miércoles, 22 de mayo de 2024

¿Ser positivo es negativo?

miércoles, 22 de mayo de 2024


Desde hace unas décadas, probablemente desde la crisis del 2008, que el mercado laboral está sufriendo serias convulsiones. Si a esto se le añade que desde entonces una serie de apariciones tecnológicas han trastocado la solidez que algunos sectores disfrutaban, el resultado va desde la gran renuncia hasta la renuncia silenciosa, pasando por las actitudes de las recientes generaciones como la Z, que no ven en sus entornos laborales nada o poco que les atraiga, no logrando el arraigo con la empresa que los entornos corporativos clásicos esperan de sus trabajadores. Mucho se puede hablar de cómo se ha llegado hasta aquí, pero poco que no se haya dicho ya. Desde modelos productivos absurdos donde la «productividad» consiste en hacer trabajar más horas cobrando menos, a objetivos empresariales muy cortos de miras, incapaces de ver más allá del trimestre siguiente. Si es que llegan a tanto. En este ambiente tóxico laboral, la salud mental de los trabajadores se resiente. 

Pensemos por un momento que estamos entrenando para correr los 3000 metros (por ejemplo). Puede que por no hacer estiramientos nos de un tirón o tengamos una pequeña lesión ¿Cuál sería la acción a tomar: cambiar nuestra rutina de entrenamiento y estiramiento, o tratar la lesión? El ávido lector habrá advertido que se está incurriendo en una falsa dicotomía. La acción correcta incluye ambas cosas. Es decir, un fisioterapeuta probablemente diría que hay que aplicar hielo en la lesión para reducir la inflamación al acabar los entrenamientos y aplicar calor antes de ellos para aumentar la flexibilidad. Además de todo ello, un entrenador probablemente diría que hay que reacomodar la intensidad del entrenamiento, incluso posponerlo, para no aumentar el problema.

Por algún extraño motivo no se considera algo equivalente cuando alguien tiene una «lesión» de ánimo y entusiasmo en un trabajo donde se le exige demasiado o de una manera inadecuada. Por muchas que sean las necesidades de la empresa, las personas seguimos siendo personas, y mientras la primera necesite a las segundas, se deberían atender sus necesidades. Normalmente se presta atención a la ergonomía, pero pocas veces a la salud mental. Puede que el gran prejuicio que existe con este ámbito no ayude. Como se decía, según el sector y las implicaciones o intereses que tenga involucrados en la situación, solo denunciará la parte que le interese.

Por un lado, el sector ideológico de izquierdas, normalmente no alineado con los intereses de las empresas, se desgañitará diciendo que es un problema que se ha de resolver mediante la acción sindical. Que el trabajador ha de ejercer una acción de protesta y de reivindicación, «luchar» por un entorno laboral más «humano», manteniendo la ira, la preocupación y dejando que el estrés le mantenga en constate enfado y depresión.

Por otro lado, ha surgido una nueva oportunidad de «negocio» que consiste en vender «felicidad». Curiosamente, el principal e incluso único responsable de la misma es el propio afectado. Además, se lanzan mensajes cargados de «positividad» intentando convencer que «puedes conseguir lo que deseas», lo que algunos interpretan como que si no lo consigues es que no lo has intentando con la suficiente fuerza. Todo olvidando la obligación de los empleadores a mantener un entorno laboral adecuado.

Esto es un autentico disparate, reflejo del mundo polarizado, dicotómico, sectario y dogmático en el que vivimos.

Por lo visto a casi nadie se le ha ocurrido que, al igual que hacemos con una lesión atendiendo a causa y efecto simultáneamente, se pueden reivindicar unos ambientes laborales más justos, más amables y más eficientes (para lograr lo mismo con menos esfuerzo, no para lograr todavía más, con el mismo exceso de trabajo que antes) y a la vez, sobrellevar mientras la situación, logrando lo anterior mediante técnicas de relajación y resiliencia. Y de paso, evitar tomar decisiones de las que luego te arrepientas.

De nada.