El sentido común, aquel que se supone común al género humano, me decía que era necesario cierto concepto de igualdad para que la libertad de las personas fuera efectiva. Es decir, no hay libertad si no la podemos tener todos por igual. La democracia estaba muy relacionada con este concepto ya que si no hay igualdad de posibilidades para participar en el gobierno, no se le podía llamar gobierno del pueblo, sino de unos pocos u oligarquía. Todo iba bien navegando por entre estos conceptos. Todo parecía cuadrar de forma armónica. El problema surgió cuando conocí a otros que se hacían llamar también...
Las sorpresas del (neo)liberalismo
martes, 5 de julio de 2011