lunes, 17 de febrero de 2014

El bueno, el feo, y el malo, de la informática

lunes, 17 de febrero de 2014

Microsoft

Desde el nacimiento de la informática doméstica y hasta hace bien poco, Microsoft ha dominado el mercado de ordenadores domésticos a pesar de lo rudimentario y poco atractivo de su sistema operativo. Su primitivo aspecto se debía seguramente al hecho de que el MS-DOS —basado en el QDOS, traducido literalmente como Sistema Operativo Rápido y Sucio— había sido ideado para ordenadores corporativos o entornos de oficina. Es muy probable pues que su éxito en otros ámbitos se haya debido a un factor fundamental: sus especificaciones de hardware abiertas.

Esta circunstancia permitía que los PC's fueran montados por diversos fabricantes —como Compact, HP o Dell—, o montados por los propios usuarios adquiriendo por separado sus piezas. Este tipo de usuario optaba por el PC clónico gracias a su bajo coste, además de que podía elegirse uno mismo la configuración hardware que mejor le conviniese —procesador, memoria, tarjetas gráficas, disco duro, todo en función del uso que se le desease otorgar—. Había que armarse de ingenio, un destornillador, y paciencia. «Valía la pena para ahorrarse una pasta», eso pensaba la mayoría.

¿Un martillo y una llave fija?
Fabricantes de dispositivos —con sus controladores o drivers—, programadores de juegos, utilidades que suplían las carencias del primitivo sistema operativo, y otro tipo de programas, todos ellos proliferaron pensados para la misma plataforma ahora ya universalizada. Gracias a esta presencia en el mercado doméstico, Microsoft llegó a dominar también el mercado corporativo con su suite de ofimática, la omnipresente Office y sistemas operativos de servidores.

De estos hechos se induce que Microsoft era y continua siendo —salvo algunos ligeros cambios estratégicos recientes— una empresa de software, cuyo mercado objetivo son las empresas. A pesar de que los usuarios domésticos eran un valor estratégico importante, sus problemas particulares —paradójicamente— no les interesaban más que lo justo.
«Surface Pro 2». Con la Surface Pro, Microsoft se incursiona por primera vez en su historia en la venta de hardware
Es decir, contrariamente a lo que muchos piensan, los problemas de los sistemas operativos domésticos de la empresa de Redmon —los Windows 9x— en relación a su estética cutre, sus numerosos fallos y la necesidad de mantenerlos constantemente, no eran debidos a que sus programadores no conocieran su trabajo, sino a otros factores: 
  1. Lo mismo que les hizo triunfar: su sistema abierto y la gran cantidad de software y dispositivos que cumplían con las bajas exigencias de especificación técnica. La combinación particular de componentes de distintos fabricantes que se limitaban a cumplir de forma ajustada dichas especificaciones, hacía muy difícil en la práctica la validación en cuanto a estabilidad y predicción de problemas de funcionamiento. Tan sólo algunas empresas como HP o Dell —entre otras— intentaban comprobar sus equipos y dar el mayor soporte post-venta posible.
  2. Por el perfil de usuario: el publico objetivo de Microsoft no era el mercado doméstico —apenas controlaba el proceso de fabricación-distribución-venta, simplemente ponía el software—, sino el corporativo —ofimática y servidores, ámbito en donde surgió el Windows NT, base de los sistemas operativos actuales desde el XP, tanto domésticos como corporativos—. Además, el usuario doméstico siempre aceptó las deficiencias de Windows a cambio de un menor coste y de tener cierta libertad sobre su equipo.

Estos factores ocasionaban que un sistema operativo se lanzara al mercado doméstico de forma apresurada, sin realizar suficientes comprobaciones y sin esmerarse en la estética. Al fin y al cabo, salvo las empresas, pocos iban a pagar por él.

Apple

Mientras tanto, el otro titan que pugnaba por alzarse vencedor en el mercado informático era Apple. El Apple II fue el primer computador que en sus inicios, logró hacer sombra a los PC's de IBM. Los factores de su éxito inicial fueron:
  1. Arquitectura abierta: Steve Wozniack diseñó al Apple II con una arquitectura bastante abierta —en un movimiento similar a lo que a posterior significó el despegue de su competidor—, lo que permitía ser ampliado y mejorado con hardware de terceros .
  2. Interfaz gráfica: este equipo fue el primero con capacidad de mostrar gráficos de forma nativa. Usaba dicha funcionalidad para añadir una capa entre el usuario y la máquina, eliminando la necesidad de la consola de comandos y con ella, conocer muchos aspectos del funcionamiento de la máquina.
  3. Montado y listo para funcionar: Steve Jobs estaba obsesionado con que sus computadores fueran lo más parecido a un electrodoméstico. A diferencia de las tendencias de la época —en las que el público más familiarizado con la tecnología adquiría los equipos en kits a falta de ser ensamblados— procuró que sus productos:
      • Se suministraran completamente montados y preparados para funcionar.
      • Les proporcionó un mejor control de la alimentación eléctrica, en cuanto a consumo y calentamiento. Gracias a estas mejoras de ingeniería podían prescindir de ventiladores, lo que los convertía también en silenciosos.
      1. Hoja de cálculo VisiCalc: la primera hoja de cálculo para computadores personales. Con este único programa, el computador pasó a ser de una herramienta de especialistas de la informática —y otras ramas de la ciencia— a una herramienta genérica profesional de negocios.
      Sin embargo, posteriores diseños fracasaron y sumieron a su empresa en décadas de ostracismo, con problemas financieros. Los motivos de esta circunstancia fueron probablemente:
      1. Estrategia de mercado incoherente: el atractivo visual de un sistema operativo no es un factor de peso para un mercado corporativo donde priman los resultados prácticos. En cuanto al mercado doméstico más propicio para sentirse atraído por dicha capacidad, el coste del equipo era excesivo en comparación con los de la competencia.
      2. Fallo de diseño: el aumento de capacidad de procesamiento no era compatible para la época con la obsesión de presentar un equipo montado y sin ventiladores de refrigeración. La intención era buena, pero no realista. Muchas unidades del Apple III tuvieron problemas de calentamiento, lo que empaño la imagen de la marca y significó un fracaso que marcó las décadas venideras.
      3. Restricciones de hardware: la necesidad obsesiva de Steve Jobs de especificar los requerimientos técnicos para que se ajustaran a su visión particular de lo que debía ser un computador —desde la estética al consumo eléctrico—, provocó finalmente que todo el proceso de fabricación y distribución para venta —desde el sistema operativo hasta el hardware— fuera controlado por la propia empresa. Esto permitía generar beneficios por la venta de los componentes, pero impedía abrir el mercado a otros fabricantes y empresas que aportaran sus ideas y sus clientes.

      De esta manera, Apple se convirtió por sus propios «méritos» en un fabricante de computadores minoritario, cuyos productos estaban restringidos normalmente a ámbitos relacionados con el diseño gráfico profesional —que podían permitirse la inversión en este tipo de tecnología— sin poder competir en ventas en el mercado doméstico. Una empresa de hardware opaca y aislada, con equipos prohibitivos para el usuario medio y cuyos repuestos eran servidos por la propia empresa a través de sus «tiendas Apple». No permitía que hubieran intermediarios.

      Algunas de las virtudes más alabadas de los computadores de la empresa fundada por Jobs, han sido —además de su atractiva estética— su gran estabilidad y su facilidad de funcionamiento y configuración. Mucha gente piensa que esto era debido a una especie de «sabiduría» de los programadores de una empresa «virtuosa». Sin embargo, la explicación más evidente y menos dogmática es mucho más prosaica: trabajar con configuraciones de hardware conocidas y completamente testeadas facilitaba la integración de los sistemas de forma que la configuración estaba preestablecida y el mantenimiento de los equipos era trivial. Debido a esto, su sistema operativo es prácticamente inservible en otros ordenadores que no entren dentro de sus caprichosas especificaciones. Con un hardware enmascarado tras una interfaz gráfica que parece pretender esconder que lo que se tiene delante es un computador.

      El iMac. Su relativo éxito salvó a la compañía y a Steve Jobs. Fuel el inicio de la inicial «i» en los modelos de la compañía. (foto: The Register)
      Aunque pueda parecer «sacrílego», se podría decir que fueron las decisiones de Steve Jobs las que condujeron a Apple por un camino complicado en sus inicios. Jobs dejó la empresa que él mismo fundó a principios de los años ochenta, por problemas con una directiva que no supo corregir ese tortuoso rumbo.

      Sin embargo, cuando regresó en 1997 su filosofía fue exactamente la misma. El cambio consistió en retirarse de la pelea por los computadores de escritorios dominados por su competidor, e introducirse en aquellos mercados incipientes en los que no estuviera. De esta manera surgió el reproductor de MP3 iPod. Pero lo más importante consistía en que el negocio se lograba —además de la venta de los reproductores— en la venta de contenidos a través —nuevamente— de su propia «tienda Apple»: iTunes —un negocio puramente comercial, que no tiene nada que ver con la informática—. Lo que vino después —iPhone, iPad— es recordado por todos.

      GNU-Linux

      En toda esta actividad del último cuarto del siglo pasado, el usuario consumista llamado a convertirse en el protagonista reciente de la economía, encontró en la tecnología una inagotable fuente de productos con el que lograr un nuevo estatus. Las mejoras tecnológicas no sólo aportaron avances a diversas áreas del conocimiento, también abrieron las fronteras del consumismo. Lo que antaño era un traje nuevo o un coche, ahora es el último modelo de smartphone, tablet, smartwatch, y sus diversas apps y accesorios de todo tipo y función.

      La informática había entrado definitivamente en lo cotidiano, sin embargo, los usuarios clásicos de computadores, aquellos pocos que heredaban el concepto original de la informática sin ninguna interfaz que «enmascarase» de forma gráfica el verdadero funcionamiento —al menos, a nivel lógico— de su equipo, eran cada vez más ninguneados.

      Se encontraban a expensas de las decisiones de las grandes corporaciones. No les satisfacían las soluciones que el mercado les ofrecía, que además de ser ineficientes, inestables o caras, eran en cualquier caso y por encima de todo, cerradas y privativas.

      Richard Stallman y Linus Torvalds

      Richard Stallman era un programador del conocido y prestigioso MIT que observó que el software que se incluía en los computadores y que permitía acceder a todo su potencial, permanecía oculto a los usuarios supuestamente dueños de los equipos, impidiéndoles en la práctica serlos plenamente. Stallman tuvo que dejar su trabajo para que su proyecto de software libre no estuviera influido por su contrato, por el cual el dueño del código que realizaba era el MIT, y no él. Así nació la Free Software Foundation (FSF).

      Torwalds y Stallman (foto: Ubuntu guía)
      Esta fundación tenía como objetivo dar soporte al proyecto de crear un sistema operativo libre, en el sentido de que su código era accesible y modificable por los propios usuarios. Esto no significaba que fuera necesario hacerlo, sino que era posible hacerlo. En definitiva, el usuario elige cómo —en función de su nivel de conocimientos en la especialidad— desea utilizar su equipo, el cual sin el software no sería nada.

      Este proyecto logró finalmente su meta cuando el ingeniero de software finlandés Linus Torwalds liberó con la licencia GNU —creada por la FSF— el núcleo de un sistema operativo equivalente al sólido y eficaz UNIX, pero adaptado a los sistemas basados en INTELx86. El mundo conoció así al pingüino más famoso de la historia: El LINUX.

      Seguro que alguien se estará preguntando a estas alturas quienes son entonces, el bueno, el feo y el malo de la informática. Que sea el lector el que tome la decisión sobre este punto.

      domingo, 9 de febrero de 2014

      La posesión como un fin en sí mismo

      domingo, 9 de febrero de 2014
      Pensamos que si seguimos poniendo grandes productos delante de los consumidores, estos seguirán abriendo sus carteras

      En los inicios de la era de la informática doméstica —años 70 del siglo pasado— el computador se convirtió en un producto comercial cuya finalidad consistía en ser vendido. Cuantos más, mejor. De esta manera se alejaba de los principios originales que llevaron a su desarrollo. Como herramienta enormemente versátil los PC's y computadores en general dieron beneficios a muchos fabricantes de hardware, así como a programadores de juegos y de aplicaciones. El liderazgo del MS-DOS —y Windows posteriormente— en los hogares apenas reportaba ingresos directos a Microsoft, aunque se valió de ello para desplazar a IBM como líder de la oficina —centrándose en el mercado corporativo, sus verdaderos clientes—.

      Y así fue como lo que en un principio fue una herramienta universal, pasó por ser una herramienta para la oficina, y de ahí, a ser simplemente una herramienta universalizada —esto es, susceptible de ser un producto vendible a todo tipo de mercados, sin que tuvieran que conocer nada de su funcionamiento necesariamente—. El computador se convirtió en muchos casos como una especie de «caja mágica» que había sido adquirido por el público por mera presión comercial, sin saber muy bien qué hacer con él. De esta manera, surgía una nueva manera de entender el computador como un fin en si mismo.

      Mientras que algunos usuarios se entretenían overclockeando su equipo o se hacían con algún entorno de programación —QBasic o Turbo Pascal— para darle de esta manera un sentido propio a su ordenador en el sentido «clásico», otros tipos genéricos de usuario aparecían: uno de ellos fue el usuario consumista —cuyo protagonismo ha ido en ascenso hasta hoy en día— que ansiaba la posesión de un computador por una mera cuestión de imagen personal y de estatus social. Necesitaban tener un «buen equipo», dotado de «lo último» en tecnología. Un segundo nuevo tipo de usuario era aquel que valoraba la informática como herramienta, pero no estaba interesado en saber apenas nada de ella. Quería que se lo dieran todo hecho. Estos dos tipos de usuario vivían en constante contradicción y lucha interior: aunque no les interesaba la informática y no deseaban hacer más que un mínimo esfuerzo en relación a ella, al mismo tiempo, la necesitaban urgentemente.

      Mientras, Microsoft y Apple peleaban por el mercado corporativo con clara ventaja del primero. No fue hasta que la empresa de la manzana comenzó a explotar a las nuevas clases de usuario cuando inició su carrera hacía el liderato actual, alejándose del PC de escritorio dominado por su competidor. Parte del primer tipo clásico de usuarios interesados en la informática como especialidad, se dieron cuenta de que eran meras marionetas y que difícilmente eran dueños de su computador plenamente. De aquí surgieron varias iniciativas que dieron forma al proyecto GNU-Linux. Pero esta, es otra historia.

      jueves, 6 de febrero de 2014

      Érase una vez, un computador

      jueves, 6 de febrero de 2014
      El ordenador nació para resolver problemas que antes no existían
      —Bill Gates


      Sala de computadores y almacenamiento en cinta magnética de los años 70
      Foto: El Cedazo
      En sus inicios, los computadores eran enormes armatostes que ocupaban salas enteras. Los ingenieros y matemáticos que diseñaban estos dispositivos lo hacían con la principal finalidad de convertirlos en herramientas universales. Unos dispositivos que dado su coste y tamaño, eran utilizados por las instituciones públicas, científicas o militares, que podían permitírselo.

      Lo que para unos era un fin en sí mismo —los desarrolladores—, para otros —gestores públicos, militares, científicos de otras áreas distintas de la informática— era un medio para lograr otros objetivos —desde cálculo de órbitas estratosféricas a trayectorias balísticas, pasando por censos estadísticos—.

      La mejora tecnológica y la consiguiente disminución de tamaño y abaratamiento de los componentes, propiciaron la existencia de ordenadores más apropiados para un negocio o domicilio. De esta forma, surgió el concepto de «computador personal». IBM acuñó el concepto de «PC» o Personal Computer, desarrollado en respuesta al Apple II de APPLE —Otros fabricantes importantes fueron WANG o SUN—.

      En esta época el mercado informático se destinaba a profesionales o empresas . Aún no existía el concepto de «informática doméstica». Por tanto, las técnicas de marketing empleadas estaban orientadas a ese tipo de usuario, que valoraba la inversión que realizaba —dinero, tiempo o esfuerzo— en función del resultado práctico que alcanzaba. Por tanto, la estética y funcionalidad de los programas —software— que se incluían en los computadores, no cumplían con más funciones preestablecidas que las propias de su gestión informática, ni se limitaba en manera alguna que el usuario pudiera configurar su sistema arreglo a sus prioridades.

      Tan sólo en su parte física —el hardware— era donde se les dotaba de elementos diseñados específicamente acorde a la función principal para la que iban destinados. De ahí que los primeros computadores personales tuvieran un diseño y estética de «herramienta de oficina», la cual perduró en el tiempo aún fuera de dicho ámbito.

      IMB PC del año catapúm
      Foto: UPM
      Hasta este momento, la importancia del computador continuaba residiendo en su concepción como «herramienta de propósito general»—. Los ingenieros los creaban con la idea de que el usuario con preparación pudiera darles la utilidad final que se ajustara a sus necesidades. Esto exigía que tuviera claro cuáles eran éstas y qué debía hacer para solucionarlas. No  hacía falta que fuera ingeniero informático o tuviera que saber diseñar un computador, pero como cualquier otra herramienta, era necesario un mínimo aprendizaje para poder usarla y mantenerla —incluso una máquina de escribir tradicional a pesar de su limitada función, requería de cierto adiestramiento y cuidados—.

      Las tareas burocráticas y de contabilidad fueron las funciones principales para las que las empresas destinaban su inversión en nuevas tecnologías, con IBM (International Business Machines, o Internacional de Máquinas de Oficina) como el rey indiscutible en la fabricación y venta de computadoras de oficina. 

      Mientras, el mercado doméstico era un campo sin explorar. Algunas marcas modestas —Sinclair, Commodore, Atari, Amstrad, entre otras— lanzaron equipos con un hardware sencillo —sin monitor incluido, con el teclado de goma o embebido en un mismo bloque junto a la CPU y sin medios de almacenamiento externo— que se popularizaron rápidamente en los hogares.

      Commodore 64
      Foto: Wikipedia
      Estos equipos —si bien no eran más que juguetes— heredaban el mismo concepto de sus antecesores: su sistema operativo apenas ofrecía más que un entorno de programación en donde el usuario debía esforzarse aprendiendo a programar, llegando a leer incluso ¡libros en papel! para aprender, pasando tardes enteras tecleando un programa en memoria y disfrutar tras horas de trabajo. Eran desde luego, otros tiempos.

      Obviamente, el futuro de la informática doméstica no podía pasar por aquí ¿verdad?. Aunque estos equipos mejoraron y surgieron publicaciones y comunidades de usuarios que compartían programas, la multiplicidad de sistemas y su incompatibilidad complicaba las cosas. Hacía falta algo más.

      El PC clónico.

      Debido a algunos errores de diseño, Apple perdió la carrera por el mercado corporativo en favor de IBM, la cual comercializó un computador de bajo coste a los que se les dotó del sistema operativo —en realidad, poco más de un mero gestor de disco— PC-DOS de Microsoft. Debido a su buen resultado en términos prácticos, otros fabricantes quisieron hacerle la competencia logrando mediante ingeniería inversa «clonar» la BIOS de un equipo de IBM. De esta forma podía comercializarse PC's bajo marcas distintas de IBM.

      PC Clónico «del montón»
      Foto: revista PC Actual
      Gracias a que Microsoft —no se sabe si en un alarde de ingenio estratégico de Bill Gates o por pura chiripa— tenía la concesión de poder comercializar su sistema de disco —MS-DOS— prescindiendo de IBM, miles y miles de clones de su PC, con el alma de Microsoft, cubrieron la superficie del planeta.

      martes, 7 de enero de 2014

      El éxito del 15M

      martes, 7 de enero de 2014
      Imagen: El Roto
      ¿Que ha sido del 15M? ¿qué ha sido de aquellas movilizaciones desde el 2011? ¿qué se ha logrado? Hay quien haciendo gala del clásico derrotismo español —que sólo ve la parte mala— piensa que no se ha conseguido nada. O la estrechez de miras característica, esa falta de capacidad para ver el cuadro general que se nos presenta ante nuestras narices —fijándose sin embargo con detalle y regocijo en los inevitables defectos de los demás—.

      Existen algunos vicios que pesan como losas en la sociedad española. Algunos eran parte de aquello contra lo que el Movimiento 15M se oponía. Uno de ellos —puede que el principal— es confundir partidismo con política. Pensar que la política sólo es posible a través de un partido. Esta forma limitada y sectaria de pensar provoca que muchos vean al 15M como la tapadera de un partido. Otros por el contrario, se lamentan de que no se haya convertido en uno.

      Antes de las elecciones se veía al movimiento como una manera de alterar las elecciones —unos a favor y otros en contra, lógicamente—. Tras su resultado y la falta de actividad en las calles, los bandos más sectarios y más estrechos de miras, piensan que se ha fracasado.

      Esa forma cortoplacista de pensar, de buscar únicamente el beneficio inmediato, es la que nos ha sumido en la crisis político-económica actual. Es inútil explicar a estas personas que la utilidad del 15M es precisamente como forma de superar esas limitadas formas de hacer y de medir las cosas. Explicar que el 15M no tiene objetivos partidistas o electoralistas, que lo que se desea es cambiar el sistema. Y se desea hacerlo convenciendo, no por la fuerza. Para ello se necesita darse a conocer, salir a la calle y realizar protestas que tengan como objetivo llamar la atención, no lograr cambios significativos de la noche a la mañana. Se desea transmitir una idea, para ello es necesario que los medios fijen sus objetivos en los lugares adecuados —acampando en las plazas o rodeando el congreso— de forma que no tengan más remedio que hacerlo para no quedar en evidencia —aún así el silencio en algunos casos resulta clamoroso—.

      Que nos resulte tan difícil definir a un movimiento ciudadano, transversal, horizontal y descentralizado, dice mucho de nuestras carencias. Y estas se observan con el uso que se les da a las etiquetas. Con la de «los indignados», hace parecer a todo aquel que desee participar junto al resto de ciudadanos —ser partícipe del mismo malestar deseando aportar su grano de arena para intentar cambiar las cosas— como un único grupo susceptible de ser acusado del mismo interés partidista y electoralista que el resto.

      Ocurre que la principal virtud de un movimiento ciudadano es también su principal debilidad. Si se abre necesariamente la participación no se puede tener objetivos demasiado concretos ni se puede controlar a todo el mundo. Puede ocurrir que cualquier otro grupo se atribuya la organización, o que grupos organizados y controlados políticamente por estructuras externas al movimiento, se infiltren bajo las mismas siglas e intenten apropiarse del movimiento para utilizarlo o desvirtuarlo.

      Se hace necesario saber distinguir entre el movimiento ciudadano puro, de aquellos que pretenden personalizarlo para aprovecharse de el. De esta forma, organizaciones de izquierda han contaminado la idea en un intento político —electoralista — de influir en las elecciones, abonando el terreno para que grupos conservadores que sólo ven la parte que les interesa, encuentren justificada la critica al conjunto —confundiendo la parte por el todo—. Es necesario también objetividad para evaluar los intentos de realizar propuestas para solucionar los problemas comunes, sean todas de nuestro agrado o no. De esta manera se podrá ver cual es el auténtico éxito del llamado 15M.

      Realmente, esta no es más que otra etiqueta que representa la materialización de la cada vez mayor brecha entre la sociedad y la clase política, que comenzó años antes de aquella mítica manifestación del 15 de marzo de 2011.

      Una vez esa brecha se evidenció en la calle, una vez los ciudadanos se vieron unos a otros y se dieron cuenta que no estaban solos, todo cambió en España. Antes de aquello, decir que no había democracia ocasionaba que te tratasen como a un marciano. Ahora, los que critican el sistema son héroes, que todos quieren imitar.

      De la media docena de agrupaciones que surgieron como consecuencia del malestar generalizado de la sociedad española, ahora, unos años después, hay más de sesenta organizaciones cuya esencia bebe de los mismos principios que movían al 15M. Es la materialización de un descontento de los ciudadanos con la clase política que alcanza sus mayores cotas de los últimos años.

      Movimientos independientes, cada uno con sus propias directrices aunque todos basados en la misma idea general. El 15M no los dirige, ni falta que hace. Es el surgir por fin en España del necesario concepto de ciudadanía responsable, principal protagonista de un sistema democrático: la sociedad civil.

      sábado, 4 de enero de 2014

      Los reyes buenos

      sábado, 4 de enero de 2014
      Un falso Baltasar lanzando regalos (Cagalgata de Triana)
      Reyes Magos lanzando regalos. (Fuente)
      ¿Es completamente inocua la conocida tradición de los Reyes Magos? Pocos se preguntan sobre su efecto y por qué en otros países hay otras tradiciones. Para empezar, parece ser que originalmente no eran reyes, sino simplemente «magos». Sin entrar en excesivos detalles sobre la historia de esta tradición, parece significativo que en algún momento de ella se convirtieran en reyes.

      Las monarquías cumplieron un papel fundamental en la Europa desparramada tras la caída del Imperio Romano. La desaparición del orden existente a consecuencia de la ausencia del estado romano antiguo, requería ser sustituida por otro orden político que emulara al cómo fue de magnífico el anterior ya perdido. Los reyes que surgieron no eran reyes como los que conocemos ahora, ni reyes como los de las tribus primitivas. Eran unos que llegaban a su puesto si lograban imponerse al resto militarmente sobre el campo de batalla, con soldados sufragados muchas veces por ellos mismos. Eran reyes bienvenidos —generalmente— por el pueblo, por cuanto mantenían el orden perdido —aunque los frieran luego a impuestos—. Y no llegaban a sus puestos ni por descendencia ni por enchufe. Al menos, no los primeros de ellos, claro.

      Puede que por esta imagen positiva de aquella época, se les llegara a asociar con los apacibles señores ancianos —vestidos anacrónicamente con ropajes medievales— que conocemos, que llevan regalos a un niño recién nacido.

      Todo esto está muy bien, sin embargo, a la tradición original se les han añadido otras costumbres que resultan preocupantes. En algunos países —hispanohablantes mayormente— existe la tradición de la «cabalgata», en la que dichos «reyes» desfilan junto a sus pajes por las calles de la ciudad, repartiendo regalos desde sus lujosas carrozas.

      Los regalos no son otra cosa que poco más que chucherías y juguetes de «todo a cien», pero no es lo que dan, sino el acto simbólico de hacerlo. El acto es en si mismo un «espectáculo» de subordinación y de fomento de la disputa por lograr el beneficio fácil e inmediato, concedido por unas dudosas autoridades. El fomento de esperar a verlas caer, sin hacer nada más. Me preocupa enormemente como enseñanza por cuanto está dirigido precisamente a los más pequeños.

      Si a esto se le añade las actitudes de ciertas personas —no menores de edad precisamente— resulta patético, pero sobre todo terrible por el lamentable ejemplo que se está dando.

      Normalmente, los adultos que participan en estas cabalgatas no tienen necesidades, y están allí únicamente por acompañar a sus hijos o nietos. Si actúan así es por la cultura del caciquismo servil en la que deben haber sido educados, encontrando normal que ciertos individuos, imbuidos de una ambigua y «mágica» autoridad, se rodeen de palmeros que se contentan con la miseria de los restos que les echan, empujándose y golpeándose unos a otros, en lugar de actuar en cooperación para poner las cosas claras al «rey».

      Cuando uno lleva viendo estas celebraciones durante años acaba por ignorarlo. Piensa que el problema es de esa gente en concreto, y no del propio acto. Sin embargo, hace un par de años todo esto cambió.

      Una mujer de raza negra, seguramente extranjera, bien vestida —no aparentaba necesitar ir pidiendo para subsistir— y sin hijos que la acompañaran, se encontraba en medio de la multitud esperando con anhelo coger algo de lo que lanzaran al suelo desde aquella «carroza».

      La impresión y la percepción de lo que estaba ocurriendo fue del tal tipo que me «congelé» de inmediato. Tal vez fuera presa de los prejuicios pero, ¿puede que aquella mujer pensara que aquello no era un juego? ¿que pasó por la cabeza de aquella mujer para unirse a una multitud que se tira al suelo y pelea entre ella, por recoger lo que desde un vehículo les tiraban?.

      La duda resultó demasiado para mi. No he vuelto a ver, ni mucho menos, asistir, otra cabalgata de los Reyes Magos.

      No son estos los Reyes en los que creía de pequeño.

      jueves, 2 de enero de 2014

      Necesidad de límites

      jueves, 2 de enero de 2014
      El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente

      Foto: midiario.com
      Esta archiconocida cita se ha repetido tantas veces que la saturación provoca que nos pase por un oído y salga por el otro. Forma parte del paisaje. Ruido de fondo. Se piensa que es de esos tópicos o refranes curiosos ante los que uno no hace más que encogerse de hombros. Un juego de palabras inocuo. Puede que haya gente que piense que esta frase es inexacta. Que solo se aplica a ciertas personas. Seguro que algunos creen conocer gente que si estuviera en el poder sabrían «poner las cosas en su sitio»: su partido de toda la vida —ese con el que su abuelo lucho de joven— y toda esa conocida y rancia cantinela.

      Otros creen que cualquiera con un pasado humilde es incapaz de abusar de una situación de poder. Luego, cuando alguno de ellos logra llegar a él y está el suficiente tiempo como para hacer abuso, surge la sorpresa: ¡con lo bueno que parecía cuando lo conocimos! ¡lo encantadora que era esta mujer, y cómo se ha vuelto ahora! ¡lo humilde que era su familia y lo prepotente y soberbio que se ha vuelto! Es igual, no pasan de ser comentarios de bar y nadie se acuerda de lo advertidos que estaban. Los hay también, por supuesto, que ansían llegar al poder a cualquier precio para dar rienda suelta a sus desmanes.

      Sin embargo, creo que hay una respuesta científica a esta cuestión, aplicable a toda la especie humana. Una explicación antropológica que puede dar respuestas a estas eternas cuestiones que desde la Grecia Clásica se les llama hibris: el ser humano tiene cerca de medio millón de años de antigüedad. Sin embargo, la Historia «sólo» recoge unos tres mil años. En la mayor parte de la existencia de nuestra especie —miles y miles de años— el ser humano vivió en la escasez. Para obtener el sustento diario, debía realizar un gran esfuerzo físico y mental. Un fallo, una falta de eficacia, y ese día no se comía o podía morir alguien.

      El inevitable y necesario desarrollo tecnológico mejoró las condiciones de vida, y posibilitó la formación de grandes imperios. Pero todos ellos llevaron de forma invariable a la corrupción, desigualdad y abuso de poder. Es decir, cuando sobre un ser humano recaía el poder suficiente de forma que dejaba de tener necesidades, poseyendo todo cuanto podía desear, su naturaleza se pervertía. Esto se puede extender a las monarquías absolutistas, algunas ordenes religiosas y en general, a las sectas y partidos políticos.
      El poder es el último afrodisíaco.
      Henry Kissinger (1923)

      No es necesario ser todopoderoso para ello. En la medida a una persona se le facilitan en exceso las cosas, se vuelve igualmente débil, dependiente, caprichoso y envidioso. Como les ocurre a los niños malcriados que se les ha mimado en exceso. No es una cuestión de ideologías ni de clases, es simplemente nuestra naturaleza. Y ocurre tanto en el sufragio de la Alemania que eligió a Hitler como gobernante sin control, como en la dictadura proletaria de la comunista Unión Soviética de Stalin.

      El problema surge en todo tipo de ámbitos y es causa de adicciones —drogas, alcohol, redes sociales, etc— , obesidad, consumismo, etc. Se puede decir que allá donde no hallan unos límites con la suficiente efectividad, el descontrol y el exceso se apodera tarde o temprano de una cantidad significativa de afectados.

      Se puede pensar que es una cuestión de educación. Qué duda cabe que a través del autocontrol es posible moderar estos comportamientos, pero aquí es donde se encuentra la verdadera naturaleza del problema. Nuestro ser carece de mecanismos evolutivos naturales que de forma instintiva, eviten automáticamente comportamientos abusivos sobre nuestro entorno —sobre nosotros mismos o los demás—. Únicamente pueden reducirse mediante el autoaprendizaje consciente, pero nunca se va a poder eliminar la tendencia natural a aprovechar cualquier circunstancia favorable que nos proporcione placer —alimentos, dinero, sexo, más poder, etc—. El también conocido dicho de que la sed de poder es insaciable, no es únicamente un recurso metafórico, es estrictamente cierto. El ser humano no está preparado para no tener adversidades.
      Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder.
      Abraham Lincoln (1808-1865)

      Por tanto, es casi tan necesario como el aire que respiramos, que nos pongamos límites que no dependan de nosotros mismos. Debemos crear un entorno político y social con personas que no nos permitan cualquier cosa, que nos frenen cuando sea necesario y debemos corresponderles de la misma manera. Si esto se aplica para cualquiera, la necesidad de establecer límites se hace todavía más perentoria si se trata de representantes políticos que viven de nuestro trabajo.

      Al igual que en otras fases de nuestra evolución, es la mente racional la única que nos puede salvar de nuestra falta de adaptación al entorno totalmente controlado y falto de peligros que —paradójicamente— nos estamos construyendo. Seamos racionales pues.


      martes, 22 de octubre de 2013

      Información y realidad

      martes, 22 de octubre de 2013

      Porque para conocer la realidad que nos afecta día a día en nuestras vidas y poder tomar decisiones, es necesario tener información sobre ella. 

      Porque para tener información es necesario tener tecnología y canales libres de comunicación, sin filtros, sin censura. 

      Porque para tener estos canales es necesario que la sociedad tenga los mecanismos para garantizarlos y acceder a ellos con un mínimo de igualdad. 

      Porque para que la sociedad tenga estos mecanismos de control es necesario un sistema político que lo permita.

      Por ello, no hay más remedio que interesarse por la política.

      sábado, 5 de octubre de 2013

      Los pasillos de España

      sábado, 5 de octubre de 2013
      «Desde hace tiempo ha sido para mí un axioma que las cosas pequeñas son con mucho las más importantes» 

      Conan Doyle, Sir Arthur
      La fnac cerró sus puertas ese día a la ilusión de muchos ciudadanosEl sábado 28 de septiembre unos ciudadanos formaron cola en la puerta de la fnac de la calle San Vicente (Valencia) para encontrarse con un personaje muy admirado por ellos. Varias generaciones de aficionados han disfrutado de su irónica, en ocasiones gamberra y contestataria, y siempre simpática y divertida obra. Juntos, se reunieron ese día con la inocente ilusión de conocerle y obtener a cambio una simple, pero importante para ellos, firma suya.

      Esta persona, a pesar de no haber sido reconocida por las instituciones oficiales con uno de esos premios que se otorgan a los que interesan al «régimen», desbordó las previsiones de los organizadores del evento, ya que las dos horas previstas fueron insuficientes para que todas las personas que acudieron, vieran cumplido su deseo.