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lunes, 14 de marzo de 2016

La burbuja valenciana

lunes, 14 de marzo de 2016

Una burbuja se puede definir cuando algo crece por encima de lo que puede soportar realmente. Un problema que se ha tenido en España es precisamente que nuestros políticos han «inflado» en exceso casi todo lo que ha caído en sus manos. Esta habilidad para «convencernos» y lograr los suficientes apoyos no la demuestran sin embargo, a la hora de crear soluciones y aportar ideas. Remitiendo al análisis de César Molinas sobre la clase política española, su autor explica a grandes rasgos que en España los políticos cuando no tienen nada que ofrecer, se lo inventan.

La inmobiliaria no es la única burbuja en la que nos han metido en las décadas recientes. Las burbujas de infraestructurasla del fútbol y otras como la universitaria —en la que se han matriculado miles y miles de estudiantes que ahora están en el paro, fuera de España o subempleados— son claros ejemplos. Algunas veces no son consecuencia directa, sino que son residuos provocados por una reiterada manera de proceder. Esta se basa en la excesiva tendencia de los políticos de ignorar las evidencias y faltar a la verdad, hasta tal punto, que llegan a engañarse a si mismos.

Lo que ha ocurrido en la Comunidad Valenciana desde la transición obedece a una coyuntura que en el caso de esta comunidad merece un análisis separado. Esta situación solo se comprende identificando a los distintos agentes y protagonistas del panorama político español, y los papeles que, queriendo o no, ha tocado desempeñar a cada uno de ellos.

El origen

La situación tras la transición se podría definir, muy brevemente, compuesta de dos bandos: uno «heredero» de un tardofranquismo normalmente identificado como «la derecha», que poco a poco había ido distanciándose de la época más negra de la posguerra. Por otro, una serie de grupos que hasta ese momento habían estado en la clandestinidad —o en el extranjero— representados principalmente por el PSOE y el PC, que aglutinaban de forma genérica a «la izquierda» y en general, a todo el antifranquismo. Es decir, poco más que una continuación «ligth» de los bandos de la Guerra Civil en los que se metían en un mismo saco a mucha gente de ideologías diversas. Un tercer «bando» serían los nacionalismos, aunque estos se han aliado en no pocas ocasiones con los grupos que actuaban en la clandestinidad durante el régimen franquista. 

Esta alianza entre nacionalismos separatistas y la izquierda española, no por motivos ideológicos o por afinidades culturales comunes sino por pragmatismo dentro de un maniqueo juego político, resulta fundamental en la historia reciente de la región valenciana. Mientras que en todas las comunidades han tenido clara su situación en el «mapa de pactos», en la valenciana las dudas han ido surgiendo en aumento desde la transición. La región cuya principal población fue capital de la 2ª República Española durante La Guerra, la que durante tres legislaturas votó mayoritariamente a un partido alineado en la izquierda como el PSOE, ha tenido que padecer desde sus inicios y antes que otras comunidades debido a su idiosincrasia particular, los defectos del actual sistema de representación político.

El desengaño

La sociedad valenciana ha sido ejemplo durante una buena parte de su historia de civismo ciudadano, de iniciativa, de libertad, de heterogeneidad, de diversidad, de aprecio por la cultura propia, respeto hacia la ajena y de ausencia de nacionalismos excluyentes. Una parte de esa sociedad fue protagonista de una de las primeras victorias de la sociedad civil contra el abuso de poder, que pretendía una pesadilla urbanística en lo que hoy es un jardín de nueve kilómetros de largo. Otro ejemplo clásico es el singular carácter festivo que comparten las fiestas de las tres principales ciudades: Las Fallas, Las Hogueras y las Fiestas de la Magdalena. En el caso más conocido de las Fallas, en su origen no era un evento organizado desde una institución central —como trajo el franquismo después— sino fruto de la actividad espontánea de toda una sociedad que se lanzaba a la calle para celebrar la llegada de la Primavera y «quemar todo lo malo» acumulado durante el año. Aunque el franquismo perturbó la concepción original, las Fallas continuaban siendo una fiesta singular por cuanto era creada en una gran parte desde la base, por la propia gente de los barrios que salía a la calle. En este contexto, la llegada de la democracia no podía tener otro ganador que un PSOE que representaba —en teoría— la oposición moderada y cívica. Pero las primeras acciones de gobierno autonómico trajeron consigo consecuencias inesperadas.

La izquierda española lleva practicando el absurdo juego de renegar de lo español y aliarse con los nacionalismos periféricos porque alguien pensó que de esta manera obtenían un beneficio político. Puede que así haya sido en algún grado, pero lo que han logrado en definitiva, ha sido alimentar un monstruo que ahora no controlan y que casi les destroza. No es este un artículo para hablar de las causas ni justificación del nacionalismo catalanista, pero es un hecho que existe, tanto como su rechazo en la Comunidad Valenciana. La problemática de este fenómeno originado en Cataluña pero que afecta a otras regiones como la mencionada se puede resumir en dos puntos: (1) el catalanismo necesita a la Comunidad Valenciana para su idea de construcción de un estado catalán viable. Y (2), la sociedad valenciana rechaza mayoritariamente dicho nacionalismo no por motivos ideológicos —en el sentido maniqueo izquierda o derecha— sino simplemente porque no se identifica con él en los términos que los estrategas pan-catalanistas desean —tan irracional pueden ser unas posturas como otras, ahora bien, entre la apropiación política forzada del catalanismo y la autodefensa valenciana, me quedo con esta última—.

Centrándonos en lo ocurrido desde la transición, el gobierno socialista presidido por el melifluo Joan Lerma impuso en las escuelas públicas valencianas para la asignatura de valencià, una normativa ajena y extraña junto a un profesorado importado de Cataluña. Nuevos profesionales que encontraron en la enseñanza de una lengua creada y normalizada desde el poder político, una forma de vida. El rechazó fue generalizado y la polémica nos ha acompañado hasta prácticamente nuestros días. La creación de la Academia Valenciana de la Lengua ha reducido el problema interno en la comunidad, aunque fuera de ella el catalanismo continúa su modelo de absorción cultural y político exactamente igual. No obstante, no fue este el único motivo de disgusto de la sociedad valenciana. Además de apropiarse de los elementos culturales, también parecía que trataba de restarles valor histórico como en el caso del Teatro Romano de Sagunto. Destaca igualmente el largo padecimiento de la antigua carretera N-III. Una vía conflictiva que llevaba a la «ruta del bacalao» y a las playas de Benidorm y Cullera. Con grandes picos de tránsito que ocasionaban problemas de transporte y accidentes, pero que a pesar de todo se mantuvo durante décadas en la mayor parte de sus tramos con una ridícula vía convencional cuyos atascos han sido protagonistas hasta de anuncios de televisión. Todo un clásico de la época. Por no hablar del AVE —otra burbuja— que desde que el PSOE inauguró la primera línea a Sevilla en 1992 —con la «excusa» de la Exposición Universal— ciudades como Toledo o Lleida —que no lo han aprovechado— han tenido antes que Valencia el tren de alta velocidad, que no llegó a la ciudad del Turia hasta el 2010.

En definitiva, el ninguneo político al que se sometía la Comunidad Valenciana y la continua supeditación a los intereses del catalanismo fueron poco a poco alumbrando la llegada de la derecha al poder. Porque si para algo ha de servir la democracia es para cambiar al gobierno cuando no gusta. Dicen que la derecha española, rancia y caduca, es la causa del surgir de muchos nacionalistas en Cataluña. Pero en Valencia lo que ocurre es que el nacionalismo catalanista es la causa del aumento de votantes del Partido Popular. Este creciente descontento de la sociedad valenciana con la izquierda fue entonces aprovechado por alguien que se hizo famoso años después por ser un experto creador de burbujas: José María Aznar.

Inflando la burbuja

El antiguo presidente del gobierno español era y es muchas cosas, la mayoría de ellas poco bonitas. Pero algo que no era es tonto. Debió de darse cuenta de la oportunidad que se le presentaba —electoral y políticamente hablando—: una comunidad con la tercera capital de España, con un 10% de su PIB y su población en menos de un 5% de su territorio, y con un puerto cuya actividad económica es uno de los mayores de España y el primero en el Mediterráneo. Una comunidad ignorada por los gobiernos socialistas anteriores y que estaba en el punto de mira de un nacionalismo antagónico e irreconciliable con la derecha española. Visto fríamente, todo apuntaba a que tenía que ocurrir lo que ocurrió: Aznar comenzó una estrategia consistente en asimilar a la Comunidad Valenciana como un «ejemplo» para España. Un modelo a imitar, para así de esta manera ganarse el favor de una sociedad que estaba harta de ninguneo y desprecios, y que no acababa de asimilarse al nacionalismo catalanista —a pesar de todo el empeño que este ponía—. Dentro de las políticas tomadas en aquel entonces destaca el acabado de la autovía A-3. Aznar zanjó a los pocos meses de estar en el gobierno un problema de décadas de reivindicaciones, ante las patéticas pataletas de la oposición que insistía a pesar de no tener ni un único argumento sólido.

Fue la época de Zaplana como presidente de la Generalitat —Valenciana—, la de Terra Mítica y de programas de televisión como Tómbola, que fue exportado a Madrid. El Partido Popular absorbió a la tradicional Unión Valenciana, haciendo desaparecer de la escena política a la derecha moderada propia valenciana. El PSOE se iba hundiendo y veía como su proyecto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias lo acababa un gobierno de otro partido político. Rita Barberá comenzó su largo periplo como alcaldesa de la ciudad de Valencia. Le dio un vuelco a la imagen de la ciudad, además de recuperar el entorno natural de la playa de El Saler, embrutecido en la época del franquismo con un horrible paseo de hormigón que los socialistas ni tocaron, a pesar de que destrozaba el paisaje y también, el funcionamiento de las corrientes de aire y el proceso de formación dunar. Las ganas de agradar lograron cambios positivos en un principio, algo que se nota en la mejora de la Comunidad Valenciana como destino turístico. Pero los años acumulados en el poder y las excesivas ambiciones de personajes como Francisco Camps, fueron convirtiendo a esta comunidad en algo que nunca fue. El dinero que llama a la corrupción junto a la falta de controles del poder en el sistema político han hipotecado a la sociedad valenciana. Una sociedad que ya no sabe convivir y que bajo la batuta de su anterior alcaldesa, ha convertido Las Fallas —siguiendo con el ejemplo— en una deleznable oportunidad para el abuso, la falta de educación y los problemas de convivencia.

Pinchando las burbujas

Toda colectivo social que disfruta de un gran éxito suele ser objeto de deseo. En los años de mayor éxito y creación de la burbuja valenciana —con la Copa América y la creación del circuito de Fórmula 1— surgió dentro del Partido Popular valenciano un principio de emancipación del poder central que en otro contexto podría haber sido positivo, pero que en este caso se convirtió en un espectáculo lamentable de avaricia y deseo de protagonismo. No obstante, Francisco Camps no era realmente peor que otros políticos. Podría decirse que era el Aznar valenciano: un político trepa con muchos más recursos que sus oponentes. Más incluso que el propio Mariano Rajoy —aunque para lo cuál no hace falta mucho—. Una vez llegado a la máxima autoridad autonómica y sin apenas competidores, sus ambiciones apuntaban claramente a la presidencia del Partido Popular y a la candidatura como presidente del gobierno de España. Desde la calle Génova, habían dejado hacer y deshacer en la Comunidad Valenciana mientras continuaran ganando elecciones, pero Camps comenzó a ser un problema para la oligarquía del partido, que no quería competidores. Camps apartó a los Zaplanistas, favorables con el poder central del partido, pero desamparados tras la marcha de su «mentor» Eduardo Zaplana, al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales con Aznar de presidente. Luego vino lo que vino, y Zapatero alcanzó la presidencia de España y con él, el pinchazo de la burbuja económica. Debido a lo cual, muchas bocas que hasta ese momento habían estado tapadas y muchos pactos realizados entre partidos antagónicos para no denunciarse mutuamente y poder disfrutar de los privilegios del poder, comenzaron a ser insostenibles. Tras la debacle económica se desencadenó el pinchazo de la burbuja que dependía directamente de ella: la burbuja política.

Pocos años antes de que fuera imposible para el interés de la clase política seguir tapando que estábamos en crisis, varios sucesos ocurridos en Cataluña y Comunidad Valenciana eran un aviso de que todo comenzaba a desmoronarse: el hundimiento del barrio del Carmel, el hundimiento del túnel del AVE en Bellvitgeapagones que afectaron a más de 110.000 usuarios y el destape del caso de las comisiones del 3% que afectaban a toda la clase política catalana. En la Comunidad Valenciana el trágico accidente del Metro eclipsa tristemente lo relacionado con el crack del sistema financiero valenciano y el fracaso del circuito de Fórmula 1, una ruina a causa de la irresponsable gestión del entonces presidente Francisco CampsMariano Rajoy que ya tenía a punto su victoria en las elecciones con un Zapatero acabado, le puso la puntilla quitándose «molestias» de encima, una maniobra de la derecha central que, paradójicamente alegraba tanto a unos como a otros, sobre todo a los nuevos partidos de la izquierda valenciana que venían a hacer lo que el PSOE no lograba. Y así, de esta manera, la Comunidad Valenciana ha pasado por ser ninguneada, para luego ser usada como modelo ejemplar, para finalmente ser señalada como un vertedero, usada como cabeza de turco de experimentos en televisiones autonómicas, u objeto de comentarios improcedentes por parte de un fracasado «Gran» Wyoming, que ha encontrado en la más burda y sucia agitación política su verdadero lugar. Tras años de bloqueo debido a un sistema de participación política que penaliza la entrada de nuevas opciones políticas, finalmente, paso a paso, se han ido abriendo camino las alternativas.

En la actualidad

«Este es un pueblo honrado.
La corrupción no está ligada a los valencianos, está ligada al PP»

Monica Oltra
En las palabras de la dirigente de Compromís se pueden encontrar varias claves del «juego político» en España. La izquierda española ha vinculado la corrupción a la Comunidad Valenciana por interés político: por ser gobernada por el Partido Popular y por tratar a los valencianos como un pueblo que no merece ser tenido en cuenta por tolerar la corrupción, legitimando así su posible «catalanización». Por otro lado, la nueva izquierda valenciana no puede basarse en ese mensaje ya que necesita los votos de esa misma sociedad, por lo que enfoca todo el problema desde un punto de vista puramente partidista, atribuyendo la causa de la corrupción exclusivamente al partido en el gobierno. Otro factor importante en su éxito ha sido el alejamiento de posturas extremas y nacionalistas —en el contexto valenciano— que se han materializado en la alianza con Podemos, a pesar de los serios problemas internos que ha supuesto para la coalición valenciana. El sistema político que legitima de igual manera a ambos, tanto a Compromís como al Partido Popular, queda —equivocadamente— excluido de la ecuación.

La Comunidad Valenciana no es ni más ni menos corrupta que otras, ni en términos relativos ni en términos absolutos. Sí que es sin embargo debido a su situación estratégica, la más mediatizada y usada como chivo expiatorio por los medios de comunicación, al hacer uso político de los numerosos escándalos —eso sí— que se han dado, destapados siguiendo un escrupuloso calendario. De esta manera, además de obtener un beneficio político al dinamitar al partido gobernante de una comunidad el cual ni tan siquiera su propia dirección central puede —ni quiere— defender, se enmascaran el resto de casos de corrupción que en estos momentos se dan a lo largo y ancho de la geografía del país, desde los municipios hasta la mismísima Corona de España. La Comunidad Valenciana, vapuleada y ninguneada por la izquierda y por la derecha, se encuentra sin líderes claros, sin representación política y a expensas de un sistema poco democrático que no favorece a las sociedades activas. Una comunidad que en el punto de mira de un país corrupto es, el eslabón más débil.

Foto: Las Provincias

viernes, 6 de agosto de 2010

La Prohibición

viernes, 6 de agosto de 2010

Para no engañarles, en este artículo se va a hablar de toros. Aunque no es esta llamada «fiesta» la que me preocupa, es más, me importa un pimiento. Si mañana desapareciera me daría exactamente igual. Lo que me preocupa son las prohibiciones en aspectos culturales que de momento no me afectan, pero nada como defender la libertad del vecino, para hacerlo con la propia.

Un aficionado a los toros me preguntó una vez si estos me gustaban. Yo le contesté que no, ante lo cual mi conocido quiso conocer cuales era mis motivos. Yo le expliqué: «porque no me gusta ver el sufrimiento de un animal». La otra persona se quedo pensativa, y tras unos segundos aceptó sin más que con un movimiento de cabeza mi respuesta. Esa fue toda la conversación sobre el tema. No hubo más discusión y cada uno aceptó lo que el otro pensaba sin discutir si había o no algo más. Era posible que mi conocido viera algo que yo no discernía, en todo caso, no me interesaba o no me compensaba. Este, tampoco negó que el animal en verdad sufría, aunque parecía no haber reparado en ello como algo significativo.

Lo peor de la reciente decisión del parlamento de Cataluña no es que hayan atentado contra la «fiesta nacional». Este «título», pocos de nosotros se lo hemos concedido y no representa ninguna virtud por si mismo, por lo que puede que sea este el verdadero pecado de este ritual. Lo peor, como decía, es que han permitido que la subjetividad de una minoría que se auto designan como defensores de los animales, va a repercutir en la forma de vida de mucha gente, sin que haya existido un verdadero debate alejado de posturas partidistas, creando de esta forma motivos de disputa, enfrentamiento y división entre la sociedad. Que es al parecer, lo que mejor saben hacer los políticos.

Doble moral sobre la vida y muerte del animal

Uno de los principales argumentos en contra de los toros es que al animal se le hace pasar por una fase de sufrimiento y posterior muerte. Esto es cierto, pero además de simplificar de forma obtusa un acto, no es distinto de lo que ocurre con cualquier animal de granja. Bueno, sí que es distinto, ya que muchos animales de granja pasan por esa fase de sufrimiento la práctica totalidad de sus vidas, hacinados y explotados en condiciones lamentables, mientras que el Toro vive una vida de verdadero lujo en comparación, y solo en los últimos minutos de sus vidas han de devolver lo que los ganaderos no dudo que con con verdadero esmero les han entregado.

Estos defensores de los animales no mencionan para nada todo esto, centrándose únicamente en la corridas de toros, cuya desaparición lo que puede traer consigo es precisamente la extinción de esta especie. Esta doble moral me parece difícilmente sostenible.

Prueba del riesgo real que corren las personas que se enfrentan al animalTambién hay gente que compara las corridas de toros donde hay un proceso sistemático en el que una persona se enfrenta a un animal de media tonelada con cuernos, con las peleas de gallos o de perros en donde unos animales se matan a otros de forma descontrolada, en una autentica carnicería. En la comunidad Canaria, donde las corridas de toros ya habían desaparecido por la escasa afición, están prohibidas desde el año 1991, sin embargo, las peleas de gallos que son tradición allí apenas han sufrido recortes. ¿Se dan cuenta?, no se trata de la defensa de los animales, al menos el resultado conseguido no tiene nada que ver con ello, sino pura y simplemente el interés particular, partidista y electoralista de unos políticos. En Canarias seguramente ha sido el mero populismo demagógico lo que les ha movido. En Cataluña, mientras se han prohibido la corridas de toros, permanecen sin ninguna regulación el resto de fiestas que si bien no matan al animal, sucede con frecuencia que grupos descontrolados de vándalos descerebrados apalizan y torturan sin medida a los animales. ¿defensa de la dignidad de los animales?. No me lo creo.

Por otro lado, sería interesante y muy revelador averiguar cuantos de los que aplauden la prohibición de las corridas de toros son favorables por otro lado, a la legalización de las drogas, a que las menores de edad aborten sin permiso de los padres o a no prohibir el burka, por ejemplo: prohibir los dogmas de los demás, pero no los míos.

El Arte

Tortura-ni-arte-ni-cultura.jpg Tortura ni arte ni cultura image by HECTORDABEATDecía Oscar Wilde que la belleza no necesita explicación, y que solo algunos podían apreciarla como tal. Personalmente, aunque no sea capaz de apreciar toda la belleza que los defensores de la fiesta taurina aseguran que tiene, no puedo negarles esa capacidad, por retorcido que me parezca. Incluso parte del mundo anti-taurino se da cuenta de que la apreciación del arte es algo totalmente subjetivo. Por lo tanto, el argumento de que «los toros no son arte», no es válido ni tan siquiera como critica. Ni que decir tiene para justificar su prohibición. Sería igualmente revelador conocer con qué clase de manifestaciones artísticas nos iluminan estos colectivos anti-taurinos.

Segregación cultural

Aprobar prohibiciones que afectan e incluso imposibilitan el modo de vida de conciudadanos con el principal pretexto de que son «sádicos enfermizos», me parece espeluznante. Incluso siendo cierto, ya que de ser así entonces lo que deberían aprobarse son programas de educación con el ánimo de que estas personas «tan graves» pudieran salir de su «lamentable estado». Me llama la atención tanta preocupación con los animales y simultáneamente tanta desgana con sus conciudadanos. No solo no se hace nada por ellos sino que además, se les coloca al margen de la ley. No les voy a decir a qué episodio del S.XX me recuerda, en donde también se aprobaron medidas hasta cierto punto similares en parlamentos supuestamente democráticos de Europa, en las cuales determinadas personas se convertían en «enemigos de la nación».

La libertad

La libertad junto con la igualdad, son conceptos que en los últimos tiempos son sistemáticamente vapuleados y ya nadie sabe lo que significan. La libertad en la civilización humana es un artificio creado por nuestra especie como un acuerdo entre sus miembros para convivir adecuadamente. En la naturaleza no existe nada similar, por el contrario, la mayoría de especies viven sometidas a un férreo sistema de supervivencia en donde los depredadores son la casta dominante, con algunas excepciones como los Delfines. El Toro, como animal de granja, no tiene libertad por definición, o en todo caso, esta es un asunto entre esta especie y sus ganaderos humanos de los que depende su existencia. Tampoco la tendría el ser humano si no se hubiera esforzado en construirla, y como de hecho no la tiene en muchas zonas de la tierra, y como no la tienen los ciudadanos de Cataluña para elegir a los representantes que han apoyado esta prohibición con su «voto libre», solo en esta ocasión y por la gracia de sus jefes de partido. Cuando tengamos primero los ciudadanos de España esta libertad, solo entonces podremos llegar a acuerdos políticos sobre la libertad del toro que queramos construir. Mientras tanto es un asunto de los cuidadores y de los ciudadanos que deseen ver este tipo de espectáculos.

La Iniciativa Legislativa Popular (ILP)

Patética y falsa comparación entre la muerte de muchas personas de apenas 80kg de peso, con banderillas clavadas en sus espaldas, con la de un toro de casi media toneladaMe resulta sorprendente lo enormemente fácil que esta iniciativa ha sido llevada a término y aprobada, en comparación con la escasa por no decir nula, resto de iniciativas que tienen similar suerte. Parece como si en España no hubieran múltiples problemas que merezcan ser planteados en el parlamento, y que en Cataluña en concreto no tienen mayor preocupación que esta. Me alegra que la sociedad civil, normalmente adormilada y entontecida, tenga con esta iniciativa una vía para expresar sus inquietudes. Sin embargo, tengo una enorme curiosidad por conocer lo que puede ocurrir con los grupos que defienden la fiesta taurina, que digo yo que también los habrá en la segunda comunidad más importante en cuanto a espectadores, y que imagino que en estos momentos estarán preparado su ILP, ¿no? ¿o será que están más atontados? Ah, no, es que mientras estén estos políticos la propuesta sería rechazada, saquen las firmas que saquen, ya que en la Cataluña de los referendums de independencia solo se consulta al pueblo para lo que les interesa.


La Plataforma PROU que ha llevado a cabo esta iniciativa y la ha presentado al parlamento siguiendo el procedimiento, tiene una página web excepcional de diseño profesional, y según se observa, cuenta con el apoyo de conocidos artistas catalanes. Comunicados de importantes instituciones, comentarios de premios nobel, calificaciones de «salvajada», en resumen, mucho principio de autoridad, apreciaciones subjetivas y apelaciones al sentimiento, dogmas con los que muchos de nosotros estaremos de acuerdo, pero no por ello merecen ser impuestos a nadie.

En definitiva, PROU me recuerda enormemente a aquella campaña publicitaria de la igualdad asimétrica que poco tardó en desprestigiarse y que contaba con la aparición de varios artistas de gran poder mediático, o a aquella protagonizada por artistas subvencionados llamada «de la ceja», actualmente desaparecida en vista de lo difíciles que se han puesto las cosas, y la más reciente, la de «estoloarreglamosentretodos», colmo de los colmos de la desfachatez.

La dignidad del animal

Por supuesto, todo esto no significa que haya que hacer del sufrimiento de un animal un espectáculo. En la medida que el toreo se basa en él, es condenable. Pero de su critica, al uso de la fuerza coactiva del estado para prohibirla, hay un trecho muy grande que debería ser rellenado con educación, debate, argumentos objetivos y sobre todo, la libertad «humana» mencionada. Para empezar, sería saludable que no convirtieran tampoco en espectáculo este tipo de decisiones políticas argumentadas de forma tan subjetiva y patética.

Acabando

Resulta ciertamente patético que sean los toros una de las principales características culturales que se vende como elemento identificativo de España hacia el resto del mundo. No dudo que existen intereses igualmente ilegítimos que bloquean que la sociedad Española pueda llegar a algo más que una celebración de este tipo como símbolo cultural, en la que si bien puede que sea uno de los «deportes de riesgo» más antiguos que existen, arrastra un primitivismo e involucionismo realmente desoladores.

Sin embargo, el uso de la fuerza de la ley creo que ha de ser el último recurso a utilizar, y la mejor manera de superar estas celebraciones tan discutibles y supuestamente poco constructivas, es la de sustituirlas por otras que sí lo sean. Si ha de aceptarse el intervencionismo político en asuntos culturales y morales, que al menos sean constructivos, no destructivos como lo es una prohibición. Si además esta proviene de una comunidad autónoma en donde es habitual la imposición en materia lingüística y continuamente sus dirigentes reclaman cada vez una mayor independencia y privilegios, todo parece indicar que esta regulación no tiene otra función que la de alejar todo aquello que pueda identificarles con el resto de España, en busca de mayor beneficio electoralista dividiendo y creando diferenciaciones entre la sociedad. La carencia de elementos culturales identificativos españoles aceptados sin resquicios es conocida por los políticos catalanes y hacia ella han encaminado sus objetivos nacionalistas, utilizando todos los resortes de movilización social de los que disponen, de forma similar a como hacen en la Comunidad Valenciana para intentar imponer su normativa lingüística barceloní.

Creo entonces que, aunque moralmente muchos ciudadanos apoyemos esta prohibición en el fondo, es un error de forma encaminarse hacia un sistema en el que se permite establecer desde el poder poder político y minorías influyentes, los patrones culturales a los que los ciudadanos han de acogerse, exactamente igual que ocurría durante la dictadura franquista. Si ha de superarse algo es precisamente esta dependencia de una autoridad que no sufre nunca los problemas sociales y culturales que hay que solucionar, por lo que no solo no se logra, sino que acaban beneficiándose de ello.

En lugar de esto, propongo buscar un debate social actualmente bloqueado, en el que los propios defensores de la fiesta taurina hagan autocrítica, y tanto estos como los detractores, ofrezcan alternativas.

Más información:

lunes, 19 de octubre de 2009

El caso Gürtel (ahora ya en serio)

lunes, 19 de octubre de 2009
¿Son los casos de corrupción destapados en la Comunidad Valenciana y conocidos como caso Gürtel, tan excepcionales o distintos a lo que ocurre habitualmente en el resto de comunidades? ¿No parece transmitirse que es así, que «huele mal» y es necesario hacer limpieza de una vez?

No todo lo que se cuenta en la prensa es lo que es. Más aún si la prensa está sometida a un estado de partidos en donde la democracia se entiende como una lucha sin cuartel por llegar al poder, un poder sin trabas ni poderes independientes y sin participación ciudadana. Y más todavía, si de lo que se trata puede desestabilizar la imagen de un partido cara a sus electores. Y todavía más aún, si es en una comunidad autónoma en la que desde hace años gana un partido político determinado sin que haya alternativa. Y todavía más aún con diferencia si esa comunidad es un objetivo claro de un pancatalanismo que tiene sometida a la izquierda nacional española en concreto, y al gobierno central en general.

De las comunidades con mayor Producto Interior Bruto (PIB), las de Cataluña y Valencia representan un 28,4% del PIB Español. Si le añadimos las Islas Baleares es un 30% aproximadamente. Estas tres comunidades contiguas geográficamente, poseen un enorme valor estratégico por concentrar un tercio de la capacidad de riqueza del Estado Español, en una superficie de apenas un 12% del mismo. Se puede decir que no hay una configuración territorial continua que produzca más en menos espacio.

28%20milions Sin pretender en estos momentos realizar una exhaustiva explicación del pancatalanismo, queda bastante claro cuales son los verdaderos orígenes de la enorme querencia que los nacionalistas catalanes experimentan por esta comunidad autónoma. Pero ¿cuales son los impedimentos para que esta unión se materialice? Bien, en Islas Baleares que no ha ganado nunca el PSOE, con el tiempo se ha conseguido que el proceso vaya tomando forma aún a pesar de gobernar el Partido Popular y algunas estrategias se van realizando como la de la normalización lingüística, elemento clave en el proceso. Sin embargo en la Comunidad Valenciana que parecía que iba a ser coser y cantar con las victorias del Partido Socialista las tres primeras convocatorias, resulta que a partir del año 1995 fue el Partido Popular el que las ha ido ganando una tras otra. Tal vez los valencianos no estén muy de acuerdo con ese proceso «unificador» en los términos que se pretenden, aunque estoy seguro que esto les importa bien poco a los estrategas pancatalanistas. Pues esa es la actual situación desde hace años, en hacer pasar por el aro al igual que lo lograron en las Islas Baleares, al Partido Popular al frente del gobierno de la Comunidad Valenciana. Esta comunidad autónoma, mientras el nacionalismo catalanista y su vinculación con la izquierda exista, será objetivo político por el mencionado valor estratégico.

Solo teniendo en cuenta esta situación se pueden entender las maniobras mediáticas y políticas que se están desencadenando, cuyas consecuencias pueden ser insospechadas para los que las traman, ya que al no tener nada especialmente denunciable que no sea la misma corrupción que está presente en todas partes, en todos los partidos, y desde hace tiempo, se desestabiliza todo el sistema representativo y partidocrático. Se denuncia la corrupción, y se hace uso de un sistema judicial cuya legitimidad se pone en entredicho, pero la alternativa que se da a entender no es una mayor imparcialidad, mayor independencia o mejor funcionamiento de este, sino la alternancia política, es decir, «dejar que me ponga yo para poder hacer lo mismo cuando me parezca».

Para ello, una de las tácticas habituales es la de utilizar la influencia sobre el gobierno central para llevar a la práctica todos estos objetivos. Por pura estrategia electoralista, al que actualmente ocupa La Moncloa le parece estupendo destapar lo que se pueda sobre el partido de la oposición y de paso evitar así hablar de la crisis, del paro o de las bajas en la guerra de Afganistán, antes que hacer frente a su responsabilidad. De esta forma se saca a la luz lo que ya sabíamos: que los políticos se pegan una vida de puta madre a a costa del dinero de los ciudadanos, con cochazos de lujo, despachos alucinantes, sueldazos tremendísimos, clubes de alterne, y elecciones a dedo de empresas de amiguetes o de las que se cobra una comisión

Pero en los últimos días, la actividad política y mediática parece olvidarse de todo lo que ocurre y ha ocurrido en la casta política en general, como si ya estuviera solucionado y no hubieran más responsabilidades políticas, como si el mal olor no viniera de «más arriba» en la jerarquía, o como si no fuera el propio sistema de elección y control de los representantes políticos el que funcionara mal; y la prensa española sea escrita o visual se estrena día si y día también con este caso relacionado con un único partido (el de la oposición, por supuesto), y en una comunidad autónoma (la del valor estratégico nacionalista y electoralista)

ElCarmel La diferencia es que en esa comunidad autónoma en la que hay algo «que huele tan mal», en lugar de hundimientos de barrios enteros, hundimientos de túneles de tren que afectan a viviendas de particulares o apagones gigantescos con perjuicios a miles de ciudadanos (aunque ya ha pasado el tiempo conveniente para que la gente no se acuerde), hay un parque de atracciones (no muy rentable, eso si), una Ciudad de las Artes y Las Ciencias que es la envidia de media Europa y atractivo turístico de primer orden (que está costando un ojo de la cara y cuyo arquitecto se está forrando literalmente mientras que hay barrios que permanecen desatendidos), por no hablar de la reforma de la zona portuaria (el segundo de España por detrás de Algeciras y por delante de Barcelona) para la Copa América y el Circuito de Fórmula Uno. No es por nada, pero no hay color.

ciudad-de-las-artes-y-las-cienciasY todo este tinglado está teniendo el curioso efecto boomerang de estallarles en la cara no solo al partido que actualmente gobierna en la Comunidad Valenciana objetivo del proceso, si no a la clase política en general, ya que ahora se desvela que hasta el propio Zapatero ha tenido algo que ver con el beneficio a las empresas relacionadas en esta trama. Por añadidura, los intentos por solucionar el asunto en una especie de huida hacia delante para salvar el culo y que caigan otros, y pretendiendo apartar de la misma forma que los eligieron (a dedo) a los diputados y concejales involucrados, evidencian las deficiencias de todo el sistema representativo ya que el diputado tiene derecho a conservar el acta que le define como tal hasta finalizar la legislatura, a pesar de ser expulsado del partido. De esta forma, los responsables últimos siguen siendo los jefes de partido que gracias al poder que un incongruente sistema de representación les otorga, regalan unos escaños a gente irresponsable sin poderles exigir ningún tipo de reciprocidad ni deber ante el electorado. Hagan lo que hagan para salvar la carita los jefes de partido, los ciudadanos nos tenemos que comer con patatas a sus chupópteros descarriados.