La Historia de España, sobre todo
la más reciente, ha marcado de tintes ideológicos cada uno de estos conceptos,
siendo muy complicado evitar la asociación monarquía-derecha/república-izquierda.
Sin embargo, repúblicas como los Estados Unidos o Alemania, difícilmente se
pueden asociar exclusivamente a la izquierda. El problema, pues, parece ser
interno.
Para que la sociedad pueda
decidir sobre este asunto, sería conveniente resolver primero esta confusión. Que
se den estas asociaciones tan simplistas aún hoy en día, es seguramente reflejo
de un problema endémico que se arrastra. Nunca se ha hecho frente a esta
disyuntiva, ya que cada vez que ha surgido una nueva constitución o ha caído
una monarquía, las cosas han venido dadas para el pueblo.
Éste, se ha encontrado con tener
que aceptar noblezas aristocráticas en las monarquías, o castas oligárquicas en
las repúblicas. Nuestro problema no es realmente la forma de Estado, sino el
llevar arrastrando una sociedad basada en el caciquismo. Quitar a un rey para
poner en su lugar a una «estirpe» de políticos que va a ocupar el cargo de
máxima autoridad del Estado, sin que existan mecanismos de control y equilibrio
que regulen un poder idéntico al de un monarca, no hace más que continuar el
problema.
La Transición es otro más de esos
pasos inacabados en los que determinados poderes volvieron a decidir por el
pueblo en lo más importante. El Rey cumplió un papel fundamental en aquel
periodo histórico, en el que según dicen algunos expertos, la sociedad no
estaba capacitada tras el sufrimiento de más de 40 años de enfrentamiento en la
Guerra Civil y el resentimiento de la dictadura, todavía sin superar. Y
probablemente fuese cierto.
Pero pasados ya más de 30 años desde
entonces, nunca parece estar preparada la sociedad, ni se hace nada para que
así sea. Mientras en otros países la monarquía no es más que un recuerdo del
pasado, en España el motivo principal para justificar esta institución continúa
siendo el mismo: que la sociedad «necesita» la figura de un Rey.
El problema surge cuando esta
institución se ve envuelta en escándalos bochornosos y su «función» parece
consistir en aprovecharse de la ignorancia en la que se mantiene a la sociedad,
a la que debería servir.
No se trata de discutir sobre la
forma de Estado, ni de dudar de la importancia que en el pasado tuvo la figura de la
monarquía. Se trata de identificar y solucionar aquellas trabas que impiden que
la sociedad tenga la madurez suficiente como para poder decidir. La misma
madurez que hace que esta figura, de una vez por todas, deje de ser necesaria.
Nota: este texto se redactó hace pocos días para colaborar en un proyecto de graduación, a petición de una de sus participantes (antes de los recientes sucesos relacionados con la Infanta Cristina).
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