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lunes, 4 de mayo de 2015

El sentido común

lunes, 4 de mayo de 2015
Atar perro longaniza
Atar los perros con longanizas
Ese precioso y necesario don del sentido común, que es el menos común de los sentidos.

Ramón Gómez de la Serna (1891-1963)


¿Qué es el sentido común? ¿A qué nos referimos en España al hablar de él? El «sentido común» es un recurso que se usa cuando no se tienen palabras para justificar lo que pensamos que es «correcto». Pero al ser usado de esta manera, le hace perder el valor. Por ello, apelar a dicha figura en ciertos ámbitos es un asunto complicado. Aun así, siempre llega un momento en el que surge la necesidad de recurrir a un modelo de referencia. Pero este modelo no se encuentra, cada uno de nosotros tiene su idea de lo que es el sentido común, que suele ser nuestra opinión personal.

Sin embargo, ¿acaso las cosas pueden hacerse de cualquier manera? ¿Cómo es posible que no se pueda hablar de una manera «genérica» correcta de hacer la mayoría de cosas? Por ejemplo: para escoger el lugar donde irse de vacaciones, cada uno tendrá unos gustos y necesidades de ocio distintas e igualmente válidas. Pero parece de «sentido común» que si nos vamos a la montaña no nos llevamos camisa de flores, bermudas y chanclas de piscina. No sé. O si tenemos una mascota, tal vez sea de «sentido común» saber que los piensos son diferentes en función de su raza ¿Dónde está esa frontera que delimita la preferencia personal con el «sentido común»?

Parece que hay dos aspectos —como en casi todo— que hay que identificar y diferenciar según el contexto. En este caso, la parte objetiva y la subjetiva. Dicho de otra forma, el sentido común tiene una parte apoyada en la pura lógica y en evidencias palpables, y otra sujeta a nuestra propia impresión particular de la realidad. En España tenemos un grave problema, por tanto, ya que ni hay mucha pasión por la ciencia que digamos, y además, cada uno piensa que lo suyo es lo mejor sin tan siquiera meditar ante otras posibilidades, por considerarse un «signo de debilidad».

En España no es que no seamos listos, el problema en España es que nos lo creemos, sin realmente ponerlo a prueba. Nos lo creemos tanto, que nos cuesta dar el brazo a torcer. El problema de convivencia que esta circunstancia ocasiona es tal, que en lugar de señalar el defecto al vecino, argumentando tus motivos, la respuesta es: «si él lo hace, pues no va a ser más listo que yo», para a continuación cometer una tropelía tres veces peor que la de tu querido y simpático vecino. Para que vea que eres aún «más listo». La consecuencia es que independientemente de nuestras capacidades individuales, como colectivo somos uno de los más tontos de Europa.

El sentido común no es una característica individual, sino colectiva. Una característica que en su inevitable parte subjetiva, se compondrá de aquellas normas de convivencia que han de existir en todo colectivo. Normas que no necesariamente han de estar reflejadas en texto legal alguno, aunque para redactar estos, dependerá de la educación y del acervo cultural de una sociedad. Estas normas en efecto, no son ni buenas ni malas, simplemente están condicionadas por la cultura y tradición del lugar. Lo que es válido para un lugar no ha de ser aplicable a otro. Lo importante de la cuestión es tener un acuerdo, conocerlo y ponerlo en práctica. Puede que sea mejorable, puede que no valga para otros lugares, pero ha de ser útil. Y cuando no valga, se llega a otro acuerdo y se cambia.

En España no hay acuerdo, salvo para destruir. Seguramente por este motivo tras 40 años de democracia no hemos encontrado todavía un sistema educativo que no dependa del sesgo ideológico subjetivo de cada partido que gobierna. Un sistema político que promueve el gobierno desde un único punto de vista, que excluye a las opiniones críticas, un sistema que prácticamente imposibilita la formación de proyectos comunes. Un sistema político que no es de sentido común. ¿Será que en España, no lo tenemos?

domingo, 17 de julio de 2011

La economía y el #15M

domingo, 17 de julio de 2011
Que es inevitable que las personas hemos de tener ideologías, es tan cierto como que su aplicación estricta en la política puede resultar nefasta. En la medida en que sean simples y puros dogmas similares a los religiosos, se puede comprobar lo nefasto de su utilización sin más que observar a los países que no han superado su fase teocrática. Sin embargo, mucho más cerca, uno de los efectos del #15M en la occidental España, ha sido comprobar como oscuros y profundos dogmas grabados a fuego afloran tristemente todavía con demasiada fruición entre las personas.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Los dogmas y la ciencia

miércoles, 3 de marzo de 2010
La gafa del dogmatico
La gafa del dogmático
No se está en contra de los dogmas, pero ser dogmático tampoco está precisamente entre la lista de «virtudes» a las que se aspiran. La necesidad de los dogmas y su utilización en la vida diaria es un asunto estrictamente personal, y, aunque a muchos les cueste reconocer, puede que necesario para la totalidad de la especie humana. Ateos incluidos. Mientras la Ciencia no pueda explicar todas las incógnitas que nos atormentan, necesitamos darles algún tipo de respuesta.

El problema de los dogmas no es por ellos mismos, sino por aquellos que pretenden imponer los suyos propios como mejores que los del resto. Por otro lado, la excelente capacidad de la ciencia para avanzar en el conocimiento, y sobre todo, para facilitar un marco común del mismo sin necesidad de depender de carismas o lideres mesiánicos, solventa en gran medida la necesidad de escoger entre uno u otro dogma, allá donde la ciencia tiene respuestas. En este sentido, la ciencia tiene su contrapartida reciente en el surgir de un exagerado positivismo científico o cientifismo, ya que pretende tener respuestas para todo de aquí al final de los tiempos, para mientras tanto tan solo aplicar el principio de autoridad como única prueba.

Una sociedad que se mantenga independiente ante los dogmas suele ser un escollo para aquellas clases político-mediáticas que les incomoda tener que justificar y demostrar todo aquello que hacen. Es muy probable que sea por este motivo la razón por la que la ciencia no se ha desarrollado en algunos países como España, mientras que en otros como los del antiguo bloque comunista lo ha hecho de forma desproporcionada, precisamente para desbancar por completo y por obligación al resto y así  posibilitar el imperio del dogma único: el partido.

La conclusión es que la ciencia es el único elemento que tenemos los seres humanos para dotarnos de un marco común objetivo de conocimientos, que no dependan ni del cristal con que se mire ni de la ideología o creencias del individuo. Por lo tanto se piensa que el fomento de la ciencia entre la sociedad  y la introducción del llamado método científico en la vida cotidiana es muy positivo para la libertad e independencia de sus individuos, sin que por ello haya que desplazar necesariamente a antiguos dogmas milenarios por otros no mejores pero si más hipócritas, como el dogma del cientifismo.

lunes, 16 de junio de 2008

El espíritu humano

lunes, 16 de junio de 2008
... porque quien quiera verdades absolutas, dogmas incuestionables e inamovibles, debe mirar hacia otro lado, que no es el de la ciencia. Ésta solo elabora hipótesis, vacilantes aproximaciones a la verdad, que siempre pueden ser modificadas total o parcialmente por la fuerza de los hechos: pero es lo mejor que el espíritu humano es capaz de crear.

Arsuaga, J. L., El collar del neandertal: en busca de los primeros pensadores. 8ª ed. Madrid: Temas de Hoy, 1999, p. 40