miércoles, 15 de octubre de 2014

catalán y castellano

miércoles, 15 de octubre de 2014
En la Edad Media habían muchos castillos en toda Europa, no sólo en "Castilla"
«porque el español nació en la calle, no en un monasterio ni debajo de ninguna piedra [..] los localismos [que pretenden vincular el nacimiento del idioma a un monasterio concreto] son una patochada»
Gonzalo Santonja, director del Instituto de la Lengua de Castilla y León
(Artículo de "20minutos")

El origen del castellano

La versión «oficial» sobre el origen de la lengua castellana establece que su nacimiento se remonta nada más y nada menos que a la propia formación del Reino de Castilla. La cuestión es, ¿puede un texto encontrado en un pequeño reino medieval ser el origen de una lengua que ha sufrido tantas transformaciones?

Me explico. El texto más antiguo en castellano es un documento que es tan parecido con la actual lengua llamada de esta manera, como lo pueden ser un huevo y una castaña. Sí, está claro que las lenguas evolucionan, pero, ¿precisamente de ese texto? Según el análisis filológico mostrado en la Wikipedia hay una serie de notas técnicas muy especializadas —tanto que parecen buscadas con lupa— que sugieren que aquel es un texto protocastellano. De cualquier manera, ¿quien lo va a discutir en una España en donde las mayorías dictan la realidad de las cosas?

Puede que se encuentren en ese texto algunos detalles que sean el germen de lo que luego se llamaría «el castellano». Necesariamente, en la lengua que hablamos hoy en día hay elementos que se han de encontrar en el latín vulgar hablado hace casi mil años. Pero escoger un texto concreto como «el fundador» es una «patochada», como unos de sus propios descubridores afirma.

Podría escogerse como «fundador» cualquier texto que haya contribuido de alguna manera decisiva a la formación de la lengua, todo estriba en el momento que se desee escoger como «punto de partida». Por ejemplo, la lengua vasca es una de las que ha aportado un elemento diferenciador único al castellano, ¿significa eso que todos los aportes anteriores o posteriores –íberos, celtas, etc.– que diferenciaban a ese latín vulgar del resto no importan?

Otro ejemplo. El Cantar del mío Cid, un texto de referencia del castellano antiguo, en su versión original. En el se observa un texto sin «ñ» con la «ç» y con palabras como «exida» —muy similar a la forma valenciana «eixida» («salida»)— o «finiestra» —equivalente a «finestra» («ventana» en «catalán genérico»)—. Estas palabras se han perdido y en su lugar se han introducido otras, como consecuencia de la evolución posterior que es la que realmente ha dado forma a la lengua, no un simple texto de hace diez siglos.

Se puede decir que originalmente, las diferencias entre lo que hoy en día insisten en decirnos que se llamaba «catalán», «aragonés», «castellano» o «gallego», no eran apenas tales, sino en todo caso, diferentes formas de denominar al latín vulgar. De alguna manera, el punto de partida era en todos los casos prácticamente el mismo.

El castellano no ha surgido en Castilla, y de ahí se ha extendido al resto, de la forma en la que nos lo quieren hacer entender. Ha sido la evolución política posterior y su intervención en asuntos lingüísticos la que ha dado forma a estas lenguas, tal y como hoy las conocemos. Para ilustrar mejor la idea, pensemos en una historia ficticia alternativa, pero que pudo haber sido totalmente posible:

«leonés» en lugar de castellano

Supongamos que en lugar de «Castilla» hubiera sido «León» el título que la corona hubiera recibido. Para no aburrir al lector, se puede resumir que en aquel entonces los territorios se los repartían entre los herederos como si fueran trufas —a la gente casi le daba igual un rey que otro—. La cuestión es que el Rey de Castilla, Fernando III, heredó de carambola el Reino de León. A la formación política resultante le llamó Corona de Castilla, porque para eso era rey.

Bueno, rey, pero no como los del absolutismo que vendría siglos después. Entonces debían ser magnánimos con el pueblo, por eso el latín se relegó a ceremonias religiosas, y los reyes comenzaron a usar «la lengua del pueblo». Pero claro, ¿de qué pueblo, el de León o el de Castilla?

Este proceso es el que no nos han contado nunca, pero fuera lo que fuera que hablaban en León —¿porque en León hablarían «algo», no?— no podría ser muy distinto al latín vulgar que se hablaba en Castilla. Pensemos en Fernando III —el primer rey de Castilla y León— en algo que no se suele mencionar cuando de un estudio de este tipo se trata: ¿qué clase de latín vulgar hablaba?

No existe una manera precisa de conocer cómo se formó la lengua que se hablaba en la Corona tras la unificación de los reinos de Castilla y León, pero sabemos tres cosas:
  1. Que el padre de Fernando III era originario del antiguo Reino de León y su madre, de Castilla. No se sabe qué peso tendría cada vínculo en la lengua final que el monarca usara, pero sabemos que el infante Fernando pasó la mayor parte de su infancia y juventud en el entorno de su padre, la corte del Rey de León,
  2. Que aunque el pueblo poco podía aportar en una época en la que no existían escuelas públicas,  era sin embargo el que «daba vida» a la lengua.
  3. Que la Iglesia utilizaba el latín, todavía considerada como la «lengua culta», por lo que se mantenía al margen salvo para recoger y guardar los textos.
Lo que parece más sensato suponer —y lo más importante— es que el latín vulgar hablado en la Corona de Castilla resultante de la unificación, fue una combinación natural entre lo hablado previamente en los respectivos reinos, sin que resulte relevante el peso de las distintas variantes. No obstante, resulta curioso comprobar como en el trabajo de Alfonso X —El hijo de Fernando— y su iniciativa de proyectar una importante literatura en latín vulgar, hay una especial predilección lingüística por la parte oriental de la península. Es así hasta tal punto que el origen literario de lo que hoy en día algunos llaman galaico-portugués, está en este trabajo.

Por lo tanto, el llamado «castellano» podría ser perfectamente un «leonés» llamado así por tomar el nombre de la propia Corona de Castilla. El «leonés» que se habla ahora sería un «residuo» de todo lo que no pudo ser incluido en el nuevo castellano de Alfonso X —al crear un estándar siempre hay partes «periféricas» que quedan fuera—

¿Qué hubiera ocurrido de llamarse «Corona de León» en lugar de «Corona de Castilla»? Sospecho que el castellano que hablamos ahora hubiera pasado a llamarse «leonés» y hoy en día estaríamos situando el origen de la lengua en algún lugar del antiguo Reino de León, convenientemente escogido. Todo esto suponiendo que el nombre de «castellano» provenga del nombre de la Corona de la que «heredaba» su nombre, ya que podrían existir otros motivos que modificarían sustancialmente nuestra impresión de los hechos y la idea de que «lo castellano» se extendía por la península.

«Señores del castillo»

En algunos pasajes de El Quijote se puede comprobar como el vocablo «castellano» tenía significados distintos a los usados actualmente. Existía otro que, sorprendentemente, está ignorado en la Wikipedia en español —existe sin embargo en la versión en catalán— y que puede resultar fundamental para una mejor comprensión de las cosas. Ese otro significado de «castellano» es mucho más prosaico y completamente obvio: el señor encargado de la custodia del castillo —«Alcaide» sería lo usado en la Wikipedia—.

Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza, que tal le pareció a él el ventero y la venta, respondió:
-Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear, etc.
El Quijote, Don Miguel de Cervantes

La «lengua castellana» por tanto, podría tratarse de una manera genérica de referirse a la lengua de los señores feudales, los cuales normalmente usaban la lengua de la corte real, lo que sería un símil de «lengua oficial» En cualquier sitio, llamaban «castellano» a la lengua «legal» o lengua de la autoridad, independientemente de donde viniera aquella.

Parece como si se hubieran aprovechado de esta polisemia para utilizar sólo el significado que les convenía, ignorando el resto, pretendiendo que Castilla y su «castellano original» se extendía por la península. La realidad parece indicar por el contrario, que «el castellano» era en realidad una denominación ambigua y genérica de una lengua desprovista de identidad. Una lengua que se construía «sobre la marcha» en el uso por parte de una gente que, en aquellos pretéritos tiempos, carecía de «nacionalismo lingüístico».

El catalán

¿Qué tiene que ver el catalán con el castellano? Pues más de lo que mucha gente cree, por varios motivos:
  1. Parten de un similar latín vulgar, en el que las distintas influencias originales marcaron un papel importante, pero no mayor que la evolución posterior que es la que marcó realmente las diferencias.
  2. El origen de la denominación de «catalán» es probablemente el mismo que «castellano». Eran distintas formas de llamar al mismo concepto.
  3. La teoría de «expansión» del castellano denota un nacionalismo que es imitado por el nacionalismo catalán, el cual se basa en la idea de que «el catalanismo» se expandió por la Corona de Aragón, de habla no castellana. Este «nacionalismo castellano» fue utilizado por el franquismo para su teoría de «construcción nacional».
Los puntos nº 1 y 2 se han visto en la primera parte de este artículo. El punto nº 2 proviene de varias teorías que intentan explicar el origen del término «catalán», o «cataluña», que a día de hoy hasta los más acérrimos catalanistas admiten no conocer. Consiste en asumir que «catalán» y «castellano», significan lo mismo, es decir, los encargados de la custodia del castillo.

Versiones —actuales— de «castellano»
LenguaTraducción
 Catalán «castellá»
 Gallego «castelá» o «castelán»
 Occitano «castelhan»
Tabla 1.—

Versiones —actuales— de «catalán»
LenguaTraducción
 Catalán «catalá»
 Gallego «catalán»
 Occitano «catalan»
Tabla 2.—

El termino «catalán» es muy similar a «castellano», en lenguas que no tienen nada que ver entre sí —salvo por supuesto, en que tienen el mismo origen— como gallego —«castelán»— y occitano —«castelhan»—, donde son interpretadas como «lengua castellana» —o «español»— en la mayoría de los casos, ignorando otros significados que eran comúnmente usados en la antigüedad.

Hoy en día ya nadie vive en los castillos y por tanto, la figura del «alcaide» o «señor del castillo» ya no existe. Con el paso de las centurias, el termino «castellano» se centró en su significado más «localista». La progresiva diferenciación lingüística hizo que lo que en su día tenía el mismo significado, paso a definir cosas —falacia del historiador— que para muchos implican un abismo insalvable: Castellano y catalán. Catalán y castellano.

Y el punto nº 3 es el mejor de todos, ya que paradójicamente, el nacionalismo catalán imita punto por punto al nacionalismo castellano impuesto por el dictador Franco. La teoría castellanista fue en su día defendida por Menendez Pidal, y el franquismo pronto la convirtió en su guía de referencia. Sin ánimo de poner en duda el importante trabajo de este filólogo, lo que parece claro es que ha existido una utilización política de su trabajo que lo ha llevado hasta extremos cercanos al límite de lo aceptable. 

El nacionalismo catalán, conocedor de los prejuicios grabados a fuego en el acervo cultural español, cincelado a partir del castellano, ha creado una teoría similar pero aplicada a su caso particular, que resulta irrefutable por la «España castellana» sin que se tengan que poner en tela de juicio las propias suposiciones, prejuicios y nacionalismos no reconocidos. Desmontar el nacionalismo catalanista implica desmontar primero el nacionalismo castellano.

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