Llegan los bárbaros (hace más de 1500 años)
La Europa con la que las tribus centro-europeas se encontraron tras la caída de Roma, poseía unas características únicas respecto a otros periodos históricos y zonas geográficas. Es importante por tanto, prestar atención a la situación político-cultural de aquel momento:
- Desaparición del Estado Romano. Queda mucho tiempo para llegar a las fronteras políticas actuales. Europa es un continuo organizado en señoríos feudales de tipo militar.
- Existencia del latín como lengua «formal» (documentos religiosos y/o legales)
- Existencia de incipientes variantes del latín o latín vulgar, como lenguas locales a consecuencia del contacto con las tribus bárbaras, sin identificaciones claras respecto al territorio ni denominaciones específicas de las mismas, debido al continuo cambio de las fronteras por temas de uniones y separaciones dinásticas tribales (feudales).
- Inteligibilidad notables entre estas lenguas gracias a su cercano parentesco con el aún vigente latín.
- Ausencia de regulación en materia lingüística debido a la inexistencia de un poder político estable.
- Existencia de una misma y primera religión monoteísta en la Historia, con un residuo del antiguo poder político romano centrado en El Vaticano, y el Papa como un equivalente del César (cesaropapismo).
Hablando en cristiano (hace 1200 años)
En estas condiciones, apareció un nuevo personaje en escena: el Islam. A grandes rasgos, los musulmanes tenían muchas similitudes con la Roma cristiana. Salvo la obvia diferencia de tener otro mesías, el Imperio Musulmán aunó a diferentes pueblos y los comunicó entre ellos gracias al árabe, lengua en la que está escrito el Corán y gracias a la cuál se pueden comunicar todos los musulmanes, incluso hoy en día.
Llegaron a establecerse en prácticamente toda la península Ibérica, a excepción del norte montañoso de la misma. A tenor de los escasos pero evidentes registros documentales, el pueblo nativo no llegó a adoptar el árabe en su totalidad más que como lengua legal, continuando domésticamente («en la intimidad») con las lenguas derivadas del latín, aunque con una gran influencia del árabe. A este fenómeno se le conoce como «lengua mozárabe», que se da con mayor acuse en las zonas en donde más tiempo duró el establecimiento musulmán. En concreto, Andalucía y la zona sur del Levante.
Llegaron a establecerse en prácticamente toda la península Ibérica, a excepción del norte montañoso de la misma. A tenor de los escasos pero evidentes registros documentales, el pueblo nativo no llegó a adoptar el árabe en su totalidad más que como lengua legal, continuando domésticamente («en la intimidad») con las lenguas derivadas del latín, aunque con una gran influencia del árabe. A este fenómeno se le conoce como «lengua mozárabe», que se da con mayor acuse en las zonas en donde más tiempo duró el establecimiento musulmán. En concreto, Andalucía y la zona sur del Levante.
Probablemente por este motivo la expresión «hablar en cristiano»(1) que ha llegado hasta nuestros días, parece recordar la gran similitud e inteligibilidad entre las variantes del latín que se formaban en Europa, y su diferenciación con la cultura distinta que se estableció en el sur del continente, con la que no llegó a fusionarse. Todavía en este periodo histórico no había surgido la necesidad de denominar a la lengua propia, más que como una diferenciación muy gruesa de otra distinta coetánea.
Esta diferenciación podría interpretarse como una falta de adaptación a la cultura musulmana, tal vez por resultar demasiado ajena a la europea, a pesar de los ocho siglos que los musulmanes ejercieron su influencia.
La Reconquista: de aquellos polvos, vienen estos lodos (hace más de 500 años)
Por unos motivos u otros, los descendientes de los antiguos pueblos con cultura greco-romana-cristiana anteriores al establecimiento musulmán, continuaron organizados y de forma gradual, fueron recuperando terrenos que antaño les habían pertenecido. A este periodo se le conoce internacionalmente como La Reconquista.
Transcurridos varios siglos de vacío político, el latín en Europa a duras penas subsistía más que como lengua estrictamente «legal», ámbito en el que la Iglesia influía notablemente, por lo que en ocasiones se confundía con lo religioso.
Mientras tanto el pueblo, poco a poco, lo había ido adaptando a sus circunstancias y necesidades locales, sin ningún orden ni criterio . Fueron las entidades políticas que se fueron estableciendo las que, de forma similar a Roma, establecieron con el tiempo sus criterios lingüísticos oficiales (Alfonso X, 1252-1284), aunque no en todas partes se siguió el mismo modelo regulador.
La principal necesidad de los habitantes europeos se puede decir que consistía simplemente en poder vivir bajo cierto nivel de seguridad y comodidad. Por este motivo las poblaciones se reunían en las inmediaciones de las fortificaciones de los señores feudales.
La importancia pues del lugar de nacimiento, era determinante para la persona ya que marcaba completamente su futuro (de forma mucho más acentuada que en el mundo globalizado actual). En este marco se encuadran algunas teorías del concepto original de nación, que consistiría en la necesidad de la existencia de un entorno favorable al desarrollo social y cultural de la persona desde su nacimiento, en clara analogía a la dependencia de la tribu.
Quien fuera el monarca y cualesquiera que fueran los símbolos que utilizase, era lo de menos mientras lograra dicho objetivo. De forma muy similar a lo que Roma consiguió otorgando la ciudadanía a los habitantes de aquellos pueblos cuyos dirigentes, no ofrecieran resistencia. Sin embargo, la dependencia y adoración hacía los símbolos tribales se comenzaría a dar en la medida se relacionase con la protección de la tribu o «nación» (en su sentido primitivo), llegando con el tiempo a convertirse en algo cercano a lo místico. La lengua tuvo que ser parte de este fenómeno, siendo las lenguas de los monarcas las variantes del latín que debido a su mayor prestigio, predominaran.
Mientras tanto, durante todo este periodo y antes de la expulsión de judíos y moriscos, en la península convivieron, se mezclaron y surgieron, nuevas variantes del latín con influencias del vasco, el árabe y las lenguas germánicas. Todo en una continua transformación e influencia mutua.
Con arreglo a estas premisas, se fueron configurando desigualmente «naciones» en forma de monarquías feudales. Estas, debido a su sistema rígido de formación y sucesión, además de todo tipo de enfrentamientos y disputas entre miembros de la nobleza, evolucionaron al capricho de los designios fortuitos del destino.
Continua en Ensalada de lenguas (IV): los siglos de oro
(ir al capítulo anterior) volver al índice