lunes, 20 de junio de 2016

Un circo llamado Congreso

lunes, 20 de junio de 2016

Hace unos meses fuimos a las urnas. Salieron elegidos unos representantes que pasado ese tiempo no han sabido encontrar una fórmula de gobierno adecuada. A pesar de ello, el próximo 26 de junio nos encontraremos prácticamente con las mismas propuestas y lo más sorprendente, con los mismos protagonistas. Una repetición de las elecciones por primera vez en esta etapa teóricamente democrática española, en la que los ciudadanos tendremos que vivir nuestro particular «día de la marmota». 

En cualquier caso, lo que se puede extraer de esta experiencia es la manera de actuar de los partidos que por primera vez han llegado a ocupar un escaño de diputado, con especial atención naturalmente a las nuevas y rutilantes estrellas: Ciudadanos y Podemos. El primero ya se conocía de su presencia en Cataluña y que sigue fiel a su apariencia: un partido conservador, formal, educado, bien vestido, cuyas propuestas son ideas de «sentido común». Pero son unas ideas que tendrían que haberse tomado hace 30 años. Es como tendría que haber sido la transición simplemente para que el sistema resultante fuera lo suficientemente coherente como para no permitir regímenes fiscales abusivos, fondos públicos mal gestionados, desigualdad legal, «capitalismo de amiguetes» o que los ciudadanos pudiéramos hacer algo tan básico en una democracia como la de elegir a los candidatos a la listas electorales. Esto no lo hemos tenido, y debido a ello, se han cometido barbaridades y se han creado burbujas que les han favorecido a ellos y perjudicado al resto. En definitiva, una situación que mucha gente está sufriendo.

En un sistema basado en el enfrentamiento, en la exclusión de ideas y en la fragmentación de la sociedad, los partidos buscan al igual que en el marketing económico, ofertar algo que la competencia no haga. Aquí es donde surge Podemos, un partido que se va configurando poco a poco buscando huecos ideológicos en el panorama social y político. El resultado es una apariencia complementaria a la de Ciudadanos: irreverente, rompedor, transgresor, vestido de cualquier manera y con una «puesta en escena» poco ortodoxa que busca llamar la atención. Sus propuestas son también muchas de pura lógica, aunque no es la sensatez la principal virtud que se busca. Para unos será venganza, para otros justicia, en cualquier caso, parece que no ignoran las desigualdades y abusos que el sistema actual ha producido durante todas estas décadas.

En todo este tiempo nuestros representantes nos han mentido, nos han robado, nos han estafado y se han aprovechado de nuestra confianza. Nos han creado falsas expectativas y nos ha dejado tirados en la cuneta cuando por culpa de sus errores, todo se ha estropeado. Muy bien vestidos con traje y corbata, subían a los estrados a recitar sus discursos escritos en papel mojado y palabras recitadas con seriedad y rimbombancia hueca. Ahora, Podemos ha desarrollado una estrategia que solo ellos entienden, en la que las propuestas pintorescas y las performance en el Congreso de los Diputados remueven al sector más rancio del conservadurismo. ¿Son necesarias? ¿son realmente muestra o reflejo de la sociedad? ¿cuál es su utilidad entonces? Seguramente, su influencia es tan inocua como al mismo tiempo, recalcitrante para el sector mencionado. Lo cual puede ser de lo que verdaderamente se trate: su uso electoral. Una versión 2.0 de la «crispación» de Zapatero en la que sitios como Contando Estrellas borra todo aquel comentario que no le guste, sin más motivo que discrepar de su opinión o simplemente, por no gustarle aquello que le cuestione su verdad.

Pero lo más sorprendente es la pregunta que algunos se hacen y que intentan usar como critica: ¿es ético usar el Parlamento para este tipo de «funciones»? Volviendo a un clásico sin usar desde hacía años en este blog, esto es una «falacia predictiva», en la que los acusadores se ven obligados a responderse a si mismos: ¿ha sido ético usar el Parlamento para hacer lo que se ha estado perpetrando en él durante estas últimas décadas? ¿importa el hecho de que lo hagan bien vestidos? De alguna manera, todas estas pataletas y reivindicaciones permiten que nos demos cuenta del poco control que se tiene de lo que ocurre en los más importantes órganos políticos que paradójicamente, son también los de representación de la sociedad. Al mismo tiempo, se pone en evidencia que en efecto, el Cámara de Diputados es un circo en el que todo aquel que no esté en primera línea pasa desapercibido, y eso en una sociedad tan mediática como la española, es pasar a la irrelevancia. Durante años los partidos clásicos que en un régimen de alternancia han ocupado el poder, han usado el Congreso para escenificar una falsa pelea en la que ambos siempre salían ganando.

Podemos ha entendido que hay que llamar la atención, y sabe que el Congreso es el principal destino a donde los medios apuntan sus objetivos inevitablemente. Sabe que si no se tiene un poder mediático como lo son o lo fueron en su momento la COPE, la SER o el Grupo PRISA, no se va a ninguna parte. Por eso empezó con un programa de TV en un canal de TDT, por eso aprovechó el tirón mediático del 15M. Ahora bien, ¿qué significa que un partido que se supone critica fuertemente el actual sistema, haga uso de sus mismos defectos? ¿es coherente? ¿es ético? La política está llena de incoherencias. Hay que distinguir las inevitables, propias que todo sistema tiene a la hora de definirse a sí mismo, y las incoherencias indeseables que son producto de perseguir fines lucrativos excesivamente personales a expensas del sistema. Tras todos los episodios de corrupción que ha habido que aguantar, se ha llegado a un punto en el que los diputados de la formación morada son culpables hasta de cobrar los propios sueldos que como tales, les corresponde por ley. Siempre se ha dicho que el problema no son los protagonistas, sino el sistema. Pero para cambiar el sistema, es necesario cambiar a los protagonistas. Y para cambiar los protagonistas hace falta meterse en él y seguir sus reglas. Las mismas reglas que durante más de 30 años casi todo el mundo aceptaba callando. Por eso mismo, lo que no ha de faltar jamás, es nuestra indiferencia.

jueves, 2 de junio de 2016

La era post-correo

jueves, 2 de junio de 2016

Se habla de la llamada era post-PC en la que se considera a este una especie de dinosaurio a punto de extinguirse. La revolución de los dispositivos móviles y la creación de un mercado de servicios, ha eclipsado el que hasta hace pocos años era la principal fuente de ingresos en el ámbito de la informática. Las cifras empequeñecen la relevancia de un dispositivo que ha sido fundamental en la construcción de la sociedad del conocimiento actual. Pero ¿son los fríos números y las abultadas cifras suficiente evidencia como para mostrar lo que ocurre? ¿Está sufriendo realmente el PC? ¿Está siendo olvidado? Probablemente no.

El pistoletazo de salida de la dinámica del mercado tecnológico actual vino con el iPod de Apple, cuyo verdadero negocio fue —es— la venta de canciones en línea. Se consolidó definitivamente con el iPhone, un terminal móvil que requería necesariamente de una tarifa plana de comunicaciones. Las necesidades de marketing disfrazaron de revolución tecnológica aquel momento, pero como se ha comentado en otra ocasión, de lo que se trató realmente fue de revolución comercial. Así es como se ha de llamar a aprovechar una tecnología existente y convertirla en un producto de consumo distinto. La clave de aquel entonces fue precisamente no competir con con el gigante Microsoft, líder indiscutible del mercado tecnológico, huyendo de los PC de escritorio. Había que inventarse un mercado nuevo, y este llego con «la nube». Todo es historia a partir de aquel momento, y la jugada no cabe duda de que les ha salido a la perfección. Microsoft ha intentado subirse al carro con su Windows Phone, pero lo ha hecho sin ganas. Tan pocas que ha admitido su fracaso, sumándose a otras victimas como Blackberry, marcas que dominaban el mercado corporativo. Pero en el caso del gigante de Redmon, ha sabido reconducir su camino contraatacando con una evolución del PC como son las Surface. Unas tablet con capacidad de computador portátil. Pero volviendo a la pregunta ¿ha quedado desterrado el PC? Para contestar a esta pregunta hay que hacerse otra: ¿en qué dispositivo se programan las aplicaciones que llevan todos nuestros dispositivos móviles? Pongo la mano en el fuego, y no me la quemaría, a que lo que sostiene verdaderamente todo el mercado tecnológico continua siendo el viejo y buen PC de escritorio de toda la vida, sinónimo de trabajo, estudio, desarrollo e innovación. Todo parece indicar que si bien el mercado móvil ha alejado al PC de los focos y de la fama, sin embargo, lo ha convertido en un imprescindible tras las bambalinas. Lejos de matarlo, le ha convertido en inmortal.

Junto a este escenario ha surgido de forma paralela el fenómeno de las redes sociales y la mensajería instantánea, productos que no tendrían sentido sin la necesaria revolución de las telecomunicaciones, que trajo consigo la necesidad de las tarifas planas de datos. De forma similar a lo que ha ocurrido con el PC, ha pasado con el correo-electrónico. La omnipresencia del Whatsapp o del Facebook ha generado la falsa impresión de que el clásico correo-e de siempre ha quedado obsoleto, ahogado entre miles de intrascendentes chismorreos, selfies y otras poco edificantes muestras de exhibicionismo. Pero tal vez lo que ocurre es que el usuario habitual de estos productos no lo era del correo. O al menos, no era un usuario que le diera un uso adecuado, yendo a caer en «La Red Social». Puede decirse por tanto que el correo electrónico continua gozando de una estupenda salud, con todo tipo de aplicaciones clientes y servicios de suscripción. Entre ellos, el ya visto de MailRelay. Así que tal vez sea esta una era post-correo, en el que paradójicamente al igual que ocurre con su compañero el PC de escritorio, están más vivos que nunca.