Cuando una empresa rompe con los «estándares» es normal que se susciten ciertas críticas al enfrentarse al status quo logrado por otras compañías que han apostado fuerte por dichos modelos. Por otro lado, muchas empresas intentan aprovecharse de su posición para imponer sus decisiones de diseño sobre otras soluciones más arraigadas. Aunque estas maniobras son apuestas muy arriesgadas, puede reportar grandes beneficios al monopolizar el mercado, en caso de salir bien. Como ejemplo de fracaso, Sony se equivocó cuando decidió no dar soporte al formato MP3 en sus «revolucionarios» MiniDisc, con un formato propietario de compresión llamado Atrac.
Apple por el contrario, constituye todo un paradigma exitoso de esta práctica, demostrándo una confianza excepcional y una fe ciega en el éxito comercial de sus productos a pesar de las grandes limitaciones que en algunos casos adolecen. La empresa de la manzana viene comercializando desde hace varios años en sus dispositivos portátiles (la principal brecha junto con «La Nube» para desbancar a Windows y sus PC's de escritorio) unos sistemas cerrados en los que resulta «imposible» instalar nada que no haya pasado por el consentimiento y caja de los propietarios. La justificación de esta práctica suele ser que esto es por el bien del usuario, al asegurar unos mínimos de fiabilidad y estabilidad del producto final, no permitiendo que programas de terceros no aprobados estropeen la «imagen de perfección y pulcritud» que el fallecido Steve Jobs parecía desear proporcionar a los productos de la compañía que fundó junto con Stephen Wozniak.
Apple por el contrario, constituye todo un paradigma exitoso de esta práctica, demostrándo una confianza excepcional y una fe ciega en el éxito comercial de sus productos a pesar de las grandes limitaciones que en algunos casos adolecen. La empresa de la manzana viene comercializando desde hace varios años en sus dispositivos portátiles (la principal brecha junto con «La Nube» para desbancar a Windows y sus PC's de escritorio) unos sistemas cerrados en los que resulta «imposible» instalar nada que no haya pasado por el consentimiento y caja de los propietarios. La justificación de esta práctica suele ser que esto es por el bien del usuario, al asegurar unos mínimos de fiabilidad y estabilidad del producto final, no permitiendo que programas de terceros no aprobados estropeen la «imagen de perfección y pulcritud» que el fallecido Steve Jobs parecía desear proporcionar a los productos de la compañía que fundó junto con Stephen Wozniak.
Uno de estos programas que ha sido eliminado del universo Mac fue nada más y nada menos que el plugin para reproducir archivos Flash en los navegadores. La compañía Adobe, propietaria de este formato, había logrado prácticamente convertir a la tecnología Flash en un estándar, salvo en que requería demasiados recursos. No obstante, muchos sitios de Internet utilizan (todavía) este formato para sus presentaciones, vídeos, juegos, y animaciones de bienvenida en sus páginas de inicio.
Como respuesta a esta situación, antes de que el nuevo estándar HTML5 se presentara como una alternativa evidente, Adobe protestó lógicamente a este acto de «discriminación». Digo lógicamente ya que tratándose de dos empresas en un entorno altamente competitivo, estaba obligada al igual que la gran mayoría a defender su producto, fuera bueno o no, fuera mejor o no.
El problema de esta situación es su gran similitud con la política: dos grandes partidos mayoritarios que se tiran constantemente los trastos a la cabeza, con unos objetivos que consisten en sacar el mayor rédito electoral antes que el de satisfacer las necesidades políticas de sus representados. En este caso, dos grandes empresas compiten por defender sus productos, enfocados casi exclusivamente en su éxito comercial, quedando relegado a un plano completamente anecdótico las necesidades, gustos y preferencias de los usuarios.
Hace poco tiempo Adobe admitió que desistía en mejorar su producto para dispositivos móviles, para dedicarse al HTML5, y más recientemente Android anuncia que retira de su "Market" en-línea la aplicación para reproducir Flash. De nuevo, algunos medios vuelven a mirar el dedo cuando se señala a La Luna y afirman que «Jobs tenía razón».
Si bien es cierto que desde un punto de vista puramente técnico Flash adolecía de graves puntos débiles y que la defensa de su producto respondía simplemente a autoprotección, también es cierto que la alternativa a este formato no estaba preparada. Además, parece que el mercado se olvida de otro factor que si bien no pertenece al ámbito tecnológico es igual o más importante: el usuario.
«JailBroken iPhone» |
Una cosa es no dar soporte como va a hacer Android, y otra muy distinta es lo de Apple, al imposibilitar o dificultar enormemente que un usuario instale la aplicación, aunque asuma riesgos, y opte por ejecutar animaciones Flash a pesar de los recursos que vaya a suponerle en cuanto a batería, memoria, estabilidad, seguridad o los que sean, siempre y cuando sea conocedor de ello. Al fin y al cabo se trata de más ni menos que la libertad de elección del usuario.
Por algún motivo, Apple tiene algún problema con este tema, y por ello, a pesar de que sus clientes gastan bastantes «recursos monetarios» en comprar sus productos, estos se encuentran con que no pueden hacer con ellos lo que deseean. Sus motivos tendrán y sus cosas desearan. Mientras tanto, la cuota de mercado baja un día tras otro frente a productos con el sistema operativo Android, sin que parezca que entiendan el «mensaje» que los usuarios les envían.