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sábado, 4 de enero de 2014

Los reyes buenos

sábado, 4 de enero de 2014
Un falso Baltasar lanzando regalos (Cagalgata de Triana)
Reyes Magos lanzando regalos. (Fuente)
¿Es completamente inocua la conocida tradición de los Reyes Magos? Pocos se preguntan sobre su efecto y por qué en otros países hay otras tradiciones. Para empezar, parece ser que originalmente no eran reyes, sino simplemente «magos». Sin entrar en excesivos detalles sobre la historia de esta tradición, parece significativo que en algún momento de ella se convirtieran en reyes.

Las monarquías cumplieron un papel fundamental en la Europa desparramada tras la caída del Imperio Romano. La desaparición del orden existente a consecuencia de la ausencia del estado romano antiguo, requería ser sustituida por otro orden político que emulara al cómo fue de magnífico el anterior ya perdido. Los reyes que surgieron no eran reyes como los que conocemos ahora, ni reyes como los de las tribus primitivas. Eran unos que llegaban a su puesto si lograban imponerse al resto militarmente sobre el campo de batalla, con soldados sufragados muchas veces por ellos mismos. Eran reyes bienvenidos —generalmente— por el pueblo, por cuanto mantenían el orden perdido —aunque los frieran luego a impuestos—. Y no llegaban a sus puestos ni por descendencia ni por enchufe. Al menos, no los primeros de ellos, claro.

Puede que por esta imagen positiva de aquella época, se les llegara a asociar con los apacibles señores ancianos —vestidos anacrónicamente con ropajes medievales— que conocemos, que llevan regalos a un niño recién nacido.

Todo esto está muy bien, sin embargo, a la tradición original se les han añadido otras costumbres que resultan preocupantes. En algunos países —hispanohablantes mayormente— existe la tradición de la «cabalgata», en la que dichos «reyes» desfilan junto a sus pajes por las calles de la ciudad, repartiendo regalos desde sus lujosas carrozas.

Los regalos no son otra cosa que poco más que chucherías y juguetes de «todo a cien», pero no es lo que dan, sino el acto simbólico de hacerlo. El acto es en si mismo un «espectáculo» de subordinación y de fomento de la disputa por lograr el beneficio fácil e inmediato, concedido por unas dudosas autoridades. El fomento de esperar a verlas caer, sin hacer nada más. Me preocupa enormemente como enseñanza por cuanto está dirigido precisamente a los más pequeños.

Si a esto se le añade las actitudes de ciertas personas —no menores de edad precisamente— resulta patético, pero sobre todo terrible por el lamentable ejemplo que se está dando.

Normalmente, los adultos que participan en estas cabalgatas no tienen necesidades, y están allí únicamente por acompañar a sus hijos o nietos. Si actúan así es por la cultura del caciquismo servil en la que deben haber sido educados, encontrando normal que ciertos individuos, imbuidos de una ambigua y «mágica» autoridad, se rodeen de palmeros que se contentan con la miseria de los restos que les echan, empujándose y golpeándose unos a otros, en lugar de actuar en cooperación para poner las cosas claras al «rey».

Cuando uno lleva viendo estas celebraciones durante años acaba por ignorarlo. Piensa que el problema es de esa gente en concreto, y no del propio acto. Sin embargo, hace un par de años todo esto cambió.

Una mujer de raza negra, seguramente extranjera, bien vestida —no aparentaba necesitar ir pidiendo para subsistir— y sin hijos que la acompañaran, se encontraba en medio de la multitud esperando con anhelo coger algo de lo que lanzaran al suelo desde aquella «carroza».

La impresión y la percepción de lo que estaba ocurriendo fue del tal tipo que me «congelé» de inmediato. Tal vez fuera presa de los prejuicios pero, ¿puede que aquella mujer pensara que aquello no era un juego? ¿que pasó por la cabeza de aquella mujer para unirse a una multitud que se tira al suelo y pelea entre ella, por recoger lo que desde un vehículo les tiraban?.

La duda resultó demasiado para mi. No he vuelto a ver, ni mucho menos, asistir, otra cabalgata de los Reyes Magos.

No son estos los Reyes en los que creía de pequeño.

viernes, 5 de abril de 2013

¿Monarquía o República?

viernes, 5 de abril de 2013

La Historia de España, sobre todo la más reciente, ha marcado de tintes ideológicos cada uno de estos conceptos, siendo muy complicado evitar la asociación monarquía-derecha/república-izquierda. Sin embargo, repúblicas como los Estados Unidos o Alemania, difícilmente se pueden asociar exclusivamente a la izquierda. El problema, pues, parece ser interno.

Para que la sociedad pueda decidir sobre este asunto, sería conveniente resolver primero esta confusión. Que se den estas asociaciones tan simplistas aún hoy en día, es seguramente reflejo de un problema endémico que se arrastra. Nunca se ha hecho frente a esta disyuntiva, ya que cada vez que ha surgido una nueva constitución o ha caído una monarquía, las cosas han venido dadas para el pueblo.

Éste, se ha encontrado con tener que aceptar noblezas aristocráticas en las monarquías, o castas oligárquicas en las repúblicas. Nuestro problema no es realmente la forma de Estado, sino el llevar arrastrando una sociedad basada en el caciquismo. Quitar a un rey para poner en su lugar a una «estirpe» de políticos que va a ocupar el cargo de máxima autoridad del Estado, sin que existan mecanismos de control y equilibrio que regulen un poder idéntico al de un monarca, no hace más que continuar el problema.

La Transición es otro más de esos pasos inacabados en los que determinados poderes volvieron a decidir por el pueblo en lo más importante. El Rey cumplió un papel fundamental en aquel periodo histórico, en el que según dicen algunos expertos, la sociedad no estaba capacitada tras el sufrimiento de más de 40 años de enfrentamiento en la Guerra Civil y el resentimiento de la dictadura, todavía sin superar. Y probablemente fuese cierto.

Pero pasados ya más de 30 años desde entonces, nunca parece estar preparada la sociedad, ni se hace nada para que así sea. Mientras en otros países la monarquía no es más que un recuerdo del pasado, en España el motivo principal para justificar esta institución continúa siendo el mismo: que la sociedad «necesita» la figura de un Rey.

El problema surge cuando esta institución se ve envuelta en escándalos bochornosos y su «función» parece consistir en aprovecharse de la ignorancia en la que se mantiene a la sociedad, a la que debería servir.

No se trata de discutir sobre la forma de Estado, ni de dudar de la importancia que en el pasado tuvo la figura de la monarquía. Se trata de identificar y solucionar aquellas trabas que impiden que la sociedad tenga la madurez suficiente como para poder decidir. La misma madurez que hace que esta figura, de una vez por todas, deje de ser necesaria.

Nota: este texto se redactó hace pocos días para colaborar en un proyecto de graduación, a petición de  una de sus participantes (antes de los recientes sucesos relacionados con la Infanta Cristina)
Más información en: woMet - Metropolitan Women's Magazine (@wo_Met)