Ciencia y tecnología
Uno de los grandes problemas que la actual crisis ha evidenciado en España es la inexistencia de un sector tecnológico, industrial y científico, con capacidad de innovar y desarrollar alternativas que permitan abrir nuevas rutas para salir de la misma. En más de 30 años de supuesta democracia, las principales vías de ingresos siguen siendo ahora que la burbuja inmobiliaria ha estallado, los servicios, el turismo y el comercio interno. La ciencia y la tecnología continúan al margen de los grandes proyectos. En las altas esferas apenas existe nadie de estos sectores en comparación con otros cuyos colegios profesionales disfrutan de grandes privilegios concedidos por el poder político, mientras el resto se esfuerzan por subsistir. Pero, ¿ha sido siempre así?. Al parecer no solo no ha sido así sino que a poco que se hubiera dedicado un poco de cuidado a reconocer la labor de muchos científicos, ingenieros e industriales emprendedores e innovadores, la situación podría haber sido totalmente distinta.
Además de los clásicos conocidos del autogiro de De la Cierva, el Submarino de Monturiol y Peral, el Talgo, la fregona, el chupa-chups; o los premios nobel de Ramón y Cajal y Severo Ochoa, existen otros logros científicos y de ingeniería españoles apenas conocidos y que pueden sorprender a más de uno. A mi por lo menos me causó ese efecto:
Diego Marín Aguilera: primer aviador español y pionero de la ciencia aeronáutica (1793):
Pues si, por increíble que parezca, la primera persona que realizo un auténtico vuelo no fueron los hermanos Wright, sino un español de Burgos. Tal vez no sepamos esto, ni la comunidad internacional lo recuerde, porque los propios convecinos de nuestro héroe, asustados e incrédulos, quemaron el aparato con el que había logrado la hazaña. Es verdad que los políticos que tenemos son nefastos, pero aunque resulte duro decirlo, poco hemos hecho los españoles por merecer otros cuando nos dedicamos a machacar a nuestro vecino solo por tener una idea diferente, y que además, funciona. Hoy en día su logro es recordado, pero tal vez, un poco tarde.
El primer helicóptero funcional (1924):
No solo el autogiro fue un logro de ingeniería que más tarde contribuiría al desarrollo del helicóptero, es que la llamada Libélula española es muy probablemente el primero de ellos. Tan solo se construyó un prototipo.
Leonardo Torres Quevedo, ingeniero español artífice del Spanish AeroCar y creador del primer robot teledirigido, el Telekino (1852-1936):
Este excepcional ingeniero, inventor y científico, miembro de la Academia de las Ciencias de Paris, de la Sociedad Matemática Española y de la Real Academia Española, es conocido mundialmente por ser el diseñador del Spanish Aerocar, un teleférico que una empresa española y con diseño y capital español, construyó en las célebres cataratas del Niágara, en El Canadá. Finalizado en 1916, aún hoy en día sigue prestando servicio de forma ejemplar. De hecho, este era el motivo de incluirlo aquí, pero finalmente otro dato más sorprendente si cabe me ha llamado la atención. Este singular hombre, tiene el honor de ser el primero en construir un sistema radio-controlado (el Telekino), el mismo o similar sistema que hoy en día se utiliza en misiles, sondas espaciales no tripuladas, juguetes, y un sin fin más de aplicaciones de control a distancia. La falta de financiación le impidió poner en práctica su logro. Murió en plena Guerra Civil, y con el, gran parte del futuro de España.
Nota (12/06/2020): Torres Quevedo posee otro logro relevante como fue construir la primera máquina de ajedrez autónoma inteligente, capaz de jugar contra un humano.
Nota (12/06/2020): Torres Quevedo posee otro logro relevante como fue construir la primera máquina de ajedrez autónoma inteligente, capaz de jugar contra un humano.
Hispano-Suiza, precursora de las grandes marcas industriales europeas (1901~1946):
Casi todo el mundo conoce esta marca española de automóviles y sus bonitos deportivos, lo que puede que no conozca tanta gente, yo al menos era uno de ellos, es que esta marca española era un referente industrial en la fabricación de motores de aviación, entre otras cosas. Era así hasta el punto de que la gran mayoría de aviones aliados que participaron en la Primera Guerra Mundial llevaban un motor de esta marca en sus entrañas, contribuyendo decisivamente a la victoria final. Las causas que favorecieron la aparición de esta marca en España fue el excepcional desarrollo industrial que se produjo en Cataluña a principios del Siglo XX. Las causas de su desaparición fueron los prejuicios antiburgueses de la Segunda República al estar esta marca relacionada con los automóviles de lujo, y posteriormente su absorción en el INI durante la dictadura franquista (desembocando en la actual Pegaso, prácticamente desaparecida). En ambos casos la empresa se colectivizo y se nacionalizó, sin existir ningún motivo para ello. Fueron las intervenciones políticas, más interesadas en sus propios intereses que en los de la sociedad, las que acabaron con esta insigne marca industrial.
Emilio Herrera, inventor del traje para vuelo estratosférico, precursor del traje de astronauta (1935):
Así es, no fue la Unión Soviética, pionera en la carrera espacial, ni nadie de los Estados Unidos de América. Fue un español de Granada el que construyó y probó con éxito el primer traje que se le podría llamar de astronauta. En qué se estuvo perdiendo el tiempo después, en lugar de aprovechar estos descubrimientos, no es necesario recordar. Tan sólo indicar que este hombre ejemplar fue el presidente de la República Española en el exilio, tras la Guerra Civil. Pueden imaginar por qué apenas nadie se acuerda hoy en día.
Eduardo Barreiros, uno de los artífices de las recuperaciones industriales de España y Cuba, auténtico emprendedor ejemplar (1919~1992):
A tenor de todo lo visto, si en España no disfrutamos hoy en día de una industria automovilística con tecnología propia como la tienen Italia, Francia, Alemania, Reino Unido y varios países más de nuestro entorno, capaz de generar puestos de trabajo, de exportar al exterior, y de generar de esta forma ingresos y progreso al país y a la sociedad que le da forma, es sencillamente por que no nos ha dado la gana. O al menos, no lo han querido así los dirigentes que en un momento u otro esa misma sociedad les ha apoyado para que tomaran dichas decisiones. La historia del industrial autodidacta Eduardo Barreiros lo demuestra, al ser una persona que gracias a sus propios méritos, su humildad, su ingenio, su capacidad de trabajo en equipo y de su voluntad de rodearse de los mejores, no de los más pelotas, creo prácticamente de la nada una industria de fabricación de vehículos que levanto al país en los momentos más difíciles. ¿Porque se frustró este impresionante proyecto? una vez más debido a las decisiones políticas y a un sistema que pretendía filtrar en exceso las iniciativas permitiendo tan solo aquellas que fueran favorables a los intereses de la oligarquía gobernante. El INI, órgano estatal que actuaba como un autentico cuello de botella para las iniciativas particulares, no concedió permisos a Barreiros para, entre otras cosas, la construcción de turismos, para no competir así con la Pegaso (propiedad del INI gracias a nacionalizar la Hispano-Suiza) y Seat, instaurada en Barcelona para contentar a las oligarquías nacionalistas catalanas. Lo más sorprendente para mi es que tuviera que irse finalmente a Cuba, desarrollando para ello un motor enteramente propio que fue capaz de superar en una dura prueba a otro de la mismísima Nissan.
La ciencia ficción
El género de la ciencia-ficción en España está considerado como algo minoritario, menospreciado por regla general, y mal comprendido la mayoría de las veces. Largo sería de contar los motivos, pero digamos que a la clase dirigente nunca les ha gustado este género por cuanto requiere de una mente abierta a otras posibilidades, mentes que no desean someterse a los caminos preestablecidos. Fuera de España sin embargo, la ciencia-ficción es un género que destaca en los principales países, desde la antigua Unión Soviética y la actual Rusia, hasta los EUA, pasando por Alemania o el Reino Unido. En España esta situación anómala respecto del resto de países desarrollados no es consecuencia de la inexistencia de escritores y aficionados, más bien lo es debido a la falta de conexión entre la clase dirigente y la sociedad que los padece.
Enrique Gaspar, primera novela en la que aparece una máquina del tiempo, anterior a la célebre de H. G. Wells (1887):
Parece ser que lo que todo el mundo creía, gracias a los esfuerzos de los países de habla anglosajona, no es cierto. No fue la famosa obra del no menos célebre escritor en dicha lengua H. G. Wells, versionada y llevada a la gran pantalla varias veces, la primera en la que aparecía una máquina capaz de viajar en el tiempo. Fue Don Enrique Gaspar y Rimbau, un madrileño afincado en Valencia, tierra fértil en este género, el que con su totalmente desconocida hasta hace muy poco obra, “El Anacronópete”, el que ostenta el reciente reconocimiento internacional de ser el primero. ¿Quien ha puesto las cosas en su sitio? ¿ha sido algún grupo de fanáticos españolistas?, no, ha sido la mismísima British Library la que ha rescatado esta obra para darle el reconocimiento que se merece.
Conclusión
No era intención de hacer una serie de artículos «españolistas», de carácter sesgado y de apología nacionalista, pero se hace difícil hablar de estas cosas sin que a alguien le haya parecido así. La intención en todo caso era la poner las cosas en su sitio, ya que una cosa es no caer en tópicos de exaltación patriotera, y otra es caer por pasividad y tener que tragar, con los de otros lugares.
El caso es que a principios de siglo pasado, España era líder en la industria de la automoción, aeronáutica, marina, sistemas de telecontrol, y la incipiente tecnología espacial. Ahora España es un país en quiebra, a punto de ser rescatado. Los únicos responsables de esto somos nosotros mismos. No se trata de darnos un valor especial, ni reclamar «nuestro glorioso destino unido en lo universal», ni nada por el estilo. Se trata sencillamente de superar ese «inferiorismo» que se arrastra desde la autocracia de la posguerra, y de saber que podemos ser tan buenos como cualquier otro país. Sólo hay que trabajar un poco, en la dirección correcta. Ya estamos tardando.