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lunes, 9 de febrero de 2009

El Nuevo Orden Mundial

lunes, 9 de febrero de 2009
crisisDesde poco después de comenzar la crisis actual en la que el mundo occidental se encuentra, viene siendo habitual escuchar todo tipo de comentarios relacionados con este asunto. La mayoría de ellos catastrofistas y algunos, tal vez aprovechando la situación, pregonan que es el fin del capitalismo y que ya es hora de que El Estado tome el rumbo de las cosas. Que ya está bien. Parecen querer decir algunos.

Lo de asumir infalibilidad al Estado, es algo que por dogmático se parece más a una religión que otra cosa, aspecto sobre el que ya se ha hablado en algunos artículos anteriores. En el fondo, no hay ningún motivo para pensar que las personas que forman la estructura burocrática de un Estado, desde la cima hasta la base, no sean susceptibles de cometer algún fallo (incluso de cometer muchísimos fallos). Eso si, en los países donde un partido controla al Estado y no hay otro a quien echarle la culpa por que no hay más partidos, el Estado no se la va echar a si mismo. En conclusión: nadie tiene la culpa y siempre todo va bien. Si por otro lado, la ocupación del Estado es competida por más partidos, es fácil, la culpa siempre la tiene el otro. O si algo de lo anterior falla, siempre está el recurso de echarle la culpa por ejemplo, a los norteamericanos gringos, el terrorismo internacional, la Iglesia,… y también por supuesto, el capitalismo opresor, según el caso.

Echar la culpa a los demás es un recurso tremendamente utilizado en el ambiente laboral, al menos en el entorno que conozco, en España. Incluso me atrevería a decir que la auténtica habilidad de los mandos es la de saber echar la culpa a otros, pasar el marrón, como suele decirse muchas veces. Resulta curioso como esta práctica tan cotidiana, es también la principal estrategia geopolítica mundial.

En el ambiente laboral mencionado, las órdenes de la dirección se convierten en sentencias, cuyo perfecto y literal cumplimiento es proporcional al grado de lo pelota y sumiso del interfecto en cuestión, y que suele ser por regla general, extremadamente elevado. A causa de esta interpretación literal movida por el afán de cumplir, antes que el de comprender la intención que se pretendía transmitir con esas directrices, se presiona a todo el personal subalterno para que al menos, parezca que el objetivo se ha cumplido, quedando los auténticos problemas sin resolver, sobrellevados y convertidos en rutina hasta que el azar o algún trabajador con ganas de volver satisfecho a casa le da solución, siendo invisible para ojos de la dirección o colgándose cualquier otro la medalla. Esto en el mejor de los casos, en otros, los problemas sin resolver acaban por deteriorar de tal forma la situación que se acaba produciendo una crisis, abocando al sistema a replantearse el funcionamiento general, normalmente sin meditar sobre cómo se ha llegado a ese punto ¿le suena a alguien este escenario?.

Cuando los estudiosos gestaron las diversas teorías económicas del capitalismo, basadas en el mito del crecimiento económico ilimitado, solo los dogmáticos y los fanáticos podían pensar en una aplicación literal de estas teorías. Los trepas, los pelotas sumisos, son los que seguramente han posibilitado en la práctica que a lo largo de la Historia se aplique de forma literal este concepto, siendo seguramente un factor importante en la causa de enormes crisis como las del 29, o la que ahora estamos inmersos. Es fácil imaginarse el revuelo y la alegría que produciría en algunas juntas directivas el comprobar como los ingresos aumentaban los primeros años de aplicar el concepto de hipotecas subprime. Alguno que se le ocurriera decir: oye, que esto no está muy claro, sería relegado al ostracismo, fuera de la nueva corriente de éxito de la empresa.

Los modelos utilizados en las teorías, de cualquier ámbito, solo son válidos dentro de unas condiciones determinadas, y siempre asumiendo tales modelos como idealizaciones de la realidad, es decir, que no existen. En estos modelos, se asume un entorno legal homogéneo, o por lo menos, no se tienen en cuenta diferentes marcos legales, y por supuesto los recursos no son en absoluto ilimitados. Los avances científicos tienen un límite y desde luego no se realizan al mismo ritmo. Por lo tanto, su dogmática y neoliberal aplicación al entorno global, sin preocuparse de las distintas repercusiones que los diferentes marcos legales pueden causar, o simplemente por la inexistencia de un marco legal internacional adecuado, representa un riesgo y una irresponsabilidad que solo se entiende por los beneficios logrados a corto plazo, a costa de llevarse las empresas de países con entornos laborales protegidos, a otros en donde las regulaciones laborales apenas existen y la explotación al trabajador es notoria, degradando a corto plazo la calidad del trabajo globalmente y quedando un panorama nada halagüeño a largo plazo, de seguir la tendencia. Pero claro, nada como una fuerte crisis como la actual para que las empresas ya no tengan que buscar fuera, mano de obra de bajo coste.

No solo en el ámbito laboral, económico o político, se dan casos del ansia por satisfacer a los mandos aplicando a rajatabla sus directrices sin ni tan siquiera intentar entenderlas. La misma Iglesia Católica ha pedido perdón por sus graves errores cometidos en el pasado por aplicar de forma literal unas escrituras de más de mil quinientos años de antigüedad, en la época a la que nos referimos.

Si tiene que venir un Nuevo Orden Mundial, y no se desea cometer de nuevo otra vez los mismos errores, tendrá que ser uno en el que la insolencia y la independencia de criterio, el cuestionamiento natural y argumentado de las ordenes vengan de donde vengan, siempre y cuando las circunstancias lo permitan, sea habitual.

Habrá que definir, esta vez bien, las relaciones entre los diferentes escalafones de las jerarquías, allá donde estas sean necesarias. Esta si que sería una verdadera revolución.

sábado, 17 de enero de 2009

La paradoja judicial

sábado, 17 de enero de 2009
juecesEn el ámbito de la lógica, es conocida la llamada Paradoja del mentiroso. Esta paradoja es del tipo de autorreferencia y ocurre cuando en el lenguaje natural (el utilizado normalmente, para entendernos) se forman frases que pese a estar perfectamente construidas, pierden sentido al referenciarse a si mismas, contradiciéndose de ser falsas, y negándose a si mismas en caso de ser ciertas, no pudiendo llegar a ninguna conclusión. Son frases mal construidas desde un punto de vista de la lógica al ser zonas a las que esta no llega con los escasos elementos utilizados (la propia frase), siendo necesario un punto de referencia externo para resolverlas.
 
Parece ser que los redactores y periodistas de EL PAIS no conocen nada de esto, y a pesar de tener supuestamente largas carreras completadas, obsequian a sus lectores con aberraciones lógicas como la siguiente:
 
Titular de la noticia en «EL PAÍS»


Deténgase el lector un instante en este punto. ¿No son los miembros del Poder Judicial jueces también? ¿No son los jueces miembros del Poder judicial igualmente?
Antes de continuar intentando dar explicación a esto y pasando por alto la «objetividad» del ¿periódico? al denominar como «tretas» la estrategia de los jueces, haga otro pequeño alto de nuevo el amable lector, esta vez frente al concepto de «huelga». Acudiendo a las diversas fuentes (diccionario de la RAE, la Wikipedia, etc.), se puede comprobar a grandes rasgos como la huelga es una forma de protesta o reivindicación por parte de unos trabajadores o colectivo social, para ejercer una presión frente a una dirección de la organización a la cual prestan unos servicios, y sobre la que no tienen otros medios de control o gobierno.
 
De esta definición se desprende inmediatamente que hay una diferenciación entre trabajadores y mandos, y que los primeros no tienen ningún poder de decisión sobre los segundos, pero al contrario si. Únicamente a través de los sindicatos (teóricamente, la representación de los trabajadores) y en las negociaciones establecidas en el marco legal laboral externo a ambos (no pueden influir sobre el), en los convenios colectivos se toman acuerdos tomando en consideración a las partes implicadas. El resto del tiempo la única forma de control es la de la protesta a través de manifestaciones y huelgas. Exactamente las mismas y únicas herramientas que tenemos los ciudadanos para mostrar la disconformidad con la forma de llevar a cabo la labor gobernativa, salvo la negociación colectiva de cada cuatro años. No somos ciudadanos, somos trabajadores las 24 horas del día, y nuestros jefes, los que nos mandan, los políticos que prometieron servirnos y nos pidieron que confiáramos en ellos. Los muy caraduras y mentirosos.
 
Pero aunque parece que la solución a esta paradoja está cada vez más cerca, todavía falta volver a la pregunta que se quedaba en suspenso algunos párrafos antes, sobre los protagonistas de la historia: los jueces. Para resolverla hay que pasar entonces por diferenciar estos mismos jueces entre jefes y trabajadores. Unos que mandan y otros que obedecen. Independientemente de si se está de acuerdo o no con los motivos de la huelga, la cuestión es ¿por qué necesitan hacerla?
 
Todo poder independiente debe autogestionarse ¿tendría sentido que fueran a huelga los diputados del congreso, miembros del legislativo? Si existe algún problema, son estos diputados los que tendrían el poder para arreglarlo. Si no hacen huelga es o bien porque disponen de dicho poder para autogestionarse, o porque no les dejan hacerla.
 
De todo esto se puede llegar a la conclusión de que los poderes del estado no son independientes, como algunos sospechábamos, y que los medios de comunicación no tienen ninguna intención en explicarlo a sus lectores, a los que engaña y confunde retorciendo titulares con tal de deformar los sucesos para que «encajen» con la «voluntad oficial», cosa que también sospechábamos. Si han de hacer huelga es porque no tienen otro mecanismo de protesta y autogestión, ya que de lo contrario pondrían en práctica las medidas que creyeran convenientes, o elevarían las protestas mediante los mecanismos para ello.
 
Seguramente lo que al gobierno (poder ejecutivo) le gustaría, a tenor de lo incomodo que les resultan estas reivindicaciones «y libertades» que se toman los jueces, es que al igual que los diputados, estos formaran parte de los partidos o estuvieran supeditados a estos como lo están los jefes del Poder Judicial, al mando del colectivo en huelga. Parece evidente entonces que para llegar a un cargo en la rama jurídica, no hay que tener el favor de los propios jueces para ser elegido, sino el del poder ejecutivo-legislativo.
 
Por lo tanto, el colectivo de jueces solo tiene dos opciones para arreglar las cosas: hacerse amigo de algún jefe de partido o de un buen número de diputados…
o, hacer huelga.

martes, 16 de diciembre de 2008

El sistema de partidos: estudio de alternativas (2ª parte)

martes, 16 de diciembre de 2008

En el artículo anterior se mostraban algunas de la opciones que se podrían considerar en un sistema político para lograr aumentar la democracia, que a tenor de lo comentado no es de otra forma que aumentando la participación ciudadana. Un sistema basado especialmente en el gobierno por parte de representantes, siendo la única posibilidad del ciudadano para valorar su acción, la de votar que sean unos u otros cuando estos digan y a quienes estos digan, ya que no es posible elegir quienes son esos unos ni esos otros, ni lo que han de hacer o decidir, dando igual si lo hacen regular, mal o muy mal (que lo hagan bien ya se da por descartado), difícilmente puede ser democrático. Aunque quien sabe, dada la última tendencia a deformar el significado de las palabras. Pero entonces, si se desea mantener dicho significado fiel a los que la idearon, en un alarde de estoica heroicidad ¿donde quedarían los partidos políticos en este esquema?...

Los partidos

Para ser sinceros, un sistema basado en los representantes y que pretenda ser democrático, adolece de un defecto de base: la financiación. Desde el momento en que, el que tiene más dinero para promocionarse podrá llegar a más gente, y por lo tanto, resultar del agrado de una mayor cantidad y tener más opciones para ser elegido representante, el principio de igualdad inherente a una democracia queda al menos, alterado.

La solución española de financiarse a través del estado en función del número de votos obtenidos, es como permitir a los presos que se guarden ellos mismos la llave de la celda, sobre todo si una vez con el dinero, no existe apenas transparencia con lo que hacen, ni que decir tiene si llegan al gobierno. No es solución.

Teniendo en cuenta lo expuesto, un grupo de ciudadanos libres pero con ideologías afines, es decir, que coinciden en lo básico pero no desean renunciar a su libertad ideológica, podrían unirse y así co-financiarse y hacer frente a esos magnates. De esta forma la sociedad civil, a través del asociacionismo político podría competir en igualdad de condiciones frente a cualquiera. Nótese que no se ha hablado de escaños, ni votos ni nada por el estilo que tenga que ver con las instituciones del estado. Este debería mantenerse al margen, o en todo caso, intervenir para garantizar que el funcionamiento de esos partidos es democrático y sus cuentas completamente transparentes.

Naturalmente, en un sistema partidocrático, desear que un partido intente funcionar internamente como una democracia, es como pedirle peras a un olmo. Lo único que puede y debe funcionar democráticamente es la sociedad civil, y los partidos lo harán en la medida en que el sistema dependa de esta, y no de los partidos.

Por lo tanto, hasta que la sociedad civil no aprenda a organizarse democráticamente, logre arrinconar a los partidos tradicionales (y a los que aspiran a serlo), y una vez con el estado ya en posesión de la sociedad civil deje entrar a los partidos bajo las condiciones explicadas; no llegará la democracia. Jamás. Así que señoras y señores, vayan poniéndose a remojo, que hay para rato.

Independencia de poderes

Algo muy importante en toda democracia, más aún en la medida que sea representativa, es la independencia de los poderes. Nada de lo comentado aquí podría ser de verdadera utilidad si no existiera un poder independiente que vigilara por ejemplo, que las propuestas aceptadas incluso en referéndum democrático, no vulneran ciertos derechos individuales, aunque sea el de un solo individuo (p.ej.: la libertad religiosa, de expresión, etc.). De no ser así, el paso de una democracia a una dictadura de la mayoría1 sería casi inmediato, y los despropósitos podrían ser de verdadero escándalo. Este tal vez haya sido el fallo que llevara a las repúblicas españolas a su histórico fracaso.

Enlaces relacionados


(1) «Estas virtudes, sin embargo, sólo están presentes si el gobierno elegido democráticamente no excede sus funciones específicas. El poder ilegítimo "corrompe" cualquiera sea el origen de los mandatarios. Para esta corriente de pensamiento, entonces, la dictadura de la mayoría adolece de los mismos defectos que el absolutismo monárquico, y no es en esas circunstancias una herramienta idónea para asegurar la paz social» GALLO, E. Notas sobre el liberalismo clásico. [en línea]. Pág, 252-253. Documento PDF disponible aquí> [acceso: 12 jul 2019]

lunes, 15 de diciembre de 2008

El sistema de partidos: estudio de alternativas (1ª parte)

lunes, 15 de diciembre de 2008

viene de: estado de la cuestión

La alternativa a un sistema de partidos es naturalmente, si se desea acercarse a la democracia, un sistema basado en el ciudadano, es decir, en las personas.

No es intención la de valorar el sistema político desde el punto de vista malo/bueno, parámetros en última instancia meramente subjetivos, pero si que lo es el averiguar cómo puede ser más democrático.

En este sentido, para aumentar el nivel de la misma es necesario caminar en una dirección tal de forma que el ciudadano tenga de nuevo; acercándose a la antigua Grecia o sin irse tan lejos ni en el tiempo ni en el espacio, a la misma Suiza, Francia o Reino Unido; el protagonismo que se merece.

No es intención de esta bitácora el dar una respuesta detallada, porque esa respuesta no la ha de decidir uno solo. Es un asunto de una comunidad política, en este caso, de los españoles. No por sentir el nacionalismo español correr por su venas, o el ardor guerrero rezumar por el pecho, sino simple y llanamente por formar parte de una comunidad de ciudadanos regidos a través de las instituciones de un estado de siglos de antigüedad.

No somos suizos, ni americanos, ni franceses, ni británicos. Ni todos somos del mismo cantón o comunidad. Por eso que cada pueblo, culturalmente hablando, tendrá su idiosincrasia a la hora de organizarse. No ha de haber una sola solución. Sin embargo, para poder decidirlo democráticamente, serán necesarios unos mínimos:

El ciudadano como protagonista

Suponiendo que el ciudadano desee ser el protagonista y dueño de la dirección que tome la sociedad civil a la que pertenece y forma, aspecto nada baladí y muy alejado de la realidad dado el panorama actual, algunas de las herramientas de las que debería disponer para ello podrían ser las siguientes:

Presupuesto participativo

Una de los mecanismos básicos de decisión de los ciudadanos es poder participar en aquellas acciones que se toman en las que se hace uso de su dinero. El lugar natural de esta herramienta democrática es en el seno de los municipios, en donde el gasto publico responde a las necesidades más cercanas. Al ser estas decisiones dependientes de la voluntad de los ciudadanos, la «tendencia» a «favoritismos» por parte del pequeñísimo circulo de dirigentes que actualmente manejan los designios municipales, se vería seriamente reducida.

Referéndum

Para que el ciudadano sea de nuevo el protagonista, mayoritariamente todas las decisiones que afecten a la sociedad deberían ser decididas por esta, mediante referéndum. Por poner un ejemplo, gracias a este wiki llamado Ballotpedia (traducido como la Wikipedia de las boletas electorales o boletopedia)1, es posible navegar por entre las páginas oficiales de los estados y sus instituciones, y comprobar los cientos y cientos de propuestas, convocatorias y sus respectivos resultados de votaciones, que se celebran allende el océano, en los tan criticados Estados Unidos de América.

Para el caso español, se podría en las convocatorias electorales actuales (municipales, autonómicas y generales) ofrecer al ciudadano en las mismas, la posibilidad de decidir todas las cuestiones que le afecten directamente mediante una papeleta adicional correspondiente a los referéndum2. Y así de esta forma las necesidades sociales no serían objeto político y electoralista de los partidos, que ofrecen soluciones diseñadas para únicamente contentar a la parte más afín o soliviantar a la contraria, sin que por ello signifique solución alguna necesariamente. Para ello tan solo es necesario que la alternativa sea peor todavía.

Otra opción no excluyente en el sentido de que podría combinarse con las anteriores, sería la de la democracia electrónica. Mediante esta opción, el uso del DNI electrónico y los servicios adecuados, el ciudadano podría participar de diferentes formas en las decisiones de gobierno, durante las legislaturas. Un inconveniente o dificultad de esta medida, sería precisamente el de la necesidad de dotar a los ciudadanos de la identificación electrónica pertinente, así como de un acceso a Internet, bien sea en el domicilio o en otro centro adecuado.

Iniciativa legislativa popular

Naturalmente, para que esto funcione, ha de ser necesario que las propuestas puedan ser presentadas por ciudadanos, sin necesidad de pertenecer a ningún partido, debiendo existir para ello métodos viables de admisión de propuestas ciudadanas. En España3, la Ley correspondiente no es más que un artificio que no sirve para nada, ya que el parlamento puede rechazar sistemáticamente todas las propuestas si es menester, para continuar en sus cómodos asientos. Por mencionar un caso práctico, en Suiza4 si bien el número de firmas necesarias es comparativamente mayor que en el caso de España, el parlamento está obligado por ley a deliberarla y votarla. En caso de desaprobación, ha de proponer una contrapropuesta que junto a la iniciativa de partida, serán sometidas a referéndum popular. Es decir, que toda iniciativa popular es o bien aprobada, o sometida a votación por parte de todos los ciudadanos.

Es importante señalar el papel de los representantes, que como en el ejemplo citado pueden elaborar propuestas mejores y específicas para cada problema, ya que se les supone una mejor preparación. Pero ¿y si no es así? ¿y si no demuestran tal capacidad? ¿merecen entonces a estar en ese puesto más que cualquier otro ciudadano?...

Los representantes

Asumiendo que la necesidad de la existencia de los representantes políticos es inevitable, se tendrá que buscar la forma de que, con la intención de lograr el mencionado protagonismo ciudadano, los representantes se constituyan en verdad como tales, sin que ello signifique siempre que se logre el objetivo al completo.

Por este motivo, y sin entrar a valorar y analizar la extensísima variedad de sistemas de elección y representación, la cuestión es que debe existir una relación entre cada una de las porciones del electorado o circunscripciones electorales, con cada uno de los representantes, de forma que sea elegido y sometido a algún tipo de aprobación durante la legislatura. En definitiva, contemplar la posibilidad de revocación de cargos.

En España y a causa del sistema de partidos, la moción de censura resulta sumamente ineficaz, principalmente por el mismo problema que se viene comentando: es el parlamento controlado por los partidos, y no los ciudadanos, los que deciden. Por lo tanto, las mociones de censura, salvo casos extremos, están condenadas al fracaso una vez se lograr los acuerdos parlamentarios. De esta forma, un diputado o un presidente del gobierno, pueden permanecer en su puesto tan solo llegando a acuerdos a puerta cerrada con el resto de dirigentes de partidos.

En relación a estas cuestiones existe el concepto de Mandato Imperativo, por el cual un representante tiene la obligación legal de someterse continuamente a la voluntad política de sus electores. No es frecuente encontrarlo, sin embargo hay alternativas que hace que su presencia no sea tan necesaria. Por ejemplo, volviendo al ejemplo de Suiza en donde no existe dicho precepto, al tener el parlamento tan poco poder respecto al pueblo, este puede por iniciativa popular tal y como se ha descrito, proponer la destitución de algún representante.

Actualmente, lo máximo que se contempla por las principales fuerzas políticas llamadas reformistas, es la de cambiar el sistema electoral para dar mayor peso a una circunscripción única, o dicho de otra forma mejorar la proporcionalidad respecto al conjunto del electorado. Además de esto, se propone la existencia de listas abiertas, en lugar de las cerradas actuales.

Que duda cabe que estas propuestas significarían un aumento de la «coherencia» del sistema, en el sentido de evitar la demencial desproporción entre circunscripciones que provoca que el valor del voto sea distinto, en función del número de escaños asignado a la circunscripción electoral y a la obligatoriedad de tener que elegir a una lista de candidatos cerrada, resultando una extraña mezcla entre un sistema mayoritario y otro proporcional5. No obstante, esta mejora no iría en la dirección de lograr un aumento de la democracia, sino tan solo de que los distintos partidos se repartan de otra forma el poder, facilitando que aparezcan con mayor fuerza otros grupos políticos actualmente discriminados (por ejemplo, Izquierda Unida o UPyD) y aumentando el multipartidismo, lo que no significa como se ha comentado, que aumente de la misma forma la democracia.

En todo caso, si a la opción de listas abiertas se sumara la de candidaturas independientes (con algún filtro adicional a determinar), se lograría al menos que la ocupación de los escaños dependiera mucho más de la decisión de los ciudadanos, acentuando la responsabilidad personal de los representantes de servir al ciudadano. De esta forma y al contrario que en la actualidad en España, los diputados que ocuparan los escaños habrían sido decididos por elección directa de los ciudadanos y su permanencia en dicho asiento dependería de estos, los cuales lo valorarían directamente en función de su labor de representación, y no de la lealtad a la jerarquía de su partido, en caso de pertenecer a alguno.

continúa en: estudio de alternativas (2ª parte) 


(2) Las propuestas de presupuesto participativo y papeleta de referéndum, vistas en el blog Ciudadano en Blanco
(4) Incitativa Legislativa Popular (ILP) en Suiza. Más información sobre la ILP en la wiki de Evolución Democrática
(5) El maquiavélico sistema electoral español. [Artículo de EL País].

domingo, 30 de noviembre de 2008

El sistema de partidos: estado de la cuestión

domingo, 30 de noviembre de 2008

Los partidos políticos ocupan todo el espectro político en el panorama social actual. Esto puede parecer una obviedad, ya que puede que lo primero que piense la gente es que ¿acaso no son los partidos políticos la máxima expresión de la representación democrática que conocemos, al ser los receptores de nuestra mejor herramienta como ciudadanos: el voto?. Todo parece indicar que es así, pero ello no significa que no existan otras formas de verlo, ni mucho menos que sea la mejor...

El papel del ciudadano

Si los partidos políticos, o en su defecto, sus dirigentes bien sea a nivel municipal, autonómico, nacional o estatal, toman todas las decisiones ¿que papel le queda al ciudadano?

Tal y como la concibieron los griegos, el protagonista en una democracia era el ciudadano. Según los expertos(1), tras la Segunda Guerra Mundial y con la aparición de la Guerra Fría, se fueron implantando en Europa los actuales sistemas de elección de gobiernos. El aumento de población y la consiguiente necesidad de representantes, junto con la necesidad de tener gobiernos «fuertes», ha servido como excusa en la mayoría de países en donde esos sistemas se ha implantado, para crear una casta política endogámica.

Endogamia política

Es endogámica porque apenas varía. Se elige a una parte de ella para ocupar unos puestos, mientras que la otra pasa a «la reserva». Para acceder a ella es necesario pasar por los filtros que ella decide. Los «apartados» ideológicos están copados.

Esto provoca que en cuanto surge la oportunidad, se aprovechan como se puede nuevas brechas ideológicas, culturales o políticas en general. Pero la cuestión de fondo es que el ciudadano acaba quedándose una y otra vez, fuera del juego. No se piensa sea necesario decir que un sistema en donde el ciudadano no decide, que no influye tan siquiera en este panorama, no es una democracia.

Podría decirse que cualquier ciudadano puede formar un partido. El problema de esto se ha mencionado: al convertirse en parte de la casta es el nuevo partido quien decide. Por buenas que puedan parecer sus intenciones, en caso de alcanzar el poder este pasara a formar parte de otra casta renovada, pero el ciudadano una vez más, volverá a quedarse al margen. Y ya se sabe el poder, lo que acaba produciendo en las personas una vez se exponen a el.

La posibilidad de elección y acceso a la política

No se sabe quien está realmente dentro de los partidos. Cuando uno de ellos elige a un presidente, nadie más que los afiliados del partido lo conoce lo suficiente. En algún caso se pasa de alcalde a ocupar otros puestos, incluso ser presidente del gobierno. Pero en todo el proceso apenas ha habido ocasión de que los ciudadanos hayan decidido sobre el.

Se podría pensar que si ha sido elegido como presidente autonómico, por ejemplo, ya se tiene una valoración de este político como candidato y representante por parte de los ciudadanos. Sin embargo, la realidad nos muestra como a duras penas se puede hacer tal cosa de un candidato, ya que estamos obligados a elegir listas cerradas y programas electorales completos, además de tener que esperar varias legislaturas.

Los partidos

La casta política tiene como unidad fundamental el partido. El «átomo político» es el partido. O más bien la «célula» del sistema partidocrático, y como célula, ha de alimentarse. La financiación de una campaña electoral podría ser el motivo para que gente, ciudadanos de ideologías afines, se organizaran conjuntamente en forma de partidos para economizar y optimizar gastos. En lugar de esto, en España la financiación de los partidos corre a cargo del Estado. Un Estado al que accederán los propios partidos que son financiados. Partidos que utilizarán esa financiación para, por supuesto, seguir en el poder, y tener, si es posible, más financiación, para seguir aún más en el puesto. Y así sucesivamente. El partido se convierte así, en una forma de acaparar poder, no de representación.

El partido es la razón fundamental, el objetivo político, y al mismo tiempo la fuente de todas las decisiones. El objetivo de sus miembros o afiliados no es la representación democrática. Primero está el servir al partido. Y el partido tiene como objetivo la supremacía política, de forma similar a como una empresa cualquiera tiene un objetivo similar, en el ámbito económico(2)

Comparación entre un mercado económico y el político

Continuando con el símil mercantil, para una mejor ilustración de la ineficacia del actual sistema, se va a comparar el funcionamiento del mercado (económico) con el político. En un sistema de mercado libre o parcialmente intervenido, las empresas siguen como objetivo la satisfacción del consumidor (las tácticas manipuladoras existentes en la propaganda, comunes también en el terreno político, se van a dejar a un lado por ahora). Para ello, el consumidor o ciudadano tiene todo un abanico de posibilidades y productos a elegir, así como donde y cuando realizar su compra. Si desea hacerlo.

Si este panorama fuera tal y como funciona el actual sistema representativo político en España, la situación quedaría como sigue: el ciudadano o consumidor, no podría realizar sus compras cuando quisiera, solo cada cierto tiempo establecido. Mientras tanto, la oferta no estaría en función de atender a las necesidades, sino que toda ella estaría limitada a la decisión de una casta dirigente (de forma similar a lo que ocurría en la URSS en todos los ámbitos). Pero no acaba aquí el panorama desolador. El consumidor no solo estaría limitado a comprar los productos disponibles, sino que debería comprarlos en bloques, es decir, como si al entrar a los supermercados no se pudiera acceder a la totalidad de los productos, sino que se tuviera que elegir entre unas listas cerradas y bloqueadas de productos, en las que se supone hay un surtido de todo lo que necesitamos, con ligeras diferencias entre ellos, pero que muy rara vez podrían ser de gusto de los consumidores al no cubrir todos los posibles gustos y preferencias de estos, teniéndose que conformar con la lista menos mala.

Sectas políticas

El partido no permite que convivan dentro de el otras corrientes ideológicas distintas a la del dirigente. De hacerlo, serán relegados al ostracismo, al olvido, al ninguneo. Rosa Díez, Acebes, Zaplana, Gallardón..., aquellos que difieran de la corriente principal están ineludiblemente condenados al enfrentamiento, porque el partido así lo ha decidido. El seguimiento religioso del líder es obligado para prosperar en la carrera política.

En la actual configuración, los partidos son receptores de personas con gran avidez por el poder y la notoriedad. Este en si no es el problema. Es más, puede que hasta sea necesario que hayan personas con estas «aficiones». Pero la cuota de poder ejercida desde la cima, hacia la parte inferior de la jerarquía, es tan alta en un sistema basado principalmente en partidos que es especialmente atractiva para este sector de la población humana. El partido manda, nadie fuera de el le controla salvo otro partido y siempre y cuando sea sustituyéndole en el poder. No hay contrapeso durante las legislatura. Por lo tanto, el que acaba estando al frente de un partido, haya sido elegido de la forma que sea, manda mucho. Y esto «tira mucho».

La «captación» de simpatizantes o afiliados se basa en la adulación, admiración casi adoración. Es mentira claro, pero el que gusta de este trato, es porque al mismo tiempo es capaz de admitir el mando autoritario, sometiéndose a el sumisamente. Un perfil idóneo para ser afiliado a un partido podría ser el de alguien mediocre, de carácter algo rastrero o bien su otra cara, el autoritario, que encuentra en la política un terreno adecuado para sin hacer nada para mecerlo más que saber dar zancadillas y puñaladas dialectales, ganarse la vida. No, mejor dicho, para darse la Gran Vida a costa del resto.

En la forma actual, sin apenas control por los ciudadanos, la tendencia es que en los partidos acaben estando formados por dos tipos de personas: las autoritarias y más capaces por un lado, y por otro el séquito de sumisos que alimenta la vanagloria y egocentrismo de los primeros. El resto de ciudadanos se encuentran con que no tienen espacio en la vida política, no hay hueco en la fragmentación partidista. La discusión política se basa en maniqueísmos llevados al límite de lo absurdo, la verdad o la realidad, ya no se buscan. Solo se busca alcanzar el poder, a través de la obtención de votos.

continua en: estudio de alternativas



(1) Cazarín Martínez, A.: Los Factores de la Alternancia en Tlaxcala. 1991-2001 [en línea], Edición electrónica gratuita, 2008. "Capítulo 1, punto10: democracia y transición política en Europa" [acceso: 29 noviembre 2008] Disponible: <aquí>. Texto completo <aquí>.

jueves, 1 de mayo de 2008

El gobierno de las personas (3ª parte)

jueves, 1 de mayo de 2008
Algunas respuestas a los artículos anteriores

Existen determinados vicios meméticos fácilmente observables en la sociedad española que impiden a esta superar ciertas fases. Maniqueísmos, sectarismos, envidias y algunos defectos más, parecen unirse para apuntar en la misma dirección y sentido negativo. Los factores positivos que tiene la sociedad española que podrían compensar, parecen apuntar en otra dirección, ignorando los males mencionados al ir por otro lado. Precisamente el primer punto que se va a exponer trata de esto:

...yo de política no opino...

Esta expresión, recogida incluso en un blog, evidencia la incomodidad habitual de la gente para hablar de política, cosa hasta cierto punto comprensible por los motivos que se verán más adelante. El problema es que parece que se ha automatizado este comportamiento, se ha generado un rechazo sistemático, tal vez ante la perspectiva de lo que se nos avecina cuando alguien menciona un temita de estos.

Esta auto-exclusión de la política, arraigada en la ciudadanía, es nefasta a la hora de pretender que los políticos actúen por el interés común. Si el ciudadano se desentiende y deja a los políticos que hablen, discutan y peleen por «sus asuntos»... ¿que se puede esperar de ellos?

No se trata de arreglar el mundo, pero, alguna opinión tendremos que tener. ¿Por qué ha de valer más la opinión de un político, que tampoco va a arreglarlo y que la mayoría de las veces se mueve más por motivos personales, enchufes, prebendas y pelotazos? Puede que hasta lo estropee más. Realmente, rara vez lo arreglan.

En una democracia funcional, la opinión de los ciudadanos es la verdaderamente importante si se desea tener un control sobre las acciones y resultados de las mismas, que protagonizan nuestros representantes políticos. Dicho de otra forma, no se trata de decidir aspectos de gobernación, esta labor la cumplen esos representantes que se han elegido para la que supuestamente tienen capacidad, sino precisamente de evaluar el grado de esta en función del resultado y de como afecta a la sociedad. No es únicamente la discusión en el Bar de la esquina, sino la posibilidad de intervenir en el gobierno que efectúan nuestros representantes ¿que otra cosa puede ser sino, la democracia?

El evitar opinar ni tan siquiera, o hacerlo a escondidas o con temor a la contestación, es síntoma claro de la falta de libertad política que el actual sistema propicia, incluyendo en este a la propia sociedad.

La crítica entendida como elemento totalitario

Es difícil opinar cuando el mero hecho de hacerlo, es interpretado como un ataque directo a la otra persona (o grupo) en caso de no coincidir. Se está tan acostumbrado a la polémica dialectal, que el dar tu propia versión te convierte en un adversario para los que no opinan de la misma forma.

La sucesión en la Historia Española de sistemas de gobierno autoritarios, incluido en gran medida el actual, en donde el ganador del poder posee una capacidad de decisión que hace tambalear (dictadura de la mayoría) la garantía de los derechos individuales (educación, lengua, justicia...), o en donde las decisiones tomadas lo son por motivos electoralistas, sin creer en ellas, ni ser verdaderamente demandadas por la sociedad, es con toda probabilidad el causante de este vicio. La pluralidad se convierte en temor, en un defecto en lugar de en una virtud, y el dialogo se hace muy difícil. Se asume que la opinión distinta está en contra tuya, sin entender que simplemente es eso, distinta. Se sustituye el debate por la polémica.

Política y principios

Estos ticks nefastos vistos hasta ahora, se resumen y se pueden ejemplificar en los debates suscitados en torno a dos sucesos recientes: la acusación a Aznar por «crímenes de guerra» y el «no a la guerra», protagonizados en parte ambos por el actor Javier Bardem, recientemente oscarizado.

Se asume con normalidad pasmosa que se ataque políticamente a algún gobernante (o ex) utilizando cualquier pretexto sin creer en absoluto en el. Se defiende la difamación y la calumnia del adversario, y se utilizan eslóganes mediáticos y demagógicos como el «no a la guerra», admitiendo final y abiertamente que se hace únicamente por motivos políticos, y que la carga humanitaria que pueda tener el mensaje, solo es útil y válida cuanto más daño cause en la imagen social del adversario. Esto que puede tener algún tipo de sentido en profesionales de la política, resulta descorazonador cuando es protagonizado por un ciudadano cualquiera, haciendo suyo lo que en realidad son estratagemas políticas urdidas por las «inteligencias» de los partidos.

Sectarismo, maniqueísmo, confundir la parte por el todo

Este sectarismo arraigado prácticamente desde chiquillos, se extiende a todos los ámbitos sociales y se manifiesta de varias formas. Uno de los más habituales es el de confundir la parte por el todo. Se asume que en cuanto varias personas se agrupan, se crea como una especie de amalgama impersonal (colectivismo), que hace desaparecer cualquier atisbo de independencia o individualidad, de forma tal que lo opinado por alguien es admitido y asimilado tanto externamente como por los propios integrantes del grupo, como perteneciente a todos y cada uno de sus componentes.

Claramente se puede observar este fenómeno, en los partidos políticos, donde la discrepancia está prácticamente prohibida, o se interpreta esta como «división», tal y como está ocurriendo últimamente en el Partido Popular tras las últimas elecciones. Están conmocionados por haberse dado cuenta de algo sorprendente ¡¡cualquiera puede ser elegido por votación a presidente del partido, sin que lo elijan a dedo!!

Otro ámbito fuente o sumidero, según se analice, de estos comportamientos es el Fútbol. Un escenario en donde el espectador prácticamente se olvida que existe el resto del mundo. Únicamente dos opciones sobre el terreno, y durante la contienda, los seguidores de un bando no verán nada de lo bueno que haga el contrario, y al mismo tiempo, cualquier trampa, argucia o falta cometida por el propio, es ignorada, admitida e incluso aplaudida. Si si, estoy hablando ahora de fútbol, no del último debate electoral.

Como ejemplo ilustrativo de estos conceptos, puede valer este enlace de un artículo de un blog, en donde además de justificarse veladamente la negociación con terroristas, se pretende incapacitar al PP al completo para criticar esta medida, mostrando únicamente a Zaplana reunido con unos señores desconocidos que según se dice, son terroristas. La cuestión de si la critica a la negociación está justificada o no, carece de importancia, solo importa que está mal criticar, según a quién, y según quien lo haga.

Relativismo

Esta carencia de posturas firmes imposibilita estipular un camino determinado, fijarse unos objetivos a cumplir y evaluar los logros alcanzados. Pero eso si, permiten a los que lo practican, permanecer en el poder todo el tiempo que quieran y bajo cualquier situación. Se puede ser nacionalista catalán si se requiere para ganar las elecciones, juguetear si hace falta con grupos y asociaciones pro-terroristas e independentistas, y al mismo tiempo ser más españolista que nadie (aunque tengan que copiar).

Como dijo aquel gran personaje de la historia moderna de España: im-presionante (en dos palabras)


continuará...

domingo, 6 de abril de 2008

El gobierno de las personas (2ª parte)

domingo, 6 de abril de 2008
Antes de continuar con la respuesta al experimento mental del artículo anterior, habría que hablar de las condiciones iniciales escogidas:
  1. ¿Por qué esas y no otras?
  2. ¿Que ocurre si estas condiciones iniciales variasen a lo largo del experimento?
Nótese que no se ha especificado nada de los aspectos culturales (razas, lenguas, religiones, etc) de las personas del Supervivientes o Gran Hermano especial que se ha propuesto. Las cuestiónes son: ¿que importancia tiene? ¿deberían formarse subgrupos cerrados? y de ser así, ¿que criterios de distinción se seguirían para formarlos? ¿que ocurre si se forman grupos «cruzados» culturales?

Parece evidente que la formación de estos subgrupos no obedece a ningún criterio lógico que redunde en un mejor gobierno de estas personas, además de que estas preferencias culturales estarían aseguradas dentro de los derechos individuales, que como se explicaba en la entrada anterior, serían inviolables. Una estructura de gobierno que limitase o dictase sobre aspectos culturales, volvería a caer en los errores que provocarían de nuevo enfrentamientos entre las personas, cuyo único desenlace sería el derrocamiento por la fuerza de una de las facciones hasta que surgiesen de nuevo diferencias por cualquier motivo, reanudándose el problema.

Puede parecer entonces que se practica un relativismo, un todo vale, pero no es así. El asegurar los derechos individuales y al mismo tiempo la igualdad entre ellos aún siendo distintos, exige una gran firmeza y claridad de ideas, para no limitar la libertad individual ni caer en favoritismos hacia una de las tendencias o hacerlo en alguna que fuera en contra de los principios mismos de igualdad, derechos y responsabilidad del gobierno decidido por los protagonistas. Como todo en la vida, no es algo fácil, como popularmente se dice.

La idea básica sería permitir todo a nivel individual, para ir limitándose a medida que intervienen más personas en la toma de decisiones o en la medida en que afecta al colectivo. Naturalmente, esto solo sería posible si las personas son capaces de sacrificar esa parte de su libertad individual en pro del colectivo, siendo este sacrificio aplicable sin distinción alguna entre los individuos, y únicamente en lo que atañe a aquel, ya que como se ha reiterado, los derechos individuales han de ser inviolables.

Por este motivo, existe una incompatibilidad: cualquier tipo de fundamentalismo (cultural, racial, político o religioso), es incompatible con este sistema de gobierno, en la medida en que las personas afectadas de esta actitud sean incapaces de reconocer otros aspectos culturales distintos de los suyos, sean incapaces por lo tanto de someterse al igual que el resto a la decisión de la mayoría. Y lo peor de todo, que sean incapaces de reconocer el derecho del otro a tener una cultura distinta.

¿Y si varían a lo largo del tiempo? Una sociedad que permite al individuo libertad suficiente para desarrollarse, y que las decisiones que afectan al colectivo son decididas por mayoría y son revisables, no tiene en principio que temer una evolución, salvo que existan decisiones que alteren ese equilibrio.

Otro caso es que la evolución tecnológica permitiera una sociedad cuyos individuos apenas tuvieran contacto físico y se relacionaran informática o virtualmente, modificándose la forma de relacionarse. La necesidad de representantes sería mucho menor, y la participación directa sería mucho más viable. Pero esta hipótesis a buen seguro lejana en el tiempo, se dejará para otra época.

viernes, 14 de marzo de 2008

El gobierno de las personas (1 ª parte)

viernes, 14 de marzo de 2008
Planteemos la siguiente situación: un grupo de personas sin determinar y sin ninguna conexión entre si, se encuentra de repente en una amplia zona por poblar. Supongamos que estas personas parten con una educación previa, similar a la de cualquiera de nosotros, una educación media.

Al muy poco tiempo, estas personas tendrían que comenzar a proveerse de recursos para subsistir. Tendían que empezar a buscarse cada uno un pedazo de tierra en caso de desear establecerse, y construirse una vivienda —propiedad privada—. O por otro lado podrían dedicarse a la caza y recolección como hace miles de años. Pero esto último es muy poco probable, dado el sedentarismo arraigado en la sociedad. Supongamos entonces que estas personas no tuvieran problema para aposentarse en un lugar.

Mientras vivieran separados no habría problema, cada unidad familiar se dedicaría a su propia subsistencia (las unidades familiares serían heterosexuales por pura necesidad biológica, lo cuál no significa que no se tuvieran todo tipo de relaciones sexuales). Pero en el momento tuvieran que organizarse para hacer frente conjuntamente a alguna dificultad del entorno (necesidad de construir diques, canales, aljibes, puentes, problemas con animales que atacasen al ganado, etc...) o las propias de los individuos —educación, salud, justicia, comunicaciones, etc...— surgirían curiosamente las primeras dificultades internas del grupo o sociedad recién formada por pura necesidad.

¿Quien decide? ¿quien tiene razón? ¿que opción es la mejor? Nadie lo sabe. En los tiempos antiguos, el más fuerte, o el que antes lograba obtener los recursos suficientes para dotarse de armas, por ejemplo, dominaba al resto por la fuerza. El instinto dominaba a la razón. Cuando todo esto fallaba, se daban explicaciones místicas y se hacían sacrificios, pensando equivocadamente que servían para algo. La creencia mística dominaba a la razón.

Tras siglos de esfuerzo y de descubrimientos, el ser humano se fue dando cuenta de que las cosas del día a día podían explicarse con algo mucho mejor: el pensamiento racional o La Ciencia. Sin embargo, esta ha caminado y lo sigue haciendo, muy lentamente y nos da solución tanto para construir un cohete espacial, como para diseñar un mocho —fregona—. Pero quedan muchas otras cosas que no nos explica, por ejemplo, cuál es la mejor manera de repartir en la práctica los recursos —el agua o la energía, por ejemplo—, donde estaría mejor un puente, que nombre le ponemos a la plaza del pueblo, que nombre le ponemos a una lengua o cuales son los límites que marcan la necesidad del aborto, y muchas otras cosas más para las cuales no existe algo que se pueda definir como solución científica.

También se acabó por dar cuenta el ser humano que las continuas disputas la mayoría de veces bélicas, entre grupos rivales para resolver este tipo de conflictos no conducían mas que a un consumo precipitado de los recursos mencionados anteriormente. Como intento desesperado de solucionar esto de forma al menos igual de mala para todos, surgió una solución digamos que de compromiso, por no haber otra mejor, una chapucilla, un apaño: la decisión de la mayoría.

De esta forma, el grupo de personas del párrafo inicial, conociendo y recordando todos esos siglos de historia, se dispondrían a organizarse de forma que la opinión de cualquiera de ellos tuviera en principio el mismo valor que la de los demás, y que las decisiones se tomarían por el mayor número de coincidencias entre ellos, dejando por fin las guerras y disputas a un lado. Si las circunstancias demuestran que la decisión estaba equivocada, se decide de nuevo por mayoría a la luz de la nueva situación. Y así hasta dar con la opción correcta o mejor.

Pero no está todo solucionado, más bien, esta situación presenta más dudas todavía. No es tan sencillo como parecía. ¿Que pasa si la mayoría decide que hay que excluir, robar, discriminar o cualquier otro tipo de fastidio a un miembro del grupo? Inmediatamente, a todas las personas les surge la necesidad de definir una serie de derechos individuales, los cuales han de ser inviolables, «sagrados» en su sistema de gobierno, y lo ha de ser para todos igual.

Para garantizar esta situación, se requiere de un poder imparcial, a ser posible independiente, que garantice el cumplimiento de estas normas. Normas que han de ser a su vez, decididas por otro poder distinto del anterior ya que de otra forma ostentarían unos privilegios inmerecidos mayores aún, que cuando dependía de conflictos bélicos y rebeliones. Naturalmente, estos poderes no serán divinos, serán esas mismas personas representantes de esos poderes, que sujetas como cualquiera a todo tipo de defectos, deberan vigilarse entre si para detectarlos y denunciarlos. De no cumplirse alguna de estas premisas, se volvería a alguna de las situaciones anteriores, en donde las cosas se decidían por la fuerza y no todas las personan tenían los mismos derechos. Estos dependían del grupo al cual pertenecieras.

A medida que el grupo en su conjunto crece, cada vez resulta más difícil reunirse todos para tomar las decisiones, dado el gran número de concurrentes. Se hace necesario delegar responsabilidades y parte de la libertad individual, para que otra persona o grupo de ellas, tomen decisiones por ti que afectarán a la forma de vida del grupo y por lo tanto, a la de la persona.

Esta medida implica que la igualdad de los componentes del grupo en la que se basaba el acuerdo de gobierno, se ve modificada, ya que en esos momentos unos señores disponen de un poder de decisión que tu no tienes, y que encima, se lo has dado tu. Se hace más necesario por lo tanto que, a medida de que las decisiones no sean tomadas directamente por los ciudadanos, la separación de poderes ha de ser más efectiva , y la creación de unos mecanismos de control de poder de esos representantes, para ser revocados de sus puestos en cuanto dejen de cumplir esa función de representación que se les asignó en su día: mandato imperativo.

Otros caminos posibles

No, no es este el único camino posible. En otros lugares, otras sociedades formadas todavía se regirían por la fuerza —dictaduras— o por creencias místicas —teocracias—.

También podría ocurrir que al asentarse en un terreno, estas personas que nacen en ellos se identificaran de tal forma con el mismo, que llegaran incluso a adorarlo. Sin darse cuenta, estas personas dejarían de ser tales para ser simplemente habitantes de un terreno. Se elegirían elementos identificativos de la zona con los cuales sentirse ellos igualmente identificados: surge el nacionalismo.

En algunos casos, los grupos que llegaron a ostentar el poder por la fuerza abusaron de el de tal forma, que acabaron siendo derrocados por la fuerza del mayor número de los oprimidos (revolución). Estos, para que no se volviera a repetir esta situación, optan por que nadie pueda tener nada en propiedad: comunismo. De esta forma las personas dejan de serlo y pasan a ser «obreros». Para siempre.

En el lado opuesto, las personas dan una importancia exagerada a la propiedad. Negocian con ella y se convierten en empresas individuales, «personales». Se crea una serie de relaciones entre las personas en función del intercambio que realizan de dichas propiedades: capitalismo. En algunos casos ya no es la opinión de la mayoría lo válido, sino el propio mercado entre las personas el que marca la pauta —anarcocapitalismo—.

También surgen ideologías. Ideologías que pretenden explicar aquellas cuestiones para las cuales no existe una solución clara y definitiva. Las personas dejan de ser tales para ser, de esto o de lo otro. Siempre, de forma irrenunciable: sectarismo.

Con el tiempo, estos grupos homogéneos se formarán alrededor de creencias varias, nacionalismos y otro tipo de intereses, y se disputarían el poder, dejando ser elegidos por el conjunto de la sociedad para establecerse en el poder durante un tiempo determinado, para luego ser elegido otro o el mismo grupo o partido: oligarquías.

España

Esta última situación es la que hemos alcanzado en España. Aquí, no existen ciudadanos, existen votantes de uno u otro partido. No hay separación de poderes que vigile el cumplimiento de esas normas que garantizan la igualdad, ni los ciudadanos podemos revocar a los gobernantes en caso de inconformidad con la decisión que se tomo en su día. No es posible rectificar. La elección de los gobernantes no es una solución para elegir un camino, es una forma de llegar al poder por parte de una oligarquía.

¿Por qué es esto así? La respuesta en el próximo artículo.

domingo, 2 de marzo de 2008

Falso laicismo

domingo, 2 de marzo de 2008
La historia del ser humano es la historia de la religión. Desde que la especie humana inició su camino sobre este planeta, comenzó a sentir la necesidad de explicar aquellas cosas que ocurrían a su alrededor, y que le influían en su vida diaria hasta el punto de decidir sobre esta misma y sobre la del grupo del que presumiblemente, formaba parte.

Es de suponer que, en función del acierto proporcionado por estos intentos de explicación, las incipientes sociedades que habían desarrollado ese conjunto de creencias lograban un resultado más o menos satisfactorio, repercutiendo en su desarrollo.

A medida que la Ciencia comenzaba a explicar más satisfactoriamente los fenómenos naturales, pudiendo no solo comprender sino también predecir e incluso transformar ese entorno vital, surge un punto de inflexión que haría diferenciarse a las diferentes sociedades en base a su capacidad para desembarazarse de las antiguas creencias, y funcionar con las nuevas basadas en la ciencia.

Se puede decir que la única civilización que ha desarrollado lo que conocemos por ciencia, separándola de las creencias que durante siglos habían dado explicación a la naturaleza, es la occidental. El resto de civilizaciones han debido de imitar a esta a su manera, o quedarse en la Edad Media, época en la que se podría localizar el citado punto de inflexión. Por ejemplo, Japón, país de fuertes tradiciones, logró encontrar la forma de compaginarlas con los avances de occidente, para convertirse en una de las principales potencias científicas, culturales y económicas del mundo. China se encuentra en proceso de adaptarse e integrarse en occidente. Y puede que hasta lo absorba económicamente si sigue a este ritmo.

Por supuesto que el abrazo de la ciencia no significa dejar las distintas confesiones desarrolladas desde la antigüedad. Siglos de convivencia con ellas, han de haber dejado una impronta en el acervo cultural de las personas, difícil de hacer desaparecer. Suponiendo que deba hacerse.

Mientras la ciencia no logre explicar todos y cada uno de los misterios que nos reserva la naturaleza, cosa que puede que no ocurra nunca, la creencia mística es una necesidad que sigue existiendo entre las personas.

El comunismo, el fascismo o el nacionalismo, son ideologías que aprovechan esa necesidad humana con el objeto de controlar a las masas. Para ello, o bien sustituyen la creencia en un dios o entidades místicas, con otra entidad abstracta como por ejemplo la nación o la raza; o bien controlan a las instituciones religiosas como en el caso del nacionalcatolicismo español, durante la dictadura franquista. Si estas instituciones religiosas ostentan demasiado poder rivalizando con el de los lideres políticos, puede ocurrir que se tenga que reprimir la libertad religiosa duramente, siendo este el caso del comunismo, por regla general.

En este último caso, la adoración de lideres místicos o religiosos ha de sustituirse por la de los lideres políticos. Este punto es compartido con la estructura política de las sociedades teocráticas musulmanas como por ejemplo Irán o Marruecos, en el que los lideres políticos son al mismo tiempo, religiosos.

Terminaría aquí este sencillo análisis, consistente en conectar conceptos de amplia difusión, esto es conocidos por una gran mayoría, sin tener que profundizar en historia, sociología o teoría política, o tener que leer a Max Weber o Karl Marx. Aunque lo de leer desde luego, nunca está de más.

El siguiente paso consiste en conectar con la sociedad española y las «grandes tácticas de campaña» de los partidos políticos, para comprobar que solo así se comprenden algunos de los eslogans de partidos como el PSOE, por ejemplo:Portada del programa electoral del PSOE

El laicismo o la aconfesionalidad es una forma de gobernar basada en la razón, en aspectos medibles u objetivos, es decir, en lo que ha distinguido a occidente en los últimos tiempos. No es únicamente la ciencia, sino la gestión basada en términos prácticos, en el resultado. Todo comerciante o autónomo sabe de que estoy hablando, no hace falta ser una «eminencia». Basar el voto a un partido político en la Fe que tengamos en su programa, el creer porque sí a las 100 promesas lanzadas al aire, no tiene mucho que ver con el laicismo.

El PSOE se enfrenta a la iglesia, para que creamos en Zapatero en su lugar, nuestro nuevo mesías.


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miércoles, 16 de enero de 2008

Por la familia laica

miércoles, 16 de enero de 2008
Se viene observando recientemente toda una serie de disputas y debates sobre la reciente manifestación en Madrid de una serie de personas en defensa de la «familia cristiana».

Partiendo de la base de que a estas alturas la prensa española carece de credibilidad, se observa en ella y en los protagonistas de sus artículos y noticias, tanto por un lado como por otro, un maniqueísmo curioso: la exclusividad religiosa del concepto de familia heterosexual.
Por lo visto, el matrimonio es un invento de los obispos o de la iglesia. Y la reproducción humana es una mala costumbre de la derecha. Si, si, la reproducción humana, no el sexo, ya que la naturaleza, claramente totalitaria y fascista, nos impone la necesidad de encontrar un individuo o individua, de sexo contrario, para reproducirnos.

¡Fíjate, con la de niños y niñas que hay en China, para que nos hace falta aquí las parejas y familia heterosexuales! Además, con la Educación para la Ciudadanía, los tenemos educados y todo.

No, en serio, si las familias numerosas reciben subvenciones o beneficios fiscales, ¿no se puede pedir la promoción (no en exclusiva) de un tipo de familia que es autosuficiente y que lleva ya implícita una unión sexual imprescindible? y más aún, si lo haces, ¿no se puede hacer sin que te tachen de marioneta religiosa? Digo yo.

Por todo esto, me manifiesto a favor de la familia laica, con capacidad de reproducción. Que también existe. Ya te digo.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Javier Marías y la cultura democrática: conclusiones

sábado, 22 de diciembre de 2007

El chino debe ser el mejor idioma del mundo... ¡es el más hablado!

Dese carpetazo a lo empezado en el artículo anterior, sobre la forma de divulgar del escritor Javier Marías en función de dos artículos de su blog sobre la capacidad de «la gente», de decidir sobre determinados asuntos. En esta ocasión el artículo es el del día 23 de septiembre: Y rara vez tenemos razón.

Tras lo comentado y explicado hasta ahora, resultan más sorprendentes aún algunas afirmaciones del Sr. Marías. Pero véase secuencialmente, de la misma forma que en la ocasión anterior:

Si, como comentaba aquí hace una semana, los políticos elegidos en las urnas no son necesariamente buenos por haber sido así votados, sino sólo aceptados por todos -en eso consiste la democracia, en el acatamiento pacífico de lo que la mayoría quiere para nuestra gobernación-, lo que no tiene ningún sentido es la traslación de la opinión "popular" a otros ámbitos.

Bueno, en este caso, poco hay que decir en contra. Un candidato político elegido como resultado de un sufragio electoral, no le hace ni más ni menos bueno. Tan solo se puede afirmar eso, que es el elegido por mayoría. Si un político se arroga una bondad determinada por este motivo, incurre en un error. Un detalle a añadir sería el siguiente: -en eso consiste la democracia, en el acatamiento pacífico de lo que la mayoría quiere para nuestra gobernación-. Si, en eso consiste la democracia, pero una cosa es la gobernación, y otra el elegir a un candidato, a lo que parece referirse.

Un político elegido mayoritariamente no puede realizar cualquier cosa, y menos aún, cometer u ordenar algún tipo de acto que vulnere la ley. Por supuesto, tampoco debería poder modificar las leyes, sin seguir los cauces adecuados para garantizar que las reglas del juego son las mismas (por ejemplo, modificar la constitución o aprobar leyes que la vulneren sabiendo que van a ser aprobadas gracias al control sobre el tribunal correspondiente). No debería hacer todo esto... aún a pesar de haber sido elegido por «la gente».

Si lo que se llama "la gente" acierta poco en lo que le es más vital (veanse los ejemplos de gobernantes nefastos del domingo anterior, y podrían añadirse muchos más), ¿por qué habría de acertar en ninguna otra cosa?

Es de suponer que tras el primer artículo del Sr. Marías, semejante afirmación responde a la presunción de que el lector está ya preparado para asimilar la inevitabilidad del error, de ahí que ya se cuestione directamente la capacidad del pueblo para opinar, ni que decir tiene de la de gobernarse. Pero como ya se explicó, habría que ver que alternativas u opciones se enfrentaban los votantes a la hora de elegir a un gobernante, así como las consecuencias que se tienen, en función del sistema político correspondiente.

En realidad, es muy probable que a titulo individual, muy poca gente pretenda que el político que se está eligiendo sea «el bueno». En general, estos políticos, son como mucho, los que «la gente» ha elegido, de entre las opciones que había, y en todo caso, el que creen menos malo. Pero a pesar de todas sus advertencias, sigue sin resolvernos la duda de como obtener la certeza de quien es realmente el que debemos elegir, y no solo eso, también debería aclararnos como saber que el que se ha elegido, es o no acertado. ¿Que persona o entidad tiene la facultad para saberlo de forma absoluta?

Lo que dice El Papa, «va a misa»¿no se referirá a este?

Continuación:

Hoy en día, sin embargo, las votaciones "populares" se multiplican, en buena medida porque, a través de Internet y de los SMS, cada día resulta más fácil llevar a cabo simulacros de ellas. Continuamente leemos u oímos que tal periódico u organismo o emisora de radio o televisión han propiciado una encuesta para saber, qué sé yo, quién es el personaje más importante de la historia de España o del Reino Unido

Don Javier expone a continuación una serie de ejemplos de este tipo de votaciones, que no se cree necesario mostrar, por no ser relevantes más que el fragmento citado. Como también se ha comentado anteriormente, no se puede pretender alcanzar un conocimiento sobre un tema, sin más que conocer la opinión de la mayoría sobre el mismo. En este sentido es acertada la critica a este tipo de usos de un sistema de votación. El problema es que en los casos a los que se aplica, no pretenden llegar a conocimiento alguno en el fondo.

En estos concursos, la confección de la pregunta realizada para el mismo, plantea las dificultades correspondientes a las encontradas para realizar cualquier otra encuesta, sobre todo las de opinión o sociológicas. En estas, la pregunta ha de realizarse sin ambigüedades, y debe restringirse al ámbito adecuado. En definitiva, la pregunta ha de ser entendida por igual por todos los individuos de la muestra, para tener utilidad. Pero en definitiva, en líneas generales, el único conocimiento que se busca por las encuestas, no es más que conocer con la mayor exactitud el grado de repercusión de un concepto sobre una muestra de individuos, para extrapolarla al resto de la población.

En los concursos televisivos o radiofónicos, el principal objetivo es que participe el mayor número de gente. Así que el error consiste en darle una relevancia excesiva al resultado del concurso, o considerar el significado literal de la pregunta realizada como el objetivo del mismo, cuando seguramente esta (la pregunta) ha sido simplificada al máximo por motivos prácticos. Ejemplo: si se pregunta ¿quien es el personaje más importante de la Historia de España? resulta evidente a tenor de lo explicado, que la intención de la pregunta excede con mucho la verdadera posibilidad de alcanzar el objetivo que parece pretenderse. Para ser estrictos en este sentido, la pregunta debería ser ¿cuál cree usted, que es el personaje más importante de la Historia de España?. Aunque a efectos prácticos, el resultado en lo que concierne a las pretensiones de los productores del programa, es prácticamente el mismo.

Algo similar se puede aplicar al método para designar las «nuevas siete maravillas del mundo». Esta ocurrencia de un multimillonario, es poco más que eso, una ocurrencia en la que esta persona pudo gastarse su dinero, por no encontrar una ocupación mejor.

Lo malo de toda esta tendencia es que los políticos del mundo se amparan en ella para cometer sus tropelías.

El Sr. Marías pone varios ejemplos: uno de ellos ocurrido en Soria (algo de un monumento o algo así), otro sobre los gustos de ocio de los españoles, y otro sobre las pretensiones de un grupo numeroso de musulmanes. ¡No tienen nada que ver uno con otro! Y no solo por tratarse de asuntos diferentes, sino porque también tratan de ámbitos y contextos distintos.

El de Soria, es un defecto del sistema político. Una vez se consiguen los votos, el mandatario hace lo que cree conveniente, sin más intervención de la gente, pero apoyándose en el supuesto apoyo que le dieron en su día (cosa que también critica Javier Marías)

Sobre los gustos ¡no hay nada escrito! ...A la gente le gusta El código Da Vinci, pero eso no lo convierte en un libro bueno... ¡y quien dice que lo sea!

Y ¡ay! lo de los musulmanes. Que hayan cien mil de ellos o más, exigiendo que España esté regulada por la Sharia, mucho me temo que no tiene nada que ver con la democracia.

¿Cuál es la realidad? El Sr. Don Javier Marías, lejos de aclararnos el estado de la cuestión en materia de sistemas políticos, alimenta nuestros prejuicios e ideas preconcebidas, y agrava en alguna medida nuestro ya perjudicado acervo cultural de pasado dictatorial. Mientras que acierta en diagnóstico y en los síntomas, en lugar de ofrecer solución o alternativa nos acojona, nos menosprecia y nos confunde, casi consiguiendo que cuando vayamos votar, lo hagamos a alguien con talante, dialogante, relativista y débil a la hora de aplicar la ley. Debería esperarse algo más de alguien que no tiene tapujos para criticar a una institución como la Iglesia Católica española, para hacerlo también con el sistema de partidos actual que propicia los defectos que denuncia.