domingo, 6 de abril de 2008

El gobierno de las personas (2ª parte)

domingo, 6 de abril de 2008
Antes de continuar con la respuesta al experimento mental del artículo anterior, habría que hablar de las condiciones iniciales escogidas:
  1. ¿Por qué esas y no otras?
  2. ¿Que ocurre si estas condiciones iniciales variasen a lo largo del experimento?
Nótese que no se ha especificado nada de los aspectos culturales (razas, lenguas, religiones, etc) de las personas del Supervivientes o Gran Hermano especial que se ha propuesto. Las cuestiónes son: ¿que importancia tiene? ¿deberían formarse subgrupos cerrados? y de ser así, ¿que criterios de distinción se seguirían para formarlos? ¿que ocurre si se forman grupos «cruzados» culturales?

Parece evidente que la formación de estos subgrupos no obedece a ningún criterio lógico que redunde en un mejor gobierno de estas personas, además de que estas preferencias culturales estarían aseguradas dentro de los derechos individuales, que como se explicaba en la entrada anterior, serían inviolables. Una estructura de gobierno que limitase o dictase sobre aspectos culturales, volvería a caer en los errores que provocarían de nuevo enfrentamientos entre las personas, cuyo único desenlace sería el derrocamiento por la fuerza de una de las facciones hasta que surgiesen de nuevo diferencias por cualquier motivo, reanudándose el problema.

Puede parecer entonces que se practica un relativismo, un todo vale, pero no es así. El asegurar los derechos individuales y al mismo tiempo la igualdad entre ellos aún siendo distintos, exige una gran firmeza y claridad de ideas, para no limitar la libertad individual ni caer en favoritismos hacia una de las tendencias o hacerlo en alguna que fuera en contra de los principios mismos de igualdad, derechos y responsabilidad del gobierno decidido por los protagonistas. Como todo en la vida, no es algo fácil, como popularmente se dice.

La idea básica sería permitir todo a nivel individual, para ir limitándose a medida que intervienen más personas en la toma de decisiones o en la medida en que afecta al colectivo. Naturalmente, esto solo sería posible si las personas son capaces de sacrificar esa parte de su libertad individual en pro del colectivo, siendo este sacrificio aplicable sin distinción alguna entre los individuos, y únicamente en lo que atañe a aquel, ya que como se ha reiterado, los derechos individuales han de ser inviolables.

Por este motivo, existe una incompatibilidad: cualquier tipo de fundamentalismo (cultural, racial, político o religioso), es incompatible con este sistema de gobierno, en la medida en que las personas afectadas de esta actitud sean incapaces de reconocer otros aspectos culturales distintos de los suyos, sean incapaces por lo tanto de someterse al igual que el resto a la decisión de la mayoría. Y lo peor de todo, que sean incapaces de reconocer el derecho del otro a tener una cultura distinta.

¿Y si varían a lo largo del tiempo? Una sociedad que permite al individuo libertad suficiente para desarrollarse, y que las decisiones que afectan al colectivo son decididas por mayoría y son revisables, no tiene en principio que temer una evolución, salvo que existan decisiones que alteren ese equilibrio.

Otro caso es que la evolución tecnológica permitiera una sociedad cuyos individuos apenas tuvieran contacto físico y se relacionaran informática o virtualmente, modificándose la forma de relacionarse. La necesidad de representantes sería mucho menor, y la participación directa sería mucho más viable. Pero esta hipótesis a buen seguro lejana en el tiempo, se dejará para otra época.

3 comentarios:

  1. Tienes razón con lo de la incompatibilidad de los fundamentalismos en democracia. Pienso que todos estos subgrupos, nacionalismos, ideologías, etc., deberían mejor definirse como grupos de presión, grupos de intereses, en efecto: minorías. Las minorías en una democracia funcional no rompen el esquema mayoritario, no se secesionan cuando no se salen con la suya. Es decir: ser catalán sería equivalente a ser gay y poco más. ¿Nación gay? Porque para funcionar, es necesario reconocer que la mayoría incluye a estos subgrupos. Que no son "otras cosas", sino que forman parte orgánica de la "mayoría". Todo vale cuando no rompe la unión. Cuando un subgrupo la empieza a romper, tenemos un serio problema de gobernación. En España, tenemos ese problema porque las minorías se usan (y se posicionan) como peones para la desestabilización política. En lugar de agregar algo positivo, dividen. Mal rollo. Gracias por tus observaciones.

    V. Carbona

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  2. Gracias a ti Vicente por tu claridad en la exposición.

    Naturalmente, como bien apuntas esas minorías estarían incluidas en la mayoría a pesar de sus fundamentalismos, de lo contrario, se trataría de la dictadura de la mayoría.

    Lo que la mayoría ha de impedir simplemente, es que esos fundamentalismos afecten a esta, a sus decisiones y a la posibilidad de menoscabar los derechos individuales de otras personas que no comparten ese fundamentalismo.

    En la medida en que esas minorías influyen en el gobierno imponiendo mediante pactos postelectorales u otro tipo de «amenazas electoralistas», menoscaban la igualdad y la libertad del resto de individuos, al tiempo que denotan lo defectuoso del sistema político (y social en gran medida).

    Saludos

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  3. Mejor que fundamentalismos yo los denominaría totalitarismos. Y ahí está el peligro, en mi opinión, hacer regímenes totalitarios en donde manda una sola visión de la sociedad, o lo que es lo mismo fabricar la sociedad desde un gabiniete político o ideológico, en vez de gobernar teniendo en cuenta los colectivos o grupos afines que surgen en la Nación en cuestión, es decir, actuar del ciudadano al Estado.
    Las personas tienden a estructurarse, y toda estructura tiende a desorganizarse. Habría, como dice Lino, que dejar más maniobra a la sociedad para que se estructurara como mejor le conviniera, al tiempo que se creara una macro-estructura (el Estado) que velara porque esas estructuras no se convirtieran en módulos despóticos o que se desorganizaran de manera traumática por motivos ajenos o intereses extraños a la sociedad en sí.

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Lino (Información y realidad)
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