La gafa del dogmático |
miércoles, 3 de marzo de 2010
sábado, 19 de diciembre de 2009
La Ciencia-Ficción y la sociedad
Si nos guiamos por los horarios a las que son relegadas algunas series de Ciencia-Ficción en los horarios televisivos, o a la escasa cantidad de producciones propias de este género que vendría a indicar lo que se invierte en el, se puede llegar a la conclusión de que la Ciencia-Ficción en España no suele ser merecedora de la atención de los medios de comunicación y grandes productoras. Como ejemplo La chica de ayer, adaptación de la británica (y excelente) Life on Mars que seguramente no hubiera sido producida sin el precedente de Cuéntame como pasó, pasó sin pena ni gloria ¡los domingos por la noche! contrastando con la mayor atención y el relativo éxito de la parodia del género con la que nos podemos encontrar en Plutón B.R.B Nero. El cortometraje Cyclope (Carlos Morett, 2009) o la reciente producción Planet51 (Jorge Blanco, 2009), son excepciones que resaltan sobre el resto del desolador panorama.
Sin embargo, desde aquellas publicaciones de bolsillo y los cómics Pulp de los años 60 y 70, la comunidad de aficionados no ha dudado en consumir con avidez los productos de calidad que se les ofrecía con cuenta gotas, sobre todo allende el océano, existiendo un colectivo de aficionados al género importante y cada vez mayor gracias al fenómeno de Internet y las redes sociales, que extrañamente no tiene una repercusión en los grandes medios que debiera, aparentemente.
Uno de los escollos importantes que afectan negativamente a nuestro género preferido, son los errores de interpretación a la hora de definirlo. La mezcla con la fantasía, incluso por parte de muchos aficionados que tal vez han sucumbido al comprobar como en la librerías tenían que apartar los de este genero de magia en incluso de otros más «esotéricos» para encontrar los suyos, pueden ser los motivos.
Para estudiar algo más sobre ellos sería necesario profundizar sobre determinados aspectos culturales de la sociedad en la que vivimos, en la sociedad española en este caso. En mi humilde opinión, en todo el tiempo que llevo de aficionado a la Ciencia-Ficción y viviendo inmerso en esta sociedad que me ha tocado, he llegado a varias conclusiones, las cuales se dejan notar no solo en la afición a este género literario especulativo y científico, si no también en otros aspectos importantes, como por ejemplo la política.
La Ciencia-Ficción guarda gran relación con La Ciencia, la de verdad, en el sentido que juega con especulaciones sobre ella, llamándosela también «género de anticipación». En España así como en otros países iberoamericanos, aunque parece que la situación mejora tímidamente, comparativamente se puede decir que existe un rechazo bastante generalizado hacia la ciencia. Por más que algunos medios deseen hacernos ver la botella medio llena, esta está todavía bastante vacía ya que si se observa detenidamente este estudio, «ciencia y tecnología» permanecen exactamente igual registrándose un aumento en «salud y medicina», lo que dicho medio lo interpreta como se puede comprobar en el titular de la noticia enlazada.
El hecho de poder y de tener que, demostrar un concepto sin ambigüedades ni florituras, no importando tanto si se sabe vender la moto o la cabra como si se ha descubierto una forma de avanzar en el conocimiento real, implica que los vendedores de humo y los encantadores de serpientes que habitualmente han copado y copan las altas jerarquías de los partidos políticos que dominan el escenario social y mediático, lo iban a tener mucho más difícil. Por supuesto, los medios de comunicación de un periodismo que se hace llamar «Ciencias» de la Información, usurpándoselo a La Documentación (Information Sciencie en los países anglosajones), se prestan alegremente a ignorar en lo posible a nuestro género, a cambio de ocupar un importante papel en el sistema.
Naturalmente, en la medida en que programas como Cuarto Milenio cosechan suficiente éxito de audiencia como para permitir que otros como Redes hallan llegado a ser relegados al ostracismo nocturno de la madrugada, la audiencia también forma parte del problema. Pero si en algo son más culpables los medios y los responsables de la divulgación de la Ciencia, es decir, responsables de los medios de comunicación y políticos, es su supuesta mayor preparación para prestar el servicio que se supone deberían. Esto no es así, y por el contrario es habitual como se ha comentado, relegar la divulgación científica y el ocio basado en especular sobre ella propio de la Ciencia-Ficción, en beneficio del reinado de la tele-basura, los titulares tendenciosos, la prensa amarilla, y los comportamientos sectarios.
La guinda a todo este desaguisado la ponen los traductores, en concreto los cinematográficos. Si ya en todo tipo de géneros suelen sorprendernos con unas traducciones de títulos bastante peculiares, en la Ciencia-Ficción como género especializado que es se debería cuidar algo más, ya que de lo contrario puede resultar hasta ridículo. Casos conocidos con el Condensador «de Fluzo», en lugar «de Flujo», son anécdotas puede que sin importancia y hasta cierto punto graciosas, pero la traducción absolutamente libre y equivocada de «Sable laser» en lugar de Lightsaber, introduce un error que va más allá de la ficción en si misma al confundir «laser» (una técnica de emisión lumínica real y conocida) con «luz» o «luminoso», conceptos relacionados pero completamente distintos. Es comprensible que la mera traducción literal no es suficiente ni adecuada dadas las necesidades de doblaje, por ejemplo, ¡pero que demonios, es su trabajo! Y si finalmente se aceptan estas traducciones cogidas de los pelos, los medios «tan profesionales» tal vez deberían explicar estas dificultades en lugar de difamar a la ciencia-ficción acusándola de errores que no son tales, y lo peor de todo, pareciendo que nos toman por gilipollas.
Esta entrada fue publicada anteriormente en el blog Al Final de la Eternidad
miércoles, 7 de octubre de 2009
La Ciencia en España NO necesita tijeras
Ver más en La aldea irreductible
Menos Plan E, y más ciencia e investigación, para no depender eternamente de los que si poseen una cultura basada en el esfuerzo y el mérito, y no en el caciquismo y enchufismo peloteril.
Gobierno y oposición, enfrascados en sus disputas partidistas e incapaces de ofrecer otra solución, logran que tan solo se aplique el método paliativo de crear empleo publico para subsistir hasta que Alemania o Francia previsiblemente, nos saquen del atolladero. Para agravar aún más el problema arrastrando un mal endémico desde hace décadas, y para poseer de un mayor presupuesto para las subvenciones que agotaran todo el disponible sin aportar solución alguna, se pretende reducir el destinado a la investigación y desarrollo, únicos ámbitos capaces de ofrecer soluciones reales.
lunes, 16 de junio de 2008
El espíritu humano
... porque quien quiera verdades absolutas, dogmas incuestionables e inamovibles, debe mirar hacia otro lado, que no es el de la ciencia. Ésta solo elabora hipótesis, vacilantes aproximaciones a la verdad, que siempre pueden ser modificadas total o parcialmente por la fuerza de los hechos: pero es lo mejor que el espíritu humano es capaz de crear.
viernes, 21 de septiembre de 2007
La falacia del historiador
La posibilidad de aplicar el método científico en la Historia y Ciencias Sociales es complicada, pero dentro de la definición del mismo, es posible aprovechar el trabajo de un investigador independiente, en base a aplicarlo a diferentes casos de interés y estudiar las conclusiones. Existe un estudio, poco conocido, pero de gran ayuda para entender estas interpretaciones más que discutibles de la Historia. Se trata de la llamada Falacia del Historiador. El artífice de este concepto es David Hackett Fischer, profesor de Historia de la Brandeis University, y nos cuenta, dicho en pocas palabras, que interpretar la historia o sucesos ocurridos en la antigüedad en base a un conocimiento adquirido con posterioridad —por lo tanto desconocido por los protagonistas de entonces— es un error. Por tratarse de un autor proveniente de la historiografía anglosajona, y por su relación con la Historia española, se ha escogido el siguiente fragmento de un documento (Las falacias del historiador) donde se resume su trabajo:
Considérese, por ejemplo, un problema interpretativo mayor, la derrota de la Armada española en 1588. Algunos estudiosos han sugerido que este suceso causó el declive del imperio español y el ascenso del británico. Pero Garrett Mattingly replica que “es difícil verlo de ese modo. En 1603 España no había perdido ni una sola de sus posiciones marítimas ante los ingleses, mientras que la colonización británica de Virginia se había pospuesto por el momento”. Otros argumentan que la derrota de la armada española provocó el traspaso del control de los mares, de España a Inglaterra. El Profesor Mattingly contesta que antes de 1588 el poder marítimo inglés en el Atlántico había sido normalmente superior a las fuerzas conjuntas de Castilla y Portugal, y que así seguía siendo, pero tras 1588 el margen de superioridad disminuyó. La derrota de la Invencible no fue el final, sino más bien el comienzo de la Armada española”.
(...)
En breve, parece que la derrota de la Armada española, por potente y melodramática que fuera, pudo bien ser claramente algo inútil en sus resultados. Dicha derrota no parece haber conllevado grandes efectos, excepto acabar con la estrategia española que la tenía como maniobra principal. Este criterio seguro que viola los instintos patrios de todo inglés y la sensibilidad estética de todos nosotros. Un gran suceso debe tener grandes resultados, pensamos. Pero esta es la falacia de la identidad, que trataremos después.
Y como muestra de algo más cercano y de lo que podrá ser si el nacionalismo catalán continua por la línea actual, según un estudio de la Fundació d'Estudis Històrics de Catalunya, el Descubrimiento de América ... ¡fue catalán!
«La Historia la escriben los vencedores»: este es uno de los tópicos más conocidos sobre la Historia y probablemente es cierto. En todo caso, algo veraz que se puede extraer de esto es precisamente, quién fue el vencedor y lo que ocurrió a continuación. La diferencia con la Falacia del Historiador, es el uso posterior y consciente de esta última, mientras que los vencedores carecían de la certeza de las consecuencias históricas de sus actos, que ni ellos ni sus descendientes cercanos iban a conocer.