jueves, 27 de junio de 2024

La caída de Occidente

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La caída de Occidente [Bing Image Creator]


Los inicios (1950~1970)

Al acabar la Segunda Guerra Mundial e iniciarse el periodo de la Guerra Fría, el mundo comenzó a iniciar un lento pero imparable proceso marcado por el enfrentamiento entre dos grandes potencias y la carrera armamentística, que nos llevaría a la situación actual. Es difícil determinar hasta qué punto se era consciente de lo que implicarían las decisiones tomadas entonces, pero sí se puede advertir una intencionalidad y un patrón de comportamiento. La dinámica de gasto e intervencionismo militar con fines políticos, se enfrentó en el caso Occidental con el auge económico europeo y asiático con Alemania y Japón como principales exponentes. En esta tesitura, el bloque capitalista demostró que en el corto plazo tenía mayor flexibilidad para encontrar alternativas —no vamos a llamarlas «soluciones»a su problema. Mientras ocurría todo esto, Occidente desatendía las crecientes demandas de las sociedades que se recuperaban tras el periodo de postguerra, asumiendo que el ciudadano era una entidad que ejercía su libertad y decidía en democracia disponiendo de toda la información necesaria para hacerlo, consecuencia de aplicar ؅؅—erróneamente— la teoría económica al modelo social[1].

El fin del patrón oro (1971)

Determinados actores económicos y corporativos en el bloque occidental capitalista, principalmente vinculados a la industria manufacturera y financiera estadounidense, comenzaron a expresar su descontento con la erosión de sus beneficios. Principalmente, la emergencia de países como Alemania y Japón que habían experimentado un rápido crecimiento tras la Segunda Guerra Mundial, representaba un desafío para la hegemonía económica estadounidense. Esto provocó que la financiación de costosas campañas militares como la Guerra del Vietnam, exacerbara aún más las tensiones dentro del sistema de Bretton Woods. La rigidez del sistema de cambio monetario fijado en el patrón oro y con el dólar como «moneda de cambio», acabó con el presidente Richard Nixon asesorado por el influyente diplomático Henry Kissinger, decidiendo eliminar dicho estándar fijo internacional. Esto permitió iniciar una era de mayor flexibilidad monetaria, pero también de mayor volatilidad e incertidumbre en los mercados financieros. La inflación sufrió un aumento como consecuencia de la mayor facilidad de los gobiernos para imprimir dinero. Además se abrió la puerta a la especulación con la deuda soberana, ya que la desvinculación del dólar del oro por el que se regulaba el sistema de cambio de divisas, sufrió una importante alteración. Esta nueva dinámica financiera permitió a países como China, con sus crecientes exportaciones hacia Estados Unidos, acumular grandes reservas de dólares que invertían en bonos del Tesoro de dicho país, convirtiéndose en uno de sus mayores acreedores y adquiriendo un considerable poder económico sobre esta nación.

La crisis del petróleo (1973)

Poco después de eliminar el patrón oro, la OPEP —una formación de países, en su mayoría dictaduras islamistas— bloqueó el consumo de crudo de los países occidentales en respuesta a su apoyo a Israel en la Guerra de Yom Kipur. Este embargo provocó una crisis de grandes dimensiones debido a la dependencia de Occidente del consumo de combustible fósil y puso de evidencia la vulnerabilidad de su modelo económico. Además, la crisis exacerbó las tensiones geopolíticas entre Oriente Medio y Occidente, y contribuyó a un aumento del sentimiento antiamericano en el mundo árabe. El «modelo occidental» comenzó a evidenciarse como una fachada de «libertad y democracia» mientras ocupaban con tanques y rociaban con napalm territorios enemigos solo por su ideología e interés geopolítico. La división entre los intereses geopolíticos de los gobiernos y las ilusiones y sueños de «paz y armonía» en las que creían los ciudadanos tras la propaganda aliada consecuencia de la victoria en la 2GM, comenzó a ser abrumadoramente divergente, provocando la aparición de movimientos de protesta y activismo social.  ¿Cómo respondió occidente ante esta coyuntura?

La respuesta occidental: Reunión de la Comisión Trilateral (1973)

Llama la atención que precisamente en la reunión de las personas más «influyentes» del planeta en el año 1973 en la llamada Comisión Trilateral, algunas de las conclusiones a las que llegaron como respuesta a la difícil situación de aquel momento fue la de la «ingobernabilidad de la sociedad» y el «exceso de democracia» (Crozier et al., 2012) como unos de los principales problemas. La respuesta occidental no se basó en un cambio del modelo social y económico. En lugar de asumir que el problema global era demasiado grande para que los ciudadanos de a pie lo manejaran, lo que implicaba aceptar que el modelo democrático —«el menos malo», recuerden— tenía deficiencias que debían ser corregidas, se optó por una mayor opacidad y reducción de la participación del ciudadano, sin que este fuera pleno conocedor. A tenor de todas las evidencias que han surgido desde aquella fecha, incluidas un renacer de la teoría política «práctica»[2], no cabe duda de que aquellas personas influyentes no perdieron el tiempo en aquella reunión y sus conclusiones han logrado llegar, en su mayor parte, al lugar que previeron. 

Globalización y deslocalización (1980)

Tras la caída de la Unión Soviética implosionada por su propia combinación de ineficiencias económicas, rigidez política y crecientes tensiones internas, el bloque Occidental dispuso de mayor libertad a la hora de «expandir» su ámbito de actuación. Con Margaret Thatcher y Ronald Reagan como principales protagonistas, Occidente inició un imparable proceso de privatización de servicios públicos, eliminación de políticas antimonopolio, creación de mercados en países ahora controlados económica, política y militarmente si llegaba el caso, aumento de la especulación financiera, control de los medios de comunicación a través de intereses económicos, control de partidos políticos por el mismo mecanismo y para redondear la maniobra, reformas para aumentar el protagonismo de dichos partidos. Al igual que en la crisis del petróleo, nadie puso pegas a deslocalizar las principales empresas tecnológicas e industriales occidentales a países asiáticos con quienes se compartía dicha tecnología y sus secretos industriales, a nadie pareció importarles que las principales materias primas se continuasen obteniendo en dictaduras de África, Medio Oriente y Asia. La mayoría de los principales responsables de evaluar los resultados trimestrales estaban satisfechos por los resultados. De momento.

La era de las burbujas (1990~2008)

Basar la economía en la especulación financiera y el ahorro de costes momentáneo que supone deslocalizar las empresas a países donde sus empleados trabajan más horas y cobran menos, con quienes se comparte la tecnología desarrollada en las propias fronteras pero que para fabricarla hacen falta materiales que se obtienen en países foráneos que han acabado controlando y monopolizando el transporte de mercancías a nivel global gracias a una falta de regulación que los mismos países han promovido, no parece una buena idea. Sin embargo, así es como la economía occidental comenzó a funcionar a finales del siglo pasado, en base a decisiones tomadas desde las altas cúpulas corporativas y políticas, las que se supone disponen de la información suficiente y han llegado hasta ahí «por méritos». La realidad es que comenzó a surgir un «patrón» de actividad empresarial basada en el supuesto del «crecimiento ilimitado» y un mantra «filosófico» conocido por el «falla, rápido, falla barato», que consistía en ofrecer productos de eficacia incierta y poco realista que parecían funcionar… hasta que dejaban de hacerlo. Fruto de este patrón surgió la burbuja de las «punto.com», de las renovables[3], de los bienes inmobiliarios, de los productos financieros, que alcanzó su punto máximo en 2008. Esta crisis fue alimentada por una combinación de factores, entre ellos la fácil disponibilidad de crédito y las bajas tasas de interés, como otra consecuencia de la situación que comenzó a generarse a principios de los 70, que fue la demanda insaciable de bonos del Tesoro por parte de China. La estrategia de este país de aprovechar la debilidad de Occidente en su fijación en el corto plazo, no solo incentivó la toma de riesgos y la formación de la burbuja, sino que también consolidó su posición como potencia económica global y le otorgó una influencia significativa sobre la economía estadounidense. Cuando estalló la crisis en Occidente, la sólida posición financiera de China le permitió seguir comprando bonos del Tesoro, perpetuando una dinámica de dependencia mutua que ha moldeado las relaciones económicas y geopolíticas actuales. De esta manera, las burbujas continuaron con las de los estudios universitarios[4], siguiendo por el arte contemporáneo, por las criptomonedas, la de los NFT. Todo era susceptible de convertirse en burbuja porque… bueno, las causas de las burbujas pueden variar desde el optimismo irracional vendido detrás de grandes estrategias de marketing hasta la corrupción económica y política, pero todas tienen en común que proporcionan interés económico en el corto plazo. La cuestión es que el modelo económico actual desregulado apenas puede contener la fuerte tendencia a su creación.

La pandemia y el coche eléctrico (2020~)

La principal innovación de las décadas recientes ha sido la de la creación de un modelo de negocio basado en la comunicación móvil y los dispositivos portátiles. Si bien este modelo ha generado beneficios económicos, también ha traído consigo una serie de consecuencias negativas:

En primer lugar, este modelo se basa en gran medida en la importación de materias primas y la fabricación de dispositivos en países como China, lo que genera una dependencia excesiva de estos países. En segundo lugar, el modelo de suscripción y demanda ha llevado a la proliferación de servicios que no presentan una innovación tecnológica real y que, en algunos casos, incluso han empeorado la calidad de los trabajos y aumentado la huella de carbono. Casos como canales de streaming —series, música, etc. —, de influencers, de venta en-línea, de tarifas de datos a los operadores de comunicación,  de almacenamiento por cuotas en «la nube» —en realidad, en costosos servidores de datos centralizados que generan un consumo de energía elevadísimo—, y de ahí se ha extendido a otros ámbitos como los de la vivienda —Airbnb—, transporte —BlaBlacar, Uber, Cavify—, envíos a domicilio —Glovo—. Un tercer caso sería el de la creación de  un sistema de publicidad supuestamente a medida del usuario pero que implica el espionaje continuo y el uso opaco de todos los datos recogidos, incluidos los de la localización del usuario, para fines comerciales y potencialmente lucrativos en la medida todos estos datos son manejados por empresas privadas en connivencia con poderes políticos, dando lugar al llamado Tecnofeudalismo.

Pero lo peor es que se ha ignorado casi por completo la necesidad de innovación[5] en la mayoría de ámbitos, principalmente el del transporte. Tras evidenciarse la influencia negativa del consumo de combustible fósil tras la aparición de la pandemia del COVID-19, la exigencia social por un cambio en la movilidad ha sido abrumadora, cambio que una industria automovilística occidental muy conservadora y jerarquizada, no ha sabido asimilar. Mientras tanto, China, que se ha mantenido aislada siguiendo con su tradición, ha innovado en este ámbito, dejando pasar con un filtro preciso aquellos elementos de la cultura occidental que han funcionado, manteniendo una estricta censura con los que no, lo que les ha conllevado duras críticas. Sin embargo, el resultado es que en estos momentos, monopoliza la extracción y exportación de las principales materias primas así como su transporte, ha mejorado tecnológicamente gracias a aprovechar la poca tecnología innovadora desarrollada por occidente recientemente, desde smartphones hasta tecnología aeroespacial. En estos momentos BYD es el mayor productor mundial de automóviles eléctricos y China ha traído a la Tierra por primera vez minerales de la cara oculta de La Luna.

En definitiva, esta cronología parece evidenciar de manera inevitable que Occidente lleva desde inicios de la década de los 70 con un modelo social basado en una jerarquía o «élite económica» establecida en EE.UU. que impone mediante su influencia en el ámbito político una serie de medidas cuyo único o principal objetivo es mantener su estatus, sin atender las necesidades reales que todo modelo requiere a pesar de las consecuencias de esta negligencia.



[1] «a partir de los años sesenta se produjo una desgracia para el planteamiento sociológico tradicional: el desembarco de la teoría económica en la teoría sociológica» (Paramio, 2005, p. 14)

[2] «En general, en la literatura anglosajona referente a la historia reciente de la Teoría Política [práctica] se comienza siempre hablando de la resurrección de la disciplina en los años setenta» (Rivero, 2001, p. 84)

[5] https://www.wired.com/2011/10/stephenson-innovation-starvation/ [acceso 29/07/2024]


·  Paramio, L. (2005). Teorías de la decisión racional y de la acción colectiva. Sociológica, 20(57), 13-34. https://www.redalyc.org/pdf/3050/305024871002.pdf


·   Rivero, Á. (2001). La objetividad en el estudio de la política. Daimon: Revista Internacional de Filosofía, 24, 81-92. https://tinyurl.com/cczbka3b


·    Crozier, M. J., Huntington, S. P., & Watanuki, J. (2012). The Crisis of Democracy. Report on the Governability of democracies to the Trilateral Commission. Sociología Histórica, 1(1), 311-329. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4554297.pdf

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