Un aficionado a los toros me preguntó una vez si estos me gustaban. Yo le contesté que no, ante lo cual mi conocido quiso conocer cuales era mis motivos. Yo le expliqué: «porque no me gusta ver el sufrimiento de un animal». La otra persona se quedo pensativa, y tras unos segundos aceptó sin más que con un movimiento de cabeza mi respuesta. Esa fue toda la conversación sobre el tema. No hubo más discusión y cada uno aceptó lo que el otro pensaba sin discutir si había o no algo más. Era posible que mi conocido viera algo que yo no discernía, en todo caso, no me interesaba o no me compensaba. Este, tampoco negó que el animal en verdad sufría, aunque parecía no haber reparado en ello como algo significativo.
Lo peor de la reciente decisión del parlamento de Cataluña no es que hayan atentado contra la «fiesta nacional». Este «título», pocos de nosotros se lo hemos concedido y no representa ninguna virtud por si mismo, por lo que puede que sea este el verdadero pecado de este ritual. Lo peor, como decía, es que han permitido que la subjetividad de una minoría que se auto designan como defensores de los animales, va a repercutir en la forma de vida de mucha gente, sin que haya existido un verdadero debate alejado de posturas partidistas, creando de esta forma motivos de disputa, enfrentamiento y división entre la sociedad. Que es al parecer, lo que mejor saben hacer los políticos.
Doble moral sobre la vida y muerte del animal
Uno de los principales argumentos en contra de los toros es que al animal se le hace pasar por una fase de sufrimiento y posterior muerte. Esto es cierto, pero además de simplificar de forma obtusa un acto, no es distinto de lo que ocurre con cualquier animal de granja. Bueno, sí que es distinto, ya que muchos animales de granja pasan por esa fase de sufrimiento la práctica totalidad de sus vidas, hacinados y explotados en condiciones lamentables, mientras que el Toro vive una vida de verdadero lujo en comparación, y solo en los últimos minutos de sus vidas han de devolver lo que los ganaderos no dudo que con con verdadero esmero les han entregado.
Estos defensores de los animales no mencionan para nada todo esto, centrándose únicamente en la corridas de toros, cuya desaparición lo que puede traer consigo es precisamente la extinción de esta especie. Esta doble moral me parece difícilmente sostenible.
También hay gente que compara las corridas de toros donde hay un proceso sistemático en el que una persona se enfrenta a un animal de media tonelada con cuernos, con las peleas de gallos o de perros en donde unos animales se matan a otros de forma descontrolada, en una autentica carnicería. En la comunidad Canaria, donde las corridas de toros ya habían desaparecido por la escasa afición, están prohibidas desde el año 1991, sin embargo, las peleas de gallos que son tradición allí apenas han sufrido recortes. ¿Se dan cuenta?, no se trata de la defensa de los animales, al menos el resultado conseguido no tiene nada que ver con ello, sino pura y simplemente el interés particular, partidista y electoralista de unos políticos. En Canarias seguramente ha sido el mero populismo demagógico lo que les ha movido. En Cataluña, mientras se han prohibido la corridas de toros, permanecen sin ninguna regulación el resto de fiestas que si bien no matan al animal, sucede con frecuencia que grupos descontrolados de vándalos descerebrados apalizan y torturan sin medida a los animales. ¿defensa de la dignidad de los animales?. No me lo creo.
Por otro lado, sería interesante y muy revelador averiguar cuantos de los que aplauden la prohibición de las corridas de toros son favorables por otro lado, a la legalización de las drogas, a que las menores de edad aborten sin permiso de los padres o a no prohibir el burka, por ejemplo: prohibir los dogmas de los demás, pero no los míos.
El Arte
Decía Oscar Wilde que la belleza no necesita explicación, y que solo algunos podían apreciarla como tal. Personalmente, aunque no sea capaz de apreciar toda la belleza que los defensores de la fiesta taurina aseguran que tiene, no puedo negarles esa capacidad, por retorcido que me parezca. Incluso parte del mundo anti-taurino se da cuenta de que la apreciación del arte es algo totalmente subjetivo. Por lo tanto, el argumento de que «los toros no son arte», no es válido ni tan siquiera como critica. Ni que decir tiene para justificar su prohibición. Sería igualmente revelador conocer con qué clase de manifestaciones artísticas nos iluminan estos colectivos anti-taurinos.
Segregación cultural
Aprobar prohibiciones que afectan e incluso imposibilitan el modo de vida de conciudadanos con el principal pretexto de que son «sádicos enfermizos», me parece espeluznante. Incluso siendo cierto, ya que de ser así entonces lo que deberían aprobarse son programas de educación con el ánimo de que estas personas «tan graves» pudieran salir de su «lamentable estado». Me llama la atención tanta preocupación con los animales y simultáneamente tanta desgana con sus conciudadanos. No solo no se hace nada por ellos sino que además, se les coloca al margen de la ley. No les voy a decir a qué episodio del S.XX me recuerda, en donde también se aprobaron medidas hasta cierto punto similares en parlamentos supuestamente democráticos de Europa, en las cuales determinadas personas se convertían en «enemigos de la nación».
La libertad
La libertad junto con la igualdad, son conceptos que en los últimos tiempos son sistemáticamente vapuleados y ya nadie sabe lo que significan. La libertad en la civilización humana es un artificio creado por nuestra especie como un acuerdo entre sus miembros para convivir adecuadamente. En la naturaleza no existe nada similar, por el contrario, la mayoría de especies viven sometidas a un férreo sistema de supervivencia en donde los depredadores son la casta dominante, con algunas excepciones como los Delfines. El Toro, como animal de granja, no tiene libertad por definición, o en todo caso, esta es un asunto entre esta especie y sus ganaderos humanos de los que depende su existencia. Tampoco la tendría el ser humano si no se hubiera esforzado en construirla, y como de hecho no la tiene en muchas zonas de la tierra, y como no la tienen los ciudadanos de Cataluña para elegir a los representantes que han apoyado esta prohibición con su «voto libre», solo en esta ocasión y por la gracia de sus jefes de partido. Cuando tengamos primero los ciudadanos de España esta libertad, solo entonces podremos llegar a acuerdos políticos sobre la libertad del toro que queramos construir. Mientras tanto es un asunto de los cuidadores y de los ciudadanos que deseen ver este tipo de espectáculos.
La Iniciativa Legislativa Popular (ILP)
Me resulta sorprendente lo enormemente fácil que esta iniciativa ha sido llevada a término y aprobada, en comparación con la escasa por no decir nula, resto de iniciativas que tienen similar suerte. Parece como si en España no hubieran múltiples problemas que merezcan ser planteados en el parlamento, y que en Cataluña en concreto no tienen mayor preocupación que esta. Me alegra que la sociedad civil, normalmente adormilada y entontecida, tenga con esta iniciativa una vía para expresar sus inquietudes. Sin embargo, tengo una enorme curiosidad por conocer lo que puede ocurrir con los grupos que defienden la fiesta taurina, que digo yo que también los habrá en la segunda comunidad más importante en cuanto a espectadores, y que imagino que en estos momentos estarán preparado su ILP, ¿no? ¿o será que están más atontados? Ah, no, es que mientras estén estos políticos la propuesta sería rechazada, saquen las firmas que saquen, ya que en la Cataluña de los referendums de independencia solo se consulta al pueblo para lo que les interesa.
La Plataforma PROU que ha llevado a cabo esta iniciativa y la ha presentado al parlamento siguiendo el procedimiento, tiene una página web excepcional de diseño profesional, y según se observa, cuenta con el apoyo de conocidos artistas catalanes. Comunicados de importantes instituciones, comentarios de premios nobel, calificaciones de «salvajada», en resumen, mucho principio de autoridad, apreciaciones subjetivas y apelaciones al sentimiento, dogmas con los que muchos de nosotros estaremos de acuerdo, pero no por ello merecen ser impuestos a nadie.
En definitiva, PROU me recuerda enormemente a aquella campaña publicitaria de la igualdad asimétrica que poco tardó en desprestigiarse y que contaba con la aparición de varios artistas de gran poder mediático, o a aquella protagonizada por artistas subvencionados llamada «de la ceja», actualmente desaparecida en vista de lo difíciles que se han puesto las cosas, y la más reciente, la de «estoloarreglamosentretodos», colmo de los colmos de la desfachatez.
La dignidad del animal
Por supuesto, todo esto no significa que haya que hacer del sufrimiento de un animal un espectáculo. En la medida que el toreo se basa en él, es condenable. Pero de su critica, al uso de la fuerza coactiva del estado para prohibirla, hay un trecho muy grande que debería ser rellenado con educación, debate, argumentos objetivos y sobre todo, la libertad «humana» mencionada. Para empezar, sería saludable que no convirtieran tampoco en espectáculo este tipo de decisiones políticas argumentadas de forma tan subjetiva y patética.
Acabando
Resulta ciertamente patético que sean los toros una de las principales características culturales que se vende como elemento identificativo de España hacia el resto del mundo. No dudo que existen intereses igualmente ilegítimos que bloquean que la sociedad Española pueda llegar a algo más que una celebración de este tipo como símbolo cultural, en la que si bien puede que sea uno de los «deportes de riesgo» más antiguos que existen, arrastra un primitivismo e involucionismo realmente desoladores.
Sin embargo, el uso de la fuerza de la ley creo que ha de ser el último recurso a utilizar, y la mejor manera de superar estas celebraciones tan discutibles y supuestamente poco constructivas, es la de sustituirlas por otras que sí lo sean. Si ha de aceptarse el intervencionismo político en asuntos culturales y morales, que al menos sean constructivos, no destructivos como lo es una prohibición. Si además esta proviene de una comunidad autónoma en donde es habitual la imposición en materia lingüística y continuamente sus dirigentes reclaman cada vez una mayor independencia y privilegios, todo parece indicar que esta regulación no tiene otra función que la de alejar todo aquello que pueda identificarles con el resto de España, en busca de mayor beneficio electoralista dividiendo y creando diferenciaciones entre la sociedad. La carencia de elementos culturales identificativos españoles aceptados sin resquicios es conocida por los políticos catalanes y hacia ella han encaminado sus objetivos nacionalistas, utilizando todos los resortes de movilización social de los que disponen, de forma similar a como hacen en la Comunidad Valenciana para intentar imponer su normativa lingüística barceloní.
Creo entonces que, aunque moralmente muchos ciudadanos apoyemos esta prohibición en el fondo, es un error de forma encaminarse hacia un sistema en el que se permite establecer desde el poder poder político y minorías influyentes, los patrones culturales a los que los ciudadanos han de acogerse, exactamente igual que ocurría durante la dictadura franquista. Si ha de superarse algo es precisamente esta dependencia de una autoridad que no sufre nunca los problemas sociales y culturales que hay que solucionar, por lo que no solo no se logra, sino que acaban beneficiándose de ello.
En lugar de esto, propongo buscar un debate social actualmente bloqueado, en el que los propios defensores de la fiesta taurina hagan autocrítica, y tanto estos como los detractores, ofrezcan alternativas.
Hola, He leído con mucho interés su entrada, empezaba a perder esperanza de encontrar a alguien que, tratando este tema, planteara las cosas con una claridad y lógica tales. Curiosamente es ahora, durante esta democracia que vivimos es cuando, al parecer, más políticos sucumben al prohibicionismo, será que no se sineten políticos si no prohiben o, tal vez, sea esa sed de poder que no se sacia hasta que uno no consigue legislar una prohibición. En fin, encantada de estar navegando por sus palabras.
ResponderEliminarHola Sahndrah. Aprecio y valoro tu comentario especialmente por señalar que ha sido la lógica la que fundamenta el artículo, a pesar de que subjetivamente me haya manifestado claramente no favorable a los toros y, por lo que he visto en tu interesante blog, tu si lo eres.
ResponderEliminarSe ha intentado hacer de este debate un enfrentamiento sin cuartel "todo o nada", sin posibilidad de acuerdo, en donde un grupo de ciudadanos con mucho odio y frustración encabezan una campaña cargada de falacias de apelación al sentimiento, espoleada y avivada por políticos profesionales y muy interesados en que haya enfrentamiento entre ciudadanos unos favorables y otros simplemente que no lo apreciamos.
En tu artículo sobre los toros hay una de las claves de todo este asunto: el nivel de sufrimiento del animal o el umbral del dolor del mismo.
Tengo bastante claro que un animal de más de 400 kg de peso con toda esa masa de carne en su lomo, no ha de tener la misma sensación relativa al clavarle unas banderillas que una persona, a pesar de lo cual he visto numerosas fotos de actos en donde aparecen escenificaciones de personas agonizando por la incisión de estos artefactos, como si el toro sintiera lo mismo. Esto es absurdo.
Sin embargo, esto no quita para que el espectáculo en si, resulte a mucha gente poco agradable. Pero son cosas distintas.
Todo esto ocurre porque al parecer, no hay una forma empírica de determinar ese umbral de dolor, que aunque es evidente que ha de ser mucho mayor, no se puede medir. Al menos hasta donde yo se.
Los políticos, utilizan la actitud cientifista de ignorar todo aquello que no se puede ajustar al método científico, no por no ser evidente, sino por los propios límites de este método que no admiten, asumen que el toro sufre igual que una persona.
Y en esas estamos, en una lucha entre dogmas particulares que solo unos pocos han buscado, porque les interesa.
Saludos y gracias por la visita