viernes, 14 de marzo de 2008

El gobierno de las personas (1 ª parte)

viernes, 14 de marzo de 2008
Planteemos la siguiente situación: un grupo de personas sin determinar y sin ninguna conexión entre si, se encuentra de repente en una amplia zona por poblar. Supongamos que estas personas parten con una educación previa, similar a la de cualquiera de nosotros, una educación media.

Al muy poco tiempo, estas personas tendrían que comenzar a proveerse de recursos para subsistir. Tendían que empezar a buscarse cada uno un pedazo de tierra en caso de desear establecerse, y construirse una vivienda —propiedad privada—. O por otro lado podrían dedicarse a la caza y recolección como hace miles de años. Pero esto último es muy poco probable, dado el sedentarismo arraigado en la sociedad. Supongamos entonces que estas personas no tuvieran problema para aposentarse en un lugar.

Mientras vivieran separados no habría problema, cada unidad familiar se dedicaría a su propia subsistencia (las unidades familiares serían heterosexuales por pura necesidad biológica, lo cuál no significa que no se tuvieran todo tipo de relaciones sexuales). Pero en el momento tuvieran que organizarse para hacer frente conjuntamente a alguna dificultad del entorno (necesidad de construir diques, canales, aljibes, puentes, problemas con animales que atacasen al ganado, etc...) o las propias de los individuos —educación, salud, justicia, comunicaciones, etc...— surgirían curiosamente las primeras dificultades internas del grupo o sociedad recién formada por pura necesidad.

¿Quien decide? ¿quien tiene razón? ¿que opción es la mejor? Nadie lo sabe. En los tiempos antiguos, el más fuerte, o el que antes lograba obtener los recursos suficientes para dotarse de armas, por ejemplo, dominaba al resto por la fuerza. El instinto dominaba a la razón. Cuando todo esto fallaba, se daban explicaciones místicas y se hacían sacrificios, pensando equivocadamente que servían para algo. La creencia mística dominaba a la razón.

Tras siglos de esfuerzo y de descubrimientos, el ser humano se fue dando cuenta de que las cosas del día a día podían explicarse con algo mucho mejor: el pensamiento racional o La Ciencia. Sin embargo, esta ha caminado y lo sigue haciendo, muy lentamente y nos da solución tanto para construir un cohete espacial, como para diseñar un mocho —fregona—. Pero quedan muchas otras cosas que no nos explica, por ejemplo, cuál es la mejor manera de repartir en la práctica los recursos —el agua o la energía, por ejemplo—, donde estaría mejor un puente, que nombre le ponemos a la plaza del pueblo, que nombre le ponemos a una lengua o cuales son los límites que marcan la necesidad del aborto, y muchas otras cosas más para las cuales no existe algo que se pueda definir como solución científica.

También se acabó por dar cuenta el ser humano que las continuas disputas la mayoría de veces bélicas, entre grupos rivales para resolver este tipo de conflictos no conducían mas que a un consumo precipitado de los recursos mencionados anteriormente. Como intento desesperado de solucionar esto de forma al menos igual de mala para todos, surgió una solución digamos que de compromiso, por no haber otra mejor, una chapucilla, un apaño: la decisión de la mayoría.

De esta forma, el grupo de personas del párrafo inicial, conociendo y recordando todos esos siglos de historia, se dispondrían a organizarse de forma que la opinión de cualquiera de ellos tuviera en principio el mismo valor que la de los demás, y que las decisiones se tomarían por el mayor número de coincidencias entre ellos, dejando por fin las guerras y disputas a un lado. Si las circunstancias demuestran que la decisión estaba equivocada, se decide de nuevo por mayoría a la luz de la nueva situación. Y así hasta dar con la opción correcta o mejor.

Pero no está todo solucionado, más bien, esta situación presenta más dudas todavía. No es tan sencillo como parecía. ¿Que pasa si la mayoría decide que hay que excluir, robar, discriminar o cualquier otro tipo de fastidio a un miembro del grupo? Inmediatamente, a todas las personas les surge la necesidad de definir una serie de derechos individuales, los cuales han de ser inviolables, «sagrados» en su sistema de gobierno, y lo ha de ser para todos igual.

Para garantizar esta situación, se requiere de un poder imparcial, a ser posible independiente, que garantice el cumplimiento de estas normas. Normas que han de ser a su vez, decididas por otro poder distinto del anterior ya que de otra forma ostentarían unos privilegios inmerecidos mayores aún, que cuando dependía de conflictos bélicos y rebeliones. Naturalmente, estos poderes no serán divinos, serán esas mismas personas representantes de esos poderes, que sujetas como cualquiera a todo tipo de defectos, deberan vigilarse entre si para detectarlos y denunciarlos. De no cumplirse alguna de estas premisas, se volvería a alguna de las situaciones anteriores, en donde las cosas se decidían por la fuerza y no todas las personan tenían los mismos derechos. Estos dependían del grupo al cual pertenecieras.

A medida que el grupo en su conjunto crece, cada vez resulta más difícil reunirse todos para tomar las decisiones, dado el gran número de concurrentes. Se hace necesario delegar responsabilidades y parte de la libertad individual, para que otra persona o grupo de ellas, tomen decisiones por ti que afectarán a la forma de vida del grupo y por lo tanto, a la de la persona.

Esta medida implica que la igualdad de los componentes del grupo en la que se basaba el acuerdo de gobierno, se ve modificada, ya que en esos momentos unos señores disponen de un poder de decisión que tu no tienes, y que encima, se lo has dado tu. Se hace más necesario por lo tanto que, a medida de que las decisiones no sean tomadas directamente por los ciudadanos, la separación de poderes ha de ser más efectiva , y la creación de unos mecanismos de control de poder de esos representantes, para ser revocados de sus puestos en cuanto dejen de cumplir esa función de representación que se les asignó en su día: mandato imperativo.

Otros caminos posibles

No, no es este el único camino posible. En otros lugares, otras sociedades formadas todavía se regirían por la fuerza —dictaduras— o por creencias místicas —teocracias—.

También podría ocurrir que al asentarse en un terreno, estas personas que nacen en ellos se identificaran de tal forma con el mismo, que llegaran incluso a adorarlo. Sin darse cuenta, estas personas dejarían de ser tales para ser simplemente habitantes de un terreno. Se elegirían elementos identificativos de la zona con los cuales sentirse ellos igualmente identificados: surge el nacionalismo.

En algunos casos, los grupos que llegaron a ostentar el poder por la fuerza abusaron de el de tal forma, que acabaron siendo derrocados por la fuerza del mayor número de los oprimidos (revolución). Estos, para que no se volviera a repetir esta situación, optan por que nadie pueda tener nada en propiedad: comunismo. De esta forma las personas dejan de serlo y pasan a ser «obreros». Para siempre.

En el lado opuesto, las personas dan una importancia exagerada a la propiedad. Negocian con ella y se convierten en empresas individuales, «personales». Se crea una serie de relaciones entre las personas en función del intercambio que realizan de dichas propiedades: capitalismo. En algunos casos ya no es la opinión de la mayoría lo válido, sino el propio mercado entre las personas el que marca la pauta —anarcocapitalismo—.

También surgen ideologías. Ideologías que pretenden explicar aquellas cuestiones para las cuales no existe una solución clara y definitiva. Las personas dejan de ser tales para ser, de esto o de lo otro. Siempre, de forma irrenunciable: sectarismo.

Con el tiempo, estos grupos homogéneos se formarán alrededor de creencias varias, nacionalismos y otro tipo de intereses, y se disputarían el poder, dejando ser elegidos por el conjunto de la sociedad para establecerse en el poder durante un tiempo determinado, para luego ser elegido otro o el mismo grupo o partido: oligarquías.

España

Esta última situación es la que hemos alcanzado en España. Aquí, no existen ciudadanos, existen votantes de uno u otro partido. No hay separación de poderes que vigile el cumplimiento de esas normas que garantizan la igualdad, ni los ciudadanos podemos revocar a los gobernantes en caso de inconformidad con la decisión que se tomo en su día. No es posible rectificar. La elección de los gobernantes no es una solución para elegir un camino, es una forma de llegar al poder por parte de una oligarquía.

¿Por qué es esto así? La respuesta en el próximo artículo.

8 comentarios:

  1. Interesante juego dialéctico. Si me permites opinar sobre por qué esto es así, creo que los españoles necesitamos al menos una generación democrática más para deshacernos de la dependencia en oligarquías y caciques y pasar a confiar en el equilibrio de poderes (que no necesariamente separación). El equilibrio que asegura que ninguna rama de gobierno (legislativa, ejecutiva, judicial), tiene demasiado poder durante demasiado tiempo. Es mi opinión, por si vale algo.

    Vicente Carbona

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  2. No es cierto, llevamos una generación de retraso. No creo que sea posible llegar a una sociedad perfecta, pero sí que España está preparada para comenzar a independizar a sus ciudadanos y a darles la responsabilidad de una democracia más directa, mejor dicho, de una soberanía real.
    La separación de poderes ha de venir acompañada de la forma de elección de los que van a gestionarlos.
    Creo que el cambio ha de venir primero por el legislativo autonómico, que al fin y al cabo es la más directa representación de la soberanía popular, sin despreciar los ayuntamientos. Desde unas asambleas autonómicas bien cimentadas puede darse un paso de gigante...

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  3. Hola Vicente. En primer lugar decirte que me enorgullece tenerte como comentarista. Y si, tu opinión, al menos para mi, es muy válida.

    Estoy además de acuerdo en que los españoles necesitamos una generación para deshacernos de una vez por todas del lastre que supone la guerra civil, rivalidad que mantienen los dos partidos principales (por nº de votantes), y en la que todavía se basan al hacer sus políticas.

    Soy de ciencias, así que seguro que está mejor aplicado lo del equilibrio que lo de separación. Al fin y al cabo me pretendía referir a eso, el balanceo (por no volver a usar equilibrio ;-)) entre los poderes, para evitar los excesos de uno de ellos.

    Aunque en mi opinión, es tanto o más necesario que exista la posibilidad de forma garantizada por el estado sin necesidad de reunir firmas, presentar reclamaciones o ir chillando por la calle, de que los ciudadanos podamos mostrar nuestra disconformidad con el trabajo de los representantes, y que esta tenga validez, tenga peso. Algo así como si durante la legislatura pudieramos retirar nuesto voto, si no nos gustara lo que se hace con el. Esta al menos, es una solución bastante gráfica.

    Por último, he tenido acceso a un documento, traducido por Vicente Carbona. Pues una vez más gracias por todo y por facilitarnos la lectura de este texto.

    Saludos

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  4. Hola casanueva, bienvenido.

    Me gustaría pensar que es así, y que la sociedad española ya está preparada.

    Ya también lo creo, lo que pasa es que la sociedad, no lo sabe aún me temo.

    A tenor de los últimos resultados electorales todavía no nos hemos enterado (me incluyo como parte de la sociedad) de que esta gente, que está aún echándose en cara los mismos argumentos una y otra vez, y que lo único que hacen es mostrar lo mal que lo ha hecho el otro, sin aportar casi nada (unos menos que otros, claro)

    Por otro lado, me parece interesante lo de empezar por lo de las autonomías.

    Gracias por tu comentario y saludos

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  5. Casanueva, con todo respeto, no digo que llevemos una generación de retraso. Llevamos varias generaciones de retraso en términos de líderes, eso sí. En cuestiones de diligencia, dignidad y respeto al vecino, España (los españoles) está quizás más avanzada que muchos otros países con más trayectoria democrática. Digo que creo que necesitamos una generación democrática más para que los políticos se den cuenta de que el equilibrio necesario requiere líderes al menos tan decentes como los ciudadanos que pretenden representar. Eso, francamente, no lo veo. Y creo que el cambio deberá venir de un gobierno central funcional que presente una viable visión de estado y sirva de ejemplo para los gobiernos autonómicos. Lo que tenemos ahora son gobiernos centrales disfuncionales que utilizan a los gobiernos autonómicos como piezas de ajedrez para dominar el tablero. Se olvidan de que la política no puede ser un juego de suma cero. Y estoy totalmente de acuerdo: la forma de elección (la nuestra es horrorosa) importa y mucho. Y la participación directa, como dices, Lino, es esencial. Gracias de nuevo por la oportunidad de expresarme.

    V. Carbona

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  6. Gracias Lino y Vicente por atenderme. Eso creo yo, Lino, que la sociedad no lo sabe, no está informada de algo tan simple como de lo que pasa cuando vota... No lo sabe, pero eso es por el espejismo en el que vivimos.
    Yo te aseguro que en cuando se le explica qué es eso de las listas cerradas y bloqueadas, hasta se asombran...
    No creo que fuera muy difícil que la sociedad actual, muy cualificada, en cuanto descubriera una corriente crítica un tanto organizada y con un canal de información estable (una televisión o un periódico, a eso me refiero), el vuelco hacia el cambio sería casi verteginoso.
    Me baso en esta idea en la cantidad de blogs (medio bastante limitado, pero utilísmio)que desarrollan esta idea... ocurre que demasiado dispersa y muy poco formalizada. He de decir, por otro lado, que tus comentarios me han parecido de lo más sistemático y práctico.
    Habría que hacer un blog experimental en el que pudiéramos crear una democracia virtual en España, algo así como un laboratorio político...
    Ya desvarío un poco, bueno gracias por atenderme y estaré al tanto de vosotros, y pondré al tanto a todos los que pueda. Gracias

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  7. Muchas gracias Min. Si mis artículos llegan a ser la mitad del agrado de lo que son los tuyos para mi, me doy por satisfecho.

    Saludos

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  8. He recordado este artículo y dados algunos descubrimientos por mi parte, he tenido que cambiar mi apreciación.

    En la sociedad Española hay gente muy preparada. En buena cantidad y de gran valor. Pero LA Sociedad Española, es un absoluto desastre, como tal. No tiene conciencia de si misma, solo piensa en "los suyos", el sectarismo alcanza cotas de fanatismo religioso, y la aniquilación del contrario, en principio solo ideológicamente, se ve en líneas generales como algo "de los políticos", es decir, se rechaza pero solo de boquilla, para luego agachar la cabeza y ponerse a ver el fútbol o programas de tertulia en la tele. En definitiva, se acepta como un método político.

    En estas condiciones es imposible que se salga del atolladero político y exista democracia. Hay que cambiar la sociedad primero. Los líderes son un reflejo de lo que hay.

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Lino (Información y realidad)
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