miércoles, 28 de octubre de 2015

El email marketing en el mundo del Whatsapp

miércoles, 28 de octubre de 2015
Los 7 aspectos clave del éxito en email marketing [eBook]
¿Tienes una empresa y no te aclaras con la promoción? ¿Vives angustiado a expensas de los vaivenes del mercado? ¿Deseas dejar de tener un papel pasivo en tu futuro? Hoy en día, en esta época de carencias económicas, tal vez no veamos otras posibilidades que un mundo conectado nos brinda. Una de ellas puede ser la utilización del correo electrónico. El ahora ya clásico medio de comunicación, continúa —a pesar de todo— todavía vigente y puede ser utilizado para llegar a un público más amplio o mejorar la comunicación con ellos.

Para serles sincero, no soy quien para hablar con autoridad de marketing como vendedor o empresario, pero sin duda que sí puedo hacerlo como consumidor o usuario. Como tal, puede decirse que la popularidad de las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea es cada vez mayor. Que surjan nuevas formas de comunicarse es tan inevitable como conveniente. También se oye comentar que se ha llegado a la era Post-PC, y hay quien habla de su desaparición. Sería un tema que podría dar para un artículo dedicado, pero de lo que se trata en realidad es que ahora, a cada herramienta se le dota de un uso más específico, acorde a su verdadera naturaleza. 

Con el correo está ocurriendo algo parecido. La mensajería instantánea en lugar de ser lo que acabe con el correo electrónico, puede que sea lo que lo está convirtiendo en la herramienta seria y útil que nunca tuvo que dejar de ser, no solo en entornos corporativos sino también en la comunicación con los clientes. Gracias al Whatsapp se acabaron aquellos montones de correos con Power Point de dudoso gusto y menor utilidad. Es sin duda, la hora del correo electrónico.

Ahora bien, ¿por dónde empezamos? Recientemente ha llegado a mis manos —por correo electrónico, claro— una herramienta que promete ser muy interesante. Atrae desde un primer momento por su carácter de suscripción gratuita y por proporcionarnos, gracias a diversos manuales y vídeos de gran valor formativo, un valor añadido. Esta herramienta es Mailrelay y puedes acceder a dichos contenidos en su sección de manuales sobre email marketing.

Los manuales están en formato ebook, siendo el más reciente de ellos el que lleva el título Los 7 aspectos clave del éxito en email marketing. Hay varias opciones de descarga —entre ellas la descarga directa— pero si deseas estar al tanto de las novedades lo mejor es la suscripción —naturalmente, por correo electrónico— a su blog. Creo que es una buena oportunidad para empezar




martes, 8 de septiembre de 2015

Populismo o la verdadera magnitud del problema

martes, 8 de septiembre de 2015
Foto: http://www.europeanyouthvoice.eu

¿Que relación hay entre democracia y demagogia? En líneas generales, parece inevitable que los políticos acaben diciendo aquello que la gente desea escuchar. Parece que gusta más oír a alguien decir que tiene una solución, que admitir que los problemas son muchos y la situación es complicada. Deseamos creer que con dos cambios por aquí y por allá, tirando a uno o a otro líder del gobierno, todo se va a solucionar en un abrir y cerrar de ojos. Diría que esto es lo que ha estado ocurriendo en España en las ultimas décadas, con la añadidura de que cada vez el aspirante lo suele tener más fácil, gracias a lo cada vez peor que lo han hecho los sucesivos gobiernos. Esto y el uso del infausto 'voto útil', el más inútil de los votos. A pesar de la aparición de alternativas políticas en el escenario electoral, me temo que las estrategias son las de siempre: los que gobiernan asustan de lo que ocurrirá si ellos no continúan, y los aspirantes se proclaman como la solución a todos los problemas. Seguramente, ni lo uno ni lo otro, por supuesto.

¿Qué se puede hacer?

El gobierno justifica sus acciones con el pretexto de que 'hay que apretarse el cinturón', ya que 'hemos vivido por encima de nuestras posibilidades'. De esta manera, la opción elegida por el gobierno actual es perpetuar la mediocridad. Recortar en los servicios que más afectan a la ciudadanía, el principal valor necesario para salir del atolladero ―salir de verdad, no limitándose a cumplir con determinados parámetros económicos decididos por ciertos dirigentes europeos―: recortes en investigación, en educación, aumento de los impuestos básicos, descenso de los ingresos de la clase media, empeoramiento de la situación laboral, alargando jornadas y reduciendo sueldos, todo para luego no saber cómo aprovechar el tiempo. Es decir, la discrepancia principal está en pensar que estas medidas son inevitables y que han de sufrirlas la parte más débil e indefensa de la sociedad.

Una buena parte de la sociedad no considera legítimo que un gobierno mediocre y corrupto genere medidas que perjudican al principal capital humano del país. Como consecuencia, han surgido las alternativas políticas, unas nuevas como Podemos, y otras ya conocidas pero que hasta ahora no habían salido fuera de su ámbito autonómico, como Ciudadanos. Es decir, se critica sobre todo la legitimidad de los que deciden, más que las medidas en sí. En pocas ocasiones se ha puesto el dedo verdaderamente en la llaga: ¿Qué se puede hacer realmente? ¿Cómo se va a pagar la deuda? ¿es posible una 'quita' y dejarla sin pagar por considerarla 'ilegal, ilegitima y odiosa'? ¿y si el país está tan hipotecado que no hay de donde sacar?

Grecia

Las promesas de Syriza, fueran cuales fueran exactamente, no se han visto cumplidas. El rescate se ha dado ya que de lo contrario el país heleno se venia abajo. Las condiciones de la Troika se han impuesto. El partido en el gobierno se ha dividido y el Primer Ministro electo, dimitió como consecuencia de su fracaso. Y Grecia está igual que antes o peor. Pero, ¿invalida esto las reivindicaciones? ¿justifica lo que está haciendo Europa con Grecia? Algo evidente es que la situación en Grecia no es cosa de ahora, sino que es el producto de una política continuada que ha dejado el país a merced de unos intereses ajenos, y que no se soluciona con la mera voluntad. Gracias al caso griego se conoce mejor la verdadera magnitud del problema.

España

Lo ocurrido en Grecia está siendo utilizado como ejemplo, como siempre, con cada parte interpretando lo ocurrido a su conveniencia. Una de las consecuencias es la modificación de intención de voto, aparentando que la sociedad aumenta su apoyo al bipartidismo clásico que nos ha llevado a la situación actual, y la confianza en las propuestas alternativas pierde fuerza. Probablemente, estas encuestas no reflejen la realidad adecuadamente, ya que la duda suele ser mala a la hora de mostrar tu apoyo a una opción que se ha visto comprometida, favoreciendo al resto que aun teniendo el mismo apoyo en cifras absolutas, porcentualmente mejora. Esto significa que a la hora del voto pueden volver a pesar factores como la corrupción. Sea lo que sea que ocurra en las próximas elecciones generales la pregunta es ¿Qué opciones tenemos?

Habrá que prepararse para enfrentarnos a nuestra verdadera realidad como país y la relación con una Europa a la que no le gusta la democracia. Cuando España entró en la Unión habían ya 10 estados con una política agraria común en cuya elaboración no se participó. Hubo ya en 1986 que soportar unas terribles condiciones que han supuesto la perdida de un factor diferencial respecto al resto de países con tradicionalmente menor capacidad agrícola. En cuanto a la industria, la Reconversión Industrial que también afecto a ciertas producciones ganaderas y agrícolas, acabó por desmantelar la poca capacidad industrial que se tenía en España. Se puede estar de acuerdo en que entrar en Europa era necesario pero ¿a este precio? ¿Quién ha ganado realmente de este proceso? ¿bajo qué acuerdos reales se construyó precipitadamente la Unión Europea? Resulta inevitable pensar que nuestros políticos vendieron a nuestros países para que ellos pudieran codearse con las nuevas élites europeas, a costa de convertirnos permanentemente en provincias de segunda, sin capacidad de decisión y con el objetivo de llenarnos de autovías para ser destino turístico de los lujosos coches centroeuropeos.

Los ciudadanos griegos pensaron y creyeron que eran dueños de su destino ¿Lo somos los españoles? En nuestra mano está la oportunidad de conocer la verdadera magnitud del problema o bien, continuar con la misma mentira de siempre.


lunes, 29 de junio de 2015

Curiosidades sobre el Matrimonio Gay

lunes, 29 de junio de 2015
Logo de la Casa Blanca de los EEUU con motivo del día del Orgullo Gay
El matrimonio entre personas del mismo sexo poco a poco se está convirtiendo en una realidad en todo el mundo. En España es posible desde el año 2005 gracias a que el gobierno de por aquel entonces logró que se aprobara en el Parlamento como una de las medidas estrella y necesaria, pocos años antes de que la crisis comenzara, siendo el primer país tradicionalmente católico en hacerlo. Esta vez por referéndum y en otro país de similar tradición religiosa, Irlanda hizo lo propio hace no mucho. Pocos días antes del Día del Orgullo Gay, el en mundo no se habla de otra cosa gracias a que la Corte Suprema de los EEUU aprobó el matrimonio gay con aplicación a nivel federal. Esta decisión implica que la norma adquiere carácter de derecho básico constitucional, imponiéndose a los acuerdos previos que sobre esta materia se hubiesen aprobado por referéndum en cada uno de los Estados de la Unión.

Parece que es ya imparable la marcha hacía un escenario en donde tanto las parejas de un tipo como de otro, pueden formalizar su relación legalmente bajo la misma denominación de matrimonio. Esta norma ha ido adquiriendo un carácter inapelable y arrollador, provocando festejos en todo el mundo en cuanto surge alguna noticia sobre otro país que se suma al festival, logrando que se olviden otros problemas no menos graves. Los medios de comunicación hacen el habitual uso mediático de la circunstancia, a la que se suman profusamente la mayoría de los políticos, en una época en la que cada vez estos tienen menos capacidad para proponer medidas originales, o a poner sobre la mesa problemas cuya solución exige un esfuerzo que no se atreven a pedir. Esta noticia positiva por tanto, se transmite como un reguero de pólvora por los parlamentos de todos los países del mundo, hambrientos de medidas que les hagan parecer mejores frente a su electorado.



Una curiosidad sobre las que pocos reparan —tal vez por el temor a fijarse en detalles poco importantes que estropeen el ambiente de júbilo generalizado— es que la consideración de los derechos sobre «parejas» representa —salvo error— un precedente sin igual en la historia de la legislación, ya que hasta ahora los derechos eran exclusivamente referidos al individuo. Parece que hay ciertos aspectos —no sólo sobre el matrimonio gay sino sobre el propio y fundamental concepto de derecho— cuyo debate no ha sido lo suficientemente transmitido al resto de la sociedad. La defensa de la igualdad legal de las personas, se encamina a tener derechos y obligaciones iguales independientemente de cualquier aspecto sobre nuestra condición. Esto significa de forma inapelable que dos personas cualesquiera podrán establecer un acuerdo legal —familiar o de cualquier otro tipo— con cualquier otra. Las cuestiones son hasta qué punto la denominación de estos acuerdos es o no, un derecho fundamental y sobre todo, si cabe o no aplicarlo a colectivos, no sólo a individuos.

Sobre este asunto, otro de esos aspectos que al parecer se dan por asumidos y de los que nadie discute, es el de la aparente inutilidad de las uniones civiles. Esta figura legal surgió en los Países Bajos en 1998, precisamente para compensar la antigua situación en la que una persona no podía llegar a un acuerdo legal de pareja —casarse— con otra persona de su mismo sexo. Una vez se aprobó, parecía que el problema estaba resuelto. De hecho, no sólo fue utilizada por parejas homosexuales, sino que hasta un tercio de las uniones registradas eran heterosexuales. No había diferencia legal con el «matrimonio clásico». Esta situación concuerda con lo que recordamos —los que tenemos ya una cierta edad— de los años 80~90: el matrimonio era considerada una tradición carca y anticuada. Muchas parejas se «juntaban» e incluso tenían hijos, haciendo uso del matrimonio legal posteriormente, simplemente para obtener los beneficios que el estado proporciona a las familias. Alguien seguramente hubiera podido preguntarse si no era esta la fórmula correcta que debería haber existido siempre para todas las uniones en cuanto a su reconocimiento en textos legales, huyendo de denominaciones con reminiscencias de ámbitos culturales que le son ajenos. Hay que hacer hincapié sobre lo verdaderamente revolucionaria que hubiera sido esta medida, que implicaba que el matrimonio clásico de reminiscencias religiosas desaparecía nombrado como tal en las leyes, quedando simplemente una forma legal genérica aplicable a cualquier caso. El resto de aspectos hubieran quedado como costumbres sociales a la que cada uno se adhería o no, en función de sus preferencias.

No fue este el debate que hubo. Algunos grupos defensores de los derechos humanos alertaron a la sociedad de que al parecer, la solución adoptada inicialmente no era el camino correcto. La coexistencia en textos legales de «uniones civiles» con la de «matrimonios» está claro que es redundante y creaba una diferenciación, definida según estos grupos como «instituciones apartheid» —algo así como matrimonios «de primera» frente a otros «sucedáneos»—. Ningún grupo de opinión influyente propuso lo comentado que hubiera consistido en eliminar en textos legales la denominación clásica de «matrimonio» —por su reminiscencia cultural anacrónica— y llamarle a todo con la fórmula neutra «unión civil». En lugar de esto había que sustituir el significado pero dejando la denominación. De esta forma, «matrimonio» es la única manera legal de llamar a las uniones familiares, chocando con todo el legado cultural y religioso anterior en la que el matrimonio era una unión entre dos personas de distinto sexo. Llegados aquí, tal vez sería conveniente un pequeño resumen de lo que se ha dejado atrás.

Breve historia del matrimonio en la especie humana

Salvo alguna tribu perdida en la Selva del Amazonas, desde Asia hasta las civilizaciones precolombinas, pasando por África y Europa, el matrimonio ha existido en la practica totalidad de culturas desde tiempos inmemoriales. Como era habitual en las sociedades primitivas, la religión y el misticismo ocupaban una buena parte y justificación de sus costumbres y rituales. Es conocido también que la antigüedad de las relaciones homosexuales es tan vieja como la propia especie humana. Sin embargo, el matrimonio como institución religiosa sagrada y como unión de un hombre y una mujer, ha sido siempre la práctica habitual. No se tiene constancia de que haya existido previamente el «matrimonio gay». Lo más parecido sea tal vez un ritual de la edad media llamado «boda de semejanza», oficiado por la Iglesia Cristiana a las parejas homosexuales. Sin embargo, aunque la Iglesia reconocía y cuidaba de estas relaciones, no las consideraba matrimonio sino un «vinculo de hermandad».

¿Cuales han sido los motivos de esa diferenciación que lleva arrastrando la civilización humana desde el principio de los tiempos? El avispado lector se habrá dado cuenta de un pequeño detalle objetivo que apenas se ha mencionado brevemente hasta ahora en el artículo: la descendencia. Una hipótesis plausible del por qué de esta diferenciación ancestral e incluso del carácter sagrado de las uniones heterosexuales, es que de todas las formas de expresión sexual que existían y se realizaban habitualmente, sólo una de ellas era capaz de alcanzar la reproducción humana. En aquellos pretéritos tiempos de gran mortalidad infantil, la descendencia ocupaba una de las mayores preocupaciones de los grupos sociales. Probablemente por este hecho inevitable de nuestra propia naturaleza, unas uniones tenían un significado y valor social diferente al de otras, independientemente de la valoración que se tuviera de los individuos que la formaban y del seno cultural en el que se produjera.

Siempre es bueno superar viejos prejuicios. Aunque en este caso parece que ha existido una lucha entre dos bandos diferenciados con posturas antagónicas, en los que el resto de la sociedad acepta los postulados de los que ofrecen una mejor imagen social. Por un lado la Iglesia que no estaba dispuesta a hacer desaparecer el término matrimonio de la Ley, y por el otro, los cada vez más influyentes colectivos gay que deseaban tener reconocidas legalmente las uniones de pareja, en igualdad de condiciones. Es obvio que la igualdad de estos últimos para acceder a los beneficios que las uniones familiares obtienen del estado, así como el reconocimiento social eran innegables, pero ¿se han puesto sobre la mesa todas las opciones? ¿han intervenido otro tipo de intereses o grupos antirreligiosos —por ejemplo, los cientificistas— en las negociaciones? ¿han aceptado realmente de buen grado y conscientemente la sociedad las decisiones políticas? ¿se ha evolucionado socialmente o en realidad se ha sucumbido al populismo de los políticos o a intereses de grupos de opinión influyentes? ¿tiene algo que ver el problema de un país como EEUU con el de Holanda, o España? Actualmente se continúa confundiendo el reconocimiento legal de los derechos de los individuos homosexuales con las denominaciones de uniones que como se ha visto, son diferentes objetivamente. Incluso se dan como prueba las bodas de semejanza medievales, sin reparar que ni siquiera en ese caso eran consideradas matrimonio, sin que este hecho implique un menosprecio de una Iglesia que eso sí, mostraba una cara mucho más amable y sensata que la actual.

Pero ¿que es toda esta fría lógica comparada con el amor? El amor al final, como todos sabemos, es el que mueve el Mundo... ¿no?


lunes, 22 de junio de 2015

España en datos

lunes, 22 de junio de 2015
¿Cuál es la comunidad autónoma más productiva? ¿Dónde hay más corrupción? Políticos y medios de comunicación suelen hablar de estos temas en cuanto tienen oportunidad. Los acompañan de titulares impactantes y nuestros representantes nos obsequian con «elocuentes argumentos», para justificar sus acciones. Pero muy pocas veces se hace explicando con cifras y datos adjuntos su origen. En esta ocasión empezaremos la casa por los datos, los ladrillos que deben formar los sólidos cimientos de toda interpretación que se construya.

Productividad y eficiencia

¿Que comunidad es la más productiva? ¿y la más eficiente? ¿donde se aprovecha mejor la superficie y población? Los datos necesarios para poder obtener alguna conclusión sobre este asunto son: PIB, superficie y población, de cada autonomía, en relación al total de España de cada uno de los conceptos mencionados. Este es el resultado:

Gráfica 1.— Porcentaje de la superficie, población —ordenado por este concepto— y PIB por autonomía respecto del total de España (año 2014) —Fuente: datos [Wikipedia]. Gráfica [elaboración propia]— (pulsar para agrandar)

En la Gráfica 1 se contemplan por orden de población los tres conceptos mencionados de cada autonomía. Las dos autonomías que más aportan en cifras absolutas al total de España son Cataluña y la Comunidad de Madrid, seguidas a algo más de distancia por Andalucía y la Comunidad Valenciana. Tras un salto, viene a continuación País Vasco, seguida con una diferencia gradual el resto de autonomías. No es sorpresa comprobar como las de mayor población son las que mayor aporte realizan al PIB total de España, sin embargo, como se puede comprobar, Andalucía y la Comunidad de Madrid lo hacen en áreas geográficas muy distintas. Esta circunstancia puede explicarse por el tipo de economía y la densidad de población. En áreas industriales y núcleos urbanos la densidad de población será alta y el PIB también. Aunque también existen otro tipo de economías que pueden aportar también un PIB importante. Es conveniente por tanto establecer una relación entre el PIB y la superficie como medida del tipo de economía.

Gráfica 2.— Relación entre PIB y superficie por autonomía respecto del total de España (año 2014) —Fuente: datos [Wikipedia]. Gráfica [elaboración propia]— (pulsar para agrandar)

Como era previsible, el área relativamente pequeña de la Comunidad de Madrid donde se concentran en exclusiva el área urbana, turística e industrializada de la capital de España, es la que mayor PIB por superficie ofrece. Igualmente previsible, el también muy industrializado País Vasco viene a continuación —a una distancia relativamente grande al tener mucha menos población y por tanto, menor PIB—. Al tener mayor área sigue Cataluña, con una economía basada en la industria, el pequeño comercio y el turismo de su capital. Inmediatamente después aparecen las Islas Canarias y Las Baleares, que en un área reducida ofrecen un producto turístico de primer orden mundial. A corta distancia en sexto lugar se encuentra la Comunidad Valenciana con minifundios agrícolas, turismo, pequeñas y medianas empresas, el comercio, y algo de industria. Con la Región de Murcia a la cabeza continúan de forma anodina el resto de comunidades.

¿Alguna conclusión? Me pregunto si cuando se configuró el mapa autonómico se era consciente de esos detalles como para separar a la antigua Castilla en dos comunidades y capital por separado. Castilla-La Mancha y Castilla-León junto con Extremadura, son las comunidades con menor rendimiento económico por superficie. Jugando algo más con las cifras, se comprueba como las cuatro comunidades con mayor PIB representan el 60% del total de España, en tan sólo un 30% de su superficie. Si vamos más allá, Cataluña, Comunidad Valenciana e Islas Baleares son un 11% de la superficie de España, produciendo un 31% de su PIB. Andalucía y Comunidad de Madrid representan otro 32%, sin embargo, en un 20% de la superficie total de nuestro país. La diferencia entre este caso y el anterior es que en este se requiere del doble de superficie para producir lo mismo. Además, son territorios no contiguos —Madrid y Andalucía, separados por Castilla la Mancha— y en el anterior caso mencionado —los llamados por el nacionalismo catalán «Países Catalanes»— significan el territorio continuo con mayor productividad en términos absolutos de España, y en términos de PIB por superficie por detrás del artificio de la Comunidad de Madrid. ¿Casualidad?, no lo creo.

Gráfica 3.— Comparativa de PIB y superficie entre la tripleta «Cataluña-Valencia-Baleares», Andalucía, Madrid y el resto de España (año 2014) —Fuente: datos [Wikipedia]. Gráfica [elaboración propia]— (pulsar para agrandar)

Corrupción

Hay corrupción. Y mucha. Esto está claro. El problema surge cuando se habla de ciertas autonomías como «ejemplo» de la corrupción. Lo es porque pueden ser usadas como chivo expiatorio de la corrupción de otros lugares. Como una nueva versión del «y tu más», en la que viene bien señalar a un territorio cuando se habla de este asunto, para evitar señalar los casos que tienes en tu propia casa. Las gráficas a continuación puede que ayuden al lector a extraer sus propias conclusiones.

Gráfica 4.— Delitos que afectan al bien común combinado con población de la autonomía (año 2013) —Orden alfabético, excepto Ceuta y Melilla. Fuente: datos [INE]. Gráfica [elaboración propia]—. Más información [Sabemos Digital]. (pulsar para agrandar)

En la Gráfica 4 se visualizan la suma de los delitos que afectan al bien común —escala de la parte izquierda— con la población —columna sobreimpresa amarilla con borde rojo, escala a la derecha— de cada autonomía, ordenadas alfabéticamente. Lo primero que se advierte en cuanto a corrupción, es que la relación entre la cantidad de población y el número de delitos tiene una relación directamente proporcional —a más población, más corrupción—. En números absolutos, la comunidad con mayor casos de corrupción es Andalucía, seguidas de Cataluña, Comunidad de Madrid y Comunidad Valenciana, seguidas a mayor distancia por Galicia, Canarias y el resto. Si se compara con la gráfica 1 —ordenada por población— se comprueba como coinciden las primeras cuatro posiciones más relevantes. La segunda conclusión que puede extraerse es que no hay ninguna autonomía que destaque especialmente por sus casos de corrupción en cuanto al número de ellos, teniendo en cuenta el factor comentado de proporcionalidad a su volumen de población —dicho de otra manera, Andalucía tiene mucha más corrupción que el resto, pero también tiene muchas más población, por ejemplo—. No obstante, para afinar más en este sentido se puede establecer un coeficiente que refleje la relación entre estos dos conceptos —corrupción y nº de habitantes—:

Gráfica 5.— Relación entre nº de delitos que afectan al bien común y el nº de habitantes de la autonomía —Fuente: datos [INE]. Gráfica [elaboración propia]—. Más información [Sabemos Digital]. (pulsar para agrandar)

En la Gráfica 5 se representan los casos de corrupción por nº de habitante —se han excluido los casos de Ceuta y Melilla que dada su poca población ofrecía un resultado despropor-cionadamente alto— enmascarando de esta manera el factor población. El resultado es que las Islas Baleares es la comunidad con mayor corrupción por habitante, seguidas por Murcia, Canarias, la Comunidad Valenciana y Andalucía, formando un grupo igualado. Seguidamente, en un grupo similar se encuentran varias autonomías entre ellas, Cataluña y Comunidad de Madrid. Tras otro salto, viene Extremadura que encabeza el grupo con menor índice de casos de corrupción por habitante, para acabar en solitario con Aragón. Sólo si comparamos los casos extremos, las turísticas Islas Baleares —visitadas por todo tipo de altos cargos políticos, famosos, dirigentes de mafias internacionales, jeques, etc.— con la noble y baturra Aragón —con la población concentrada en unos pocos municipios importantes y poca actividad turística— se puede encontrar una diferencia significativa, explicada por las circunstancias particulares indicadas, diametralmente opuestas de cada comunidad.

Corrupción y productividad

¿Tienen relación la superficie con la corrupción? ¿la tiene la densidad de población? ¿y el PIB per cápita? A tenor de los hechos estadísticos se ha visto como el aumento de población lleva parejo un aumento de la corrupción en sus representantes políticos, en cifras absolutas. La lógica simple de esta circunstancia es que a más población, más representantes, y por tanto, un mayor número de casos de corrupción en asuntos públicos. Recordando lo realizado hasta ahora, para determinar de forma algo más precisa el grado de corrupción independientemente de si hay más o menos población, se han relacionado ambos conceptos en un nuevo parámetro llamado «corrupción por habitante» —Gráfica 5—. Este índice pretende establecer cuantos casos de corrupción cometen los representantes políticos por cada habitante al que representan.

Ahora bien, parece existir también una relación entre la actividad económica y corrupción. Hay que señalar que en este caso no se trata de relacionar el grado de pobreza o riqueza de la población con el número de delitos. No es la delincuencia social lo que se está pretendiendo medir, sino el grado de delincuencia de la clase política que representa a dicha población. Conociendo esto, es lógico que cuanta mayor riqueza de la sociedad, mayor será lo recaudado por tributos e impuestos, mayores serán las inversiónes y en general, el dispendio monetario de la población. En este escenario cabe esperarse que mayor será la tentación, y por tanto, si los mecanismos de limitación de los políticos son ineficientes o no existen, los casos de corrupción se corresponderán de forma proporcional, como se ha visto. Para establecer el grado de corrupción de forma que un mayor o menor PIB no influya en la valoración, de forma similar al caso anterior en donde se relacionaba corrupción con nº de habitantes, en esta ocasión se hará lo propio entre corrupción y el PIB por habitante —o PIB per cápita—. El resultado se muestra en las dos gráficas siguientes:

Gráfica 6.— Gráfica combinada de corrupción por habitante (año 2013) y por PIB per cápita (año 2014) ordenadas  por el primer concepto —Fuente: datos [INE] y [Wikipedia]. Gráfica [elaboración propia]— (pulsar para agrandar)
Gráfica 7.— Gráfica combinada de corrupción por habitante (año 2013) y por PIB per cápita (año 2014) ordenadas  por el segundo concepto —Fuente: datos [INE] y [Wikipedia]. Gráfica [elaboración propia]— (pulsar para agrandar)

Las gráficas anteriores muestran los mismos dos conceptos combinados, pero ordenadas cada una por cada uno de ellos. De esta manera se pueden comparar las diferencias en función de si se contempla la corrupción en función de la cantidad de población o en función del PIB de sus habitantes. Los resultados no muestran ninguna sorpresa a lo comentado: las cinco comunidades donde hay más corrupción, independientemente de cuál de estos dos criterios se utilicen son: Andalucía, Islas Baleares, Islas Canarias, Murcia y Comunidad Valenciana. De las 17 comunidades muestreadas, siete de ellas se mantienen en la misma posición relativa en las dos clasificaciones: Murcia (2º lugar), Canarias (3ª), C. Valenciana (4ª), Galicia (7ª), Asturias (8ª), Cantabria (10ª) y La Rioja (13ª). El resto de comunidades intercambian sus posiciones según sea el criterio utilizado: Baleares y Andalucía (puestos 1º o 5º), Cataluña y Extremadura (puestos 6º o 12º). Navarra y Castilla-La Mancha (puestos 9º o 14º), C. de Madrid y Castilla-León (puestos 11º o 16º), País Vasco y Aragón (puestos 15º o 17º).

De todos estas casos tal vez los más significativos sean los dos primeros. Andalucía y las Islas Baleares poseen una diferencias evidentes, en población y en tipo de economía —latifundios frente a turismo—. Salvo Marbella, parece claro que en Andalucía la corrupción obedece a algo más que al turismo desmedido y caro. En el caso de Cataluña y Extremadura ocurre algo similar. Las grandes diferencias de tipología hacen que sea complicado establecer un criterio para «medir» la corrupción de forma cualitativa que sea aplicable por igual, que no dependa de magnitudes absolutas cuantitativas.

Conclusiones

Un sistema político por el cuál se elige y controla a unos representantes debería tener en cuenta algunos aspectos básicos de la condición humana para prevenir estos problemas. Sin embargo, nuestro ineficiente, fraudulento y defectuoso sistema político parece pensado en la práctica más para caer en las numerosas tentaciones a las que todo cargo público ha de enfrentarse, en lugar de al contrario. Y estas tentaciones serán mayores, cuanta más riqueza exista en una comunidad. En líneas muy generales, las comunidades con poca población, con poco turismo o con poca actividad económica en general, tienen menos corrupción que el resto.

Tal vez alguien pudiese pensar que la poca productividad o el poco nivel de riqueza en una comunidad —en definitiva su mala gestión— es debida a sus altos niveles de corrupción. A tenor de los datos parece que no es exactamente así. La deficiente gestión de los recursos de una comunidad están originados por otro tipo de problemas culturales, sociales, orográficos, etc, que no se van a analizar en esta ocasión, pero la corrupción no parece ser uno de ellos, puede que incluso sea al contrario. Bien sea debida a su correcta gestión o por otro tipo de circunstancias favorables, la cuestión es que allá donde hay riqueza acude todo tipo de gente en busca de nuevas oportunidades. Naturalmente la mayoría de ellos lo intentaran de forma honrada, pero inevitablemente y pagando justos por pecadores, habrá gente que no. En definitiva: allá donde hay riqueza saldrán los corruptos existentes y acudirán más. Realmente, esto obedece a una lógica aplastante: las personas faltas de escrúpulos y avariciosas por lograr una riqueza fácil y rápida, acudirán a donde hay posibilidades de lograrla. No lo harán a lugares yermos o poco poblados.

Se puede concluir que: a) las personas son potencialmente igual de corruptas en todos los lados —o existe una cantidad similar de corruptos por doquier—; b) el problema parece inherente a la ineficacia, inexistencia o poca adecuación de los mecanismos de contención públicos. Y c) la variación de corrupción entre unas y otras autonomías responde a circunstancias particulares de cada una de ellas. Estas circunstancias tienen la peculiar característica de que si bien pueden considerarse como positivas —turismo activo, actividad comercial, grandes inversiones, etc—, en la práctica, parece que constituyen —paradójicamente— un handicap por el cuál las comunidades con mayor actividad económica han de padecer un mayor abuso de sus gobernantes.

Alguien podría argumentar que falta relacionar el nivel de los cargos públicos afectados, ya que, ciertamente, no es lo mismo que delinca un funcionario, que lo haga el presidente de la comunidad. El problema es que tampoco suscita el mismo interés político ni mediático, lo que provoca que se convierta en objetivo político destapar unos casos y ocultar o ignorar otros. Dado el carácter subjetivo de esta circunstancia, el análisis político que merece se deja para otra ocasión. Para otro momento también merecería ser tratado con dedicación especial la relación entre la economía sumergida con estos factores, ya que se ha estimado que esta puede corresponderse con un 20% del PIB total de España, lo que podría cambiar sustancialmente las estimaciones realizadas en este estudio.

Recordatorio: no se trata de justificar la corrupción en una u otra comunidad, sino justamente al contrario, no utilizar a una de ellas como justificación de la corrupción en el resto, o para ocultar las carencias del sistema político.

NOTA: algunas cantidades utilizadas se han debido re-escalar para poder ajustarse en magnitud junto con otras variables en las gráficas, pero sin que afecte a la relación entre ellas.

lunes, 25 de mayo de 2015

La nueva política

lunes, 25 de mayo de 2015

Los resultados de las elecciones autonómicas y municipales de 2015 están convirtiendo las cámaras de representación en verdaderos galimatías algebraicos. Todo comenzó con las anticipadas elecciones andaluzas, cuyo gobierno todavía no se ha formado. La razón, la dependencia de unas formaciones políticas a la palabra para con su electorado, cuya condición principal para obtener su apoyo fue la de no seguir los mismos caminos que el resto de formaciones tradicionales: pactos a puerta cerrada postelectorales.

Se está viendo como tras años de bloqueo electoral a causa de un sistema de representación fraudulento, se ha encontrado una vía por la que ciertas iniciativas políticas no tradicionales o no basadas tanto en ideologías de posguerra como en problemas actuales, están apareciendo repentinamente y dando vuelcos totalmente sorprendentes, lo que como decimos, manifiesta la caldera de presión política en la que se estaba convirtiendo la sociedad española cuya primera salida de vapor fueron las movilizaciones del 15M.

Caras y sabía nuevas por fin hacen su aparición en la escena, tras años de golpear las puertas de un sistema opaco, corrupto e infestado de mediocridad. Una oportunidad que partidos como UPyD no han aprovechado a pesar de ser los primeros en abrir las puertas, pero demasiado tímidamente. Toni Cantó, la sorpresa de las anteriores elecciones generales al obtener un escaño por la circunscripción de Valencia, una persona con alguna experiencia en política ciudadana en su anterior residencia en el municipio madrileño de Torrelodones, se ha encontrado con el liderazgo algo caduco de Rosa Diez, antigua militante del PSOE, cuya iniciativa política parecía más motivada por ganas de protagonismo que por verdadera vocación de representación democrática.

Casos como la activista Ada Colau en Barcelona, la juez en casos de corrupción Manuela Carmena en Madrid o en menor medida, el antiguo responsable de la Casa de la Caridad en Valencia, Fernando Giner, demuestran que había toda una constelación de aspirantes a políticos que en cuanto han tenido una oportunidad, ha recibido el favor de un electorado que ya no se limita a votar simplemente a programas o a siglas de partido. Todavía falta mucha madurez, ya que la imagen de las formaciones tiene un peso excesivamente importante y tanto los candidatos no se atreven a dar los pasos hasta que no encuentran una agrupación política con la suficiente entidad, como que los votantes no se atreven a votar a formaciones poco conocidas. Pero por algo se empieza. En estos momentos comienza a difundirse el concepto de «instrumentalización democrática» del sistema por el cuál hay una cierta complicidad entre partidos, candidatos y votantes:
  • Por un lado, los partidos saben que han de presentarse como verdaderas herramientas al servicio de los ciudadanos para mejorar el sistema y acabar con la corrupción.
  • Los ciudadanos saben que su voto se pierde si votan a formaciones pequeñas o de poca entidad, al no obtener representación, cuyas listas cerradas por añadidura, no han elegido.
  • Los candidatos no desean presentarse a formaciones que les limitan la libertad de representar a su electorado y satisfacer sus inquietudes políticas.
  • Todos, comienzan a utilizar el sistema y a competir más en base a criterios de racionalidad y menos en ideologías o sectarismos. Los votos se agrupan de forma más consistente y menos dispersa, logrando apoyos gracias a comprometerse y dar ejemplo —como la situación de Andalucía— o dejando atrás eslóganes tan poco «edificantes» como el de Compromís de Valencia de las elecciones de 2011 —«Para joder a la derecha»—.
En esta situación, la teoría es que si los partidos que acaban de entrar en escena continúan siendo fieles a sus principios —o perderan el apoyo popular tan rápidamente como lo han obtenido—, los únicos pactos que podrán haber es que cumplan con sus objetivos de reforma política, ya que se supone que lo importante no es estar en la poltrona, sino que sean estos puestos en práctica —da igual por unos que por otros—.

No deseo pecar de un excesivo optimismo. Es evidente que el oportunismo político campa a sus anchas ansioso de ocupar nuevos nichos y poltronas políticas. Pero en todo caso, no es peor de lo que hasta ahora hemos tenido. Lo importante no es mirar preocupados al pasado, sino hacerlo de forma critica pero con esperanza, hacia el futuro.

lunes, 4 de mayo de 2015

El sentido común

lunes, 4 de mayo de 2015
Atar perro longaniza
Atar los perros con longanizas
Ese precioso y necesario don del sentido común, que es el menos común de los sentidos.

Ramón Gómez de la Serna (1891-1963)


¿Qué es el sentido común? ¿A qué nos referimos en España al hablar de él? El «sentido común» es un recurso que se usa cuando no se tienen palabras para justificar lo que pensamos que es «correcto». Pero al ser usado de esta manera, le hace perder el valor. Por ello, apelar a dicha figura en ciertos ámbitos es un asunto complicado. Aun así, siempre llega un momento en el que surge la necesidad de recurrir a un modelo de referencia. Pero este modelo no se encuentra, cada uno de nosotros tiene su idea de lo que es el sentido común, que suele ser nuestra opinión personal.

Sin embargo, ¿acaso las cosas pueden hacerse de cualquier manera? ¿Cómo es posible que no se pueda hablar de una manera «genérica» correcta de hacer la mayoría de cosas? Por ejemplo: para escoger el lugar donde irse de vacaciones, cada uno tendrá unos gustos y necesidades de ocio distintas e igualmente válidas. Pero parece de «sentido común» que si nos vamos a la montaña no nos llevamos camisa de flores, bermudas y chanclas de piscina. No sé. O si tenemos una mascota, tal vez sea de «sentido común» saber que los piensos son diferentes en función de su raza ¿Dónde está esa frontera que delimita la preferencia personal con el «sentido común»?

Parece que hay dos aspectos —como en casi todo— que hay que identificar y diferenciar según el contexto. En este caso, la parte objetiva y la subjetiva. Dicho de otra forma, el sentido común tiene una parte apoyada en la pura lógica y en evidencias palpables, y otra sujeta a nuestra propia impresión particular de la realidad. En España tenemos un grave problema, por tanto, ya que ni hay mucha pasión por la ciencia que digamos, y además, cada uno piensa que lo suyo es lo mejor sin tan siquiera meditar ante otras posibilidades, por considerarse un «signo de debilidad».

En España no es que no seamos listos, el problema en España es que nos lo creemos, sin realmente ponerlo a prueba. Nos lo creemos tanto, que nos cuesta dar el brazo a torcer. El problema de convivencia que esta circunstancia ocasiona es tal, que en lugar de señalar el defecto al vecino, argumentando tus motivos, la respuesta es: «si él lo hace, pues no va a ser más listo que yo», para a continuación cometer una tropelía tres veces peor que la de tu querido y simpático vecino. Para que vea que eres aún «más listo». La consecuencia es que independientemente de nuestras capacidades individuales, como colectivo somos uno de los más tontos de Europa.

El sentido común no es una característica individual, sino colectiva. Una característica que en su inevitable parte subjetiva, se compondrá de aquellas normas de convivencia que han de existir en todo colectivo. Normas que no necesariamente han de estar reflejadas en texto legal alguno, aunque para redactar estos, dependerá de la educación y del acervo cultural de una sociedad. Estas normas en efecto, no son ni buenas ni malas, simplemente están condicionadas por la cultura y tradición del lugar. Lo que es válido para un lugar no ha de ser aplicable a otro. Lo importante de la cuestión es tener un acuerdo, conocerlo y ponerlo en práctica. Puede que sea mejorable, puede que no valga para otros lugares, pero ha de ser útil. Y cuando no valga, se llega a otro acuerdo y se cambia.

En España no hay acuerdo, salvo para destruir. Seguramente por este motivo tras 40 años de democracia no hemos encontrado todavía un sistema educativo que no dependa del sesgo ideológico subjetivo de cada partido que gobierna. Un sistema político que promueve el gobierno desde un único punto de vista, que excluye a las opiniones críticas, un sistema que prácticamente imposibilita la formación de proyectos comunes. Un sistema político que no es de sentido común. ¿Será que en España, no lo tenemos?

lunes, 30 de marzo de 2015

Las jerarquías

lunes, 30 de marzo de 2015

Los dos sentidos del poder
¿Son necesarias las jerarquías? ¿Son todas iguales? ¿Son las jerarquías políticas incompatibles con la igualdad de los ciudadanos? Las jerarquías en general, son una forma de organizar elementos, clasificándolos y ordenándolos según un criterio. No han de ser necesariamente políticas, pueden ser de cualquier otro campo en el que sea posible subordinar unos elementos a otros. Como ejemplo, se pueden consideran los estados políticos como elementos y como el criterio de subordinación, las áreas geográficas que ocupan y a las que pertenecen. En este caso, el área determinada por el estado español está subordinada al área geográfica de la Península Ibérica, porque una está incluida dentro de otra:
        • Planeta Tierra
          • Eurasia
            • Europa
              • Península Ibérica
                • España
                • Portugal
Los criterios de subordinación pueden ser diversos y no todas las clasificaciones han de establecerse por una relación de «subordinación» vertical. También hay vínculos horizontales por los cuales es posible agrupar elementos, en caso de que puedan ser igualmente válidos —según un criterio arbitrariamente escogido—. Este tipo de organizaciones son las heterarquías, presentes en las organizaciones holocráticas —en las adhocracias se carece de jerarquía—. En el ejemplo propuesto Portugal y España corresponderían a una heterarquía de países peninsulares. Es necesario incidir en este punto ya que no es posible poner el enlace a la Wikipedia en español porque no existe. A pesar de ser un concepto evidente y cotidiano, resulta enormemente revelador que no le interese a ningún enciclopedista en nuestro idioma, un sistema de organización basado en la igualdad de sus elementos en lugar de en la subordinación. 

Las jerarquías en una democracia

No obstante, si en una democracia se parte de una situación de igualdad podría pensarse que se trata de una heterarquía de ciudadanos. Pero para poder realizar tal agrupación es necesario definir un criterio. En una democracia la situación de igualdad inicial se debe a una inexistencia de criterio definido, no a una igualdad real. A lo sumo, se podría hablar de un sustrato social —cultural y político— mínimo, pero insuficiente para crear estratos. La democracia es el único sistema cuya forma final se auto-define constantemente.

La población

Cada miembro de la sociedad tiene una habilidad, conocimiento y —fundamentalmente— una voluntad distinta. Por lo tanto, la primera necesidad que surge en una democracia con un número de miembros elevado, es la de establecer una jerarquía en función de su utilidad y capacidad, según el criterio de la mayoría. La función de los sistemas políticos consiste precisamente en esto: gestionar el capital humano y material de una sociedad para hacer frente a los retos y problemas a los que haya que enfrentarse. Una de las primeras materializaciones de esta situación es la elaboración de un Proceso Constituyente, por la que la sociedad elige a unos representantes para la labor específica de diseñar el nuevo sistema político.

Esta situación implica varias cosas —algunas suelen brillar por su ausencia en las democracias europeas—. Una es el carácter temporal de estas estructuras sociales creadas —ha de serlo ya que la sociedad es un grupo compuesto de individuos que cambian como consecuencia de su desarrollo en el seno de la misma—. Otra es la de la permanente capacidad de la sociedad para decidir sobre dicha jerarquía creada. En definitiva, existe una cultura de soberanía ciudadana que impregna todos los ámbitos y entornos sociales —político, económico, empresarial, cultural, etc.— de forma que en una democracia las jerarquías son decididas desde la base de la sociedad.

El criterio de la mayoría

Los criterios por los cuales en una democracia se eligen a las jerarquías son definidos por la mayoría en el propio momento de la elección. El único límite en principio, son aquellas decisiones que afecten al propio sistema que las hace posibles, el cual consiste en dar voz a todos en igualdad, incluidas las minorías. Es decir, no es ni mejor ni peor criterio que cualquier otro, ya que el «bien y el mal» son conceptos bastante subjetivos en la mayoría de ocasiones. Un representante elegido puede ser asiduo de locales de alterne y al mismo tiempo, actuar con responsabilidad y buen hacer en su función pública. O puede ser totalmente al contrario, la cuestión es que es la mayoría la que decide.

Para servir a Dios y al Rey

Naturalmente, la democracia «perfecta» descrita anteriormente supone una ruptura respecto a la división cultural y política existente. A muy grandes rasgos, en el viejo continente la tradición de las antiguas aristocracias y las jerarquías eclesiásticas continúa ejerciendo su influencia —salvo algunos como Francia y la antigua Unión Soviética que se los quitaron de encima por la vía rápida, con distinto resultado, eso sí— . Alemania y Reino Unido son dos casos tan particulares como completamente distintos: en el país germánico la estructura política fue establecida por los Aliados tras la Segunda Guerra Mundial, mientras que Inglaterra es uno de los pocos casos en los que los logros democráticos se han alcanzado con reformas políticas, en lugar de con revoluciones, extendiéndose al resto del Reino Unido.

En los países mediterráneos no hemos superado la caída del antiguo Imperio Romano. Desde la época medieval se continúa intentando emular la magnificencia y pomposidad imperial romana, olvidando sus errores y a dónde les llevaron. Este cesaropapismo es la causa por la que se refieren a nosotros como los PIGS —Portugal, Italia, Grecia y Spain—, en los que la cultura dominante se caracteriza por una sociedad pasiva que espera que se lo den hecho y unos dirigentes más preocupados en la pompa y la rimbombancia, que en su servicio al público. En este tipo de culturas las jerarquías son decididas desde su propia cima, es decir, en sentido contrario al de una democracia ideal. Esto ocasiona que el resultado de la acción de mando acabe favoreciendo principalmente a los intereses particulares de cada eslabón jerárquico, más que a la base de la sociedad.

Siendo realistas

Pensar en una sociedad en la que todo se decide de forma inapelable desde la base tiene un preocupante parecido con la dictadura del proletariado, base del sistema comunista. De hecho el propio Vladimir Lenin propuso como forma de organización de la clase obrera el llamado centralismo democrático. En realidad, su idea no era descabellada, el problema es que aunque de boquilla digan una cosa, me temo que al resto de comunistas no les gusta la idea de rendir cuentas ante la mayoría o que su cargo sea permanentemente revocable, tal y como proponía el líder ruso. Ya saben el poder es el poder, y aquí no se salva nadie.

Como opuestas a este intento de organización democrática se suelen encontrar las «democracias capitalistas», en las que es el poderío económico el criterio final que decide los eslabones de la jerarquía, dejando la participación ciudadana como algo simbólico, una especie de «acto de condescendencia» paternalista. El resultado es que las añejas instituciones europeas y el poder económico se alían en mutuo beneficio, conformando una especie de nuevo «despotismo ilustrado».
Creo sinceramente, como tú, que las instituciones bancarias son más peligrosas que los ejércitos preparados; y que el principio de prestar dinero para devolver posteriormente, denominada financiación, no es otra cosa que estafa futura a gran escala

Puede parecer una locura, pero tal vez el único lugar del mundo —que conozco— en el que se haya puesto en práctica la democracia de Lenin fueran los EEUU, en sus inicios. En aquel entonces se partía de cero, sin jerarquías definidas y con el pueblo como único poder que se auto-organizaba. Era así hasta el punto de que se quitaban de encima a quien no les gustaba, colgándoles del árbol más próximo. Luego vino el poder económico que allí tuvo un camino mucho más fácil que en Europa, ya que a pesar de advertirlo Thomas Jefferson, una vez controlaron el dinero no tuvieron quien se les opusiera para decidir sobre todas las cosas. A las oligarquías económicas, los políticos de aquel país que sí están bajo mecanismos de revocación de mandato —que han sido utilizados con efectividad— les importan un pimiento. Mientras no sean de utilidad para el mercado, claro.

El término «correcto»

El dicho dice que «en el término medio está la virtud». Yo no creo que sea así siempre, pero si nos alejamos de posturas radicales e inamovibles —que pueden estar tanto en los extremos como en cualquier punto medio elegido dogmáticamente— se encuentra un campo de posibilidades mucho mayor.

El verdadero punto de enfrentamiento que existe está en nuestra propia naturaleza: por un lado nuestra mente racional nos estimula a crear organizaciones funcionalmente lógicas, pero por otro lado, el instinto tribal nos hace dejarnos llevar por el animal que llevamos dentro. Parece que se acaba buscando un macho alfa como líder de «la manada». La variable «personas» en muchas ocasiones escapa a nuestro control, pero no hay más remedio que lidiar con ella.
Como resultado final de nuestra historia evolutiva conviven en cada uno de nosotros dos identidades, la individual y la colectiva. Negar la existencia de cualquiera de las dos naturalezas es cerrar los ojos a la realidad. Mientras que la identidad individual nos empuja al egoísmo y a la insolidaridad, la colectiva nos puede llevar al abismo, porque nos hace fácilmente manipulables. [...] ¿Será posible que algún día el ser humano pueda superar su permanente contradicción entre el individuo y el grupo? ¿Nos habrá conducido la evolución hacia un callejón sin salida? La respuesta, amigo lector, está en el viento.
Juan Luis Arsuaga (El collar del Neardental)

Hay casos, como los entornos empresariales privados, en los que es complicado pensar en una jerarquía decidida desde la base. Sin embargo, sí que es posible pensar en jerarquías de doble sentido, o en tramos, donde haya participación de los trabajadores. En otros entornos especializados como los profesionales —técnicos, judiciales, etc.—, los científicos o los académicos, es posible —y conveniente— establecer meritocracias en los que el criterio sea lo más objetivo posible. En cualquiera de estos casos es fundamental, al igual que ocurre con la democracia, una cultura de convivencia compatible con el sistema deseado. El poder, sea cuál sea, no es tonto. Tomará las decisiones que más fácil le sea aplicar sin demasiada oposición. Si se cambian las actuales jerarquías pero no se ponen límites a las que vengan, se logrará cambiar los collares. Pero los perros, serán los mismos.

martes, 17 de marzo de 2015

La voluntad de la masa

martes, 17 de marzo de 2015


¿Cuándo hay democracia? ¿es cuando una minoría decide la forma de un sistema político? ¿o es por el contrario cuando la mayoría aplica su criterio como un rodillo sobre los discrepantes y las minorías? ¿puede alcanzarse, si no hay una democracia previa para decidir? aunque ¿no es precisamente cuando no hay democracia, cuando se desea alcanzar?

La democracia es un concepto pintoresco que es usado actualmente para todo. Desde decidir cuál es la octava maravilla del mundo hasta la independencia de territorios. Pasando por las definiciones de la Wikipedia. La democracia es usada al parecer, como una especie de «agua bendita» con la que todo adquiere mágicamente legitimidad inapelable y se convierte en «la verdad absoluta». Esto ocurre seguramente en las sociedades en las que se acostumbra a seguir a líderes mesiánicos como borregos, con la simple diferencia de que ahora la religión a la que adoran la llaman de otra manera.

Ha llovido mucho desde que en la Grecia Clásica se inventaran el concepto. Las sociedades son ahora mucho más grandes y heterogéneas que las Ciudades Estado helenas, y por tanto, más complicadas de gobernar. Afortunadamente, desde hace unas décadas se puede decir que están mucho mejor comunicadas. En cualquier caso, ha sido necesario estrujarse la cabeza bastante ingeniando métodos para que, la aspiración de algunas sociedades en dejar atrás el pasado tribal de la especie humana, se lograse.

El problema es que en efecto, la democracia no puede ser cualquier cosa que se decida por mayoría. El gobierno del pueblo sólo puede ser digno de tal nombre si cumple necesariamente unos mínimos lógicos. Y al hablar de lógica nos referimos a esos conceptos universales que precisamente comenzaron a manejar en aquella lejana época en la Antigua Grecia. Y esa lógica nos dice que para que haya un «gobierno del pueblo», primero hay que definir este. La manera más sencilla de hacerlo sin meterse en extraños recovecos es la de definir al pueblo como el conjunto de todos y cada uno de los individuos libres e iguales que existen en un momento determinado, dentro de un área geográfica —limitada en un primer momento— sin distinción alguna de raza, sexo o ideología. Personas, simple y llanamente personas. Recordemos, hablamos de lógica, no de ideologías.

Pero no iba a ser tan sencillo como coger un papel y ponerse a resolver un problema de matemáticas. El problema al introducir la variable «personas» en nuestra definición tiene el problema de que estas, las personas, no somos conceptos plenamente definidos mediante la ciencia. No es posible garantizar que el funcionamiento «lógico» de un sistema político sea comprendido y llevado a la práctica por todo ese conjunto de individuos que forman «el pueblo».

Por tanto, para hablar de democracia es necesario tener en cuenta de forma inseparable dos cosas: la definición lógica del sistema en cuanto trate a las personas como individuos iguales y libres, y les dote de los mecanismos adecuados para que la sociedad que forman se autogobierne, como el grado de conocimiento, responsabilidad y necesidad social de usar correctamente dichos mecanismos. Cualquier vende-motos que nos hable de un aspecto sin tener en cuenta el otro, pues eso, nos está vendiendo la moto. O se la vendieron a él antes.

Los límites de la democracia 

Todos tendrán en mente el sagrado principio de que si bien ha de prevalecer siempre la voluntad de la mayoría, esa voluntad ha de ser razonable para ser legítima, pues la minoría posee derechos iguales, que leyes iguales deben proteger, y violar esto sería opresión.

De todo esto se deduce que no se debe valorar de la misma manera el método utilizado para lograr un resultado, que las consecuencias del mismo. Una decisión tomada por mayoría puede tener consecuencias que afecten al propio método que la ha hecho posible. ¿Cómo se defiende un sistema de las decisiones tomadas gracias al propio sistema? Se pueden imaginar que esta es una paradoja que tiene difícil solución y peor explicación, pero este es tal vez el principal motivo por el que la separación de poderes es un pilar fundamental en toda democracia. Opine lo que opine la mayoría.

El huevo o la gallina

El Siglo XX estuvo cargado de grandes descubrimientos, logros y también como sabemos, de grandes y desgraciados errores. Un siglo de grandes contrastes, en el que la Humanidad tenía el mundo ya completamente descubierto y a sus pies. Si la relatividad de Einstein destrozó el concepto de realidad absoluta y la mecánica cuántica el determinismo, los sistemas lógicos sufrieron también una gran conmoción cuando el matemático checo Kurt Gödel pronunció una serie de enunciados que volverían a tambalear los cimientos del mundo mecanicista, ordenado y predecible que desde Isaac Newton, la humanidad creía tener a su alrededor: los Teoremas de incompletitud de Gödel.

Gödel demostró que por esfuerzo que pongamos intentando definir cualquier sistema lógico —la lógica no deja de ser un sistema matemático— nunca jamás de los jamases, este podrá ser al mismo tiempo, coherente y completo. Nuestro estupendo y flamante sistema político podrá ser completamente coherente, pero por mucho aprecio que le tengamos, no podrá demostrarse a sí mismo. ¿Donde debemos buscar pues su fundamento? ¿cómo se demuestra que es el «menos malo»?

El aspecto más sorprendente que se deduce de lo comentado es que todas las cosas deben su fundamento a una causa externa. No me pregunten cómo es posible aplicar esto para el universo al conjunto —¿qué clase de «causa externa» puede demostrar o «crear» el Universo?—. Más que nada porque ya he comentado antes —con toda la intención— que hablamos de un área limitada. No obstante si la duda les corroe la existencia pueden preguntarle a científicos y divulgadores como Paul Davies, Stephen Hawkins o Roger Penrose, que llevan varias décadas intentando darle respuesta. Si aún así no les satisface la que puedan darle, saben que existen otro tipo de instituciones que vienen dando respuestas a estas incógnitas desde hace milenios, pero aquí si que ya, si no les importa, les dejo que sean ustedes los que tomen la decisión. No es cosa mía.

Otro de los grandes retos que quedan por descubrir es uno que llevamos dentro de nuestra cabecita: la consciencia. Resulta que esto que nuestra mente realiza sin relativa dificultad, no ha logrado ser reproducido en ningún sistema tecnológico, por complicados y potentes que seanAlan Turing «sabía» que la máquina que construyó para descifrar el Código Enigma lograría tarde o temprano su objetivo. Si embargo, esa consciencia que el gran científico y matemático había alcanzado enlazando proposiciones lógicas y matemáticas en principio, inconexas entre sí, no la podía tener su máquina. Gracias a nuestra consciencia, de alguna manera, en determinadas condiciones tras un largo proceso de experimentación y estudio, logramos ser nuestra propia «causa externa» por la cuál el conocimiento llega hasta nosotros.

En nuestro caso particular, la elección del sistema político no depende tanto del propio sistema como de nosotros mismos. Las antiguas tribus, las monarquías absolutistas y aún hoy en día los regímenes teocráticos, «justifican» su sistema político por la acción de una «causa externa» de origen místico o divino —en los nacionalismos es «la nación» lo que está por encima del individuo—. De esta manera, nuestra democracia llegará no por su infalibilidad, sino por ser el más lógico —por no decir el único— de los sistemas que no implican ninguna causa externa más que a los individuos que lo forman. Sólo hace falta que seamos conscientes de su necesidad.

La masa

Ahora viene la pregunta clave del asunto ¿cómo se logra la democracia en los parámetros mencionados? ¿puede venir la democracia de una decisión no democrática? Una vez más volvemos a la pregunta inicial ¿cuándo hay democracia?

Aunque parezca una perogrullada, si se desea la democracia es porque el sistema que hay, no lo es. Tanto este motivo como la forma del nuevo sistema político, no tienen mayor veracidad y justificación que la que cada uno de nosotros deseemos darle. Se trata en efecto, de que tras muchos años de experiencia y de sufrir decepciones, un buen día, sin poder explicar cómo, «sabemos» que hay que hacer algo. Y que ese algo ha de ser compartido, ya que de otra forma, ni sería lógico ni sería democrático. Imponer soluciones, por buenas que parezcan —incluso si realmente lo son— no va a ser aceptado y no funcionará si el resto no comparten el mismo optimismo. Porque la democracia, además de cumplir con esos mínimos lógicos, ha de ser aceptada para que funcione.

Durante los sucesos del 15M y de los movimientos #ocupalaplaza, una persona que participó activamente en ellos me dijo que al final, todo era una cuestión de voluntad de las masas. La verdad, no suena bien que una «masa» sea la que decida. Pero lo cierto es que ¿acaso somos nosotros mejores para imponer sobre los demás? El pueblo entendido como masa es la manera en cómo los regímenes totalitarios —absolutismos, dictaduras, nacionalismos— tratan a las personas que forman una sociedad. Cuando el pueblo carece de los mecanismos adecuados —cuando no hay democracia— sólo puede expresarse inicialmente como masa. Esta puede ocasionar revoluciones, derrocar dictaduras o lograr independencias, para traer algo igual o peor. La masa puede equivocarse, y seguramente lo hace casi siempre. Pero quizás, pasado un tiempo considerando a todos y a todas las opciones, la masa aprenda. Tal vez la masa pueda acertar. Entonces y sólo entonces, cuando esto ocurre, se le puede llamar democracia.