿Qué hablaba Jaime I?

      Con la llegada al Reino de Aragón de la dinastía de los Trastámara —de origen castellano— se introdujo otra variante del latín vulgar que se identificaba con el habla de «los castellanos», distinta a la de los pobladores del resto de condados de la Marca Hispánica —unos emplazamientos militares creados por los carolingios para evitar el paso de los musulmanes por los Pirineos—. Al parecer, los monarcas llevaban tras de si la lengua al trono que ocupaban. La cercanía con las autoridades y la necesidad del uso de su lengua para asuntos oficiales, conllevaba que el pueblo lo adoptase. Siempre y cuando aceptase dicha autoridad.

      Esto es lo que normalmente ocurre: la autoridad aceptada de forma legitima, sea política, cultural o de cualquier otro tipo, suele ser modelo y ejemplo a imitar. Don Jaime I El Conquistador fue uno de los monarcas más apreciados de la época, por lo que cabe preguntarse qué hablaba dicho monarca. Don Jaime I nació en Montpellier, hijo de la noble María de Montpellier. Se crió allí, por lo que parece muy probable que hablase la lengua del lugar y esta era el occitano. No hablaba catalán, aunque ambas lenguas eran muy similares, debido a su misma procedencia y a la poca divergencia político-lingüista que existía en aquella temprana época. La cuestión es que la lengua de la autoridad legítimamente establecida entre los repobladores venía de más allá de los Pirineos.

      ¿Quienes fueron los repobladores?

      Supongamos que, tal y como está establecido en la teoría catalanista, los catalanes se establecieron en el Reino de Valencia recién formado, transmitiendo así su lengua. Para que esto sea así son necesarias al menos una de estas dos cosas: que exista algo llamado Cataluña y algo llamado catalán(5).

      La referencia más antigua de Cataluña es la de Principado de Cataluña en 1350, refiriéndose a una agrupación de condados —inicialmente Barcelona, Gerona y Osona, llamado en la actualidad Cataluña Vieja— que no constituían una unidad política, salvo que estaban bajo el gobierno del mismo noble (Ramón Berenguer I) cuya dinastía recibía el título de «Príncipe» desde el 1058, como algo honorífico o simbólico —seguía siendo oficialmente conde, no príncipe—. Un siglo antes de la primera referencia escrita a Cataluña, el Reino de Valencia fue creado por Jaime I en 1239 para evitar que la nobleza catalano-aragonesa metiera sus zarpas, algo que no les sentó muy bien. De esta forma se creó un reino con fueros independientes, que daba forma a una Corona de Aragón de estructura confederada

      El resto de lo que hoy se conoce como Cataluña —la Nueva—, fue conquistado por Berenguer IV en el Siglo XII. Aparte de esto, quedaban algunos condados —Condado de Urgel, entre otros(6)— que fueron dinastías separadas hasta su integración con la Corona de Aragón.

      Es decir, Cataluña no existía como tal, aunque haya que usar este término para referirse a los pobladores de los condados que en aquel entonces, ocupaban el terreno llamado así ahora. Además, aunque el Conde de Barcelona era muy influyente, permaneció dividida en dos bloques cultural y socialmente diferentes. Siendo estrictos, Valencia se creó como entidad política diferenciada antes que Cataluña.

      El Reino de Valencia se convirtió de esta manera en un territorio libre, bajo la tutela de un rey tan magnífico como magnánimo. Es fácil imaginar lo que supuso este hecho, atrayendo repobladores de toda la Europa cristiana, pero sobre todo —por cercanía— aragoneses, catalanes, occitanos, y castellanos, que huían de sus feudos rígidamente gobernados por nobles avariciosos. De todos estos sitios, los más prósperos y pacíficos eran los territorios denominados como Occitania —que de forma similar a Cataluña, tampoco era una entidad política(7)—. Esta era una franja que quedaba entre el Imperio Carolingio y la Marca Hispánica. Gracias al clima y a la estabilidad política floreció un arte y literatura importante cuya manifestación principal fueron los trovadores.

      Entre los trovadores de Occitania y los feudos militares de los Condados Catalanes, se puede concluir que si hubo alguna autoridad cultural esta una vez más, venía de más allá de los Pirineos. El resultado de todo esto fue una explosión de magnificencia cultural y económica marcada en la historia como el Siglo de Oro Valenciano.

      ¿Como llamaban a su lengua?

      Las referencias más antiguas a los nombres de las lenguas se han encontrado recientemente en unos documentos que hablan de catalanesc en 1290 y valencianesch en 1343, apenas medio siglo de diferencia y posteriores a la creación del Reino de Valencia. Por tanto, ni existía Cataluña como entidad política, ni Jaime I era catalán ni hablaba dicha lengua y la mayor influencia cultural de la época tampoco era Cataluña.

      A pesar de todo, concedamos por un momento la remota posibilidad de que un número indeterminado de pobladores de lo que hoy en día se llama Cataluña, influyeran sobre todos los demás hasta el punto de convencer a la gente de que hablaban catalán. Vale.

      Uno de los más relevantes escritores de aquel periodo histórico fue Ausias March (1397~1459). En una publicación de 1539 de las obras de Ausias March traducidas al castellano, se presenta al autor con esta frase: cavallero valenciano de nacion catalan. Si se tiene en cuenta el concepto de nación de aquel siglo, se estaba refiriendo a la cuna de su ascendencia noble —por supuesto, el nacionalismo catalanista no lo interpreta así—. En cualquier caso, con estas premisas uno podría esperarse un claro ejemplo de valenciano hablando catalán. Sin embargo, en la misma publicación pero en la página siguiente, se identifica al escritor valenciano con la lengua lemosina —una de las variantes del occitano—. Una vez más la influencia lingüística se aleja más allá de los Pirineos.

      A pesar de estas evidencias, la entrada en la Wikipediaa merced del nacionalismo catalanista, organizado y vigilante— afirma de forma completamente estrambótica que da igual, que diga lo que diga se refiere a la lengua catalana, dando como únicas pruebas comentarios de autores de finales del siglo XIX. Es decir, que durante cuatro siglos se vinculó al valenciano con la lengua lemosina, hasta la época en la que surgió el nacionalismo catalanista. Este se basa en argumentos de una autoridad lograda en el terreno político posteriormente, para demostrarse a sí mismo —paradoja de la autoreferencia—.

      El cuñado de Ausias March fue Joanot Martorell (1413~1468), de ascendencia catalana por parte de madre y autor de la obra Tirant lo Blanch, una de las más importantes de la literatura universal. En ella se hace mención explicita a la lengua original del autor —nacido y criado en Gandía— y de la obra como «lengua valenciana».

      De estos dos hechos se desprende que ni siquiera autores de ascendencia catalana —pero criados en Valencia— llamaron a su lengua de esta manera. Es probable que ni tan siquiera los propios catalanes, es decir, los pobladores de los feudos dominados por los nobles catalanes, pensasen que hablaban otra cosa distinta a una variante del occitano. Se puede decir que fue el valenciano y su literatura el que originó el catalán, y no al revés.

      ¿Quienes son los dueños de una lengua?

      Como se vio en otro artículo, se puede decir que realmente la lengua no tiene dueños, aunque todo el mundo desea serlo. Es inevitable no obstante, que las sociedades se organicen políticamente, haciéndolo dentro de un contexto político y cultural determinado. Cada sociedad crea sus tradiciones y normalmente, no se acepta que las sociedades vecinas interfieran decidiendo en ellas. A pesar de ello, mediante la influencia política puede lograrse que determinados valores culturales se «traspasen» a otros territorios. Casos como estos son la influencia que la cultura de los EEUU tiene en el resto del mundo, o como Alemania toma decisiones que afectan toda Europa.

      La Comunidad Valenciana es una continuación del antiguo Reino de Valencia(8), dentro del contexto social, político y cultural de la Corona de Aragón, Occitania, la Península Itálica y la vecina Corona de Castilla, sin olvidar el mundo musulmán —en definitiva, el Mediterráneo—. Desde entonces ha creado sus propias costumbres, tradiciones y ha generado una lengua por la que nunca había necesitado pelearse, ya que nadie pretendía imponer denominaciones ni normas. Al contrario, fue un referente y modelo a seguir para sus vecinos, sin necesidad de hacer uso de estratagema política alguna. Todos estos hechos forman parte de la Historia. Y la historia es —debería ser— patrimonio de la Humanidad.

      Cartel propagandista del CAOC, apoyado por la Generalitat de Catalunya y por tanto, por todos nosotros


      3ª Respuesta

      La pregunta de si una lengua viene de otra es tendenciosa. Las lenguas no vienen unas de otras, simplemente surgen. Naturalmente, no surgen de la nada. Lo hacen dentro de un contexto determinado. En este caso, dicho contexto era el del latín vulgar, un conjunto de variantes emparentadas con influencias germano-itálicas, desde el noreste de la Península Ibérica hasta la Península Itálica, pasando por el sur de lo que hoy es Francia y que entonces era Occitania(9).

      Pretender enumerar siglos después cuantos repobladores fueron de un lugar a otro, con el pretexto de erigirse como los «dueños» siglos después de que lleven caminos sino separados, sí claramente diferenciados, resulta una pretensión verdaderamente preocupante que nos recuerda a ciertos líderes políticos del Siglo XX, que buscaban en las migraciones raciales rasgos de «pureza».

      La lengua no pertenece a nadie, pero si ha de hacerlo, pertenece a las personas con las que viaja, vinieran de donde vinieran. No pertenece a los lugares que dejaron atrás(10). En definitiva, el valenciano no puede «venir de» el catalán porque ni el catalán existía como algo distinto al latín vulgar —o una variante del occitano—, no era un referente cultural, ni Cataluña existía como unidad política.

      Aún así, si se desea llevar al extremo esta reinterpretación histórica de la tesis catalanista por la cual los emigrantes le deben algo eternamente a la tierra de la que se fueron, tampoco resulta admisible. La lengua hablada en la Comunidad Valenciana adquiere entidad como tal una vez se desarrolla y adquiere forma en el antiguo Reino de Valencia, sirviendo incluso como modelo y referente literario en los siglos posteriores. Esta circunstancia ayudó seguramente a que la inteligibilidad permaneciera y la divergencia lingüística no excediera. Así mismo, la permanencia dentro de un mismo marco político también fue determinante para que hoy en día puedan considerase la misma lengua. En todo caso, no debería ser excusa para imponer denominaciones ni normas, salvo la que cada sociedad apruebe dentro de su marco político-social de toma de decisiones, suponiendo que estemos en una democracia.


      Conclusiones

      «ni políticos ni científicos tienen nada que decir al respecto. Pero menos que nadie, los científicos. Es un asunto en el que sólo tiene que decidir la gente»
      Noam Chomnsky, sobre el conflicto catalán-valenciano
      Si después de cinco siglos de tradición es necesario hoy en día tener que dar todas estas explicaciones para mostrar algo que debería ser obvio, significa que de alguna manera, todo ese largo recorrido no se está haciendo en la dirección adecuada.

      El mundo anglosajón ha aprendido a saber usar la imagen para lograr que sus objetivos sean aceptados. Por ejemplo, la explosión del acorazado Maine antes de la Guerra de Cuba se dice que fue obra de los propios EEUU. Fuera cierto o no, supieron aprovechar las circunstancias para lograr sus objetivos, que acabaron siendo los de sustituir un imperio —el español— por otro —el suyo—. Se descubra o no con el tiempo si esta estratagema fue cierta, ya es tarde.

      El nacionalismo catalanista imita —en este caso si— el estilo anglosajón: apoya la Leyenda Negra y aprovecha todos y cada uno de los numerosos defectos de la sociedad de la España castellana, que continua satisfecha de haberse conocido, ignorante de la situación y de sus errores históricos. La sociedad valenciana, estridente y folclórica, carente de líderes o los que hay, con una imagen que deja mucho que desear, se encuentra impotente ante la situación.

      Lengua y política tienen estrechos vínculos. La mayoría de dictaduras usan su poder para controlar la lengua acorde a sus objetivos nacionalistas(11). Resulta paradójico que desde una tierra en la que se rasgan las vestiduras hablando sobre libertad y exigiendo referéndums de independencia, sin embargo, limiten la capacidad de decisión de sociedades vecinas sobre algo tan aparentemente inocuo como la lengua, haciendo uso de un poder concedido en base a aprovechar los defectos del sistema político, sin pretender darles solución.

      En el fondo, el conflicto lingüístico no trata de si se habla o no la misma lengua en unos territorios, sino una lucha por quien logra el control sobre ella, sea cual sea esta. Una vez se tenga autoridad para regular la lengua de un territorio, lo demás viene dado.


      Bibliografía

      • Antonio Briz GómezEl castellano en la Comunidad Valenciana. Congreso de Valladolid, 2001 <enlace> [acceso 22-01-2015]
      • Inés Fernández-Ordoñez. Contribuciones de Ramon Menéndez Pidal al estudio del catalán. En las notas se analiza la aplicación por comparación de la teoría castellanista al caso del catalán y su modelo de expansión de la lengua. <enlace> [acceso 22-01-2015]
      • Martín de Viciana. Libro de alabanças d'las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana. [1547] <enlace> [acceso 22-01-2015]
      • Ramón de Andrés Díaz. Gramática comparada de las Lenguas Ibéricas. Taxonomía oficial. [2013] <enlace> [acceso 22-01-2015]
      • Expansión peninsular y baleárica de la Corona de Aragón. Imagen Wikipedia. <enlace> [acceso 22-01-2015]
      • El Manifest. Iniciativa por una lengua aceptada por todas las partes para el catalán-valenciano-balear. <enlace> [acceso 22-01-2015] 


      Notas

      (1) Contrariamente a lo que muchos piensan, no es la Real Academia Española en Madrid, la que «manda» sobre las demás academias hispanas, sino que cada academia es independiente y se organizan a través de la Asociación de Academias de la Lengua. Es posible no obstante que de facto, haya existido una influencia política desde España. [volver al texto]
      (2) La economía de la Corona de Aragón basada en el minifundio agrícola y pequeño comercio independiente, con el Mediterráneo como mercado, era sustancialmente distinta de la de Castilla, basada en el latifundio y en la importación de productos de América. Debido a esto existía una clase media burguesa y un sustrato social distinto al de Castilla. [volver al texto]
      (3) La asignación de escaños se hace a «paquetes» formados por las listas de partido cerradas y bloqueadas, en una proporción marcada sin embargo por los votos recibidos a candidatos individuales por circunscripción. [volver al texto]
      (4) Existe otra normativa no oficial creada por la Real Academia de Cultura Valenciana llamada «Normas del Puig», más cercano al valenciano tradicional, pero que pecan en su afán por desviarse de la oficial, exagerando localismos —las últimas revisiones han corregido algo este defecto—. [volver al texto]
      (5) El significado de catalán en la edad media era con toda probabilidad distinto que el actual. Aún así, el nacionalismo catalanista utiliza a su libre albedrío el adquirido siglos después para sus intereses. Esto es llamado «falacia del historiador». [volver al texto]
      (6) En la Wikipedia se basan en un estudio de  un tal Enric Ginot el cual analizando ciertos documentos dedujo que una buena parte de repobladores de los nuevos territorios de Valencia provenían del Condado de Urgel. Da la impresión como si pretendieran «dejar caer» que fueron estos pobladores los que impusieron la lengua, junto con el resto de pobladores de la Cataluña Occidental o Cataluña Nueva. Por otro lado, el Condado de Urgel —una vez se dejó de depender de los Francos para nombrar sucesores— no ha tenido dinásticamente nada que ver con el «Principado» hasta el año 1413 —casi dos siglos después de la conquista de Valencia— que se incorpora a la Corona de Aragón con la Casa de los Trastámara. Es decir, los repobladores que vinieron no tenían demasiados motivos para identificarse con Cataluña. Provenían de un condado con una dinastía independiente —la Marca de Tolosa—. El resto de repobladores de la parte occidental —Tortosa y Lérida— un siglo antes había estado ocupada por los musulmanes y repoblada durante ese periodo. En cualquier caso esta zona de Cataluña conquistada posteriormente ya era receptora de pobladores de otros lugares con un habla que no tenía que identificarse necesariamente con el catalán, es decir, que la lengua era ya importada antes de «llevarla» de nuevo a Valencia. Estas dos zonas de Cataluña —occidental y oriental— forman actualmente bloques social y culturalmente diferenciados del modelo antiguo y tradicionalmente feudal de la Cataluña Vieja. [volver al texto]
      (7) Otro caso similar en la misma época es el de Italia, un conjunto de reinos y feudos independientes que de la misma manera, compartían un mismo latín vulgar dividido en diversas variantes que no llegaron a escindirse completamente gracias a la cercanía cultural y económica. Posteriormente, la formación de Italia los unificó al parecer, bajo una autoridad legítimamente aceptada por el pueblo que asimiló el cambio. [volver al texto]
      (8) Es también conocido hasta cierto punto el conflicto que surgió en los inicios de la democracia con la denominación que se pretendía tomar de País Valenciá,. Finalmente no llegó a término, no obstante, los sectores de la extrema izquierda valenciana y el catalanismo continúan usando. [volver al texto]
      (9) Muchas de estas variantes podrían hoy en día considerase una misma lengua —bloque occitano-romance— sino fuera porque no han permanecido dentro de un mismo contexto político que asegurara la homogeneidad, excepto en el caso de Italia, que sí se logró dicha unificación político-lingüística. [volver al texto]
      (10) En función de su origen y con lo qué se identificaban, llevaron su tradición a las zonas donde se asentaron, conformando hoy en día un mapa diverso bilingüe en la Comunidad Valenciana. [volver al texto]
      (11) En el gobierno totalitario de la conocida novela distópica 1984 (George Orwel, 1949), un punto clave en la obra es la neolengua. [volver al texto]