sábado, 29 de abril de 2017

Las vueltas de la tecnología

sábado, 29 de abril de 2017
Gráfica de adopción de nuevas tecnologías

Mientras el Windows 10 de Microsoft supera al ya anticuado Windows 7, Apple fracasa con su ordenador de escritorio Mac Pro. Los que decían que el PC era cosa del pasado, tal vez lo que les ocurre es que continúan frustrados sin superar a la omnipresente competencia, a pesar de sus intentos. Pero por otro lado, la empresa de Redmon se estrella con su sistema operativo para móviles Windows Phone, debido a una mala estrategia comercial. A pesar de todo, emulando logros de antaño cuando se encumbraron gracias a IBM y a los PCs clónicos, el legado de Bill Gates ha logrado que su fracaso en el mercado móvil no le importe demasiado ya que gracias a Google y al sistema operativo más usado en el mundo, gana más con Android que con el suyo propio. Este mismo sistema operativo también evitó la práctica desaparición de otros antaño grandes como Nokia o Blackberry. Esta última —entorno empresarial donde surgió nada más y nada menos que el Whatsapp— resurge con la estupenda Blackberry Hub, aplicación que aúna las notificaciones principalmente de llamadas, correos y mensajes en una única lista ordenada cronológicamente.

Aunque el PC no ha muerto, es inevitable aceptar que el mercado y sobre todo, la manera en la que los usuarios interaccionan con él, ha cambiado drásticamente. De la WWW casi nadie se acuerda, y se ha convertido en Facebook, Instagram o Twitter. Yahoo, el gigante del directorio de búsqueda más importante, desaparece y pasa a ser Altaba, denominación que a muchos nos recuerda al mítico buscador Altavista. Ya no se lee con tranquilidad y detenimiento, sino que ahora los titulares son devorados uno tras otro, casi siempre desde el móvil. Los mismos contenidos se repite y retuitean una y otra vez. El mundo es un continuo fluir, una corriente de noticias sin contrastar en la que todo aquel que no navega lo suficientemente rápido, se ve arrastrado. Tal vez pueda apetecer pararnos un momento y volver la vista atrás para recordar cómo se llegó hasta aquí.

La música tuvo la culpa

Si algo nos dejó la burbuja de las punto.com de finales del siglo pasado fue la revolución de las descargas de contenidos. Antes de todo el tinglado que hay ahora, eran los programas para compartir música primero, y todo tipo de contenidos unos años más tarde: Napster, Gnutella, eMule, Ares, entre otros, y más recientemente, jDownloader. En aquellos inicios la gente descubrió que podía tener toda su musicoteca en el disco duro, o llevar una parte de ella encima en una Pocket PC o Palm, ordenadores de bolsillo pensados para almacenes y otros ambientes corporativos que a duras penas servía para propósitos de entretenimiento, lo que no impedía que la gente —los que realmente tenían interés— los usasen. En este mercado desconocido hasta el momento, sólo los emprendedores más atrevidos decidían invertir en dispositivos como el primer reproductor de MP3, el MPMan. A inicios de siglo, con el mercado decididamente orientado, Steve Jobs vuelve a Apple y como ya sabemos, uso todo el poderío de una empresa consolidada para lanzar el iPod y una tienda online para descargas legales de música llamada iTunes. La supuesta innovación tecnológica no fue tal, sino más bien comercial. Tras este éxito y viendo que de esta manera —con dispositivos móviles de entretenimiento— sí podían hacer competencia al gigante de Redmon —rey de los escritorios y de la oficina— se preparaban para dar el siguiente paso. Mientras los más modestos han de conformarse con campañas de Email Marketing, la empresa de Jobs preparó una espectacular presentación que ahora ya son habituales en todas las corporaciones. En ella se anunció a bombo y platillo, con la especial habilidad de vendedor de su artifice, un producto que apenas estaba en desarrollo y sin funcionalidad, pero que se presentaba entonces como la gran «revolución tecnológica»: el iPhone.

MPMan, el primer reproductor portátil de MP3
MPMan, el primer reproductor portátil de MP3
La estrategia comercial de la empresa de la manzana constó de las siguientes claves: invertir lo mínimo desarrollando un prototipo apenas funcional basándose en productos existentes y en la tendencia de mercado —es decir, lo mismo que hacen la mayoría de empresas—. A continuación, utilizar el valor publicitario del nombre de una empresa tecnológica de imagen exclusiva y de productos caros como Apple y ejecutar una gran y fastuosa presentación cargada de emotividad y apelando a la vanidad del público, para mostrar un producto del que apenas tienen un esbozo. El objetivo se logra, que no es otro que crear una enorme expectación para una vez medida esta y conocedores del impacto, invertir poderosamente pero con riesgo minimizado en un dispositivo construido con tecnología de otros —Samsung, por ejemplo—, muy caro —hasta el punto de llegar a necesitar un seguro— y que apenas servía para nada —en relación al precio, con poca memoria, sin conectividad— sin una tarifa plana de datos. La «proeza» de Apple fue invertir una barbaridad que sólo ellos podían —apoyado en operadores de telefonía— confiando en la manipulación emocional del público por parte de su CEO, para vender un producto carísimo —para recuperar la inversión— pero que a pesar de todo, ha sido un éxito de ventas. La innovación consistió en conocer la manera de hacer creer al público que un producto que aún no existía era especial, de manera que ellos mismos pagasen un hardware que no había sido utilizado de forma masiva hasta entonces —sobre todo, las pantallas capacitivas, de cristal y frágiles— por su enorme coste.

Las ventanas por fin fueron cuadradas

Paradójicamente, lo que es de agradecer a la empresa que construyó el Macintosh es que nos ha traído a la mejor Microsoft que ha existido hasta ahora. La perdida de protagonismo ha sido interpretada por la empresa que fundó Bill Gates como una necesidad de salir de su entorno cómodo, feo y aburrido de tecno-burgueses, para buscar reinventarse. Sin embargo, el intento de continuar los pasos de los competidores como la propia Apple o Google en el mercado móvil fue tan comprensible como estúpidamente ejecutado: en primer lugar porque si ya has llegado tarde no intentes hacer lo que otros ya han realizado antes y mejor. Y en segundo lugar, por que la tozudez en empezar desde cero les llevó a olvidarse de todos los usuarios fieles que ya usaban sus programas de escritorio y que se encontraban con que debían renovar prácticamente todo, con lo que la curva de introducción en el mercado fue terriblemente lenta, o inexistente. El público se iba antes a otros entornos que se lo daban ya todo hecho y que no requerían de ningún software especial al trabajar en «la nube» —la otra gran protagonista—. Pero en el escritorio, Microsoft había mirado para otro lado mientras millones de usuarios se instalaban su sistema operativo «de juguete» —el W95— en sus computadores clónicos comprados en la esquina del barrio. Sabía que esos mismos usuarios iban a instalar o a utilizar en sus trabajos las suites de ofimática y los sistemas operativos para servidores —basados en tecnología NT, la misma de la que ahora deriva el Windows 10— por la cual en este caso sí, iba a pagar una buena licencia legal. O varias, una por cada equipo y programa instalado. Y otra anual por su mantenimiento. Las carencias de W95 eran ignoradas, ya que cumplía su función de gancho, equilibrándolas con las facilidades para ser copiado.

La nueva interfaz gráfica de Windows
La nueva interfaz gráfica de Windows
Pero a partir de ese momento al gigante de las ventanas comenzaron a importarle dos cosas: las carencias de los sistema operativos domésticos y sus usuarios, a los que sabía que debía continuar atrayéndoles antes que se pasaran a los móviles o tablets y se olvidaran de computadores domésticos de toda la vida —hasta el punto de anunciar que computadores con Windows podrían ejecutar comandos de Linux—. Y en segundo lugar, Internet y la seguridad. El virus Blaster puso en alerta a Microsoft y tuvo que crear un ecosistema de actualizaciones, firewalls y seguridades, culminadas en el Defender, considerado el mejor antivirus por parte incluso de competidores como Mozilla Firefox o los programadores de Chrome. No todo fueron aciertos, pero en la cultura anglosajona no existe problema en los errores, si de ellos se aprende: tras el fiasco del Windows Vista se encarriló la actual marcha con el Windows 7. Con el Windows 8 se repitieron los tropezones, y ahora se disfruta relativamente con el actual Windows 10, un sistema ligero, sin gasto innecesario de recursos gráficos, escalable y adaptable a las distintas arquitecturas. El problema de Microsoft nunca fueron sus programadores, sino su escala de prioridades comerciales fijada antes en los entornos corporativos que en el usuario doméstico.

El futuro

Hablar del pasado es necesario para poder comprender que es lo que nos ha llevado a la situación actual, pero lo que ocurra en el futuro no depende de ello, sino del presente. Y este parece asegurarnos —aún sin ánimo de hacer «predicciones»— que el mundo de las redes sociales y la inter-conectividad —no solo entre personas, sino entre «cosas», desde neveras hasta automóviles autónomos va a continuar con fuerza. Apple intenta continuar con su imagen de «innovación» con «gadgets» caros que además, limitan la libertad del usuario, algo que a sus acólitos no parece importarles. Según, Joichi Ito del MIT MediaLab, el mundo cerrado y exclusivo de la empresa de Cupertino no tiene futuro, pero de momento no parece afectarles. Este es en verdad el gran dilema: ¿Será el futuro un mundo en el que los usuarios estarán vigilados a través de dispositivos cerrados cuyo funcionamiento no comprenden y que se verán obligados a comprar de su mismo bolsillo, ya que de lo contrario se verán excluidos socialmente? ¿O por el contrario los usuarios podremos decidir cómo usamos la tecnología que adquirimos, tanto en el dispositivo a escoger como las restricciones de seguridad que nos auto-imponemos?

Foto: Quartz


viernes, 21 de abril de 2017

Marketing de humo

viernes, 21 de abril de 2017

Bonitos humos de colores

¿Cómo sería el mundo sin publicidad? Vivimos en un mundo en el que una parte de él, el llamado occidental, vive inmerso en un continua incitación al consumo por un mundo publicitario basado en demasiadas ocasiones en sexismo, egolatría, protagonismo y superficialidad. Las técnicas de persuasión nos ayudan a salir de nuestra indecisión, pero en algunos casos lo logran apuntando directamente a nuestros más bajos y primitivos instintos ¿ha sido así siempre el marketing? ¿es inevitable? ¿es inherente a la economía de mercado?

Lío de términos

Antes de continuar es necesario ponerse de acuerdo sobre algunos conceptos que parece que difieren según el país o el ámbito cultural. Los términos publicidad, propaganda, relaciones públicas o mercadotecnia (marketing) no tienen exactamente el mismo significado ni las mismas connotaciones. En cualquier caso, es seguro que todos tienen un nexo en común que consiste influir en el comportamiento de las personas. Las diferencias estriban principalmente en la acción que se desea provocar, sea comprar un producto o lograr a adhesión ideológica de un individuo. No se hace diferencia en los métodos utilizados ni mucho menos, de la ética empleada. Por ello, no existen diferencias en este sentido entre la propaganda nazi o la publicidad que fomentaba el consumo de tabaco en los años 50. Para ello se usan técnicas basadas en psicología, antropología, sociología, comunicación y en definitiva, todo aquel conocimiento que sirva para lograr el propósito deseado: que un colectivo de personas hagan o piense lo que otros quieren, independientemente del ámbito en cuestión —político, económico, etc.— o de las consecuencias provocadas —daños a la salud, al medioambiente, a la sociedad, etc.—.

Los comienzos

La publicidad existe desde tiempos remotos. Desde el vendedor que a viva voz cantaba las virtudes de sus productos, hasta las monedas romanas acuñadas con el rostro del emperador. Desde entonces hasta principios de siglo pasado la publicidad se podría decir que cumplía una función imprescindible y básica: dar a conocer un producto destacando lo que puede hacer bien, o recordarnos cuales son las normas a cumplir, a grandes rasgos. El salto cualitativo se produce tras la Segunda Guerra Mundial cuando Edward Bernays sobrino de Sigmun Freud— crea las llamadas eufemísticamente «relaciones públicas», diseñadas para explotar nuestro subconsciente y sacar provecho de ello sin preocuparse del perjuicio que pueda ocasionar. Las principales victimas de aquella práctica fueron las mujeres, que con la excusa de la igualdad las convirtieron en igual de adictas al tabaco que los hombres. Una mujer precisamente fue la que inició una campaña legal para defenderse de una empresa que hacía uso de la publicidad para instigar al consumo de productos claramente perjudiciales para la salud, enfrentándose con éxito a una gran corporación tabacalera.

El consumismo

Habiendo logrado que un producto cancerígeno se comercialice al menos con una advertencia, nadie se había preocupado realmente de si otras tácticas de mercadotecnia podrían tener algún tipo de efecto secundario en ámbitos menos evidentes. Ahora está pasando con el azúcar y las grasas presentes en los alimentos, tras años de consumirlos y de generar problemas de obesidad en medio mundo, mientras el otro medio se muere de hambre. Entre tanto, con el desarrollo de la tecnología y sobre todo de la informática doméstica, se han advertido dos técnicas que son cuanto menos, discutibles: el diseño emocional y la obsolescencia programada. En las últimas décadas del siglo pasado los más maduros hemos vivido como cada año era «preciso» cambiar de tarjeta gráfica, de disco duro, de procesador, de monitor, o de todo ello junto. En este siglo, llegados ya al tope de velocidad de los procesadores, es el consumismo móvil el auténtico y aplastante protagonista que ha logrado aunar los intereses de fabricantes de hardware, programadores de software y los operadores de telefonía, por no hablar de todo tipo de servicios de pago como música en streaming o aplicaciones de running. Por si fuera poco, los Estados políticos, cuyas democracias deberían defender al más débil de los abusos de los más poderosos, se dedican a espiarnos. Entre otras cosas.

Burbujas

Desde entonces hasta nuestros días se libra una batalla continua en la que el publico menos preparado apenas tiene a nadie que le defienda. Grandes empresas, bancos, políticos, parece que todos basan su trabajo en explotar y sacar provecho de todos y cada uno de los numerosos defectos y debilidades que tenemos las personas. Lo peor desde luego, son los políticos, ya que se supone que representan a la sociedad. El resto simplemente quieren ganar dinero como pueden, les dejan y les dejamos, sin que nadie les ponga límites claros. El problema de que nadie haga realmente nada de auténtico provecho es que al final, tras inflar una burbuja de vacuidad presuntuosa, todo explota. Lo pagan una vez más los más débiles, y además, se les culpa por «tener defectos». Como si alguien no los tuviera. Las recientes burbujas económicas se deben a actividades financieras cuyo único producto es el propio dinero, cuando este, la moneda, debería ser un medio de intercambio de otros productos y servicios de verdadera utilidad. La especulación no es más que humo, cuyo objetivo es llenar con él burbujas para hacerlas pasar por otra cosa. En los últimos tiempos proliferan «emprendedores» cuyo producto es al parecer, cursos de técnicas para lograr atraer y convencer a otros «emprendedores» a que hagan lo mismo que ellos, en resumen, estructuras piramidales con otro nombre cuya base no es nada de lo que aparentan vender, sino el propio hecho de captar clientes.
El producto 'on-line' no es el contenido, el producto es usted
Douglas Rushkoff (Life Inc, 2009) 

Alternativas

Es cómodo hablar de la ética de una determinada actividad cuando no se depende de ella para el sustento diario. Pero también es cierto que si no se hace, si nadie marca algún límite, la realidad nos muestra que acaba abarcando toda nuestra capacidad de decisión, nuestro día a día, convirtiéndonos en meros consumidores pasivos, en poco más que simple mercancía. La publicidad, propaganda, marketing o como queramos llamar, deben ser técnicas para poner en contacto un producto con los clientes que lo necesiten, como crear textos que atraigan el interés de los clientes potenciales y poco más. Poner límites legales es un arma de doble filo a la que hay que acudir en casos de total necesidad, más que nada porque hecha la ley, hecha la trampaSin embargo, es igualmente acuciante que se le ponga algún freno. De no ser así, tampoco habrá freno en el rechazo producido. Al final, somos las personas las que con nuestras decisiones y con nuestro criterio las que ponemos los límites. Decidamos bien.

domingo, 29 de enero de 2017

Contaminación por CO2

domingo, 29 de enero de 2017
El CO2 no es tóxico. Su único efecto "contaminante" es el de "invernadero" que también es necesario

Cuando la política se mezcla con otros ámbitos el resultado suele ser un combinado complicado. El nacionalismo lo hace con la Historia, el fundamentalismo con la religión y se podría decir que a pesar de lo que los neoliberales predican, hacen lo propio con la economía. Otro es el del cambio climático. El periodista científico John Horgan explica que hay en este ámbito algunas partes demostradas con hechos y otras que no son más que meras opiniones. En política se ha de asumir que todo son opiniones ya que, si hay hechos que demuestren algo no es necesario ningún debate sobre ello. Sí debido a algún interés político se ha de cambiar una situación para que le sea más favorable a algún grupo, aún a pesar de ir en contra de los hechos, hay que lograr que las opiniones tengan tanto o más peso que los hechos. ¿Cómo lograrlo? Bien, una manera puede ser la de aumentar la confusión. Ya lo dice el dicho: a río revuelto, ganancia de pescadores.

Uno de los factores que contribuyen al cambio climático es el llamado «contaminación por CO2». Cuando se habla de él es habitual acompañarlo de imágenes en las que amenazadoras chimeneas industriales expulsan sus sucios y negros gases a la atmósfera. O bien se representa una «temible» planta de energía nuclear expulsando enormes cantidades de humo al espacio. Claro, la relación es inevitable: si es contaminación tienen que ser algo sucio, tóxico o radiactivo. El problema es que el gas mencionado no posee ninguna de estas características ¿A qué se refieren con contaminación? Si se acude a la Wikipedia, la contaminación atmosférica se define como:
la presencia en el aire de materias o formas de energía que implican riesgo, daño o molestia grave para las personas y bienes de cualquier naturaleza, así como que puedan atacar a distintos materiales, reducir la visibilidad o producir olores desagradables
Parece bastante adecuado. Sin embargo, en la lista de productos que pueden ocasionar esta contaminación nos encontramos al mismo nivel el mencionado CO2 o dióxido de carbono, junto al CO o monóxido de carbono. Claro, es necesario saber que a pesar de tener como diferencia un «simple» átomo en la molécula de oxigeno, los efectos de estos dos gases son completamente distintos. Un conocimiento para el que no debería ser necesario ir al congreso química 2017 para encontrarlo y al que se debe tener acceso desde la educación básica. El monóxido de carbono es mortal para los seres vivos y el dióxido de carbono no sólo no es tóxico, sino que forma parte fundamental del ciclo de la vida en la Tierra. Es lo que se le añade al agua para formar refrescos ¿Es serio colocar uno junto al otro cuando se habla de contaminación? ¿no debería añadirse otra categoría de elementos potencialmente peligrosos en función por ejemplo, de su concentración, de su cantidad o de según el modelo teórico utilizado? Un intento de aclaración nos lo proporciona National Geographic con la siguiente cita:
El dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, es el contaminante que está causando en mayor medida el calentamiento de la Tierra. Si bien todos los seres vivos emiten dióxido de carbono al respirar, éste se considera por lo general contaminante cuando se asocia con coches, aviones, centrales eléctricas y otras actividades humanas que requieren el uso de combustibles fósiles como la gasolina y el gas natural. Durante los últimos 150 años, estas actividades han enviado a la atmósfera una cantidad de dióxido de carbono suficiente para aumentar los niveles de éste por encima de donde habían estado durante cientos de miles de años.
A pesar de que el dióxido de carbono no es en absoluto tóxico sino que todos los seres vivos lo producimos, se considera como contaminante sin embargo si es el resultado de ciertas actividades. En el caso de las centrales nucleares el gas expulsado no es más que vapor de agua, ya que a pesar de la tecnología empleada la generación de electricidad se produce de forma convencional. El factor diferenciador parece ser que si bien los seres vivos hemos estado sobre el planeta desde milenios —aunque el aumento exponencial de población también es causante de una mayor cantidad de CO2—, es la Revolución Industrial y las actividades que se han derivado de ella las que han incrementado de forma significativa la expulsión de dióxido de carbono —CO2— a la atmósfera, junto a otras sustancias tóxicas o mortales como el monóxido de carbono —CO—. Pero esos humos negros, sucios y desagradables no tienen ese aspecto por llevar CO2.

Es inevitable pensar que hay cierta intención de apelar al sentimiento —un sofisma patético— para no necesitar dar todas estas explicaciones. Una vez más, se infantiliza al ciudadano recurriendo a trucos visuales que realmente no arrojan ninguna luz sobre lo que ocurre verdaderamente. Paradójicamente, causa más preocupación un gas que no es tóxico que otros que sí son mucho más molestos o directamente mortales. Sin embargo, el poder visual de todas esas imágenes no proviene del mismo gas. En definitiva, una incongruencia que hace que se defiendan cosas opuestas a pesar de hablar de lo mismo. La rutina de todos los días, desgraciadamente, discusiones circulares que no llevan más que a mantener a la sociedad en eterno enfrentamiento, mientras los responsables continúan intocables. Una cosa es el cambio climático causado por el efecto invernadero y otra la contaminación atmosférica causada por la existencias de elementos tóxicos en el aire. Las dos son necesariamente evitables pero en un grado completamente distinto. Se trata de una cuestión de dosis. No es un problema nuevo, se trata tal vez del problema —o del reto, según como se quiera ver— que la humanidad todavía no ha aprendido a manejar desde que se convirtió en sedentaria: controlarse a si misma.


domingo, 1 de enero de 2017

Propuestas para el 2017

domingo, 1 de enero de 2017
Pasan los años y algunas veces tenemos la incomoda sensación de que no hemos aprovechado el tiempo. Proyectos que nos ilusionan pero que a pesar de ello, nunca encontramos el momento para comenzar. Y así un año tras otro. Somos culpables o victimas, según seamos nosotros mismos los que nos dejemos llevar por la desidia y perdamos el tiempo todos los días con las mismas cosas inútiles, más preocupados por publicar en la red social de turno selfies, fotos de gatitos o memes políticos. O bien, por dejarnos engatusar con los problemas que otros nos transmiten, la mayoría de las veces políticos activistas que nos abruman con su proselitismo, o un ambiente laboral o personal tóxico.

No soy muy dado a este tipo de iniciativas —muchas de relleno— con las que a menudo suelen ocupar sus espacios blogs y medios de todo tipo —desde tecnología hasta salud, pasando por crónica social— consistentes en una lista de puntos sobre buenos deseos más o menos evidentes para el nuevo año. Pero en este caso, entre otras propuestas interesantes que se pueden encontrar en el sitio Lifehack.org, estas dos coinciden en muchos aspectos con conclusiones que personalmente recomiendo y que creo que merecen la pena poner en práctica:

10 consejos para acelerar tu crecimiento personal

  1. Controla tus emociones y se proactivo.
  2. Apunta en un diario una lista de tus ideas más creativas.
  3. Intenta dar siempre el 100% de tu esfuerzo.
  4. Ser mejor oyente y conocer a gente nueva.
  5. Se curioso y haz preguntas todo el tiempo.
  6. No aprendas unicamente de historias de éxito. De los fracasos también se aprende.
  7. Pasa menos tiempo en Internet.
  8. No ser materialista.
  9. No sigas a la multitud, sigue tu propio criterio. Haz aquello que apasiones.
  10. Confecciona una rutina diaria y síguela de forma estricta.
[Vía Lifehack.org]

Los 7 aspectos más difíciles pero reconfortantes de aceptar sobre la vida

  1. Todo el mundo siente inseguridad sobre algo. No sólo eres tú.
  2. Nunca podrás estar seguro al 100% sobre las decisiones que tomes. Pero siempre es mejor tomar una decisión y arreglar lo que sea necesario, que no tomar ninguna.
  3. Siempre hay alguien mejor que tú en algo. No pierdas el tiempo comparando.
  4. No hay nada en la vida que se pueda realmente controlar salvo tus propias decisiones y acciones. Así que, siempre espera lo mejor pero prepárate para lo peor.
  5. Nada es para siempre. Las cosas cambian, la gente cambia. Y TÚ puedes cambiar en cualquier momento también.
  6. La vida no es un cuento de hadas. Eso es por lo que siempre es tan excitante y poco aburrida.
  7. El trabajo duro no garantiza el éxito. Pero eso es lo que lo hace tan desafiante.
[Vía Lifehack.org]

No perdamos más tiempo, manos a la obra y ¡Feliz año 2017!

domingo, 11 de diciembre de 2016

Cambio climático: hechos contra opiniones (por John Horgan)

domingo, 11 de diciembre de 2016
Los datos muestran que hay un cambio climático en el que el ser humano tiene mucho que ver
Es un hecho, no una opinión, que el consumo humano de combustibles fósiles ha incrementado las temperaturas globales en el último siglo. Fuente: NASA

¿Qué hay realmente tras la polémica relacionada con el aumento de temperatura o calentamiento global, también conocido como «cambio climático»? ¿absolutamente todas las medidas políticas que se proponen tienen su correspondiente justificación científica? Para intentar contestar a esta pregunta tal vez lo mejor sea el siguiente texto, extraído, traducido y adaptado de un artículo de John Horgan para Scientific American. El texto intenta según el autor, diferenciar de la forma más clara posible entre hechos probados y opiniones subjetivas. Las conclusiones puede extraerlas el propio lector:

Cambio climático: hechos contra opiniones

Por John Horgan el 1 de octubre de 2015 para Scientific American
La próxima semana, voy a asistir a una reunión de académicos, periodistas, activistas y otras personas sobre la polarización política en la ciencia. Me la han pedido para dar inicio a una discusión de "lo que está establecido y lo que está en duda" en el debate sobre el cambio climático. En otras palabras,  ¿cuáles son los hechos y cuáles son las opiniones?

Este post es una vista previa de lo que planeo intentar decir en la reunión. Mi primer punto será que no hay nada decidido. Cada llamamiento sobre el cambio climático es impugnado por alguien —fanfarrones que trabajan para el presidente, por ejemplo. Así que la siguiente lista, sesgada hacia los temas que he escrito, representa mi opinión de lo que son hechos y opiniones. Los comentarios son bienvenidos.

Hechos sobre el cambio climático

HECHO: El dióxido de carbono, un subproducto de la combustión de combustibles fósiles, es un gas de efecto invernadero, que atrapa la radiación solar en la atmósfera. (Fuentes de mis primeros siete "hechos" incluyen la NASA y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático).

HECHO: El aumento del consumo humano de combustibles fósiles durante los últimos dos siglos ha aumentado los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. El CO2 atmosférico ha superado recientemente las 400 partes por millón, el nivel más alto en los últimos 800.000 años.

HECHO: Como resultado del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, las temperaturas superficiales globales han aumentado alrededor de un grado centígrado desde 1880. Los 10 años más cálidos jamás registrados, con la excepción de 1998, se han producido desde el 2000. El 2014 fue el año más caluroso jamás registrado.

HECHO: El hielo del Ártico y los glaciares en todo el mundo se han reducido notablemente en las últimas décadas, aunque en 2014 "El hielo que rodea La Antártida alcanzó un nuevo máximo histórico", según la NASA.


HECHO: El nivel del mar ha aumentado 17.02 centímetros durante el siglo pasado como resultado del calentamiento global inducido por el ser humano. Este aumento del nivel del mar, que está acelerándose, hace que las tormentas costeras sean más destructivas.


HECHO: En extrapolaciones razonables a partir de las tendencias actuales sugieren que un consumo incontrolado de combustibles fósiles aumentará el riesgo de inundaciones costeras, sequías, tormentas, olas de calor, escasez de alimentos y agua, y otros efectos nocivos.


HECHO: Un consenso de los expertos científicos cree que el consumo de combustibles fósiles está impulsando el calentamiento global.


HECHO: Los expertos científicos pueden estar equivocados.


HECHO: Algunas críticas influyentes del consenso científico sobre el cambio climático han sido motivadas por ideologías pro-capitalistas y anti-socialistas.


HECHO: No todos los que dudan del consenso científico sobre el cambio climático están ideologizados o son idiotas.


HECHO: Algunos activistas de izquierda han utilizado el cambio climático para promover una agenda socialista.


HECHO: El consumo de combustibles fósiles que fue clave para la revolución industrial, en los últimos dos siglos ha incrementado los ingresos globales en un promedio de seis veces y ha disminuido la proporción de personas que viven en la pobreza extrema.


HECHO: Estados Unidos, históricamente, ha sido el mayor emisor de dióxido de carbono y por lo tanto tiene la mayor responsabilidad por el cambio climático.


HECHO: Los que están de acuerdo en que el cambio climático representa una amenaza significativa difieren sin embargo acerca de la propia gravedad de la misma, de como debe ser contrarrestada y de cómo debe ser discutida en público.


HECHO: La contaminación por el carbón provoca cientos de miles de muertes prematuras cada año.

Opiniones sobre el cambio climático

OPINIÓN: Si la humanidad no toma medidas drásticas para reducir el consumo de combustibles fósiles, la civilización puede colapsar.

OPINIÓN: El cambio climático podría hacer más probables los conflictos armados, como las guerras por el agua.

OPINIÓNEl calentamiento global ya está causando eventos "extremos" climatológicos, como los huracanes Katrina y Sandy y la actual sequía en California.


OPINIÓNLa energía nuclear es necesaria para contrarrestar el cambio climático.


OPINIÓN: El auge del gas natural, hecho posible gracias a los avances el fracking, ha implicado un equilibrio positivo en el medio ambiente, ya que se ha reducido la dependencia del carbón, un contaminante mucho más perjudicial.


OPINIÓNEl optimismo es un enfoque más constructivo que el pesimismo en la lucha contra el cambio climático y otras amenazas a la humanidad.

OPINIÓN: Los esfuerzos de 
Al Gore por contrarrestar el calentamiento global han sido perjudiciales, al causar una asociación en la mente de muchos estadounidenses entre esta postura con una perspectiva política liberal. (Algunos de mis colegas en el Instituto Stevens de Tecnología han expresado esta opinión).



Fuente: Scientific American
Traducido por Lino Moinelo


lunes, 31 de octubre de 2016

Burbuja tecnológica

lunes, 31 de octubre de 2016

Cuando en la década de la carrera espacial la sociedad se imaginaba el futuro, lo hacía pensando en un mundo utópico rodeado de tecnología. En cuanto a la ubicuidad de esta se acertó, pero pocos pensaron en los problemas que un desarrollo mal entendido podría conllevar, lo que ha devenido el la distopía actual. El postmodernismo que vino a continuación se obcecó en el lado más negativo, olvidando proponer otras visiones cuyo realismo no implicara necesariamente un pesimismo enfermizo. Hoy en día el consumismo es el protagonista, esa técnica de mercadotecnia que consiste en crear necesidades allá donde sus usuarios no las tienen, que lleva a crear burbujas si con ello aumentan las ventas. No importa si estas necesidades son inventadas, no importa qué haga falta para satisfacerlas ni qué efectos secundarios puedan tener. Lo único que importa son los beneficios y el «libre mercado».
Los clientes no saben lo que quieren hasta que alguien se lo muestra
Steve Jobs

La tarifa plana de datos no es gratis

La tecnología mejora nuestras vidas pero en aspectos que no hemos podido elegir conscientemente la mayoría de las veces —lo que choca con el concepto original del marketing—. Funcionalidades como la del Whatsapp que «alguien» puso en el lugar y momento adecuados —Blackberry, iPhone— se transmitieron como un meme a un público que hasta ese momento no sabía que lo necesitaba. Ni sabía que de ser así ya tenía soluciones de mensajería instantánea para hacerlo. Por no hablar del correo electrónico que es una aplicación universal y fiable al contrario que la famosa aplicación mencionada, la cual pocos caen en la cuenta que es una empresa que vende un producto invasivo y hasta hace muy poco completamente desprotegido. El email de siempre —que en lugar de desaparecer puede convertirse en inmortal— puede cumplir una funcionalidad muy similar en la mayoría de los casos —para algo existe la tecnología push— sobre todo si dejamos de lado las habituales conversaciones banales que se suelen ver en el programa de mensajería famoso, aprovechando que es «gratis», como si la tarifa plana de datos y el smartphone lo fueran.

En los sistemas educativos actuales en lugar de mejorar para que el alumnado pueda aprender más y mejor en el mismo tiempo, lo que se hace es bajar el listón de un modelo obsoleto basado en la enseñanza dirigida. Tan sólo algunos países están introduciendo la programación como troncal en sus sistemas educativos de manera que el estudiante tenga criterio en un mundo rodeado de tecnología y no necesite depender de lo que otros decidan. Al hablar de programación y de informática no se refiere a manejar como usuario programas de ofimática, sino comprender realmente cómo funcionan los sistemas informáticos desde edades tempranas de manera que resulte tan natural para ellos como dividir y multiplicar. Hasta ahora, el hecho de que las calculadoras de bolsillo existiesen no evitaba que los alumnos continuasen aprendiendo a realizar operaciones básicas. Pero dentro de poco, operaciones imprescindibles de un mundo tecnificado al máximo serán incomprensibles para la mayoría de los que dependan de su uso.

La tendencia iniciada por algunas marcas de convertir la informática en un producto de consumo ha obligado a simplificar y a bloquear la mayoría de funcionalidades para que el usuario no se vea en tesituras incómodas que le hagan enfrentarse a la pregunta de si se está o no lo suficientemente preparado. Es decir, en lugar de tener un público más formado, se le proporciona un producto de estética atractiva pero cerrado y preconfigurado para que todas las decisiones hayan sido tomadas por la compañía vendedora, previo acuerdo comercial con fabricantes de hardware y proveedores de software a los que se les ofrece un numeroso público que va a usar sus programas y a conectarse a través de sus conexiones de datos. El uso del llamado «big data» es una arma de doble filo que algunos medios comienzan a advertir. Esta tecnología facilita a las empresas y emprendedores crear técnicas de marketing muy precisas, pero es necesario establecer límites. En general, la recolección de datos para ser usado en marketing es admisible y útil como explican en el blog de Neil Patel, pero cuando se trata de entidades gubernamentales sin que haya transparencia, tiene grandes probabilidades de acabar en abuso sabiendo lo que ocurre con el poder y los políticos.

En definitiva, promover un desarrollo tecnológico basado en el consumismo sin que exista un desarrollo paralelo en educación, a la larga va a provocar una diferencia mayor entre productores acomodados y consumidores ignorantes, olvidando que la mayor fuente de ideas y de creatividad está en la sociedad compuesta en su mayor parte por estos últimos. Los recursos son limitados, a pesar de ello, se produce sin cesar en infestadas fábricas en China extrayendo materiales de países del tercer mundo gobernados por dictaduras apoyadas por países «democráticos». Cuando sea necesario encontrar nuevos caminos o soluciones para problemas que hoy no podemos o no deseamos ver, pero que tarde o temprano aparecerán, ¿quién las encontrará?

viernes, 7 de octubre de 2016

La España que estámos construyendo

viernes, 7 de octubre de 2016
La España que construimos o más bien lo contrario

¿Ha fracasado el llamado «espíritu de la transición»? ¿cuál es la España que se ha construido desde entonces? ¿son los parámetros de convivencia actuales, la mejor alternativa a la guerra civil y la dictadura? Ya en se dijo que no era buen síntoma que en el 2004 un partido ganara contra pronóstico unas elecciones gracias a un atentado terrorista. Ni el partido que entonces estaba al frente del gobierno ni el aspirante habían presentado nada que realmente mereciera la pena. En la medida pudo influir aquel trágico y traumático suceso —que con toda probabilidad fue decisorio dada la igualdad de los rivales— significaba que el proyecto político de convivencia llamado España fracasaba... de nuevo.

Al hablar de proyecto político se habla de la creación de una serie de instituciones que representan a esa parte del pueblo que sí desea la convivencia. El problema es que en la construcción de ese proyecto y por mucho que sus protagonistas defiendan otra cosa, prevalecen sectores cuyos intereses no tienen nada que ver con la representación de la sociedad que aspira a construir un proyecto común, y sí más con el dogmatismo, las ansias de poder y de control. La España que estamos construyendo no se apoya sobre la convivencia, sino sobre el reparto de protagonismo. El que ocupan dos grandes partidos, uno de ellos infestado de mediocridad y de corrupción, pero que a pesar de ello continua logrando grandes resultados electorales, como si de esta manera los demás tuviéramos que aceptarlo.
La España del griterío y de la manifestación mediática pero inútil para lo que dice defender

Ante la ausencia de argumentos, la convivencia política en estos momentos consiste en el atropello y en la acusación, en muchas ocasiones de asuntos similares a los que el propio acusador comete. En el anuncio de casos de corrupción que llevan décadas siendo investigados, pero que salen a la luz pública únicamente cuando hace falta, cuando los mecanismos de pacto de no agresión ceden ante el exceso de una de las partes. Cuando la crisis económica complica que las bocas hasta ahora calladas lo continúen estando. Dos partidos que continúan ocupando la mayor parte de la escena política aunque no ofrezcan ninguna solución al problema de España, eternizando el enfrentamiento y viviendo de él. Son realmente los causantes del problema, avivándolo y viviendo a costa del apoyo logrado en base a transmitirlo a la sociedad.

Por un lado un Partido Popular cuyo núcleo es puramente dogmático, nacionalista, ultra-católico, de fe ciega en la jerarquía, sea militar o eclesiástica. Un partido en el que hay poca posibilidad para la disidencia, pero sí para la corrupción, salvo en la periferia, donde pueden existir ambas cosas. Y por el otro, de envidiosos ególatras cainitas, mentirosos y figurantes patológicos, que no dudan en darse codazos, zancadillas y puñaladas en cuanto se trata de estar al frente de un colectivo, aunque implique la práctica destrucción del mismo. Un Partido Socialista de más de un siglo de antigüedad que no es capaz de organizar un Comité Federal —su máximo órgano de gobierno interno— de forma racional y educada. Un partido que no se ha preocupado en absoluto de buscar constituirse como una alternativa sólida frente a la derecha que critican, tratando en verdad de colocarse a su lado. Hacerse un hueco en las estructuras de poder del sistema, sin aspirar a ser el necesario ejemplo de organización política de ciudadanos.

La España de la telebasura y la España real cada vez son más indistinguibles
GH se derrumba en audiencia: la competencia es muy fuerte, mejor ver las noticias
Pero el verdadero problema es lo que ocurre al margen de estas dos organizaciones reclutadoras de enfermos, ansiosos por el protagonismo y de colocarse en un estrado para sentirse importantes. Al otro lado del televisor, la sociedad asiste a este lamentable espectáculo como si estuviera viendo la enésima edición de la tele-basura de Gran Hermano. Pensamos que no tenemos nada que ver con eso, sin darse cuenta que se trata de las dos principales organizaciones de las cuales surgen los representantes políticos que deciden todos los aspectos que acaban influyendo de forma determinante en nuestra vida cotidiana: nuestra salud, nuestros servicios públicos, la educación de nuestros hijos, nuestra cultura, nuestra convivencia, todo, depende de gente que se mueve en los mismos círculos de que protagonizan los casos de corrupción o los poco edificantes y bochornosos recientes espectáculos políticos.

 El 15M —en concreto, las manifestaciones multitudinarias y transversales que se dieron en varias ciudades de España, precedidas en los meses anteriores de diversas iniciativas similares aunque menos multitudinarias— fuera o no organizado por grupos de activismos de izquierdas, lo cierto es que reflejaban el malestar de la sociedad y su desacuerdo generalizado. De todo aquello se ha materializado una organización en forma de partido conocida como Podemos. En el sistema político español, la única posibilidad práctica para solucionar el problema que los dos grandes partidos no sólo no solucionan sino que la agravan, es sustituyéndolo por otro —u otros—. Y este partido, si bien comenzó con unas ideas aplicables como alternativa a la situación, en cuanto ha entrado en el congreso nos ha recordado a todos el circo que realmente ha sido durante estos más de treinta años. En su afán de conseguir votos, ha replicado las mismas y viejas tácticas políticas partidistas buscando atraer votantes del PSOE, sin darse cuenta que de esta manera se puede acabar convirtiéndose en lo mismo de lo que se pretende huir. Afortunadamente les ha salido mal, ya que atraer a un voto socialista anquilosado y sectario de décadas de fidelidad es prácticamente imposible.

Esta España del griterío, de la acusación, de la desconfianza, del enfrentamiento, del miedo, de las manifestaciones inútiles, de absurdo «meme» en la red social de turno, de los falsos debates, de la burda y sucia agitación política, cuya memoria no va más allá del último «barsa-madriz», es la que desgraciadamente vamos a dejar a nuestros descendientes. Porque de los que ahora mismo depende, no va parece que vaya a salir nada mejor. 


lunes, 1 de agosto de 2016

La burbuja original

lunes, 1 de agosto de 2016

¿Qué diferencia a los países del área mediterránea de otros países europeos? Se diría que la Historia ha dejado impresas en las sociedades ciertas características culturales que el tiempo, no solo no ha diluido, sino que continúan hoy en día definiendo su día a día. La cultura que más ha influido en nuestro bagaje es sin duda la greco-latina, siendo considerada como la base de lo que se conoce como cultura occidental o «civilización». El antiguo Imperio Romano llevó a su máxima expresión dicho ámbito cultural y filosófico, transcendiendo la cultura tribal y asimilando a diversos pueblos bajo una misma estructura política «neutra». O por lo menos es lo que intentó, ya que a lo largo de los siglos surgieron algunos problemas importantes que provocaron que no todos los pueblos y sociedades vieran de igual manera a Roma y lo que significaba, llegando hasta nuestros días dichas diferencias. Para bien o para mal, el área mediterránea es lo que el Antiguo Imperio Romano nos dejó. Sus aciertos y virtudes, pero también sus defectos, han moldeado de alguna manera los pueblos. Algunos bien directamente por imitación o otros por el contrario, como un ejemplo negativo del cual alejarse.

Dos tipos de sociedad

Algo de lo que descubres con la edad es que hay gente que no va a cambiar nunca. Te das cuenta que ciertos colectivos se aferran a determinados dogmas y creencias y no les importa ninguna otra evidencia: no cambian jamás. Es tan triste como cierto. De la misma manera puede ocurrir que sociedades enteras queden dominadas por tendencias históricas mayoritarias muy complicadas de cambiar más que por accidentes históricos, por lo que continúan empecinados en errores que en lugar de corregir, quedan así convertidos en sus «señas de identidad». Debido a esto, se configuran sociedades «orgullosas» de su ignorancia e incapaces de progresar. Una especie de conservadurismo radical, tan dogmático que equivale a religioso. Esta polarización se ve refrendada por un estudio reciente sobre la existencia de dos tipos de mente: una, que no busca más que aquellos ámbitos conocidos que le mantengan o le confieran un cierto estatus de autoridad. Otra, la que toma riesgos y se atreve a equivocarse, que no tiene miedo al error y que gracias a ello le lleva a descubrir nuevos caminos hacia mundos de conocimiento desconocidos. Estos dos tipos de mente surgen como resultado de desarrollarse en determinados entornos educativos, en función de las actitudes que promuevan. Las sociedades resultantes de la aplicación mayoritaria de estas actitudes pueden ser determinantes ya que en unas se promoverá el estancamiento para que las autoridades conserven su estatus, mientras que en otras no será tan importante la posición de autoridad individual sobre el colectivo de algunos de sus miembros, como el avance en el conocimiento y en la mejora general del mismo.

El problema de Roma

Pero ¿qué tiene que ver Roma en esto? ¿qué clase de caminos y accidentes históricos nos han llevado a la situación actual? Por supuesto esta pregunta requeriría un estudio mucho más profundo que el que en estas líneas y el que las escribe, es capaz de proporcionar. Pero nada nos impide plantear algunas posibles respuestas. Lo primero que conviene aclarar es que no se está hablando de superioridad de razas, ni de pueblos, ni de «naciones». No obstante, en la medida se configuran las sociedades alrededor de un marco político, simultáneamente se definen ciertos patrones culturales. Estos hábitos son los que pueden determinar el devenir de un pueblo, como no podía ser de otra manera. Es siglos después cuando puede evaluarse qué caminos se escogieron y su eficacia, evitando caer algún tipo de Falacia del Historiador por la que se re-interpreta el azar histórico como una predestinación fijada previamente por alguna «entidad superior».

Roma y el Imperio que acabó formando tenían un grave problema reconocido normalmente por los historiadores: apenas generó conocimiento o riqueza nueva. No obstante, lo que sí hizo a la perfección fue aprovechar el existente para emprender caminos inexplorados, aunque a la larga sería su perdición debido a su incapacidad para adaptarse a la nuevas condiciones que su expansión provocaría. La República de Roma y su aplicación de la Democracia Ateniense se impuso al resto de monarquías, seguramente por aprovechar mejor el conocimiento y el capital humano. En Roma las asambleas populares llevaban sus propuestas al Senado Romano y tenían carácter vinculante, toda la sociedad participaba del gobierno de la República. Nuevos pueblos eran anexionados y su conocimiento asimilado. Todo iba bien hasta que creció más rápido de lo que su sistema podía evolucionar. De una sociedad de agricultores y ganaderos autónomos, se pasó a un imperio esclavista en el que la supremacía se mantenía a base de una economía basada en la anexión de nuevos territorios, la esclavización de su mano de obra y la incautación de sus bienes, junto a una sociedad en la que la aristocracia y la clase política se dedicaba a especular y a proteger sus privilegios.

Accidentes históricos

La situación comenzó a convertirse en un circulo vicioso en el que no había dinero y la corrupta e incapaz clase política, preocupada fundamentalmente por sus privilegios, sometía a la población con cada vez más impuestos, por lo que estos acababan ahogados bajo las deudas (Lomas, Francisco J., pag. 207). La única o principal fuente de ingresos eran las nuevas conquistas y el tráfico de esclavos. Una burbuja en toda regla sin precedentes que nada más y nada menos abocó a todo el Imperio Romano a su desaparición en cuanto no fue posible aumentar los territorios. Antes de que esto ocurriera, algo cambiaría para siempre el curso de la Historia. El rechazo al poder político y su perdida de legitimidad, antaño indiscutible, era cada vez mayor. Tenía que acercarse a las necesidades de la población pero de una manera que permitiese mantener la jerarquía. Entre los ciudadanos de Roma se iba extendiendo como respuesta a las injusticias, una doctrina que predicaba conceptos como «perdona a nuestros deudores». Efectivamente se trata del Cristianismo. Todo parece indicar que para mantener su estatus, las jerarquías políticas decidieron, no sólo convertirse a la nueva religión, sino que la dotaron de estructura e instituciones para defenderla. Y así de esta manera surgió lo que a la postre sería la Iglesia Católica. Esto provocó que todo siguiera igual en cuanto a que se mantuvieron las principales instituciones de poder de Roma. Las mismas que hicieron que todo un Imperio, con sus magníficas Legiones, se estrellasen contra una economía basada en esclavizar a una población que dejó de otorgarles la legitimidad que un poder político ha de tener. No obstante, aunque no permitieron mantener la unidad política, mitigó la inexistencia de la protección del Estado que hasta ese momento había sido habitual en el continente europeo durante siglos. En los siguientes mil años, Europa continuó recordando la magnificencia de la Antigua Roma, buscando imitar su antiguo poder. Los señores feudales se convertían así en los «césares», «emperadores» o reyes de aquellos territorios en los que podía mantener cierto orden. Y continuar con sus errores en la mayoría de los casos.

La rebeldía como cambio de paradigma

El resultado de todo esto fue una sociedad medieval caracterizada por una Roma cuya autoridad influía en todas las monarquía europeas y un esquema de sociedad en las que si bien se almacenaba todo el conocimiento clásico de la cultura greco-latina, apenas se generaba nuevo —en resumen, una continuación del estancamiento de Roma—. En cada reino que surgía, las condiciones y capacidades económicas eran distintas, pero en todas ellas la autoridad jugaba un papel fundamental en cómo se gestionaban dichos recursos. La sociedad feudal surgida tras la Caída de Roma se basaba en la jerarquía, la mayor de las veces hereditaria, como fuente de toda autoridad y conocimiento. De nuevo, el abuso por parte del poder político-religioso fue haciéndose evidente ya que lo que en un principio era necesario para garantizar el orden, al cabo de las generaciones la desigualdad y la inexistente posibilidad de cambiar de clase social, fueron generando el descontento. Debido a la influencia que entonces existía entre las nuevas instituciones políticas dependientes de la religiosa que era Roma, cualquier disconformidad política equivalía a ser un hereje. A causa de esta circunstancia surgieron los movimientos protestantes como el luteranismo, el calvinismo o el anglicanismo, los cuales no eran necesariamente mejores que Roma. El caso paradigmático es el de Enrique VIII: su disconformidad principal con Roma se trataba de algo tan en principio banal como la necesidad de cambiar de esposa ya que la católica Catalina de Aragón no le satisfacía —tampoco es que lo tuviera muy claro ya que tuvo que probar con otras cinco—. El monarca inglés no obstante, podría haber dejado de obedecer a la Iglesia de Roma sin más, pero no fue así. En su lugar emuló a Roma hasta el punto de crear una nueva religión colocándose él mismo a la cabeza, fusionando todavía más la jerarquía religiosa con la política. Pero lo importante de la cuestión no tiene nada que ver con las escusas que luteranos, calvinistas o anglicanos tuvieran para discrepar de Roma, sino que esta circunstancia constituyó un accidente histórico que sentó un precedente de cambio de actitud frente a la autoridad, en la que esta pasó a ser susceptible de ser cuestionada. Esto fue lo que seguramente hizo cambiar la filosofía de sus instituciones y como consecuencia, de su sociedad.

El legado de Roma

Antes de que estos acontecimientos ocurrieran, en la Europa mediterránea hubo otro accidente histórico que cambió también de forma irrevocable la historia de todo el planeta: el descubrimiento de un nuevo continente. Era inevitable que bien por unos o por otros, el desarrollo de la navegación impulsado por necesidades comerciales —y militares— llevara a alguna «nación» a aventurarse a donde nadie había llegado antes —con capacidad para establecerse y formar colonias—. La colonización del continente Americano está llena de grandes controversias que ocasionan que se den visiones parciales e interesadas, pero brevemente, se puede decir que como Roma, tuvo una parte buena y otra mala. La buena es que llevó el mundo occidental que dejaba atrás el pasado tribal de la especie humana a aquellos territorios. La mala es que inconscientes de sus errores y más preocupados por engrandecer sus reinos, llevarían con ellos el mismo y único modelo imperialista que conocían. Nadie había intentado otra cosa. Para bien o para mal, el catolicismo de Roma ―que en aquel momento de la Historia representaba la civilización― llegó a aquellas tierras, trayendo como resultado que una buena parte de Europa vivió de nuevo bajo la creación de otro imperio que dejaba a los emprendedores sometidos a impuestos para financiar proyectos en esencia, la mayoría de ellos vacíos e inútiles que llevarían la ruina a sus territorios. Este fue otro de los motivos por el que el resto de Europa se rebeló contra la Roma Católica. También de nuevo, no fue lo modélico de sus actos lo que marcaría la diferencia. El Imperio Británico se movió por similares intereses egoístas, pero el cambio de modelo social y su cuestionamiento de la autoridad como fuente de conocimiento, les movió a buscarlo en otras partes. Así es como piratas y contrabandistas fueron reclutados pasando a formar parte de un nuevo paradigma de jerarquía basado en el mérito: la meritocracia. No fueron mejores, simplemente fue un accidente histórico el que marco el punto de inflexión.

Conclusión

Si los que tomaron las decisiones de rebelarse contra la autoridad papal de Roma hubieran tenido que pensar hacía adonde tenían que ir, no hubieran dado un paso. Unos hacían lo único que sabían hacer que les permitía continuar en el poder, y el resto se vieron forzados a tomar otros caminos inciertos que a pesar de no saber a donde llevaban, constituían la única manera de descubrir nuevas e inesperadas soluciones, que marcarían la diferencia. Cristóbal Colón no partió a descubrir un nuevo continente, sino a buscar otras rutas. Si no hubieran intentado hacer algo nuevo, aun sin conocer con certeza a donde llevaban, no se hubiera alcanzado una nueva costa. Sin embargo, la lección no fue aprendida. Paradójicamente, el Imperio Español puede que fuera el creador inconsciente del Británico, señalando una y otra vez qué caminos debía y no debía coger. Fueron una serie de circunstancias fortuitas y azarosas las que decidieron el camino. Pero ahora siglos después es posible evaluar los resultados y compararlos con otros estudios recientes sobre gestión de recursos y dinámica de grupos. Cabe preguntarse ¿es posible en España una economía que vaya más allá de las burbujas? ¿es posible que los dirigentes tomen caminos que faciliten la creación de algún tipo de industria propia distinta del modelo de «sol y playa»? ¿qué accidente histórico nos hace falta? ¿quien o qué, aunque no sea modélico, aunque no sea especialmente ejemplar, posibilite sin embargo dar el paso necesario hacía un mundo nuevo?