Suelen creer los afectados por el nacionalismo (o al menos es lo que suelen poner como escusa) que la independencia o desvinculación política de un territorio respecto al que hasta ese momento le englobaba y era el responsable de todos los males que le afectan (es lo que tiene un Estado, sea cuál sea), la libertad y el progreso llegarán por fin a bendecir su «sagrada tierra».
Lo que se suele obviar en estas disertaciones, es que de la misma forma que la vinculación política con un territorio puede ser origen de los males que le afectan al estar incluido en él, también deberá serlo de las bondades de las que disfruta. Por lo tanto, siendo una consecuencia natural el que aquellos desaparezcan, nadie sabe o puede explicar, cómo van a suplir aquellos aspectos positivos que van a dejar de satisfacerse. Podría darse la circunstancia de que vinieran otros males que antes eran impensables.
O podría ser que el independentismo no fuera más que una escusa para evitar todos esos males de los que tanto se quejan, pero que afectan a todo el territorio por igual —o incluso en mayor medida— en el territorio del que (al menos de boquilla) desean separarse. Es decir, el independentismo y esos males de los que no desean solución sino alejamiento, sería la excusa para la obtención ilimitada de privilegios a costa una vez más del territorio que era origen de los males, pero que poco a poco se va descubriendo que más bien es el origen de dichos privilegios.
Por otro lado, se habla de privilegios para un territorio pero ¿qué pasa con sus habitantes? ¿implica necesariamente la concesión de esos privilegios un beneficio a sus habitantes? Es fácil comprobar como no sólo no hay ninguna seguridad de que esto sea así, sino que podría ocurrir todo lo contrario. Si observamos a países enormemente privilegiados como Arabia Saudí, gracias a todo tipo de concesiones que las primeras potencias globales le hacen con el ánimo de acordar sustanciosos contratos internacionales de mercadeo petrolífero, se comprueba como a pesar de ello la población de aquel país vive en lamentables condiciones y sometido a una dictadura que impone castigos corporales.
Otro ejemplo claro es la antigua Yugoslavia. Tan cierto es que el régimen de dictadura que vivían era inaceptable, como que la escisión de aquel país ya desaparecido no condujo directamente a una mejora en las condiciones de vida de sus habitantes. Y si no que se lo digan a las victimas que el régimen de Radovan Karadžić en la nueva y «soberana» Bosnia-Herzegovina produjo, a causa de un genocidio de características étnico-culturales.
Por el contrario, otro país privilegiado no muy alejado de Yugoslavia como Suiza, rodeado de grandes potencias que le proporcionan seguridad y un mercado económico proveedor de capital para sus bancos, alberga la población con mayor libertad sobre el planeta con capacidad para participar en el gobierno de su país y una de las de mayor renta per cápita e índice de desarrollo humano. Igualmente, al lado de Arabia Saudí está Qatar, una monarquía absoluta que a diferencia de su vecino, su población disfruta de condiciones similares a las primeras potencias occidentales merced a las leyes liberales que poco a poco se adoptan, aún a pesar de mantener tradiciones esclavistas como las leyes de avales.
¿Que diferencia a unos ejemplos de otros? No es la independencia de un territorio respecto a otro. Ni siquiera del disfrute de privilegios gracias al su aporte pactado entre los gobernantes de los territorios vecinos, al margen de los ciudadanos. La respuesta es la independencia de sus habitantes. Es la defensa de sus derechos, la defensa de su igualdad ante la ley, el derecho a escoger su lengua o a la defensa de su participación en el gobierno de su país (no una sola y ridícula posibilidad cada cuatro años). En definitiva, la propia defensa de su dignidad como personas libres.
Este es el verdadero independentista, no el que promueve o aplaude referéndums de independencia que solo benefician a la casta política gobernante al estar en posición de negociar más y más privilegios, mientras que el resto de aspectos y problemas sociales, económicos y políticos quedan ocultos o sin decidir, destapándose ocasionalmente sobre el lodazal de corrupción que existe por el mismo motivo.