domingo, 22 de abril de 2012

El consumismo

domingo, 22 de abril de 2012
Consumista mostrando un producto que considerará obsoleto un año después¿Es el llamado consumismo una consecuencia inevitable del capitalismo o mercado libre?. Esto puede ser tan cierto como decir que el crimen es una consecuencia de la libertad. ¿Donde está el límite entonces entre esto y la sana competencia, y sobre todo, quien lo establece? Parece que el llamado neoliberalismo sorprende de nuevo con otra contradicción. De nuevo, su idea de libertad les lleva al extremo, y por lo que se puede descubrir, convierten al consumismo en una de sus principales doctrinas. El deseo de no intervención en el mercado tiene como consecuencia llegar a admitir cualquier forma de comercialización, incluso fomentarla y elogiarla. Apenas se ponen límites a las técnicas de mercadotecnia utilizadas para lograr que los ciudadanos compren un determinado producto.

Por supuesto, ninguno de nosotros somos nadie para decir lo que es malo para alguien, esto es cierto, pero ¿y el conjunto de la sociedad? ¿y la medicina o la ciencia? ¿no tienen nada que decir?.  Una cosa es tener límites éticos flexibles, y otra cosa es desear no tener límite alguno. No saber distinguir entre vicio y placer, entre disfrute y necesidad, es ya un problema. Sin embargo, es muy sencillo hacerlo: por ejemplo, la cerveza no es un elemento indispensable para que el ser Humano sobreviva. Tomarse una cerveza un soleado domingo por la mañana en un parque, es un placer. Necesitar ir todos los días al bar a tomarse varias, no. Lo primero es disfrute, lo segundo, un vicio.

De forma similar, comprarse ocasionalmente lo último en tecnología, o un producto de una determinada marca en concreto, será por regla general, un capricho que podemos tomarnos ocasionalmente. Hacerlo siempre, convertir en una necesidad algo que no lo es en absoluto para subsistir habitualmente, es crear vicio. Si además, hacemos enormes colas días antes de la salida a venta de un producto, que no sabemos bien para qué, ni porqué, pero que necesitamos tener para creernos algo mejores, me atrevería a llamarlo enfermedad. Por creer que comprando un buen producto que no sea mediocre, vamos a dejar de serlo nosotros.

Una mujer fumando, símbolo absurdo de la liberación femenina., producto de la propaganda manipuladora.Bien, pues de esta forma han hecho multimillonarias ganancias algunas empresas, en diversos sectores. Empresas que han basado su publicidad en hacer pensar a la gente que van a ser mejores por tener un producto determinado, desde tecnología a automóviles. Y les ha funcionado. Si hay un ejemplo claro de vicio que además de inútil, es perjudicial para el ser Humano pero gracias al cual se han enriquecido ciertas personas, ese el el tabaco. Una de las pocas ocasiones en la que han surgido algunas voces de protesta.

El marketing o mercadotecnia, surgió como una forma de estudiar las necesidades de la sociedad, de forma que las empresas o iniciativas particulares que mejor las satisficieran, tuvieran mayor éxito. De esta forma, todos salían ganando. Todo el que tuviera algo que ofrecer que sirviera a la sociedad, era recompensado, y a cambio, la sociedad evolucionaba. Sin embargo, según diversas fuentes a las que he tenido acceso, esta situación cambio por completo tras la 2ª Guerra Mundial.

Los victoriosos Estados Unidos de América se convirtieron a partir de ese momento en los libertadores, en el ejemplo a seguir. Un país que desde sus inicios supo controlar al poder político, pero que nunca aprendió a controlar a su poder económico, se convirtió en el referente mundial y llamada a ser su 1ª potencia. En este caldo de cultivo surgieron ciertos nuevos personajes como los Rockefeller, o instituciones desvinculadas del poder político como la Reserva Federal (FED), que vendrían a decidir el destino de todos los habitantes del planeta.

Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud e inventor del término eufemístico «Relaciones públicas», para referirse a la manipulación de las masas.Otro de los nombres que intervinieron decisivamente en la configuración actual de la economía global, fue Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud. Edward utilizó lo que había aprendido de su tío para explotar económicamente las debilidades humanas. Se inició así la era del consumismo, por la cuál no era suficiente satisfacer las necesidades de la sociedad, sino que había que generarlas, crearlas donde no las había, convertirlas en vicios. Hoy en día esto continua igual, manifestándose en conceptos como la Obsolescencia Programada o el Diseño Emocional. Debido a estas técnicas los usuarios no consumirán productos ateniéndose a sus necesidades reales, sino en función del ansia económica de las empresas que mejor exploten sus debilidades, en la medida estas prácticas mercantilistas dificultan descubrir cuales son aquellas.

Volviendo a la pregunta del inicio, esta tendencia de mercadotecnia cada vez más aplaudida no ha existido siempre, como se ha visto. Todo sistema tiene a la degradación, por el simple principio de la termodinámica. Si no se toman medidas, finalmente, todos los defectos que inevitablemente tendrá cualquier sistema que se proponga en cualquier ámbito, acabarán por crecer hasta corromperlo. Estas técnicas de control emocional de las masas como el consumismo, que dificultan la solución de los problemas sociales, serían según este postulado, consecuencia de la dejadez y de la manipulación que la explota, para evitar que se intervenga. Es en estos casos, bien sea a través de la religión, de la política o de la economía,  donde se comprueba cómo el poder busca continuamente nuevas formas de perpetuarse.

viernes, 20 de abril de 2012

Alguien tendrá que decirlo

viernes, 20 de abril de 2012
Foto: Tecnofans. España, detrás de
Europa en nuevas tecnologías
Desde que comencé este proyecto mantengo todo el contacto que puedo con redes sociales, grupos y otros canales de noticias —como las clásicas suscripciones RSS, que todavía aguantan— de temáticas relacionadas con mis inquietudes. Me ha sorprendido gratamente comprobar como hay gran movimiento y sensibilización respecto a las nuevas tecnologías, la innovación, la investigación y el desarrollo:

Técnicas de «coaching», «autocoaching», «scrum manager», «herramientas canban», innovación, creatividad, productividad, mejora personal, y bla, bla, bla. Todo muy bonito. Son técnicas muy útiles y necesarias, de gran ayuda si el entorno está preparado para recibir esas mejoras. Métodos de gran valía cuando el problema eres tú, o tu entorno inmediato, tu departamento o tu empresa particular.

Sin embargo, esta efervescencia social contrasta con la actual situación de crisis, provocada por la total incapacidad del país de hacer prevalecer la productividad sobre la especulación. De la incapacidad de reconocer los méritos adecuadamente, y en dónde el nepotismo es el «Rey» de la selección de personal. Un país en donde los cargos importantes, sea del ámbito que sea, son de corte político y elegidos en consecuencia. Un país en donde la informática es relegada todo lo posible, cuyos colegios oficiales apenas son escuchados y todavía se esfuerzan en lograr, junto a una gran presión social, algo tan evidente como que la informática entre en el Consejo Asesor de Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información. ¿Qué nos podemos esperar si una de la ingenierías que debería ser de las primeras a ser tenidas en cuenta en todo lo relacionado con las TIC, ha de sudar tinta para entrar en el organismo oficial correspondiente?

Con esto quiero decir que el problema en España no somos nosotros. Todas las técnicas y manuales mencionados anteriormente sólo pueden ser verdaderamente aprovechados si el entorno general no pone trabas a su desarrollo e implementación. De poco sirve ser un experto en management y liderazgo, si a la hora de la verdad has de rendir cuentas a alguien que tiene unos objetivos de tinte político, superpuestos a cualquier otro. De poco sirve ser un experto en gestión de información si tu superior apenas hace uso de ello, o no tiene ni idea de para lo que sirve. El problema de España es un problema de sistema. Es un problema endémico, esto es, que está generalizado, enraizado a nivel social, cultural y político.

Por esto que pienso que además de toda esta corriente necesaria que se preocupa del aprovechamiento de las nuevas tecnologías para la mejora de la creatividad, eficiencia y en definitiva, de la  productividad, apenas mencionen nada del verdadero problema que puede hacer totalmente inútil lo que con tanta efusividad intentan difundir: que la política en España tiene más importancia que el sentido común.


domingo, 15 de abril de 2012

Hundiéndose en la nube

domingo, 15 de abril de 2012

Microsoft apostó por «la nube» en sus productos de telefonía desde que desarrolló el Windows Phone 7. Como ya se comentaba en el artículo anterior, apostar por este relativamente nuevo paradigma basado totalmente en servicios y recursos «en-línea», tenía sentido para empresas como Apple y Google. Al no disponer de productos de escritorio previos con el suficiente éxito, esta era su mejor, por no decir única, salida estratégica. Sin embargo, a pesar de defender el uso de la nube, estas empresas no perdían de vista sus productos físicos, que no deja de sacar al mercado: sus iPhone o Google con sus innumerables Nexus uno tras otro, e incluso otras empresas nacidas en entornos restringidos como una red social como Facebook, buscan un sitio fuera del mundo virtual con sus propios dispositivos.

La empresa de Redmon al contrario, disponía de una de las mejores suites de ofimática para PC's de escritorio que se han programado: Office —Microsoft nunca ha destacado por la originalidad de los nombres—. El cliente de correo, agenda y gestor de tareas Outlook es uno de los más utilizados, de los más completos y que se sincronizan completamente con dispositivos portátiles —PDA's con SO Pocket PC—. Pero tenía un «defecto»: no requería necesariamente de una conexión a internet para funcionar, lo que impedía el llegar a acuerdos exclusivos con operadores de telefonía para monopolizar su uso y restringirlo plenamente a los designios de la compañía. Esta fue una de las claves del éxito comercial de Apple y su producto estrella: el iPhone. Esto, junto a cobrar por todo tipo de servicios, necesarios para utilizar el terminal.

Hay que señalar que esto no representaba apenas ventaja para los usuarios. Se trataba más bien de disimular una carencia de la empresa, y convertirla en una ventaja. Jobs, con su magistral «inteligencia escénica» y su «diseño emocional», abdujo a los consumidores para que ignoraran esta circunstancia y comprendieran que Apple era todo lo que necesitaban (sic).

La nube es una buena herramienta. Permite tener unos datos determinados disponibles para ser compartidos desde cualquier sitio con conexión a internet. Pero entre esto y, no tener más opción que tener todo en un servidor a kilómetros de distancia, hay un trecho —nunca mejor dicho— muy grande: problemas de seguridad, de privacidad, de confidencialidad, y de accesibilidad en caso de problemas de cobertura, lo que deja prácticamente inservibles los dispositivos. Es un cambio de paradigma, cuya idoneidad no nos han dejado decidirla.

Microsoft, en lugar de mejorar el paradigma tradicional en el que era líder, se intenta subir al carro y seguir los pasos del éxito comercial de Apple y Google, despreciando a sus usuarios de escritorio, que sólo como opción desean disfrutar de la nube y eligiendo ellos el contenido de lo que desean compartir.

En Apple ya sabemos que la libertad de los usuarios no es uno de su principales objetivos. Google no tiene más opción ya que son una empresa de software en red sin productos de hardware asociado  —antes de la salida al mercado de su Nexus ONE—, aunque tampoco muestra en ocasiones interés por los usuarios, cancelando productos repentinamente (Wave, Buzz, Code Search). De Facebook no es necesario hablar. Y Microsoft, pues lo mismo, pero con mucha menos gracia —su problema no son sus informáticos, sino su personal de Marketing—. El intento más reciente consiste en ofrecer como opción el almacenaje en la nube de nada más y nada menos que el mismísimo escritorio de nuestros equipos de sobremesa, con el nuevo sistema operativo Windows 8.

Sí, se presenta como una opción, cierto, pero visto que la nube es utilizada más como estratagema comercial que como valor añadido a los usuarios, no me fío nada. Y lo más gracioso del asunto es que lo presentan como una novedad, cuando esto ya existía.

Enlaces:

viernes, 13 de abril de 2012

Una estupidez llamada Windows Phone 7

viernes, 13 de abril de 2012
logo del nuevo sistema operativo de microsoft para dispositivos portátiles

Una de las pocas ventajas estratégicas que tenía Microsoft frente a sus rivales —en concreto, iPhone y Android— era su software de agenda Outlook. Sus terminales móviles —mayormente las Pocket PC con Windows Mobile— se sincronizaban con dicho programa directamente, mientras que la competencia debía de recurrir a compartirlo en «la nube». Una nube que por si misma no tiene valor verdaderamente, sólo según la función para la que se utilice. A Microsoft no le hacía falta para esto, los usuarios ya disponían de sus contactos en sus ordenadores de escritorio. Tan sólo necesitaban poder llevárselos consigo en un móvil o dispositivo portátil. 

Por este motivo, el iPhone sólo se comercializaba con una cuenta de datos asociada de velocidad generosa, ya que dependía por completo de una conexión a Internet. La llamada «nube», vendida como algo imprescindible para todo usuario, no era más que un truco estratégico de empresas como Apple —truco vendido magistralmente, eso si, por el fallecido Steve Jobs— que no podían competir con la omnipresente microsoft en los ordenadores de sobremesa. La nube no representa necesariamente un valor añadido para el usuario, sobre todo cuando se impone como obligación.

En el caso de Microsoft la nube podía haber sido un buen apoyo para salvaguardar los datos, contactos, mensajes... aquella información que el usuario escogiese guardar. Era sólo necesario como opción... hasta ahora. Sorprendentemente, en los nuevos sistemas operativos para móviles (o celulares) Windows Phone 7 (WPH7), la empresa de Redmon ha vuelto a cometer lo que considero otra estupidez en su habitualmente torpe estrategia de marketing, dejando como única opción la importación-exportación de datos de agenda (calendario y contactos, tareas no) a través de un Live ID (el servicio en-línea de Microsoft) y una cuenta de Microsoft Exchange, tal y como hacen Gmail y el mencionado de Apple.

De esta forma, el valor añadido que podría suponer WPH7 para los usuarios de Outlook —que son muchos o al menos, los que quedan fieles a Microsoft— se tira por el retrete, junto con toda la información que ahora tendremos que sincronizar manualmente para funcionar con la nube, sí o sí. Es necesario recurrir a utilidades de terceros de pago, para tener la funcionalidad que antaño era completamente normal en las pocket con Windows Mobile.

Que no se quejen si la gente les llama «Mocosoft»

Más información:

lunes, 9 de abril de 2012

Entropía en la nube

lunes, 9 de abril de 2012
Representación de Internet como una «nube» de datos e información

El concepto de «computación en la nube» (cloud computing) está siendo utilizado con relativa asiduidad en el ámbito de los grandes proyectos relacionados con Internet. El todopoderoso Google, basa parte de la eficacia de su buscador en dicho concepto, y muchas de sus aplicaciones incluida la de su futuro sistema operativo, están basadas en esta tecnología o concepto informático. Esta técnica está muy relacionada con la llamada computación compartida, en la que un gran número de computadores convencionales conectados en red actúan de forma coordinada compartiendo tiempo de computación y procesando de forma paralela fragmentos de código, de forma que el rendimiento global podría superar con creces al que cualquier supercomputador.

Podría por tanto definirse «la nube» en términos que nos interesan para este caso, como la maraña formada por la red mundial y todos los equipos, bases de datos y fuentes de información en general conectadas a ella. El termino «nube» es apropiado como veremos, ya que existe un parámetro que relaciona a esta nube de datos e información con los sistemas gaseosos. Seguramente, las personas familiarizadas con la física y los procesos termodinámicos conocen una magnitud muy utilizada en estos ámbitos denominada entropía. La principal característica que la define podría enunciarse de la siguiente manera: cuanta mayor entropía, menor será la cantidad de energía aprovechable en un sistema cualesquiera.

En Teoría de la Información, la entropía es también utilizada para medir el grado de relevancia de la información extraída. Normalmente, cuanta mayor sea la probabilidad de encontrar una palabra, por ejemplo, menor relevante será. Digamos que: a mayor entropía informativa, menor información relevante. Para poder utilizar los conceptos termodinámicos de la física aplicados a la información con la esperanza de comprender mejor lo que ocurre con la información en «la nube», se continua con la analogía mostrando en la siguiente tabla la relación de conceptos de ambos ámbitos:

Fuerza/masa/peso Datos
Energía (capacidad de producir trabajo) Información (capacidad de producir conocimiento)
Trabajo Conocimiento
Tabla 1. — Relación entre los conceptos de la termodinámica
y la teoría de la información (Fuente: elaboración propia)

La tabla anterior podría explicarse de la siguiente manera:
  • Fuerza/datos: cuando mandamos un correo con archivos adjuntos o descargamos una imagen, se suele referirse al tamaño como «el peso», esto es, independientemente de cuales sean los datos y la información que contengan. Igual peso tendrá un archivo de un megabyte, sea un .pdf, un .jpg o un .zip corrupto. El peso en física es la fuerza con la que la masa de nuestro planeta nos atrae, y es directamente proporcional a la masa. Los datos son por tanto el equivalente en la nube informativa de la masa que hay que transmitir con un determinado ancho de banda o velocidad de transmisión.
  • Energía/información: Albert Einstein demostró al mundo que masa y energía son dos caras de la misma moneda. Los datos son por tanto en nuestra nube, materia transformable en energía informativa.
  • Trabajo/conocimiento: en física, no toda la energía es aprovechable. En todas las máquinas hay siempre una parte de energía que se escapa en forma de calor y que por lo tanto, no produce trabajo. Por ejemplo, se puede estar empujando una mesa con toda la fuerza del mundo, que hasta que no empiece a moverse no se producirá trabajo, empleándose una energía proporcional al producido. El resto de energía se escapa en forma de calor que nos produce sudores, los mismos que corren por nuestra frente cuando no encontramos más que información que no nos satisface para conocer lo que deseamos averiguar. En definitiva, no toda la información produce conocimiento, y no siempre (casi nunca) mucha información implica mayor conocimiento.

Para que la energía sea aprovechable ha de existir un desequilibrio termodinámico para que fluya de una parte a otra produciendo trabajo en el proceso. Cuando realizamos una búsqueda, se asume que no toda la información es igualmente relevante, y que existirá una de ella que producirá conocimiento cuando fluya al receptor que la necesite. Igualmente, el receptor ha de ignorar la información que contiene, ya que si ya la conoce no le será de utilidad. Estas situaciones en las que hay grandes desequilibrios implican una baja entropía y por lo tanto, mayor probabilidad de encontrar información que produzca conocimiento. De que exista un flujo de información.

Si por el contrario la mayor parte de la información posee la misma relevancia, es decir, la misma capacidad de producir conocimiento, esto ha de significar que casi todo lo que se encuentre tendrá escaso valor. Esto es lo que ocurre con aquellas palabras de un texto que no aportan información, como por ejemplo los artículos o las conjunciones. Cuanto más ruido exista de este tipo, mayor entropía y menor conocimiento serán capaces de producir. En los sistemas termodinámicos la alta entropía implica que se está en equilibrio. Que está inerte.

La variedad será entonces una indicación de baja entropía. La uniformidad es la muerte del conocimiento.

Enlaces relacionados
  • Marcos Ros Martín. Los flujos de información ni se crean ni se destruyen, solo se trasforman. Blog El periodista enredado. Enlace aquí. [publicado 30/julio/2009]
  • Stefan Nikolaev. Siete buscadores semánticos que quizá te hagan olvidar Google. Periodista digital. Enlace aquí [publicado 03/05/2010]
  • Antonio Ortíz. Qué es el cloud computing. Blog Error 500. Enlace aquí. [publicado 17/12/2008]

viernes, 6 de abril de 2012

Información y conocimiento

viernes, 6 de abril de 2012
Vivimos en la era de la información. Nunca, en ningún otro momento de la Historia se ha disfrutado de semejante capacidad para almacenar, clasificar y transmitir información. Sin embargo, la capacidad del ser humano no ha variado. Esto provoca que, paradójicamente, la sociedad se encuentre más perdida y más mal informada que en otras épocas en las que las limitaciones tecnológicas actuaban como filtro y, de esta forma, sólo aquella información valiosa y contrastada era publicada.

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Fuente: elaboración propia
Hasta ahora, las dificultades consistían en la búsqueda de sistemas de almacenaje, clasificación, transmisión y  recuperación de la información. Con la informática, el almacenaje y transmisión de la información quedaban satisfactoriamente resueltos, pero al aumentar la cantidad de información y los medios de transmisión, los sistemas de clasificación y recuperación quedaban obsoletos. Es decir, el avance tecnológico que implica una mayor capacidad para almacenar y transmitir información, provoca que esta sea menos accesible al quedarse los sistemas que permiten al ser humano recuperarla de forma precisa y exhaustiva, inútiles.

Pero la información es tan sólo lo que los sistemas informáticos manejan bien. Es para lo que están hechos. Lo que no saben manejar ya que de momento no «comprenden», es el conocimiento. El Saber Humano ha sido almacenado (y clasificado y transmitido) a lo largo de la Historia de diversas maneras, pero ha sido siempre el ser humano el que finalmente ha «capitalizado» toda esa información en forma de conocimiento útil para el mismo. Toda la información del universo no sirve para nada sino es capaz de generar un conocimiento útil en un receptor adecuado. Los datos son la materia bruta de la información, y la información lo es a su vez del conocimiento.

Los datos en forma de unos y ceros son indistinguibles para un computador que los almacena y transmite indiscriminadamente. Si le aplicamos un protocolo podremos organizar dichos datos en forma de información coherente. Pero es sólo el ser humano el que es capaz de convertir esa información en conocimiento.

Y para lograr esto es necesario que le llegue de una forma ordenada e inteligible. Que sea precisa, exhaustiva y relevante, arreglo a unos deseos de conocimiento específico, entre todo el creciente ruido en las Redes.

jueves, 5 de abril de 2012

Cambios en el blog

jueves, 5 de abril de 2012
Desde ayer, el blog pasó a llamarse Información y realidad. El resto de direcciones, canales de suscripción y demás, se mantienen como estaban. 

El cambio de nombre responde a una actualización de la temática del blog, en la que se van a incluir aspectos de teoría de la información, de gestión documental, y otros aspectos relacionados con las nuevas tecnologías y el acceso a la información. Además de los anteriores, aunque estos en menor medida.

Espero que sea de su agrado.

sábado, 4 de febrero de 2012

La misma guerra de siempre

sábado, 4 de febrero de 2012
¿Tienen dueño las ideas? Esta sencilla pregunta, esconde un debate seguramente mucho más profundo de lo que parece a simple vista. Actualmente, en la era de la información, de la comunicación, y del intercambio de ideas en forma de etéreos flujos de bits a través de la nube, auténtica metáfora del reino platónico de las ideas, adquiere una importancia como seguramente en la Historia no ha tenido nunca.

Tener una idea se asocia con una bombillita que surge de repente sobre tu cabeza. Pero poseer una como si se pudiera guardar en un cajón, se me antoja extraño y distinto. Que ahora se hable de la propiedad intelectual, y se realicen acciones judiciales y policiales como si de robos de banco se tratase, me hace sentir como si me hubiera perdido algo. No observo que se hable de propiedades intelectuales, sino de propiedades materiales. O del fruto material del comercio con ellas.

¿Cómo se ha llegado a esto? Imagino que en la antiguedad las ideas no significaban nada si no se ponían en práctica. El comercio con «ideas», apenas se ha realizado o ha supuesto importancia alguna en la Historia. Siempre se ha comerciado con el producto de dichas ideas.

Con la escritura fue posible plasmar esas ideas en un medio físico. Pero dados los medios de producción y comunicación que han existitdo hasta hace muy poco, no tenía sentido el comercio con estos medios. Las ideas se almacenaban en pergaminos, esculturas, pinturas, etc, en grandes bibiliotecas y museos, a las cuales la gente acudía para consultarlas o disfrutar de su contemplación.

¿Qué ganaban los autores? Reconocimiento, prestigio, privilegios, aquello que tenía valor en aquel entonces. El autor era el personaje principal en esta historia. Alguien que tenía «buenas ideas», como para que se las copiaran a mano, tenía «autoridad». Era alguien importante, envidiado, relevante, escuchado. Los grandes filósofos competían entre sí para ver quien describía mejor la realidad. Muchos hubieran deseado ser uno de ellos.

Con la llegada de la imprenta muchos siglos después de la escritura, esta situación cambió ligeramente. Sin embargo, se utilizó para difundir libros clásicos (cultura greco-romana), eclesiasticos o religiosos (La Biblia) o por encargos de las «autoridades» políticas. La estructura social y política, así como la poca o nula alfabetización de la gran mayoría de la población, ocasionaron que no existiera un comercio literario o cultural auténtico hasta mucho después. Todo giraba alrededor de las necesidades de las jerarquía gobernantes, siendo sus necesidades las que definían el panorama de «intercambio cultural» de la época.

Ni las mejoras tecnológicas posteriores pudieron cambiar la situación. No fue hasta después de las revoluciones políticas de la era contemporánea, cuando la difusión de la cultura ya no dependia tanto de las decisiones de unos pocos. Sin embargo, los medios de comunicación continuaban estando controlados por el poder. La información era proporcionada y filtrada desde arriba en la jerarquía política. La alfabetización comenzaba a aumentar significativamente, pero el intercambio cultural contínuaba siendo muy escaso debido a que no existían medios al alcance del pueblo llano para ello. Por primera vez en la Historia, la sociedad tiene actualmente la capacidad tecnológica, las herramientas, la alfabetización y los conocimientos necesarios para tener sus propios canales de comunicación. Y, ¿es ahora cuando surge la necesidad de definir legalmente la «propiedad intelectual» o los «derechos de los autores»?.

El problema es que estamos inmersos en la crisis de un modelo económico basado en el consumismo sistemático, gestado desde pasada la 2ª Guerra Mundial. Guerra que, como muchas otras, sirvio de pretexto para salvar algunas economías. Las editoriales y los canales de distribución que han fomentado dicho modelo (entre otros) y que se han enriquecido con el, contemplan de pronto como una gran parte de la sociedad, así como los autores que pueden distribuir sus obras por otros canales, no les necesita. Sus modelos de negocio ineficientes, orientados a maximizar el beneficio no a través de la satisfacción del usuario, sino de su explotación, se ven amenazados. Nunca supusieron un valor para el consumidor, simplemente, no había otra opción.

Claro que es necesario un debate sobre hasta qué punto un autor ha de tener alguna retribución por las ganacias que otros logran gracias a comerciar con sus obras intelectuales. Pero también hay que tener en cuenta en la discusión, el beneficio que supone para el autor la difusiòn de su obra, que le puede ser útil para lograr reconocimiento en otros ámbitos. Por otro lado, el sostenimiento de servidores para alojar todo tipo de material, tiene un coste, y tiene sentido cobrar algo por ello. Pero la cuestión es buscar cabezas de turco para volver a controlar los canales de distribución. Quitarse de en medio a nuevos agentes que crean competencia indeseada.

En definitiva, es una guerra (la World War Web, como algunos la definen) por la defensa del «status quo». La guerra de unas minorías poderosas que han monopolizado los recursos, contra las mayorías  que buscan alternativas.

Una guerra nueva, pero por lo mismo de siempre