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miércoles, 6 de marzo de 2019

Tiempos pasados

miércoles, 6 de marzo de 2019

¿Se vivía mejor antes? Hay un dicho popular que parece expresar la nostalgia que algunas personas tienen de su niñez, de tiempos en los que sencillamente eran más jóvenes y disfrutaban la vida de otra manera. Tiempos en los que sienten que se vivía más intensamente, en los que las justificaciones eran más comprensibles. Sin embargo, los avances posteriores en tecnología, en medicina y otros ámbitos, se comienzan a disfrutar y nadie desea renunciar a ellos.
En el siglo XIX había más tiempo para hablar, para pasear, para las relaciones humanas. [..] uno echa de menos lo bueno que se va perdiendo.
En algún lugar de nuestro interior sentimos que se podría haber hecho mejor. Notamos que se han sacrificado algunas cosas que han sido sustituidas por otras, puede que mejores, puede que más prácticas, pero ¿en qué aspectos? ¿para quién? ¿quién las disfruta? ¿quién lo ha decidido? ¿a quién beneficia? Algunas de ellas puede que no hiciera ninguna falta ser cambiadas. El mundo actual es el resultado de un fluir de acontecimientos que se suceden, unos tras otros como las piezas de dominó que van cayendo de manera inexorable, rendidos ante las leyes de la realidad que se nos aboca. O más bien como esa mariposa que aletea sus alas y produce una cascada de acontecimientos imprevisibles en otra parte del planeta. Aunque siempre hay quien que bate sus alas más rápido o que las tiene más grandes, claro.

Progresa adecuadamente

El progreso entendido como un cambio debido al devenir de los acontecimientos, es inevitable. Aunque normalmente se le otorgan connotaciones positivas, realmente no lleva implícito hacia donde se dirige. Es decir, las cosas simplemente cambian hacia algún lado obligadas por las leyes de la física y la termodinámica. Si nadie hace nada, todo acaba desordenado, sucio o descompuesto, tarde o temprano. El único límite a este proceso sería nuestra firme voluntad de mantener todo en orden. Otra forma de verlo es si se compara con una bola de nieve que aumenta su tamaño a medida que cae por la pendiente. Es más grande, gira más rápido, pero ¿es mejor? El final de la bola de nieve va a ser siempre el mismo, o peor cuanto más grande se haga.
«la edad dorada de nuestro periplo evolutivo coincide con la aparición del hombre de Cromagnon, que somos nosotros, pero en estado de cazadores salvajes y libres [..] vivían en total armonía con la naturaleza, como cualquier otra especie animal. Pero lo más fascinante de ellos es que no eran animales, sino seres humanos con una mente prodigiosa [..] hacer poesías maravillosas, contar cuentos bellísimos y componer músicas y canciones llenas de ritmo y sentimientos. El hombre de Cromagnon protagonizó una explosión de arte y creatividad que ha quedado plasmada, por ejemplo, en la cueva de Altamira. En una ocasión, Picasso dijo que el trabajo artístico de Altamira jamás ha sido superado. Yo comparto su opinión. Los cromañones, en definitiva, me apasionan porque habitaron el lugar que biológicamente nos corresponde y, al mismo tiempo, fueron capaces de producir mundos de ficción»
Juan Luis Arsuaga
El progreso es el cambio inevitable que el tiempo produce sobre las cosas. Nos hacemos viejos de manera inevitable, pero lo importante no es este «progreso», sino lo que aprendemos en el tiempo en el que nos ocurre. Hacerse sabio, aspecto que tristemente cada vez coincide menos con el de vejez. En la antigüedad eran los ancianos los que con su experiencia acumulada servían esa imprescindible ayuda que en algún momento todos necesitamos. Hoy en día el «progreso» nos ha traído a Google, una herramienta de incalculable valor para ciertas tareas, pero no tanto como para adquirir sabiduría si no se usa como debe, algo que sólo una persona cuya experiencia la ha adquirido fuera de este recurso, la posee.

¿Qué ocurre pues con los avances? ¿Qué se aprende de ellos? Al parecer poco. Por ejemplo, en occidente siguen vigentes ciertos vicios que desde tiempos de Roma continúan. A pesar de que todo el mundo conoce cómo acabo el antiguo Imperio Romano, nadie desea recordar otra cosa que no sean sus tiempos de esplendor ignorando lo que les llevó a su caída y a sumir a Europa en siglos de oscuridad. Hoy en día los pocos países «productores» —en el sentido de tener una industria innovadora y a la vanguardia— son en su mayoría precisamente los alejados de la cultura del antiguo imperio del Mediterráneo: EEUU en América y Alemania en Europa, por ejemplo. Sin embargo, aunque estos países son actualmente poderosos en términos económicos o militares, no lo son en cuando a desarrollo humano. Tampoco los países del Mediterráneo, en este punto serían los países nórdicos los líderes.

Es decir, el progreso tecnológico no tiene por qué coincidir en un primer momento con un desarrollo social, menos todavía en cuanto a ética o lo que quiera pueda definirse como «valores humanos». El poder, independientemente de cómo sea logrado este, va a llevar a las personas a un estado para el cual se carece de mecanismos naturales de autocontrol, por lo que la probabilidad de que dicho poder sea usado para aumentar su dominio pasando por encima del mismo derecho del resto, es elevada. El resultado es que los avances tecnológicos generan un desarrollo descontrolado que no es asimilado por la sociedad de una manera adecuada a nuestra condición humana. De hecho, el Siglo XX es simultáneamente la época que mayores avances nos han brindado y la de mayor prosperidad que ha conocido nuestra especie, junto con las más sangrientas guerras en las que han sido aniquiladas la mayor cantidad de población civil inocente de la Historia.

¿Realmente estamos aprendiendo algo? ¿Para esto es lo que sirven los avances? Unas mejoras en medicina cuyos logros prolongando la vida desembocan en que la gente la desperdicie con problemas de obesidad y lo que ello conlleva: diabetes y cardiopatías. Unos avances en comunicaciones que logran volvernos antisociales, dogmáticos, paranoicos, sectarios, ignorantes y manipulables. Unas mejoras en el acceso a la información que sin embargo no evitan que la gente sea tan torpe y estúpida como para no distinguir una noticia falsa de otra real. Descubrimientos en el tratamiento del cáncer que ayudan a tratar los casos de esta enfermedad causados en una gran parte por consumo de tabaco, vida sedentaria, alimentación inadecuada y malos hábitos en general consecuencia en definitiva por el modo de vida «moderno». Con el agravante de que estos vicios son incentivados por un sistema consumista que los promueve hasta su máxima explotación. Adonde nos lleva toda esta situación en definitiva, es que los avances tecnológicos, científicos, médicos, etc, simplemente «parchean» los mismos problemas que el propio progreso provoca, disimulando los efectos que el aumento de la estupidez lleva consigo. Mientras tanto, los intentos por señalar los problemas son reducidos en un «a favor o en contra» simplista que obligan a posicionarse de manera rígida, dificultando una salida de la situación.
«Existe un culto a la ignorancia en los Estados Unidos, y siempre ha existido. El empuje del anti-intelectualismo ha sido un constante debate que serpentea a través de nuestra vida política y cultural, alimentada por la falsa noción de que la democracia significa que "mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento"»
Gracias al método científico los progresos en este ámbito son acumulativos, es decir, que nunca se retrocede. Pero en el ámbito educativo, ético o moral, todas las referencias que hasta ahora servían de guía han dejado de tener efecto. La carencia de una brújula ética o de una regla moral básica provocan que la especie humana vaya dando tumbos abandonándose a cualquier vicio o adicción, sin que nadie sepa establecer límites sin ser tachado de «moralista» —e incluso fascista en ocasiones—. En España en concreto se ha llegado a un punto en el que mostrar una postura sólida y rigurosa en sus argumentos se confunde con el intento de «imponer» la misma. Un relativismo abrumador y desorientador característico de la mayoría de los políticos.
«el progreso ha llegado para quedarse, pero al mismo tiempo estamos viviendo una etapa de confusión, de miedos, de prejuicios, de estereotipos, de juicio rápido, de desinformación y de ignorancia»
Finalmente, la evidencia se muestra tan aplastante que no existe más remedio que comenzar a tomar soluciones a problemas ocasionados por llevar el progreso demasiado lejos, demasiado rápido, sin meditar, sin asimilar, movidos por el ansia de beneficio fácil, sin importar a qué o a quién perjudique. El ejemplo más claro y de actualidad comenzó con la dependencia de los combustibles fósiles, alargada de manera artificiosa por los intereses derivados de una economía basada en el consumo de petróleo. A nadie le importaba hacia donde llevaba esta situación a pesar del grave incremento de la polución en centros urbanos, ni a pesar del descubrimiento posterior de la aportación al efecto invernadero, ni tampoco por el apoyo a dictaduras de medio oriente por parte de gobiernos y corporaciones occidentales. Así mismo, tampoco se daba apenas un paso en investigar otros tipos de locomoción hasta que ha tenido que venir alguien como Elon Musk y desarrollar un vehículo eléctrico, no porque fuera rentable entonces —sólo lo ha logrado Tesla para modelos de alta gama— sino porque era necesario que alguien lo hiciese. No ha sido la ciencia la que ha traído la solución, sino la voluntad de algunos emprendedores.

Pero lo peor es que el actual desarrollo del automóvil eléctrico no puede presentarse como una solución a los problemas ocasionados por los combustibles fósiles, ya que a corto plazo no es posible dotar a un porcentaje significativo del parque automovilístico de estaciones de suministro, ni mucho menos de abastecer a estas de la energía necesaria para su utilización; salvo que de nuevo se recurra a centrales clásicas de carbón o gas, con lo que el problema se agravaría. La situación es de tal gravedad que se comienza a plantear el regreso a la energía nuclear como la única solución viable antes de que sea irreversible el daño. Mientras tanto asistimos al absurdo del anuncio de Alemania de dejar la energía nuclear en el 2022, a pesar de los problemas energéticos que supone para el país y ecológicos en general, al volver a los recursos clásicos contaminantes de gas o carbón, empujados por la presión de las movilizaciones que ignoran el problema de fondo. La escusa fue el desastre de Fukushima en Japón, un accidente climatológico que evidenció las obsoletas instalaciones, no el recurso energético en sí como problema. Por ello, en dicho país asiático no solo no renuncian a este, sino que aumentará la dependencia de las nucleares. Mientras tanto, todavía esperamos al mítico reactor de fusión que lleva décadas viniendo, pero no acaba de llegar.
«hasta que estuvo en la mano del hombre la posibilidad de destruir la vida entera del planeta, los argumentos anti-progresistas [..] carecían de fundamento serio y parecían no más que los usuales presagios agoreros que han acompañado siempre al progreso de la humanidad [..] Hasta hace poco, insistimos, la dimensión moral y artística del progreso podía, sí, ponerse en tela de juicio, puesto que en ese terreno los ciclos de esplendor y decadencia, de puritanismo e inmoralidad, parecen sucederse alternativamente, sin presentar una continuidad progresiva. En cambio, la índole acumulativa y progresiva del lado científico y técnico parecía indiscutible. Sin embargo, justo en el momento de su máximo progreso ocurre que esta cultura científica, aparentemente todopoderosa continúa siendo manejada por un ser humano moralmente frágil, sujeto a regresiones y anomalías afectivas que lo pueden poner en el trance de hacer un uso irracional de la fuerza aniquiladora que su «neocortex» es capaz de desatar. Ahora bien, si esto ocurre, se provocaría el colapso de toda la civilización y, con él, la regresión inexorable de los supervivientes a niveles mentales tan rudimentarios como los de los primitivos»
José Luis Pinillos, La Mente Humana (1969), pág. 42.
El inevitable y acumulativo progreso nos ha traido unos dispositivos móviles tanto más potentes como más fáciles de usar, pero la capacidad de las personas que los manejan es la misma de siempre. Aunque las técnicas de mercadotecnia nos intenten hacer creer que somos mejores por llevar tal o cual marca o modelo, la realidad es otra. A nadie parece importarle de dónde se obtienen los recursos para su fabricación, cómo se sostiene la infraestructura de comunicaciones necesaria o qué, quién y para qué se manejan sin nuestro conocimiento todos los datos que obtienen de nosotros. La humanidad se parece cada vez más a esa bola de nieve, más y más grande, que gira alocadamente cada vez más rápido.

martes, 19 de septiembre de 2017

Carencia de innovación

martes, 19 de septiembre de 2017
¿En qué aspectos hemos evolucionado socialmente? ¿qué desarrollos significativos científicos, educativos o de cualquier otro ámbito se han sucedido? Burbujas tecnológicas, inmobiliarias, crisis, mediocridad social, política, educativa, etc. El cambio más significativo se ha dado alrededor de las comunicaciones, que es poco más que el uso de tecnología existente hace décadas para crear un enorme mercado que mantiene sumida a la población absorta frente a las pantallas de sus dispositivos, mientras varios monopolios recopilan datos que usaran de nuevo para «fidelizar» todavía más al usuario. No existen grandes proyectos de estado, la época de la construcción de canales o transbordadores espaciales ha pasado al olvido y todo se ha de mover a base de proyectos de crowd-funding.

Aunque se comienza a ser consciente del problema y parece que surgen iniciativas empresariales, económicas y políticas para mejorar la situación, conviene no olvidar cuáles son las amenazas que continúan vigentes. El siguiente es un artículo publicado a finales del año 2011 del escritor de ciencia-ficción Neal Stephenson. En él, trata acerca del progresivo deterioro científico e innovador que la sociedad en la que vivimos viene sufriendo y del relevante papel que desempeña el mundo actual permanentemente conectado, al generar una ilusión de certeza que resulta perjudicial para tomar riesgos y buscar nuevas metas. Sirva con este propósito el siguiente texto del citado autor, traducido por el que escribe las líneas de esta pequeña introducción.

Carencia de innovación (Innovation Starvation)

Por Neal Stephenson (acceso al artículo original )


Representación de un simbólico «árbol de de las ideas» yermo
[Imagen: Marshall Hopkins]

Mi vida abarca la época en la que Estados Unidos de América fue capaz de lanzar seres humanos al espacio. Algunos de mis recuerdos más tempranos son los de estar sobre una alfombra de rizo ante una enorme televisión en blanco y negro, viendo las primeras imágenes de la misión Géminis. Este verano, a la edad de 51 años —apenas puede decirse viejo— observé en una pantalla plana el momento en el que el último transbordador espacial despegaba de la plataforma. He seguido el decrecimiento del programa espacial con tristeza, incluso amargura. ¿Dónde está mi estación espacial en forma de donut? ¿Dónde está mi billete para Marte? Durante todo este tiempo he mantenido ocultas mis impresiones, hasta hace poco. La exploración espacial siempre ha tenido sus detractores. Quejarse de su fallecimiento es exponerse a los ataques de aquellos que no se identifican con un hombre blanco burgués de mediana edad estadounidense, que no ha visto sus fantasías de infancia cumplidas.

Sin embargo, me preocupa que la incapacidad de igualar los logros del programa espacial de los años 60 pudiera ser síntoma de un fracaso general de nuestra sociedad para la realización de grandes logros. Mis padres y abuelos fueron testigos de la creación del avión, el automóvil, la energía nuclear y la computadora, por nombrar sólo algunos ejemplos. Los científicos e ingenieros que llegaron a la mayoría de edad durante la primera mitad del siglo XX, podían esperar del futuro la construcción de soluciones que resolverían viejos problemas como reformar el paisaje, apuntalar la economía y proporcionar puestos de trabajo para la burguesa clase media, que fueron la base de la estable democracia que tenemos.

El derrame de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon de 2010 cristalizó mi sensación de que hemos perdido la capacidad de hacer cosas de gran envergadura. La crisis petrolera de la OPEP fue en 1973, hace casi 40 años. Entonces ya era una obvia locura permitir que Estados Unidos se convirtiera en rehén económico de cierta clase de países como las de aquellos donde se producía petróleo. Esto llevó a la propuesta de Jimmy Carter del desarrollo de una enorme industria de combustibles sintéticos en suelo americano. Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre los méritos de la presidencia Carter o de esta propuesta en particular, fue al menos un esfuerzo serio para abordar el problema.

Poco se ha escuchado sobre el tema desde entonces. Se ha estado hablando de parques eólicos, energía de las mareas y energía solar durante décadas. Se han hecho algunos progresos en esos ámbitos, pero la energía se sigue basando en el petróleo. En mi ciudad, Seattle, un proyecto planeado hace 35 años sobre la ejecución de una línea de tren ligero a través del lago Washington, está siendo bloqueado por una iniciativa ciudadana. Frustrada o interminablemente retrasada en sus esfuerzos por construir, la ciudad avanza a duras penas con un proyecto para pintar carriles para bicicletas en el pavimento de las calles.

A principios de 2011 participé en una conferencia llamada Future Tense, en la cual lamenté el declive del programa espacial tripulado, aunque la conversación acabo pivotando hacia la energía, lo que indica que el verdadero problema no son los cohetes. Es esta —la energía— nuestra gran y amplia incapacidad como sociedad para llevar a cabo grandes proyectos. De una manera totalmente fortuita, había tocado un punto sensible. La audiencia de Future Tense estaba más segura que yo de que la ciencia-ficción [CF] tenía relevancia —incluso utilidad— para abordar el problema. Escuché dos teorías sobre por qué:
  1. La Teoría de la Inspiración. La CF inspira en la gente la elección de carreras relacionadas con ciencia y tecnología. Esto es indudablemente cierto, ademas de obvio.
  2. La Teoría de los Jeroglíficos. La buena CF proporciona una imagen plausible, totalmente elaborada de una realidad alterna en la cual se ha producido algún tipo de innovación significativa. Un buen universo de CF tiene una coherencia y una lógica interna que los científicos e ingenieros pueden valorar. Los ejemplos incluyen los robots de Isaac Asimov, los cohetes de Robert Heinlein y el ciberespacio de William Gibson. Como dice Jim Karkanias de Microsoft Research, tales iconos sirven como jeroglíficos: símbolos simples y reconocibles en cuya significación todos están de acuerdo.
Investigadores e ingenieros se han visto a si mismos concentrándose en temas cada vez más y más específicos a medida que la ciencia y la tecnología se hacía más complicada. Las grandes compañías o laboratorios tecnológicos emplean cientos o miles de personas para que cada una de ellas se dedique a manejar tan sólo una ínfima parte del proyecto general. La comunicación entre ellos puede llegar a convertirse en un maremágnum de correos electrónicos y powerpoints. La afición que muchas de estas personas tienen por la CF es en parte síntoma de la necesidad de encontrar un marco común que les facilite a ellos y a sus colegas, una visión general. Pretender coordinar todos estos esfuerzos a través del clásico sistema basado en la autoridad y control, es casi como intentar dirigir toda una economía moderna desde el Kremlin. Conseguir trabajar sin trabas de manera independiente pero enfocados hacia metas comunes es en gran medida mucho más parecido a un mercado libre y auto-organizado de ideas.

EXPANDIENDO LAS ÉPOCAS

La CF ha cambiado a lo largo de todo este tiempo —desde los 50 (la era del desarrollo de la energía nuclear, aviones a reacción, la carrera espacial y la computadora) hasta ahora—. En líneas generales, el tecno-optimismo de la Edad de Oro de la CF ha dado paso a una ficción escrita en un tono generalmente más oscuro, más escéptico y ambiguo. Yo mismo he tendido a escribir mucho sobre arquetipos de hackers tramposos que explotan las capacidades ocultas de sistemas sofisticados, ideados por otros igualmente sin rostro.

Creyendo haber alcanzado el máximo progreso en cuanto a tecnología, buscamos llamar la atención sobre sus efectos secundarios destructivos. Algo que resulta absurdo si te tiene en cuenta que estamos todavía atados a tecnologías vetustas de 1960 como la de los destartalados reactores de Fukushima, en Japón, teniendo en el horizonte la posibilidad de la energía limpia de la fusión nuclear. El desarrollo de nuevas tecnologías y su implementación a escalas heroicas ya no es una preocupación infantil de unos cuantos empollones con reglas de cálculo, sino un imperativo. Es la única manera de que la raza humana escape de sus aprietos actuales. Lástima que hayamos olvidado cómo hacerlo.

«¡Ustedes son los que han bajado el ritmo!», proclama Michael Crow, presidente de la Universidad Estatal de Arizona (y otro de los oradores de Future Tense). Se refiere, por supuesto, a los escritores de CF. Científicos e ingenieros, parece estar diciendo, están preparados y buscando nuevas cosas para desarrollar. Es hora de que los escritores de CF comiencen a mostrar su valía creando grandes visiones que aporten un sentido. De ahí el Proyecto Jeroglífico, una iniciativa para crear una nueva antología de CF que de alguna manera pueda convertirse en una vuelta consciente al tecno-optimismo práctico de la Edad de Oro.

CIVILIZACIONES DEL ESPACIO

China es frecuentemente citada como un país involucrado en grandes proyectos, y no hay duda de que están construyendo presas, sistemas ferroviarios de alta velocidad y cohetes a un ritmo extraordinario. Pero no son fundamentalmente innovadores. Su programa espacial, al igual que todos los demás países (incluido el nuestro), es sólo una imitación del realizado hace 50 años por los soviéticos y los estadounidenses. Un programa realmente innovador implicaría asumir riesgos (y aceptar fracasos) para ser pionero en algunas de las tecnologías de lanzamiento espacial alternativas que han sido promovidas por investigadores de todo el mundo durante las décadas dominadas por los cohetes.

Imagínense una fábrica de pequeños vehículos de producción en masa, no más grandes y complejos que un refrigerador, surgidos de una cadena de montaje, con toda su apretada carga al máximo y hasta los topes de hidrógeno líquido no contaminante como combustible, para ser posteriormente expuestos a un intenso calor concentrado proveniente de una batería terrestre de láseres o antenas de microondas. Calentados a temperaturas más allá de lo que una reacción química puede lograr, el hidrógeno emerge de una boquilla en la base del dispositivo y los lanza disparados por la atmósfera. Con el vuelo trazado por los láseres o microondas, el vehículo se eleva en órbita, llevando una carga útil más grande en relación a su tamaño de lo que un cohete químico podría manejar, pero manteniendo contenidas la complejidad, los gastos y el esfuerzo necesarios. Durante décadas, esta ha sido la visión de investigadores como los físicos Jordin Kare y Kevin Parkin. Una idea similar, utilizando un pulso de láser desde tierra dirigido a la parte trasera de un vehículo espacial como detonante del combustible, era sugerida por Arthur Kantrowitz, Freeman Dyson y otros eminentes físicos a principios de los años sesenta.

Si suena demasiado complicado, entonces considérese la propuesta de 2003 de Geoff Landis y Vincent Denis sobre construir una torre de 20 kilómetros de altura usando simples vigas de acero. Los cohetes convencionales lanzados desde su cima podrían transportar el doble de carga útil que lanzados desde el suelo. Incluso abundan las investigaciones, que datan desde Konstantin Tsiolkovsky, el padre de la astronáutica a partir de finales del siglo XIX, para demostrar que una simple cuerda —de gran longitud con el extremo puesto en órbita alrededor de la Tierra— podría ser utilizada para extraer cargas útiles hacía la atmósfera superior y ponerlas en órbita sin necesidad de motores de ningún tipo. La energía sería bombeada al sistema usando un proceso electrodinámico sin partes móviles.

Todas son ideas prometedoras, del tipo de las que llevaban a generaciones pasadas de científicos e ingenieros a sentir entusiasmo por sus proyectos de construcción.

Pero para comprender lo alejada que nuestra mentalidad actual está de ser capaz de intentar innovar a gran escala, considérese el destino de los tanques externos del transbordador espacial [TE]. Dejando a un lado el vehículo en sí mismo, el TE era el elemento más grande y prominente del transbordador espacial mientras estaba en la plataforma de lanzamiento. Permanecía unido a la lanzadera —o más bien habría que decir que es la lanzadera la que permanecía unida a él— mucho después de que los dos impulsores suplementarios hubieran caído. El TE y el transbordador permanecían conectados todo el trayecto fuera de la atmósfera y en el espacio. Sólo después de que el sistema hubiera alcanzado la velocidad orbital era desechado el tanque dejándolo caer en la atmósfera, donde era destruido en la reentrada.

A un costo marginal modesto, los TE podrían haberse mantenido en órbita indefinidamente. La masa del TE en la separación, incluyendo los propelentes residuales, era aproximadamente el doble de la mayor carga útil posible del Shuttle. No destruirlos habría triplicado la masa total lanzada en órbita por el transbordador. Los TE podrían haber sido conectados para formar unidades que habrían humillado a la Estación Espacial Internacional actual. El oxígeno e hidrógeno residuales que fluyen a su alrededor podrían haberse combinado para generar electricidad y producir toneladas de agua, una mercancía que es muy cara y deseable en el espacio. Pero a pesar del duro esfuerzo y la apasionada defensa de los expertos espaciales que deseaban ver los tanques puestos en uso, la NASA —por razones tanto técnicas como políticas— envió a cada uno de ellos a una ardiente destrucción en la atmósfera. Visto de manera simbólica, dice mucho sobre las dificultades de innovar que existen en otros ámbitos.

EJECUTANDO GRANDES PROYECTOS

La innovación no puede darse sin aceptar el riesgo que conlleva la posibilidad del fallo. Las vastas y radicales innovaciones de mediados del siglo XX tuvieron lugar en un mundo que, en retrospectiva, resulta increíblemente peligroso e inestable. Las posibles consecuencias que la mente de nuestro tiempo identifica como serias amenazas podrían no ser tan graves —suponiendo que hayan sido tan siquiera tenidas en cuenta— por personas habituadas a grandes crisis económicas, guerras mundiales y a la Guerra Fría, en tiempos en los que los cinturones de seguridad, los antibióticos y muchas vacunas no existían. La competencia entre las democracias occidentales y las potencias comunistas obligó a las primeras a empujar a sus científicos e ingenieros al límite de lo que podían imaginar y suministraron una especie de red de seguridad en caso de que sus esfuerzos iniciales no dieran resultado. Un canoso veterano de la NASA me dijo una vez que los aterrizajes en la luna del Apolo fueron el mayor logro del comunismo.

En su reciente libro Adapt: Why Success Always Starts with Failure (Adáptate: ¿Por qué el éxito siempre comienza con el fracaso?), Tim Harford describe el descubrimiento por parte de Charles Darwin de una amplia variedad de especies distintas en las Islas Galápagos, situación que contrasta con el esquema que se observa en los grandes continentes, donde los experimentos evolutivos tienden a ser minimizados a través de una especie de consenso ecológico por el cruce entre especies. El «aislamiento de las Galápagos» frente a la «jerarquía corporativa impaciente» es el contraste establecido por Harford en la evaluación de la capacidad de una organización para innovar.

La mayoría de las personas que trabajan en corporaciones o instituciones académicas han presenciado algo como lo siguiente: un grupo de ingenieros están sentados juntos en una habitación, intercambiando ideas entre si. De la discusión emerge un nuevo concepto que parece prometedor. Entonces, una persona con un ordenador portátil en una esquina, después de haber realizado una rápida búsqueda en Google, anuncia que esta «nueva» idea es, de hecho, antigua —o al menos vagamente similar— y ya ha sido probada. O falló, o lo logró. Si falló, entonces ningún gerente que quiera mantener su trabajo aprobará gastar dinero tratando de revivirlo. Si se logra, entonces es patentado y se supone que la entrada en el mercado es inalcanzable, ya que las primeras personas que piensan en ella tendrán la «ventaja del primer movimiento» y habrán creado «barreras competitivas». El número de ideas aparentemente prometedoras que se han aplastado de esta manera debe rondar los millones.

¿Que hubiera pasado si esa persona del rincón no hubiera sido capaz de encontrar nada en Google? Se habrían necesitado semanas de investigación en la biblioteca para encontrar alguna evidencia de que la idea no era totalmente nueva, después de un largo y penoso trabajo rastreando muchas referencias en un montón de libros, algunas relevantes, otras no. Una vez hallado, el precedente podría no haber parecido tan precedente directo después de todo. Podrían haber motivos por los que valiese la pena una revisión de la idea, tal vez hibridándola con innovaciones de otros campos. De aquí las virtudes del aislamiento de las Islas Galápagos.

La contrapartida del aislamiento «galapagüeño» es la lucha por la supervivencia en un gran continente, donde los ecosistemas firmemente establecidos tienden a desdibujar y absorber las nuevas adaptaciones. Jaron Lanier, informático, compositor, artista visual y autor del reciente libro You are Not a Gadget: A Manifesto (Contra el rebaño digital: Un manifiesto), tiene algunas claves sobre las consecuencias no deseadas de Internet —el equivalente informativo de un gran continente— sobre nuestra capacidad para correr riesgos. En la era pre-internet, los gerentes de empresas se veían obligados a tomar decisiones basadas en lo que sabían era información limitada. Hoy en día, por el contrario, los gerentes disponen de flujos de datos en tiempo real desde tal cantidad de innumerables fuentes que no podían ni tan siquiera imaginar un par de generaciones atrás, y poderosas computadoras procesan, organizan y muestran los datos en maneras que van tanto más allá de los gráficos confeccionados a mano de mi juventud como los actuales videojuegos modernos se corresponden con el tres-en-raya. En un mundo donde los tomadores de decisiones están tan cerca de ser omniscientes, es fácil ver el riesgo como un pintoresco artefacto de un pasado primitivo y peligroso.

La ilusión de poder eliminar la incertidumbre de la toma de decisiones corporativa no es sólo una cuestión de estilo de gestión o preferencia personal. En el entorno legal que se ha desarrollado alrededor de las corporaciones que cotizan en bolsa, los directivos no tienen motivación ni interés alguno de asumir cualquier riesgo del que tengan conocimiento —o, en la opinión de algún jurado futuro, de cualquiera que debiera haber previsto— ni aunque tengan alguna corazonada de que la apuesta pudiese ser rentable a largo plazo. No existe el «largo plazo» en las industrias impulsadas por el próximo informe trimestral. La posibilidad de alcanzar beneficios gracias a alguna innovación es sólo eso, una mera posibilidad que no tendrá tiempo de materializarse antes de que los accionistas minoritarios comiencen a emitir sus citaciones de demanda judicial.

La creencia de hoy en la ineluctable certeza es el verdadero asesino de la innovación de nuestra época. En este entorno, lo mejor que un gerente audaz puede hacer es desarrollar pequeñas mejoras a los sistemas existentes —dándolo todo en cada paso, por así decirlo, hacia un máximo local, recortado lo sobrante, aprovechando toda pequeña innovación— como hacen los urbanistas al pintar carriles bici en las calles como un intento de solucionar los problemas energéticos. Cualquier estrategia que implique cruzar un valle —es decir, aceptar pérdidas a corto plazo para alcanzar un objetivo más alto pero lejano— pronto será bloqueada por las demandas de un sistema que celebra ganancias a corto plazo y tolera el estancamiento, quedando el resto sentenciado al fracaso. En resumen, un mundo donde las grandes ideas no pueden ser realizadas.


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Neal Stephenson es autor del techno-thriller REAMDE (2011), así como la epopeya histórica de tres volúmenes Ciclo barroco —Azogue (2003), La Confusión (2004) y El Sistema del Mundo (2004) además de las novelas Anatema (2008), Criptonomicón (1999), La era del diamante (1995), Snow Crash (1992) , y Zodíaco (1988). También es el fundador de Jeroglífico, un proyecto de escritores por una ciencia-ficción que represente mundos futuros en los que los grandes proyectos sean posibles


[Artículo adaptado del publicado originalmente en el blog Al final de la Eternidad, posteriormente en el blog de Planetas Prohibidos] y en la plataforma LinkedIn

sábado, 28 de junio de 2014

El fundamento de la ciencia (Carlo Rovelli)

sábado, 28 de junio de 2014
El fundamento de la ciencia es mantener la puerta abierta a la duda. Precisamente porque seguimos cuestionando todo, especialmente nuestras propias premisas, estamos siempre dispuestos a mejorar nuestro conocimiento. Por lo tanto, un buen científico nunca tiene "certeza". Esta falta de certeza es, precisamente, lo que permite alcanzar conclusiones más fiables que las de aquellos que tenían certeza sobre las suyas: gracias a que el buen científico estará listo para cambiar a un punto de vista diferente si surgen mejores evidencias, o nuevos argumentos. Por lo tanto, la seguridad no sólo no sirve de nada,  es en realidad perjudicial, si valoramos la fiabilidad.
Carlo Rovelli (físico teórico)
Foto: Wikimedia


Leído en: Brain Picking

viernes, 20 de junio de 2014

El mundo postmoderno

viernes, 20 de junio de 2014
La posmodernidad viene definiendo los parámetros de la cultura popular desde que surgiera a principios de los 70. ¿Cuales fueron sus orígenes? ¿qué factores coincidieron para crearse esa corriente cultural? ¿es realista esa desconfianza el en género humano y su pesimismo del futuro? Aunque puede que no sea una respuesta definitiva a estas intrigantes cuestiones, el siguiente fragmento nos acerca bastante a una explicación de la situación a la que tarde o temprano, nos tendremos que enfrentar como especie:

Hasta hace unos decenios, hasta que estuvo en la mano del hombre la posibilidad de destruir la vida entera del planeta, los argumentos anti-progresistas (por lo que al aspecto científico y técnico del progreso se refiere) carecían de fundamento serio y parecían no más que los usuales presagios agoreros que han acompañado siempre al progreso de la humanidad, como los aullidos de los canes que flanquean, sin detenerlas, a las caravanas. Hasta hace poco, insistimos, la dimensión moral y artística del progreso podía, sí, ponerse en tela de juicio, puesto que en ese terreno los ciclos de esplendor y decadencia, de puritanismo e inmoralidad, parecen sucederse alternativamente, sin presentar una continuidad progresiva. En cambio, la índole acumulativa y progresiva del lado científico y técnico parecía indiscutible. Sin embargo, justo en el momento de su máximo progreso ocurre que esta cultura científica, aparentemente todopoderosa continua siendo manejada por un ser humano moralmente frágil, sujeto a regresiones y anomalías afectivas que lo pueden poner en el trance de hacer un uso irracional de la fuerza aniquiladora que su «neocortex» es capaz de desatar. Ahora bien, si esto ocurre, se provocaría el colapso de toda la civilización y, con él, la regresión inexorable de los supervivientes a niveles mentales tan rudimentarios como los de los primitivos.
José Luis Pinillos, La Mente Humana (1969), pág. 42.

Descubierto por casualidad en un antiguo ejemplar de la mítica colección RTVE, comprado hace poco en un local de libro antiguo. En el se explica, entre otras cosas, cómo el ser humano se encuentra en una encrucijada en la que su mente instintiva o animal, evoluciona a un ritmo distinto de su parte racional. Esta última, le hace capaz de las más increíbles proezas excepto la más primordial de ellas: controlar o dominar a su parte irracional.

Publicado originalmente en el blog Al Final de la Eternidad el 19 de junio de 2014

sábado, 1 de marzo de 2014

Kit del escéptico, de Carl Sagan

sábado, 1 de marzo de 2014
Un joven Carl Sagan
Carl Sagan (Foto: ver fuente)
El conocido científico y divulgador Car Sagan, dejó meses antes de su fallecimiento una obra en la que vuelca su conocimiento sobre cómo evitar engaños y manipulaciones presentes en la propaganda o a través de la transmisión de bulos, falsos mitos y otros tantos peligros a los que últimamente se enfrenta la sociedad: El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad (Carl Sagan, 1995)

En esta obra, Sagan intenta explicar el método científico al ciudadano corriente como forma principal de evitar caer en engaños. Para ello resumió nueve reglas básicas:
  1. Siempre que sea posible debe haber una confirmación independiente de los «hechos».
  2. Estimular un exhaustivo debate involucrando a los defensores y detractores mejor informados, desde todos los puntos de vista.
  3. Los argumentos de autoridad tienen poco peso. Las «autoridades» han cometido errores en el pasado. Lo harán de nuevo en el futuro. Puede que sea mas correcto decir que en la ciencia no hay autoridades; como máximo, hay expertos.
  4. Barajar más de una hipótesis. Si hay algo que explicar, piense en todas las diferentes formas en las que se podría hacer. Luego piense en formas con las que poner a prueba y poder refutar sistemáticamente cada una de las alternativas. Lo que sobrevive, la hipótesis que resiste la refutación en esta selección darwiniana entre «múltiples hipótesis de trabajo», tiene la mejor oportunidad de ser la respuesta correcta que si simplemente se hubiera quedado con la primera idea que pasó por su mente.
  5. Intente no encariñarse con una hipótesis sólo porque es la suya. No es más que una estación de paso en la búsqueda del conocimiento. Pregúntese por qué le gusta la idea. Compárela a fondo con las alternativas. Vea si se pueden encontrar razones para rechazarla. Si usted no lo hace, otros si lo harán.
  6. Cuantificar. Si aquello a lo que se busca explicación es susceptible de medirse, de atribuirle alguna cantidad numérica, tendrá mucha más capacidad para ser discriminada entre hipótesis rivales. Lo que es ambiguo y cualitativo está abierto a muchas explicaciones. Por supuesto que hay verdades que han de ser buscadas en numerosos ámbitos cualitativos a los que estamos obligados a enfrentarnos, pero encontrarlas es más difícil.
  7. Si hay una cadena de argumentos, todos los eslabones deben ser correctos (incluyendo la premisa) —no sólo la mayoría de ellos .
  8. Navaja de Occam. Esta conveniente regla de oro nos insta a elegir la solución más simple cuando se enfrentan dos hipótesis, que explican igualmente bien los datos.
  9. Siempre pregúntese si la hipótesis puede ser, al menos en principio, falsable. Las proposiciones que son incontrastables o infalsables no sirven de mucho. Considérese la abrumadora idea de que nuestro universo y todo en él es sólo una partícula elemental un electrón, por ejemplo en un cosmos mucho más grande. Pero, si nunca podemos adquirir información de fuera de nuestro universo, ¿cómo se puede saber si es cierto o no? Se ha de ser capaz de verificar las afirmaciones. Hasta el mayor de los escépticos ha de tener la oportunidad de seguir su razonamiento, de forma que pueda repetir el experimento y ver si consigue el mismo resultado.

Traducido por el autor del artículo (manteniendo el ratón por encima se accede al original en inglés)
Fuente: Brain Picking


sábado, 9 de febrero de 2013

El futuro lingüístico

sábado, 9 de febrero de 2013
¿Quienes deben determinar el nombre de la lengua que se habla en Valencia y su normativa, políticos o científicos?:
«ni los unos ni los otros tienen nada que decir al respecto. Pero menos que nadie, los científicos. Es un asunto en el que sólo tiene que decidir la gente.»
Noam Chomsky
(Entrevista en "El País", 1998)

Asistimos a un momento en el que conceptos hasta ahora completamente inamovibles comienzan a ser cuestionados. El dinero, la economía, la democracia, los sistemas políticos y las fronteras que delimitan unos territorios que en la era global de Internet, van perdiendo cada vez más su sentido. Sin embargo, el hecho de que todavía exista gente que desee aferrarse a los cada vez más obsoletos paradigmas para conservar su Status Quo, provoca que la sociedad se polarice en un esquema muy similar al de las revoluciones: unas minorías favorecidas por el sistema, frente a unas mayorías que, por unos motivos que evolucionan según la época, cada vez lo rechazan con más fuerza.

A este ritmo, es muy probable que las actuales fronteras dejen de tener el significado que hasta ahora han tenido. Puede que tal vez en estos momentos, sin que nos hayamos dado cuenta, sean conceptos mucho más maleables y arbitrarios de lo que pensábamos. La soberanía de los países ha cambiado de manos. El pueblo sigue igual, pero las jerarquías cambian. Los nacionalismos lo saben bien, por eso quieren explotar esta  arbitrariedad para lograr sustituir una jerarquía por la de ellos, sin que el resto cambie significativamente. Las leyes, las instituciones y las lenguas, de forma similar, ya no son redactadas y reguladas acorde a los mismos criterios. La división idiomática, cede terreno a favor de lenguas francas como el inglés o el español (el chino se circunscribe a China, por lo que a pesar de ser de las más habladas, no tienen ese carácter ínter-cultural).

Según Noam Chomsky, aclamado y reconocido lingüista conocido por su activismo político, el concepto de «lengua nacional» es relativamente moderno. Probablemente se refiere a el, como un "efecto colateral" del surgir hace unos escasos tres siglos, de las actuales naciones-estado políticas. En España, fue la  dictadura franquista la que explotó de forma significativa esta identificación de lengua-nación, siendo los actuales nacionalismos los que continúan «la tradición».

¿Continuarán las lenguas entendiéndose como cotos cerrados regulados por jerarquías endogámicas?. ¿Volverá el pueblo a decidir sobre ellas, tal y como hacía en la antigüedad, cuando las lenguas no eran necesarias para evidenciar las diferencias?. ¿Continuarán las lenguas siendo utilizadas con propósito diferenciador y excluyente?

El futuro como siempre, tiene la respuesta.

(ir al capítulo anterior)                                                                                                                         volver al índice

lunes, 21 de mayo de 2012

El problema de la ciencia en España

lunes, 21 de mayo de 2012
Fuente: Muycomputer
El gobierno ha reducido nada más y nada menos que en un 25% el presupuesto en i+d+i. Esto al parecer supondrá un descalabro en el trabajo de muchos científicos que a duras penas habían logrado desempeñar su pasión en España. La mayoría de ellos han de volver al extranjero, comprobando desesperanzados como no hay futuro para la ciencia en España.

Todo país avanzado sabe que la ciencia no debe entenderse como un gasto, sino como una inversión. Yo añado que todo lo relacionado con las TIC comparte un grado de importancia similar. Esta radica en que la experiencia ha demostrado durante décadas que lo invertido en estas materias a la larga proporciona un capital de conocimiento que marca diferencias con el resto de países. Ayuda a crear soluciones y a abrir nuevos caminos cuando los viejos ya no valen, como por ejemplo basar la economía en los bienes inmuebles. En el ladrillo.

Las sociedades que han apostado en los últimos tiempos por la investigación, que tienen métodos para valorar las capacidades y de dar oportunidades a todo aquel que tiene una buena idea, son las que ahora lideran el gobierno mundial. Una única buena idea que logre fructificar, aunque tarde años en salir, puede cambiar el destino para las próximas décadas y ser rentabilizada con creces. Así ha ocurrido con Internet, con las redes sociales, con el buscador Google, y otros ejemplos que a buen seguro se podrían encontrar en otros ámbitos del conocimiento.

Es incoherente que se admita la necesidad de cambiar el modelo productivo y se recorte en este área. Alguno podrá pensar, ¿y las empresas? ¿acaso no se reivindica desde ciertos sectores que las subvenciones no son productivas?. Esto tiene gran parte de razón, pero el problema es que la tradición empresarial española es completamente contraria a estas ideas. Peor aún, cometen el error similar de recortar todavía más de donde no deben. Si ya las empresas dedicaban poco a la investigación y a la reinversión en su propio negocio para mejorarlo, para dar oportunidades a proyectos de cientificos e ingenieros, ahora todavía menos. Si alguien ha de cambiar esto son los únicos que el actual sistema permite que lo hagan: los políticos.
Fuente: Noticias Orange

Carmen Vela, secretaria de Estado para i+d+i, explica que con este presupuesto que se va a hacer ciencia «de calidad». Esto es como decir que hasta ahora no lo era. Haciendo de abogados del diablo, puedo creerme que gracias a las subvenciones hubiera mucha gente que vivía de ellas y no producía los resultados obtenidos. Pero si ahora ya se afirma disponer de una forma de conocer qué proyectos son los adecuados, lo que deberían hacer es aplicarlos, no reducir la inversión. Me temo que lo que se esconde es una confusión de conceptos al creer que lo mismo por menos dinero es «más calidad». Aún suponiendo que realmente se logre un rendimiento similar, lo que hace falta es una mayor apuesta por la investigación como principal forma de salir del atolladero, no mantenerse en los parámetros actuales que se han evidenciado como insuficientes. 

¿Que parte de culpa la tenemos la sociedad en España? ¿hasta que qué punto los partidos, tanto unos como otros, son los únicos responsables de la escasa tradición científica?

Creo que como dirigentes, son los políticos los principales y directos responsables. Si el sistema lo permitiera podríamos conocer el grado de implicación de la sociedad, la cual presumiblemente tiene poca voluntad y poca sensibilidad en este aspecto con lo que somos también culpables; pero ya que no nos dejan decidir, son los dirigentes los que acostumbrados a gobernar a golpe de decreto, sin embargo en este caso, no hacen nada o empeoran la situación.
Más información:

martes, 16 de agosto de 2011

Hablemos bien de España (III)

martes, 16 de agosto de 2011

Ciencia y tecnología

Uno de los grandes problemas que la actual crisis ha evidenciado en España es la inexistencia de un sector tecnológico, industrial y científico, con capacidad de innovar y desarrollar alternativas que permitan abrir nuevas rutas para salir de la misma. En más de 30 años de supuesta democracia, las principales vías de ingresos siguen siendo ahora que la burbuja inmobiliaria ha estallado, los servicios, el turismo y el comercio interno. La ciencia y la tecnología continúan al margen  de los grandes proyectos. En las altas esferas apenas existe nadie de estos sectores en comparación con otros cuyos colegios profesionales disfrutan de grandes privilegios concedidos por el poder político, mientras el resto se esfuerzan por subsistir. Pero, ¿ha sido siempre así?. Al parecer no solo no ha sido así sino que a poco que se hubiera dedicado un poco de cuidado a reconocer la labor de muchos científicos, ingenieros e industriales emprendedores e innovadores, la situación podría haber sido totalmente distinta.

Además de los clásicos conocidos del autogiro de De la Cierva, el Submarino de Monturiol y Peral, el Talgo, la fregona, el chupa-chups; o los premios nobel de Ramón y Cajal y Severo Ochoa, existen otros logros científicos y de ingeniería españoles apenas conocidos y que pueden sorprender a más de uno. A mi por lo menos me causó ese efecto:

Diego Marín Aguilera: primer aviador español y pionero de la ciencia aeronáutica (1793):

Pues si, por increíble que parezca, la primera persona que realizo un auténtico vuelo no fueron los hermanos Wright, sino un español de Burgos. Tal vez no sepamos esto, ni la comunidad internacional lo recuerde, porque los propios convecinos de nuestro héroe, asustados e incrédulos, quemaron el aparato con el que había logrado la hazaña. Es verdad que los políticos que tenemos son nefastos, pero aunque resulte duro decirlo, poco hemos hecho los españoles por merecer otros cuando nos dedicamos a machacar a nuestro vecino solo por tener una idea diferente, y que además, funciona. Hoy en día su logro es recordado, pero tal vez, un poco tarde.

El primer helicóptero funcional (1924):

No solo el autogiro fue un logro de ingeniería que más tarde contribuiría al desarrollo del helicóptero, es que la llamada Libélula española es muy probablemente el primero de ellos. Tan solo se construyó un prototipo.

Leonardo Torres Quevedo, ingeniero español artífice del Spanish AeroCar y creador del primer robot teledirigido, el Telekino (1852-1936)

Telekino, el primer barco telegirigidoEste excepcional ingeniero, inventor y científico, miembro de la Academia de las Ciencias de Paris, de la Sociedad Matemática Española y de la Real Academia Española, es conocido mundialmente por ser el diseñador del Spanish Aerocar, un teleférico que una empresa española y con diseño y capital español, construyó en las célebres cataratas del Niágara, en El Canadá. Finalizado en 1916, aún hoy en día sigue prestando servicio de forma ejemplar. De hecho, este era el motivo de incluirlo aquí, pero finalmente otro dato más sorprendente si cabe me ha llamado la atención. Este singular hombre, tiene el honor de ser el primero en construir un sistema radio-controlado (el Telekino), el mismo o similar sistema que hoy en día se utiliza en misiles, sondas espaciales no tripuladas, juguetes, y un sin fin más de aplicaciones de control a distancia. La falta de financiación le impidió poner en práctica su logro. Murió en plena Guerra Civil, y con el, gran parte del futuro de España.
Nota (12/06/2020): Torres Quevedo posee otro logro relevante como fue construir la primera máquina de ajedrez autónoma inteligente, capaz de jugar contra un humano.

Hispano-Suiza, precursora de las grandes marcas industriales europeas (1901~1946):

Casi todo el mundo conoce esta marca española de automóviles y sus bonitos deportivos, lo que puede que no conozca tanta gente, yo al menos era uno de ellos, es que esta marca española era un referente industrial en la fabricación de motores de aviación, entre otras cosas. Era así hasta el punto de que la gran mayoría de aviones aliados que participaron en la Primera Guerra Mundial llevaban un motor de esta marca en sus entrañas, contribuyendo decisivamente a la victoria final. Las causas que favorecieron la aparición de esta marca en España fue el excepcional desarrollo industrial que se produjo en Cataluña a principios del Siglo XX. Las causas de su desaparición fueron los prejuicios antiburgueses de la Segunda República al estar esta marca relacionada con los automóviles de lujo, y posteriormente su absorción en el INI durante la dictadura franquista (desembocando en la actual Pegaso, prácticamente desaparecida). En ambos casos la empresa se colectivizo y se nacionalizó, sin existir ningún motivo para ello. Fueron las intervenciones políticas, más interesadas en sus propios intereses que en los de la sociedad, las que acabaron con esta insigne marca industrial.

Emilio Herrera, inventor del traje para vuelo estratosférico, precursor del traje de astronauta (1935):

Escafandra estratosférica de Emilio HerreraAsí es, no fue la Unión Soviética, pionera en la carrera espacial, ni nadie de los Estados Unidos de América. Fue un español de Granada el que construyó y probó con éxito el primer traje que se le podría llamar de astronauta. En qué se estuvo perdiendo el tiempo después, en lugar de aprovechar estos descubrimientos, no es necesario recordar. Tan sólo indicar que este hombre ejemplar fue el presidente de la República Española en el exilio, tras la Guerra Civil. Pueden imaginar por qué apenas nadie se acuerda hoy en día.

Eduardo Barreiros, uno de los artífices de las recuperaciones industriales de España y Cuba, auténtico emprendedor ejemplar (1919~1992):

El Taíno: motor diseñado enteramente por la emrpesa de Barreiros y que logró vencer en una dura prueba a un motor de la NissanA tenor de todo lo visto, si en España no disfrutamos hoy en día de una industria automovilística con tecnología propia como la tienen Italia, Francia, Alemania, Reino Unido y varios países más de nuestro entorno, capaz de generar puestos de trabajo, de exportar al exterior, y de generar de esta forma ingresos y progreso al país y a la sociedad que le da forma, es sencillamente por que no nos ha dado la gana. O al menos, no lo han querido así los dirigentes que en un momento u otro esa misma sociedad les ha apoyado para que tomaran dichas decisiones. La historia del industrial autodidacta Eduardo Barreiros lo demuestra, al ser una persona que gracias a sus propios méritos, su humildad, su ingenio, su capacidad de trabajo en equipo y de su voluntad de rodearse de los mejores, no de los más pelotas, creo prácticamente de la nada una industria de fabricación de vehículos que levanto al país en los momentos más difíciles. ¿Porque se frustró este impresionante proyecto? una vez más debido a las decisiones políticas y a un sistema que pretendía filtrar en exceso las iniciativas permitiendo tan solo aquellas que fueran favorables a los intereses de la oligarquía gobernante. El INI, órgano estatal que actuaba como un autentico cuello de botella para las iniciativas particulares, no concedió permisos a Barreiros para, entre otras cosas, la construcción de turismos, para no competir así con la Pegaso (propiedad del INI gracias a nacionalizar la Hispano-Suiza) y Seat, instaurada en Barcelona para contentar a las oligarquías nacionalistas catalanas. Lo más sorprendente para mi es que tuviera que irse finalmente a Cuba, desarrollando para ello un motor enteramente propio que fue capaz de superar en una dura prueba a otro de la mismísima Nissan.

La ciencia ficción

El género de la ciencia-ficción en España está considerado como algo minoritario, menospreciado por regla general, y mal comprendido la mayoría de las veces. Largo sería de contar los motivos, pero digamos que a la clase dirigente nunca les ha gustado este género por cuanto requiere de una mente abierta a otras posibilidades, mentes que no desean someterse a los caminos preestablecidos. Fuera de España sin embargo, la ciencia-ficción es un género que destaca en los principales países, desde la antigua Unión Soviética y la actual Rusia, hasta los EUA, pasando por Alemania o el Reino Unido. En España esta situación anómala respecto del resto de países desarrollados no es consecuencia de la inexistencia de escritores y aficionados, más bien lo es debido a la falta de conexión entre la clase dirigente y la sociedad que los padece.

Enrique Gaspar, primera novela en la que aparece una máquina del tiempo, anterior a la célebre de H. G. Wells (1887):

Portada de la obra de Enrique Gaspar, "El anacronópete"Parece ser que lo que todo el mundo creía, gracias a los esfuerzos de los países de habla anglosajona, no es cierto. No fue la famosa obra del no menos célebre escritor en dicha lengua H. G. Wells, versionada y llevada a la gran pantalla varias veces, la primera en la que aparecía una máquina capaz de viajar en el tiempo. Fue Don Enrique Gaspar y Rimbau, un madrileño afincado en Valencia, tierra fértil en este género, el que con su totalmente desconocida hasta hace muy poco obra,  “El Anacronópete”, el que ostenta el reciente reconocimiento internacional de ser el primero. ¿Quien ha puesto las cosas en su sitio? ¿ha sido algún grupo de fanáticos españolistas?, no, ha sido la mismísima British Library la que ha rescatado esta obra para darle el reconocimiento que se merece.

Conclusión

No era intención de hacer una serie de artículos «españolistas», de carácter sesgado y de apología nacionalista, pero se hace difícil hablar de estas cosas sin que a alguien le haya parecido así. La intención en todo caso era la poner las cosas en su sitio, ya que una cosa es no caer en tópicos de exaltación patriotera, y otra es caer por pasividad y tener que tragar, con los de otros lugares.

El caso es que a principios de siglo pasado, España era líder en la industria de la automoción, aeronáutica, marina, sistemas de telecontrol, y la incipiente tecnología espacial. Ahora España es un país en quiebra, a punto de ser rescatado. Los únicos responsables de esto somos nosotros mismos. No se trata de darnos un valor especial, ni reclamar «nuestro glorioso destino unido en lo universal», ni nada por el estilo. Se trata sencillamente de superar ese «inferiorismo» que se arrastra desde la autocracia de la posguerra, y de saber que podemos ser tan buenos como cualquier otro país. Sólo hay que trabajar un poco, en la dirección correcta. Ya estamos tardando.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Hablemos bien de España (I)

miércoles, 10 de agosto de 2011
Llegó por fin el periodo estival. Muchos saldrán fuera de España. Tal vez en algún momento tengan que comentar sobre su país de origen, contar cuales son sus virtudes, su Historia, sus logros. Y puede que no sepan que decir. Los motivos de por qué nos ocurre esto pueden ser muchos y largos de contar. Uno de ellos es ir a países que históricamente han sido enemigos o bien, han sido ocupados por el antiguo Imperio Español, los cuales, por avatares de la Historia, guerras mundiales y cosas así, han formado bloque en contra de la historiografía y pasados españoles y su herencia cultural. Esto sumado a la propia idiosincrasia española, llena de complejos, incapaz de realizar autocritica, deseando vivir eternamente de glorias pasadas y perdidas, con una sociedad dividida y llena de envidias debidas a un pasado caciquil todavía sin superar, hace que sucumbamos a una realidad falsa, impuesta por los hechos consumados y nuestra incapacidad para combatirlos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

La importancia de Darwin

sábado, 25 de diciembre de 2010
Los fósiles tienen que ser hallados. Precisamente estos descubrimientos tan escasos, como son los restos de hombres fósiles, no son fáciles de conseguir. Para encontrarlos se necesita fe, paciencia, y suerte. Fe compuesta por partes iguales de experiencia, conocimientos y esperanza...
G.H.R. v. Koenigswald. Historia del Hombre (1960)

«Fe, paciencia y suerte». Curiosas cualidades tratándose de un asunto científico, más aún si se trata de lo referente a la evolución del ser humano. Desde que Charles Darwin (1809-1882) propusiera su teoría de la Selección natural por modificación de la descendencia(1) no han cesado las disputas a la hora de defender la validez de la misma. ¿Cuales son los motivos de que aún hasta nuestros días no se hayan superado las diferencias entre defensores y detractores?, ¿tan importante ha sido la teoría de Darwin para la Ciencia, a pesar de que sus teorías todavía son objeto de disputa?

miércoles, 14 de abril de 2010

Teoría Memética: ingeniería social

miércoles, 14 de abril de 2010
«Máquinas de memes»
 
Portada del libro de la psicologa británica susan Blackmore Una de las discusiones más importantes sobre los memes es que una parte de la comunidad científica, entre ellos los británicos Richard Dawkins y Susan Blackmore, consideran que el ser humano no es más que una «máquina de memes» (ver art. anterior). Personalmente, creo que despreciar la existencia del «Yo» o del «Libre Albedrío» es ir demasiado lejos, por mucho que no se tenga hoy en día una explicación totalmente satisfactoria de cómo se generan o en qué lugar se almacenan, estos conceptos, siendo esta una actitud claramente cientifísta. Sin ir más lejos, todos ustedes que están leyendo estas líneas, los autores mencionados, incluso el que les escribe, estamos hablando y teniendo conciencia sobre ello. Existen una forma de demostrar que14, una máquina definida como tal no puede demostrar que lo es a su vez, por lo que en caso de hacer como hacemos las personas al descubrir el funcionamiento de nuestra mente, muestra que detrás de todo existe un nivel de conciencia superior. La replicación memética existe, pero esto no prueba que no haya algo más.
 
Por lo tanto, manteniendo la posibilidad de que en algún momento el ser humano como individuo pueda «despertar» y coger las riendas de su destino, las evidencias de que en ciertos momentos la Humanidad se comporta como un «ente automático» replicando ciertas consignas o dogmas inconsciente y sistemáticamente, son notorias. En la medida que esto es así y ocurre, todo parece indicar que la cuestión más importante de los memes que nos debe preocupar es si es posible conocer qué meme es necesario aplicar para provocar un efecto determinado en la sociedad que lo asimila. Hasta ahora, se observa como lo que se ha estudiado de los memes es una teoría de apoyo al estudio y comprensión de la evolución cultural de las sociedades, aunque no es utilizada normalmente en la comunidad científica más purista, debido seguramente a la dificultad para establecer una relación experimental y medible entre un meme y su efecto, o viceversa.
 
Sin embargo, en el terreno de las Ciencia Sociales o Humanistas (ámbito en el que se incluye la Documentación —Ciencia de la Información—) cuyos objetos de estudio son personas o las sociedades en las que se desenvuelven, es habitual el estudio de colectivos humanos siguiendo variaciones del método científico basadas en los objetivos como aproximaciones sucesivas5, ante la dificultad de aislar dicho colectivo para experimentación, lo que además de complicado sería contraproducente, ya que se modificarían las condiciones del entorno social (por ejemplo: lo que ocurre en el programa de Reality Show «Gran Hermano», no se corresponde con otra cosa que no sea la actitud de un grupo de personas encerradas. Es un estudio social, pero no un estudio de la sociedad)
 
Para poder realizar esta manipulación sobre un grupo, sería necesario lo siguiente:
  1. Información suficiente del grupo (datos estadísticos, censos, etc.)
  2. Planteamiento de objetivos y diseño de las correspondientes ideas o conceptos mediáticos atrayentes.
  3. Difusión al grupo.
Si se considera el grupo como el conjunto de la sociedad, resulta evidente que el que posee el mejor perfil para poder desempeñar la ingeniería social correspondiente es el binomio Estado/Medios de comunicación, al poseer el primero toda la información posible de la sociedad bajo su «tutela». Todo el ejercito de asesores que tienen los jefes de gobierno al frente del mismo, albergan los conocimientos suficientes para diseñar los conceptos o memes a transmitir, para luego difundirlos a las generaciones venideras a través del sistema público de educación. Por último, los medios de comunicación normalmente al servicio del poder político, pueden transmitir de forma masiva dichas ideas al mayor número de individuos posible de forma simultánea, de forma que se pierda lo mínimo en transmisiones en cadena.
 
Figura 3.— Ciclo de ingeniería social (fuente: elaboración propia)
La fase que completaría el proceso, sería la de obtener de nuevo toda la información disponible de la sociedad para comparar resultados con la situación anterior y de esta forma, comprobar el nivel de adecuación del meme transferido y su efecto (tal vez con esto se entienda mejor la costumbre de los famosos «globos sonda» con los que los gobiernos nos suelen obsequiar de vez en cuando). Todo este proceso formaría un ciclo (figura 3) con el que se podría realizar ingeniería social, «lanzando» noticias a través de los medios de comunicación sobre nuevas leyes, casos de corrupción que se destapan de sorpresa, mientras que tantos y tantos otros son silenciados, maniobras de distracción con casos truculentos en momentos adecuados, programas de televisión «ad-hoc» para este tipo de noticias (programas de crónica social o «rosa», deportivos, de debate como «59 segundos», etc), y por qué no, atentados supuestamente perpetrados por grupos terroristas.
 
La difusión
 
Cartel de la polémica película  «La ola», en la que se relata el resurgir de un régimen fascista en Alemania Se podría profundizar algo más, especulando sobre algunos aspectos y personajes que normalmente acompañan a todo ciclo de ingeniería social, aunque la mayoría de las veces no se asuma con este nombre. En todo grupo humano, siempre surgen determinados «roles», que se repiten. Por ejemplo, se atribuye a los lideres de ciertos grupos la difusión de una idea que el grupo sigue casi como autómatas. ¿Es esto posible? ¿puede un solo individuo «contagiar» de un meme a un grupo, y que decir de una sociedad entera? ¿cómo si no han surgido las religiones del Cristianismo o el Islamismo, las cuales a la postre han definido culturas dominantes?
 
Personalmente, creo que la explicación de este fenómeno es que en ocasiones ciertos individuos saben conectar con la gente o simplemente tienen la fortuna suficiente para aprovechar ciertos memes que ya están presentes entre la sociedad o incluso son inherentes a la condición humana, y que le permiten ser a su vez «fuentes» de otros memes8. En el caso de la religión, el misticismo, la creencia en Dios, la necesidad de acudir a un «padre protector», y conceptos o memes de este tipo serían los causantes, convirtiendo a la multitud en simples «receptores», «portadores» o «transmisores» de memes. En casos generales, sería seguramente la mera necesidad de sentirse protegido, a salvo del atávico temor a «amenazas externas» que seguramente mantenemos de nuestro ¿pasado? tribal.
 
No necesariamente esta capacidad ha de ser negativa, dependerá en última instancia de la intención del que conoce el efecto que un mártir, por ejemplo, puede causar entre la gente. Aunque por regla general no se puede esperar otra cosa distinta a la de que algunos se sirven de estas debilidades o características humanas para satisfacer su propia vanagloria, cuyas intenciones distan muy mucho de convertirse en mártires al servicio del pueblo. Más bien esperan que sean otros.
 
El macaco del Japón
 
macaco_japones La que puede ser la única evidencia experimental de los memes, su transmisión y el efecto producido sobre un colectivo social, no es de humanos sino de monos, lo que no le resta ni un ápice de importancia ya que es al mismo tiempo una importante evidencia de la existencia de patrones culturales en especies distintas del ser humano. El macata fustata es un sorprendente primate oriundo de la Isla de Koshima (Japón) acostumbrado a vivir en temperaturas gélidas, que un día por puro azar descubrió lo que era la higiene alimentaria y su «aliño», al tener que ingerir una batata sacada de las saladas aguas marinas, adonde había ido a parar por accidente6. Lo realmente fascinante de este suceso, es que este descubrimiento fue aprendido por el primate y transmitido al resto de sus compañeros por imitación. No acaba aquí el fenómeno, ya que este proceso originado por un meme simple, de gran poder atrayente y muy fácil de replicar, continua su expansión horizontalmente al resto del grupo y verticalmente a sus descendientes, sobreviviendo a los que lo iniciaron (considérese la transmisión de una generación a otra descendiente como «vertical», y la transmisión dentro de una misma generación como «horizontal»).
 
En este caso, un suceso aleatorio había cambiado claramente el curso de la historia de estos primates, y modificado sus costumbres. Seguramente a ninguno de los especímenes se le hubiera ocurrido que con algo tan simple se podía lograr que sus congéneres actuaran de una forma determinada, pero ¿y un humano?. Si alguno de nosotros tuviera la clave para lograr que los demás le consideraran alguien especial, un mesías, un elegido, ¿no haría uso de esa capacidad?. Más espeluznante es pensar ¿y si ha ocurrido ya?