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lunes, 11 de noviembre de 2024

Fuera del Coliseo: la Roma olvidada y los orígenes de la democracia

lunes, 11 de noviembre de 2024


La antigua Roma es una civilización que ha fascinado a la humanidad durante siglos. Su legado se encuentra presente en numerosos aspectos de nuestra vida cotidiana, desde el derecho y la política hasta el arte y la arquitectura. Sin embargo, la imagen que se tiene de esta antigua civilización a menudo está sesgada y simplificada ¿Qué le viene a la mente al lector cuando oye su nombre? Es muy probable que sean gestas imperiales, fastuosas y desinhibidas fiestas o expansionismo militar. Esta visión parcial, limitada a la Roma decadente que llegó a nuestros días y que olvida los logros que se alcanzaron en su creación, impide una comprensión completa de su compleja y rica cultura que podría ser útil para entender los desafíos a los que la sociedad se enfrenta actualmente. Al explorar más allá de los estereotipos, se descubre que la influencia de Roma es mucho más que grandes ejércitos y gestas imperiales, y que su legado sigue siendo relevante para nuestra sociedad actual en ámbitos como los siguientes:

  • Derecho y Justicia: código legal, igualdad, derecho consuetudinario o jurisprudencia.
  • Política y Gobierno: república, Senado, cónsules, leyes, democracia (representativa).
  • Arquitectura y Urbanismo: arcos, columnas, acueductos, ciudades, ingeniería civil.
  • Religión y Mitología: politeísmo romano, cristianismo (posterior).
  • Literatura y Retórica: poesía, oratoria, sátira, historia.
  • Idioma: latín, lenguas romances, gramática, vocabulario, escritura.
  • Calendario: meses, años, agricultura, festividades.
  • Educación: retórica, filosofía, historia, escuelas, maestros.
  • Ingeniería y Tecnología: construcciones, materiales, innovación, caminos, puentes.
  • Valores y Conceptos: ciudadanía, participación, virtud, honor, destino, ley y orden, difusión cultural, pluralismo, integración.

Comprender la complejidad de la antigua Roma nos permite reflexionar sobre los desafíos que enfrentamos en nuestra sociedad actual, como el equilibrio entre el poder individual y el bien común o el papel del ciudadano en su gobierno. Probablemente, el lector desconozca que el concepto de «república» tiene su origen en la Roma antigua y significa «cosa del pueblo». Hablar de Roma en el mundo actual dominado por streamers cuyo principal contenido es cómo se hacen unos huevos fritos o cómo se han superado cierto nivel de algún juego popular en un momento determinado, donde los trending topics están copados por anécdotas de políticos o personajes populares, como futbolistas o cantantes pop, no suele llevar a ninguna parte ya que en el mejor de los casos, tanto público como los mencionados generadores de contenido, poseen la visión sesgada y limitada que nos ha llegado hasta nuestros días. A modo de demostración puede señalarse la de los magnates de algunas de dichas redes sociales como Facebook (Instagram) o X (Twitter), personajes que se supone que están en lo más alto de lo que se entiende como meritocracia en un Occidente dominado por el interés económico. 

Hace un año comenzaron a aparecer en cierta red social de vídeos[1] cortos una serie de publicaciones sobre la Roma antigua. Por lo visto, el descubrimiento de aquella época y de su cultura causó una conmoción mediática[2]. Es cierto que como tantas otras modas pasajeras fue sustituida al poco, pero se evidenció que mientras un sector de la población vive alegre ignorante de las circunstancias que han moldeado el mundo a su alrededor y hacia donde les encaminan, existe otro sector no poco influyente y poderoso que, sin embargo, en lugar de proponer corregir los errores que llevaron a que aquel antiguo imperio se extinguiera por su propia inoperancia, sus declaraciones hacen sospechar que desean revivirlos. Aunque Mark Zuckerberg y Elon Musk no son comparables en el tipo de actividades que realizan y sus consecuencias, y no todos los problemas actuales son responsabilidad de ellos, sí que monopolizan cierto grado de atención mediática, a través de la cual han compartido con otros artistas e influencers una visión maniquea y estereotipada de la antigua cultura romana ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué es lo que recuerdan estas personas? Son varios los investigadores que han estudiado cómo «las sociedades “postclásicas [...] han imaginado, recreado y reinventado la Antigüedad»[3], siendo la historiadora Mary Beard la que más ha documentado sobre este asunto alineándolo junto a ciertas reivindicaciones feministas:

  • Idealización del pasado[4]: se trivializan los aspectos más oscuros del Imperio, como la esclavitud, la violencia y las desigualdades sociales.
  • Búsqueda de identidad: la estabilidad del recuerdo de la antigua Roma permite la construcción de una identidad occidental cada vez más difusa y falta de referentes.
  • Refugio en un pasado glorioso[5]: en momentos de crisis, la nostalgia por un pasado percibido como más simple y poderoso puede ser una forma de escapar de la realidad. 
  • Reivindicación de una masculinidad tradicional[6]: la vinculación de Roma con el poder, la fuerza y la conquista la convierte en un referente atractivo para aquellos que buscan reafirmar una masculinidad que hoy en día resulta rancia y anacrónica. 

Aunque todo esto pueda parecer anecdótico, no lo es tanto si se analiza el origen y consecuencias de esta visión incompleta de una cultura que ha llegado hasta nuestros días, reproduciendo inconscientemente comportamientos equivalentes a los imperialistas[7] en nuestro contexto actual. Esta nostalgia de la Roma que muestran películas como Gladiator (Ridley Scott, 2000)[8], con un marcado carácter imperialista en unos parámetros de grandiosidad[9], fuerza, orden y expansionismo, junto a los continuos intentos de replicarla una y otra vez, desde Alejandro Magno, Carlomagno, la Evangelización en América, el Sacro Imperio Romano Germánico, la estética y su idealización durante el nazismo en Alemania y sus aliados en Italia y España, los Zares en la Rusia imperial, hasta el Capitolio en los EE.UU., provocan hacernos la pregunta:

¿Hasta qué punto cayó el Imperio Romano?

Roma alcanzó su máxima expansión con el imperio tras varios siglos de aplicar los conocimientos que definirían una parte singular de la cultura occidental: las asambleas de Mesopotamia y Atenas, los cónsules, el Senado y el Consejo de la Republica, hasta que con el paso al imperio, quedarse finalmente en un único emperador y el Senado. Durante la época imperial, las amenazas políticas externas sucumbieron ante el poder militar de Roma y las amenazas internas lograban ser acalladas tras la mano de hierro del poder político. Sin embargo, la asignatura de la que nadie quiere hablar fue precisamente la que nadie quería ver: su insostenibilidad económica, social y política. En los puntos siguientes se van a destacar algunos aspectos que no son fruto de algún nuevo descubrimiento histórico, sino de un análisis distinto, no sujeto a los intereses políticos o subjetivos que se han encargado de construir el relato histórico que Occidente conoce. Aunque los puntos enumerados a continuación merecerían un análisis más detallado, se considera que por motivos de espacio y para hacerlo más asequible, será suficiente con un título y una breve descripción, dejando al lector que los compruebe por sí mismo, ya que como se ha indicado, no hay nada nuevo salvo el enfoque y el deseo de objetividad:

  1. La pérdida de la República y sus valores de libertad, igualdad y participación ciudadanalas crisis sociales, políticas, económicas y militares, acabaron con ciertas estructuras políticas monopolizado todo el poder de Roma en un único emperador y eliminando la posibilidad de participación ciudadana[10]. Si bien en el corto plazo logró «salvar los muebles», esta acción es el «génesis» de la mayoría de males que hasta nuestros días están aquejando a Occidente, alejándose del ideal democrático que se inició en la democracia ateniense, que la república representativa de Roma aplicó a una escala de población mayor. Este «fracaso» de la democracia a ojos de la sociedad es un «fantasma» que lleva paseando su espectral figura desde entonces, apareciendo en los momentos que como ahora, los responsables no son capaces de resolver los problemas para los cuales se supone ocupan sus puestos públicos.
  2. El fin del expansionismo: como consecuencia de posponer los problemas reales de gestión de los recursos, materiales y humanos, y ante el aumento de la corrupción y la desigualdad, la sociedad romana dejó de tener implicación en los problemas de un imperio dependiente de mercenarios y militares profesionales. Como consecuencia, Roma comenzó a sucumbir ante las presiones  militares de los pueblos fronterizos, viendo como su principal método para resolver sus problemas de ineficacia interna, que era la anexión de territorios y su  extracción de recursos, dejó de funcionar.
  3. La pérdida de legitimidad: la sociedad romana comenzó a encontrarse en una situación difícil. Por un lado, la vuelta al activismo político y la convocatoria de la huelga que fue el origen de la participación ciudadana y la creación del Consejo de la Plebe, no surgió de nuevo. Aquel activismo democrático había desaparecido de la cultura romana. Sin embargo, la corrupción, la desigualdad y el endeudamiento de la sociedad iban en aumento. Los políticos eran una clase privilegiada que, sin embargo, no servía para su propósito. La sociedad tenía que «buscarse la vida» al mismo tiempo que se encogía de hombros ante la existencia de esta clase social inoperante.
  4. El clavo ardiendo del Cristianismo: ante el creciente endeudamiento de una sociedad que no sabía cómo salir de su decadencia y con un poder político cada vez menos legitimado, surgió un movimiento populista cuyo lema principal fue «perdona a tus deudores». La adopción de una fe cristiana cada vez más popular fue probablemente lo que permitió a los emperadores romanos y sus instituciones continuar ejerciendo de líderes sociales y conservar su estatus en un territorio unificado ahora por una creencia común[11]. Sin embargo, el empobrecimiento social continuó su avance de manera paulatina, por lo que las instituciones romanas, inoperantes pero a pesar de todo, oficialmente activas, fueron sustituidas por otros líderes locales cuya importancia iría en aumento, a pesar de seguir dependiendo de Roma.
  5. La sociedad feudal: la antigua culta, organizada y prospera sociedad romana, se convirtió sin que nadie quisiese advertirlo —ya que implicaría aceptar el fracaso del único orden establecido que habían conocido durante siglos— en masas de plebeyos ignorantes y analfabetos que buscaban el orden y protección local que habían desaparecido, a pesar de que en Roma continuaba existiendo un líder del que dependían las uniones políticas y la aprobación de proyectos: el Papa. Los líderes locales sustituyeron a las antiguas estructuras de orden cívico romanas, cuyo único legado fue el uso de la religión como justificación política a través de los obispos, proporcionando la única posibilidad de seguridad en un mundo a merced de piratas y saqueadores. Dicha sustitución implicaba continuar dependiendo de la centralidad de Roma, aunque se tuviera autonomía en los asuntos locales. De aquí surgió la sociedad laica, diferenciada de la eclesiástica que continuaba gobernando desde Roma[12].
  6. La Doctrina del descubrimiento[13]: analizado con la objetividad que proporciona la distancia temporal y política, resulta sorprendente que la Europa resultante del desmantelamiento político de Roma, en lugar de revisar los acontecimientos y establecer un curso de acción diferente, continuara haciendo esencialmente lo mismo: la necesidad de recursos externos llevó a comerciantes y exploradores de las penínsulas Itálica e Ibérica a aventurarse a remotos confines de la lejana Asia, fuera por tierra o por mar. La noticia de que existían tierras vírgenes sin explorar y habitadas por «infieles», acabó por convertir en objetivo «político» la asimilación de esas «nuevas» tierras con la excusa de la evangelización, pero en definitiva, se trataba de lo mismo que se estaba haciendo desde que aquellos jinetes de Cáucaso invadieran Europa a caballo[14].
  7. La Roma cultural: la prueba de qué clase de Roma seguía presente en las mentes y corazones de los habitantes europeos, podría situarse en el hecho de que cuando por fin las antiguas tribus bárbaras que bordeaban los límites del imperio pueden sorprendidas, acceder a los nuevos territorios feudales, lo hacen adoptando sus mismas señas, filosofía y legitimidad, asumiendo la autoridad papal de Roma, sin que mediase batalla ni imposición alguna. Al contrario, eran ellos mismos los que ansiaban ocupar el lugar de los antiguos dirigentes romanos, convirtiéndose en continuadores de su legado y de la cultura que definió al imperio.

La Roma actual

Es desde esta tesitura cuando se puede entender cuál es la Roma que ha llegado hasta nuestros días, anhelada por los zares, cancilleres y caudillos varios, llegando incluso a inspirar al sistema presidencial de EE.UU., influyendo en la definición del concepto de Destino Manifiesto que ha caracterizado a la cultura del país norteamericano[15]. La Roma de la democracia representativa es olvidada como un fracaso, solo recuperada en parte tras la Revolución Francesa, para volver de nuevo al terror imperialista. Todo parece indicar que aunque se hable de «democracia», parece una mera excusa o «justificación» para en la práctica, implementar en el propio territorio[16] un imperialismo grabado en una parte significativa del acervo cultural occidental, el cual, debido a ignorar su presencia y no ser conscientes del problema que supone las dinámicas cortoplacistas para mantener el estatus sobre otra valoración, acaba definiendo los mismos estilos de autoridad, liderazgo y organización, que incluso los países más meritocráticos han acabado sucumbiendo en el plano económico, perpetuando la tendencia expansionista y colonialista que ha caracterizado a Occidente y que le está llevando a perder su hegemonía[17] y poner en riesgo los escasos (pero fundamentales) logros alcanzados en cuanto a derechos individuales políticos. Con una creciente merma en la confianza en unas instituciones que eran el máximo logro de la Ilustración, la última era de esplendor de la cultura occidental, que no se basaba en la dominación ni en la supremacía, sino en la tolerancia y el conocimiento científico, claramente en retroceso hoy en día ¿Qué consecuencias tiene este sesgo? ¿Qué se ha olvidado de Roma que podría ser útil a la sociedad para enfrentarse a los desafíos de hoy en día?

La Roma olvidada

A lo largo de este artículo se ha explorado cómo la percepción idealizada de la Roma antigua ha influido en la comprensión de la historia en la sociedad actual. La nostalgia por un pasado glorioso y la búsqueda de una identidad sólida han llevado a una idealización de la Roma imperial, dejando a un lado tanto sus aspectos más oscuros como determinados logros importantes que poco tenían que ver con el imperio que todos recuerdan. Esta visión distorsionada ha tenido consecuencias significativas, desde la justificación de acciones imperialistas hasta la legitimación de prácticas autoritarias, pasando por un nihilismo que influye en la manera en cómo la sociedad se relaciona con las instituciones democráticas y sus representantes, entorpeciendo y añadiendo ruido a la necesaria resolución de los desafíos que desde las décadas recientes se enfrenta el mundo occidental. Roma, en sus momentos más singulares alcanzados en la fase más madura y sólida de la república, logró transcender de la dependencia de la acumulación en las sociedades estratificadas y jerarquizadas habituales desde el Neolítico, al equilibrar adecuadamente la participación de sus ciudadanos con el necesario orden cívico. El imperio en el que se convirtió después logró su magnificencia no por sus conquistas y anexiones, sino gracias al legado surgido de aquella república participativa y democrática, que convendría revisitar para ser conscientes de lo que supuso, y para remediar los errores que llevaron a su desaparición.

La república romana: la primera democracia representativa

Surgida en un contexto marcado por constantes luchas y tensiones, la República romana, contra todo pronóstico, desarrolló un sistema político representativo inspirado en las experiencias de participación ciudadana en algunas ciudades-estado griegas. Al instaurar un sistema de pesos y contrapesos entre los cónsules y crear órganos representativos como el Senado y el Consejo de la plebe, los romanos lograron un equilibrio de poder que evitó la concentración excesiva de autoridad. Este sistema, aunque desde nuestra perspectiva actual estaba limitado por las desigualdades sociales propias de su época, sentó las bases para el desarrollo de futuras repúblicas. A través de los siglos, el estudio del sistema iniciado por Roma continúa ofreciendo valiosas lecciones sobre la importancia de la representación, la división de poderes y el control de los abusos de autoridad, principios que siguen siendo fundamentales en nuestras democracias modernas. 

Un recuerdo más adecuado de Roma nos acercaría a la época más madura de la república, cuyo modelo de participación ciudadana logrado gracias al esfuerzo conjunto de la plebe, contrasta marcadamente con nuestras democracias contemporáneas. En la Roma republicana, la política era un asunto que concernía a todos los ciudadanos, independientemente de su origen social. Esta inclusión era un elemento fundamental para garantizar la estabilidad y la legitimidad del sistema político. La política no era un espectáculo reservado a unos pocos, sino una actividad en la que los ciudadanos participaban de manera directa y constante. A través de las asambleas locales, como los comicios, los romanos elegían a sus representantes y debatían sobre los asuntos públicos. El Concilium Plebis, la asamblea exclusiva de la plebe[18], era un espacio fundamental donde se tomaban decisiones que afectaban directamente a la vida de los ciudadanos. Esta participación activa y constante en la vida política creaba un vínculo estrecho entre los gobernantes y los gobernados, asegurando que las decisiones políticas reflejaran las necesidades y aspiraciones de la comunidad. Hoy en día, a pesar de los avances tecnológicos que facilitan la comunicación y la organización, la participación ciudadana parece haberse debilitado. Los debates polarizados y la creciente distancia entre los ciudadanos y sus representantes han eclipsado el espíritu participativo que caracterizó a la Roma republicana que ha provocado la pérdida o decadencia de algunos valores que entonces eran habituales:

  1. El sistema de pesos y contrapesos: separación de poderes entre el Senado, los cónsules y los tribunos de la plebe evitaba la concentración excesiva de poder en una sola persona o institución.
  2. La importancia del derecho: una de las mayores contribuciones de esta civilización a la humanidad. Un sistema legal complejo y sofisticado, basado en principios como la igualdad ante la ley y la justicia.
  3. La educación cívica: formaban a los ciudadanos para participar activamente en la vida política.
  4. El valor de la comunidad: los ciudadanos se identificaban con su ciudad y estaban dispuestos a sacrificarse por el bien común.
  5. La importancia del debate y el diálogo: se valoraba el debate y el diálogo como herramientas fundamentales para resolver los conflictos entre opiniones diferentes.

Un patriarcado anacrónico

Tal y como apunta la historiadora Mary Beard, uno de los factores que provocan ese recuerdo sesgado de la Roma imperial es la idealización de un patriarcado que parece aliviar la crisis de masculinidad que algunos sectores de la población podrían padecer, debido a la necesaria evolución de los roles de género clásicos. El problema es que el debate polarizado actual no logra proporcionar una respuesta adecuada a dicha crisis, lo que provoca que se intente buscar en otros lugares, como idealizaciones del pasado. Pero esta medida «de emergencia» empeora todavía más la confusión, añadiendo ruido al intento de aprender de la historia que nos ha llevado hasta nuestros días, para entender el presente. En efecto, Roma tenía una estructura patriarcal[19], pero dicho modelo social no debería definirse siguiendo parámetros actuales, sino entendiéndose dentro de su contexto histórico y social: la necesidad tanto de la defensa del territorio como de aumentarlo en la época expansionista imperial, hacía que fuera necesaria la actividad militar. Dada la coyuntura en cuanto a avances médicos y por la propia idiosincrasia biológica, que la mujer fuera «relegada» a tareas domésticas siendo el hombre el responsable de jugarse la vida en combates cuerpo a cuerpo, visto de esta manera, es difícil observar una verdadera discriminación por motivos de sexo sino a una cuestión meramente práctica. Por otro lado, una prueba de que a pesar del carácter patriarcal de la roma antigua y que la mujer estaba supeditada al hombre en muchos aspectos, también es cierto que en cuanto existía la oportunidad, es decir, cuando una mujer quedaba libre de su condición de dar hijos al imperio, apenas existían trabas para que esta pudiera disponer de herencia, gestionar sus propiedades o negocios, incluso dedicarse a profesiones «liberales» como médico o abogada. Algunos de estos aspectos que podrían ayudar a matizar la visión sobre el papel de la mujer en Roma serían:
  1. Patrimonio y herencia[20]: en algunos casos podían heredar bienes y propiedades, especialmente si no tenían hermanos varones, lo que les permitía cierta independencia económica y mayor margen de maniobra.
  2. Profesiones liberales[21]: si bien era menos común, podían dedicarse a profesiones liberales como la medicina, la enseñanza o la abogacía.
  3. Negocios y comercio[22]: algunas de las pertenecientes a familias adineradas se involucraban en actividades comerciales y financieras: administraban propiedades, realizaban préstamos y participaban en transacciones comerciales.
  4. Influencia en la vida familiar[23]: a pesar de estar subordinadas legalmente, tenían una gran influencia social al ser responsables de la educación de los hijos, de la gestión del hogar e incluso de la administración de las propiedades familiares.
  5. Cultos religiosos[24]: participaban en ceremonias y rituales, y algunas incluso ocupaban posiciones de liderazgo en ciertas sectas religiosas.
En definitiva, el sistema social romano es recordado; tanto como para intentar recuperar una masculinidad idealizada y anacrónica surgida de esa visión sesgada del modelo social romano —que usa su patriarcado como justificación pero que ignora la coyuntura en la que surgió— como para victimizar a la mujer por parte de un feminismo igualmente hegemónico que consólida todavía más el error.

Conclusión

Una visión menos simplista de Roma y un tratamiento de su historia crítico y objetivo, permitiría apreciar tanto los avances que se lograron durante la República —como la separación de poderes y la participación ciudadana— como los errores cometidos durante la misma que la hicieron fracasar. Problemas que anticipaban la lucha de clases[25] que nunca se llegaron a solucionar, con las graves consecuencias en forma de violentas revoluciones que a lo largo de la historia se han sucedido, al ignorar las demandas y necesidades de los ciudadanos. A pesar de lo inspirador que puede resultar el recuerdo de cómo la sociedad romana se organizó para exigir algo tan simple como un órgano de representación que les permitiese participar y decidir en los asuntos que les incumbían, resulta impensable hoy en día a pesar de todos los avances en comunicación. Esta implicación y responsabilidad de la sociedad, este orgullo democrático, permitió a Roma vencer a monarquías e imperios que anhelaban y envidiaban su prosperidad social y económica. Una situación que choca con la actual, donde la fragmentación y polarización ideológica dificultan lograr una sociedad civil consciente de su importancia, dejándola a merced de intereses políticos y económicos alejados de ella. La República romana nos enseña que una sociedad fuerte y próspera es aquella en la que los ciudadanos se sienten involucrados, respondiendo con compromiso hacia el bien común y hacia unas instituciones que se hagan merecedoras de su confianza. La participación activa en la vida política no es solo un derecho, sino una responsabilidad. Pero para que esto sea posible es necesario volver a ser aquellos ciudadanos que construyeron la primera democracia representativa, la que a pesar de sus errores, alumbró la cultura más influyente que el mundo ha conocido ¿Será capaz la humanidad de tan siquiera, igualar aquel logro sin repetir sus errores?



[3] «Patricia González Gutiérrez, Casey Haughin-Scasny o Paloma Martín-Esperanza, entre otras» [https://culturacientifica.com/2023/10/27/
el-imperio-romano-en-el-que-se-supone-piensan-los-hombres/
]

[8] «películas tan influyentes como Gladiator, y series como Roma o Spartacus han popularizado una imagen de la antigua Roma totalmente estereotipada y reduccionista» —Óscar Aguado-Cantabrana [https://www.elperiodico.com/es/the-conversation/20231003/
imperio-romano-supone-piensan-hombres-92857168
]   

[9] «Roma es la luz», afirma el protagonista de Gladiator en conversación con el emperador estoico Marco Aurelio, quien con la sabiduría del poder, le advierte de la corrupción que carcome a un Imperio muy alejado ya de la idea original republicana. La película sumerge al espectador en un laberinto moral al aceptar los defectos del Imperio, pareciendo legitimar cierta visión «civilizadora» de Roma, dejando en manos del individuo la responsabilidad de luchar contra la injusticia. [https://www.youtube.com/watch?v=1joZZtrOfOc]

[10] El proceso de transición de la República Romana al Imperio fue un periodo largo y complejo, marcado por la creciente desigualdad social, las guerras civiles y el fortalecimiento del ejército. El asesinato de los hermanos Graco en el siglo II a.C., en un intento por llevar a cabo una reforma agraria para reducir las crecientes desigualdades entre patricios y plebeyos, fue un punto de inflexión que, junto a la posterior consolidación del poder militar para continuar la expansión territorial de Roma en su enfrentamiento con Cartago, lo que a la larga socavaría las instituciones republicanas. La figura de Julio César, que ascendió al poder gracias a su popularidad entre las tropas, ejemplifica la creciente influencia del ejército en la política romana y la tendencia a un régimen autocrático. Este proceso culminó con el establecimiento del Principado de Augusto en el año 27 a.C., marcando el inicio del Imperio Romano. Las consecuencias de la dinámica de esta transición fueron las que probablemente, llevarían a su caída siglos después, causando un impacto duradero en la historia de Occidente.

[11] «el cristianismo no disminuyó el poder del emperador romano (cristiano), sino que lo reforzó. Pero lo hizo con unas coordenadas religiosas completamente nuevas»  —Mary Beard [https://www.eldebate.com/cultura/libros/20231118/emperador-roma-imperio-como-legado-roma-mundo_154440.html] 

[12] «La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la diversidad y la unidad. La diversidad fue el nacimiento de las incipientes naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la distinción entre clérigos y laicos, de manera que se puede decir que... señaló el nacimiento de una sociedad laica» —Le Goff, Jacques (2007). La Edad Media explicada a los jóvenes. Barcelona: Paidos. ISBN 978-844-93-1988-4

[13] «las bulas de Nicolás V, Dum diversas (1452) y Romanus Pontifex (1455), y la de Alejandro VI (1493), Inter caetera, no son expresión de la fe católica, son escritos en un período histórico concreto y relacionados a cuestiones políticas, para solucionar la guerra y evitar conflictos entre España y Portugal y buscar ayuda de los reyes para la evangelización» [https://blog.cristianismeijusticia.net/2023/
05/02/la-doctrina-del-descubrimiento-nunca-fue-catolica
]  

[15] Esta doctrina influyó en la posterior definición de la doctrina Monroe, por la cual EE.UU. se acabaría creyendo en la «obligación» de responder a nivel mundial en cualquier lugar que supusiese una «amenaza» a sus intereses [https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_del_destino_manifiesto] [https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_Monroe].

[16] Al igual que antaño lo fue la «evangelización» o en el presente bulos como la presencia de «armas de destrucción masiva», para justificar acciones militares fuera de su propio ámbito político.

[18] «solemos olvidar, ya sea por desinterés o por desconocimiento a la república [romana] de tipo más abierto en la que la lucha entre los patricios y plebeyos tuvo sus frutos para las clases más bajas. Estas empezaron a ver cómo sus intereses empezaban a verse representados» [https://archivoshistoria.com/el-tribuno-de-la-plebe-y-su-evolucion-en-la-republica-romana/]

[19] Siguiendo la tendencia que se inició desde ciertas fases avanzadas del Neolítico, la división de trabajo por roles (https://www.forbes.com.mx/division-trabajo-sexos-empezo-europa-durante-neolitico/) y debido a la dependencia de, tanto de expansionismo territorial como también de su defensa, se necesitaban miembros de la sociedad que realizaran tareas de violencia intrapersonal, asignadas desde hacía siglos a los hombres (http://www.historiayarqueologia.com/2021/04/nuevas-evidencias-sugieren-la-division.html), suceso que se ha observado incluso en sociedades matriarcales (https://es.wikipedia.org/wiki/Islas_Trobriand). La diferencia es que en este caso el ámbito militar ocupó mayor protagonismo, lo que otorgó a dicho sexo la prioridad que caracteriza al patriarcado.

[20] «En la república de Roma había mujeres abogadas o médicas y escribían tratados, lo que no ocurrió hasta el S.XIX [la  mujer] tenía más derechos de los que ha ostentado en otras épocas [podía heredar o divorciarse simplemente repudiando al marido]» [https://www.lavanguardia.com/cultura/20231013/9296315/pensando-imperio-romano.amp.html]

[21] Ibid.

[23] Ibid.