Los siglos de oro (hace aprox. 500 años)
Como es bien sabido, el matrimonio de los Reyes Católicos significó la unión política de los principales reinos de la península. Con la Conquista de Granada llevada a cabo por estos monarcas, finalizó la presencia musulmana en la misma (hecho que es escogido por la historiografía nacional-católica como una de sus principales señas de identidad nacionalista)
No obstante, esta unidad política tenía ciertos matices, ya que las Coronas de Castilla y Aragón mantenían de forma independiente sus propias estructuras, leyes y normas internas. El latín se había relegado al ámbito religioso, y se habían comenzado a utilizar las «
lenguas vulgares» para textos legales. Naturalmente, en un mundo en el que para ir al pueblo de al lado se tardaba un día entero, la evolución de estas transcurrió de forma bastante independiente al dejar de existir una referencia legal homogénea que sirviera de base, tal y cómo había sido el latín.
A grandes rasgos se puede decir que las diferencias lingüísticas fueron acentuándose con el paso del tiempo, hasta que llegó un momento en el que no pudo evitarse señalar las diferentes variantes lingüísticas de la península en función de su origen. Cervantes y otros autores mencionan las lenguas habladas en Portugal, Valencia, Cataluña, Castilla, Galicia, etc., además del vasco, que permanecía aislado durante todos estos siglos.
Un factor importante desde el punto de vista lingüístico, es que la estabilidad política conseguida tras varios siglos desde la caída de Roma, proporcionaron el desarrollo cultural y literario necesario que marcaría el inicio de la definición de los idiomas tal y como hoy los conocemos. El surgir de una literatura importante, el desarrollo de la imprenta, y la mejora de las comunicaciones (logísticamente hablando), haría que las lenguas que lograsen dicho estatus se expandieran y lograran reconocimiento fuera de las fronteras de la «nación» de origen. Este es el caso del
Siglo de Oro Valenciano, cuya literatura ha sido utilizada artificialmente siglos después por el nacionalismo catalán, como base para definir su estándar lingüístico. El descubrimiento de América y la expansión del castellano (la variante del latín con la que se denominaba la lengua de la Corona de Castilla) propició el conocido
Siglo de Oro Español, que estableció las bases de la literatura moderna
(1).
La unidad de La Corona (hace aprox. 300 años)
Con
Carlos I (y V de Alemania), el
Imperio Español disfrutó de la mayor gloria que cualquier otro imperio en la Historia haya conocido. Todo parecía ir relativamente bien
(2) hasta que surgió el problema de la sucesión de
Carlos II. Al no dejar descendencia, las diferencias entre los posibles aspirantes al trono y sus seguidores (y no ocurrírseles otra forma de dilucidar el problema) acabaron en una guerra civil en la que participaron en apoyo de los diferentes bandos, varios países del entorno europeo.
Antes de continuar, es necesario un pequeño paréntesis y volver a La Reconquista: los conflictos dinásticos o sucesorios que se sucedieron en la península en este periodo fueron en su mayoría de tipo diplomático, que acababan normalmente en forma de matrimonio(3). Además, los enfrentamientos militares entre señores feudales se llevaban a cabo con la participación de mercenarios a su servicio. El resultado en ambos casos consistía en la anexión o unificación política del territorio. En definitiva, se puede decir que por regla general, en la Reconquista los conflictos entre la nobleza no perjudicaban a la población, ya que el vencedor resultaba fortalecido y la estabilidad política mejorada, resultando beneficioso para sus intereses.
Sin embargo, en la Guerra de Sucesión Española se dieron varios factores que la diferenciarían de los anteriores enfrentamientos, y que es necesario analizar para comprender sus implicaciones posteriores:
Los motivos de la disputa fueron que la
dinastía Borbón, originaria de
Francia, pretendía de forma similar a aquel reino, unificar políticamente las dos coronas de Castilla y Aragón que mantenían sus diferencias internas, adoptando ambas el modelo de la Corona de Castilla. La estructura de la Corona de Aragón era de tipo
federal (favorable al
Archiduque Carlos de Austria), al contrario que la de Castilla que era centralista
(4). Esto significaba que con la dinastía Borbón, las «
naciones» inscritas en la Corona de Aragón perderían sus «
fueros». Dicho de otra forma, perderían soberanía o autonomía.
Una de las consecuencia de esta situación es que el pueblo tomó parte o sufrió las consecuencias de este conflicto, de una forma más acentuada que en ocasiones anteriores. El bando perdedor lo hizo en algo más de una guerra. Sus leyes y su autogobierno, fruto del desarrollo histórico de siglos, se perdieron en un conflicto armado en la que
los vencedores no poseyeron la legitimidad necesaria, tal y como debía ser percibida por los afectados. Por añadidura, algunas poblaciones sufrieron el castigo abusivo de
Felipe V, al someter bajo pasto de las llamas a poblaciones enteras, como el caso de
Játiva, solo por al apoyar al bando contrario.
Otra de las consecuencias de esta falta de legitimidad, es que al contrario que en la Reconquista, el pueblo no adoptó la lengua del poder político y continuó domésticamente (de forma similar al mozárabe) con sus lenguas locales propias. En definitiva, aunque la situación legal de un habitante de los territorios que apoyaron al bando perdedor no difería de la de cualquiera de otra parte, la perdida de capacidad para la autogestión era una falta que sólo podía comprender quien la había disfrutado.
Precisamente, en un intento por emular situaciones anteriores en la que el poder político marcaba las pautas lingüísticas, una de las nuevas normas que estableció el nuevo dirigente fue la unificación y oficialización idiomática. El problema es que lo que en aquel momento parecía una buena idea al elegir al castellano como base para la lengua oficial, posteriormente se ha convertido en una fuente continua de problemas. El español, nombre como internacionalmente se denominaba al castellano gracias a su expansión por el continente americano, reconocido y hablado en otras cortes europeas como símbolo de distinción, nunca fue aceptado completamente como lengua propia en los territorios que habían apoyado al bando perdedor, por los motivos mencionados. La creación de la R.A.E. y su intento de hacer de la Lengua Española una lengua franca para todas las regiones de España; así como del resto de países de habla hispana a través de sus respectivas academias; no ha llegado a convencer al suficiente número de gente.
La posibilidad de participar en los beneficios de la colonización de América, hasta ese momento no permitida para los habitantes de la Corona de Aragón, hizo que las oligarquías locales aceptaran la derrota y calmaran los ánimos de la población bajo su influencia, en los siglos venideros. La posterior perdida definitiva de las colonias a finales del S. XIX provocó que determinados intereses políticos de estas oligarquías removieran estos antiguos sucesos, con otras motivaciones e interpretaciones diferentes, de aquellos hechos históricos.
(1) El galaico-portugués, nombre con el que se denomina en la actualidad a la variante del latín que en su día se hablaba en lo que hoy en día es Galicia y Portugal, tuvo también su momento de esplendor gracias a Alfonso X «El Sabio», que además de impulsar la lengua castellana lo hizo también con lo que posteriormente se convertiría en dos lenguas diferenciadas debido a la desunión política, aunque algunos filólogos continúan considerando su unidad lingüística. (2) Carlos I se tuvo que enfrentar a dos rebeliones en Cataluña y Portugal, debido a discrepancias relativas a continuar sufragando sus campañas militares, gasto que cada vez era mayor y que a la postre dificultó el desarrollo interno español, al no destinar dichos recursos económicos a otro tipo de inversiones más productivas. (3) La mayoría de anexiones territoriales lo fueron por acuerdos matrimoniales que contaban con el visto bueno papal, imposibles de ocurrir con el entorno musulmán por motivos obvios. Debido a esto, la reconquista es entendida más como un conflicto religioso que por pretensiones territoriales, aunque finalmente la tendencia natural a expandirse y la dificultad para establecer otro tipo de negociaciones, provocasen que finalmente fuera la lucha armada la que decidiese la situación (4) En este sentido, este conflicto guarda un gran paralelismo con la Guerra Civil Norteamericana, excepto que en el caso norteamericano si que hubo pretensión de secesión (separación), situación que estaba contemplada en el acuerdo de confederación