martes, 13 de agosto de 2024

Los dueños del relato y la fórmula hispana


En el momento actual convendría hacer un pequeño paréntesis y observar ciertos detalles de lo ocurrido en el intervalo histórico que nos ha llevado a la situación actual. Aunque un análisis más profundo sería conveniente desde el punto de vista de este ámbito académico, no sería adecuado para este artículo por motivos de extensión y de relevancia, pues bastará con evidenciar algunos hechos observables. Es conocido el dicho que nos avisa que «la historia la escriben los ganadores». En esta ocasión, no se trata de poner en duda todo lo que conocemos, pero se puede afirmar con claridad que en el mundo globalizado actual el ganador y con ello, el dueño del relato, es el mundo anglosajón-protestante. Parte de este relato tiene como principal y primer exponente la conocida leyenda negra basada en las cartas del misionero Bartolomé de las Casas, en las que se denosta todo lo que la Corona Española hizo en su exploración y conquista a lo largo y ancho del globo, especialmente en el continente americano. Este relato ha calado de tal manera que resulta complicado realizar una visión objetiva que compare los logros y deficiencias de los distintos modelos de expansión territorial, conquista y anexión cultural y política de los ámbitos anglosajón e hispano en su resultado en cuanto a los modelos de colonialismo, de sociedad y su sostenibilidad:

1.   Si bien la expansión territorial europea sobre el continente americano se fundamentaba en la Doctrina del Descubrimiento[1] como base de su legitimación para la conquista de tierras no cristianas, el mundo hispano ha sido el que más capacidad de autocrítica ha manifestado con diversas medidas:

  1. Provisión Real de Burgos (1500), basadas en la Doctrina de los Justos Títulos
  2. La Controversia de Valladolid (1550-1551)
  3. Leyes de Indias (1500~1700)

2.       Paradójicamente, esta capacidad de autocrítica del ámbito hispano que le debilitó internamente fue inexistente en el mundo anglosajón y protestante, que ha llegado hasta la actualidad con:

  1. Destino Manifiesto (creencia del siglo XIX en los Estados Unidos)
  2. Doctrina Monroe (1823)
  3. Imperialismo extractivo y expropiador —Gran Bretaña y otros países europeos de ámbito protestante—
  4. Intervencionismo militar —Estados Unidos principalmente— (Filipinas, Vietnam, Corea, Afganistán, Irak)

3.  El resultado en Hispanoamérica, inspirado en el sistema social romano y teniendo como objetivo y justificación la evangelización, dio lugar a castas jerárquicas que, a pesar de su desigualdad implícita, permitió cierta movilidad social y llevó al mestizaje y a la convivencia con las tribus indígenas que perduran hoy.

4.    En la américa anglosajona ha existido un marcado desplazamiento indígena y una visión más orientada al comercio y la economía, así como al autogobierno de los colonos.

Si bien todo imperialismo es una tendencia que hay que superar, no es menos cierto que son la base cultural sobre la que forzosamente se ha de partir[2] para enfrentarse a los retos del futuro. Persiste una gran crítica y resistencia a aceptar que, tal vez, algunas facetas que distinguieron al modelo hispano serían útiles en el mundo actual, en el que la tendencia extractiva de países periféricos parece tocar fondo, situación que imperios que hasta ahora han permanecido fuera de la contienda geopolítica del tablero de la Historia, aprovechan para mover sus piezas. En previsión de lo que pueda venir, habrá que considerar que la integración social, la sostenibilidad económica y la capacidad de autocrítica, serán cualidades útiles en el mundo exhausto actual.

viernes, 9 de agosto de 2024

La hegemonía imperialista (occidental)


Aunque poca gente se acuerde, en el primer cuarto del siglo pasado países como Rusia, China o Japón, vivían en modelos de sociedad feudales. En Rusia y China derrocaron a sus gobiernos basados en dinastías hereditarias, pero lo que ha venido después no ha sido cualitativamente diferente en cuanto a la rigidez jerárquica[1]. Japón fue de hecho un imperio —hasta el final de la 2GM— en Gran Bretaña todavía resonaban las fanfarrias y España acababa de perder sus últimas colonias en Cuba y Filipinas. Naturalmente, no hay grandes ejércitos desembarcando en lejanas tierras dispuestos a asimilar a la población local «en nombre de la civilización», esta práctica dejó de ser bien vista desde que un señor con bigote decidió antes de mediados de siglo pasado conquistar más de media Europa de maneras nada sutiles y educadas. Desde entonces, si bien los despliegues militares han continuado sucediéndose, se ha evitado mostrar de manera tan explícita los deseos de acaparar recursos de otros territorios y sobre todo, de su población. Pero detrás de lo que parece ser una mera fachada mediática, hay claros indicios de que gran parte de aquella ansia imperialista continúa vigente hoy en día en las principales culturas del planeta, si bien, trasladadas al ámbito de lo económico o al llamado poder blando. Desde la occidental[2] hasta la del bloque de los países emergentes, con Rusia y China a la cabeza, se mantiene una dura competencia que emula a las de antaño y que manifiesta dichas ansias de dominación por ambas partes. Algunos de esos indicios serían:

·   Nostalgia del pasado imperialista romano. Repetición de sus mismos errores.

Ese Imperio romano en el que piensan los [hombres] es una versión muy limitada de lo que fue la antigua Roma

Mikel Herrán, arqueólogo y divulgador[3]
 

·    Uso del ideario nazi en estrategias y propaganda en la política y en los medios de comunicación actuales.  

Lo único que conocemos del nazismo por la literatura y el cine es la Shoah, la matanza de judíos. Pero el ideario nacionalsocialista estaba formado por muchos elementos más que hoy se desconocen y que han acabado hibridándose con el capitalismo tecnológico. Hoy los asumimos como rasgos básicos del mundo actual y, sin embargo, proceden de la Alemania nazi

José Manuel Querol, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid[4]

 

·     Culturas corporativas y políticas basadas en el culto al líder, normalmente de perfiles prepotentes. Trabajadores y ciudadanos permanentemente disgustados e insatisfechos, adictos al consumismo o a la búsqueda de un éxito laboral que transcurre por someterse a filosofías corporativas abusivas.

Las personas con un desarrollo profesional caracterizado por el exceso de confianza −aquellos empleados que se creen mejores que los demás, aunque la evidencia sugiera lo contrario− pueden alcanzar el éxito con relativa facilidad aunque sean unos incompetentes

Margaret Ann Neale, profesora emérita comportamiento organizacional Univ. Stanford[5]

 

La patocracia corporativa. Tiene mucho que ver con los políticos porque, al fin y al cabo, es el mismo tipo de personalidad haciendo trabajos distintos. Quizá los políticos tengan rasgos más narcisistas porque buscan el aplauso, la atención mediática, mientras que los CEO son más del tipo psicópata. A ellos les importa menos la atención o la admiración, quieren poder y riqueza

Steve Taylor, profesor de Psicología Univ. Manchester[6]

 

Occidente tiene muchas trampas. Te animan a maximizar y te dan muchas opciones, y eso te hace sumamente infeliz

José Manuel Rey Simó, doctor en Matemáticas y profesor Univ. Complutense de Madrid[7]

 

La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado

Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo[8]

 

·   Políticas exteriores (Reino Unido, Francia, EEEUU, Bélgica, Rusia, China, India etc.) basadas en el despliegue de tropas para controlar militarmente una zona con objetivos económicos no reconocidos, o acuerdos con dictadores locales para someter a la población en la extracción de minerales y otros recursos que no se invierten en economía local (Irán, Irak, Afganistán, Congo Belga, Argelia, Marruecos, Arabia Saudí). En otros casos como el de Rusia, uso de la fuerza militar para invadir y controlar un país vecino.

Más de un siglo después de que Europa deforestase África en busca de caucho la historia se repite. Con China

—Fuente: Xataca[9]

Hace sesenta años, China e India se enzarzaron en una corta guerra por una disputa fronteriza que terminó con China como ganador y una tregua provisional

—Fuente: La Razón[10]

 

·     Cultura del narcisismo, egoísmo e individualismo en redes sociales como Instagram, Facebook, YouTube, X (ex-Twitter)… Uso de datos para fines estadísticos, publicitarios y de control de tendencias sociales aprovechando vacíos legales y la laxitud de políticos poco diligentes.

Desde la década de los 80 hasta nuestros días el comportamiento narcisista está aumentando en nuestra sociedad al mismo ritmo que lo hace la obesidad

(Twenge & Campbell, 2009)[11]

Empresas como Facebook y YouTube diseñaron sus redes sociales para atraer a la gente hacia la versión más dañina y destructiva de este impulso de creación de comunidades, porque es más eficaz para generar compromiso y aumentar sus ingresos

Max Fisher, periodista The New York Times[12]

 

El capitalismo, al igual que el feudalismo en la década de 1780, está siendo sustituido por un nuevo sistema extractivo mucho más explotador y distinto

Yanis Varoufakis, economista y activista político[13]

·   Países emergentes como China que hacen uso de su diferente legado cultural y filosófico para proyectar constituirse como imperios mediante estrategias no previstas en el ideario caduco y rancio occidental, aprovechando las flaquezas y debilidades de sus competidores. Apertura al mercado capitalista externamente, pero empleando fuertes regulaciones internas de mercado, control poblacional, limitación de la privacidad y autocracia política.

Este aburguesamiento de un sector de la burocracia fue visible en la China imperial, estuvo presente durante el gobierno del Kuomintang y reapareció bajo el PCCh a partir de 1979, para finalmente convertirse en un rasgo dominante del capitalismo chino

Au Loong-Yu, activista político internacional[14]

Las herramientas políticas actuales han demostrado ser vulnerables a las amenazas internas y externas: desinformación, propaganda política en los medios, desigualdad económica, y una ciudadanía cada vez más desconectada de unas instituciones que dicen defender más de palabra que con los actos, los valores clásicos de la Ilustración occidental. Pero para reformar estas herramientas son necesarias unas condiciones previas de estabilidad social, que el actual sistema no puede proveer, encontrándose occidente en un círculo vicioso creado por su propio éxito (Douthat, 2021). La hegemonía de la que Occidente disfrutaba durante tanto tiempo le permitió descuidar estos aspectos, pero este período de dominio está llegando a su fin. Otros imperios, que hasta ahora actuaban como observadores, aprovechan el declive de Occidente para salir de su ostracismo y comenzar a ocupar un papel más protagónico en el escenario global.



[1] Hubo revoluciones en cuanto significaron un derrocamiento del régimen político, pero no ha existido una revolución social como ocurrió en Europa con los modelos liberales.

[2] Es la que ha acabado alzándose como la de mayor influencia mundial siguiendo con la inercia imperialista desde el Neolítico.

[14] https://rebelion.org/es-china-una-potencia-imperialista/ [acceso 26/05/2024]


·   Twenge, J. M., & Campbell, W. K. (2009). The narcissism epidemic: Living in the age of entitlement. Free Press. https://psycnet.apa.org/record/2009-05058-000

·   Douthat, R. (2021). La sociedad decadente: Cómo nos hemos convertido en víctimas de nuestro propio éxito. Editorial Ariel (ePub)

jueves, 27 de junio de 2024

La caída de Occidente

 
La caída de Occidente [Bing Image Creator]


Los inicios (1950~1970)

Al acabar la Segunda Guerra Mundial e iniciarse el periodo de la Guerra Fría, el mundo comenzó a iniciar un lento pero imparable proceso marcado por el enfrentamiento entre dos grandes potencias y la carrera armamentística, que nos llevaría a la situación actual. Es difícil determinar hasta qué punto se era consciente de lo que implicarían las decisiones tomadas entonces, pero sí se puede advertir una intencionalidad y un patrón de comportamiento. La dinámica de gasto e intervencionismo militar con fines políticos, se enfrentó en el caso Occidental con el auge económico europeo y asiático con Alemania y Japón como principales exponentes. En esta tesitura, el bloque capitalista demostró que en el corto plazo tenía mayor flexibilidad para encontrar alternativas —no vamos a llamarlas «soluciones»a su problema. Mientras ocurría todo esto, Occidente desatendía las crecientes demandas de las sociedades que se recuperaban tras el periodo de postguerra, asumiendo que el ciudadano era una entidad que ejercía su libertad y decidía en democracia disponiendo de toda la información necesaria para hacerlo, consecuencia de aplicar ؅؅—erróneamente— la teoría económica al modelo social[1].

El fin del patrón oro (1971)

Determinados actores económicos y corporativos en el bloque occidental capitalista, principalmente vinculados a la industria manufacturera y financiera estadounidense, comenzaron a expresar su descontento con la erosión de sus beneficios. Principalmente, la emergencia de países como Alemania y Japón que habían experimentado un rápido crecimiento tras la Segunda Guerra Mundial, representaba un desafío para la hegemonía económica estadounidense. Esto provocó que la financiación de costosas campañas militares como la Guerra del Vietnam, exacerbara aún más las tensiones dentro del sistema de Bretton Woods. La rigidez del sistema de cambio monetario fijado en el patrón oro y con el dólar como «moneda de cambio», acabó con el presidente Richard Nixon asesorado por el influyente diplomático Henry Kissinger, decidiendo eliminar dicho estándar fijo internacional. Esto permitió iniciar una era de mayor flexibilidad monetaria, pero también de mayor volatilidad e incertidumbre en los mercados financieros. La inflación sufrió un aumento como consecuencia de la mayor facilidad de los gobiernos para imprimir dinero. Además se abrió la puerta a la especulación con la deuda soberana, ya que la desvinculación del dólar del oro por el que se regulaba el sistema de cambio de divisas, sufrió una importante alteración. Esta nueva dinámica financiera permitió a países como China, con sus crecientes exportaciones hacia Estados Unidos, acumular grandes reservas de dólares que invertían en bonos del Tesoro de dicho país, convirtiéndose en uno de sus mayores acreedores y adquiriendo un considerable poder económico sobre esta nación.

La crisis del petróleo (1973)

Poco después de eliminar el patrón oro, la OPEP —una formación de países, en su mayoría dictaduras islamistas— bloqueó el consumo de crudo de los países occidentales en respuesta a su apoyo a Israel en la Guerra de Yom Kipur. Este embargo provocó una crisis de grandes dimensiones debido a la dependencia de Occidente del consumo de combustible fósil y puso de evidencia la vulnerabilidad de su modelo económico. Además, la crisis exacerbó las tensiones geopolíticas entre Oriente Medio y Occidente, y contribuyó a un aumento del sentimiento antiamericano en el mundo árabe. El «modelo occidental» comenzó a evidenciarse como una fachada de «libertad y democracia» mientras ocupaban con tanques y rociaban con napalm territorios enemigos solo por su ideología e interés geopolítico. La división entre los intereses geopolíticos de los gobiernos y las ilusiones y sueños de «paz y armonía» en las que creían los ciudadanos tras la propaganda aliada consecuencia de la victoria en la 2GM, comenzó a ser abrumadoramente divergente, provocando la aparición de movimientos de protesta y activismo social.  ¿Cómo respondió occidente ante esta coyuntura?

La respuesta occidental: Reunión de la Comisión Trilateral (1973)

Llama la atención que precisamente en la reunión de las personas más «influyentes» del planeta en el año 1973 en la llamada Comisión Trilateral, algunas de las conclusiones a las que llegaron como respuesta a la difícil situación de aquel momento fue la de la «ingobernabilidad de la sociedad» y el «exceso de democracia» (Crozier et al., 2012) como unos de los principales problemas. La respuesta occidental no se basó en un cambio del modelo social y económico. En lugar de asumir que el problema global era demasiado grande para que los ciudadanos de a pie lo manejaran, lo que implicaba aceptar que el modelo democrático —«el menos malo», recuerden— tenía deficiencias que debían ser corregidas, se optó por una mayor opacidad y reducción de la participación del ciudadano, sin que este fuera pleno conocedor. A tenor de todas las evidencias que han surgido desde aquella fecha, incluidas un renacer de la teoría política «práctica»[2], no cabe duda de que aquellas personas influyentes no perdieron el tiempo en aquella reunión y sus conclusiones han logrado llegar, en su mayor parte, al lugar que previeron. 

Globalización y deslocalización (1980)

Tras la caída de la Unión Soviética implosionada por su propia combinación de ineficiencias económicas, rigidez política y crecientes tensiones internas, el bloque Occidental dispuso de mayor libertad a la hora de «expandir» su ámbito de actuación. Con Margaret Thatcher y Ronald Reagan como principales protagonistas, Occidente inició un imparable proceso de privatización de servicios públicos, eliminación de políticas antimonopolio, creación de mercados en países ahora controlados económica, política y militarmente si llegaba el caso, aumento de la especulación financiera, control de los medios de comunicación a través de intereses económicos, control de partidos políticos por el mismo mecanismo y para redondear la maniobra, reformas para aumentar el protagonismo de dichos partidos. Al igual que en la crisis del petróleo, nadie puso pegas a deslocalizar las principales empresas tecnológicas e industriales occidentales a países asiáticos con quienes se compartía dicha tecnología y sus secretos industriales, a nadie pareció importarles que las principales materias primas se continuasen obteniendo en dictaduras de África, Medio Oriente y Asia. La mayoría de los principales responsables de evaluar los resultados trimestrales estaban satisfechos por los resultados. De momento.

La era de las burbujas (1990~2008)

Basar la economía en la especulación financiera y el ahorro de costes momentáneo que supone deslocalizar las empresas a países donde sus empleados trabajan más horas y cobran menos, con quienes se comparte la tecnología desarrollada en las propias fronteras pero que para fabricarla hacen falta materiales que se obtienen en países foráneos que han acabado controlando y monopolizando el transporte de mercancías a nivel global gracias a una falta de regulación que los mismos países han promovido, no parece una buena idea. Sin embargo, así es como la economía occidental comenzó a funcionar a finales del siglo pasado, en base a decisiones tomadas desde las altas cúpulas corporativas y políticas, las que se supone disponen de la información suficiente y han llegado hasta ahí «por méritos». La realidad es que comenzó a surgir un «patrón» de actividad empresarial basada en el supuesto del «crecimiento ilimitado» y un mantra «filosófico» conocido por el «falla, rápido, falla barato», que consistía en ofrecer productos de eficacia incierta y poco realista que parecían funcionar… hasta que dejaban de hacerlo. Fruto de este patrón surgió la burbuja de las «punto.com», de las renovables[3], de los bienes inmobiliarios, de los productos financieros, que alcanzó su punto máximo en 2008. Esta crisis fue alimentada por una combinación de factores, entre ellos la fácil disponibilidad de crédito y las bajas tasas de interés, como otra consecuencia de la situación que comenzó a generarse a principios de los 70, que fue la demanda insaciable de bonos del Tesoro por parte de China. La estrategia de este país de aprovechar la debilidad de Occidente en su fijación en el corto plazo, no solo incentivó la toma de riesgos y la formación de la burbuja, sino que también consolidó su posición como potencia económica global y le otorgó una influencia significativa sobre la economía estadounidense. Cuando estalló la crisis en Occidente, la sólida posición financiera de China le permitió seguir comprando bonos del Tesoro, perpetuando una dinámica de dependencia mutua que ha moldeado las relaciones económicas y geopolíticas actuales. De esta manera, las burbujas continuaron con las de los estudios universitarios[4], siguiendo por el arte contemporáneo, por las criptomonedas, la de los NFT. Todo era susceptible de convertirse en burbuja porque… bueno, las causas de las burbujas pueden variar desde el optimismo irracional vendido detrás de grandes estrategias de marketing hasta la corrupción económica y política, pero todas tienen en común que proporcionan interés económico en el corto plazo. La cuestión es que el modelo económico actual desregulado apenas puede contener la fuerte tendencia a su creación.

La pandemia y el coche eléctrico (2020~)

La principal innovación de las décadas recientes ha sido la de la creación de un modelo de negocio basado en la comunicación móvil y los dispositivos portátiles. Si bien este modelo ha generado beneficios económicos, también ha traído consigo una serie de consecuencias negativas:

En primer lugar, este modelo se basa en gran medida en la importación de materias primas y la fabricación de dispositivos en países como China, lo que genera una dependencia excesiva de estos países. En segundo lugar, el modelo de suscripción y demanda ha llevado a la proliferación de servicios que no presentan una innovación tecnológica real y que, en algunos casos, incluso han empeorado la calidad de los trabajos y aumentado la huella de carbono. Casos como canales de streaming —series, música, etc. —, de influencers, de venta en-línea, de tarifas de datos a los operadores de comunicación,  de almacenamiento por cuotas en «la nube» —en realidad, en costosos servidores de datos centralizados que generan un consumo de energía elevadísimo—, y de ahí se ha extendido a otros ámbitos como los de la vivienda —Airbnb—, transporte —BlaBlacar, Uber, Cavify—, envíos a domicilio —Glovo—. Un tercer caso sería el de la creación de  un sistema de publicidad supuestamente a medida del usuario pero que implica el espionaje continuo y el uso opaco de todos los datos recogidos, incluidos los de la localización del usuario, para fines comerciales y potencialmente lucrativos en la medida todos estos datos son manejados por empresas privadas en connivencia con poderes políticos, dando lugar al llamado Tecnofeudalismo.

Pero lo peor es que se ha ignorado casi por completo la necesidad de innovación[5] en la mayoría de ámbitos, principalmente el del transporte. Tras evidenciarse la influencia negativa del consumo de combustible fósil tras la aparición de la pandemia del COVID-19, la exigencia social por un cambio en la movilidad ha sido abrumadora, cambio que una industria automovilística occidental muy conservadora y jerarquizada, no ha sabido asimilar. Mientras tanto, China, que se ha mantenido aislada siguiendo con su tradición, ha innovado en este ámbito, dejando pasar con un filtro preciso aquellos elementos de la cultura occidental que han funcionado, manteniendo una estricta censura con los que no, lo que les ha conllevado duras críticas. Sin embargo, el resultado es que en estos momentos, monopoliza la extracción y exportación de las principales materias primas así como su transporte, ha mejorado tecnológicamente gracias a aprovechar la poca tecnología innovadora desarrollada por occidente recientemente, desde smartphones hasta tecnología aeroespacial. En estos momentos BYD es el mayor productor mundial de automóviles eléctricos y China ha traído a la Tierra por primera vez minerales de la cara oculta de La Luna.

En definitiva, esta cronología parece evidenciar de manera inevitable que Occidente lleva desde inicios de la década de los 70 con un modelo social basado en una jerarquía o «élite económica» establecida en EE.UU. que impone mediante su influencia en el ámbito político una serie de medidas cuyo único o principal objetivo es mantener su estatus, sin atender las necesidades reales que todo modelo requiere a pesar de las consecuencias de esta negligencia.



[1] «a partir de los años sesenta se produjo una desgracia para el planteamiento sociológico tradicional: el desembarco de la teoría económica en la teoría sociológica» (Paramio, 2005, p. 14)

[2] «En general, en la literatura anglosajona referente a la historia reciente de la Teoría Política [práctica] se comienza siempre hablando de la resurrección de la disciplina en los años setenta» (Rivero, 2001, p. 84)

[5] https://www.wired.com/2011/10/stephenson-innovation-starvation/ [acceso 29/07/2024]


·  Paramio, L. (2005). Teorías de la decisión racional y de la acción colectiva. Sociológica, 20(57), 13-34. https://www.redalyc.org/pdf/3050/305024871002.pdf


·   Rivero, Á. (2001). La objetividad en el estudio de la política. Daimon: Revista Internacional de Filosofía, 24, 81-92. https://tinyurl.com/cczbka3b


·    Crozier, M. J., Huntington, S. P., & Watanuki, J. (2012). The Crisis of Democracy. Report on the Governability of democracies to the Trilateral Commission. Sociología Histórica, 1(1), 311-329. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4554297.pdf

miércoles, 22 de mayo de 2024

¿Ser positivo es negativo?


Desde hace unas décadas, probablemente desde la crisis del 2008, que el mercado laboral está sufriendo serias convulsiones. Si a esto se le añade que desde entonces una serie de apariciones tecnológicas han trastocado la solidez que algunos sectores disfrutaban, el resultado va desde la gran renuncia hasta la renuncia silenciosa, pasando por las actitudes de las recientes generaciones como la Z, que no ven en sus entornos laborales nada o poco que les atraiga, no logrando el arraigo con la empresa que los entornos corporativos clásicos esperan de sus trabajadores. Mucho se puede hablar de cómo se ha llegado hasta aquí, pero poco que no se haya dicho ya. Desde modelos productivos absurdos donde la «productividad» consiste en hacer trabajar más horas cobrando menos, a objetivos empresariales muy cortos de miras, incapaces de ver más allá del trimestre siguiente. Si es que llegan a tanto. En este ambiente tóxico laboral, la salud mental de los trabajadores se resiente. 

Pensemos por un momento que estamos entrenando para correr los 3000 metros (por ejemplo). Puede que por no hacer estiramientos nos de un tirón o tengamos una pequeña lesión ¿Cuál sería la acción a tomar: cambiar nuestra rutina de entrenamiento y estiramiento, o tratar la lesión? El ávido lector habrá advertido que se está incurriendo en una falsa dicotomía. La acción correcta incluye ambas cosas. Es decir, un fisioterapeuta probablemente diría que hay que aplicar hielo en la lesión para reducir la inflamación al acabar los entrenamientos y aplicar calor antes de ellos para aumentar la flexibilidad. Además de todo ello, un entrenador probablemente diría que hay que reacomodar la intensidad del entrenamiento, incluso posponerlo, para no aumentar el problema.

Por algún extraño motivo no se considera algo equivalente cuando alguien tiene una «lesión» de ánimo y entusiasmo en un trabajo donde se le exige demasiado o de una manera inadecuada. Por muchas que sean las necesidades de la empresa, las personas seguimos siendo personas, y mientras la primera necesite a las segundas, se deberían atender sus necesidades. Normalmente se presta atención a la ergonomía, pero pocas veces a la salud mental. Puede que el gran prejuicio que existe con este ámbito no ayude. Como se decía, según el sector y las implicaciones o intereses que tenga involucrados en la situación, solo denunciará la parte que le interese.

Por un lado, el sector ideológico de izquierdas, normalmente no alineado con los intereses de las empresas, se desgañitará diciendo que es un problema que se ha de resolver mediante la acción sindical. Que el trabajador ha de ejercer una acción de protesta y de reivindicación, «luchar» por un entorno laboral más «humano», manteniendo la ira, la preocupación y dejando que el estrés le mantenga en constate enfado y depresión.

Por otro lado, ha surgido una nueva oportunidad de «negocio» que consiste en vender «felicidad». Curiosamente, el principal e incluso único responsable de la misma es el propio afectado. Además, se lanzan mensajes cargados de «positividad» intentando convencer que «puedes conseguir lo que deseas», lo que algunos interpretan como que si no lo consigues es que no lo has intentando con la suficiente fuerza. Todo olvidando la obligación de los empleadores a mantener un entorno laboral adecuado.

Esto es un autentico disparate, reflejo del mundo polarizado, dicotómico, sectario y dogmático en el que vivimos.

Por lo visto a casi nadie se le ha ocurrido que, al igual que hacemos con una lesión atendiendo a causa y efecto simultáneamente, se pueden reivindicar unos ambientes laborales más justos, más amables y más eficientes (para lograr lo mismo con menos esfuerzo, no para lograr todavía más, con el mismo exceso de trabajo que antes) y a la vez, sobrellevar mientras la situación, logrando lo anterior mediante técnicas de relajación y resiliencia. Y de paso, evitar tomar decisiones de las que luego te arrepientas.

De nada.