¿Tiene sentido juzgar hechos de la antigüedad con un conocimiento adquirido posteriormente? Si cada época está marcada por su correspondiente grado de evolución social, cultural y conocimiento, no parece que sea correcto hacerlo. Sin embargo, en ciertos ámbitos sobre todo políticos, parece ser una práctica habitual juzgar sucesos históricos desde la óptica actual. ¿Esto significa que lo que era válido hace siglos no pueda ser criticado ahora? Bueno, por supuesto que puede ser criticado —de hecho, ya lo fue— por eso transcurrió la Historia tal y como la conocemos. Pero no tiene sentido aplicar conceptos o valores surgidos en una época, a los de otra. Mucho menos juzgar a los descendientes de aquellos que cometieron unos actos, que sólo hoy son considerados como errores.
La posibilidad de aplicar el método científico en la Historia y Ciencias Sociales es complicada, pero dentro de la definición del mismo, es posible aprovechar el trabajo de un investigador independiente, en base a aplicarlo a diferentes casos de interés y estudiar las conclusiones. Existe un estudio, poco conocido, pero de gran ayuda para entender estas interpretaciones más que discutibles de la Historia. Se trata de la llamada Falacia del Historiador. El artífice de este concepto es David Hackett Fischer, profesor de Historia de la Brandeis University, y nos cuenta, dicho en pocas palabras, que interpretar la historia o sucesos ocurridos en la antigüedad en base a un conocimiento adquirido con posterioridad —por lo tanto desconocido por los protagonistas de entonces— es un error. Por tratarse de un autor proveniente de la historiografía anglosajona, y por su relación con la Historia española, se ha escogido el siguiente fragmento de un documento (Las falacias del historiador) donde se resume su trabajo:
Considérese, por ejemplo, un problema interpretativo mayor, la derrota de la Armada española en 1588. Algunos estudiosos han sugerido que este suceso causó el declive del imperio español y el ascenso del británico. Pero Garrett Mattingly replica que “es difícil verlo de ese modo. En 1603 España no había perdido ni una sola de sus posiciones marítimas ante los ingleses, mientras que la colonización británica de Virginia se había pospuesto por el momento”. Otros argumentan que la derrota de la armada española provocó el traspaso del control de los mares, de España a Inglaterra. El Profesor Mattingly contesta que antes de 1588 el poder marítimo inglés en el Atlántico había sido normalmente superior a las fuerzas conjuntas de Castilla y Portugal, y que así seguía siendo, pero tras 1588 el margen de superioridad disminuyó. La derrota de la Invencible no fue el final, sino más bien el comienzo de la Armada española”.
(...)
En breve, parece que la derrota de la Armada española, por potente y melodramática que fuera, pudo bien ser claramente algo inútil en sus resultados. Dicha derrota no parece haber conllevado grandes efectos, excepto acabar con la estrategia española que la tenía como maniobra principal. Este criterio seguro que viola los instintos patrios de todo inglés y la sensibilidad estética de todos nosotros. Un gran suceso debe tener grandes resultados, pensamos. Pero esta es la falacia de la identidad, que trataremos después.
Este es un ejemplo autocrítico —desde el punto de vista de su autor, en relación al de la historiografía clásica anglosajona— donde se muestra cómo la Historia es interpretada acorde con sus deseos nacionalistas, considerando la derrota de la Armada Invencible el punto de inflexión hacia el declive del dominio español y comienzo del británico, culminándose en la Batalla de Trafalgar .
Como se puede leer, la derrota de La Armada española —en 1588— no supuso ningún declive —más bien al contrario—. Este se sucedió siglos después en Trafalgar —1805—. Los historiadores nacionalistas británicos sin embargo, aprovechan la derrota posterior para tratar a la primera —por su carácter más «mediático»— como un suceso distinto a lo que podría haber sido, pero que sencillamente, no lo fue —no solo esto, sino que ignoran bochornosamente la hazaña del Almirante español Blas de Lezo (Pasajes, Guipúzcoa, 1687), y la colosal derrota a la que fueron sometidos en el Sitio de Cartagena de Indias—.
Y como muestra de algo más cercano y de lo que podrá ser si el nacionalismo catalán continua por la línea actual, según un estudio de la Fundació d'Estudis Històrics de Catalunya, el Descubrimiento de América ... ¡fue catalán!
Por lo visto, deducen lo dicho en función de algunos descubrimientos relativos al origen incierto del navegante y descubridor, que lo situarían en las Islas Baleares —han leído bien: Baleares, no Cataluña—. Independientemente del origen de Cristóbal Colón —el cual era obviamente el mismo entonces que ahora—, la Historia se ha desarrollado como la conocemos. La asociación del descubrimiento de América con España no es una decisión moderna, sino que forma parte del proceso histórico. El argumento del organismo catalán al asociarlo con personajes como Fernando de Aragón —esposo de la Reina Isabel de Castilla, y Rey de la Corona de Aragón, como todo el mundo sabe— no es válido, ya que ese hecho es probablemente lo que evita que se asocie en exclusiva con La Corona de Castilla, y se haga con el conjunto de ambas coronas —España—. Si se descubriera que Colón era chino —por ejemplo—, sería indudablemente una sorpresa, pero apenas cambiaría nada.
«La Historia la escriben los vencedores»: este es uno de los tópicos más conocidos sobre la Historia y probablemente es cierto. En todo caso, algo veraz que se puede extraer de esto es precisamente, quién fue el vencedor y lo que ocurrió a continuación. La diferencia con la Falacia del Historiador, es el uso posterior y consciente de esta última, mientras que los vencedores carecían de la certeza de las consecuencias históricas de sus actos, que ni ellos ni sus descendientes cercanos iban a conocer.
El recurso de esta reinterpretación histórica es probablemente para lograr la victoria en terrenos distintos a los de antaño, o para justificar los abusos de una hegemonía lograda de forma no tan noble como las luchas a espada de entonces. Se aprovechan las debilidades actuales, para intentan justificar demagógicamente su supremacía en lo político, lo militar, o lo económico. Últimamente en lo mediático también pero,... casi nunca en lo moral.
Nota : artículo revisado, modificado y reeditado. Artículo anterior publicado el 28/10/2006
Gracias a Inmemoriam por sus datos y por su bitácora, que me ha estimulado y ayudado a confeccionar este post.
ResponderEliminarVoy a mover los comentarios dejados en el anterior post, relacionados con el tema del actual.
un saludo y gracias
Aunque suelo visitar su página con regularidad, hoy no lo hago para disfrutar de sus artículos sino para agradecerle su visita a Efemérides y su comentario, comentario al que quisiera aportar mi punto de vista. Discutir si la supremacía inglesa en el mar comenzó la tarde del 21 de octubre de 1805 o no, más que polémica sería elucubración. En contadas actividades humanas se logra alcanzar la hegemonía sin que al primer éxito le acompañe la perspectiva de futuro, y eso, en el caso de la armada inglesa estimado corresponsal, no creo que haya nadie que pretenda ponerlo en duda; Gran Bretaña había comprendido que su éxito como nación le vendría por el mar y a ser dueña de él se entregó a conciencia. En la historia de los enfrentamientos y las guerras, solo algunos cambios en el planteamiento táctico vinieron a significar un cambio radical a lo hasta entonces conocido. La falange macedónica o el empleo de elefantes por Aníbal como fuerza de choque son ejemplos de ello, y, más recientemente, y solo por citar algunos, la blitzkrieg de la wehrmacht o la creación de las unidades de inteligencia por los norteamericanos merecen contarse entre esos hitos. Hasta Trafalgar, el barco no era un arma en sí sino que el Mando lo utilizaba como medio para transportar a sus soldados o como plataforma desde la que podían realizar su ataque las unidades de infantería. La época del imperio español, llegando hasta bien entrada la ilustración, es buen ejemplo de ello. ¿Se hubiera vencido en Lepanto sin la intervención de los tercios embarcados, por poner un ejemplo? Y en esto estribó la genialidad de Nelson, en convertir al barco en un arma que por si misma podía ganar batallas. Aquél 21 de octubre dejó obsoleta, de un plumazo, la inveterada táctica de la aproximación y el abordaje. No olvidemos que a los 27 barcos ingleses se enfrentó una escuadra francoespañola compuesta por 40 navíos comandados por la flor y nata de la marina de ambos países.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con presentar a la marina española de 1805 como una marina en decadencia. Sus barcos se contaban entre los mejores del mundo, sus marinos gozaban de una reputación envidiable y el armamento estaba en perfectas condiciones. David H. Fischer, que como usted sabe es el nombre del autor de la Falacia del Historiador, a fin de cuentas yo creo que lo que afirma en su planteamiento es un aserto incuestionable: ningún hecho pasado puede enjuiciarse desde la perspectiva actual. Hoy nos parece absolutamente obvio que se debe aprovechar en su totalidad el armamento del que se dispone; sin embargo, la táctica usual en aquel tiempo era la de acercarse lateralmente al barco atacado y forzar el abordaje. La genialidad de Nelson aquel día estribó en intercalar sus barcos entre la formación francoespañola y hacer fuego desde ambos costados del buque. Y también, por supuesto, el hecho de contar con tropa profesional mientras que el resto de armadas utilizaban las glebas o recurrían a los penados. Es más, ¿qué cambió en la marina española después de Trafalgar?, ¿qué conclusiones se sacaron tendentes a mejorar nuestra armada? Respuestas: nada. En cambio, Gran Bretaña aplicó, y lo sigue haciendo, todo su esfuerzo militar a potenciar su flota, aún a costa, en muchas ocasiones, de las fuerzas aéreas y terrestres. Eso, sin duda alguna, fue lo que le abrió las puertas para conquistar un Imperio. Y pensar que las fuerzas navales del resto de los países del mundo estaban adocenadas, renqueantes o en decadencia si que sería verdaderamente una falacia.
Le itero mi satisfacción por contarle como corresponsal y le envío un atento saludo.
Inmemoriam,
ResponderEliminarBienvenido de nuevo a esta bitácora y le agradezco el ilustrador y magnífico comentario. Tan solo lamento no tener preparada la publicación que le menciono, sobre la Falacia del Historiador, pero pretendo solucionar pronto este inconveniente.
Bueno, no me refería a que la Marina Española estuviera tanto como en decadencia o adocenada. Supongo que lo que nos cuenta sobre el esfuerzo Británico en mejorar sus navíos y técnicas, mientras que en España y gran parte de otras naciones se mantenía cierta pasividad investigadora, es lo que realmente ha marcado la diferencia entre dichas culturas. Efectivamente, David H. Fischer, cree que es un error interpretar sucesos anteriores en base a informaciones ocurridas con posterioridad. Y nosotros también, por lo que veo. Sin embargo los nacionalismos y republicanismos comenten este error con gran asiduidad.
Volviendo al tema de Trafalgar, el presentar esta Batalla como el punto de inicio parece más bien una especie de truco mediatico, ya que si no estoy equivocado, y corrigame de ser así, la supremacia española aún continuo por un buen tiempo.
Ahora mismo no recuerdo si la proeza de Blas de Lezo fué antes o después de este suceso historico, ¿le dedicará un capítulo en su bitácora? Estaría encantado de leerlo en su blog (Efemerides Españolas)
Un cordial saludo
Vale. Acabo de comprobar como en la wikipedia pone lo siguiente:
ResponderEliminarTan colosal derrota de los ingleses aseguró el dominio español de los mares durante medio siglo más hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce
y compruebo que efectivamente, he confundido la Batalla de la Armada Invencible, que también se ha considerado un punto de final de la Armada Española (y es a la que realmente se refiere David H. Fischer), con la de Trafalgar (200 años después), que entonces si será la que marca el declive.
Bien, creo que aclarado queda.
Igualmente gustoso
Linus
Estimado corresponsal, sobre la figura de don Blas de Lezo ya escribí un relato con ocasión de la efeméride de la batalla de Cartagena de Indias. Aquí le pongo el enlace, confiando que fuese a este hecho en concreto al que usted se refería.
ResponderEliminarReciba mi afectuoso saludo.
Gracias In memoriam, en efecto ese capitulo de la historia es al que me refería, completamente ignorado por los británicos hasta tal punto que ni el propio y autocritico David H. Fisher que reconoce la falacia en la historiografía británica respecto a la Batalla de la Armada Invencible, lo menciona en su trabajo.
ResponderEliminarPor lo visto me pasó inadvertido su publicación por solo un día, ya que tengo escrito un coemntario en el dedicado al inventor catalán Monturiol.
un cordial saludo
El profesor David Hackett Fischer nació en Baltimore (Maryland) el 2 de diciembre de 1935 y da clases de historia en la Universidad de Brandeis (Waltham, Massachusetts).
ResponderEliminarUn saludo.
Saliendome un poco de lo comentado hasta aquí, muy interesante, por cierto, quería decir que la reinterpretación histórica no solo es patrimonio de dictaduras y nacionalismos. Compruebese si no, la ley de memoria histórica, promovida por el gobierno oligarquico actual.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Completamente de acuerdo compañero
ResponderEliminar... o en general, la de aquellos que hacen uso de su hegemonía y debilidad del oponente, para difundir estas falacias y justificar demagógicamente su supremacía en lo político, militar o económico normalmente, en lo mediatico en los últimos tiempos ... y casi nunca en lo moral.
El actual gobierno usa su superioridad política actual y mediatica casi permanente, para todo esto.
Gracias y un cordial saludo
Al final te he hecho caso y he añadido un enlace a una noticia sobre la aprobación de la ley de memoria histórica
ResponderEliminarGracias LAQ