jueves, 27 de junio de 2024

La caída de Occidente

jueves, 27 de junio de 2024


¿Qué está pasando a nuestro alrededor? ¿Es normal lo que se ve en los medios de comunicación y las redes sociales? Las noticias pasan de un esperpento a otro, solo parecen ser toleradas por los sectores más fanáticos de cada «bando». Prácticamente ninguna de las medidas ni declaraciones de los gobiernos se salva de algún critica destructiva y debates encendidos y viscerales en las redes. Mientras tanto, la ciencia es despreciada y se la identifica con el capitalismo y con los poderes políticos, como si fuera la culpable de lo que está pasando. Los grandes empresarios son también objeto de un gran fanatismo, tanto de seguidores como de detractores. Las grandes cualidades que habían distinguido a Occidente como los ideales de libertad, justicia e igualdad del individuo así como el desarrollo científico y tecnológico, han acabado cediendo a la deslocalización, a la ubicua tecnología y economía china, y al retorno a antiguas prácticas como el Tarot o la Astrología que ahora se imparte en las propias universidades.

El país asiático controla las principales materias primas (madera, hierro, litio, minerales raros), sus comercios acaparan casi todos los ámbitos (vehículos eléctricos, supermercados, bares y restaurantes, bazares) y ahora comienza a acaparar sectores culturales normalmente dominados por Estados Unidos (literatura y cine de ciencia-ficción). Los conflictos bélicos se suceden con Ucrania invadida por el aliado Ruso y Oriente Medio en el eterno foco de enfrentamiento entre Israel y Palestina. No parece que se haya solucionado absolutamente nada y la estrategia de un Occidente dominado por los países afines al modelo anglosajón basado en la conquista y extracción de recursos, hace aguas por todas partes. Estados Unidos sin alternativas sólidas y sin renovación política de garantías y Reino Unido cuya salida de la Unión Europea ha sido un fracaso ¿Cuándo empezó todo?

Quizás esta no sea la pregunta adecuada ya que probablemente la respuesta es que siempre fue así. Al menos en Occidente. Si se hace un repaso a la historia, desde que unos jinetes del Cáucaso invadieron Europa, esta parece haber continuado con aquella dinámica de saqueo y conquista, que ha acabado con América Latina al capricho de los tejemanejes de EEUU y África sometida al ansía europea y occidental de minerales, materias primas y sobre todo, de petróleo, para poder sostener su modo de vida. Un modelo que ha estado funcionando durante siglos pero parece languidecer en la actualidad.

1. Primer clavo en el ataúd del modelo occidental (1970)

En la década de 1960 el panorama geopolítico comenzó a cambiar hacía lo que sería el mundo actual. La Segunda Guerra Mundial ya se dejó atrás, cuyo resultado llevó a EEUU a creerse su Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe y comenzó a poner en práctica lo que con los años se le llamaría «ser la policía del mundo», que no era más que un eufemismo para ser el país hegemónico que anhelaba la cultura colectiva del país norteamericano. Pero la Guerra de Vietnam no estaba funcionando como querían, con un coste en vidas muy elevado. También tuvo un coste político y económico. La bajas humanas ya no se podían devolver, pero sí que se podían mejorar las formas de financiar la guerra. Otro «pero» que se añadía es que las economías del resto de los países comenzaban a despuntar, especialmente las de sus principales antiguos enemigos, Alemania y Japón; lo que provocaba que la ventaja competitiva de EEUU ya no era la misma. En definitiva, se juntó la necesidad de financiar una campañas militares que no hacían falta más que para defender de maneras cuestionables el «modo de vida norteamericano» y llevarlo a lugares donde nadie se lo había pedido —pero que evitaban de esta manera que cayeran bajo el influjo comunista en el contexto de la Guerra Fría— con la perdida de beneficios de las empresas del país. La opción que les quedó, no exenta de grandes riesgos pero que a pesar de todo tomaron, fue la de eliminar el patrón oro con el que la economía mundial había estado funcionando durante más de siete décadas. La jugada les funcionó inicialmente, pero abrió la oportunidad de generar negocios basados en la especulación al no existir un patrón fijo, sino variable, del dinero. El resultado lo conocimos en el 2008. Pero no nos adelantemos.

2. Caída de Bretton Woods (1971)

Otro acuerdo tras la 2GM hecho pedazos a causa de la eliminación del patrón oro. En la ciudad de Bretton Woods, las naciones aliadas establecieron un marco económico que ayudase a la recuperación económica mundial tras el conflicto bélico. Sin profundizar en los aspectos económicos, se decidió que la moneda usada para el cambio internacional de divisas sería el dólar estadounidense. Al tomar el presidente Nixon su decisión unilateral de eliminar el patrón fijo para su moneda, repercutió en el sistema de cambios de divisas, que pasó de fijo a flotante, imposibilitando el acuerdo internacional tal y como se entendía desde entonces. Aunque algunas organizaciones fruto del acuerdo de Bretton Woods como el Fondo Monetario Internacional (FMI) continuaron en funcionamiento, el cambio en las condiciones del mismo convirtió en objeto de especulación la deuda soberana, un concepto que volvió a aparecer como consecuencia, tristemente famoso con la crisis del 2008, cuando las enormes deudas generadas en los países arrastraban por un lado a las economías familiares, mientras que en otros despachos eran celebradas con copas de champán. Esta situación nos da una idea de algo que no tuvo que ocurrir nunca si se hubieran hecho las cosas pensando solo un poco más en el largo plazo y en las sociedades a las que representaban, y menos en generar grandes beneficios inmediatos que solo iban a disfrutar unos pocos.

3. La crisis del petróleo y la OPEP (1972)

En medio de este caldo de cultivo especulativo y de búsqueda de beneficios a corto plazo, los gobiernos occidentales encabezados por EEUU, orgullosos de su «fabulosa» meritocracia; confiaban su enorme dependencia de petróleo en sectores de primera magnitud como la industria manufacturera, transporte o turismo, a países gobernados por dictadores que sometían a su población ¿Qué podía salir mal? ¿Qué importaban los ideales occidentales del individuo, libertad, igualdad y justicia, creando sistemas de consumo que dependían de dictaduras colectivistas y teocráticas de Oriente Medio? Pues lo que salió al final es que debido al apoyo a Israel (otro de los grandes estropicios intervencionistas anglosajones de Occidente) en la guerra de Yom Kipur, llevó a los países integrantes de la OPEP a vetarles el consumo de petróleo como represalia ¿Qué les iban a decir a los votantes ahora, que fueran en bicicleta, que se apretaran el cinturón? No podían porque la escusa aquella de «vivir por encima de sus posibilidades» todavía no la habían preparado.

4. Reunión de la Comisión Trilateral (1973)

La Comisión Trilateral, un grupo de élite de políticos, empresarios e intelectuales de América del Norte, Europa Occidental y Japón, se formó en 1973 en respuesta a la crisis del petróleo. La teoría es que el objetivo de la Comisión era discutir los desafíos comunes que enfrentaban las economías occidentales y desarrollar soluciones para garantizar la estabilidad y la prosperidad. En uno de los principales informes como resultado de aquella comisión de «notables» —que nadie había elegido y a los que nadie había pedido que solucionaran los problema de países cuyas democracias se suponían que eran «el menos malo de los sistemas»— (The crisis of democracy: report on the governability of democracies to the Trilateral Commission), de entre las conclusiones a las que se llegaron llaman la atención las que indican la «ingobernabilidad» de las sociedades, el «exceso» de democracia, la existencia de «amenazas externas» por parte de grupos radicales —que, independientemente de su extremismo absolutamente injustificado, no era menos cierto que los problemas que reivindicaban nunca hubieran existido si no hubiera sido por la acción extractiva de los propios países occidentales— y «debilidad» de los partidos políticos. Cierto que no eran políticos con cargos públicos, pero si se reunieron y debatieron todo aquello y llegaron a esas conclusiones, es porque sabían que podían ponerlas en práctica en gran medida. Y poco después se pudo comprobar.

Gráfica 1: aumento del índice de precios al consumo
a partir de la década de los 70

5. Globalización y.... deslocalización (1980)

Aumento de la competencia europea, Japón en auge, exigencia de derechos laborales en países del primer mundo, las economías occidentales especialmente EEUU y Gran Bretaña, que ya no disponen de colonias de donde continuar extrayendo riquezas; las empresas occidentales ya no podían mantener su hegemonía de una manera tan clara sobre el resto del mundo. Algo había que hacer. A pesar de que era notorio de que el modelo no funcionaba, que occidente ya no podía continuar con el sistema extractivo que hasta ese momento les había funcionado durante siglos; la crisis que se había iniciado en la década de los 70 generó un descontento que Thatcher y Reagan, a pesar de tener en su contra una gran oposición política, aprovecharon para reducir los derechos laborales conseguidos en las décadas recientes para aumentar los beneficios y bajar los impuestos reduciendo las ayudas públicas para hacer lo propio con el déficit, entre otras medidas. La desigualdad comenzó a disminuir inicialmente solo gracias a convertir a pobres extremos en pobres pero trabajadores y consumidores, aunque décadas más tarde se vio que era solo un espejismo, justificado por los beneficios de las empresas  que aumentaron vertiginosamente. La globalización que comenzó en la década siguiente permitió que nuevos mercados entraran en escena al deslocalizar las empresas occidentales, perdiendo mano de obra local pero ganando un mercado del Tercer Mundo, donde se celebraba salir de la extrema pobreza para entrar en la pobreza, trabajando en atestadas fábricas durante jordanas maratonianas para cobrar la miseria que les permitía vivir a duras penas. There is no alternative!!, clamaban los políticos anglosajones. Sí que había alternativa, pero no para ellos, ya que implicaba una reducción de los beneficios de las empresas y un cambio del modelo de vida occidental. La famosa «austeridad» se tenía que lograr sin que las empresas perdieran beneficios ni los políticos protagonismo teniendo que ofrecer un mensaje político que tendrían que aplicarse a sí mismos. Lo lograron, pero a costa de perder mano de obra y de depender todavía más de dictaduras del tercer mundo. Tal y como la Comisión Trilateral concluyó, la sociedad occidental paso a ser «ingobernable», el control de los medios de información de masas comenzó a depender de intereses políticos y las democracias occidentales dejaron de ser el faro que fueron en su día.

6. La era de las burbujas (1990~2008)

Lejos de admitir la situación, Occidente se lanzó a una carrera desesperada por encontrar nuevos modos de continuar generando beneficios. Su creencia dogmática en el «crecimiento ilimitado» que asume el capitalismo, consistía en una nueva filosofía del «falla, rápido, falla barato» donde había que ofrecer nuevos productos y promocionarlos prometiendo unas características poco realistas. Este mantra, junto con la desregulación, deslocalización y en general, las políticas neoliberales, provocó que se apostara por cualquier nueva tecnología en base a unas expectativas infundadas. El resultado fue la llamada burbuja de las «punto.com» y el auge de los movimiento antiglobalización, que sin embargo, no supieron ofrecer una alternativa diferente al fracasado comunismo. No contentos con el resultado, en Sillicon Valley continuaron con este dogma hasta llegar al smartphone, consolidando una economía de servicios y de dependencia tecnológica y de capitalismo de vigilancia y de dependencia de minerales de países del tercer mundo, cuando ya no eran colonias sino países independientes políticamente pero dependientes económicamente, para que sus dictadores pudieran permanecer en el poder, generando un círculo vicioso horripilante. Por si fuera poco, el ataque a las Torres Gemelas justificó la continuación del imperialismo militar y económico estadounidense en Irak, además de el de Afganistán. Mientras tanto, China iba comprando deuda pública del país norteamericano para que este pudiera financiar su enorme gasto en campañas militares. Faltos de soluciones, se agarraron al clavo ardiendo de las hipotecas subprime para que el consumo pudiera continuar. Todo menos admitir que tal vez, el comunismo derrotado en el siglo anterior puede que tuviera algo, aunque fuera un poco, de razón en alguna de sus premisas. La Gran Burbuja estalló y entonces sí, lo tenían aprendido, nos acusaron a los consumidores que habíamos vivido «por encima de nuestras posibilidades», unas posibilidades fomentadas y promocionadas por cajas de ahorro públicas y publicadas en grandes medios de comunicación, con el beneplácito de los poderes políticos que poseían toda la información que les advertía de lo que iba a ocurrir, inevitablemente.

Gráfica 2: al disminuir la pobreza extrema la desigualdad se contuvo
e incluso comenzó a disminuir, pero la crisis del 2008 ha retomado
la tendencia fuertemente alcista lo que denota la falsedad del efecto 
(gráfica de Argentina)

7. La pandemia y el coche eléctrico (2020~)

Consumir combustibles fósiles como si no hubiera un mañana, extraer minerales exóticos de lejanos países controlados por dictaduras, campañas militares estratégicas y costosísimas para eliminar supuestamente regímenes no afines al «modelo neoliberal», perdida de la mano de obra al deslocalizar empresas a otros países a los que se les cede también una tecnología que luego van a copiar, pérdida del poder adquisitivo de la población de los países occidentales, aumento global de la desigualdad a pesar de la diminución de la pobreza extrema, un sin fin de problemas que evidenciaban la ausencia de un plan de contención y rectificación esperando siempre que alguien hiciera un descubrimiento y solucionase la falta de rentabilidad y de capacidad de una energía cada vez más necesitada para alimentar los servidores de datos que gestionan las «nubes» en las que los usuarios creen guardar sus datos, en el único modelo económico que parece funcionar, a costa de generar grandes monopolios tecno-feudales mientras absorben pequeñas compañías tecnológicas, incapaces de competir en el mercado global. Mientras tanto, el ecosistema global se va deteriorando con el gasto energético, consumo animal y generación de gases de efecto invernadero, que aumentan la temperatura global. Esta cada vez mayor invasión del ser humano que afecta de manera cada vez más agresiva a ecosistemas salvajes, logra un punto álgido al aparecer un nuevo virus con una facilidad de transmisión enorme y con un tiempo de incubación muy largo, de manera que antes de aparecer los síntomas ya se ha transmitido de manera exponencial. Surgen movimientos decrecentistas que, de manera similar a los de la antiglobalización, no saben ofrecer otra alternativa que la renuncia a la tecnología y la vuelta al mundo rural. El desprecio por la ciencia a consecuencia del descuido en los sistemas educativos al reducirse las inversiones públicas, hace aparecer al enorme colectivo de antivacunas, que agrava el problema pandémico. El impacto sobre el ecosistema se hace tan grande que el consumidor reclama soluciones, reclama nuevas tecnologías de transporte. Pero ¿es tarde para Occidente?:
  • China controla la producción y extracción de las principales materias primas
  • Se ha colocado estratégicamente en las economías de los principales países occidentales, 
  • Ha aprendido de su tecnología y lidera la exploración del espacio y una fabricación de vehículos eléctricos que Occidente se muestra incapaz de lograr de manera competitiva. 
Occidente ha caído bajo sus propias armas y China es la única que ha aprendido a aprovechar sus propios recursos. Ahora se ha abierto al mercado global pero sin sacrificar su mano de obra y asegurando la producción de recursos de los que depende Occidente. China sigue necesitando Occidente, pero más para ordeñarlo, que para depender.

Fuente gráfica 1: https://x.com/jose_basa/status/1805545801856246025

Fuente gráfica 2: https://x.com/danyscht/status/1805696813489700896

miércoles, 22 de mayo de 2024

¿Ser positivo es negativo?

miércoles, 22 de mayo de 2024


Desde hace unas décadas, probablemente desde la crisis del 2008, que el mercado laboral está sufriendo serias convulsiones. Si a esto se le añade que desde entonces una serie de apariciones tecnológicas han trastocado la solidez que algunos sectores disfrutaban, el resultado va desde la gran renuncia hasta la renuncia silenciosa, pasando por las actitudes de las recientes generaciones como la Z, que no ven en sus entornos laborales nada o poco que les atraiga, no logrando el arraigo con la empresa que los entornos corporativos clásicos esperan de sus trabajadores. Mucho se puede hablar de cómo se ha llegado hasta aquí, pero poco que no se haya dicho ya. Desde modelos productivos absurdos donde la «productividad» consiste en hacer trabajar más horas cobrando menos, a objetivos empresariales muy cortos de miras, incapaces de ver más allá del trimestre siguiente. Si es que llegan a tanto. En este ambiente tóxico laboral, la salud mental de los trabajadores se resiente. 

Pensemos por un momento que estamos entrenando para correr los 3000 metros (por ejemplo). Puede que por no hacer estiramientos nos de un tirón o tengamos una pequeña lesión ¿Cuál sería la acción a tomar: cambiar nuestra rutina de entrenamiento y estiramiento, o tratar la lesión? El ávido lector habrá advertido que se está incurriendo en una falsa dicotomía. La acción correcta incluye ambas cosas. Es decir, un fisioterapeuta probablemente diría que hay que aplicar hielo en la lesión para reducir la inflamación al acabar los entrenamientos y aplicar calor antes de ellos para aumentar la flexibilidad. Además de todo ello, un entrenador probablemente diría que hay que reacomodar la intensidad del entrenamiento, incluso posponerlo, para no aumentar el problema.

Por algún extraño motivo no se considera algo equivalente cuando alguien tiene una «lesión» de ánimo y entusiasmo en un trabajo donde se le exige demasiado o de una manera inadecuada. Por muchas que sean las necesidades de la empresa, las personas seguimos siendo personas, y mientras la primera necesite a las segundas, se deberían atender sus necesidades. Normalmente se presta atención a la ergonomía, pero pocas veces a la salud mental. Puede que el gran prejuicio que existe con este ámbito no ayude. Como se decía, según el sector y las implicaciones o intereses que tenga involucrados en la situación, solo denunciará la parte que le interese.

Por un lado, el sector ideológico de izquierdas, normalmente no alineado con los intereses de las empresas, se desgañitará diciendo que es un problema que se ha de resolver mediante la acción sindical. Que el trabajador ha de ejercer una acción de protesta y de reivindicación, «luchar» por un entorno laboral más «humano», manteniendo la ira, la preocupación y dejando que el estrés le mantenga en constate enfado y depresión.

Por otro lado, ha surgido una nueva oportunidad de «negocio» que consiste en vender «felicidad». Curiosamente, el principal e incluso único responsable de la misma es el propio afectado. Además, se lanzan mensajes cargados de «positividad» intentando convencer que «puedes conseguir lo que deseas», lo que algunos interpretan como que si no lo consigues es que no lo has intentando con la suficiente fuerza. Todo olvidando la obligación de los empleadores a mantener un entorno laboral adecuado.

Esto es un autentico disparate, reflejo del mundo polarizado, dicotómico, sectario y dogmático en el que vivimos.

Por lo visto a casi nadie se le ha ocurrido que, al igual que hacemos con una lesión atendiendo a causa y efecto simultáneamente, se pueden reivindicar unos ambientes laborales más justos, más amables y más eficientes (para lograr lo mismo con menos esfuerzo, no para lograr todavía más, con el mismo exceso de trabajo que antes) y a la vez, sobrellevar mientras la situación, logrando lo anterior mediante técnicas de relajación y resiliencia. Y de paso, evitar tomar decisiones de las que luego te arrepientas.

De nada.