En el ámbito de la lógica, es conocida la llamada Paradoja del mentiroso. Esta paradoja es del tipo de autorreferencia y ocurre cuando en el lenguaje natural (el utilizado normalmente, para entendernos) se forman frases que pese a estar perfectamente construidas, pierden sentido al referenciarse a si mismas, contradiciéndose de ser falsas, y negándose a si mismas en caso de ser ciertas, no pudiendo llegar a ninguna conclusión. Son frases mal construidas desde un punto de vista de la lógica al ser zonas a las que esta no llega con los escasos elementos utilizados (la propia frase), siendo necesario un punto de referencia externo para resolverlas.
Parece ser que los redactores y periodistas de EL PAIS no conocen nada de esto, y a pesar de tener supuestamente largas carreras completadas, obsequian a sus lectores con aberraciones lógicas como la siguiente:
Deténgase el lector un instante en este punto. ¿No son los miembros del Poder Judicial jueces también? ¿No son los jueces miembros del Poder judicial igualmente?
Antes de continuar intentando dar explicación a esto y pasando por alto la «objetividad» del ¿periódico? al denominar como «tretas» la estrategia de los jueces, haga otro pequeño alto de nuevo el amable lector, esta vez frente al concepto de «huelga». Acudiendo a las diversas fuentes (diccionario de la RAE, la Wikipedia, etc.), se puede comprobar a grandes rasgos como la huelga es una forma de protesta o reivindicación por parte de unos trabajadores o colectivo social, para ejercer una presión frente a una dirección de la organización a la cual prestan unos servicios, y sobre la que no tienen otros medios de control o gobierno.
De esta definición se desprende inmediatamente que hay una diferenciación entre trabajadores y mandos, y que los primeros no tienen ningún poder de decisión sobre los segundos, pero al contrario si. Únicamente a través de los sindicatos (teóricamente, la representación de los trabajadores) y en las negociaciones establecidas en el marco legal laboral externo a ambos (no pueden influir sobre el), en los convenios colectivos se toman acuerdos tomando en consideración a las partes implicadas. El resto del tiempo la única forma de control es la de la protesta a través de manifestaciones y huelgas. Exactamente las mismas y únicas herramientas que tenemos los ciudadanos para mostrar la disconformidad con la forma de llevar a cabo la labor gobernativa, salvo la negociación colectiva de cada cuatro años. No somos ciudadanos, somos trabajadores las 24 horas del día, y nuestros jefes, los que nos mandan, los políticos que prometieron servirnos y nos pidieron que confiáramos en ellos. Los muy caraduras y mentirosos.
Pero aunque parece que la solución a esta paradoja está cada vez más cerca, todavía falta volver a la pregunta que se quedaba en suspenso algunos párrafos antes, sobre los protagonistas de la historia: los jueces. Para resolverla hay que pasar entonces por diferenciar estos mismos jueces entre jefes y trabajadores. Unos que mandan y otros que obedecen. Independientemente de si se está de acuerdo o no con los motivos de la huelga, la cuestión es ¿por qué necesitan hacerla?
Todo poder independiente debe autogestionarse ¿tendría sentido que fueran a huelga los diputados del congreso, miembros del legislativo? Si existe algún problema, son estos diputados los que tendrían el poder para arreglarlo. Si no hacen huelga es o bien porque disponen de dicho poder para autogestionarse, o porque no les dejan hacerla.
De todo esto se puede llegar a la conclusión de que los poderes del estado no son independientes, como algunos sospechábamos, y que los medios de comunicación no tienen ninguna intención en explicarlo a sus lectores, a los que engaña y confunde retorciendo titulares con tal de deformar los sucesos para que «encajen» con la «voluntad oficial», cosa que también sospechábamos. Si han de hacer huelga es porque no tienen otro mecanismo de protesta y autogestión, ya que de lo contrario pondrían en práctica las medidas que creyeran convenientes, o elevarían las protestas mediante los mecanismos para ello.
Seguramente lo que al gobierno (poder ejecutivo) le gustaría, a tenor de lo incomodo que les resultan estas reivindicaciones «y libertades» que se toman los jueces, es que al igual que los diputados, estos formaran parte de los partidos o estuvieran supeditados a estos como lo están los jefes del Poder Judicial, al mando del colectivo en huelga. Parece evidente entonces que para llegar a un cargo en la rama jurídica, no hay que tener el favor de los propios jueces para ser elegido, sino el del poder ejecutivo-legislativo.
Por lo tanto, el colectivo de jueces solo tiene dos opciones para arreglar las cosas: hacerse amigo de algún jefe de partido o de un buen número de diputados…
o, hacer huelga.